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Qué bueno, qué bueno el señor, hermanos. Como decía el pastor José Díaz, hay muchos que quisieran estar aquí y no pueden porque están enfermos o están en la cárcel. Y nosotros estamos aquí, por eso debemos darle gracias a nuestro Dios, porque nos permitió, nos dio un día más de estar en su casa y alabarle, hermanos. También se me fue por alto, hay que seguir orando por el hermano Jaime Benavente, un tratamiento de cáncer y sabemos, sabemos que aquí han habido hermanos que han pasado por la situación y Dios los ha sanado y ahí están, ustedes los conocen, hay dos o tres y ahora haremos por nuestro hermano Jaime Benavente porque también sabemos que Dios es poderoso para hacer la obra en él, amén. Amén, qué bendición, tanto hablo que hermanos este, sé que No soy digno de estar parado aquí enfrente. Pero el Señor así lo permitió en esta mañana. Y en esta mañana, hermanos, no, crean, no traigo un mensaje elocuente, traigo un mensaje que siempre cada uno de nosotros hemos escuchado de uno o de otro pastor. Y a veces se dirá, ¿por qué repeticiones de mensajes, hermano? Porque a veces los escuchamos, pero no lo ponemos por práctica. Y últimamente, hermanos, he visto en nuestra iglesia, gracias a Dios, cómo está creciendo nuestra iglesia. Y hermanos, si algo me motivó a preparar este mensaje fue que he visto tantos padres. Hoy como nunca hemos visto esas aulas de escuela dominical abajo con tantos niños. Donde habíamos visto habla con 14, 12, 15 niños. No sé, yo tengo 35 años de estar en esta iglesia y nunca lo había visto. Pero Dios está haciendo la obra. Dios está usando a varios hermanos. Está usando a nuestro pastor grandemente. Y espero que el mensaje de esta mañana, hermanos, pueda servir a nosotros, primeramente, y también a nuestros hijos. A nosotros como padres. Porque si queremos, hermanos, que esta iglesia, sabemos que es del Señor, pero continúe creciendo, siga creciendo en números, debemos de ser buenos padres, inculcarles a nuestros hijos la palabra de Dios. En esta mañana quiero hablar, me preguntó el hermano, todavía no tenía el tema, pero el tema del mensaje es ¿Qué clase de huellas estamos dejando a nuestros hijos? ¿Qué clase de huellas estamos dejando a nuestros hijos? Abramos nuestras Biblias, hermanos, en el libro de Colosenses. Vamos a ver versos muy conocidos, que todos aquí los conocemos. Por eso los digo, los leemos, los leemos, los escuchamos, los escuchamos. Y los vamos a ir escuchando. Porque a veces, como les digo, no... no ponemos por práctica lo que leemos, lo que escuchamos. Vamos a leer Colosenses 3, dos versos muy conocidos 3, 20 y 21 y después vamos a ir a un solo verso a Salmo 77, 19. Colosenses 3, 20, 21 y después Salmo 77, 19. Les voy a pedir hermanos que, puestos de pie para leer en reverencia la palabra de Dios, puestos de pie, oramos y después entramos al mensaje. Nos dice la palabra de Dios en Colosenses 3, 3, 20 y 21. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, No irritéis a vuestros hijos, porque no se hagan de poco ánimo. Salmos 77, 19, hermanos. ¿Lo tienen, hermanos? ¿Con un amén? Y dice el Salmo 77, 19. En la mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas, y tus pisadas no fueron conocidas. y tus pisadas no fueran conocidas. Buen Padre que estás en los cielos, te damos las gracias por este momento, Señor. Ahora que venimos a escudriñar tu palabra, Señor, y a predicarla, pedimos tu dirección. Padre, como lo he dicho siempre, quítame de en medio, escóndeme de tu cruz, Señor, y quita todo lo que es malo que pueda, Padre, perjudicar, que pueda quitarnos de nuestra mente, nuestro corazón, lo que tú tienes para nosotros. Mira el corazón, Padre, de nosotros, mira el corazón de cada padre, de cada hijo, Señor, en esta mañana y háblanos, Señor. Háblanos a través de tu palabra y en esta mañana podamos hacer cambios en nuestras vidas y podamos, Señor, tener un hogar, unos hijos, unos padres que siempre podamos alabar y glorificar tu nombre y servirte, Señor. Bendícenos y háblanos. en Cristo Jesús oramos y las gracias te damos. Amén. Pueden sentarse, hermanos. Hermanos, el último verso de Ídel, no voy a entrar mucho en él, donde dice, y tus pisadas no fueron conocidas. ¿Cuántas veces yo sé que la mayor parte de la vida aquí de nosotros hemos ido al mar? Cuando andamos de vacaciones, vamos a nuestro país o aquí, hemos ido al mar. Y cuando andamos caminando, hermanos, este, a la orilla, ya cuando en la arena, pero que llegan las olas. Van quedando esas huellas, van quedando esas pisadas, pero luego que viene el agua a las olas, esas pisadas se borran. Esas pisadas ya no están. Estaba viendo una fotografía de un padre, no sé si muchos la han visto caminando, y su hija va atrás, y su hija va siguiendo sus pisadas, su hija va siguiendo sus huellas. Y en esta mañana, hermanos, mi pregunta sería, ¿nuestros hijos quisieran seguir nuestras pisadas? ¿Nuestros hijos quisieran seguir nuestros ejemplos? ¿Nuestros hijos quisieran seguir nuestras huellas? Es una pregunta. No levante la mano, solo conteste. Yo ya me la contesté. Y sé, hermano, que como padres hemos fallado en muchas cosas. y yo soy el primero que hemos soñado. Qué triste sería para nosotros, hermanos, que nuestros hijos puedan decir que no quieren seguir nuestras pisadas. Sería para nosotros, como padres, una tristeza tan grande escuchar a nuestros hijos que no quieren seguir nuestras pisadas. Yo sé, hermanos, que cada uno de nosotros hemos tenido a nuestros padres, Hay unos que los tienen todavía, para otros pues han muerto. Y nos han dejado, nos han dejado ejemplos, nos han dejado huellas. A la edad de nueve años, hermano, yo estuve hasta la edad de nueve años, estuve con mi padre. Y les puedo seguir que a esa corta edad yo puedo recordar todo de mi padre. Además, tengo años atrás, dos, tres años atrás, recuerdo, cuando tenía dos, tres años, cuatro años, recuerdo cómo era mi padre. Y como muchos, tal vez aquí, no todos, pero mi padre era un borrachón, un jeriego. Mi padre le pegaba a mi mamá. Y si Dios no me hubiera salvado, no sé, hermanos, cómo sería mi vida. Pero Dios me salvó. Y Él hizo un cambio en mi vida. Porque por el camino que yo iba, si me hubiera casado sin ser cristianos, nuestros hijos tal vez ahora mismo no estuvieran siguiendo nuestras pisadas, no estuvieran siguiendo nuestras huellas. Y como el caso mío, puede haber el caso de muchos de ustedes en esta mañana, que pueden decir eso de sus padres. Gracias a Dios hay jóvenes, hay padres aquí que tienen padres cristianos, que siempre han sido cristianos. ¡Qué bueno por eso! Pero lo que quiero decir es que de una u otra manera padres cristianos o padres no cristianos dejaron unas huellas en nuestras vidas, dejaron una huella, un ejemplo en su vida. ¿Podrán decir nuestros hijos quiero seguir las huellas de papá? ¿Quiero seguir las huellas de mamá? ¿Quiero ser como ellos son? Pero en esta mañana hermanos no quiero hablar aunque hay aquí presentes, creo, padres que no son cristianos, pero en esta mañana espero que Dios obre sus vidas. Esta mañana el mensaje más que todo es en general, pero quiero hablar a padres cristianos, a hijos de Dios. Quiero que enseñemos a través de la palabra de Dios a nuestros hijos qué clase de huella queremos que ellos sigan. Debemos de inculcarles desde pequeños a nuestros hijos las pisadas del Maestro, con nuestra manera de vivir, con nuestro testimonio para que ellos quieran seguir nuestras pisadas. Yo también me hago una pregunta, hermano, ¿qué pasaría si ahora mismo se le entrega una hoja en blanco a cada uno de nuestros hijos? ¿A cada uno de nuestros hijos le entregamos una hoja en blanco para que ellos escriban todo? pero 100% seguros, 100% correctos de que están escribiendo la verdad acerca de papá y de mamá. ¿Qué pondrían nuestros hijos de nosotros en ese agua y blanco? Y sin ningún temor que usted como padre le dé el permiso de que escriba lo que hay en su corazón, lo que él ha vivido con cada uno de nosotros. Porque si le damos un ojo en blanco a un niño y el papá está ahí, lo queda viendo y el papá, cuidado con lo que escribes, entonces va a escribir lo mejor. Pero que después de que ellos escriban esa hoja, viene el pastor y pone todas esas hojas en el anexo, no aquí en el anexo, una por una y que no vaya firmada esa hoja, que no vaya firmada por ningún hijo, por nadie, que vaya anónimo. y las pusiéramos allá, en el anexo, y fuéramos todos, cada uno de nosotros, a leer esa hoja. Creo que si hubieran 90, 100 hojas, creo que nos tomaríamos el tiempo de leer esas hojas. Y sin saber el nombre, creo, estoy casi, casi, casi, casi un 99%, no digo el 100%, porque a veces somos orgullosos y no lo queremos adoptar, pero a leer una carta que esté allá, y yo pueda leer la carta, yo podría decir, esta carta la escribió mi hijo. Porque usted conoce a su hijo, y su hijo lo conoce a usted también. Ellos están mirando todo. Tal vez muchos de nosotros nos sorprenderíamos con lo que ellos escribieran, con lo que ellos dijeran acerca de nosotros. ¿Qué clase de huellas, hermanos, estamos dejando a nuestros hijos como cristianos? ¿Cuál es el legado, cuál es el ejemplo que queremos que ellos sigan? ¿Quiero yo que mi hijo me siga en las cosas del Señor? ¿Quiero yo dejar unas buenas ellas? Como les dije, ahí miré una foto de esa niña siguiendo las huellas de su padre. La pregunta nuevamente de esta mañana sería, ¿desearían nuestros hijos seguir nuestras pisadas, hermanos? Pienso, hermano, que muchas veces sí, aún con nuestros malos ejemplos, nuestros hijos, muchos de ellos seguirían nuestras pisadas, aunque no andemos bien. Porque nuestros hijos, cuando los miran, hermano, a veces quieren ser lo que nosotros somos o quieren hacer lo que nosotros hacemos. Pero eso es cuando están pequeños, quieren hacer todo. lo que hacemos, y ellos lo hacen. Aquí hay muchos hermanos que tienen niños pequeños. Quedo mirando aquí cuántos niños hay, los que hay en esa lacuna, jóvenes. ¿Quieren nuestros hijos seguir nuestro ejemplo? Hágase esa pregunta, hermano. ¿Quiere mi hijo seguir mi ejemplo? como les dije, malos o buenos, estamos dejando huellas en nuestros hijos. Es muy importante para nosotros como padres dejar buenas huellas en el corazón de nuestros hijos. Es muy importante, hermano, para nosotros como padres dejar en el corazón de nuestros hijos buenas huellas. ¿Qué estamos dejando en ellos, hermano? ¿Qué estamos dejando en nuestros hijos? ¿Estamos dejando convicciones? ¿Estamos dejando sabiduría? ¿Estamos dejando temor a la palabra de Dios? ¿Estamos dejando respeto hacia los padres, hacia Dios? ¿Estamos dejando eso hacia nuestros hijos? ¿O estamos dejando envidias? ¿Estamos dejando pleitos? ¿Estamos dejando condiendas? ¿Estamos dejando cosas malas hacia nuestros hijos? Sé que en esta mañana aquí hay muchos que no son padres, pero van a llegar a serlos. Y eso también no solo va para los que van a ser padres, sino para los abuelos. dar buenas huellas para nuestros hijos, para nuestros nietos. ¿Qué estamos dejándoles a ellos? Pero lo más importante, hermano, nosotros debemos estar seguros. ¿Qué clase de huellas queremos dejarles a nuestros hijos? ¿Qué clase de huellas? Como les dije, nosotros tuvimos padres inconversos. Tuvimos malos ejemplos, pero también de ellos. No quiero decir que porque son inconversos nos dejaron malos ejemplos, no. Muchos de ellos nos dejaron buenos ejemplos en cómo respetar a los adultos, cómo trabajar, cómo ser responsable, pero ellos no tenían convicciones bíblicas porque no eran cristianos. Esos ejemplos no podemos dejarnos a nuestros hijos si no tienen convicciones bíblicas. porque a ellos les iría mal. Si los ejemplos y las huellas no están metidos en la palabra de Dios. Ahora en esta mañana, hoy sí voy a entrar al mensaje de esta mañana. Vamos a ver varios puntos. Vamos a ver varias características. Espero que el tiempo nos lo dé. Yo pienso que sí. Pero creo, hermanos, que Como padres, si queremos dejar buenas huellas, buenos ejemplos, debemos de tener con nosotros, vivir con nosotros estas características que vamos a ver muchos, ya las sabemos, pero no las ponemos por práctica. Hermano, hablando de buenas huellas, no estoy hablando de malas huellas, hablando de buenas huellas, miremos Gálatas, el libro de Gálatas, 2.20, Dice Gálatas dos veinte, hermanos, con Cristo estoy juntamente crucificado y vivo no ya yo, mas vive Cristo en mí. Y lo que ahora lo vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Mi deseo, mi corazón esta mañana es que podamos hacer cambios en nuestras vidas. Nos van a costar, pero si llegamos a hacer cambios, vamos a tener unos hijos que quieran seguir nuestras huellas. Unos padres, hermanos, que dejan buenas huellas primeramente, como dice Gálatas 2.20, son padres o somos padres espirituales. Son padres espirituales. Hermanos, nuestros hijos pueden decir que somos unos padres espirituales. Nuestros hijos podrán decir, wow, yo quiero ser como papá, yo quiero ser como mamá, que ellos son espirituales, que ellos están entregados a la obra del Señor, que ellos están leyendo la palabra de Dios, que ellos están sirviendo al Señor, wow, yo quiero ser como ellos. ¿Podrán decir eso nuestros hijos en esta mañana, hermanos? ¿Qué quieren ser como nosotros? que quieren servir al Señor. Unos padres hermanos que dejan huellas son padres espirituales, pero que primeramente, unos padres que quieren dejar buenas huellas están pensando en las cosas de Dios. Unos padres que cuando hay una necesidad en el hogar, lo primero que hacen es no levantar el teléfono, llamar al amigo, llamar al compadre y decirle, mira, estoy pasando por esto y esto y esto. Unos padres espirituales son aquellos que primeramente, antes de llamar al doctor, antes de llamar al 911, nos comunicamos, llamamos a nuestro Dios. Porque sabemos que nos va a escuchar. Sabemos que Él está atento a nuestras oraciones. Unos padres espirituales siempre deben estar entregados a la palabra de Dios, siempre. Y siempre debemos estar dejando buenas huellas a nuestros hijos. Lo primero que tenemos que hacer es postrarnos. Postrarnos ante el Dios Todopoderoso y presentar nuestras necesidades. Que nuestros hijos vean que todo lo que tenemos proviene de Dios. Todo lo que necesitamos lo provee a nuestro Dios. Todo lo que le pidamos, Él nos lo suplirá a cada uno de nosotros según sea su voluntad. Un padre, hermano y una madre espiritual son aquellos que le enseñan a sus hijos que mi Dios al que yo sirve es el Dios que queremos que ellos sirvan. Hay muchos jóvenes hoy en día tristemente, hijos de padres cristianos que no están sirviendo al Señor. Conocemos padres que sus hijos crecieron en esta iglesia, un día estuvieron en los caminos y hoy no están sirviendo al Señor. Y sé que es doloroso para esos padres que sus hijos no estén en los caminos de Dios. Pero nuestros hijos, hermanos, deben de vernos a nosotros. Si queremos dejar buenas huellas, deben de ver en nosotros cómo buscamos la presencia de Dios en nuestra vida. deben desear ese Dios que nosotros tenemos. ¿Cuándo fue la última vez, hermano, que usted y yo nos sentamos a hablar con ellos una verdad bíblica? ¿Cuántas veces les dijimos, hijo, ven, hablemos de las cosas de Dios? No estamos dejando huellas bíblicas a nuestros hijos, hermano. No estamos dejando huellas bíblicas a nuestros hijos. Hermanos, como les dije, yo nunca tuve una figura paterna. Yo nunca pude decirle a mi papá, a mi padre, papá, nunca. A él le decían, no sé por qué, a él le decían chele, pero era trigueño igual a mí. Sabemos que los cheles son blancos, pero yo nunca dije la palabra papá. Mis padres no eran cristianos. Ahora, gracias a Dios, mi madre es cristiana, parte de la familia es cristiana. Y cuando yo ya acepté a Cristo Jesús, hablé con varios amigos pastores de ahí en Honduras y les dije que fueran y le presentaran el plan de salvación a mi padre. Tuvieron que ir dos veces, le presentaron el plan de salvación. Y gracias a Dios, mi padre fue salvo. Mi padre murió, pero yo sé dónde está ahora mismo. Yo sé que un día lo voy a ver. Así como mucho cada uno de nosotros. Y los ejemplos que yo tenía de él eran ejemplos malos. eran ejemplos malos. ¿Cómo quisiera, hermanos? ¿Cómo quisiera regresar el tiempo y poder dedicar más tiempos a mis hijos? A veces nos afanamos tanto por el trabajo que dejamos todo el cuidado de nuestros hijos a nuestras esposas, a las madres. Pero si se pudiera regresar el tiempo sería algo estupendo, no solo para mí, sé que muchos de nosotros podríamos sentir así, que estamos alejados, que vivimos alejados cuando ellos más necesitaban, cuando estaban pequeños. Y no solo pequeños, ahora que están grandes, cuando más lo necesitan. Porque este es un tiempo donde nuestros hijos, si no están con nosotros, no estamos con ellos, es un tiempo peligroso donde se nos pueden perder, donde se nos pueden perder. Hermano, ¿qué miran nuestros hijos en nosotros cuando nosotros buscamos a Dios? ¿Qué es lo que están mirando? ¿Realmente ellos miran unos padres cambiados viendo al Señor? ¿Podrían nuestros hijos venir donde nosotros y decirme, Dad, Mom, estoy en este problema ahora por mí, quiero que bíblicamente me aconsejes qué es lo que tengo que hacer para servir al Dios que tú sirves? ¿Pueden venir ellos donde nosotros? ¿Pueden venir? Ojalá, hermanos, en esta mañana podamos entender Galatas 2.20. Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, más Cristo vive en mí. más Cristo vive en mí. A veces pareciera que Cristo no viviera en nosotros con nuestra manera de vivir. Bueno, miramos que unos padres que dejan huellas son padres espirituales. Miremos Lucas 8, 40 y 41. Lucas 8, 40 y 41. Unos padres que dejan buenas huellas, Madre, son padres que buscan sin temor ni vergüenza de Dios. Son padres que buscan sin temor ni vergüenza a Nuestro Señor Jesucristo. Si queremos dejar buenas huellas debemos de buscar sin temor. Dice ahí en el libro de Lucas, 40 y 41, y aconteció que volviendo a Jesús recibióle a la gente porque todos lo esperaban. Y era aquí un varón llamado Jairo, y que era príncipe de la sinagoga, vino y cayendo a los pies de Jesús, le rogase que entrase a su casa. Hermanos, existen muchos de nuestros padres, nos da vergüenza y temor seguir a Jesús por el que dirá la gente. Pero aquí vemos a este hombre, un principal de la sinagoga, un judío. Ellos no creían en Nuestro Señor Jesucristo. Ellos no lo aceptaban. Pero a este hombre no le importó ir donde Jesús. Este hombre fue donde Jesús y dice la palabra de Dios postrándose. Un principal de la sinagoga, hermanos. No le dé miedo, no le dé temor que por allá le dijeran que, hey, Jairo, ¿qué estás haciendo ahí con esa gente? Jairo, si nosotros no creemos en ese hombre, ¿qué estás haciendo ahí? A Jairo no le da vergüenza ni temor postrarse a los pies de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros no le da vergüenza de postrarnos ante los pies de nuestro Señor Jesucristo. Conocemos la historia de Jairo, muchos de nosotros, no voy a entrar en detalles por tiempo, pero él tenía una hija enferma, a punto de morir, y este hombre vino donde Jesús. Él dijo, a mí no me importa nada, yo sé que soy un principal de la sinagoga, yo sé que me van a criticar, pero yo sé que Él es Dios. Yo sé que Él puede sanar a mi hija. Qué seguridad de este hombre, hermano, que se presentó ante nuestro Señor Jesucristo con esa seguridad, sabiendo que Él podía hacer la obra en su hija. Nosotros podemos hacer eso. Nuestros hijos, hermanos, ¿podrían decir eso de nosotros? Él dijo, yo voy a ir ante Él porque yo sé que Él la puede sanar. Yo sé que Él la puede sanar. Como les dije al principio, debemos buscar primeramente a nuestro Dios antes de hacer otras cosas, de buscar otras ayudas, debemos ir primeramente de rodillas, postrarnos ante Él, ese que nos dio la salvación, nuestro Señor Jesucristo. Él ha hecho tanto por nosotros y nos dejó buenas huellas, buenas pisadas, buenos ejemplos, que nosotros debemos de seguir para así nosotros transmitirlas a nuestros hijos y que ellos las puedan seguir. Hermanos, nuestros hijos miran que nosotros estamos confiando en nuestro Señor Jesucristo, que toda nuestra confianza la estamos poniendo en Él Solo así, hermanos, podemos dejar en ellos buenas huellas. ¿Cuántos problemas y dificultades hay un día? Tenemos como padres, hay muchas dificultades. de muchas, de diferentes maneras, pero en cualquier y cada uno de ellos debemos de buscar de la presencia de Dios y que nuestros hijos dominen que estamos buscando la presencia de Dios. Hermanos, tenemos que buscar a ese Dios que nos salvó, que nos dio la vida eterna, que somos salvos y el día que muramos sabemos a dónde vamos. Hermanos, tenemos que buscarlo sin temor y vergüenza porque sabemos, hermanos, que en Él está la solución a nuestros problemas, que en Él está la bendición. en toda nuestra vida. Pero más que todo, estimado oyente, si usted no cree, no ha creído, no lo ha aceptado en su corazón, en él está la salvación para su alma. En él está la salvación para su alma. Hermano, yo creo que Jairo estaba casado. Jairo tenía una señora. Y él no le dijo a su esposa, amada mía, ve donde Jesús y dile lo que está pasando con mi hija y dile que venga. Jairo no hizo eso. Jairo, él fue personalmente donde nuestro Señor Jesucristo. A veces nosotros hacemos todo al revés. Tristemente a veces mandamos a la esposa a hacer las cosas. Tristemente mandamos a la esposa a hacer las cosas. Pero la Biblia dice que debemos ser el hombre, debe ser el líder y sacerdote en el hogar. nos dice la palabra de Dios. Y aquí vemos a este hombre Jairo que no le dio vergüenza, él mismo se presentó ante Jesús sin temor ni vergüenza. Nuestros hijos deben sentirse seguros que en el hogar, ante cualquier problema secular o espiritual, en cualquier cosa que pase, papá y mamá están ahí. Papá y mamá están ahí, que sienten confiados que estamos ahí para ellos. Hermanos, nuestros hijos desean ver, aunque a veces no lo digan, desean ver un padre espiritual. un padre que busca a Dios, una madre que busca a Dios. Podemos ver a Jairo, un principal de la sinagoga, arrodillarse y postrarse y reconocer que él es Dios, porque yo sé que él puede sanar mi hija, yo por eso voy a ir donde él, porque él lo hará. Y si conocemos la historia sabemos qué pasó, no murió la hija de Jairo, ¿Qué grandes palabras tenemos aquí, hermano, en cuanto a cómo debemos nosotros servir a Jesús? No nos debe dar temor ni vergüenza servir a Jesús. Y nosotros debemos de servir a nuestro Señor Jesucristo para que nuestros hijos también le sirvan, para que ellos puedan ver en nosotros esos buenos ejemplos, esas buenas pisadas, pero nos va a costar, porque este mundo nos tiene agarrados con todas sus cosas. Hermano, número tres, un padre que deja huellas, unos padres que dejan huellas son padres prudentes. Miremos Proverbios, vamos al libro de Proverbios, al capítulo 12, Proverbios, capítulo 12, el verso 16. Vamos a leer desde el 15, Proverbios 15 y 16. Dice, el camino del necio es derecho en su opinión, mas el que obedece al consejo es sabio. El necio, el necio luego al punto da a conocer su ira. más el que disimula la injuria, es cuerdo. Escuchen bien padres, escuchemos, esto es para cada uno de nosotros, nunca reneguemos, nunca critiquemos a nadie delante de nuestros hijos, aunque no debemos criticar absolutamente a nadie, estén nuestros hijos, nunca debemos criticar especialmente delante de ellos a nadie. Nosotros como padres, si queremos dejar buenas huellas a nuestros hijos, debemos de ser prudentes. Nunca hables mal de tu esposa, nunca hables mal de tu esposo, porque ellos lo están mirando. Porque el día que ellos se casen, ellos lo van a hacer. ¿Por qué? Porque miraron en casa, un mal ejemplo, no mirando que estamos dejando buenas huellas. Hermanos, si hay problemas con mi esposa, si hay problemas con tu esposo, vámonos aparte, vayámonos aparte, a la privacidad, a nuestro cuarto y allá arreglamos las cosas. Espero que nuestros hijos nunca se den cuenta de los problemas de casa. Y en el cuarto que gane el mejor, el más fuerte, ya saben quién va a ganar, ¿verdad? No, hermanos, no. debemos enseñar a nuestros hijos cómo debemos tratar de nuestras esposas, aunque a veces somos indiferentes. Si queremos dejar a nuestros hijos buenas huellas, hermanos, y ser prudentes, nunca debemos estar peleando con ellos, con ellas, con nuestra esposa, con nuestro esposo. Nunca. ¡Ah, hermano Raúl, pero es que ella me dijo gordo, viejo, barrigón! Y no lo son. Digo no lo son, no digo no lo somos. No lo son. realmente nos molestamos por eso. Oh, si no viene ella, hermano. No, hermano, es que ya él me dijo, bruja, gorda, vieja. Y sabemos que ustedes no lo son. Sabemos que ustedes no lo son, nosotros sí. Y por cosas así hay problemas en el hogar y nuestros hijos se están mirando y no estamos dejando buenas huellas en ellos. Estamos dañando su corazón, hermanos. Cuando yo como padre o usted como madre vienen de su hijo y le dicen, mira que tu papá, mira que tu mamá, y empezamos a decirles cosas que han pasado, que la podemos arreglar entre nosotros, pero se las comentamos a nuestros hijos, estamos dañando su corazón y no nos estamos dando cuenta. ¿Para qué voy a seguir la huella de papá y de mamá si como viven ellos? ¿Para qué? ¿Por qué no? Porque lo miró el papá y mamá. Oh, hermano, cuántos errores cometemos con nuestros hijos. Cometemos bastantes errores con nuestros hijos. Pensamos que ellos no miran nada, pero vamos a decirles que ellos lo miran todo. Ellos lo miran todo. No estamos dejando buenas huellas de prudencia a nuestros hijos y estamos dañando a ellos. ¿Saben por qué? Porque ellos, como les dije, guardan todo en sus corazones y esto es no ser prudentes. Nuestros hijos no quieren seguir nuestras huellas, nuestra manera de vivir a veces. Miremos Santiago 3.5, hermanos. El libro de Santiago, Santiago 3.5, hermanos, No vamos a hablar del chisme para nada, pero solo quiero que leamos este verso. Dice, así también la lengua es un miembro pequeño y se gloría de grandes cosas. He aquí un pequeño juego, cuán grandes bosques enciende. Hermanos, somos fáciles para hablar, somos fáciles para criticar, muy fáciles para estar hablando de cualquier persona, de cualquier hermano. Somos muy fáciles. Oh hermanos, la lengua, a veces decimos cosas que al instante cuando las hemos dicho las queremos agarrar y tragarlas otra vez porque nos arrepentimos de haberlas dicho, pero ya es demasiado tarde. Ya herimos, si especialmente a nuestros hijos ya herimos su corazón. por mucho que pidamos perdón, sí, ellos porque son nuestros hijos nos van a decir, está bien papi, no hay problema, está bien mami, no hay problema. Pero eso ya quedó en su corazón, ya quedó en el corazón de ellos. ¿Qué dirán nuestros hijos de nosotros como padres? Allá en Proverbios 18-21, vamos a leerlo, Proverbios 18-21, vamos allá, Proverbios 18-21, nos dice la palabra de Dios, la muerte y la vida están en poder de la lengua y el que ama comerá de sus frutos. Miren mis hermanos, en el hablar hay muerte o hay vida en el corazón de nuestros hijos. Así que tengamos cuidado con lo que vamos a decir, con lo que vamos a hablar, pensémoslo, no una, no dos, pensémoslo muchas veces para no dañarnos a ellos. Unos padres que dejan buenas huellas debemos de ser prudentes con nuestros hijos. Número cuatro, unos padres que quieren dejar buenas huellas a nuestros hijos debemos tener templanza y dominio propio. Primera de Timoteo 1, 7. Nos dice la palabra de Dios porque no nos ha dado Dios. el espíritu de temor, sino el de fortaleza y de amor y templanza. ¿Cómo nos hace falta eso a ustedes y a mí, hermanos? El dominio propio y la templanza en nuestra vida. Nos hace falta bastante. Usted podrá decir, no hermano, lo que pasa es que yo me enciendo con nada, a mí solo me enseñan un fósforo y explota. Si quiere explotar, explote usted solo allá hermano, aparte, pero no explote delante de sus hijos, porque a veces dañamos a ellos con nuestros arranques, los estamos dañando con nuestros arranques. Así la manera de actuar de nosotros, que por cualquier cosa explotamos. por cualquier cosa estamos explotando. Un alfiler y exploto. ¿Cuántos de nuestros hijos podrían decir de nosotros? No, pues mi papá y mi mamá tienen dominio propio. Ante cualquier circunstancia, ellos saben controlarse. Ellos buscan de Dios. ¿Podrán decir nuestros hijos eso de nosotros en esta mañana? Y como les dije, creo que muchos de nosotros no podemos contar con templanza y con dominio propio en nuestras vidas. Porque a veces hay cosas que suceden y que nos sacan de nuestras casillas, como decimos. Nosotros como padres debemos tener templanza y dominio propio en cualquier situación. No pongamos nerviosos a nuestros hijos por cualquier cosita. Cosas insignificantes pasan a veces. Y por eso, por no tener un dominio propio, hablamos de demás. Y más bien asustamos, ponernos nerviosos a nuestros hijos. ¿Sabemos controlar nuestros temperamentos? ¿Sabemos controlar nuestros temperamentos? No que no dice la Biblia allá en Proverbios 15, 1, que la blanda respuesta. ¿Qué hace la blanda respuesta? Quita la ira. La blanda respuesta quita la ira. ¿Cómo reaccionamos nosotros cuando nuestros hijos se equivocan? ¿Cómo reaccionamos? Cuando ellos ya la han regado. empezamos a gritar, empezamos a decirle un montón de cosas a nuestros hijos. Y a veces ellos ni vienen donde usted y donde mí, sino que prefieren buscar personas de afuera que les van a dar malos consejos, porque ya saben cómo voy a reaccionar yo y cómo va a reaccionar usted, cuando nos diga papi la regué, y qué hiciste, hice esto. ¿Por qué que no te enseñé eso? Mira que ya empezamos. Si una vez vienen con nosotros y reaccionamos así, los perdimos. No nos van a tener más confianza para decirnos lo que está pasando en su vida. Porque saben que tal vez no los maltratemos físicamente, pero verbalmente los estamos maltratando por lo mal que han hecho. Reaccionamos con paciencia. ¿Cuál es nuestra reacción? ¿Reaccionamos enojados o reaccionamos con paciencia por lo que ellos han hecho? unos padres que dejan huellas deben de ser padres con templazo y con dominio propio. Aquí muchos de nosotros, no voy a mencionar nombres, pero sabemos, yo, yo Raúl, yo respeto a un hermano que le podemos decir de todo y el hermano como dicen ni fu ni fa, sigue tranquilo, sigue riéndose, sigue, a veces nosotros estamos que explotamos y decimos, pero el hermano, tranquilo. No sé si en su casa explota, no sé, pero por lo menos delante de los hermanos demuestra una templanza, una prudencia y un dominio propio de lo que debe ser un cristiano. Oh, hermano, cómo dañamos el corazón de nuestros hijos con nuestra manera de ser. ¿Cuándo fue la última vez que usted y yo le pedimos perdón a nuestros hijos por cómo lo hemos tratado, cómo lo hemos gritado? ¿Cuándo fue la última vez? Oh, yo soy el papá, yo no puedo pedir perdón, que él venga de mí. La hemos regado, hermanos, y no lo queremos aceptar. Como padres la regamos, pero como soy papá y es mamá, no tengo por qué pedir perdón, qué equivocado estamos y seguimos dañando aún más el corazón de nuestros hijos. Número cinco, unos padres que dejan huellas tienen amistad con sus hijos. Unos padres que queremos dejar buenas huellas, debemos de tener amistad con nuestros hijos. Proverbios 17, 17. Proverbios 17, 17. Si queremos dejar buenas huellas, hermanos, a nuestros hijos, debemos de tener una linda, una bonita amistad con ellos, porque ellos necesitan de nuestra amistad Proverbios 17, 17 dice, en todo tiempo ama el amigo y el hermano para la angustia del nacido. Dice que en todo tiempo ama el amigo, en todo tiempo. Nosotros a veces tenemos amigos que no son nuestros hijos, son hermanos de iglesia o son amigos inconversos y nos hacen cualquier cosa y les perdonamos de todo, pero nuestros hijos nos hacen nada. Nuestros hijos, y ya los juzgamos, deshacemos, desahuciamos de ellos, nos deshacemos de ellos. Qué hermoso es que haya una bonita amistad entre padre e hijo. Ellos deben sentirse que nosotros como padres, las hembras, los varones, la hembra es más pegada a la mamá, los varones al papá, pero debe ser algo lindo esa amistad entre padres. reaccionamos tan mal ante nuestros hijos y no le demostramos nuestra amistad. Ahí mismo en Proverbios 18, 24 dice, el hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo y amigo hay más conjunto que el hermano. Eso es lo que nos debe unir con nuestros hijos, hermanos, una buena amistad para que ellos puedan seguir nuestras pisadas. La amistad de ellos debe ser bien importante para cada uno de nosotros. Como les dije al principio, cómo quisiera regresar el tiempo, cómo quisiera regresar el tiempo y poder pasar más tiempo con mis hijos, poder decirles que los amo y poder decirles que son mis amigos. Y si ellos están todavía vivos, no hay tiempo, hermano, todavía hay tiempo, todavía hay tiempo que lo podemos hacer. No importa que estén pequeños nuestros hijos o estén grandes, debemos demostrarlos y debemos desear de ser amigos con ellos. Debemos desearlo, ¿para qué? Para que ellos puedan seguir nuestras pisadas. Ya el tiempo no lo podemos regresar, no podemos remediar el pasado, no podemos hacer absolutamente nada del pasado, pero sí podemos volvernos a ganar la amistad de nuestros hijos. Nuestros hijos tienen que saber que tienen unos padres que no solamente estamos con ellos, sino también ellos deben sentir que somos sus amigos. Que si bien es cierto que hay que disciplinar, que hay que corregir, que hay que instruir a nuestros hijos, pero que también sepa que hay momentos de diversión que podemos estar con ellos como amigos, divertirnos. Nuestros hijos deben de ser nuestros amigos. Hermano, si en esta mañana no agarró nada del mensaje, solo quiero que agarre esto. porque a veces se nos va todo. Nunca, hermanos, nunca ridiculicemos, regañemos o peguemos a nuestros hijos de delante de los demás. Nunca, porque vamos a matar, vamos a dañar el corazón de nuestros hijos. No importa, como lo dije, si son pequeños. Nosotros pensamos que nuestros hijos pequeños de 6, 7, 8 años no captan, lo captan todo, lo absorben todo. No nos equivoquemos. Debemos tener cuidado con eso. Hermano mío, cuando nuestros hijos se hagan, llevémonos aparte a un lugar privado y ahí, digámosle lo que han hecho mal. pero de buena manera, aunque nos estemos mordiendo la lengua, pero que ellos sepan, que ellos sepan que tienen un amigo con ellos, que no estamos ahí solamente para regañarlos, hay que disciplinarlos a solas a nuestros hijos. para que ellos no se sientan avergonzados. Pero habemos, y lo digo con toda, habemos muchos padres, dije habemos muchos padres que maltratamos, sea verbalmente como sea, a nuestros hijos delante de quien sea y no nos importa. Y déjame decirle que nuestro hijo se siente avergonzado cuando hacemos eso. Tal vez usted no lo mire así, pero nuestros hijos se sienten avergonzados cuando usted y yo los maltratamos verbalmente como desea, o les llamamos la atención de mala manera delante de sus amigos y delante de otras personas. ¿Qué vamos a actuar, hermano, cuando nuestros hijos nos traen malas notas? Díganme, y sean sinceros, ¿cómo? Cuando vienen con buenas notas, no sé cómo califiquen aquí, si de letra, número, F, pero pongámonos que vengan con una F, que es lo más malo que hay. Eh, nuestra reacción sería espantosa. ¿Pero por qué, hermanos, si recuerda que ustedes y yo éramos así? Hermanos, ustedes y yo éramos así, entonces queremos que nuestros hijos sean estudiosos, saquen buenas notas, saquen solo dieces. Hermanos, si nosotros, no sé, voy a decir en términos hondureños, hay quienes llegamos solo hasta sexto grado. No pudimos seguir, tal vez algunos, porque nuestros padres no podían pagar el colegio, o tal vez otros porque no pudimos, llegamos al sexto, salimos del sexto grado de la primaria, tal vez ya arrastrando. ¿Por qué? Porque, porque éramos, porque éramos burros. Rectamente, hermanos, perdónenme. Y no lo agarren a mal. Y queremos que nuestros hijos, hermanos, saquen lo mejor. Estamos insistiendo que te gradúes de esto, gradúate de esto, que te gradúes de teología, biología y se nos olvida hermanos con todo respeto que nosotros nos graduamos de burología. No de verdad hermanos, de verdad créanme, si nos reímos, nos reímos pero es la pura verdad de nuestras vidas, queremos que nuestros hijos sean los máximos y que el padre no se va a sentir orgulloso de que su hijo sea excelente en la escuela, en el colegio, todo y cada uno de nosotros. Pero no exijamos algo que usted y yo no lo hacíamos. Si ellos sacaron malas notas, vamos, ven hijos, ¿qué pasó? ¿Cómo te sientes? ¿Qué te está pasando en tu vida? ¿Por qué estas notas? Tú no eres así, aunque siempre has sido así, ¿por qué siempre tú eres así? Para que él agarre esa autoestima. No te preocupes, hijo, no te preocupes. Tú puedes. Échale ganas y vas a ver que la próxima tú la vas a traer. ¿Cómo sale el niño? Feliz y contento. Porque papá lo aconsejó, no lo regañó. Seguimos. Unos padres, hermanos, que dan huellas, dan instrucciones a sus hijos. unos padres que dejan huellas, pero cuando estoy diciendo que dejan huellas, creo, quiero que sepan que deben dejar buenas huellas, no estoy hablando de cualquier huella, buenas huellas a sus hijos. Miremos Proverbios 22.6, dos hojas adelante, Proverbios 22.6. Nos dice la Palabra de Dios en Míntidos 6, el que guarda su alma, el 6 dice, instruye al niño en su carrera, aun cuando fuere viejo, no se apartará de ella. ¿Desde cuándo, hermanos? Desde niños, desde pequeños debemos de instruir a nuestros hijos. Miren, vemos Proverbios 4.10. Proverbios, ahí atrasito, Proverbios 4.10. Proverbios 4 dice, oye hijo mío, y reciben mis razones, y se te multiplicarán años de vida. Hermanos, hay que instruir a nuestros hijos, hay que plantar en el corazón de ellos la semilla de la palabra de Dios, pero no solo plantarla en el corazón de ellos, sino también estar regando continuamente, diariamente, esa semilla en su corazón para que ellos nunca se aparten de Dios, para que ellos crezcan sirviéndole a nuestro Dios. No solo le hablemos, mira, Cristo salva y eso es todo y nos quedamos ahí. Hijo, ¿aceptaste a Cristo Jesús? ¿Quieres ser salvo? Sí, papi, ¿quieres ser salvo? Y lo dejamos ahí. Y a veces no sabemos si realmente nuestros hijos son salvos porque no les damos la importancia, porque no estamos sembrando en ellos la semilla continuamente, diariamente, para que ellos estén seguros que han aceptado a Cristo Jesús en su corazón. Hay que dejar buenos valores en el corazón de nuestros hijos. ¿Cuándo fue la última vez que nosotros instruimos a nuestros hijos con la palabra de Dios? ¿Cuándo fue la última vez? A veces no lo hacemos y a veces nuestros hijos, muchas veces o pocas veces, no nos miran escudriñar la palabra de Dios. Ellos miran más a mamá escudriñar la palabra de Dios. Y ellos dicen, no, no, no, no, mi papá no sabe mucho. Mi mamá es la que sabe más de la palabra de Dios, porque mi mamá es la que está más entregada a la lectura de la palabra de Dios. Papá no. Eso nos debería dar vergüenza, de que nuestros hijos estén mirando que quien sabe más Biblia en el hogar es mamá y no papá. Y no me mire así, hermano, con esos ojos, porque es verdad. Tristemente, si usted no es de esos, pues, gracias a Dios, qué bien. Pero a veces en el hogar nuestras esposas saben más Biblia que nosotros. Muchas veces esto sucede, hermanos. Debemos instruir a nuestros hijos, hermanos, desde muy temprano. Y si nosotros nos instruimos con la palabra de Dios, ellos van a caminar bien. Pero si no le instruimos la palabra de Dios, sus vidas van a estar como esos barcos a la deriva sin capitán. Pero si están instruidos bajo este precioso libro, su caminar va a ser siempre para adelante, va a ser siempre buscando las cosas de Dios. Y eso es lo que nosotros como padres debemos inculcarles a nuestros hijos. En cierta ocasión un padre le dijo a su hijo, hijo ten cuidado por donde caminas, por donde pisas. Y el hijo le respondió, ten cuidado de tú. Tú ten cuidado porque recuerda que yo estoy siguiendo tus pasos. Nuestros hijos están siguiendo nuestros pasos, hermano. ¿Y qué pasos, qué huellas les estamos dejando? Oh, hermano, cuántas cosas hemos hecho mal con nuestros hijos. ¿Nuestros hijos se sienten seguros y confiados siguiendo nuestras huellas? ¿se sienten confiados y seguros siguiendo nuestras huellas por las instrucciones que nosotros les hemos dado a través de las palabras de Dios, hermanos? ¿Nuestros hijos podrán decir que somos conocedores de la palabra de Dios o que es mamá? Se lo dejo a usted. Yo sé que ya lo pensó, pero no lo diga. Nuestros hijos. deben de estar contentos y confiados en que papá y mamá saben de la palabra de Dios y que la estamos dirigiendo, la estamos guiando por el buen camino. Uno más, unos padres que de esas huellas también deben tener disciplina sabia. Disciplina, cómo nos encanta disciplinar a nuestros hijos. Nos encanta disciplinar por cualquier cosa. Si se ríen, porque se rieron mal. Si no se ríen, porque no se ríen. Por cualquier cosa insignificante, queremos disciplinar a nuestros hijos. Ahí en Proverbios 13, Proverbios 13, 24. Proverbios 13, 24. El que detiene el castigo, a su hijo aborrece. Un ser que lo ama madruga a castigarlo. Oh hermanos, nunca detengamos un castigo, una disciplina que queremos hacer a nuestros hijos porque va a doler nuestro corazón, porque eso es lo que sucede. A veces les amenazamos con que cuando llegue a casa me la vas a pagar, pero ya en el trayecto a casa se nos ha ido todo aquello que teníamos y hasta cierto punto está bien porque si lo castigamos en el momento podemos castigarlo incorrectamente. Pero cuando llegamos a casa se nos ha olvidado, no disciplinamos y no castigamos a nuestros hijos por algo que han dicho o han hecho. Los padres que queremos dejar buenas huellas debemos disciplinar a nuestros hijos sabiamente. ¿Desde cuándo? Como dice, desde pequeños debemos disciplinarnos. No estoy hablando, hermanos, de abuso, porque disciplinar a veces abusamos la manera en que castigamos a nuestros hijos. ¿Cuándo fue la última vez que disciplinamos a un hijo con sabiduría y con razonamiento? ¿Cuándo fue la última vez que lo hicimos? A veces lo hacemos mal. Dice la Biblia que agarremos una varita y le damos. Pero qué resulta, a veces cuando estamos en reuniones de familia, estamos ahí pasando un tiempo con familia, estamos todos ahí y de repente sale la pregunta y no sé por qué sale la pregunta y te decimos, ¿y a ti quién te gustaba que te pegara? ¡Papá! Como que al unísimo de los tres dicen papá y se le pregunta ¿por qué? Porque papá pega duro, pero solo son tres o cuatro. Y tu mamá, oh, mi mamá, mi mamá no. Mi mamá dice que lo que mero que agarra ahí, si agarra chancletas, si agarra palos, lo que agarra y empieza guau, guau, guau, guau, guau. Nos agarra el 24 de diciembre, llega el 31 de diciembre y todavía no está dando. ¿Por qué creen que yo me puerto bien, hermano? A mí me agarra el 1 de enero y todavía estamos con eso de ahí. Hermanos, sabemos disciplinar sabiamente a nuestros hijos. Debemos de castigarlos sabiamente. Nunca disciplinemos a nuestros hijos enojados. ¡Nunca! Porque podemos abusar de ellos. Podemos abusar de ellos. Miremos Efesios, hermanos, 6.4. Ahí. Efesios 6.4. Dice, y vosotros padres, no provoquéis a ir a vuestros hijos, sino criarlos. Dice, criarlos en disciplina y amonestación del Señor. Dice, criarlos. Pero nosotros, hermanos, estamos haciendo todo lo contrario. A veces los disciplinamos, provocándolos a ir a por la manera en que lo hacemos. Y es por eso que hoy en día, hermanos, muchos jóvenes, no solamente nuestros hijos, sino también muchos jóvenes en la iglesia se están desalentando, están muy desalentados por culpa de nosotros los padres, porque no sabemos disciplinarlos, no sabemos disciplinarlos. Hay que disciplinar a nuestros hijos sabiamente y con razonamiento. Hoy sí, hermanos, como les dije, hoy vamos al último. Unos padres que dejan huellas, son un ejemplo a seguir. Unos padres que dejan huellas son un ejemplo a seguir. Miremos ahí en Segunda de Reyes, vamos a ir al Antiguo Testamento, Segunda de Reyes, el capítulo 10, segundo libro de Reyes, capítulo 10 y el verso 15. Segunda de Reyes, segundo libro de Reyes, capítulo 10 y el verso 15. Si miramos hermanos, si le damos dos hojas atrás, si miramos el capítulo 9, podemos entender, vamos a ver cuando Dios Manda a Eliseo que busque un siervo y vaya entre los príncipes a buscar a quien van a ungir como rey. El siervo va, se mete a una recama donde están todos los príncipes y va donde uno y le dice, mira, Dios ha dicho estas palabras. Y él le pregunta, ¿quién ha dicho? Dios. Y lo unge como rey. a Jehú cuando Jehú fue ungido como rey en el versículo, en el capítulo 9 y le da las instrucciones a Jehú de lo que debe de hacer con los siervos de Baal y todo lo que debe destruir y Jesús lo hizo, Jehú lo hizo. Y del capítulo 9 para acá podemos ver todo lo que Jehú hizo a quienes Dios le dijo a través de esos siervos que matara, que eliminara, que destruyera y Él obedeció lo que se le había mandado. Y ahí, y ahora en el 1015, miramos qué dice. Partiéndose luego de ahí, encontróse con Jonadad, hijo de Recab, y después que lo hubo saludado, díjole, oiga bien, hermano, oiga bien, ¿es recto tu corazón como el mío es recto con el tuyo? Es recto tu corazón como el mío es recto. Con el tuyo, hermanos, podríamos decir las palabras que dijo Gonadab con toda seguridad, con toda sinceridad. ¿Podemos decir las palabras que dijo Gonadab? Le dijo, lo es. Y por si hay alguna duda, pues lo es, se lo repitió dos veces le dijo. Sí, mi corazón es recto. Entonces el rey Jehová vino y le dijo, entonces dame la mano. Le agarró la mano y lo subió al carro. Muchos conocemos la historia de lo que pasó después. Y si vemos más adelante, hermanos, vamos a ver Jeremías 35, 8. Jeremías 35, 8. Dice 35, 8. Vamos a leer el 7, desde el 6, más ellos dijeron, no beberemos vino porque Jonadab, hijo de Reca, nuestro padre, nos mandó diciendo, no beberéis jamás vinos vosotros ni vuestros hijos. ni edificaréis casas, ni sembraréis cementeras, ni plantaréis viñas, ni las tendréis, mas borraréis en tiendas todos vosotros, todos vosotros días, para que viváis muchos días sobre la azte de la tierra, donde vosotros peregrinaréis. Y dice el 8, y nosotros, y nosotros hemos obedecido la voz de Jonadad, nuestro padre, Hijo de Recap, en todas las cosas que Él se nos mandó, de no beber vino y continúa todo por ahí. Y nosotros hemos obedecido la voz de nuestros padres con edad. ¿Estamos obedeciendo nosotros, hermanos, la voz de Dios? ¿Es recto nuestro corazón como padre, primeramente delante de Dios y después delante de nuestros hijos? y después delante de nuestros hijos. Miramos cómo el rey Jehú destruyó todos los siervos de Baal y Jonadá estaba ahí presente. Jonadá no estaba buscando riqueza, Jonadá estaba haciendo la obra del Señor, estaba ahí presente cuando Jehú destruyó todos los siervos de Baal, a todos, no dejó ni uno. Y miramos ahí ya en Jeremías 35, 8, cuando dice que ellos han obedecido Todas las cosas que su padre Jehová les mandó que hicieran. Unos padres, hermanos, que son un ejemplo a seguir. Este hombre, hermano, llamado Jonadad, estaba presente cuando exterminaron a los siervos de Baal y le preguntó a Jehú, ¿tu corazón es recto? Sí lo es. Jonadad era un ejemplo a seguir. Habían pasado hasta ese tiempo, desde el libro de Segundo Rey hasta Jeremías, habían pasado 450 años cuando Jeremías dice estas cosas. 450 años y 450 años después, la voz de ese hombre, que era un ejemplo a seguir. Primero fue Recap, de ahí Jonadab. La voz se seguía respetando, seguían obedeciendo y seguían haciendo lo que Dios les había dicho. Todas las generaciones que venían después de Jonadab, siguieron obedeciendo lo que se les había ordenado. ¿Cómo estamos nosotros con nuestros hijos? ¿Cómo estarán nuestros hijos después con sus hijos, con nuestros nietos? ¿Cómo estarán nuestros nietos con mis nietos? ¿Podemos nosotros, hermanos, mirar que esa generación tras generación pueda seguir? Si somos obedientes a la palabra de Dios, si somos ejemplos para nuestros hijos, ellos, esas generaciones, podrán continuar. 100, 200, 300 años después, estaban siguiendo las huellas, las huellas correctas. No podemos imaginarnos, hermanos, que después de 400 años, su voz, su convicción, todavía estaba presente en todos ellos. Todavía se seguía respetando. Eso me dice a mí, hermanos, que sus huellas fueron buenas, fueron un buen ejemplo para sus hijos. Dice ahí, el 16, dice ahí mismo en el 35, 16 de Jeremías, ciertamente los hijos de Jonabá, hijos de Recam, tuvieron por firme, tuvieron por firme el mandamiento que les dio su padre. No cambiaron, nada los hizo cambiar, siempre estuvieron obedeciendo. Lo que ha dicho su bisabuelo, su abuelo, su papá, todo, y esperaban ellos que aún esa generación siguiera obedeciendo lo que se le había dicho. De verdad, hermano, nuestros hijos pueden seguir nuestras pisadas. Para terminar, miremos el versículo 19. Oh, hermano, este versículo 19 sí que me encanta. Ahí en 35.19 dice la palabra de Dios. Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, no faltará varón. ¿De quién, hermanos? De Jonabá, hijo de Reca. Que esté en mi presencia, que esté en mi presencia todos. ¿Por qué? Porque obedecieron, porque siguieron unas pisadas, siguieron unas huellas, miraron unos ejemplos de sus padres y ellos hasta ese momento estaban siendo firmes y obedeciendo lo que se les había mandado. ¿Qué estamos enseñando nosotros a nuestros hijos hermanos? ¿Qué ejemplos ellos van a seguir? ¿Qué huellas ellos van a seguir de nosotros? ¿Qué huellas les estamos dejando? Tristemente, hermanos, si no dejamos buenas huellas, si no somos espirituales, si nos da vergüenza buscar a Dios, si no somos padres prudentes, si no tenemos templanza y dominio propio, si no somos amigos con los hijos, con nuestros hijos, si no instruimos a nuestros hijos pequeños, si no disciplinamos a nuestros hijos y si no somos un buen ejemplo para ellos. Tristemente, el diablo nos va a ganar la batalla y vamos a perder a nuestros hijos. El diablo nos va a ganar la batalla y vamos a perder a nuestros hijos. Jóvenes, no sé qué ejemplo están mirando en sus casas con sus padres, pero si sus padres les están enseñando buenos ejemplos y están dejando estas cosas, ustedes son los próximos. Se puede enseñar a sus hijos, la otra generación, que le sirvan, obedezcan a un Dios topoderoso para que nuestra generación esté en la presencia de Dios todos los días. Padre, gracias. Gracias te damos por tu palabra, gracias por tu cuidado, gracias porque sabemos que hasta aquí tú no has hablado y te pido, Señor, que tome la vida de cada padre, de cada madre en este día, Señor, y que podamos hacer cambios para poder, oh Señor, ser buenos padres y dejarle a nuestros hijos unas buenas huellas y unos buenos ejemplos. Gracias, Señor, por tu amor y tu misericordia, y llévanos a nuestros hogares con tu paz y con tu bendición. En Cristo Jesús oramos y las gracias te damos. Amén.
Que Huellas Dejamos En Nuestros Hijos
Sermon ID | 9232323641369 |
Duration | 1:07:58 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | Colossians 3:20-21 |
Language | Spanish |
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