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Ahora vamos con la tercera bienaventuranza, así que los invito a buscar en Mateo capítulo 5, versículo 5. Vamos a leer antes de orar y rogarle a Dios que nos ayude. Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad. Vamos a orar. Padre, acudimos ante ti el día de hoy humildemente para rogar que nos ayude, Señor, que nos des la presencia especial de tu Espíritu Santo, que tu palabra venga con poder el día de hoy, Señor. Cámbianos, haznos mansos, por favor, te rogamos. Ayúdanos, Señor, a hacer como tú quieres que seamos. A encontrarnos en este retrato del creyente que tú nos diste hace unos dos mil años, señor. Te rogamos por el que va a hablar. Señor, si depende de mí, nada va a pasar. Nadie va a ser ayudado. Nada va a pasar, señor. Necesitamos de ti. Necesitamos tu poder, tu espíritu. Ayúdanos, te rogamos. Sé también con el hermano Tomás en Ecatepec, Gracias por todo lo que estás haciendo allá. Te damos gracias, señor, por la noticia que tenemos de que ha avanzado el contrato para comprar esta propiedad. Señor, que sea el comienzo de algo grande en tu reino. Danos una parte en lo que vas a hacer, te rogamos. Gracias por lo que has puesto en el corazón de todos los que estamos interesados por tu obra, por esto que estás haciendo. Gracias, en el nombre de Cristo Jesús. Amén. Bueno, pues antes de entrar aquí al versículo 5 de lleno, quiero mencionar algunos puntos de introducción como lo hacemos siempre. Un punto que hemos enfatizado mucho es el hecho de que las bienaventuranzas Y todo el sermón del monte no son simplemente una lista de mandamientos que hay que seguir. Ese es el error más común en el que podemos caer. Las bienaventuranzas no son una fórmula, una lista de pasos que si los sigues, si los cumples, si los ejecutas correctamente, en orden, te van a llevar como mágicamente al cielo. Las bienaventuranzas y el sermón del monte no son la clave para merecer el cielo. Cuando Cristo predicó este sermón, eso, exactamente eso, era lo que pensaba la mayoría de sus oyentes, si no es que todos. Pensaban que la vida de un hijo de Dios es practicar y observar minuciosamente cada mandamiento y cada instrucción de la ley moral de Dios, todo con un solo objetivo, ganar entrada, ganar un boleto al cielo. Ahora, tristemente este malentendido, este error, no ha cambiado mucho a nuestros días. El mundo, las religiones falsas del mundo, el diablo sigue vendiendo la misma mentira el día de hoy. Por eso fue tan diferente, tan fresco, tan increíble lo que Cristo predicó ese día. Por eso sigue teniendo el mismo efecto hoy. Las bienaventuranzas son tan penetrantes porque están opuestas a lo que los hombres creen y escuchan por todos lados todos los días. El espíritu de lo que Cristo enseñó va completamente en contra de lo que los hombres están acostumbrados a oír, a pensar y a hacer. El hombre sin Dios se enfoca en cumplir la letra de la ley. Hacer o no hacer. Se contenta con las apariencias externas, como los fariseos. Aparentar ser bueno. Aparentar ser obediente. pero por dentro tiene un corazón hipócrita. Sus motivos no son puros, no son amorosos, no son agradables a Dios. El corazón del sermón del monte se concierne principalmente por el espíritu con el que hacemos las cosas. Trata con la actitud del corazón, con nuestros motivos y deseos. El enfoque del creyente al estudiar las bienaventuranzas no debe ser cumplir con la letra, de la ley, sino con el espíritu. Eso no significa que el creyente ya no le importa obedecer, no significa que se convierte en un creyente carnal, sabemos que eso no existe. Significa que nos debe importar también cómo obedecemos y por qué obedecemos, con qué espíritu, con qué motivos, con miras a lograr qué obedecemos. Sólo se trata de cumplir ¿O se trata de agradar a Dios? ¿Sólo es aparentar, parecer, hacer las cosas bien? ¿O es realmente ser y desear? Ese es el punto que Cristo subrayó ese día en el Sermón del Monte. Cuando Cristo dijo, bienaventurados los pobres, habían muchos hombres que querían aparentar humildad en ese lugar. Muchos hombres que querían aparentar sumisión a Dios y dependencia de Él. pero no se consideraban realmente pobres en espíritu. No se veían como mendigos espirituales, sin nada que ofrecerle a Dios. Los hombres por naturaleza no se ven como personas cuya única esperanza es arrojarse a los pies de Cristo, rogar misericordia, porque no tienen nada que ofrecerle. Nada con qué negociar. Los hombres se conciernen, se preocupan por la letra, no el espíritu, en las bienaventuranzas. Cristo dijo, bienaventurados los que lloran. Hay muchos que hacen un gran espectáculo para mostrar su supuesto arrepentimiento, su supuesta penitencia. Muchos, si ustedes van a la iglesia católica, van a ver personas derramando lágrimas externas, Hay muchos que van a confesarse, van a la iglesia como relojito, dan mucho dinero a la iglesia o a causas altruistas, hacen muchas buenas obras, tratan de restituir por sus pecados, pero no están de luto. En sus almas no están de luto por su pecado. No sienten verdadero dolor por haber ofendido a Dios. No lloran por sus pecados y los pecados del mundo que lo rodea. no sienten un grado de pesar diario por la batalla que luchan en contra de su propia carne. Los hombres se conciernen por la letra, no por el espíritu de las bienaventuranzas. Los hombres cambian la verdad de Dios por alguna otra cosa fácil de hacer, por alguna acción mecánica que no tiene nada que ver con la realidad espiritual que Cristo señaló. Tratan de cambiar el significado de lo que Dios dijo. Tratan de inventar alguna excusa, alguna salida. Entonces, ¿con todo esto a qué vamos? A una advertencia antes de entrar aquí de lleno con lo que nos toca el día de hoy. Si alguno de ustedes, en algún punto de este sermón, se encuentran discutiendo con lo que escuchan. ¿A qué me refiero con discutir? Discutimos con el mensaje de Dios cuando estamos ahí escuchando y estamos pensando, no, no, no, no, seguramente no va por ahí. Seguramente no me está hablando a mí. No puede significar eso. Eso no puede ser lo que Dios espera. Algo anda raro aquí, pero lo que mi conciencia me está diciendo, no, eso no puede ser. Lo que Dios realmente quiso decir, yo creo que es esto, es otra cosa. Si ese es tu caso, Si el día de hoy o realmente durante cualquier sermón, cualquier prédica donde se predica la verdad, si estás discutiendo de esa forma, si te niegas a aceptar lo que Dios dice y someterte a él, si tratas de encontrar una salida fácil a sus palabras en vez de ser confrontado por ellas, estás en rebeldía. Necesitas pedirle a Dios que cambie tu corazón, que te ayude a arrepentirte, no vas a llegar a ningún lado luchando contra Dios. A este lugar venimos a ser confrontados cada domingo con realidades eternas, a ser confrontados con lo que Dios dice acerca de nosotros. No tratamos de suavizar las cosas, no tratamos de maquillarlas, no buscamos la forma más agradable de decirlas, no evitamos aquello que incomoda de la palabra de Dios, Espero que pueda decir, por la gracia de Dios, que en este lugar los que les comparten la palabra se esfuerzan por presentárselas tal cual es. Nada más, nada menos. Así como ustedes querrían que su doctor fuera honesto con ustedes, si se encuentra que tienen un cáncer. Ustedes han estado sintiéndose mal por un rato. Y cuando nos sentimos mal, como que no queremos ir al doctor, ¿verdad? No queremos nada. Seguro no es tan grave. No requiere que vaya al doctor. Mañana se me pasa y al día siguiente está peor. Bueno, voy a tomarme. Seguro no dormí bien. Es algo, el clima tal vez. Por eso me siento mal. Lo vamos aplazando y lo vamos aplazando hasta que no tenemos otra más que ir. Pero cuando vamos, queremos que el doctor sea honesto. Si encuentra que tenemos cáncer, queremos que nos lo diga. Deben desear también que su predicador o su pastor sea honesto con ustedes cuando acuden a la iglesia. A veces los que no van a la iglesia es lo mismo que los que están enfermos, ¿no? Se sienten mal, saben que algo anda mal, que tienen que ponerse a cuentas con Dios, pero en vez de ir a la iglesia dicen, bueno, no, encuentran alguna forma de no ir. Es lo mismo. Ustedes deben de venir y desear que los que les predican sean honestos. Si Dios dice que tienes cáncer espiritual, que te lo digan. Ahora, hay algo interesante aquí. Para mí es interesante comparar el oficio de pastor o predicador con el oficio de doctor. Creo que a muchos nos llama o nos llamó la atención la idea de ser médico cirujano. Es una de esas carreras como ser piloto. Todos los chavos quieren ser piloto, ¿no? O quieren ser alguna superestrella. Eso de ser doctor, al parecer, es algo muy atractivo. A todo mundo nos llama la atención en algún momento. Yo supe desde joven que nunca podría ser cirujano porque no tengo buen pulso. Entonces ya de entrada hay graves problemas, ¿no? Si no tienes buen pulso y ahí estás pues no, no puede ser doctor. Y aparte, no tengo buen aguante para ver el tipo de cosas que tienen que ver los cirujanos. Yo me acuerdo que de chiquito, si alguien chocaba, yo ya me sentía terrible, hasta quería vomitar por el puro impacto de que alguien había salido lastimado en el choque. Yo sabía de joven que no, de plano, incluso no podía ni leer libros donde había descripciones gráficas de cacerías o cosas así, me causaba muchos problemas. Pero bueno, para ser un médico cirujano en México, los estándares son en general altos, son razonablemente altos, especialmente en comparación con hace unos cientos de años. Se requieren muchos años de preparación, se requiere pasar por muchas etapas, tener un alto nivel de compromiso para llegar a desempeñar la profesión de médico cirujano. Todos sabemos que la profesión tiene áreas de oportunidad, obviamente. Muchos hemos tenido malas experiencias con el doctor o con doctores. Sí, hay malos doctores. Sí, existen doctores negligentes, por supuesto que sí. Hasta los mejores médicos se equivocan. Han habido casos donde dejan unas pinzas adentro, cosas horribles, ¿no? Hasta los mejores médicos son humanos, se equivocan, pierden pacientes por errores que cometieron. Pero lo que quiero recalcar es que en México se toma mucho más en serio la profesión de médico que la profesión de pastor, por mucho. Por mucho. Si estás enfermo, tú exiges tener un buen doctor. Si tú crees que tu doctor es malo, lo evitas y corres la voz. Oye, nunca vayas a ir con fulanito porque me pasó esto y esto, te recomiendo. O alguien te pregunta, oye, ¿y el doctor, conoces al doctor? Ah, no, no, no, no, déjame te cuento qué pasó con él. Lo evitas y corres la voz. Exigimos un estándar alto de la medicina. Todo enfermo quiere ir con el mejor doctor que pueda. Más si se trata de una cirugía, ¿no? Pero el punto es este, la comparación entre doctores y pastores. Si se aplicaran los estándares que se tienen la mayoría de las iglesias en México para predicar, si se aplicaran esos estándares a la profesión médica, ir al doctor sería prácticamente una sentencia de muerte. Sería una sentencia de muerte. Tendrías más probabilidad de morir yendo al doctor que automedicándote. ante una enfermedad grave. Nadie siquiera se atrevería a ir a atenderse con un doctor. Imagínense si los doctores fueran como los pastores en México. La salvación de un alma que va camino a la eternidad es la cosa más seria que existe. Es la cosa más seria que existe. El tema más serio que puedes considerar tú. La salvación de tu alma. ¿Es más importante que curarte del cáncer? Si tú el día de hoy tuvieras cáncer físico y también cáncer espiritual, te garantizo que es más importante encontrar la cura de tu cáncer espiritual que la de tu cáncer físico. Te lo garantizo. Es más importante tu salud espiritual que curarte de un cáncer, conseguir un trasplante, La Biblia dice, ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿De qué le servirá? Son las palabras de Dios. A pesar de esta realidad, la mayoría de los pastores y predicadores en este país tratan el tema de las almas como si fuera un juego, como si fuera un reality. No les preocupa en lo más mínimo conocer ni comunicar el verdadero evangelio. Se contentan con presionar para que te bautices, presionar para que repitas una oración, llevarte a cumplir algún ritual, y con eso se atreven a decir que tu futuro eterno está seguro. Y eso es equivalente a que un pastor te diga que si vas y te tomas un baño, te vas a curar del cáncer físico que tienes. Que un pastor te diga, bautízate y serás salvo, es como si un doctor te dijera, ve bautízate y se te va a curar el cáncer que te diagnostiqué, que vimos aquí en las radiografías o en la resonancia. Es exactamente lo mismo. Eso es lo que se atreven a decirte la mayoría. Eso es lo que encontramos en el 70 o el 80 o el 90% de las iglesias en este país. Contrasta drásticamente con el cuidado que mostró Cristo respecto a las almas y el mensaje de salvación. Cristo no sólo anunció el Evangelio, no sólo anunció la cura para el cáncer espiritual, También fue muy cuidadoso en retratar quiénes son y cómo son los verdaderos creyentes, los que han alcanzado una cura para su cáncer espiritual. Cómo son los que ya han creído y confiado y entregado sus vidas al Mesías. Lo hizo para que cada uno de nosotros pueda saber si realmente somos creyentes. De eso se tratan las bienaventuranzas. Muchas personas llegan a ser miembros de una iglesia. Muchas personas llegan a pensar que han creído, que han confiado en Cristo. Pero la Biblia dice que no podemos, no debemos contentarnos con eso. Sino que debemos procurar con diligencia, hacer firme nuestro llamamiento y elección. Porque haciendo eso no tropezaremos jamás. Según la de Pedro 1.10. Eso es lo que debemos hacer al considerar y analizar las bienaventuranzas. Ver si el retrato que nos es dado del hombre bendecido, el hombre feliz, realmente corresponde a nosotros y nos describe a nosotros. Lo que tenemos en las bienaventuranzas es un retrato. Cuando Cristo dice bienaventurado, está diciendo que la única persona feliz, realmente feliz, es el creyente. es la persona que conoce a Cristo como su Señor y Salvador. No hay más, no hay otro camino hacia la felicidad. Si tú mueres y terminas en el infierno, en ningún sentido podría ser descrito tú como bienaventurado, pero el creyente Ese sí, es bienaventurado. Y Cristo nos pinta aquí su retrato. Así que regresando a nuestro texto, ahora sí, después de esta introducción, en Mateo 5.5 Cristo nos dice, bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad. Tenemos aquí una de las características de todo creyente. que son mansos. Existe mansedumbre en ellos. Ahora, claro que hay grados de mansedumbre. No todos son tan mansos como otros. Hay grados de mansedumbre. Hay creyentes más mansos que otros. También es cierto que cualquier creyente puede caer en el pecado de tener un espíritu falto de mansedumbre por un tiempo. Pero debido a que el mismo Espíritu Santo mora en todos los creyentes y todo creyente conoce la misma salvación y la misma obra santificadora en Él, debido a eso habrá en todo creyente un grado de mansedumbre y una lucha, un esfuerzo por conformarse cada vez más al retrato que pintan estas bienaventuranzas. una lucha por ser más y más mansos. Así que de nuevo, bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Ahora, aquí viene la gran pregunta. Aquí es donde, si ya se durmieron, ahora hay que poner mucha atención. ¿Qué es la mansedumbre? Es la gran pregunta que nos va a ocupar el día de hoy. Requiere verse desde muchas perspectivas. Podemos comenzar diciendo algunas de las cosas que no es. Mansedumbre no es rebeldía hacia Dios, no es envidia, no es descontento con lo que tenemos, no es resentimiento para con otros, no es ambición egoísta. La mansedumbre es lo opuesto a estas cosas y espero con la ayuda de Dios que más adelante va a ir quedando claro por qué comienzo aquí con lo que no es la mansedumbre. Un error, el primer error, el error más común que debemos evitar es pensar que la mansedumbre es parte de la personalidad. Vean, este es el primer error, pensar que la mansedumbre es parte de la personalidad. Existen muchos tipos de personalidad. Vemos en los niños cómo sale a relucir su personalidad, aún desde pequeños. Los que hemos visto, algunos de los pequeños aquí en nuestra congregación, Hemos visto a Cecia, hemos visto a Ema. Yo veo a Cecia y veo muchos de sus papás y no lo digo de mala manera, no se me vayan a ofender, pero veo luego luego como hay partes de su personalidad que heredó de sus papás. Ya empezamos a ver facetas de su personalidad. Hay personas naturalmente más tranquilas, más tímidas. Hay otros que son naturalmente más atrevidos, más expresivos. Pero la mansedumbre, vean, la mansedumbre no es algo que viene de tu personalidad. La palabra de Dios dice en Gálatas 5.23 que la mansedumbre es uno de los frutos del espíritu. Así que ser manso no se trata simplemente de tener una personalidad tranquila. Un fruto del Espíritu es una capacidad que Dios produce en ti, que Dios te da al salvarte. Que la mansedumbre sea fruto del Espíritu quiere decir que la capacidad de ser manso es el resultado de la obra que realiza el Espíritu Santo en un creyente. Dios es el único que puede producir una capacidad de mansedumbre en una persona. Ser manso no tiene que ver con tu personalidad. No hermano, lo que pasa es que yo soy como naturalmente muy atrevido, muy expresivo, no me gusta quedarme callado, esa es mi personalidad. Entonces yo no puedo ser manso. No, tu personalidad no tiene nada que ver con la mansedumbre. Es algo que Dios produce en ti. Es una capacidad que Él te da al momento de regenerarte. Entonces llegamos al primer punto. Si no eres salvo, no puedes ser manso. No existe en ti la capacidad de mansedumbre, si no eres algo. Y va a ser más claro conforme avancemos. ¿Por qué digo esto? En el mundo hay muchas definiciones de mansedumbre. Para muchos mansedumbre es simplemente sinónimo de amabilidad. Simple amabilidad. Dicen que alguien manso es alguien amable, alguien agradable, Pero eso de nuevo es algo natural, es algo que viene de la personalidad. Hasta en los perros encontramos que algunos son más agradables que otros. Algunos tenemos perros muy agradables, otros no tanto. Otros asocian la mansedumbre con debilidad o cobardía. Dicen, alguien manso es alguien débil, es alguien cobarde. Creen que alguien manso es quien trata de evitar cualquier conflicto o confrontación. Alguien manso es quien evita el conflicto a toda costa. Dicen que eso es la mansedumbre. Algunos creen que ser manso es ser alguien que nunca dé motivos a otros para atacarlo o para hablar mal de él. Creen que el manso nunca confronta a nadie, que está dispuesto a guardarse sus convicciones, a hacerse de la vista gorda con tal de llevarse bien con todos. Pero leemos más adelante en Mateo, vamos a leer Mateo 5.10. Bienaventurados los que son perseguidos. ¿Por qué? Por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando os vituperan y os persiguen y dicen toda clase de mal contra vosotros. ¿Por qué? Por mi causa. Me entiendo. Si somos bienaventurados, el mundo nos va a perseguir. No les vamos a caer bien, no les vamos a agradar en muchos sentidos. Nos van a atacar, van a hablar mal de nosotros. ¿Por qué? Porque somos creyentes, porque hablamos con la verdad, porque tenemos convicciones. Así que la verdadera mansedumbre está muy lejos de las definiciones dadas por el mundo. Para comenzar a ver lo que significa realmente la mansedumbre, tenemos que ver el contexto en el que se nos presenta aquí en Mateo 5. En cada estudio hemos dicho que el orden de las bienaventuranzas es importante. Las bienaventuranzas no vienen en un orden aleatorio. Cristo nos dijo, bueno, ¿cuál diré primero? Pobres en espíritu, no es algo aleatorio, son una secuencia lógica, una progresión. La mansedumbre fluye de lo que la antecede. Bienaventurados los pobres en espíritu. Lo primero que hace Dios en una persona que llega a ser mansa es convencerla de su pobreza espiritual, convencerla de que no es nada y no tiene nada. está en bancarrota espiritual. No tiene nada que lo recomiende ante un Dios Santo, nada que pueda ofrecer a cambio de su alma, y eso lo conduce a bienaventurados los que lloran. Llora y se pone de luto ante la realidad de su maldad, ante su incapacidad de servir y agradar a Dios. Se pone de luto por toda una vida de ofender a Dios. Llora porque reconoce que no merece nada más que ir al infierno. Estas son características que existen, en cierto grado, en un creyente. Reconocen su pobreza espiritual y se ponen de luto a causa de su pobreza. Si esto no existe en tu vida, si no sabes de qué estamos hablando, no conoces a Dios. No eres creyente. Yo me temo que hay personas que ya ni siquiera se molestan por venir a este lugar o que vienen muy de vez en cuando Porque alguien les dijo que son creyentes. Yo conozco personas así. ¿Creen que son creyentes? Porque alguien les dijo, porque ya vinieron suficiente y ya son creyentes. Confían en lo que alguien más les dijo o en sus muchas visitas. Hermano, mis papás me aseguraron que yo ya soy salvo. Hermano, un pastor me dijo que yo soy creyente. ¿Dónde en la palabra de Dios dice que si otra persona te dice que eres salvo, eres salvo? ¿Dónde? Lo único que puede hacer otro ser humano es compartirte el Evangelio. Lo único. Decirte cuál es el camino de la salvación. Pero nunca puede asegurarte que tú ya has creído. Que tú ya te has entregado a Cristo. Lo único que puede hacer es compartirte, decirte el camino es este. lo único que pueda ser. Entonces, retomando, un creyente conoce su pobreza espiritual, llora y se pone de luto a causa de su pobreza, a causa de su maldad, y estas dos cosas producen mansedumbre. Llevan a bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad. Y con esto llegamos a la definición más importante el día de hoy. Si de algo se acuerdan, Si yo les pidiera, a ver hermanos, vamos a pasar y vamos cada uno a dar una definición de la mansedumbre. Uno pasaría, diría alguna cosa, si llegara a decir algo va, pues humildad, humildad, no ofender a otros, ser buena onda, y luego pasaría el segundo y copiaría lo que dijo el primero y así nos iríamos. Entonces, vamos a dar una definición, espero por la gracia de Dios que se acuerden muy bien de esta definición, A mí me costó algo de trabajo llegar a esto, pero con la gracia de Dios, vamos a ver cuál es la definición. La mansedumbre es o describe la actitud que tenemos hacia Dios y hacia los hombres a la luz de nuestros propios pecados. La mansedumbre es o describe la actitud que tenemos hacia los hombres a la luz de nuestros propios pecados. ¿Cuál es la actitud del hombre hacia Dios a la luz de su propio pecado? ¿Cuál es la actitud de un hombre hacia Dios cuando ha visto su pobreza espiritual y ha llorado por su pecado? Un pasaje que lo expresa muy bien está en Primera de Samuel Primera de Samuel 3.18 Aquí encontramos la respuesta de Elí Ahora, Elí No estamos diciendo que fue un creyente modelo, definitivamente no lo fue. Fue un creyente que cometió muchos errores graves. Pero lo que tenemos aquí es Elí al recibir la noticia de que Dios lo va a juzgar a él y a toda su casa por su propio pecado y por el pecado de sus hijos. Elí recibe la noticia del juicio que vendrá y lo único que contesta es esto. Él es Jehová. que haga lo que le parezca bien. Él es Jehová que haga lo que le parezca bien. El hombre natural escucha acerca del juicio de Dios, se revela ante esa promesa de juicio. Un hombre sin mansedumbre reta a Dios, rechaza sus juicios, niega su soberanía, niega que tiene derecho de hacer lo que quiere con lo suyo. Pero un hombre manso se somete a Dios, reconoce su pobreza espiritual, sabe que Dios podría condenarlo a lo más profundo del infierno, podría guardarle un lugar junto a Sodoma y Gomorra y ser perfectamente justo. El hombre manso, lejos de retar a Dios, dice, Él es Jehová, que haga conmigo lo que le parezca bien. Esta es la mansedumbre. Es la respuesta, la actitud que tenemos para con Dios a la luz de nuestro propio pecado. El hombre natural dice, ¿por qué me has hecho así? Cuando Dios dice que lo va a juzgar. El hombre natural culpa a Dios por su pecado. El hombre sin Cristo responde como el hombre de la parábola de los talentos en Mateo 25, versículo 24. ¿Recuerdan la parábola de los talentos? Llega el señor a hacer cuentas con todos sus siervos y ve que algunos han hecho bien y ve que otros han hecho mal. El hombre sin Dios responde como el hombre de la parábola de los talentos en 24, dice, yo te conozco que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Y como tuve miedo, Fui y escondí tu talento en la tierra, es decir, desperdició su vida, no hizo lo que Dios le dijo que hiciera, no buscó a Cristo, tiró su vida a la basura. Y le responde así al Señor. Fui, escondí tu talento, aquí tienes lo que es tuyo. Y cree que hasta ahí van a quedar las cosas. Pero Dios dice que no. Esa es la respuesta del hombre sin Dios. Esa es la rebeldía del hombre que no conoce la mansedumbre. Por el hombre manso dice, merezco el castigo eterno, mi única esperanza es la misericordia. El hombre manso dice, padre, he pecado contra el cielo y ante ti, ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Dios se propicio a mí que soy pecador. El hombre manso no discute con Dios. El hombre manso no trata de excusarse, no trata de justificar su pecado. Escucha la sentencia divina en contra de su pecado y dice, es justo. Es lo que merezco. Mi única esperanza es misericordia. Eso. es mansedumbre. Estar de acuerdo con lo que Dios dice sobre ti y rogar misericordia. Eso es mansedumbre. En segundo lugar, la mansedumbre describe la actitud que tenemos hacia los hombres a la luz de nuestros propios pecados. ¿Cómo cambia nuestra actitud hacia los hombres una vez que nos reconocemos pobres en espíritu y nos ponemos de luto por nuestro pecado? Esta es una prueba aún más profunda de la mansedumbre para un creyente. Es una cosa reconocerte un mendigo espiritual cuando es Dios el que te señala, cuando es el rey del universo, el ser supremo que dice, eres pobre, no tienes nada, eres un mendigo. Es una cosa reconocer eso. Es otra reconocerte pecador cuando son otros hombres los que te acusan de serlo. Nos es más difícil. admitir que somos mendigos espirituales ante el prójimo. Si llega el hermano Mark con alguno de ustedes y me van a saludar y eres un pecador, pues no nos quedaría muy bien, sería un poco molesto, es difícil. El hombre sin Dios se defiende inmediatamente ante cualquier acusación, niega su culpa, excusa sus acciones en cualquier confrontación con el prójimo. Pero el creyente que comienza a aprender mansedumbre entiende una cosa. Entiende que en realidad soy peor de lo que otros me acusan de ser. La realidad es peor. Marquez es un mentiroso. Eso y más. La realidad es peor. Reconocemos que si no fuera por la gracia de Dios, nuestro lugar sería el infierno. El hombre creyente que comienza a prender mansedumbre sabe que ninguna acusación en su contra abarca la profundidad de su maldad ni la medida de sus pecados. Sabe que quienes lo acusan se quedan cortos de la realidad. El creyente, conforme crece en mansedumbre, en vez de ofenderse y decir, ¿cómo te atreves a decirme eso?, puede decir con la ayuda de Dios, sea cual sea tu acusación contra mí, la realidad es peor. Eso es mansedumbre. Ahora, hay grados de mansedumbre. Esto no es fácil, ni es como prender un switch. Dios nos da la capacidad. de crecer en mansedumbre, pero precisamente tenemos que crecer. Tenemos la capacidad de reconocer lo que acabamos de decir, pero tenemos que buscar crecer en ella, ejercerla. El hombre sin Dios, por más humilde que trate de hacerse, por más tranquilo, por más que trate de controlar su enojo, no ve su pecado, no ve su pobreza. Por eso tiene una elevada opinión de sí mismo y se va en la gloria. cree que él es mejor que otros, reacciona con fuerza y hasta con violencia cuando otros señalan su pecado. Pero el creyente ve su pecado, ve su pobreza, y eso lo lleva a Filipenses 2.3. No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores. a vosotros mismos. El creyente ve su pobreza espiritual, ve lo pobre que es, ve que es un mendigo y cuando ve a su hermano empieza a pensar, seguramente mi hermano es mejor que yo. Soy tan pobre, tan malvado, mi hermano tiene que ser mejor que yo. Es la actitud, el pensamiento que comienza a generar en el creyente la verdadera mansedumbre. Así que la mansedumbre es la actitud que tenemos hacia Dios y hacia los hombres a la luz de nuestros propios pecados. Tal vez la mejor forma de entender la mansedumbre es ver ejemplos bíblicos de personas que mostraron mansedumbre. Vamos a Mateo 11. Tenemos en primer lugar el más grande ejemplo, nuestro Señor Jesucristo. El ejemplo más importante. Cristo dijo en Mateo 11.28, Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y os haré descansar, llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Muchos hombres no son personas accesibles, porque no son mansos. Son personas a quien es difícil acercarse por su falta de mansedumbre. Cristo dijo, venid a mí, soy manso. Cristo era accesible, era pronto a recibir a los que lo buscaban, a los que querían algo de Él. Nosotros somos, ¿no? ¿Alguien más contesta? ¿Quién es? Es fulanito que si le pre... Ah, no, no estoy. No, estoy ocupado. Cristo era pronto a recibir a los que lo buscaban y a los que querían algo de Él. Los fariseos se quejaban de Él en Lucas, Lucas 15, 2. Los fariseos y los escribas murmuraban diciendo, éste recibe a los pecadores y come con ellos. Muchos son como estos fariseos. tardos en recibir a otros, o reciben solamente a algunos, a los que creen que están a la altura de ser recibidos. A los demás los mantienen a distancia, suben una muralla. ¿Por qué? Porque no son mansos. Cristo recibía a pecadores y comía con ellos. Las personas que no son accesibles dicen, este no merece mi atención. No ve su pobreza, No se ve como realmente es. Se ve aquí y ve al otro acá. Entonces este no merece mi atención. ¿Por qué? Porque no hay mansedumbre. No conoce su propia pobreza. Otra muestra de mansedumbre es la manera en la que reaccionamos ante las ofensas de otros. Cristo es el más grande ejemplo de la mansedumbre ante las ofensas. Nadie jamás se acercó a Cristo en esto. Vamos a primera de Pedro, por favor. Primero de Pedro, 2.20. Pues, ¿qué gloria es? Si pecando, sois abofeteados y lo soportáis. Es decir, hiciste algo malo y te abofetean y lo soportas. Eso qué gloria, qué gloria hay en eso. Mas si haciendo lo bueno sufrís y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas. El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca, quien cuando lo maldecían, no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba su causa al que juzga justamente. El Señor no amenazaba, no maldecía a los que lo maldecían, sino que encomendaba su causa al que juzga justamente. ¿Nosotros cómo reaccionamos? Con venganza cuando nos atacan, cuando nos golpean, cuando nos ofenden, o si no le llamamos venganza, decimos, hay que poner un alto. Si yo me sigo dejando, pues esto va a seguir. Hay que poner un alto. No me estoy vengando, solo estoy poniendo un alto. Así le llamamos nosotros. Pero la mansedumbre reconoce que si otros te agreden, si sufres en las manos de otros, Dios sigue en control. No se ha olvidado de ti. No se quedó dormido en el tablero. Ay, están atacando a Mark. Este, a ver. No. No se quedó dormido. Dios está permitiendo lo que te sobreviene. Debes encomendarte a él. Cristo dice que nos dio el ejemplo. Para continuar, un gran ejemplo de mansedumbre, uno de los ejemplos clásicos, es Moisés. Moisés poseyó gran mansedumbre. Y algo interesante es que Dios incluso quitaba a los que trataban de obstaculizar a Moisés. Moisés era un hombre muy manso y Moisés no tenía que preocuparse por estar quitando y poniéndole un alto a los que lo atacaban. Dios se encargaba de eso. Él no lo tenía que hacer. Dios literalmente quitaba a los que se le oponían porque estaba sirviendo ¿a quién? A Dios. Hay una parte del libro de números donde Dios abrió la tierra para tragar a un grupo de personas que decidieron oponerse a Moisés. Pero lo interesante es que eso no infló a Moisés. Imagínense que ustedes fueran en el coche, en el tránsito y pasa un cuate y le cierra y les toca feo y los ve feo y de repente se abriera la tierra y tragara a ese cuate. Y supieras que Dios lo hizo porque para quitarlo de tu camino tú ya te sentirías así como que ojalá nadie se vaya a meter en mi camino porque Dios no lo... pues vean o sea pero Moisés no no reaccionó así no se infló no se llenó de orgullo no se volvió déspota no se sintió invencible Moisés era manso la mansedumbre te permite recordar quién eres realmente Un pecador en las manos de Dios. Lo que pasó con los hombres que se opusieron a Moisés, pues es el peligro sin duda al que te enfrentas si te opones a un hombre que realmente está haciendo la voluntad de Dios. Si te opones a un hombre a quien Dios va a usar en su reino, Dios te puede aplastar. Pero eso nunca cambió la actitud ni la disposición de Moisés para con los demás. La próxima vez que se quejaron los hijos de Israel, Moisés nos dijo, ¿se acuerdan lo que pasó la última vez? Yo no sé si Dios abre la tierra y los traga. Moisés, Moisés, ¿se acuerdan cómo rogaba Moisés por el pueblo? Cuando el pueblo se descarreaba, Moisés rogaba que Dios los perdonara y decía, Dios, si no los perdonas, quita mi nombre de Tulín. Moisés no se infló. Moisés era manso. La mansedumbre de Moisés es un gran ejemplo a seguir para nosotros. Pasó, ¿se acuerdan?, los 40 años en el desierto, desterrado por lo que había hecho. Vemos en la palabra que tenía problemas de matrimonio. Su esposa no lo ayudaba, era un obstáculo para él. A cada rato le estaba ocasionando problemas. Cada otro día tenía problemas y quejas de parte de los israelitas. Moisés, no teníamos comida. Mejor sería que estuviéramos con los egiptos. Moisés, ¿por qué nos trajiste aquí? Ya nos hartamos del maná. Moisés, no hay agua. Moisés, ¿por qué solo tenemos que obedecerte a ti? Nunca se acababa. Nunca. Pero vean lo que Dios dice de Moisés. ¿Cómo lo describe Dios? No otros hombres. Dios, ¿cómo describió a Moisés? Vamos a números capítulo 12. Aquí, en este pasaje, hasta el hermano y la hermana de Moisés lo están atacando. Están inconformes. Números 12, versículos 1 y 3. María y Arón hablaron contra Moisés. No les caía bien su esposa. Que también dicen en otras partes que su esposa sí era un problema importante para Moisés, pero hablaron en contra de Moisés porque él había tomado por mujer a una cosita. Ellos dijeron, ¿acaso sólo por medio de Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por medio de nosotros? Y lo oyó Jehová. Pero vean, Lo oyó Jehová significa que Dios se encargó de ese asunto. Y vean cómo describe Dios a Moisés. Moisés era un hombre muy manso. Más manso que todos los hombres que había sobre la faz de la tierra. El pueblo, su familia, todo mundo atacaba a Moisés, todo mundo estaba inconforme. A nadie le parecía lo que él estaba haciendo en el servicio de Dios. Pero no lo vemos amenazando, no lo vemos tomando venganza. Cuando alguien ataca a Moisés, ¿qué hace Moisés? ¿Va a saber? No. Va y habla con Dios. Me están inconformes, me están atacando. Señor, ¿qué hago? Moisés se lo cuenta a Dios. Encomienda su causa al que juzga justamente. Si Moisés responde, responde con la palabra de Dios, acudiendo a Dios. Eso es mansedumbre. Nuestro siguiente ejemplo es Abraham. Abraham fue otro hombre manso. Uno de los grandes ejemplos de la mansedumbre. Y en la vida de Abraham encontramos una ocasión especial, específica, cuando se separa de Lot, su sobrino, ¿se acuerdan? Ambos tenían mucho ganado, muchos animales, era un problema vivir cercanos porque los pastores se peleaban y, no, es que ese lago era para nosotros y ese pasto, y empiezan a tener problemas. Así que Abraham se acerca a Lot, Y le dice a Lot, ya no podemos estar cerca, tenemos que separarnos. Está bien, Abraham, ¿para dónde nos separamos? Y Abraham le dice, Lot, tú escoge. Abraham no escoge las mejores tierras. No se impone, aunque era el hombre mayor. O sea, en todos los sentidos, Abraham habría tenido el derecho de decir, bueno, yo me voy para acá y tú te vas para allá. Pero Abraham dice, no. Lot, tú escoge. ¿Qué hizo Lot? Escogió las mejores tierras, las más atractivas. Abraham permitió en mansedumbre que el hombre más joven escogiera lo mejor para sí. Eso es mansedumbre. Ese tipo de decisiones se nos enfrentan todos los días. Tal vez no sean de esa magnitud, con miles de cabezas de ganado y todo, pero No quiero dar ejemplos triviales, porque no es un juego, pero... ¿Dónde te vas a estacionar tú? Hay un cajón cerca y uno lejos. Bueno, pues yo agarro el que está lejos, está bien. ¿Qué vamos a cenar? Bueno, no quiero trivializar esto, pero este tipo de cosas se nos aparecen todos los días. ¿Nos imponemos y escogemos lo mejor para nosotros o damos lugar a los demás? También vemos mansedumbre en la vida de David. Lo vemos cuando perdona la vida de Saúl, ¿se acuerdan? Su peor enemigo. Dios se lo entrega, pero David no está dispuesto a quitarle la vida a quien él llama el ungido del Señor. No está dispuesto a tomar la oportunidad de vengarse, de quitarlo. Es un usurpador porque Dios ya le había quitado el reino. No lo hace. Está dispuesto a esperar el tiempo y el plan de Dios. No trata de acelerar las cosas. Deja todo en manos de Dios. Lo vemos después como Rey. ¿Se acuerdan que hay una ocasión en que David con toda su familia, con todo su servicio tiene que huir de Jerusalén porque su propio hijo Absalón está armando una rebelión y lo quiere matar y quiere quedarse con el reino. Entonces ahí va David huyendo y aparece un cuate ahí a lo lejos, Simeí, familiar de Saúl y empieza a maldecir a David. Si quieren leerlo está en Segunda de Samuel, capítulo 16, versículo 9. Si Meí empieza a maldecir, dice así en Samuel. Bueno, ahí está el cuate a lo lejos, no vamos a leerlo todo, pero... ¡Qué bueno que te va, ya te tocaba! De ese estilo, ¿no? ¡Por fin! Entonces Abizaí, hijo de Sarvia, preguntó al rey. ¿Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? Por favor, déjame pasar y le cortaré la cabeza. Sería tentador, ¿no? Si alguien te está maldiciendo y tienes ahí un guarura. Señor, ¿qué hago? ¿Voy y lo aplaco? Sería tentador. Pero el rey respondió, que maldiga. Porque si Jehová le ha dicho maldice a David, ¿quién le dirá por qué haces esto? Esto requiere gran mansedumbre. Gran mansedumbre en el tráfico todos los días. Gran mansedumbre en la fila del seguro cuando te dicen que desapareció tu expediente. Cuando te dicen que quién sabe qué pasó con la medicina. Cuando te dicen en el trabajo que no hay aumentos. Gran mansedumbre en David. Se rehusó a tomar venganza. Sabía que Dios estaba permitiendo lo que hacía este hombre. Dios nos dio grandes ejemplos de la mansedumbre en su palabra. Pablo es otro de los ejemplos. Pero ahora vamos a pasar aquí encaminándonos a concluir. Vamos a ver algunas de las bendiciones de la mansedumbre. Hermano, esto de la mansedumbre no se ve muy atractivo. Tengo que permitir que me pisoteen, no responder, no tomar venganza, considerarme como pobre, estimar a otros como mejor que yo. No me está pareciendo muy atractiva la mansedumbre. Vamos a ver algunas de las bendiciones de la mansedumbre. Algunas de las bendiciones que tendremos si somos mansos. En primer lugar, la mansedumbre te librará de caer en otros pecados. Más adelante en el Sermón del Monte encontramos estas palabras de Cristo en Mateo 7. Estamos en 5, más adelante en 7. Mateo 7.1. No juzguéis para que no seáis juzgados, porque con el juicio que juzgáis seréis juzgados y con la medida con que medís se os medirá. El año pasado tuvimos todo un sermón sobre este pasaje, espero que se acuerden de él, qué significa este pasaje. Un espíritu hipercrítico es un gran pecado. Ir de hermano en hermano buscando la paja en el ojo ajeno, ir de hermano en hermano corrigiendo a todos. Ay, están mal, déjame te ayudo, déjame saco la paja de tu ojo. Juzgando cada cosita que no nos parece. Pues la mansedumbre nos guarda de este pecado. La persona mansa, en la medida que crece su mansedumbre, desaparece el espíritu hipercrítico. No anda con que, a ver, déjame revisar tu vida a ver qué encuentro. Deja que mi conciencia sea tu guía. Estas cosas no son compatibles con la mansedumbre. La mansedumbre nos recuerda quiénes somos realmente. Cuáles son nuestros pecados. Y eso apaga un espíritu hipercrítico. La segunda bendición que trae la mansedumbre es verdadera fortaleza. Hermano, siento que si soy manso pues voy a ser como muy débil, como que todo el mundo me va a pisotear. No, la mansedumbre es verdadera fortaleza. La persona mansa tiene fortaleza. Cada vez son más populares las artes marciales. Y hay hasta un canal, si tienes tele de paga, hay un canal de UFC que solo son peleas todo el tiempo. Está la campaña de te falta ver más voz. Cada vez está más y más y más popular todo esto. Uno siempre ve en los jóvenes, y hoy día están las jovencitas, este deseo de aprender a pelear. Para defenderme, para golpear al que me trate de agredir. Todos quieren desarrollar la habilidad de derrotar a otros en una pelea o en una confrontación física. Yo me acuerdo bien cuando tenía 13, 14 años, siempre estabas en competencia con tus amigos para ver quién era el más fuerte, quién sabía pelear, quién tenía la reputación de mejor no te metas con él, fulanito tiene cinta negra, fulanito le puso una golpiza a perenganito, era una reputación que buscabas construir. Esa es la naturaleza del hombre. El mundo cree que la mansedumbre es una muestra de debilidad. He visto ocasiones, tengo un ejemplo muy grabado en la memoria, esto tiene años, no me acuerdo dónde lo vi, pero un pate para provocar a otro a pelearse con alguien, se la pasaba diciendo, ya te volviste mansito. Estás muy mansito, peleate con él, marcale un alto, tienes que enfrentarlo, ya estás muy manso. Siempre hay este deseo de dominar y vencer a otros, y la mansedumbre es objeto de burla para el mundo. En cada época hay grandes luchadores, armas letales, ¿no? Los Muhammad Ali's, los Bruce Lee's, los Mike Tyson's, Pero algo que notamos es que muchas veces estas armas letales mueren jóvenes. O pierden la salud y quedan reducidos al nivel de un niño indefenso. Yo creo que todos ustedes saben ejemplos de esto. No es necesario entrar a detalle. Yo me acuerdo que de joven mis amigos y yo veíamos los videos de Bruce Lee. Todos quedábamos asombrados. Ah, yo quiero ser como ese cuate. Es invencible. Pero murió a los 32. Les digo esto, la mansedumbre te salvará de muchos más problemas que una cinta negra, te lo aseguro. Si quieres lograr algo grande, jóvenes quieren lograr algo grande, desarrollar verdadera fortaleza, aprende mejor a controlarte. Aprende el autocontrol. Hoy día hay tremendo énfasis en la necesidad del ejercicio físico, la necesidad de dominar tu cuerpo, de entrenarlo, y eso en sí no es malo. Hasta cierto punto es verdad, es importante, pero hay algo mucho más grande que entrenar tu cuerpo físico y tener fuerza física. Es más grande tener control de tu propio espíritu. Esto es verdadera fortaleza. Veamos lo que dice la palabra de Dios al respecto. Proverbios 16.32 Y enseguida vamos a leer en Proverbios 25. Es mejor, Proverbios 16.32, es mejor el que tarde en airarse que el fuerte, y el que domina su espíritu que el que conquista una ciudad. Ahora, poniendo a un lado el poder físico, hay personas con gran poder político, pero carecen de autocontrol. Hay personas con gran poder militar, pero no tienen dominio de su propio espíritu. Es mejor el que tarda en airarse que el fuerte. Proverbios 25, 28. Como una ciudad cuya muralla ha sido derribada, es el hombre cuyo espíritu no tiene freno. Cuando vemos los deportes, incluso luego el básquetbol o... están poniéndole muchas faltas a un jugador y de repente llega y ¡pum! y le pone otra falta. ¡Qué bueno, le puso un alto! Eso es falta de mansedumbre. Dios no está aplaudiendo eso. ¿Cuál es la relación de todo esto con la mansedumpi? La relación es ésta. Aquel que no puede frenar su propio espíritu es imposible que sea manso. Hemos estado viendo los estudios sobre el enojo. No puedes frenar tu propio espíritu, no eres manso. No existe la mansedumpi. No conoces tu pobreza espiritual si no puedes frenar tu espíritu. Y lejos de llorar por tu pobreza, caes ante cualquier provocación. La mansedumbre te permitirá tener dominio propio. La tercera bendición que trae la mansedumbre, y este es casi el último punto. La tercera bendición que trae la mansedumbre es que te permitirá ser usado en el reino de Dios para ganar a otras almas. ¿Quieres ganar almas para Cristo? Requieres mansedumbre. Nuestra mansedumbre es un instrumento que Dios usa para ayudarnos a ganar a otros. Veamos en 2 Timoteo capítulo 2. Segunda de Timoteo. Hay que poner el último esfuerzo. Segunda de Timoteo 2, 24. El siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar y sufrido, corrigiendo con mansedumbre a los que se oponen, por si quizás Dios les conceda que se arrepientan para comprender la verdad. Vean esto. Para traer almas a Cristo se requiere mansedumbre. Las personas que nos rodean, que no conocen a Cristo, que no conocen la verdad, no se oponen a nosotros. Vean esto. No se oponen a nosotros, se oponen a sí mismos. Eso dice el versículo 25. Ellos son los que van camino al infierno. Se están oponiendo a sí mismos al rechazarnos a nosotros y el mensaje de Dios. Realmente rechazan a Dios. Pero ¿cuántas veces hemos caído en el error de pensar que los que se oponen a sí mismos se oponen a nosotros y nos enojamos? Nos exaltamos cuando supuestamente estamos trayéndolos a Cristo. más en familia, más con personas cercanas. Dios dice que debemos corregir con mansedumbre a los que se oponen, por si quizás Dios les conceda que se arrepientan para comprender la verdad. ¿Cómo creemos que nuestros conocidos han de traernos sus dudas y sus preguntas espirituales si cuando lo hacen nos enojamos? Corregir con mansedumbre a los que se oponen. Cuando alguien te ataca o te provoca al compartirles el evangelio, si eres amable, si eres sufrido, si te esfuerzas por enseñar con mansedumbre, sin caer en la provocación, si reaccionas así, Dios dice que es posible que esa persona conozca a Cristo. Es posible que Dios les conceda el arrepentimiento para comprender la verdad. Si tenemos mansedumbre. se requiere mansedumbre para ser usado de Dios. Muchas veces cuando Dios está tratando con alguien, malinterpretamos sus preguntas como provocaciones, nos enojamos con ellos cuando Dios está tratando con esa persona. Lo que realmente está pasando es que Dios está obrando, sus conciencias están turbadas, están exaltados, están preocupados, tienen preguntas eternas que necesitan responder. Ahí es cuando necesitamos ser mansos. Así que la mansedumbre trae bendiciones, nos libra de caer en otros pecados, nos trae verdadera fortaleza y nos permite ser usados por Dios. Ahora, el último punto. La mansedumbre será recompensada. Vamos a leer nuestro texto, Mateo 5.5. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. El mundo está lleno hoy de personas que quieren apoderarse de él. Quieren conquistarlo por la vía política, quieren conquistarlo por medio del éxito laboral y económico, por la fuerza militar. El mundo está lleno de personas ambiciosas, arrogantes, violentas, rebeldes, dispuestas a comerse el mundo, como dicen, ¿no? Pero esas personas no tendrán el poder final en este mundo. En esta vida muchas veces nos parece que sí. Los ambiciosos, los arrogantes, los violentos terminan en el poder. A ninguno le dura mucho. Surgen y caen dinastías a todo nivel. Surgen y mueren los Castros, los Hugo Chávez, Los Steve Jobs se imponen por un tiempo, pisotean a otros por un tiempo, pero Cristo dijo, bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad. Esta promesa, vean, este es un punto muy importante para terminar, esta promesa es una de las cosas que nos ayuda a ser mansos. Los creyentes, aunque no tengamos grandes posesiones terrenales ahora, aunque no tengamos poder político, Sabemos que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús. Sabemos que Dios creó todo para nosotros. ¿Y qué hay que hacer? Esperar. Solo hay que esperar. Lo único que hay que hacer. Esperar. El mundo de hoy, muchas veces bajo el control de los peores hombres, las peores mujeres, pero tarde o temprano los mansos reinarán. Leemos en Salmo 37.11. Pero los mansos heredarán la tierra y se deleitarán por la abundancia de paz. Salmo 37, 11. Aquellos que no conocen la mansedumbre pelean, apuñalan, atropellan por conquistar un mundo que es un desastre. Quiero el mundo. El mundo es un desastre. El mundo de hoy es un desastre lleno de maldad, violencia. Tienes que estarte cuidando siempre del que viene atrás. No hay paz en este mundo. Pero cuando los mansos hereden la tierra, Dios dice que se deleitarán por la abundancia de paz. Según las promesas de Dios, según la de Pedro, según las promesas de Dios esperamos cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia. El poder, los puestos, los reinos de este mundo son efímeros. Pero las personas que se han humillado ante Dios, que se han visto como mendigos espirituales, que se han puesto de luto por su pecado y han mirado a Cristo para salvación. El mundo les pertenece a esas personas. Es nuestra herencia en Cristo. Hermano, estás dejando pasar las grandes oportunidades del mundo. Puedes reinar. El manso dice, no te preocupes. Dentro de poco estaré reinando sobre este mundo. Porque Dios así lo ha dispuesto. Disfrutamos este mundo ahora en cierta medida, y lo poseeremos en el futuro. Gobernaremos y reinaremos con Cristo el Señor. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Vamos a orar. Padre, cuán grandes son tus palabras. Lo opuesto, Señor. de lo que tantas veces hemos pensado, tantas veces hemos hecho, lo opuesto de lo que nos venden en el mundo todos los días. Gracias, Señor, porque en tu reino los primeros serán últimos y los últimos primero. Enséñanos mansedumbre, Señor. Ayúdanos. Es difícil crecer en mansedumbre. Trabaja en nosotros, Señor. Moldéanos. Cámbianos. Señor, si alguien no te conoce aquí el día de hoy, si no tiene mansedumbre en virtud de la regeneración que obra el Espíritu Santo, te rogamos que lo salves. Señor, que nuestra iglesia pueda ser conocida como un grupo de creyentes mansos, un lugar de mansedumbre. Danos esta bendición, te rogamos en el
Los Mansos
Series Las Bienaventuranzas
El mundo cree que la mansedumbre, es una muestra de debilidad. Pero Dios tiene una perspectiva muy diferente…
Sermon ID | 829191811171629 |
Duration | 1:07:53 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | 1 Peter 2:20-23; Matthew 5:5 |
Language | Spanish |
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