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Le damos la bienvenida a la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, y le invitamos a que visite nuestra página web por gracia.es. Deseamos que Dios le bendiga ahora a través de su palabra. Padre Santo, Tú estás en el cielo, nosotros en la tierra. Tú eres grande, Señor, nosotros pequeños, muy necesitados de Ti. ante ti en esta mañana en oración y ruego para pedirte que en tu misericordia tú quieras hablar a nuestro corazón a través de tu palabra. Queremos pedirte Señor que esta palabra que tú nos has dejado para revelarnos quién eres tú y también para que produzca frutos que den gloria a tu nombre. Oh Rey, te rogamos que entonces abras esos oídos, despiertes nuestro corazón, Señor, para estar atentos a lo que tú quieres decirnos hoy, Padre. Te ruego, Señor, que cierres mi boca si voy a hablar algo que contradice tu preciosa palabra. Oh Dios, y que solamente sea un canal a través del cual tú Te lo rogamos Señor con acción de gracias y con mucha expectativa de lo que tú quieres hablarnos hoy. En el nombre de nuestro Señor y salvo a Jesucristo. Amén. Bien hermanos, vamos a abrir nuestra Biblia. Es aquí en la carta de Pablo. Hoy no vamos a concluir. no era de la tierra, porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo vuestra vida se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria. Haced morir pues lo que heredaron vosotros, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora, dejad también vosotros esas cosas, ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiendo despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido de nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni hecita, siervo ni libre, santos y amados de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros si alguno tuviera quejas contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacerlo vosotros. que es el vínculo perfecto y la paz de Dios gobierna en vuestros corazones a la cual así mismo fuiste llamados en un solo cuerpo y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, Padre, por medio de él. Amén. Vive tu nueva vida, es el título de este sermón. Como les dije, no vamos a concluir hoy este pasaje que leímos. Vamos a avanzar un poco y luego encontraremos la oportunidad de concluirlo. Ustedes han escuchado seguramente a muchos de sus Las palabras, no quiero leer la Biblia. Porque básicamente lo que harán es imponerme una serie de prohibiciones y de reglas que me harán infeliz, frustrado y amargado. ¿Se han escuchado esas frases de alguno de sus amigos? Las pronuncian porque tienen una comprensión muy equivocada de lo que es el Evangelio. En cierta medida tienen razón. Si es que se quiere entender el Evangelio como aquellos esfuerzos que el hombre hace para obtener la benevolencia de Dios y evitar de esa manera el infierno. Evidentemente nuestros esfuerzos humanos solamente van a producir eso, infelicidad, frustración y amargura. Pero el Evangelio del Señor Jesucristo es otra cosa, hermanos. El Evangelio es el Evangelio de gracia, por medio de la cual obtenemos el perdón y la justificación de parte de Dios. El ser humano es incapaz y tampoco quiere vivir la vida santa que el Señor demanda. Por eso se necesita la intervención de Dios. Y ese es el Evangelio, la intervención de Dios en la historia del hombre, en tu historia, en mi historia. Y a eso se dedica Pablo en los anteriores capítulos de Colosenses, a explicar en qué consiste el Evangelio. Y allí vemos y lo leemos con detenimiento esa progresión de lo que ha sido la obra del Señor. Vemos la preeminencia de Cristo en toda esa explicación. Cristo siendo santo y perfecto, muriendo por los impíos, proveyéndonos de esta manera la reconciliación con Dios. al sustituirnos en la cruz del Calvario. Cristo resucitado de los muertos para asegurar la vida eterna de todos los llamados por él a salvación. Cristo enviando el Espíritu Santo para estar en el corazón de los creyentes y transformar hasta el punto de que los hace nuevas criaturas. Cristo sentado a la diestra del Padre. intercediendo por los redimidos para que éstos crezcan en santidad. Cristo aguardando el momento en que el Padre lo envíe a traer para sí a la novia. Ese novio aguardando el momento de la gran boda. Estar unidos por la eternidad con él. Ese es el Evangelio, hermanos. Este es el Evangelio, Cristo obrando y cambiando corazones, guardando esos corazones que el Padre le ha entregado, preparándolos a lo largo de su vida para un día presentarlo delante de él mismo como esa novia vestida con trajes limpios, sin mancha, sin arruga, para la gloria de nuestro Señor. Y eso es lo que hace Pablo entonces a explicar esos primeros capítulos. Así que hoy quiero, hermanos, comenzar afirmando que el pasaje leído no es una suma de prohibiciones. Hay muchos jóvenes, quizás que han venido a la iglesia año tras año acompañando a sus padres y llegan a la adolescencia, a la etapa de su juventud, y encuentran que el evangelio no los satisface porque no han entendido el evangelio realmente. No han comprendido. Y entonces buscan afanosamente encontrar en el mundo un sentido para sus propias vidas. y no lo van a encontrar allí. Necesitan venir a la palabra. Necesitan urgentemente entender ese precioso evangelio de la gracia y entender que el evangelio no es una suma de prohibiciones, sino es la gracia de Dios cambiando nuestros corazones. No existe, vuelvo y repito, ningún ser humano sobre la tierra que merezca llamarse cristiano. ha sido solamente la obra de Dios. Esa obra que nos ha capacitado y nos impulsa, cambia nuestras motivaciones, las razones de ser de nuestro corazón y su espíritu obra para poner en nosotros ese poder que puede cambiar nuestro carácter, nuestros deseos, nuestras actitudes. Y eso es a lo que Pablo se dedica en ese pasaje que acabamos de leer, hermanos. no son prohibiciones, no son reglas de conducta. No predicamos esto, queridos hermanos, no predicamos esto, amigos que nos visitáis hoy. Estamos hablando de actitudes del corazón, actitudes que solamente el poder del Espíritu puede sembrar en nosotros. Pero hay que hablar de ellas porque la palabra lo dice y no podemos escapar ni escabullir y pasar por alto lo que el Señor nos enseña a nosotros los cristianos. Vimos en el sermón del domingo pasado hasta el versículo 7 lo que significa mirar a Cristo sentado a la diestra del Padre, lo que significa poner nuestra mirada en el cielo en lo alto, contemplar la grandeza y la hermosura del Señor y eso cómo se refleja en nuestra vida. Y hoy vamos a retomar entonces el pasaje allí en el versículo 8. Pero ahora, dice el Señor, dejad bien vosotros todas estas cosas. Ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. Es una segunda lista. El domingo pasado hablamos de la primera lista. Esta es una segunda lista. Actitudes pecaminosas que tienen que ver con nuestra relación con el prójimo, con los demás. Si examinamos con detenimiento, las dos listas tienen esa diferencia. La primera está hablando de la nuestra santidad personal, en nuestra relación estrecha con Dios. En esta segunda lista está hablando, si me permiten acuñar el término, de nuestra santidad relacional, de cómo me relaciono con mi prójimo, con mis hermanos, y cómo logro, con la bendición del Señor y con el poder del Espíritu grande en nuestro corazón, cumplir ese segundo gran mandamiento que Jesús nos enseñó. Es interesante, hermanos, cómo Pablo une aquellas dos ideas, aquellas dos listas que aparecían o que aparecen en este texto. Por un lado... Siempre es preferible el pinganillo porque me da más libertad, pero continuaremos con el otro. Les decía que es interesante cómo Pablo une estas dos listas, estas dos ideas que está transmitiendo a través de esta carta. Por un lado está diciendo que un verdadero creyente nacido de nuevo debe asestar un golpe mortal a aquellos pecados que son representativos del hombre muerto espiritualmente. Y en eso nos centramos, en aquella predicación. Y entonces ahora pasa a decir, pero ahora Es como si dijese, pero ahora que eres nacido de nuevo, dejad también ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. Ese dejad que aparece en este versículo ocho significa quitar, desechar, y hace especial referencia al hecho de dejar nuestras ropas viejas a un lado. La palabra original tiene ese sentido, de dejar nuestras ropas viejas, aquellas ropas desgastadas, raídas. Yo no sé cuántos de ustedes han tenido la experiencia, seguramente todos, bueno, quizás los más pequeños no, de verse en una fotografía tomada hace 10 años. Sí. Bueno, nos vemos más jóvenes, evidentemente. Pero muchas veces centramos nuestra atención en el traje que llevábamos, ¿no? En el vestido. Y nos preguntamos, ¿cómo fue posible que me pusiese aquel vestido? ¿Cómo era posible que me pusiese semejante camisa o semejante corbata? ¿Sí les ha pasado esto? Sí, un traje antiguo, ¿no? Un traje viejo. Hoy no nos lo pondríamos. Pues eso es lo que Pablo está diciendo. Dejad ese traje antiguo. No te queda bien. Está sucio. Está raído. Pertenece a otra época de tu vida. Ahora vístete con un nuevo traje. Aquel que te queda bien. Que te hace ver como lo que eres. Una persona nacida de nuevo. Pablo transmite la idea de que aquellos pecados de la primera lista de la que hablamos son típicos de una persona que no ha nacido de nuevo. No significa esto evidentemente que no sean pecados que nos estén también tirando en nuestro corazón y a veces probablemente caigamos en alguno de ellos, pero no es la forma habitual de la vida del creyente, evidentemente. Pero en los pecados de esta segunda lista digamos que puede haber una mayor persistencia de parte del creyente. Y por ello debemos también tratar con ellos y desecharlos de nuestro corazón. Porque cuando seguimos practicando estos pecados es como si hubiésemos salido de entre los muertos pero aún lleváramos sobre nosotros las mortajas de los muertos. Eso es lo que Pablo está diciendo. ¡Despójense! de esas mortajas. Vístete con el traje nuevo. Veamos un poco la lista, hermanos. Ira y enojo. Comienza Pablo diciendo ahí en ese versículo 8. Ira, enojo. No está hablando de la ira de Dios, evidentemente, porque la ira de Dios está asociada directamente con su carácter, con su santidad, con su justicia. Es por lo tanto una ira santa, una ira justa. Nosotros también podemos y debemos airarnos contra el pecado que ofende al Señor. No deberíamos ser indiferentes al pecado. Pero aquí Pablo se está refiriendo a la ira pecaminosa. aquella que se genera en el corazón contra nuestros semejantes porque algo de aquellas personas nos ha desagradado o algo ha herido nuestro orgullo y entonces nos sentimos airados, enfadados con esa persona y queremos Vengarnos, queremos hacerle daño a aquella persona. Esa es la ira a la cual se refiere Pablo en este versículo. Es una ira egoísta, una ira orgullosa que produce amargura y un profundo resentimiento en el corazón del que la posee. Estas dos palabras vienen del griego orge y tumus. Orge es la ira, es como el fuego lento bajo la superficie esperando cualquier excusa para estallar. Es como aquella olla a presión, no sé si aquí la llaman igual, la olla pitadora, allí bajo el fuego esperando y esperando hasta que salta. Por otro lado, tumos es ese enojo, esa furia ocurre cuando se produce la explosión que se ha fraguado con el tiempo en nuestro corazón. Jorge es como el tigre encerrado en una jaula, dando vueltas, esperando la oportunidad para saltar sobre la presa. Tumos es el tigre que escapa de la jaula y se abalanza sobre la presa. Esa es la ira, hermanos, y el enojo. Weissner, que es un comentarista, dice lo siguiente con respecto a esto. Es como lamerte las heridas, chasquear los labios sobre antiguos desacuerdos, pasar por la boca la posibilidad de amargas confrontaciones, que van a venir luego. Saborear el último pedacito del dolor que te han producido y del dolor que tú vas a producir y a devolver a la otra persona. Agrega, en muchas maneras se parece a un banquete hecho para un rey, pero el mayor inconveniente es que lo que te comes eres tú mismo. El esqueleto del banquete eres tú. Tremenda reflexión. Es lo que significa la ira. Así es hermanos, la ira pecaminosa nos destruye. Destruye a los demás pero también nos destruye a nosotros. Porque produce esa profunda raíz de amargura que cuesta muchísimo arrancarla. La Biblia habla mucho sobre la ira. Por ejemplo, en Proverbios 29 nos dice, el necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega. Y Santiago, por allí, en el primer capítulo también dice lo siguiente, porque la ira del hombre, esta ira pecaminosa, no obra la justicia de Dios. El hombre airado piensa que él es capaz de hacer justicia, pero esta no es la justicia de Dios. Es nuestra propia justicia. Y nuestra justicia es cruel, hermanos. Es destructiva. No tenemos la misericordia del Señor. Se recuerdan a David cuando se le preguntó, bueno, ¿qué prefieres? ¿Qué prefieres? ¿Que los hombres hagan su justicia contra ti y vengan tus enemigos y estén contra ti batallando y destruyendo tu pueblo? ¿O prefieres la ira de Dios? Y él dijo, prefiero la ira de Dios. Porque sé que al final tendrá misericordia. Pero el hombre no. Así somos hermanos. Así es el corazón del ser humano. Pablo por lo tanto dice Nos está diciendo que no deberíamos reaccionar como hace un mundano frente a las provocaciones, a los malos entendidos o a las heridas que producen sobre nuestro orgullo. Deja la ira, dice el salmista, desecha el enojo. No te exites en manera alguna a hacer lo malo. Alguno dirá, bueno, es que ese es mi carácter. ¿Se han escuchado también esa disculpa? Es que es mi carácter, yo reacciono así. Soy así, ¿qué le voy a hacer? Además, ¿por qué voy a dejar que pasen por encima de mí? ¿Se han sorprendido ustedes mismos diciendo estas palabras algún día? No, ya verán lo que es meterse conmigo. Mira, ya he aguantado tanto que ahora sí van a conocer quién soy yo. ¿Se han escuchado esas palabras, no? Quizás saliendo de vuestros propios labios. Ahí está el tigre, mostrando los dientes, esperando salir de su jaula e ir tras la presa y agarrarla y comerse ese banquete del que hablaba aquel comentarista. Pero no sabe que al final quedarán tus propios huesos. No te entremetas con el iracundo, dice el proverbio, ni te acompañes con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras y tomes lazo para tu alma. Avancemos un poquito hermanos, porque no solamente habla de la ira y el enojo, también habla de la malicia, el apóstol Pablo, la malicia. Algunos tienen una mala comprensión de lo que significa la malicia. Algunos la interpretan como la astucia, para decir, mira a otra persona. Y esta no es la malicia, hermanos. La malicia es la mala voluntad del corazón. Es esa intención encubierta con que se dice o se hace alguna cosa para beneficiarse uno mismo o para hacer daño a la otra persona. Es esa mala intención del corazón. Es una especie de engaño, muy sutil, evidentemente. Y fue aquella actitud que tuvieron los fariseos cuando hacían preguntas a Jesús para ver dónde podían encontrar alguna falta en el Señor Jesús. Llegan con aquella carita, no sé si ustedes se la han imaginado, ¿no? Aquella carita de piadosos y le dicen al Señor, ¿es lícito dar tributo a César o no? ¿Se los imaginan allí con aquella carita delante del Señor mirando a ver en dónde lo pillaban? Pero el Señor Jesús conociendo, dice la palabra, la malicia de ellos, conociendo la mala voluntad de estos fariseos, conociendo esa intención encubierta de sus corazones, les dice ¿Por qué me tentáis hipócritas? Es esa malvada inclinación de nuestra mente. El apóstol Pablo también en 1 Corintios dice, no seáis niños en el modo de pensar. Sed niños en cuanto a la malicia, pero maduros en el modo de pensar. Ser niños en la malicia. ¿Qué significa esto? Vemos a un niño, sabemos que los niños no son buenos tampoco, llevan en su corazón esa raíz de pecado, pero los niños son ingenuos y rápidamente dejan descubierto su corazón. Así deberíamos ser nosotros en cuanto a la malicia, ingenuos. ingenuos en esa mala voluntad, pero maduros en la forma de pensar, como dice Pablo. Blasfemia, agrega Pablo, no se refiere evidentemente a la blasfemia contra Dios, sino contra el prójimo, porque este es un conjunto de pecados relacionados con ese trato con los demás, con nuestros hermanos. Se refiere a la calumnia, a la difamación. Se refiere a hablar mal de alguien para quitarle la honra y su buen nombre. Por eso en otras traducciones de la palabra utilizan la palabra maledecencia, maldecir. decir mal de otra persona, hablar mal contra otro, murmurar de otros, dañar a otras personas con nuestras palabras. A eso es que se refiere este término de la blasfemia en este versículo. Hablar mal de los otros para destruirlos. La balafemia contra nuestro prójimo, la calumnia contra nuestro prójimo produce división, hermanos. Y Dios detesta la división en su iglesia. Evitemos, hermanos, caer en esta maldad de nuestro corazón. Y luego agrega palabras deshonestas. Palabras deshonestas significa ese lenguaje obsceno, ese lenguaje ofensivo, esas palabras vulgares de doble sentido, esos chistes verdes, esas frases cargadas de veneno. A eso se refiere Pablo. Santiago nos dice, la lengua es un mundo de maldad, es inflamada por el infierno. Tremenda afirmación del apóstol Santiago, ¿no? Es un mundo de maldad. Es un mal que no puede ser refrenado, lleno de veneno mortal, dice. Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los hombres que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, ¿esto no debe ser así? Dice Santiago. ¿Acaso alguna fuente hecha por una misma abertura agua dulce y agua amarga? Aquí el punto, hermanos, es que lo que hablamos realmente sale de nuestro corazón. Usas palabras vulgares, obscenas, sobeses y ofensivas en tu lenguaje, esas nacen de tu corazón. No es que se te haya escapado, no, es que nace del corazón, ahí está. Solamente abres el grifo. y salen aquellas palabras necias. Y cuando digo habla con tu boca, o cuando el apóstol está hablando, evidentemente en aquel entonces no había Whatsapp, ni había Facebook, pero ahora sí los tenemos. Ahora sí los tenemos, así que incorpora también allí estos elementos. No hables con tu boca palabras deshonestas, es como decir no escribas en tu Facebook, en tu WhatsApp, en tu chat, palabras deshonestas, obscenas, ofensivas, que causen daño, que sean venenosas. Alguien podría decir, bueno, es que la cultura en la que vivimos es esta. Así se habla hoy día. Cuando yo era niño era común que los varones dijesen tacos en el colegio. No sé si los hermanos que son adultos también lo recuerdan. Era muy normal escuchar a los compañeros, pero a las niñas no se les escuchaba nunca decir groserías. Hoy día las chicas quizás dicen más tacos que los varones. Y alguno dirá, es que es la cultura. No, hermanos, no es la cultura, es tu corazón. Es tu corazón que está sacando a flote eso que está pasando allí dentro. Ese corazón se expresa de esa manera. Y el apóstol Pablo nos está advirtiendo. Desecha las palabras deshonestas, las groserías, todo aquello de doble ánimo. Todas aquellas palabras con doble sentido, descártalas de ti, hermano. Batalla contra ellas. Luego viene el versículo 9 y aparece una más. No hay 5 sino 6. Pero esta parece que estuviese aparte. ¿Por qué razón? Porque esto tiene mucho sentido para nosotros. Es un pecado muy latente en el corazón del ser humano. No mintáis los unos a los otros, dice el apóstol. La mentira es un pecado arraigado en el corazón del ser humano. ha sido heredado desde la caída como un instrumento favorito para engañar. De hecho, al diablo Jesús le llama el padre de la mentira. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, dice el Señor a los fariseos, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio. y no ha permanecido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira de lo suyo habla porque es mentiroso y padre de mentira." Esa es la descripción que el Señor Jesús hace del diablo, de Satanás, el padre de mentira. Y en la palabra encontramos muchos contrastes justamente para definir ambos lados. Dice el Señor, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libre. Dice el Señor, yo digo la verdad. Es más, vuelve a afirmar, yo soy la verdad. El diablo es el padre de la mentira. Y Pablo en aquel precioso capítulo uno de Romanos habla acerca de los impíos diciendo, cambiaron la verdad de Dios por la mentira. honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. La palabra, hermanos, afirma de manera consistente y permanente en toda ella que la mentira es un elemento central que distingue al diablo y lo hace muy diferente a Cristo. Que distingue a los que cambiaron la verdad de Dios porque amaron la mentira. que distingue la esclavitud de la mentira con la libertad de la verdad. De los hijos del diablo a los hijos de Dios, la mentira. Queridos hermanos, así es de clara la palabra y contundente contra este pecado. Dios aborrece la mentira, hermanos, porque es la característica distintiva del maligno. Y repito, es su arma favorita. Sigue mintiendo hoy día, porque le sigue dando resultados. Por eso sigo utilizando la mentira. La mentira no se enreda. La mentira es como una telaraña. Una vez que la dices, quedas presa de esa mentira. Y tienes que decir otra para cubrir aquella. Y así sigues tapando. Y vas construyendo como una bola de nieve que al final se te viene encima y te aplasta. Esa es la mentira, hermanos. Parece atractiva, es como el queso allí en la trampa del ratón. Parece apetecible. Esto me va a librar de que piensen mal de mí. Allí tengo la excusa apropiada para que no me descuenten esta hora de trabajo porque llegué tarde, porque me levanté tarde. No, mira, es que el bus tarda mucho. Y sacamos excusas, ¿no? Buscamos fuera de nosotros las razones de nuestro pecado, de nuestra maldad. Ahí está el queso. Y cuando vamos y cogemos el queso, la trampa se dispara y quedamos allí presos de esa trampa. Y cuán duro es salir de ella, hermanos. Eso es la mentira. Es una trampa del maligno. Qué difícil es dejar la mentira. No sé si están de acuerdo conmigo. Hacer parte de nuestra... Carne, la mentira es un modo de vivir de los incrédulos. La usan en el hogar, la usan en el trabajo, la usan en los negocios, y prácticamente en cualquier asunto de la vida, ahí está la mentira latente. Y Pablo nos dice, no mintáis los unos a los otros. No mintáis los unos a los otros. Recordemos esa dura advertencia que nos hace la palabra allí en Apocalipsis al final de la Biblia. Dice, Mar, los perros están fuera, los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras. Fijémonos con qué compara la mentira. Los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo aquel que ama y hace mentira. Rogamos, hermanos, como el salmista, aparta, Señor, de mí el camino de la mentira y en tu misericordia concédeme tu ley. Aparta de mí ese camino de la mentira. ¿Se han preguntado por qué mentimos muchas veces, hermanos? ¿Se han analizado por qué muchas veces intentamos engañar a otras personas? Vamos a descubrir que una de las razones que con mayor frecuencia nos impulsan a decir mentiras es porque tenemos más temor de los hombres que de Dios. Tememos que los hombres nos miren mal, que tengan un mal concepto de nosotros. Y mentimos para tapar nuestro pecado y lo que hacemos es echar más tierra al pecado. Temamos más al Señor, hermanos. Temamos más a Dios. Nuestro corazón es un libro abierto para el Señor. Él sabe las intenciones, disierne nuestro corazón en lo más profundo. Temamos más a Dios que a los hombres, hermanos. Este es el secreto para dejar la mentira a un lado. Saber que Dios me está escuchando. Es mejor estar un minuto colorado, como decimos, un minuto con el rostro enrojecido que descolorido toda la vida, dice un dicho. Queridos hermanos, la palabra nos insiste constantemente en desechar todas estas prácticas que hemos estado hablando, a dejarlas a un lado, así como uno descarta, como les dije hace un momento, esa prenda de vestir vieja y raída que no nos queda bien. En el Antiguo Testamento, la vestimenta, la vestidura estaba muy relacionada con el carácter, es una figura del carácter de la persona realmente. Encontramos, por ejemplo, cuando Hobbes dice, me vestía de justicia, está hablando de su carácter, y ella me cubría como un manto y diadema, era mi rectitud. En contraste, dice el Salmo 73.6, por tanto, la soberbia los corona, hablando de los malos, se cubren de vestiduras de violencia. Y constantemente nos está hablando la palabra que esa figura del vestido realmente está hablando de nuestro carácter, de nuestro carácter. Y Pablo dice, déjalas. Deja estas cosas, despójate de esos rasgos distintivos del carácter de un mundano. Esa ira, ese enojo, esa malicia, esa blasfemia, esas palabras deshonestas, esas mentiras, deséchalas, dice Pablo. Son ropas viejas. No te quedan bien si eres cristiano. Te ves mal. Mírate en el espejo de la palabra y ves cómo te quedan esas ropas. Son las ropas que llevan los muertos. Por eso no te quedan bien si estás vivo. Quítalas. Míralas como las mortajas, vuelvo y repito, con las que antes te vestías cuando estabas muerto. Pero ahora estás vivo. No puedes seguir vistiendo los vestidos de los muertos, quítate de esas vestiduras. Y esa es la idea que Pablo desarrolla entonces en los versículos que siguen. La segunda parte del 9 hasta el 11 dice, habiendo despojados del viejo hombre con sus hechos. Con sus hechos. y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni circuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo y en todos. No nos despojamos, queridos hermanos, de nuestras ropas viejas, raídas y malolientes para quedarnos desnudos. Nos despojamos de aquellas ropas para vestirnos de ropas nuevas, limpias, blancas, que huelen bien, que nos quedan bien, hechas a la medida. Esas son las ropas del cristiano, hermanos. Como dije, las ropas, las vestiduras son como una figura de nuestro carácter. Así que cuando hablamos de vestirnos de ropas limpias, de ropas nuevas y sin arrugas, estamos hablando de un carácter renovado, de tu carácter renovado, que se va forjando en el corazón del creyente, del creyente en Cristo. No porque podamos hacerlo, sino porque el Espíritu de Dios está en nuestro corazón y Él nos da el poder para hacerlo. Antes no podíamos ni queríamos. Pero ahora que somos creyentes, sí, hermanos. Sí. Y la palabra nos insta constantemente. Deja esas vestiduras y ponte esas vestiduras nuevas. Renueva tu corazón. Cambia tu mente cada día. Renueva tu carácter. Muéstrate como lo que eres, como una persona viva. Y además agregan ese versículo 10, ¿no? conforme a la imagen del que lo creó. Está hablando del creyente. ¿Y quién es el que nos creó? Cristo. Cristo, hermanos. Cristo es el modelo al cual tenemos que mirar, al que tenemos que seguir. Eso tiene que ver con los versículos iniciales de este capítulo. Vestirnos como Cristo, mirarlo a Él como modelo es mirar arriba. y ver la gloria de Cristo y querer parecernos a Él. Querer vestirnos con sus mismas vestiduras. Eso es mirar arriba, hermanos. Mirar al cielo. Lo miramos a Él y nuestra mente se va renovando constantemente, hermanos. Yo no sé si ustedes alguno jugó algún día cuando era niño un juego que es hacer equilibrio con una varita, con una escoba. No sé si lo hicieron. Quizá los niños no lo saben hoy día porque este juego ya no es muy popular. Lo hacíamos nosotros cuando no teníamos aquellos, la Play, ni teníamos el móvil ni nada de esto, ¿no? No sé si lo recuerdan. Era poner el palo, la vara de la escoba y estar haciendo equilibrio, ¿no? A ver cuánto tiempo aguantaba. Y ganaba, pues, el que aguantaba más tiempo con la escoba allí vertical. Sí jugaron este juego, bueno, algunos. Pues así debemos andar como creyentes, queridos hermanos, mirando hacia arriba. Porque el truco del juego está mirar arriba. Y según se moviera allí la escoba, entonces íbamos nosotros moviendo el dedo. ¿Sí? ¿Para qué? Para mantener alineada la escoba y que se sustituyera en el tiempo. Pues esa es la vida cristiana, hermanos. Mirar hacia arriba. y movernos a donde Cristo nos muestre que debemos movernos. Esa es la vida cristiana. Mantener nuestros ojos en el cielo, mirando al Señor y obedeciendo lo que Él nos dice. Dejad de mirar el mundo. El mundo está sucio, hermanos. El mundo huele a cloaca. No nos acostumbremos al olor del mundo. Miremos hacia arriba, donde está Cristo sentado a la diestra del Padre. El llamamiento eficaz de Dios para la salvación implica, hermanos, que el Espíritu Santo renueva nuestra voluntad. Nos cambia. Cambia nuestro ser, nos capacita para obedecerle, inclina nuestro corazón hacia Él. para entonces hacer el bien. Y con esas nuevas características que el Señor nos infunde, se da comienzo a un proceso que dura toda la vida, hermanos. Dura toda la vida mientras estemos aquí. Ese proceso, eso que llamamos nosotros la santificación progresiva, es ese quitarnos esas vestiduras sucias y ponernos las vestiduras de salvación. Esa nueva criatura, esa persona nacida de nuevo, esa persona resucitada, Si tú eres esa persona resucitada, nacida de nuevo, esa persona se va renovando, dice la palabra, hasta el conocimiento pleno. Habla, por lo tanto, queridos hermanos, de un proceso que es continuo en el tiempo, no de un hecho consumado ya, aquí y ahora. No, para allí vamos, con la ayuda del Señor, y un día llegaremos. Pero vamos, paso a paso. Paso a paso por ese camino de nuestro peregrinaje, en la batalla del día a día, puesto los ojos en el autor y consumador de la fe. Hermanos, ustedes saben que hay un lema de la reforma que dice, Ecclesia reformata, et semper reformanda. Iglesia reformada, siempre reformándose. Tú eres iglesia. No son estas cuatro paredes, hermanos, tú eres iglesia. Iglesia reformada siempre reformándose. Sintetiza de una manera clara lo que significa esta verdad que estamos leyendo allí en Colosenses 3.10 y que aparece en muchos otros pasajes, no aparece aquí exclusivamente, aparece en Corintios, aparece en Efesios, en Filipenses, en Tesalonicenses, en Timoteo, constantemente aparece ese llamado del apóstol, renovados en vuestro entendimiento. Quítate esas vestiduras. Cambia tu mente. Lo está diciendo una y otra vez el apóstol Pablo. Calvino, con respecto a las nuevas vestiduras del creyente, dice lo siguiente. El Señor diariamente suaviza sus arrugas y enjuaga sus manchas. Diariamente, hermanos. Continuamente. La santidad del creyente no es perfecta en este mundo. Tú y yo lo sabemos, no somos perfectos. La santidad de la iglesia de Cristo, es decir, tu santidad y mi santidad, no es perfecta, pero está en progreso, hermanos. Vamos creciendo en santidad. Es un progreso diario, avanza continuamente. Aún no llegamos a la meta, pero avanza en esa buena dirección cuando buscamos las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra del Padre. Ese juego de la escoba del cual comentaba hace un momento consiste en eso, en alinear perfectamente de manera vertical toda la escoba. Y eso significa la vida cristiana, mantener alineada toda nuestra mente, nuestro corazón, nuestro plan de vida, nuestro motivo de vida, alineado completamente con la palabra del Señor, hermanos. La Palabra del Señor. Ese precioso tesoro que el Señor nos ha entregado, hermanos. De hecho, aquel lema de la reforma que comenté hace un momento es un poco más completo. Se ha sintetizado en aquellas frases, pero es más completo. Dice lo siguiente. Ecclesia reformata et sempre reformanda secundum verbum Dei. ¿Qué significa esto? Iglesia reformada siempre reformándose de acuerdo con la Palabra de Dios. Es una afirmación sencilla, pero una tremenda verdad, hermanos. No hay otra manera de reformarnos, de dejar nuestras vestiduras antiguas, viejas, malolientes, de dejar a un lado ese carácter y buscar el carácter de Dios, si no es a través de la palabra de Dios. Tú no puedes por tus fuerzas dejar la ira, el enojo, la malafemia, la mentira, las palabras deshonestas de tu boca. si el Espíritu de Dios no mora en ti y si la Palabra del Señor no abunda en tu corazón, no abunda en tu corazón. No es posible, queridos hermanos, renovar en ese conocimiento si no lo hacemos usando la espada del Espíritu. Tenemos la espada del Espíritu, es esa que tienen en la mano, hermanos. Esa es la espada del Espíritu, la Palabra del Señor. Con esa has de librar la batalla del día a día. Esa es la que te permite enfrentarte contra tu propio corazón, contra el mundo, contra el maligno. La Palabra del Señor. No hay otra arma. Es la Palabra del Señor. Es la Espada del Espíritu. Esta semana hubo un eclipse de sol. Ustedes escucharon por allí en las noticias. Aquí no lo pudimos ver como se vio en otros lugares. Lo llamaron el eclipse del siglo. Hacía 99 años que no se veía este fenómeno en aquellos lugares. La luna se interpone entre la tierra y el sol y opaca el sol. Pero aún así que se interponga, hay una corona del sol. Allí permanecen esos rayos. Y los que saben del tema dicen y aconsejan, no mires el eclipse de sol porque esa coronita que tú ves allí de luz tiene unos rayos poderosos que te queman la retina y puedes quedar ciego. Tienes que mirarlo con unos lentes especiales. Pues bien hermanos, para poder buscar las cosas de arriba apuntando y mirando a Cristo que está en los cielos sentado a la diestra del Padre, tienes que usar unos lentes especiales. Esos lentes especiales es la palabra de Dios. Es la palabra de Dios. Realmente mirar hacia arriba es inclinar nuestra cabeza y leer la palabra del Señor cada día hermanos. Esos son los lentes con los cuales podemos ver la gloria del Señor. Hermanos, nunca haremos el suficiente énfasis sobre la importancia que tiene la Biblia, la palabra del Señor en tu vida y en mi vida. Nunca serán suficientes los sermones que se digan enfatizando esa preciosa verdad. Por eso, déjenme insistir, hermanos. Usa la palabra del Señor en tu vida. Léela, cree en la Palabra del Señor, lo que Él dice allí, atesórala en tu corazón, obedecela. Ella es tu vida, hermanos. Ella es la fuente inagotable del conocimiento, del carácter de Dios. ¿Quieres contemplar a Cristo? Lee tu Palabra. Lee la Palabra del Señor, aquella que tienes allí en la mano. Sin ella, queridos hermanos, estás perdido. Sin ella estás a ciegas en completa oscuridad. Sin ellas no puedes avanzar un palmo por el camino de la santificación. Sin la palabra del Señor no entenderás jamás lo que es la voluntad de Dios para tu vida. Sin la palabra del Señor estás en un eclipse total en tu vida. Sin ella, querido oyente, no puedes ser un cristiano verdadero. Sin la palabra del Señor. Ustedes recuerdan que hace ocho días hablábamos de una anécdota, ¿no? La del cuchillo. La del pastor que se robó el cuchillo. ¿Sí la recuerdan? Los que estuvieron aquí. Es una anécdota que nos produjo risa. Pero realmente es una seria advertencia, queridos hermanos. Es una seria advertencia contra aquellos que desprecian la palabra del Señor como guía para sus vidas. que la dejan a un lado, que confían más en su propio criterio, en su propia prudencia, en su propia experiencia, en los años que vienen a la iglesia, en su conocimiento, en su religiosidad, en su dinero, en su salud, en sus posesiones, en sus ídolos. Es una seria advertencia que hoy quisiera recabar sobre ella. Hermanos, no dejes el cuchillo en tu Biblia. Sácalo de allí y lee la palabra. Léela. A propósito, querido hermano, ¿cómo está tu lectura y el estudio de la palabra? ¿Encuentras que ella es realmente la luz de tus ojos espirituales que guían tu proceso de santificación aquí en la tierra? ¿Crees en serio que ella es la fuente de sabiduría para enfrentar todas las dificultades de la vida? ¿Lo crees? ¿Acudes a ella realmente hermanos? Querido varón, ¿estás enseñando a los tuyos la palabra del Señor? ¿Quiénes son casados aquí padres y esposos? Levanten la mano. A ti te pregunto esto, hermanos. ¿Estás enseñando la palabra de Dios a tu mujer y a tus hijos? ¿Estás abriendo con regularidad esa palabra para enseñarla? O por el contrario, queridos hermanos, la tienes allí aparcada en un rincón de la casa esperando el próximo domingo para volverla a tomar. Querido hermano y querida hermana, sin ella no es que te sea difícil crecer en el proceso de renovación de tu mente, de tu vida. No es que te será difícil, es que te será imposible hacerlo. No podrás sin la palabra del Señor. Alguien podría decir, es que no tengo tiempo. Estoy todo el día en mi trabajo. Llego cansado a casa. No me quedan fuerzas absolutamente para nada. No me provoca leer la Biblia. Otro quizás dice, es que no puedo entenderla. No sé ni por dónde comenzar a leerla. ¿Cómo voy a poder enseñarla entonces a mi mujer y a mis hijos? Otro podría osar responder, ya con lo que se explica cada domingo es suficiente. No quiero parecer un fanático. ¿Alguna mujer podría decir, es que no ves que la Biblia es machista? ¿No te das cuenta de esto? Y así, queridos hermanos, podrían defilar una excusa tras otra excusa, y al final de la fila siempre aparecerá el verdadero culpable, Satanás. Satanás, el padre de la mentira, susurrándote en el oído. Ah, con que Dios te ha dicho que su palabra es verdad y que ella es lámpara a tus pies. Aparecerá allí susurrándote esto. No es así. Mira, lo que tú tienes que hacer es tu trabajo bien hecho. Es muy importante tu trabajo. Mira, ese partido de fútbol no se va a volver a repetir. Hay que ver ese partido de fútbol. Sí, sí, ese pasaje nunca lo podrás entender, así que pasa de largo por él. Mira, lo que tu familia necesita, y esto se lo dicen a muchas mujeres, lo que tu familia necesita es más dinero. Lo que tus hijos necesitan son cosas para entretenerse mientras tú no estás en casa, para vivir mejor. Y a otro les dirá, ¿no ves que tus hijos se aburren un montón mientras tú estás leyendo la Biblia? Haz otra cosa. que sea más entretenido para ellos. Cómprale una tableta, ponlo a jugar allí a las bolitas estas que juegan tantas personas. ¿No han visto en el metro? Personas de hasta de 80 años jugando ahí a las bolitas. Queridos hermanos, respóndele al maligno cuando te estés susurrando eso en los oídos. Escrito está, como dijo el Señor. Toda la escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para rearguir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. Así que apártate de mí, que voy a estudiar la palabra de Dios ahora mismo. Ella es la que me permite vestirme con vestiduras de salvación y desechar esa ropa sucia y maloliente de la ira, del enojo, ese tigre que está ahí agazapado esperando el zarpazo contra el supuesto enemigo. desechar esa malicia, esa mala voluntad contra otras personas, esa blasfemia, ese hablar mal de los demás, esas palabras corrompidas y deshonestas y todas estas mentiras, más todas las que aparecen en la primera lista, esas me permiten dejar la fornicación, la lujuria, la pornografía, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos, la avaricia, los ídolos de mi corazón. Es la palabra de Dios la que me permite dejar todo esto. No hay secretos, hermanos. No hay fórmulas mágicas. No hay recetas para nada de esto. Es la palabra del Señor. Acude a ella. Acude a ella. Porque ella te sacará de ese lodo cenagoso del pecado donde aún intentas moverte. Con esto termino, hermanos. Todos necesitamos tú y yo usar esos lentes especiales para poder ver la gloria de Dios, para poder contemplar ese brillo majestuoso del sol que va alumbrando cada vez más como el eclipse cuando va apartándose la luna del sol y comienza el sol a brillar más. Que el sol comience a alumbrar más en tu vida, hermanos, cuando acudes permanentemente a la palabra del Señor. Que esa luz refleje el pecado que hay en ti, esa sombra que no te deja ver el esplendor de la gloria de Cristo. Ponte esos lentes, querido hermano, acude a la palabra del Señor continuamente para que veas la luz de Cristo radiante en tu corazón y para que un día podamos llegar a contemplar la gloria completa de nuestro Señor cuando estemos con Él. El camino de los impidos, dice la palabra, es como la oscuridad. No sabe en qué tropieza. Más la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto. Amén. Padres, queremos darte las gracias porque nos has dejado tu palabra, Señor. Queremos amarla cada día más. Queremos disfrutar de lo que tú nos has dejado en ella, esa revelación de tu carácter, de quién eres tú, de tu grandeza, de tu santidad, de tus atributos. Queremos conocerte más, Señor, y acudiendo a tu palabra, pero también conocernos más a nosotros mismos, mirándonos en el espejo de ella y sabiendo que te necesitamos urgentemente, Señor. Necesitamos urgentemente dejar todas estas vestiduras sucias, malolientes, y vestirnos con vestiduras limpias que tú enjuagas cada día por tu misericordia, Señor. Hazlo, Padre, te lo rogamos. Permite, Padre, que tu palabra expuesta esta mañana llegue a lo más profundo de nuestro corazón. y que entendamos lo que tú has querido decirnos, Señor. Te lo rogamos en el precioso nombre de nuestro Salvador, el Señor Jesucristo.
Vive tu nueva vida
ప్రసంగం ID | 9617650446 |
వ్యవధి | 1:01:09 |
తేదీ | |
వర్గం | ఆదివారం సర్వీస్ |
బైబిల్ టెక్స్ట్ | కొలస్సయులకు 3:12-17 |
భాష | స్పానిష్ |
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