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Le damos la bienvenida a la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, y le invitamos a que visite nuestra página web por gracia.es. Deseamos que Dios le bendiga ahora a través de su palabra. Quiero invitarlos a que abran sus Biblias allí en la carta de Pablo a los Colosenses, en el capítulo 3. Y vamos a tener nuestra lectura desde el versículo 1 hasta el 17. El sermón de hoy no va a cubrir todos los 17 versículos. Vamos a hacerlo en dos partes. Hoy es la primera parte. Deja ya tu antigua vida y el próximo domingo tendremos la segunda. Vive tu nueva vida. Así que es como complementario, ¿no? Vamos a tener esa pequeña serie de dos sermones sobre este pasaje que vamos a leer a continuación. Dice la palabra del Señor así, Si pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo vuestra vida se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros, fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría, cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas, ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojados del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo, el cual, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni ascita, siervo ni libre, sino que Cristo es todo y en todos. Vestidos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviera queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacerlo vosotros. Y sobre todas estas cosas, vestidos de amor, que es el vínculo perfecto. y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. y todo lo que hacéis sea de palabra o de hecho, hacerlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios, Padre, por medio de Él. Amén. Oramos, hermanos. Padre, queremos darte las gracias porque una vez más podemos acercarnos a tu trono en el nombre de nuestro Señor Jesucristo para rogarte, Padre, que tú estés hablando a nuestro corazón, Señor. Habla nuestra vida esta mañana, te lo rogamos. Tú sabes las necesidades que tenemos. Tú conoces nuestro corazón porque somos libros abiertos delante de ti. Por lo tanto, Señor, trata con la necesidad que cada uno de nosotros tenemos. Háblanos, Señor, y no nos dejes, Padre, salir de este lugar tal como hemos entrado, sino utiliza tu preciosa y santa palabra, Señor, para entrar en nuestro corazón, Señor, para Demoler, Señor, nuestros ídolos, oh Dios, para acabar con nuestro orgullo, con nuestra vanidad, oh Dios, y para que podamos atesorar allí dentro esa preciosa palabra y la podamos cumplir con el poder de Tu Espíritu. Oh Rey, te ruego por mis hermanos que Tú tengas misericordia de ellos y no permitas que yo pronuncie palabra que esté alejada de Ti, Señor. Oh Dios, que todo lo que hable sea lo que Tú hayas dicho, Señor. Te lo ruego, Padre, en el nombre de Cristo. Amén. Deja ya tu antigua vida, es el título del sermón. Es imposible, hermanos, comenzar sin tener en cuenta los hechos en Barcelona y en Cambrils, que siguen allí frescos en nuestra mente, contrariada y abrumada, como estamos por esta barbarie. sorprendidos de hasta dónde llega la capacidad del ser humano para hacer el mal. Y esto produce sentimientos en nuestro corazón, sentimientos de ira, sentimientos de temor, sentimientos de rechazo, sentimientos de dolor y en algunos casos incluso esa sed de venganza de la que comentaba el hermano Jordi hace un momento. Emociones que surgen intensamente cuando nos encontramos tan de cerca frente a la injusticia y las barbaridades de los hombres. Pero también por otro lado surge otro sentimiento, frente a la realidad de la muerte, surge ese sentido de impotencia, de fragilidad que nos caracteriza a los seres humanos. Entendemos que nuestra vida pende de un hilo y que no hace falta llegar a ser mayor o estar enfermo para que este hilo se reviente. No hace falta esto. Hace falta solamente que estemos vivos para que este hilo se pueda reventar en cualquier momento. Así es nuestra vida de frágiles, hermanos. Y cuando nos encontramos en situaciones como esta, de verdad que nos sentimos así, frágiles, débiles. Esas son las dos caras de la realidad del ser humano, hermanos. Las dos caras de la moneda. La maldad del corazón, de una parte, y la fragilidad de nuestra vida. Y eso lo vimos plasmado en forma muy gráfica en esta semana. En un momento están matando y a las pocas horas están cayendo muertos. En un tiempo están gozando de los deleites de la vida, pero en un segundo esa vida se les va de las manos. Esa es la realidad, queridos hermanos, queridos amigos. Y frente a esa realidad pareciera que no hay esperanza alguna. Pero yo quisiera decir que sí, que sí hay esperanza, hermanos. Es verdad que debemos acercarnos al Señor en una profunda reflexión en nuestro corazón para mirar qué respuesta es válida para enfrentar el mal y para estar preparados para nuestro encuentro con Dios a quien tenemos que rendir cuentas un día de estos. Y la respuesta, hermanos, no es vivir en un búnker encerrados allí o cambiar de ciudad como si la muerte no pudiera atravesar las paredes o no pudiera cruzar fronteras. No es, como dicen algunos, acabar con todos ellos porque no quedaría ningún ser humano en la tierra. No es vivir en una burbuja como si el pecado estuviese fuera y no dentro de nuestro propio corazón. Estas no son las respuestas, hermanos. La única respuesta es Cristo. La única respuesta es escondernos detrás de Cristo, estar unidos a Él, tener nuestros tesoros en el cielo, mirar al cielo y buscar allí las cosas de arriba. Eso es lo que dice Pablo en este pasaje. Permítame, hermanos, explicar por qué razón la única respuesta es esta. El ser humano sin Cristo se encuentra en la misma situación en la que nosotros nos encontrábamos antes de conocerle, antes de que él nos llamara a su reino. Estábamos separados de Dios por culpa de nuestro pecado. Estábamos muertos, muy muertos en nuestros delitos y pecados. Éramos tan capaces de escuchar la voz de Dios como un muerto en un ataúd. Éramos tan capaces de amarlo y de entender su carácter y sus atributos como lo son los huesos en un sepulcro. Así éramos nosotros, hermanos. Nuestro cuerpo no era otra cosa que el ataúd de nuestra alma, muerta en nuestros delitos y pecados. Allí yacía, con el hedor del pecado y con los gusanos de la maldad carcomiendo todo nuestro ser. Aunque parecíamos muy vivos, con trajes de última temporada, conduciendo coches hermosos y oliendo perfumes caros, Pero dentro nuestro espíritu inerte aguardaba solamente el día en que el gran juez con su martillo dictara la sentencia. Eres culpable de pecado. Eres culpable. Ahí está la sentencia, hermanos. Y así estábamos nosotros antes de conocer a nuestro Señor. Esa es la condición del ser humano sin Cristo. Así estamos, y muy probablemente algunos de los que hoy están escuchándome todavía están en esa situación. Así que perdona por ser tan descriptivo, pero busco llamar tu atención hoy. No es un día para guardar las falsas apariencias o para ser políticamente correcto. Así que permítame ser muy descriptivo esta mañana. Quiero llamar la atención del que aún está en aquella condición para que desees ardientemente el deseo, ese llamado del Señor en tu corazón. Para que anheles que Cristo te llame a su redil. Para que el Señor orade tu oído con la lengua santa y puedas escuchar la voz del Salvador llamándote a sus pies. Y cuando la escuches, corre, corre al Señor, apresuradamente. Mientras que el Señor no haga esto en tu corazón, no cambiese corazón de piedra por un corazón de carne, que sea capaz de entender la situación en la que te encuentras, estarás sumido en esa situación de la que he descrito anteriormente, muerto espiritualmente. Pero también quiero llamar la atención del que duda de su nuevo nacimiento. No esperes más. Asegúrate de comprobar si estás viviendo solamente una religiosidad o una tradición familiar o una forma de escapismo a tus problemas o si realmente el espíritu de vida te ha visitado. Y si es así, abandona definitivamente la tumba como Lázaro cuando escuchó la voz de Dios llamándolo. Lázaro, ven fuera. Si estás vivo, no te quedes encerrado en la tumba. ¿No te parece un lugar extraño para vivir la vida? Sal de allí, como hizo Lázaro. Y los que no estamos en ese estado, que el Señor ya por su misericordia y por su gracia nos ha salvado. También quiero llamar la atención para que entendamos de manera más clara y más profunda el gran valor de la obra de Cristo, el gran valor del nuevo nacimiento al cual el Señor nos ha llamado. Esa obra que solamente el poder del Espíritu ha obrado en nuestros corazones y deseamos, deseemos ardientemente vivir como resucitados, hermanos. Pablo explica en este pasaje Eso justamente. Estamos unidos con Cristo. Somos uno con Cristo. Y recibimos los grandes beneficios del Evangelio de aquellos a quienes el Señor ha querido llamar, de aquellos a quienes el Señor ha escogido para salvación. Y comienza entonces Pablo diciendo eso justamente. Si pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. ¿Eres cristiano? ¿Has nacido de nuevo? ¿Crees que el Señor te ha salvado y te ha traído a novedad de vida? Si tu respuesta es sí, busca las cosas de arriba, dice el Señor, allí donde está tu Salvador. Pon tu mira, apunta a las cosas eternas, deja ya de mirar las cosas de la tierra como si añoraras el mundo de los muertos. No repitas la historia de Israel, que en vez de anhelar entrar a la tierra prometida y desear llegar a ese lugar, miraba hacia atrás a la esclavitud de Egipto y deseaba volver allí. No seas como ellos. Haz como los hombres de fe de los que hablan hebreos. Confías a que eres extranjero y peregrino en esta tierra. Porque entiendes que buscas una mejor patria, la patria celestial. No pienses en regresar de donde saliste. Anhela una mejor esa patria que nos está preparando nuestro Señor Jesucristo. y haz tuyas las palabras por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse tu Dios Cristo te está preparando un lugar en el cielo prepárate tú también querido hermano que tu tesoro está en el cielo y no en la tierra porque allí donde está tu tesoro estará también tu corazón ¿Qué es poner la mira en las cosas de arriba? Es una buena pregunta. ¿Qué es esto que el apóstol Pablo nos manda? Poner las cosas en la mira de arriba. Mirar al Padre de Gloria es mirar hacia arriba. es mirar a nuestro buen Dios sentado en su trono majestuoso, santo, poderoso que sostiene la creación con su mano que las nubes son el polvo de sus pisadas que con una mirada solamente puede hacer temblar los montes mira hacia arriba, allí está Él sentado piensa en Él medita en sus atributos, en su bondad Medita en su santidad, medita en su carácter, ¿quién es él? Amale, amale profundamente y desea estar a su lado más que cualquier otra cosa en el mundo. Poner la mira en las cosas de arriba, queridos hermanos, es exclamar, como dijo el salmista, ¿a quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y nada deseo en la tierra más que esto. que es poner la mirada en las cosas de arriba, sino también mirar a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre sentado a la diestra del Padre. Es amarle, es recordar y anunciar su obra en la Cruz del Calvario, es atesorar esas palabras preciosas que Él nos ha dejado cuando revela al Padre en su venida aquí en la tierra y verlo allí como el gran Señor. Es contemplar a tu glorioso Salvador y verlo allí, a la diestra de nuestro buen Padre, intercediendo por ti cuando tú oras al Señor, cuando te inclinas en reverencia, clamando al nombre del Señor. Allí está el Hijo intercediendo por ti, querido hermano. Cuando pones la mirada en las cosas de arriba, estás viendo a Cristo intercediendo por ti. Poner nuestra mirada en las cosas de arriba es creer firmemente que Él está preparando un lugar para ti, que Él está preparándote un lugar y allí tú estarás pronto. ¿No te parece extraordinario, querido hermano, poner tu mira en las cosas de arriba y dejar de mirar las cosas de la tierra que en nada se comparan con los goces celestiales? Poner tu mirada en las cosas de arriba es confiar en las promesas de nuestro buen Dios. Son firmes, hermanos. Son ciertísimas. Las vemos cada día a nuestro lado. Hoy estamos aquí sentados por su misericordia, porque Él ha estado cumpliendo cada día, cada segundo, sus promesas con sus hijos, con nosotros. Poner nuestra mira en los cielos, hermanos, es entender que Él enjugará todas nuestras lágrimas. Aquellas lágrimas que derramamos esta semana por los acontecimientos ocurridos y las muchas que hemos derramado a lo largo de nuestra historia y que seguramente vamos a seguir derramando. Allí a su lado tendremos el consuelo. Dios nos abrazará y nos estrechará contra su pecho. Allí estaremos a su lado para siempre hermanos. Eso es poner nuestra mirada en las cosas de arriba. Poner nuestra mirada en las cosas de arriba, hermanos, es el antídoto contra las depresiones, contra las angustias, contra las quejas y los afanes de este mundo. Porque para mirar al cielo te es necesario dejar de mirarte a ti mismo. Cuando haces esto, cuando te dejas de mirar a ti mismo y pones la mirada en el cielo, entonces tu lamento se convierte en baile. Tus angustias en esperanza, queridos hermanos, y tus afanes en certezas, y tus quejas en un profundo contentamiento. Por el cuidado de nuestro buen Dios. Poner tu mirada en las cosas de arriba, queridos hermanos, es, en resumen, dejar de vivir tu antigua vida y vivir cada día más como vivirás allí en el cielo. Eso es dejar de mirar a la tierra y mirar arriba. De ahí el título de este sermón, queridos hermanos. Deja ya tu antigua vida. Déjala ya. Porque habéis muerto, dice Pablo en el versículo 3. Habéis muerto y vuestra vida está escondida en Cristo, con Cristo en Dios. Solo un verdadero cristiano que está buscando esas cosas de arriba, está mirando a Cristo sentado a la diestra de Dios y entiende que Cristo es su vida. Si no puedes ver a Cristo, estás muerto. Él es tu vida. en él encuentras todo el regocijo y la razón de tu existencia y aguarda con paciencia ese día de Cristo tal como afirma el versículo 4 porque cuando Cristo vuestra vida se manifieste entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria eso es hermanos ¿No merece la pena mirar al cielo y dejar de mirar la tierra? ¿Qué estamos viendo en la tierra, queridos hermanos? Si no solo miseria, solo podredumbre, solo hedor a pecado. Eso es lo que hay en el mundo, hermanos. Levantemos nuestra mirada a los cielos y miremos allí a nuestro buen padre, miremos al hijo sentado allí a su diestra preparándonos un lugar con esa esperanza gloriosa de que un día estaremos allí a su lado. Y Pablo explica a continuación del versículo 5 qué significa eso de dejar tu antigua vida. ¿Qué significa vivir como escondidos en Cristo? Es hacer morir, dice Pablo, pues lo terrenal en vosotros, fornicación, impureza, pasiones desordenados, malos deseos y avaricia que es idolatría. Es una lista de cinco pecados que enumera allí Pablo. Yo quisiera antes de recabar en cada uno de ellos, Indicar tres cosas de esta lista, hermanos. En primer lugar, no es una lista completa de todos los posibles pecados, no es una lista exhaustiva de todas aquellas cosas que el ser humano puede llegar a cometer, pero es una lista representativa de la condición del hombre sin Cristo. Allí está dibujada, pintada, trazada con el pincel de la palabra. Esa es la vida del hombre sin Cristo. En segundo lugar, señalar hermanos que esta lista de pecados está relacionada con nuestra santificación personal. Hay otra lista un poco más adelante, aquí ya está relacionada más con cómo trato con mi prójimo, pero esta tiene que ver en mi relación con Dios directamente. En tercer lugar, esta lista de pecados van desde lo exterior, desde la superficie de la vida hasta el centro mismo del corazón. como si fuesen planetas allí girando en torno al sol. Y vamos a comenzar desde el que está más lejos. Y es que, efectivamente, cuando el Señor habla de la fornicación, está hablando de la exteriorización de la maldad del corazón, que está representada por esa práctica de las relaciones sexuales ilícitas y clandestinas, alejadas completamente del orden bíblico, dentro de un matrimonio que sea legítimo entre un hombre y una mujer. La Biblia, queridos hermanos y queridos amigos, condena abierta y específicamente tales prácticas. Son abominables a los ojos de Dios porque pervierten el sentido mismo de la unión matrimonial, que no es otra cosa que la sombra de la relación entre Cristo y su iglesia, su amada. El mundo, aquel mundo del cual hemos estado hablando, No solamente es condescendiente con este pecado, sino que lo aplaude y lo fomenta. ¿O qué cosa es esta, de que haya dispensadores de preservativos en los institutos, en las universidades, sino fomentar este pecado? ¿Qué cosa es las películas que vemos constantemente en la televisión, los concursos, todas estas realities? que no muestran sino la perversión del hombre. La misma publicidad que aparece constantemente en todos los lugares, aún en las pancartas que cuelgan en las paradas de los autobuses, están fomentando, están haciendo apologías, defendiendo la, entre comillas, la libertad de expresar la sexualidad sin ninguna clase de orden. Hermanos, el mundo ve la fornicación y toda suerte de expresiones sexuales no legitimadas por el Creador como algo normal, como algo natural, como algo deseable incluso. Pero Dios, vuelvo y repito, condena estas prácticas, las aborrece, está airado con quienes las practican. Si es verdad que perteneces al mundo de los vivos y no de los muertos, el cristiano que está unido a Cristo también aborrece estas prácticas. la rechaza en su corazón. Pero la fornicación no es espontánea, queridos hermanos. Es fruto de la impureza en el corazón. Ese otro pecado que señala Pablo allí, ¿no? La impureza. Es la segunda de la lista. La obra pecaminosa brota de pensamientos pecaminosos. No se genera allí espontáneamente. Se cultiva en nuestros pensamientos, en nuestra mente. La fornicación brota de la impureza de la mente. No hace falta llegar al extremo de cometer el acto de la fornicación o del adulterio. Jesús mismo lo dice en su palabra. Una mirada lujuriosa es igual al acto mismo. ¿Cuántos hombres andan por allí buscando entre las mujeres una razón para fornicar con ella en su corazón? ¿Y cuántas mujeres se visten y actúan de manera indecente para provocar esas miradas y por tanto también tienen un corazón fornicario y perverso. Claro está que las impurezas no tienen que ver solamente con los actos o con los pensamientos, también las miradas, los gestos, las actitudes, los chistes, las risas, las burlas de algo tan especial. como es el sexo. Hermanos, si seguimos explorando la lista, vamos a pasar por las pasiones desordenadas y los deseos perversos, y ahí vamos a llegar a la avaricia, que es igual a la idolatría, dice Pablo. Avaricia, que es idolatría. Así como la obra pecaminosa brota de pensamientos pecaminosos, los pensamientos pecaminosos brotan de un corazón engañoso y perverso, como dice Jeremías. En otras palabras, al cavar un poco más profundo llegamos al centro del problema, que es el corazón del hombre. Ese corazón apresado por la idolatría, la cual se puede vestir de mil colores y ponerse mil máscaras, de todo tipo, pero en el fondo tienen ese mismo problema. Rehusan pérfidamente adorar a su creador y entonces adoran a cualquier dios que se crean ellos mismos. Adoran al dios de la avaricia insaciable como es este dios. Adoran al dios del sexo, al dios de la fama, al dios de la religiosidad, o a cualquier otro dios que el ser humano sabe fabricar con tanta fluidez. Hermanos y amigos, yo no quisiera dejar la impresión que estoy dando simplemente una cátedra de moralismo, porque no es así. No quiero que se piense que el verdadero cristianismo consiste en alcanzar una conducta moral intachable. No, hermanos, no es así. Estoy hablando en términos espirituales y no de la conducta exterior. Estoy intentando dejar claro que el verdadero problema es el que brota del corazón del ser humano y no sólo de cómo se expresa exteriormente. La diferencia entonces entre el moralista y el cristiano es esta, hermano, que la persona puede tener una conducta y un comportamiento excelente, pero es un corazón sucio y podrido que huele a cloaca. El Señor ya lo advirtió en su palabra, dice, hay de vosotros escribas y fariseos hipócritas porque sois semejantes a sepulcros blanqueados que por fuera la verdad se muestran hermosos, lúcidos, mas por dentro están llenos de huesos muertos y de toda inmundicia. Ya el Señor lo advirtió. La diferencia entre el cristiano y el moralista pagano es esa. El cristiano sabe que aquellos pecados no pueden ser tratados sino solamente por el poder del Espíritu de Cristo que puede proveer, que provee un corazón nuevo. No hay otra manera, queridos hermanos. No hay otra manera. Ni la fuerza de voluntad, ni la buena educación sirven para ello. No existe poder alguno en todo el universo que pueda romper las cadenas de la muerte espiritual que se manifiesta en ese hedor de pecados como estos. Sólo Cristo puede suplir ese poder y sólo un corazón resucitado con Cristo tiene el poder de amar más a Dios que al mundo y que vivir una vida como de resucitado Haced morir, dice Pablo, en las primeras dos palabras de ese versículo 5. Haced morir. ¿Qué significa esto? Matar. Haced morir es matar. Podríamos leerlo así. Mátalo terrenal en ti y en tus miembros. Acesta un golpe mortal a aquellas prácticas pecaminosas, aquellas que pertenecen al mundo de los muertos. No las dejes malheridas ni adormiladas. Acaba con ellas. Sepárate definitivamente de aquellos pecados en los cuales anduviste en otro tiempo cuando estabas muerto. No los dejes encerrados en la última habitación de tu corazón como si de allí no pudiese escapar. No, quítale hasta el último aliento. No des alimento para sostenerlos. Déjalos sin oxígeno que les permite respirar. No les des agua, ni una gota. Piensa que son cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia tal como dice en el versículo 6. Querido hermano, usa los medios que Dios te ha dado para librar esta batalla. Tú no puedes, por más universitario que seas, Por más dinero que tengas, por más voluntad regia que tengas en tu carácter, no puedes vencer estos pecados si Cristo no está contigo. Si no acudes a esos medios que el Señor ha provisto para el creyente, esa seguridad de que Cristo está en ti, que el Espíritu del Señor mora en tu corazón, esa fe de que tú vas al lado del Señor. Esa oración que el Señor nos ha provisto, esa posibilidad de llegar al trono de la gracia y saber que Él nos escucha, que sabe nuestra condición. ¿Se acuerda que somos polvo? Que lo necesitamos a Él. Él lo sabe, hermanos. Y ahí está Cristo intercediendo por nosotros. Acudamos a Él en oración, queridos hermanos. Es sacar la espada de la palabra. y no dejarla allí en la vaina. Hay que sacar la espada, hermanos. Quisiera contar un chiste un poco para rebajar la tensión. Un pastor fue a visitar a una familia, un día de estos. Fue a visitar a la familia, estuvieron cenando todos juntos, el pastor se marchó y luego la esposa corre donde el marido y le dice ¿Sabes qué? El pastor se robó un cuchillo. ¿Cómo así? Sí, se robó un cuchillo. No aparece este cuchillo. Lo he buscado por todas partes y no está. Bueno, el tema quedó allí y al siguiente año, un año después, vuelven a invitar al pastor a cenar. Allí en medio de la cena, la mujer no se queda con las ganas de preguntarle. Pastor, usted se robó un cuchillo el año pasado. El pastor le dice no, saca tu Biblia que allí lo dejé marcando un pasaje bíblico. Un año sin leer la Biblia. Mira el pasaje donde dejé el cuchillo. La palabra de Dios es espada de dos filos decía aquel pasaje. Acude a la palabra del Señor querido hermano, acude a ella. Dice la palabra, que la palabra de Dios es la espada del espíritu. Es la espada del espíritu. Es el arma con la cual nos defendemos. Ten la fe puesta en tu salvador, querido hermano. Si quieres vencer aquellos pecados, acude a tu iglesia. Tienes hermanos que comparten tu misma fe, que luchan las mismas batallas. Tienes personas que te aman y que quieren ayudarte. No te quedes solo, guardado en tu cuarto, luchando y batallando contra aquellos pecados. Acude al Señor, acude a su iglesia, acude a la Palabra. Ven en oración al Señor. Recuerda la fe que el Señor te ha puesto. Vístete, como dice Pablo en los Efesios, de ese yelmo de la salvación, de ese escudo de la fe, de esa espada de la Palabra. de ese calzado del Evangelio, de ese cinturón de la verdad, de esa coraza de la justicia. Vístete de eso, querido hermano. Estás en el campo de batalla. Como dijo un día el Pastor David, no estás de pinga en el mundo. Estás en batalla, querido hermano. Hay que pelear la buena batalla. Recuerda, querido hermano, que has dejado de ser hijo de desobediencia y ahora eres hijo de Dios. Da un sí y un amén a lo que dijo el apóstol Pedro, allí en Primera de Pedro. Voy a leerlo. Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también, armados del mismo pensamiento, dice Pedro. pues quien ha padecido en la carne terminó con el pecado para no vivir el tiempo que resta en la carne conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. Basta ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. Ármate del mismo pensamiento, dice Pedro, y pelea la buena batalla contra el pecado. No vivas el tiempo que te resta en este mundo como lo solías hacer cuando estabas muerto en tus delitos y pecados. Alza tus ojos al cielo y mira al Padre contemplando tu vida. Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuentas, queridos hermanos. Mira al Hijo a la diestra del Padre preparándote un lugar y haz la voluntad de Dios. Basta ya los años malgastados en tu vida pasada, querido hermano, agradando al mundo, al mundo de los muertos, y ahora agrada a tu Salvador, agrada a tu Dios. Deja ya tu antigua vida, querido hermano. Queridos hermanos, hemos contemplado y vivido muy de cerca el significado del terrorismo, el asesinato con alevosía y premeditación, un pecado terrible a los ojos de Dios. Todos nos sentimos abatidos, tristes y también con rabia por esto que ha sucedido. El mundo se conmociona ante este tipo de pecados condenable e inexcusable. Pero queridos hermanos y queridos amigos, la realidad es mucho más trágica que esto que hemos vivido tan de cerca. Hay un mundo muerto, hay un mundo podrido, es el mundo de los muertos. Cada minuto y en cada lugar del mundo se producen pecados abominables a los ojos de Dios. los abortos, los adulterios, el consumo de drogas, la pedofilia, la pornografía, los actos violentos, la defiguración del matrimonio, la ambición desmedida por el dinero y un largo etcétera, etcétera, etcétera, son el pan de día, de cada día en este mundo de los muertos. Pero ante ellos el pecado, el mundo no se sorprende por estos pecados, hermanos. ¿Y saben por qué? Porque su olfato se ha acostumbrado al hedor del pecado. ¿Saben ustedes, hermanos, que el olfato es el sentido que se acostuma más rápidamente al olor? Entra tú a un lugar que huele mal y a los dos minutos ya dejas de oler ese mal. Y eso le pasa al mundo. Ha dejado de oler porque está acostumbrado al hedor del pecado aledor de la muerte espiritual. Muchos aplauden y felicitan por cosas como esas que acabo de enumerar. Pero Dios es un Dios justo y Dios está airado contra el impío cada minuto. Querido hermano, querido amigo, Dios no se cruza de brazos, Dios no hace la vista gorda frente al pecado. Hay un día del juicio Un día en el cual cada uno de nosotros nos presentaremos delante de él para rendir cuentas de nuestra vida. Pero hermanos, pensándolo bien, nosotros no nos deberíamos extrañar que el mundo practique estas cosas porque al fin y al cabo es el mundo de los muertos separados de Dios. Lo que resultaría extrañamente paradójico es que tú, siendo creyente en Cristo, no levantes tu mirada al cielo donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Que no pusieras tu mirada en lo eterno y en su lugar siguieras mirando al mundo como deseando volver a estar muerto. Espero y confío que no sea así. Confío en que con el poder del Espíritu Santo estés matando lo terrenal en tu vida, que estés poniendo tus manos en el cuello de aquellos pecados que Dios detesta y aborrece y que estés apretando con fuerza hasta que dejen de moverse en tu corazón. Que estés viviendo la vida del resucitado por Cristo y que estés despojándote de tus mortajas y que puedas exclamar junto con el profeta Isaías En gran manera me gozaré en Jehová. Mi alma se alegrará en mi Dios, porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó con mantos de justicia, como a novio me atabió y como a novia adornada con sus joyas. Porque como la tierra produce su renuevo y como el huerto hace brotar su semilla, así Jehová el Señor hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones. Amén. Que así sea, hermanos. Esa es nuestra esperanza. Un día este mundo pasará y vendrá un mundo nuevo. Y allí yo quiero estar con mi Señor. ¿Tú también quieres estar, hermano? Amén. Oremos al Señor. Padre, te alabamos en esta mañana. Te agradecemos por tu palabra, Señor. Sabemos que es palabra que penetra hasta lo más profundo de nuestro ser, como espada de dos filos que es, disierne nuestros pensamientos y las intenciones de nuestro corazón. Ante ti, Señor, estamos desnudos, como dice tu palabra. ¿Qué podemos decir? sino rogarte Señor que tengas misericordia que limpies nuestro corazón que nos ayude Señor en esta batalla que tenemos que librar Oh, Señor, ayúdenos a poner los ojos en el cielo, a mirarte a ti, a desear, Señor, aquel día glorioso cuando Cristo vuelva por su iglesia. Allí queremos estar, Señor, para contemplar tu gloria, para arrojar, Señor, nuestras coronas delante de los pies de Cristo y decir, santo, santo, santo es el Señor. Queremos hacerlo, Señor. Pero estamos aquí en la tierra, Padre, en una dura batalla que con nuestras fuerzas no podemos librar. Te rogamos que tu espíritu nos dé la fortaleza, Señor, para salir victoriosos, porque al fin y al cabo es tu batalla, Señor, no la nuestra. Gracias Padre por habernos redimido para vivir la vida de Cristo, la vida del resucitado de nuestro buen Dios, a quien es la gloria por los siglos de los siglos.
Deja tu antigua vida
Sermon ID | 8261783490 |
Duration | 43:31 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Colossians 3:1-17 |
Language | Spanish |
© Copyright
2025 SermonAudio.