00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
¿Cuántos hermanos se han parado en este púlpito a predicar la parábola del Hijo Pródigo? Muchas veces. Pero a veces, hermanos, es necesaria la repetición de la predicación, o de los mensajes, o de los pasajes, porque si se predican es porque a veces no lo oímos una y otra vez, pero no lo ponemos por práctica. Entonces, ¿de qué sirve que estemos escuchando palabras de Dios si a veces no la ponemos por práctica? Y, hermanos, Quiero que aprendamos algo en esta noche de esta parábola que muchas veces se ha hablado. Y es ahí en Lucas 13, donde nos dice el joven, dijo, padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Y en esta noche, hermanos, hay algo que debemos aprender cada uno de nosotros, empezando por su servidor. tenemos que reconocer, tenemos que aprender cómo pedir perdón, cómo pedir perdón. Muchos de nosotros, por no decir la mayoría, no hemos sido enseñados a pedir perdón. Y esta noche, la base del cristianismo, una de las bases del cristianismo de los hijos de Dios es saber pedir perdón o perdonar. Y esta noche vamos a ver cómo lo podemos hacer. Tal vez a nosotros, a cada uno de nosotros aquí presentes, nunca nos han enseñado, y si nos han enseñado, no hemos aprendido cómo pedir perdón, cómo humillarnos cuando hay circunstancias en nuestra vida. Pero una de las bases principales es humillarnos. Hoy en día, hermanos, muchas iglesias, muchas iglesias, están faltas del perdón entre hermanos, el perdón de Dios, no sólo del perdón de Dios, sino también de saber perdonar. Por eso hoy en día, si miremos que en muchas iglesias hay familias que se han ido enteras de las iglesias por falta del perdón o por falta de perdonar. Hoy en día, hermanos, miramos que amistades se rompen fácilmente, no vuelven a ser la misma amistad por falta de pedir perdón. Y hay buenas amistades, y hay buenas familias dentro de las iglesias, pero esa tan sola palabra, perdón, es la que a veces está haciendo estragos dentro de la casa de Dios en muchas iglesias. Muchas grietas, hermanos, muchas grietas se van abriendo en nuestras vidas en nuestras relaciones por falta de pedir perdón. Quiero recordarles que dentro de la iglesia, hermanos, está lo más vil y lo menespreciado de este mundo. Si usted viene a escuchar palabra de Dios, estimado visitante, somos salvos solo por la gracia y por la misericordia de nuestro Dios, pero nosotros somos lo más vil y menespreciado de este mundo. con la diferencia que Él nos salvó, Él nos perdonó y sólo por ese gran amor es que estamos aquí. Muchas veces nos relacionamos con personas de las iglesias y se nos olvida que también nosotros y ellos son pecadores. Se nos olvida muchas veces que van a haber fricciones dentro del pueblo de Dios. No todo va a ser con los de rosa. Este hijo pródigo dijo, este hijo pródigo hermano dijo, Voy a ir donde mi padre. Miremos la actitud con que este hijo de Dios dijo, dijo, voy a ir donde mi padre y le voy a decir perdóname, perdóname. Él miró todo lo que había estado pasando en su vida, todo lo que había pasado por una mala decisión, pero no se quedó ahí. sino que vino allá y dijo, voy a ir donde mi padre y le voy a decir, padre, perdóname. Pero muchas veces nosotros nos encontramos en circunstancias y no somos capaces de pedir perdón. Y muchas veces, hermanos, las familias, las iglesias se debilitan por falta de perdón, por falta de perdonar. Y en esta categoría estamos todos y cada uno de nosotros. Porque de una u otra manera, a veces hemos ofendido o nos han ofendido y no somos capaces de perdonar, mucho menos de pedir perdón. Por eso es que las iglesias hoy en día, muchas iglesias se están debilitando. Hermanos, sabemos, como les dije, que hay brechas, van a haber fricciones, hay fisuras, como las fisuras que miró Nuestro Señor Jesucristo en la iglesia de Efeso, allá en Apocalipsis, que había dejado su primer amor. Aquí tal vez muchos de nosotros no hemos dejado ese primer amor, pero simple y sencillamente, con ese punto de no pedir perdón, estamos haciendo mal. Aquí en este lugar, hermanos, ahora mismo, tal vez hay personas que han pasado años, años y años, y no han sido capaces de pedir perdón. No hemos sido capaces de pedir perdón, y han pasado los años. y van a seguir pasando los años. Y si no, venimos como este joven a pedirle perdón a nuestro padre primero porque dice, he pecado contra el cielo. Este joven primero le pide perdón a Dios y después le pide perdón a su padre. Qué falta, hermanos, de amor tenemos para pedir perdón. Como les dije, hay familias que no se han pedido perdón. Y yo me pregunto, ¿por qué? ¿Por qué no dan ese paso? ¿Saben por qué, hermanos? Porque tal vez nunca hemos sido enseñados a perdonar, porque tal vez nunca hemos sido enseñados a decir esa palabra tan, pero tan pequeña, de seis letras, perdón. Tal vez nos enseñaron o aprendimos nosotros mismos a ser orgullosos. Y ese es un punto bien importante que está dañando el orgullo en nuestras vidas. Y el orgullo, hermanos, no es parte de una base del cristianismo. La base principal del cristianismo de cada cristiano es saber pedir perdón o saber perdonar. Pienso, hermanos, que el hijo pródigo había salido de su casa tal vez con altivez, tal vez con orgullo. Y nos podemos preguntar dónde, en qué momento, cómo a este joven se le pasó por la mente que él tenía derecho a una herencia. Yo pienso que tal vez él pensó que él tenía derecho a una herencia porque tal vez era el hijo consentido de la casa. Hermanos, nos dice la palabra de Dios ahí en el 14, en el 13, y no muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor partió lejos a una provincia apartada y ahí desperdició su hacienda viviendo perdidamente. Hermanos, el padre le entrega la herencia y dice la Biblia que partió a una provincia muy lejana. Él se fue. A ese joven, hermanos, no le importó en ningún momento mirar que atrás él estaba dejando tal vez una madre llorando, dejando a un padre con un corazón quebrantado, dejando todo lo que tenía solo porque quería ir, como dicen muchos, a vivir la vida loca. Tal vez su madre le suplicaba, hijo, no te vayas, como son las madres, por favor, quédate. Hombres, como a veces somos más fuertes, a veces queremos parecer fuertes ante nuestros hijos, pues mostramos un corazón duro. Pero estoy seguro, la Biblia no menciona a la madre, pero estoy seguro que la madre estaba suplicándole que no se fuera. Por favor, no te vayas. Pero él no le importó. Él dijo, me voy. Me voy de esta casa, no quiero seguir aquí. Y se fue. Y dejó aquel hogar, dejó aquella familia llorando con tristeza. no le importaba absolutamente nada, no le importó el dolor que le estaba causando. Pero hermanos, pero vemos más adelante, ahí en el capítulo 14, en el versículo 14, y dice, y cuando lo hubo malgastado, vino una grande hambre en aquella provincia y comenzó a faltarla. Vemos todo lo que este joven tuvo que enfrentar, Vemos las consecuencias a las acciones que había tomado, a la decisión que había tomado de irse de su casa. Le llegaron consecuencias. La vida le pasó factura. Y todo, como dice en Gálatas 6-7, todo, que todo lo que el hombre sembrare, eso también se dará. Ese joven muy pronto malgastó toda su herencia y se vio en la necesidad de pedir trabajo. Y conocemos la historia ¿Dónde fue a parar todo su orgullo, toda su altivez con la que había salido de su casa? Estaban con él en aquel chiquero, en aquel corral donde estaban los marranos. Era un trabajo que ningún judío quería hacer. Los judíos no se comen el cerdo como a nosotros, nos encantan las chuletas y las costillas de cerdo, pero ellos no se la comen. Es el peor trabajo que hasta el día de hoy no lo hacen. Y en esa situación a veces, hermano, nos encontramos usted y yo. A veces por nuestras acciones, a veces por nuestras actitudes, tomamos malas decisiones. Y vamos, un día Dios nos va a poner contra las cuerdas. Un día vamos a estar como ese joven en ese corral. Un día vamos a dejar nuestro orgullo y nuestra altivez por no reconocer, por no pedir perdón o por no perdonar. porque no somos capaces de decir esa palabra tan pequeña. Dice ahí, como les dije, el 14, que él malgastó, hermano, ¿usted cree que Dios permitió que pasara esta hambruna en esa provincia? Dios tenía control de lo que estaba pasando, Dios tomó control de las circunstancias de este hijo pródigo, Dios permitió que la hambruna lo alcanzara y miremos, como le dice ahí el 14, que fue a parar a un chiquero. Ojalá usted y yo un día, Dios con su gran amor y su misericordia, solo por su amor y su misericordia, no vayamos a parar a un lugar así, porque a veces nuestras vidas por nuestra actitud es necesario, es necesario que Dios nos ponga así porque, hermanos, estamos pasando ahora mismo una nueva etapa en esta iglesia. Gloria a Dios por eso. Si en esta noche hay pocos hermanos es porque sabe que muchos están cansados porque estuvieron en la Escuela Biblia, que otros están de vacaciones, pero deberíamos estar aquí todos. Hermano, ¿se acuerda cuando usted y yo, Dios nos rescató? Él no nos puso condiciones para rescatarnos. Él extendió su mano cuando nosotros estábamos tirados allá, extendió su mano, nos sacó de ahí, nos perdonó. y extendió sus brazos y nos abrazó y nos perdonó. ¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso cuando Dios hizo eso en nuestras vidas! Y si Dios hizo eso conmigo y con usted, nos perdonó y nos sacó de ahí, ¿quiénes somos nosotros para no perdonar o para no pedir perdón? ¿Quiénes somos? Nuestro Señor Jesús, hermanos, es el ejemplo de esto para nuestras vidas. Él es el ejemplo. Nosotros y cada uno de nosotros necesitamos perdonar. Creo que cada uno con nosotros, la mayor parte de los que estamos aquí creo que conocemos la oración modelo. Yo sé que la pregunta la van, la pregunto todos, la van a decir. Si no la van a decir completa, pero por lo menos van a decir una gran parte. La oración que le enseñó Nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos allá en Mateo 6, 19-12. Perdona, perdona. Hermanos, debemos de perdonar. Dije, debemos de perdonar. Así como Dios me perdonó, yo también debo perdonar a la persona que me ofende. Pero eso es lo que muchas veces no lo hacemos. Y por eso es que muchas veces nuestras oraciones no salen de este lugar. Porque no sabemos perdonar, porque no sabemos pedir perdón. Pero en esta noche, hermanos, quiero que miremos tres cosas que necesitamos para pedir perdón. La primera está ahí en Lucas 15, 17. Lucas 15, 17, dice la palabra de Dios. Y volviendo en sí, dijo, ¿cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan? Y yo aquí perezco de hambre. Este joven de repente reconoció su condición y es lo que necesitamos usted y yo. El primer paso es reconocer nuestra condición, reconocer cómo estamos ante la presencia de Dios, cómo está nuestra vida ante la presencia de Dios. Este joven se miró en esa situación tan fea para ellos, dando de comer a los cerdos. Y muchas veces, hermanos, para poder pedir perdón necesitamos reconocer nosotros cuál es nuestra situación en la que nos encontramos. Debemos recordar de dónde nos rescató nuestro Dios. Porque sólo Él es lo único que pudo hacer. Él es el único que puede darnos perdón. Sólo Él es el único al que podemos acudir y que podemos tener esa confianza, que perdona todo. Nuestro Señor cuando nos perdonó, hermano, perdonó todos mis pecados pasados, presentes y futuros. ¿Quién puede hacer eso? Solamente Él. Todos esos pecados están perdonados. Entonces, yo y usted, al reconocer nuestra condición en la que estamos, ¿cómo es que no voy a perdonar a alguien que me ofende? ¿Cómo no es que voy a pedir perdón a alguien que he ofendido? Este joven no se quedó ahí, este joven reaccionó y así como este joven, usted y yo podemos reaccionar. Si miramos también la palabra de los dos deudores, cuando aquel siervo se presenta ante el rey allá en Mateo 18, 23 y 25, los dos deudores se presentan Y le dice que no le puede pagar y que hace el rey, le perdona. Vamos a poner un número en dólares, le debía más de 100 mil dólares. Y él lo perdonó. Y ese hombre salió inmediatamente. Cuando salió, encontró a alguien que le debía 100 dólares. Y también le suplicó que le perdonara los 100 dólares. ¿Y qué hizo? No se los perdonó. No se los quiso perdonar. Entonces, oyendo el rey estas cosas, alguien o yo escuchó que no quería perdonar y fue y le comentó al rey lo que estaba pasando. ¿Y qué sucedió? Lo mandó a llamar. Hermano, nuestro Dios nos ha perdonado. ¿Amén? ¿O usted no está seguro que Dios ha perdonado todos sus pecados? Yo estoy seguro. Yo estoy seguro que cuando Él perdonó todos mis pecados, mi nombre fue inscrito en el libro de la vida. Y si yo, y si yo, recibiendo el perdón del Dios Todopoderoso, ¿por qué yo no puedo perdonar a mi hermano? ¿Por qué mi corazón se vuelve tan duro? ¿Sabe por qué, hermano? Porque no queremos humillarnos. Esa es otra palabra que nos cuesta. Queremos humillarnos. Debemos, hermanos, humillarnos como este joven lo hizo. Fue donde su padre se humilló, le pidió perdón. No cuesta nada. No cuesta absolutamente nada pedir perdón. Olvídense de qué dirán, olvídense de muchas cosas. Este joven sabía que había fracasado con la decisión que había tomado y mire, mi hermano, hay algo que debemos de aprender de este joven. ¿Sabe qué debemos de aprender de este joven? Realmente. que este joven sabía que él había fracasado, sabía que la situación que él se había metido era porque él así lo había decidido. Este joven no le echó la culpa a nadie. Este joven no dijo fulano, sultano, mengano, me dieron que le hiciera. Como muchas veces entre nosotros, cuando estamos en una situación difícil, buscamos culpables, buscamos a quién echarle la culpa. Pero este joven no. Este joven dice, yo, yo la regué. Él reconoció su condición. Y nosotros, como siempre, como les dije, buscamos un culpable. A veces, ¿sabe qué pasa, hermano? Que a veces escuchamos a alguien cuando estamos en estas situaciones, o cuando escuchamos a alguien hablar mal de nosotros, o cuando alguien viene y nos dice, mira que fulano está hablando mal de ti. Venimos donde el pastor o venimos donde un hermano de confianza y empezamos a decirle, no, es que están hablando mal de mí. No, que me voy a ir de la iglesia porque los hermanos están hablando de mí. Pero hay un verso, hermanos, que me llamó la atención y no lo había leído nunca. Bueno, y lo vamos a ver. Lo vamos a ver, hermanos, en Eclesiastes 7, 20, 21. Les dije 7, 20, 21. Mira lo que dice la Palabra de Dios ahí, en Clasificación 7, 21 y 22. Nos dice la Palabra de Dios. Bueno, vamos a leer desde el 20. Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga bien y nunca peque. Dice, tampoco apliques a tu corazón todas, todas las cosas que se hablaren. porque no oigas a tu siervo que dice mal de ti. Pero 22 hermanos, quiero que pongamos atención al versículo 22, dice, porque tú, porque tu corazón sabe cómo tú también dijiste mal de otros una vez. Dos veces? Tres veces? Muchas veces. Tu corazón sabe que tú hablaste mal de otras personas. Muchas veces, hermano. No dice una vez, dice muchas veces. Y nos ponemos, nos queremos comportar como unos santitos cuando hablan con nosotros. Nos creemos la cuarta parte de la trinidad cuando hablan de nosotros. Nos molestamos tanto que no queremos venir a la iglesia. Pero aquí está la palabra de Dios y dice, tu corazón sabe cómo tú has hablado de otros, no una vez, sino que muchas, muchas veces. Hermanos, sabemos, nosotros sabemos que por muchas, pero muchas veces hemos hablado de otras personas. Siendo sincero, con nosotros mismos, nosotros hemos hablado de otras personas, y ese es el problema, que no queremos entender la situación en que estamos. Usted y yo en cualquier etapa de nuestra vida hemos hablado mal de otro, y entonces cuando alguien habla mal de mí, entonces ahí es que nos ponemos rojos, enojados, lo que se da. Pero cuando se vuelve a aplicar el Gáratas, todo lo que el hombre se gare, Eso, todo lo que el hombre sembrare, eso llegará. Si un día nosotros, hermanos, y esto es muy común, no me van a decir, hermano Raúl, habla porque habla, pero esto es muy común, he estado en reuniones y lo digo por mi persona. Si un día nos invitan a un hogar a pasar una bonita tarde, a comer y todo, y en ese hogar se empiece a hablar de una familia, se empieza a hablar de otra familia. Téngalos por seguro, hermano, sin que esa familia esté presente, esté ausente, no se encuentre ahí. Téngalos por seguro, que en otra reunión y que usted o yo no estemos presentes en una familia, van a hablar de nosotros. Entonces, por eso debemos aplicar el Clase C-722 a nuestras vidas. Yo sé que a muchos no les está gustando esto. A mí no me gusta, pero es palabra de Dios. Es palabra de Dios. Un día alguien va a hablar de nosotros así como nosotros hablamos de otros. No nos vaya a extrañar, hermano. Es por esa razón, hermano, que si usted y yo escuchamos a alguien que dice que fulano está hablando mal de ti, y ese hermano viene de ti y te pide perdón, ese hermano reconoce que habló de ti y te pide perdón, ¡perdónalo! No lo ignores, ¡perdónalo! O si tú o yo hablamos de alguien más, vamos y pidamos perdón. Vamos y pidamos perdón. Oh, hermano, por eso es que hoy en día muchas iglesias, hermano, pero muchas iglesias están debilitadas, están debilitadas porque en el pueblo de Dios está falto, no de sabiduría, de sabiduría de perdón, de saber pedir perdón o de perdonar. Muchas veces, hermano, Les dije, nos tenemos que humillar para poder pedir perdón, aunque tal vez nosotros, a veces se nos acusa de algo que no hemos dicho o que no hemos hecho. Pero si por lo que esa persona piensa, que le han contado de nosotros y eso le causa problemas, le malestara a esa familia o a esa persona, a ese hermano, hermano perdóname, porque puede suceder también. Pero si nos damos cuenta que un hermano o toda la familia se encuentra en una situación bastante difícil por culpa de lo que nosotros hemos hablado, vayamos donde esa familia. Pidamos perdón a esa familia, pidamos perdón a ese hermano. Hermanos, si alguien nos ofende, perdonemos. Si ofendemos a algo, pidamos perdón. Hay algo aquí que ha sucedido. Y tal vez, hermanos, a veces por nuestra culpa se han ido hermanos de nuestra iglesia. Y no somos dignos de ir donde esas personas, sabiendo que la hemos regado, de irle a pedir perdón. Cuando hemos hablado con personas y se les ha dicho, mira que fulano se ha ido de la iglesia, ya no viene a la iglesia porque tu carácter, tu manera de ser, tu manera de hablar, Hizo que esa persona o esa familia se fuera. Así le hacemos. O decimos, son niños espirituales. O decimos, qué me importa, van a regresar. Le gustaría a usted y a mí, cuando estemos en un problema así, vayamos donde nuestro padre y le contemos nuestros problemas y qué le haga. que encoja los hombros y dice, arréglatelas como tú puedes, pero él no es así, él nos ama y si él nos perdonó fue todo por amor, pero como les dije hermanos, a veces nuestro orgullo no deja humillarnos debemos de reconocer nuestra condición, cómo estamos para poder seguir adelante en la obra del Señor. Pero este joven hermano no solo miró su condición, no solamente fue donde el padre le pidió perdón, no solamente se humilló, si también en este joven hubo un arrepentimiento genuino. Ahí en el versículo 18, ahí en Lucas 15, el verso 18. Lucas 15, el verso 18, nos dice la palabra de Dios, Me levantaré e iré a mi padre y le diré, padre he pecado contra el cielo y contra ti. Esa es la segunda condición. Hay que arrepentirnos de todo corazón. Miren hermanos, este joven no solamente reconoció su condición, no solamente se humilló, nos dice el verso 18 que también se arrepintió de la decisión que había hecho. ¿Sabe por qué nosotros no nos arrepentimos de lo que a veces hacemos hermanos? ¿Sabe por qué? Porque a veces tenemos amargura en nuestros corazones. Tenemos un corazón amargado. Venimos a la iglesia y venimos con una cara no de felicidad. Tristemente sucede hermano en todas las iglesias, no solo en esta. Y esas amarguras no nos hacen ver de que estamos fallando. Esas amarguras no hacen que nos humillemos. esa amargüa nos impide que nos arrepentamos de lo que hemos hecho y entonces en esa condición si yo no me humillo y si yo no me arrepiento yo no voy a perdonar y si no voy a perdonar hermano mucho menos voy a pedir perdón. Si no voy a perdonar que es algo más fácil hermano Raúl mira que, no hermano no te preocupes, pero si yo le hice algo al hermano irle a pedir perdón va a ser duro para mí ¿por qué? porque a veces no nos queremos humillar, o a veces pensamos que en el que dirán los hermanos, en el que dirán los amigos, ok, el hermano Raúl fue a pedir perdón, el hermano René pidiendo perdón, el hermano Bonfili pidiendo perdón, lo van a ver raro, no sé por qué, pero sucede, sucede muchas veces. Este joven se arrepintió y en el verso 19, hermano, dice, ¿cómo le dijo, hermano? Mira esa palabra tan hermosa que él dijo, ya no soy digno, ya no soy digno de ser llamado tu hijo, hazme como uno de tus jornaleros. Pero yo creo que aquí ustedes y yo somos dignos, Usted y yo no somos dignos de ser llamados hijos de Dios por nuestra situación. No somos dignos. Somos hijos de Dios porque nos perdonó y nos rescató. Pero a veces por nuestra manera de actuar, nuestra manera de ser, no merecemos ser llamados hijos de Dios. Y muchas personas en el mundo, cuando nos miran esta situación, ¿qué es lo que dicen? Y es hijos de Dios. Pero si no reconocemos, no nos humillamos, no nos arrepentimos, hermanos. No somos dignos de ser llamados hijos de Dios. Este joven se humilló, este joven se arrepintió, él se dio cuenta cómo nuestro Dios lo había puesto contra las cuerdas. Hizo lo que tenía que hacer, dejó todo, parión de su padre y pedirle perdón. No importa, hermanos, si miramos ahí, Lucas 17, adelantito hermano, démosle dos vueltitas a la hoja. Lucas 17, el 3 y el 4. Lucas 17, 3 y 4 dice, mirad por vosotros, si pecara contra ti tu hermano, repréndele, y si se arrepintiere, perdónale. El versículo 4 hermanos, y si siete veces al día pecara contra ti, y siete veces al día se volviera contra ti, diciendo, Pésame, perdóname. Hermano, no creo que eso suceda, que un hermano me ofenda siete veces al día. Casi yo creo, casi sería imposible que un hermano me ofenda siete veces al día. Pero si lo hace así, dice la palabra de Dios, perdónalo, perdónalo. No una vez, como dice ella siete veces, no una vez, no dos, Todas las veces que sea necesario debemos de perdonar. Nadie, yo creo que nadie, hermano, es capaz de ofendernos siete veces, pero necesitamos perdonar. ¿Pero saben qué, hermanos? Necesitamos perdonar de todo corazón. Porque a veces perdonamos. Alguien nos pide perdón y decimos, sí, te perdono. Pero entre dientes decimos, me los vas a pagar. Sí, te perdono. Pero mañana, mañana me las desquito. Sí, hermano, no te preocupes, te perdono. Pero si no lo hacemos, hermanos, de todo corazón, ese perdón no tiene valor. Y Dios sabe cómo estamos nosotros perdonando a los hermanos si realmente Lo estamos haciendo de corazón. ¿Me perdonas, hermano? Te perdono, pero no se me va a olvidar lo que me hiciste. Te perdono, pero me vas a pagar toditas, una por una y un poquito más. Así somos. No me digas que no, así somos. A veces es difícil, es difícil olvidar cuando nos hacen algo, pero la Biblia dice perdonar, olvidarnos completamente de todo. Y ese hijo le dijo a su padre, no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero aquí pienso el macho que muchos de nosotros nos creemos dignos y estamos esperando que alguien venga a pedirnos perdón. Dije que muchos de nosotros a veces pensamos que somos dignos y estamos sentados esperando que alguien nos venga a pedir perdón. Hermanos, ¿de qué sirve que vengamos a cantar un especial? ¿De qué sirve que vengamos a predicar la palabra de Dios? ¿De qué sirve si en nuestro corazón no estamos dispuestos a perdonar? ¿Usted cree, hermanos, que Dios se agrada con eso? Como allá cuando habla de la ofrenda. Que si cuando vayas al altar y le entregas tu ofrenda, a entregar tu ofrenda y ahí te acuerdas que tu hermano, que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda al altar, ve y reconcíliate con tu hermano y cuando te haya reconciliado, regresa y dale tu ofrenda al Señor. El Señor no quiere nuestro dinero así hermanos en una condición bien difícil con mi hermano. Dios no se agrada con una ofrenda así hermanos, pero a veces lo hacemos, tristemente lo hacemos. Dios quiere que aprendamos a pedir perdón. Hermanos, la tercera cosa es, no solamente debemos reconocer nuestra condición y humillarnos, no solamente debemos reconocer esa condición y arrepentirnos, sino también, hermanos, una condición y que se hay ahí en el versículo 20. En el versículo 20, hermano, está la tercera condición. Dice Lucas 15, 20, dice la palabra de Dios. Y levantándose, y levantándose vino a su padre. y como aún estuviese lejos violó a su padre y fue movido a misericordia y corrió y echóse sobre su cuello y lo besó. Debe de haber un quemantamiento genuino en nuestro corazón. Dice la palabra de Dios que Dios quiere en nosotros un corazón que es contrito y humillado. Ahí mismo dice un quebrantamiento de nuestro corazón, pero un quebrantamiento sincero. ¿Cuándo fue la última vez, hermano, que usted y yo tuvimos un quebrantamiento de corazón? Y como lo dije al principio, mi corazón se quebrantó, pero tuvo un quebrantamiento. ¿Pero cuántas veces nosotros hemos quebrantado nuestro corazón? por una familia, por un hermano que lo hemos ofendido o que nos ha ofendido. ¿Cuándo fue la última vez que lo hicimos? ¿Se acuerda cuándo fue la última vez? ¿Se acuerda cuándo fue la última vez que usted se quebrantó? ¿Cuántas familias, hermanos, están dañadas? ¿Cuántos hermanos están dañados por falta de perdón? ¿Cuántas iglesias están dañando hoy en día por falta de perdón? anoche que estaba estudiando hasta aquí. No pude seguir estudiando cuando hubo eso en mi corazón. Y no pude terminar el mensaje. Pero, hermanos, estamos en unos tiempos tan difíciles ahora mismo con esto del virus, del COVID. El virus del COVID, hermanos, no ha tenido acepción de personas, ¿verdad? Se ha llevado ricos, pobres, feos, gordos, cristianos, no cristianos. No ha hecho hacer frente a personas. Pero estamos viendo, hermanos, que el COVID-19 ha producido más cepas. Omicron, no sé cómo se han estado llevando tantas cepas que han salido. Pero, hermanos, dentro de las iglesias, dentro de las iglesias, dentro del pueblo de Dios, hay otra cepa y hay una cepa más fuerte que el COVID-19, que aunque no nos mate físicamente, nos está matando espiritualmente, está matando muchas iglesias por falta de perdón, por falta de perdón, por falta de perdonar. Y esta cepa, hermano, de perdonar o no pedir perdón en las iglesias, está atacando a todos también. Está atacando jóvenes, líderes, maestros, cada miembro, cada hijo de Dios, cada uno que pertenece a una iglesia. Esta cepa está haciendo un daño grande. Este virus, hermanos, como le dije, no es con el COVID-19. y está entrando fuertemente en las iglesias y no nos estamos dando cuenta. Y este virus de pedir perdón o perdonar hermanos, no lo vamos a eliminar fácilmente porque nosotros mismos, aunque usemos mascarillas, usemos gel, desinfectemos las llantas, Nosotros mismos nos estamos encargando de propagar ese virus dentro de las iglesias, nos estamos encargando de propagar ese virus dentro de nuestra familia, en todas partes. Nos estamos encargando de propagar ese virus. No lo vamos a eliminar con todas estas medidas que se han tomado. Este virus, hermano, de esta cepa, no perdonar o pedir perdón, lo vamos a eliminar únicamente con un quebrantamiento de corazón, con un corazón contrito y humillado, sabiendo pedir perdón a cada hermano que me ofendió o sabiendo pedir perdón a cada hermano que yo ofendí. Es la única manera que podemos eliminar este virus, esta cepa. Es más dañino. que el COVID-19. Es más dañino que cualquier otro, porque si murimos físicamente y somos salvos, vamos al cielo. Pero este virus está destruyendo las iglesias, porque nos estamos, lo estamos alimentando. Y qué triste, hermanos, qué triste es ver que entre el pueblo de Dios nos perdonamos. Estimado amigo, si en esta noche usted está aquí, usted también esta noche puede pedirle perdón a Dios. Y Dios va a escuchar. Dios lo va a perdonar. Dios va a hacer de usted una nueva persona. Tristemente, hermanos, tristemente. Y lo digo con un corazón dolido, lo que está pasando en muchas iglesias. lo alimentamos nosotros mismos. A veces vamos, escuchamos cosas y si nos molestamos con alguien, nos enojamos con alguien, no vamos primero a pedirle perdón a Dios y a orar y que nos dirija a lo que tenemos que hacer, aunque sabemos lo que tenemos que hacer. Vamos, onde hay alguien a que nos ove la oreja y que nos diga lo que queremos escuchar. hermano fíjate que el hermano me hizo esto, oh no, no, no, no, no, tú estás bien, el hermano está mal, voy a entender tu hermano, hermano fíjate, oh no, no, no, ya me dijeron tú estás bien, el hermano está mal. Hermano, ¿por qué no vamos a Dios? ¿Por qué no vamos a esa persona que nos ofendió o que ofendimos? ¿Por qué no hacemos eso? Queremos eliminar esa cepa, hermanos, ese virus dentro de nuestras iglesias. Entreguemos de todo corazón, un corazón humillado, un corazón contrito y que haya un quebrantamiento, un corazón arrepentido y que haya una paz en nuestro corazón y decir, Señor, voy a ir donde el hermano que ofendí a pedirle perdón. decirle que me perdone, o voy a perdonar al hermano que me ofendió. No voy a hacer una invitación, solo le voy a decir a aquellas personas que todavía no han aceptado a Cristo Jesús en esta noche, y si lo quieren aún sabiendo todo esto, Dios salve en cualquier momento, porque Él envió a su Hijo, a nuestro Señor Jesucristo, a morir por usted y por mí. Y en esta noche el altar está abierto, hermanos. Usted sabe cuál es su condición. Usted sabe si quiere arreglar las cosas con nuestro Dios y con nuestros hermanos. O queremos seguir alimentando la cepa de no perdonar y de no pedir perdón. Padre, gracias. Gracias a sus señores esta noche por este pequeño mensaje. Tú, oh Señor, conoces el corazón de cada uno de nosotros. Tú, oh Padre, conoces nuestro andar, nuestro caminar. Tú nos conoces. Tú sabes, oh Padre, cómo está nuestro corazón. Tú sabes cómo está tu iglesia. Tú sabes cómo está cada hijo tuyo, Señor. Te pido que esta noche ores en cada uno de nuestros corazones, que nos perdones nuestra indiferencia. y que nos ayudes a humillarnos, que nos ayudes a arrepentirnos de lo que hacemos contra nuestros hermanos, que nos ayudes a tener un quebrantamiento de corazón genuino para poder alabar y glorificar tu santo nombre. Mira cada hermano aquí, cada hogar representado, mira cada persona, cada visitante, sea alguna persona que no te conozca, Señor, trabaja en su corazón y gracias porque sabemos que nos perdonaste. no merecíamos estar, merecíamos estar en ese lugar Señor, pero tú solo, solo tú con tu gran amor y con tu gran misericordia nos rescataste y nos cargaste en tus brazos. Gracias Padre. Gracias Padre por esta predicación que hemos escuchado en esta noche Señor. Oramos por los hermanos que ahora mismo están haciendo decisiones Señor, pedimos que siga sobrando en esa iglesia, en nuestros corazones, Señor. Pedimos que podamos irnos meditando lo que hemos escuchado en ese día, Señor, a nuestros hogares. En todo eso lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
Aprendiendo Del Hijo Pródigo
Sermon ID | 9242329551314 |
Duration | 44:12 |
Date | |
Category | Bible Study |
Bible Text | Luke 15:13 |
Language | Spanish |
© Copyright
2025 SermonAudio.