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Para comenzar el día de hoy vamos por favor a Mateo capítulo 5 versículo 6 Mateo capítulo 5 versículo 6 vamos a leer el pasaje de hoy antes de orar Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. Vamos a orar. Padre, nos acercamos ante ti el día de hoy humildemente. Agradecido, Señor, por lo que estás haciendo en Irapuato, por los siervos que has levantado allá, que trabajan arduamente en la mies. Gracias, Señor, por todo lo que estás haciendo. Te pedimos que sigas trabajando allá, que sigas obrando en Irapuato, en Querétaro, en cada una de las misiones, señor, para que tu nombre sea engrandecido, para que muchas almas puedan conocerte, darte gloria, que tu palabra sea esparcida con poder en todo México. Te pedimos que lleves con bien a todos los que están viajando el día de hoy, que bendigas de manera especial el servicio allá, y te rogamos por nosotros, señor. Llegamos ante ti el día de hoy, muchos hambrientos, muchos sedientos, Te rogamos que nos des alimento, que sacies nuestra hambre, nuestra sed. Señor, que cada uno de nosotros conozca su necesidad de Ti, que cada uno de nosotros tenga hambre y sed de justicia. Te pedimos por el que va a hablar ayúdame señor, dependemos completamente de ti, solo en ti señor podemos comprender tu palabra y obedecer, danos la presencia de tu espíritu, te rogamos en el nombre de Cristo Jesús, amén. Llevamos ya tres sermones considerando las bienaventuranzas, hoy llegamos a la cuarta, el hambre y sed de justicia. Esta bienaventuranza habla de una necesidad una necesidad que sólo sienten ciertas personas en este mundo. Aquí Cristo nos dice que es una bendición sentir nuestra propia necesidad. Siempre es una gran bendición que un alma sienta su propia necesidad, porque hay tantas almas que no la sienten, que no tienen idea. de lo que realmente necesita. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Según esta cuarta bienaventuranza, la única condición que existe para ser saciado es que tú sientas tu necesidad espiritual, porque en Cristo está la respuesta a todas las necesidades del alma. ¿Cuántos no hay en este mundo que desearían, en sentido físico, desearían que la única condición para ser saciados de su hambre y su sed física fuera simplemente tener hambre. o simplemente tener sed. Hay millones de personas alrededor del mundo, en África, en China, en lugares rurales de México, de nuestro país, que desearían eso. Que la única condición para que fueran saciadas sus necesidades físicas, de comida, de agua, fuera tener hambre o tener sed. Tengo hambre, aquí hay comida. Tengo sed, Aquí hay agua. Creo que puedo decir en cuanto a todos los que estamos aquí el día de hoy, los que estamos reunidos aquí, puedo decir que así es. Tenemos hambre, comemos algo. Tenemos sed, tomamos algo. Lo más lejos que está la satisfacción de nuestra necesidad es la tiendita de la esquina. en sentido físico. La única condición para que sean saciadas nuestras necesidades físicas es sentirlas. Gracias a Dios todos tenemos suficientes recursos para el pan de cada día. Pero regresando a lo espiritual, en esta bienaventuranza, Cristo nos dice que la única condición para ser saciados espiritualmente es sentir nuestra necesidad espiritual, sentir hambre y sed de justicia. Dice que los que sienten, que dice el versículo, serán saciados. Entonces, ¿cuál es el problema? Si esa es la única condición, ¿por qué no son saciados todos? espiritualmente, pues muchos no sienten su necesidad. Millones no sienten hambre y sed de justicia. Sienten necesidad de otras cosas, pero no sienten hambre y sed de justicia. Millones viven y mueren Famélicos, no sé si estoy utilizando una palabra arcaica aquí. Famélicos es al borde de la muerte, ¿no? Muerto de hambre por falta de comida. Millones viven y mueren famélicos, espiritualmente hablando, porque en su vida nunca sintieron hambre ni sed de justicia. Y por lo tanto nunca acudieron a aquel que es llamado la fuente de aguas vivas, como cantábamos hace un momento, el verdadero pan, el pan de vida. Vamos a leer en Jeremías, capítulo 2, por favor. Jeremías, capítulo 2. Un texto muy conocido para amarrar aquí nuestra introducción. Jeremías, capítulo 2, versículo 13. Porque dos males ha hecho mi pueblo. Estas son las palabras de Dios. Dos males ha hecho mi pueblo. Me han abandonado a mí, que soy fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua. Millones en este mundo han dado su espalda al único que puede saciar su hambre y sed espiritual. Y lo han cambiado por cosas que no sacian. han buscado de arriba a abajo en este mundo mil cosas que no sacian el alma. Por el día de hoy, al analizar esta Cuarta Bienaventuranza, nos vamos a concentrar a grandes rasgos en dos cosas. Entender cómo es el hambre y sed, cuál es el hambre y sed de las que habla Cristo, y entender cuál es la justicia de la que habla Cristo en la Cuarta Bienaventuranza. Lo primero que vamos a ver es el significado de hambre y sed. Sólo antes de eso, voy a hacer una pequeña aclaración, o sea, no quiero embarcarnos aquí a todo el análisis de qué significa hambre y sed, si alguno de ustedes tiene una idea completamente equivocada de lo que significa justicia. Entonces voy a hacer brevemente una explicación de lo que significa justicia, la justicia de la que habla la Cuarta Bienaventuranza, lo que traduce nuestra vida en español como justicia. Vamos a ver en mucho detalle, pero por ahora sólo les digo que aquí justicia no significa que se haga justicia. O sea, no es que el creyente está allá fuera de la corte y está... ¡Sí! ¡Que lo cuelguen! ¡Sí, que se haga justicia! No. No está hablando de ese tipo de justicia. No está hablando de buscar que se haga justicia. Es importante entender eso. Y el otro aspecto que no significa aquí justicia, a la que no se refiere justicia, es que no habla de que seamos justos. No está hablando de que el creyente tiene hambre y sed de tratar justamente con todos los demás, de siempre dividir las cosas de manera justa. Sí, el creyente sí debe de hacer eso, porque es parte del carácter de Cristo. Pero entonces, ¿cuáles son las cosas de las que no está hablando justicia aquí? No está hablando de que el creyente tiene sed de que se haga justicia con todos los malhechores. No está hablando de eso. Y no está hablando de que el creyente quiere siempre tratar justamente con los demás. No porque el creyente no quiere esas cosas, pero de eso no está hablando la cuarta bienaventuranza. De lo que está hablando es que el creyente tiene hambre y sed de la justicia de Cristo. El creyente tiene hambre y sed de la justicia de Cristo. Hambre y sed de ser santos. Hambre y sed de ser hallado justo ante los ojos de Dios. Hambre y sed de ser como Cristo. De eso está hablando. Entonces, hasta ahí la pequeña aclaración. Vámonos ahora sí a ver ¿Cómo es? ¿De qué se trata esta hambre y sed de la que habla la Cuarta Bienaventuranza? Podemos describirla de varias maneras. Es un profundo deseo. Es una pasión que nos mueve. Una ambición que envuelve todo el alma. Una necesidad que sobrepasa todas las necesidades físicas. Hemos dicho muchas veces que las bienaventuranzas describen a los creyentes. Así que los creyentes son personas que tienen una clase especial de hambre y sed. Una clase especial de hambre y sed que otras personas no tienen y no sienten. Los creyentes tienen una poderosa ambición de algo muy específico. Una intensa pasión por algo que nuestra Biblia en español traduce como justicia. Ahora, hay muchas personas en este mundo que están muy apasionadas, que son muy ambiciosas de ciertas cosas. La mayoría de los seres humanos pasan toda su vida persiguiendo algo en este mundo. El problema es que las cosas que ambicionan y persiguen no sacian. ni los que persiguen grandes obras y grandes logros altruistas encuentran que al final de todo lo que hicieron hay satisfacción, la satisfacción que esperaban cuando realizaban sus obras altruistas. Estas personas en el mundo tienen hambre y sed, pero no la justicia. Yo les puedo decir que en el lugar donde yo trabajo está lleno de personas con hambre y sed. Personas apasionadas, personas ambiciosas, pero no de justicia. Tienen hambre y sed de otra cosa. Es fácil pasar tu vida persiguiendo las cosas equivocadas, persiguiendo lo que no sacia cada día, cada hora, cada momento de tu vida. Es fácil. Hay muchas ilustraciones de esto en la Biblia. El diablo es uno de los primeros ejemplos. El diablo, ¿se acuerdan que se llamaba Lucifer? Y la Biblia nos dice que él era la criatura más gloriosa que Dios había creado. Era la criatura más excelente, la más impresionante. Pero el diablo se llenó de ambición y pasión por algo pecaminoso. Quería ser como Dios. En Isaías tenemos el relato de lo que pasó con él. Se los voy a leer. Está en el capítulo 14 si después les interesa estudiarlo. Pero aquí en Isaías, hablando del diablo, Dios dice, tú has dicho en tu corazón, subiré al cielo en lo alto, hasta las estrellas de Dios levantaré mi trono y me sentaré en el monte de la asamblea, en las regiones más distantes del norte. Subiré sobre las alturas de las nubes y seré semejante al Altísimo. El diablo tenía hambre. El diablo tenía sed. hambre de poder, sed de robarle su gloria a Dios. Tenía hambre y sed pecaminosas. Así que Dios reaccionó. En vez de ser altecido, Dios lo humilló. Isaías dice que Dios lo derribó hasta el Seol. Ahora, también ha habido muchos hombres que han querido ser como Dios o ser Dios. con D minúscula, ¿verdad? Hay muchos ejemplos en la historia, todavía hay por ahí, hoy día hay unos dictadores por ahí que el pueblo todavía piensa que son dioses con minúscula. Un ejemplo bíblico fue Nabucodonosor. Nabucodonosor quería ser Dios, quería que la gente lo adorara, que la gente orara a él. Sus esfuerzos por imponerse como Dios de su nación, ¿se acuerdan a lo que llevaron a que los amigos de Daniel, Shadrach, Mishak y Abednego, que fueran aventados al horno de fuego, donde se encontraron con Cristo y no les pasó nada? Más adelante en la historia de este hombre, Dios trató con él. ¿Se acuerdan que terminó reducido al nivel de un animal, como una vaca en el campo, por el hambre y sed de gloria que había en su corazón? Leemos en Daniel sus palabras. Nabucodonosor dijo, no es esta la gran Babilonia que yo edifique como residencia real, con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad. Este hombre tenía hambre de poder, sed de gloria, como tantos en esta vida. Pero Dios lo redujo a vivir como animal por siete años hasta que reconoció que Dios es el único, el único Dios con verdadero poder, el único digno de recibir honra y gloria. Otro ejemplo, y me voy a pedirles que vayan a Lucas 12, otro ejemplo. Estamos aquí viendo ejemplos de hambre y sed equivocadas, hambre y sed de la cosa equivocada. Estamos viendo como todo mundo tiene hambre y sed. pero no de lo que tienen hambre y sed los bienaventurados, no de justicia. En Lucas 12 encontramos la historia de un rico que buscaba saciarse con todos los tesoros, los banquetes, todo lo que le daban sus bienes y su riqueza terrenal. Un rico tipo Slim, había amasado mucha riqueza y no tenía dónde guardarla. Así que dijo en Lucas 12, 17, ¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde juntar mis productos. Pobre de él, ¿no? Ya no caben mis cosas, mis riquezas en mis bodegas. ¿Ahora qué voy a hacer? Entonces dijo, esto haré. Derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes. Ahí juntaré todo mi grano y mis bienes y diré a mi alma. Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate. ¿Cómo ven? Tenía hambre y sed, este hombre, de las cosas buenas de este mundo, sí. Quería saciarse con sus riquezas, sí. Ambicionaba tener más y más, perseguía el placer y el disfrute terrenal, sí. Pero Dios le llamó necio por ambicionar y perseguir esas cosas. Dios le dijo en 20, necio, esta noche vienen a pedir tu alma y lo que has provisto para quien será. Entonces así es este mundo y algunos dirán, bueno pues yo no soy como Slim, o sea yo no quiero tener un museo Sumaya, yo me contento pues con una casita bien y con un buen trabajo. Realmente no importa a qué nivel estés fijando tus ambiciones y tu hambre y tu sed y lo que te levanta todos los días, lo que te motiva, no importa si ambicionas ser el presidente o si ambicionas comprarte tu primer coche. El tema es de qué tienes hambre y de qué tienes sed. Por esta ambición, Por esta pasión que encontramos en los hombres del mundo, por las cosas que nos hacían, muchas veces asociamos la palabra ambición solo con lo negativo. Creemos que la ambición siempre es mala. Hablamos de alguien ambicioso y, ah, no, pues es malo eso, es malo que sea ambicioso. Pero la ambición puede ser algo muy bueno, si está dirigida. Correctamente. De eso está hablando la cuarta bienaventuranza, una ambición buena, una ambición correcta. Pablo dijo a los corintios, por lo tanto, estemos presentes o ausentes, nuestro anhelo, y hay traducciones que la traducen como nuestra ambición, es serle agradables. No tiene nada de malo la ambición en sí. No tiene nada de malo perseguir algo con todo tu ser, siempre y cuando lo que persigues sea lo correcto. La cuarta bienaventuranza nos dice que los hijos de Dios son personas apasionadas, conocen su propia necesidad, saben lo que no tienen y lo persiguen. Por eso este lenguaje de hambre y sed. Los creyentes ambicionan algo, persiguen algo, que no es de este mundo, que no son posesiones, que no son éxitos, que no son grados académicos, que no son cosas temporales, perecederas. Pero sí los creyentes tienen ambición, tienen pasión. Para el creyente, la justicia es lo que es el agua y la comida para un inconverso. Su hambre y sed espiritual son tan reales y tan intensas como el hambre y la sed física. Ahora, agua y comida, físicamente hablando, son cosas necesarias, no son lujos. No puedes vivir sin comida, no puedes vivir sin agua. Para el creyente, así también es la justicia. No podemos vivir espiritualmente sin justicia, sin santidad. Para nosotros, y vamos a ver, va a ser más claro cuando entremos a analizar lo que significa justicia en todo su detalle, pero para nosotros hoy día las palabras hambre y sed no tienen la misma intensidad que han tenido por milenios. Los creyentes en tiempos bíblicos sabían mucho más que nosotros acerca de hambre física y sed física. Si recuerdan la historia de José, las sequías y las hambrunas eran cosas letales en tiempos bíblicos. Una sequía podía llevarte a ir a otro país. No cambiarte de estado, no irte a otra ciudad, a otro país para sobrevivir. Como pasó con los hermanos de José, ¿se acuerdan que tuvieron que ir a Egipto? Porque era su única esperanza de sobrevivir. No había acceso instantáneo a agua potable. Comer no era simplemente cosa de ir a la tiendita de la esquina si no tenías nada en casa. Para la mayoría de nosotros, hambre solo significa que vamos a comer una hora tarde. Y el problema es que exageramos con los términos. Yo como a las 2 y estaba trabajando y se me pasó y voy a comer a las 3 y estoy muerto de hambre. No. No tenemos idea de lo que es estar muerto de hambre, pero usamos los términos de forma muy exagerada. Tener sed sólo significa que se me olvidó tomar agua por unas horas. Pasé la mañana y se me olvidó tomar agua y ahora tengo sed. Pero en tiempos bíblicos, para la mayoría de las personas, comer era una lucha diaria. Alimentar a toda la familia era la lucha de todos los días. Nosotros luchamos por tener tele por cable, ¿no? Por pasar de Dish a, o de, ¿cómo es? Este, B más TV a Dish, o de Dish a Sky, o por tener ropa más elegante, ¿no? Por tener coche, por tener internet, por tener El teléfono, ¿no?, que nos gusta. Esas son las cosas por las que luchamos económicamente hablando, ¿no? En los tiempos bíblicos, la mayoría luchaba por pan. ¿Se acuerdan de cómo la gente seguía a Cristo por los milagros de los panes y los peces? A lo mejor nosotros hubiéramos seguido porque queríamos ver el milagro, pero muchos de esos seguían porque era la comida de hoy. Porque no iban a tener que luchar por comer, luchaban por pan. Nosotros leemos en el Padre nuestro. Señor, Padre, danos el pan de cada día. ¿Tiene el impacto en nosotros que tenía esa petición hace dos mil años? No. No, claro que no. No luchamos por el pan de cada día. Lo tenemos muy fácil. Todos los avances modernos, la industrialización, etcétera, han cambiado ese tema. Entonces, no sabemos lo que significa eso. Danos el pan de cada día. Tenemos comida de sobra. Para nosotros, si nos va mal económicamente, pues simplemente significa que voy a comer cosas más baratas, ¿no? Voy por frijolitos, por tortillitas, voy a bajar un poco el gasto. Antes llegaban tiempos difíciles y la gente se comía a sus caballos y a sus perros. Se comían a firulais, no había de otra. En tiempos bíblicos hubieron personas que se comieron hasta a sus propios hijos. ¿Dónde, hermano? Busquen, busquen, por ahí está registrado. La sed ha llevado a marineros a beber agua salada. sabiendo completamente conscientes que eso es el suicidio, que comer agua salada es matarte mal, vas a durar menos, no te va a ayudar, vas a durar menos, vas a morir más pronto. Han tomado agua salada sabiendo que es como veneno. Nosotros no sabemos nada acerca de verdadera hambre y verdadera sed. Pocos hemos pasado más de un día sin comer. Hay lugares rurales en México donde todavía se vive esta lucha. Yo no digo que no, pero nosotros no estamos en esa situación por la gracia de Dios. Todo eso está muy lejos, no lo hemos experimentado, no sabemos lo que significa. Pero la Biblia usa estas necesidades físicas de comida y agua como símbolos de una necesidad mucho más profunda y mucho más seria que tiene toda alma. La necesidad espiritual que describe la Biblia es una necesidad que lleva millones en este mundo a perseguir muchas cosas. Pero esas cosas que persiguen, esas cosas que ambicionan, no pueden saciar ni satisfacer su necesidad espiritual. Son como, literalmente, como tomarte una botella de tequila muriéndote de sed en el desierto. Espero que todos entendamos. Si te tomas, te estás muriendo de sed en un desierto, te tomas, te encuentras ahí una botella de tequila y te la tomas. Están estas películas de piratas, ¿no? Donde están, se quedan en una isla y encuentran un cofre lleno de vino y de... y se lo empiezan a tomar. ¡No! ¡Te morirías! O sea, eso no sería la solución a tus problemas. Pero así andan. Así andan los hombres de este mundo. Los hombres de este mundo todos saben que necesitan algo. Todos saben, ¿por qué? Porque Dios puso la eternidad en el corazón de los hombres. Saben que necesitan algo, pero no saben qué. No saben qué es lo que necesitan, así que tratan de satisfacer su sed con lo que no sacia y su hambre con lo que no satisface. Muchos definen su necesidad y su búsqueda como la búsqueda de felicidad, pero la Biblia nos dice que no podemos ser felices a menos que tengamos hambre y sed de justicia. La felicidad es una consecuencia indirecta, pero el hombre no busca sus respuestas en la Palabra de Dios, las busca en el mundo. Todo mundo Tiene pasión. Todo mundo está persiguiendo sus pasiones en esta vida. Todos están persiguiendo algo. Van corriendo, muriéndose de sed espiritualmente, muriéndose de hambre y van tras de algo que creen que va a ser la respuesta, pero cuando alcanzan lo que persiguen encuentran que no sacia su sed y no satisface su hambre. Los creyentes también tenemos sed y tenemos hambre. persiguen los creyentes algo, ambicionan algo, y ese algo es justicia. Tienen pasión por alcanzar justicia, por alcanzar santidad. Dios tiene una respuesta muy clara para todo aquel que tiene hambre y sed de lo que no satisface. Vamos a Primera de Juan, capítulo 2, por favor. Dice Primera de Juan, al final de sus Biblias, capítulo 2, versículo 15, No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la soberbia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo está pasando. Y sus deseos. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Todas las cosas que persiguen los hombres sin Dios son un vapor. Son como el pasto que nace un día y mañana se seca. Son como un sueño que va a pasar. ¿No les ha pasado que sueñan algo muy especial, un sueño agradable, muy bueno? Sueñan que pueden volar. Yo he soñado que puedo volar. Que tienen algo que siempre quisieron y de repente despiertan. Y peor, despiertan porque un perro ladró o alguien hizo, tiró algo, algún escándalo y dicen, no puede ser, se echó a perder mi sueño tan bueno que estaba teniendo. ¿Y qué es lo que queda? Decepción. Todo fue una fantasía. Te das cuenta de lo que estabas soñando, era una fantasía, era una mentira, no era real. Pues este mundo es igual. A la luz de la eternidad, todas las armas son eternas, van a uno de dos destinos. A la luz de la eternidad, la duración de esta vida va a ser como un sueño. Y las cosas que perseguían las personas de este mundo para llenarse, para saciarse, habrán sido como un vapor. Así es este mundo. No puede traer satisfacción real. Así que aquí hay un autoexamen. Todas las bienaventuranzas son un autoexamen. Esta es la cuarta. Y la pregunta es, ¿yo de qué tengo hambre? ¿Yo de qué tengo sed? La respuesta te dirá si eres creyente o no. ¿Yo de qué tengo hambre? ¿Yo de qué tengo sed? ¿Cuál es tu más grande admisión en esta vida? ¿Qué hace que te levantes todos los días? ¿Qué es lo que añora tu alma? Dios dice que las personas que le conocen, las personas que le están conociendo tienen hambre y sed de justicia. ¿Tienes hambre y sed de justicia? Para contestar esta pregunta tenemos que seguir con nuestro análisis de la Cuarta Bienaventuranza. En cada sermón hemos dicho que las bienaventuranzas están relacionadas unas con otras y son una secuencia. Hambre y sed de justicia es una reacción. Es una consecuencia de las bienaventuranzas que la preceden. Es una respuesta lógica a nuestro problema espiritual. Recuerdan que pobreza de espíritu es estar en bancarrota espiritual. Las personas bienaventuradas reconocen su propia incapacidad de hacer el bien. Reconocen su propia maldad y pecaminosidad. Reconocen que no tienen nada ¿Qué ofrecerle a Dios? ¡Nada! ¿Qué ofrecer a cambio de su propia salvación? ¿No tienen méritos? ¿No pueden ganarse el favor de Dios? Eso los lleva a llorar y a lamentarse por su propia pobreza. Y por lo tanto se vuelven mansos, se saben bajos, se saben pecadores, y en consecuencia asumen el lugar más bajo, el lugar más humilde ante Dios y ante el prójimo. Pero no termina ahí. Su pobreza, su lamento, su mansedumbre los lleva a tener hambre y sed de lo que no tienen. Hambre y sed de lo que carecen. Justicia. Una vez que reconoces que no tienes justicia propia, sabes que la necesitas. Llegas a un punto en el que tienes hambre y sed de la justicia que no puedes producir por ti mismo. Sabes que la necesitas. pero no la tienes. Esa es la secuencia que llevamos hasta el momento. Es muy claro el flujo de las bienaventuranzas. Vivimos en una sociedad en la que todos están persiguiendo las cosas equivocadas. Aún muchos de los que se dicen creyentes, muchos creyentes se creen buenos, altruistas, religiosos, no ven su propia pobreza. Pero Cristo nos dice que sólo los pobres espirituales ven su necesidad de justicia, y como no tienen justicia, tienen hambre y sed de ella. Esas son las bienaventuranzas. Felices son los pobres, felices los que lloran, felices los mansos, felices los que tienen hambre y sed de justicia. Estas cosas no son momentáneas en la vida del creyente. Las bienaventuranzas no son cosa de un momento o un día. Una experiencia que tuve una vez, sí hermano, como que una vez me sentí así, no es cosa de un día. Son constantes en la vida cristiana. Una vez que conoces a Cristo, no dejas de ver tu pobreza espiritual. La ves más, la entiendes mejor, No dejas de llorar por tu pecado, lloras más porque conoces más de Dios y ahora batallas contra el viejo hombre, contra la carne. Por lo tanto aumenta tu mansedumbre y aumenta tu hambre y sed de justicia. Así que ahora tenemos que pasar un poco más, vamos a pasar un poco más de tiempo entendiendo mejor el hambre y sed de la que habla Cristo antes de enfocarnos a la justicia de la que habla Cristo. Ya vimos que esta hambre y sed es un deseo intenso. Vimos que es reconocer tu propia necesidad. Ya la comparamos con hambre y sed física y dijimos que es tan intensa como esas cosas para el creyente. Otra palabra que describe bien el hambre y sed del creyente es desesperación. Y aquí les pido que pongan mucha atención. El hambre y sed del creyente puede ser descrita como desesperación. El creyente no está buscando simplemente ser un poco mejor. No es que sólo quiere arreglar uno que otro temita por ahí en su vida. Hay una especie de desesperación en sus almas que sobrepasa por mucho las cosas triviales de esta vida. Tienen una desesperación por conseguir algo que nunca obtendrás leyendo libros de autoayuda o fijándote metas para mejorarte a ti mismo. El creyente quiere justicia tanto como quiere pan un hombre famélico al borde de la muerte. Tanto como un hombre deshidratado al borde del delirio quiere agua. Si vemos las palabras griegas para hambre y sed, nos comunican lo mismo, un intenso deseo, un apetito voraz, ambos en el presente continuo. Hambre y sed de justicia es una acción continua, una forma de vida. Lo vemos en la vida de Moisés. Cuando Moisés construyó el tabernáculo, ¿se acuerdan que había un lugar en el tabernáculo en el que estaba la presencia de Dios? Entonces, cuando Moisés construyó el tabernáculo, entró a la presencia de Dios, hizo una petición que nos revela su hambre y sed. Primero le dijo a Dios, en un inicio le dijo, por favor, muéstrame tu camino para que te conozca. Pero después de esa petición, más adelante vuelve a pedir otra cosa. Dice, por favor, muéstrame tu gloria. ¿Y cuál es el punto aquí? Lo que Moisés había visto de Dios... Moisés ya había visto algo de Dios, ya había tenido una probada. ¿Con eso se contentó? ¿Con eso dijo, bueno, fantástico, ya experimenté eso, fue muy bueno, señor, gracias? No. Sólo creó más apetito. La primera probada sólo creó más apetito, más hambre, mayor sed. No le dijo, Señor, bueno, pues muchas gracias. Dijo, muéstrame más, muéstrame más. Dios es justo. Es el ser más justo, con mayor justicia. Y tenemos hambre y sed de Dios. Tenemos hambre y sed de justicia. Por eso dice el salmista, Vamos a leer en Salmo 17. Salmo 17, versículo 15. En cuanto a mí, en justicia veré tu rostro. Quedaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza. Aquí está hablando del futuro en el cielo. Y está diciendo el salmista que no quedaremos satisfechos hasta ver la gloria de Dios, nosotros mismos hechos perfectamente justos a su semejanza. Tenemos hambre y sed de justicia. Y está directamente ligado eso a hambre y sed de Dios, quien es justo, la fuente de justicia. Queremos ser justos y queremos ver a Dios. Así que el hambre y sed del creyente es una cierta clase de desesperación. Desesperación por obtener lo que acabamos de leer. En todo creyente existe esta desesperación. Y sólo aumenta conforme crece en la vida cristiana. Muchos que creen ser creyentes no lo son, porque no conocen esta desesperación. El hermano dice desesperaciones. ¿De qué estás hablando, hermano? No tengo idea. ¿Cuál desesperación? ¿Estás desesperado por ser justo? ¿Desesperado? ¿Tu hambre y sed de justicia es más que desear ser una buena persona? ¿Es desesperación de ti mismo, de tu pecado, de tu incapacidad? ¿Es una desesperación por ser como Cristo? ¿Por dejar atrás el pecado que nos contamina todos los días? Dentro de la conversión a Cristo, este es un punto muy importante, Hay personas que me hacen preguntas a veces, no saben si son creyentes, no saben si han conocido a Cristo, tienen dudas. Les digo que dentro de la experiencia de conversión a Cristo, dentro de la experiencia de salvación de un alma, se encuentra la primera probada de esta desesperación. La primera probada. Les puedo decir en mi testimonio personal, Yo supe por muchos años que necesitaba a Cristo, que estaba perdido, tenía miedo de morir, sabía mi destino eterno y no sabía cómo entregarme a Cristo. Y vivía con esa duda día tras día, mes tras mes, año tras año. Conocía la Biblia, pero no conocía a Cristo. Y les puedo decir que yo me entregué a Cristo el día que Dios sobró en mí una desesperación conmigo mismo. El día que Dios me llevó a desesperarme de mí mismo y arrojarme Desesperación que no fue un simple descontento, no fue un mal día, no fue un simple, no pues sí, tengo que mejorar, ya no debo de hacer esto que estoy haciendo, quiero ser una mejor persona, eso no es desesperación. La desesperación que te lleva a Cristo es llegar al fin de ti mismo. Es una desesperación con mi constante pecado, con mi incapacidad de cambiar, de dejar de pecar y de ser justo. Dios nos lleva a desesperar de nosotros mismos, a rendirnos a Él. Pero esa desesperanza en nosotros mismos no es algo de un día, no es algo que hoy vino y mañana se va. sigue con nosotros todos nuestros días sobre este mundo y va creciendo y va creciendo. Después de la conversión continúa la sed por ser más justos, el hambre por ser más santos. Muchas almas son como la tierra de los pedregales en Mateo 13. Muchas almas son así. Su supuesta entrega a Cristo sólo es algo superficial, sólo es algo momentáneo, florece un día y mañana el sol llega y se apaga. La ahoga en los espinos, llega el enemigo y la arrebata. Vienen por un tiempo, parece que vemos una respuesta al Evangelio en ellos y después desaparecen. ¿Qué pasó? ¿Qué los detuvo? Nunca se desesperaron de sí mismos. Nunca se rindieron a Cristo, completamente desesperados de sí mismos, con hambre y sed de la justicia que sólo en Cristo podemos encontrar. Muchos son así, vienen por un tiempo porque tienen problemas matrimoniales. Están aquí porque están peleados con su esposo, con su hijo, tal vez tienen problemas económicos, tal vez es su salud, están enfermos, tal vez son sus hijos pródigos, tal vez perdieron a alguien, están pasando por un momento difícil y por eso los vemos aquí por un tiempo. Pero lo que te fuerza a acudir a Cristo no es hambre y sed de una mejor vida, no es resolver algún problema, No es ser más feliz. Lo que te lleva a Dios es desesperar de ti mismo, de tu propio pecado. Es hambre y sed de justicia. Ves tu pobreza espiritual, ves que Dios te ofrece la justicia perfecta de Cristo y acudes a Él. Entonces, ¿qué significa tener hambre y sed? En Mateo 5, versículo 6. significa estar desesperado, significa querer una cosa, solo una cosa, justicia, porque estás abrumado por tu propio pecado. Ahora vamos a detenernos un momento a analizar esta palabra justicia, esta cosa que tanto desea el creyente. La Palabra de Dios no dice que el creyente tiene hambre y sed de felicidad. La felicidad es una consecuencia indirecta, no puede venir a menos que tengamos hambre y sed de justicia. El creyente no busca ser feliz, Dios es el que lo hace feliz. Dios bendice con felicidad a aquellos que están abrumados por su pobreza espiritual, de luto por su pecado y que por lo tanto son mansos y buscan desesperadamente ser justos. Buscar felicidad sin buscar justicia, vean, buscar felicidad sin buscar justicia sería como un doctor que sólo quiere aliviar tu dolor sin arreglar la causa del dolor. Hay gente que viene a la iglesia todo el tiempo porque son infelices, pero lo único que tienen es alguna fórmula mágica, alguna experiencia emocional que funcione como una aspirina para aliviar su dolor. No se preocupan por su problema real. No son pobres en espíritu. Se preocupan por algún problema temporal. Están enfermos, el esposo los dejó y quieren que Dios arregle ese problema. Pero lo que no saben es que muchos creyentes, que puede ser que lleguen a la iglesia por ese motivo, y que Dios por su gracia les muestre su pobreza espiritual, se conviertan a Cristo, lo conozcan a Él, ¿y qué pasa después de la conversión? ¿Ya regresa el esposo? No. No regresa. Nunca regresa. Ahora es menos probable. ¿El hijo pródigo regresa? No. Puede ser que Dios, en su gracia, obre así a veces, pero de eso no se trata la conversión. Y las personas no se preocupan por su problema real. Los problemas por los que se preocupan nada tienen que ver con el Evangelio. La justicia que busca el bienaventurado, la justicia de la que nos habla Dios, se refiere a una relación correcta con Dios. No que Dios arregle tus problemas temporales. Así que en primer lugar, la justicia de Mateo 5, versículo 6 se refiere a salvación, en primer lugar. De hecho, en el Antiguo Testamento hay más de un pasaje donde la palabra justicia es usada como sinónimo de la palabra salvación. El bienaventurado busca justicia, busca salvación en Cristo porque está abrumado por su propia maldad. El bienaventurado desea justicia más allá de cualquier intento de justicia propia, más allá de cualquier justicia que pudiera lograr por sí mismo. Y Dios dice que aquellos que acuden a Cristo, aquellos que se entregan a Él, obtienen esa justicia. Les es dada libremente por fe. Por eso leemos más adelante, voy a citar aquí varios versículos, no nos da tiempo de que me acompañen, por eso dice más adelante en Mateo 5, Porque os digo que a menos que vuestra justicia sea mayor que la de los escribas y de los fariseos, jamás entraréis en el reino de los cielos. Necesitas la justicia de Cristo, la tuya no basta, la de los mejores hombres no basta. Por eso en Romanos capítulo 3 dice, pero ahora aparte de la ley, es decir, aparte de tus esfuerzos por ser justo, aparte de tus obras, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la ley y los profetas. Esta es la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen. Sólo en Cristo puedes encontrar la justicia que necesitas. Leemos en Romanos 4, pero al que no obra sino que cree, en aquel que justifica el empío. ¿Quién es ese? Cristo. Se considera su fe como justicia. No hay otra forma para ser justo que no sea Cristo. Entregarte a Cristo. Quienes nunca entienden eso, nunca se entregan a Él. y se perderán. En Romanos 10 dice, ignorando la justicia de Dios y procurando establecer su propia justicia. Eso es lo que andan haciendo todos los hombres en el mundo fuera de Dios. No se sujetan a la justicia de Dios porque el fin de la ley es Cristo para justicia a todo aquel que cree. Así que la justicia que buscan y desean los que tienen hambre y sed de justicia es la justicia de Cristo. la justicia que Dios pone a nuestra cuenta cuando creemos en Cristo. Eso es lo que se llama justificación. Es como si todos los hombres tuvieran un currículum, pero no el currículum del trabajo, sino el currículum de su alma y de su vida. Y en su currículum dice, pecador, aborrecedor de Dios, hacedor del mal, despiadado, sin justicia, perdido, condenado, Y Dios toma el currículum de la vida perfecta de Cristo, quita tu currículum, Cristo la paga y te da la de Él. Que dice justo, aceptado por Dios, obediencia perfecta a la ley, amor para con el prójimo perfecta, amor para con Dios perfecto. Eso es la justificación. Entonces la justicia que busca el creyente es justificación, pero también la justicia que viene en la lucha por la santificación. Entonces tiene dos elementos la justicia que busca el creyente. La justicia que viene por la justificación al creer en Cristo, y la justicia que viene al luchar por matar el pecado, al luchar por ser más santos. La santificación es la lucha que tiene el creyente todos los días de su vida por ser como Cristo. En la salvación, Dios nos viste de la vida justa y perfecta de Cristo, y eso pasa en un instante, al momento de conversión. Cristo pagó mis pecados pasados, presentes y futuros. Pagó mi culpa, mi condenación en la cruz, y yo ahora tengo su vida perfecta a mi cuenta. como si yo hubiera vivido su vida, una vida perfecta igual a la de él. Pero el hambre y sed de justicia no terminan en la justificación, porque el creyente sigue luchando por conformar su vida al carácter perfecto de Cristo. Seguimos luchando por mortificar el pecado remanente en nosotros. El deseo de justicia que tiene el creyente no se debilita conforme avanza en la vida cristiana. No es algo que se vuelve menos importante, menos intenso. Se intensifica. Ahora deseo ser justo más que cuando me convertí. Ahora aborrezco mi pecado más que cuando vi por primera vez a Cristo. Así que la justicia a la que se refiere la bienaventuranza es tanto justificación como santificación. Es tener la justicia perfecta de Cristo y desarrollar el carácter perfecto de Cristo a lo largo de nuestras vidas. El creyente no desea sólo el perdón de sus pecados, también desea dejar de pecar. Eso es hambre y sed de justicia. El pecado nos separa de Dios. Nosotros deseamos acercarnos a él. En la medida que pecamos, el pecado nos separa de Dios y tiene poder sobre nosotros. Nosotros deseamos ser santos para ser libres de ese poder y para estar más cerca de Dios. Hambre y sed de justicia es desear que ya no desee pecar. Eso es como un trabalenguas. Desear que ya no desee yo pecar. Desear que ya no ame yo el pecado. Hambre y sed de justicia es desear practicar de manera perfecta las bienaventuranzas en mi vida diaria. Eso es hambre y sed de justicia. Ahora, hay quienes afirman equivocadamente que tener hambre y sed de justicia es, como decíamos hace rato, simplemente quiero ser mejor. Pero a la luz de la palabra de Dios, vemos que es mucho más que eso, es desear y luchar por ser perfectos. Por eso leímos hace unos momentos las palabras de David, quedaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza. No quedaré satisfecho antes hasta que despierte a su semejanza. Ahora, hay muchos pasajes relacionados a esto de la justicia. la justicia de la que tienen hambre y sed los bienaventurados. Podríamos seguir con esto todo el día. El creyente es alguien que se ha entregado arrepentido a Cristo y desea de todo corazón la justicia perfecta de Cristo. Comienza con la justificación y continúa con la santificación. Y estoy obligado a describir esto de muchas maneras porque es muy importante. Si no entiendes esto, no has entendido el Evangelio. No sabes lo que es ser un creyente. Es vital. La justificación es lo que recibimos al momento de ser convertidos. Significa que Dios te trata como si tú hubieras vivido como Cristo, aunque no lo hiciste. Todos sabemos que no lo hicimos, pero así Dios te trata. ¿Y por qué lo hace? Porque me lo gané, todo lo contrario. De pura gracia. Pero cuando pasa eso no puedo decir, ah bueno pues entonces ya tengo la justicia de Cristo a mi cuenta, borró mi cuenta nueva, ya no necesito nada más. La justicia de Cristo ha sido puesta a tu cuenta, pero ahora tienes que alinear tu vida con ese regalo de la justicia de Cristo. Ha sido declarado justo, ahora tienes que vivir de manera justa. de manera santa. Por eso Pablo decía, hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Si la justificación y la conversión fuera cuestión de decir, bueno, soy salvo, borró mi cuenta nueva, ya alcancé. Pero Pablo dice, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado, pero una cosa hago olvidando lo que queda atrás, extendiéndome a lo que está por delante. Prosigo a la meta, hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Hay sentimientos encontrados en el creyente. Me regocijo, me gozo en la justicia de Cristo. Cuesta mi cuenta, pero estoy completamente insatisfecho con mi propia vida, con los pecados que aún cometo, con mi falta de santidad. Estoy insatisfecho con mi grado de santificación. Estoy contento porque he sido perdonado, porque conozco a Dios, porque voy al cielo, pero estoy descontento. Porque sigo pecando, sigo ofendiendo al Dios que me amó, al Dios que me salvó. Por eso tengo hambre y sed de justicia. Hambre y sed de ser perfectamente santo. Así que hemos visto el significado de hambre y sed, hemos visto el significado de justicia, el pasaje de hoy termina con algo más. Dice, ellos serán saciados. Perseguir y anhelar justicia no va a ser algo frustrante que nunca alcances, en el que nunca llegarás. Traerás satisfacción al final. La promesa de Dios es que seremos saciados. Nuestra búsqueda, nuestro anhelo encontrará satisfacción final. Seremos bienaventurados. Cuando un alma tiene hambre y sed de justicia, Dios se encarga de cumplir ese deseo. ¿Tienes hambre y sed de justicia? Dios se va a encargar de satisfacerte. Leemos en Salmos, porque Él sacia al alma sedienta y la llena de bien al alma hambrienta. Dios sacia al alma sedienta, llena de bien al alma hambrienta. Salmo 107, versículo 9. Luego, los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien. Dios no te va a fallar. No vas a llegar a la frustración total al final. Tu desesperación por justicia tendrá alivio. ¿Se acuerdan del Salmo 23? Jehová es mi pastor, nada me faltará. Jeremías, mi pueblo se saciará de mi bondad, dice Jehová. La promesa para ti, si tienes hambre y sed de justicia, es que Dios mismo saciará tu sed. Dios mismo te saciará. Dios te llenará con toda bendición espiritual en lugares celestiales. Efesios. Seremos llenos de toda la plenitud de Dios. Efesios 3. Entonces, de eso se trata la satisfacción verdadera, no la que busca el mundo. Esta es la satisfacción verdadera. Eso es lo que busca el que tiene hambre y sed de justicia. ¿Buscas tener la justicia de Cristo depositada a tu cuenta? ¿Lo buscas de verdad? La tendrás. Dios dice que la tendrás. ¿Buscas ser conformado al carácter de Cristo? No serás. En la medida que persigues esa bendición, Dios te hará semejante a Cristo y serás bienaventurado, serás verdaderamente feliz. Para concluir, vamos a hacer una última pregunta. Tal vez con todo esto, algunos de ustedes se estén preguntando, ¿cómo sé si tengo hambre y sed de justicia? ¿Cómo sé si yo estoy dentro de los bienaventurados de Mateo capítulo 5, versículo 6? Pues voy a hacer tres preguntas que nos pueden ayudar a constar eso. En primer lugar, ¿estás verdaderamente insatisfecho contigo mismo? ¿Estás insatisfecho contigo mismo? Eres una persona que puede decir de todo corazón con Pablo, miserable hombre de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? ¿Sientes que siempre te quedas corto? Sientes una constante molestia, una constante inquietud, porque siempre te quedas corto de lo que Dios espera. Cuando pecas, lo que más te molesta es saber que Dios está ofendido. Estás mal en tu matrimonio, estás mal en tu relación familiar, estás luchando con tu pecado, pero lo que más te preocupa son las implicaciones divinas de tus fracasos, más que las implicaciones humanas y terrenales. La pregunta principal es si estás insatisfecho contigo mismo. El mundo dice, debes estar orgulloso de ti mismo. No, Dios dice, no, estás insatisfecho contigo mismo. El concepto de orgulloso de ti mismo no existe en la vida cristiana, no existe en el camino angosto que lleva al cielo. Cualquiera que tiene hambre y sed de justicia contestará, sí hermano, sé de lo que estás hablando, estoy insatisfecho conmigo mismo. Si tienes hambre y sed de justicia con cada año que pasas en la fe, entre más que crezcas espiritualmente, tu hambre, tu sed aumentará. Entre más maduro seas espiritualmente, más terrible te parecerán tus propios pecados. más insatisfecho contigo mismo estarás. Conforme pasan los años como creyente, si eres un creyente fiel, si estás caminando fielmente, pecarás menos. Pero aunque pecas menos, estarás más insatisfecho contigo mismo. La segunda pregunta, ya estamos aquí, es el esfuerzo final, la segunda pregunta, ¿encuentras que estás cada vez más insatisfecho con las cosas de este mundo? Estás todo el tiempo soñando con el próximo trabajo, graduarme de la escuela, de la próxima compra, o cada vez más ves las cosas de este mundo y te das cuenta que tienen muy poco valor, si es que tienen algún valor o nada. Te encuentras cada vez más insatisfecho con las cosas de este mundo. Hace años tenías ciertas metas para tu vida terrenal, pero después de años como creyente, de repente te das cuenta que ya no tienen mucha importancia esas metas terrenales. Van perdiendo fuerza, van perdiendo importancia para ti. Si las cosas de este mundo siguen teniendo la misma prioridad, la misma importancia, si tu hambre y sed es de tener más aquí, tienes un problema. Para un hombre que tiene hambre y sed de justicia, comprar un coche no le ayuda. No los sacia. Así como el hombre que está en el desierto muriéndose de sed y aparece, te ganaste un Corvette. No le sirve. Gracias. No sirve de nada. Es igual con las realidades espirituales. Conseguir un mejor trabajo. Estás en alta mar, sediento, sin agua fresca. Te vamos a dar cuando llegues un trabajo y vas a ganar dos millones al mes. No sirve de nada. vivir el viaje más emocionante. Para quien tiene hambre y sed de justicia, eso no llena, porque su hambre y sed son de justicia. Entonces la pregunta es esa, ¿estoy satisfecho con las cosas de este mundo? Tercera pregunta, ¿tengo un apetito creciente, esto es la última, un apetito creciente por las cosas de Dios? ¿Amas su palabra? ¿Amas a su iglesia? ¿Amas a su pueblo? ¿Quieres más de las cosas de Dios? ¿Quieres conocer más a Dios para ser más como Él? Hay personas que dicen que son creyentes, que dicen que tienen hambre y sed de justicia. Pero no vemos un interés creciente por las cosas de Dios en ellos. Y ni ellos mismos pueden engañarse, saben que no está ese interés. Dios no puede ser burlado. Puedes burlar a los hombres, pero no a Dios. El que tiene hambre y sed de justicia quiere probar y seguir probando que el Señor es bueno, como Moisés. Quiere acercarse a Dios todos los días, caminar con Él todos los días, persigue a Dios, tiene pasión por Dios y Dios lo llenará, Dios promete que lo saciará. Y termino con una advertencia final. Para todos los que no tienen hambre y sed de justicia, Hambre y sed de Dios, nunca serás saciado. Nunca. Los que pasan su vida apasionados persiguiendo las cosas de este mundo pasarán sus vidas y después la eternidad vacíos. El hambre y sed que tienen nunca serán saciadas. Son el hambre y sed de este mundo. El hambre y sed del pecado. Si tú pasas tu vida sin conocer hambre y sed de justicia, vas a pasar toda la eternidad con hambre y sed, y nunca serás llenado. No esperes terminar en el infierno para comprobarlo. Tu alma tiene hambre, Dios puso la eternidad en tu corazón, y sólo Él puede llenar ese hueco. Vamos a leer en Isaías 55, Isaías 55, versículo 1. Esta es la invitación que Dios te hace el día de hoy. A todos los sedientos, venid a las aguas. Mano, no tengo dinero. A los que no tienen dinero, venid. Comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no satisface? Oídme atentamente y comed el bien, y vuestra alma se deleitará con manjares. Inclinad vuestros oídos y venid a mí, escuchad y vivirá vuestra alma.
Hambre y Sed de Justicia
Series Las Bienaventuranzas
¿Estás desesperado, por ser justo? ¿Es una desesperación de ti mismo, de tu pecado, de tu incapacidad…? ¿Es una desesperación por ser como Cristo y dejar atrás el pecado que te contamina todos los días…?
Sermon ID | 829191932525354 |
Duration | 1:02:10 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Matthew 5:6; Psalm 17:15 |
Language | Spanish |
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