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Hoy continuaremos con la segunda bienaventuranza, bienaventurados los que lloran. Ahora busquen en sus Biblias, por favor, nuestro pasaje en Mateo capítulo 5. Dice así, bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados. Vamos a orar. Padre, te damos gracias por este versículo, este pasaje tan importante, tan poderoso, Señor. que nos muestra cómo son las personas en quien tú has orado. Gracias, Señor, porque tantos años después podemos abrir tu palabra, considerar el mensaje que tú diste aquel día hace tantos años, Señor. Gracias, porque el día de hoy es tan poderoso como fue el primer día. Señor, te rogamos humildemente que nos ayudes el día de hoy, Señor. Ábrenos tu palabra, aplícala a nuestras vidas, a nuestros corazones, por medio de tu espíritu. No confiamos en hombres, Señor, solo confiamos en ti. Nos ponemos en tus manos. Glorifícate el día de hoy, Señor. Salva a los que no te conocen. Restaura a los que están enfriados, lejos de ti, Señor. Te rogamos esto, lo ponemos en tus manos. En el nombre de Cristo Jesús. Amén. Dijimos hace algunas semanas que el Sermón del Monte es sin duda el sermón más famoso de la historia. El predicador fue el mismísimo Hijo de Dios, el Señor Jesús. Este sermón vino al comienzo del Ministerio Terrenal de Cristo. Es el primer gran sermón que tenemos registrado en Mateo y está lleno de sorpresas para el mundo de hoy. Sus palabras nos sorprenden y nos penetran hoy, así como lo hicieron hace dos mil años a sus oyentes originales. Cada palabra que salía de la boca de Cristo era la mismísima palabra de Dios. No sobraba nada en sus sermones. Cristo no incluía puntos innecesarios. No luchaba por encontrar las palabras correctas, ni por encontrar ilustraciones adecuadas. Sus sermones eran pura verdad, sin diluir, sin quitar, sin agregar cosas demás. Cada una de sus palabras contó, tenía peso, tenía importancia eterna. En uno de los primeros intentos por capturar a Jesucristo, que está registrado en Juan 7, no vayan ahí, pero vemos que los hombres enviados a arrestarlo en este punto de su ministerio público, dijeron lo siguiente, confesaron lo siguiente, jamás hombre alguno ha hablado como este hombre. Cada palabra del Señor venía con poder, con frescura, no eran frases trilladas, no había nada en sus sermones que alguien había escuchado antes. Y una gran ilustración de esto son las bienaventuranzas que encontramos en el sermón del monte. El Señor se sentó en el monte, comenzó a predicar con los discípulos a su alrededor. Una multitud de judíos estaba ahí también, escuchando con atención. Cada vez llegaban más. Cristo comenzó su sermón. Y dijo, bienaventurados son los ricos, bienaventurados los poderosos, bienaventurados los religiosos. No. Dice lo inesperado. Deja a todos en shock. Eso era lo que esperaban, pero todos quedan en shock. Dice, bienaventurados los pobres en espíritu. Después va aún más lejos y nos dice, bienaventurados los que lloran. Cristo sin duda es el maestro de lo inesperado. Sus palabras nos parecen una gran paradoja, porque ya sabemos, ya estudiamos que la palabra bienaventurado significa nada más y nada menos que feliz. Entonces, felices son aquellos que lloran, felices son aquellos que se lamentan, felices son aquellos que están de luto. Aparentemente una gran contradicción. La palabra del original griego, que prácticamente todas las versiones en español traducen como llorar, es penteo. Y significa llorar, pero también significa lamentar. Y sobre todo se refiere a estar de luto. Estar de luto es probablemente la mejor traducción. Es la palabra que usan todas las traducciones en inglés. Así que comenzamos el día de hoy con lo que parece ser una gran paradoja. Pero antes de profundizar y explicar más el significado de esta bienaventuranza, quiero recordar rápidamente algunos puntos de introducción que son importantes. Las bienaventuranzas, como ya hemos visto, no son una explicación o una serie de pasos para llegar a ser salvos. No son una receta o una fórmula que debes seguir para ganarte tu salvación. Son una lista que describe, que retrata a los que ya son salvos. Es cierto que las bienaventuranzas nos apuntan a Cristo, nos apuntan siempre al Evangelio, nos muestran nuestra necesidad de un Salvador, nuestra necesidad de que Dios obre un cambio milagroso en nosotros, pero no son lo que nos salva. Son como un espejo. Un espejo que nos muestra si conocemos a Dios o no. Por eso comenzamos el estudio pasado preguntándonos si somos realmente felices. Y es algo que les vuelvo a preguntar el día de hoy. ¿Eres feliz? ¿Conoces la verdadera felicidad? Las bienaventuranzas nos aseguran que los verdaderos creyentes son personas felices. ¿Conocen la felicidad? Y al estudiar estas características del creyente, si tú no te identificas con ellas, si no ves un retrato de ti mismo, si no sabes de qué estamos hablando, no eres realmente feliz. Y no eres un creyente. No puedes decir que tienes una relación verdadera con Dios. No importa cuántas veces hayas caminado por estos pasillos. Otro punto que debemos recordar es que hay una razón para el orden de las bienaventuranzas. Son una progresión. Toda verdadera felicidad comienza cuando un hombre se reconoce pecador, en bancarrota espiritual, como alguien verdaderamente pobre en espíritu. Ahí comienza la felicidad. El mundo trata de olvidarse. Trata de olvidar su culpa, su maldad, usan muchos medios para tratar de lograrlo, no quieren reconocerse pecadores, quieren olvidarse de su pecado. Recurren a los vicios, recurren al psicólogo, al entretenimiento, a todo tipo de medios para olvidar su verdadero estado espiritual. Pero la verdadera bienaventuranza no viene tratando de excusar tu culpa, no viene escondiéndola, ni olvidándola, Verdadera felicidad se encuentra cuando reconoces y admites tu culpa. Y por eso Cristo dijo, bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Esa fue la introducción. Ahora yendo a nuestro texto esta tarde, el versículo 4, vemos que es una progresión natural del versículo 3. Dice, bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. ¿Quiénes son estos que lloran? ¿Quiénes son estos que están de luto? Son los que han visto su condición espiritual. Son los que han visto su pobreza espiritual, de acuerdo al versículo anterior. Son los que han encontrado la felicidad. El mundo no los entiende. El mundo dice, bienaventurados los que no tienen problemas, bienaventurados los que no conocen la tristeza. Bienaventurados los que se sienten bien respecto a sí mismos y respecto a todo lo demás. Pero Cristo dijo, bienaventurados los que están de luto, porque ellos serán consolados. Ahora, tal vez alguno de ustedes está pensando, pues hermano, yo no tengo nada por lo cual llorar. No tengo nada por lo cual estar de luto. Lo tendrás. Te aseguro que lo tendrás. Si por el contrario dices, estoy entristecido, estoy de luto, estoy lleno de lamento por mi pecado, Dios dice que serás consolado. El mundo escucha las palabras de Cristo y le parecen extrañas, le parecen incomprensibles. ¿Por qué diría Cristo, bienaventurados los que lloran? pues si buscas la respuesta en la palabra de Dios encuentras que el mundo en el que vivimos no es el mundo que Dios creó originalmente Dios creó al hombre recto Dios creó un paraíso pero por medio del hombre entró el pecado al mundo de tal manera que ahora todos los hombres son pecadores entran a este mundo perdidos y según 1ª de Juan todo el mundo está puesto en maldad 1ª de Juan 5.19 Esto es la realidad de la vida, el día de hoy, la realidad del mundo. Y una vez que Dios te muestra eso, simplemente no puedes seguir fingiendo que el mundo está bien y que todo va a estar bien. Tienes que reconocer que la verdadera bienaventuranza solo puede venir reconociéndote pecador y lamentando profundamente tu pecado. Por eso Cristo dijo, bienaventurados los que lloran. Ahora, este no es el único lugar donde lo dijo. Dijo también en Lucas 6, capítulo 6, versículo 21. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. La persona que conoce el lamento por su pecado, que se identifica con el publicano, que no quería ni alzar sus ojos al cielo. Y en vez de defenderse, en vez de decir, pero lo que pasa es que yo no puedo evitarlo, solo decía, Dios se propicio a mi pecador. Esa persona llegará al día en que Dios mismo lo va a consolar. Pero si tú no eres esa persona, Dios dice más adelante en Lucas 6, 25, hay de vosotros los que ahora reís. porque lamentaréis y lloraréis. El mundo dice, bienaventurados los que están de fiesta. Cristo dijo, bienaventurados los que lloran. Encontramos que en el reino de Dios, el único al que Dios presta oído, el único al que muestra aprobación, es aquel que se humilla, aquel que llora y se pone de luto por sus ofensas contra Él. Santiago dijo, acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores. Purificad vuestros corazones, vosotros de doble ánimo. Afligíos, lamentad, llorad. Vean, ¿cómo puedo acercarme a Dios? Afligíos, lamentad, llorad. Vuestra risa se convierte en llanto y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor. Y Él os exaltará. Santiago capítulo 4. Así se comienza en el reino de Dios. Entonces alguno dirá, hermano, entonces la clave es llorar. La clave es llorar mucho. Derramar muchas lágrimas. Si yo me siento mal, si lloro, entonces voy a estar bien. No. Dios no está hablando simplemente de derramar lágrimas físicas. Dios está hablando de algo espiritual. Algo que no es sólo externo. Verdadero luto por el pecado a menudo traerá lágrimas. Pero las lágrimas externas en sí no significan nada. Debe haber luto en el corazón, lágrimas en el corazón, lamento en el corazón. Lo que está diciendo aquí Santiago es que encontrar a Cristo, encontrar salvación, conocer el perdón de tus pecados, comienza con infelicidad. Comienza con convicción de pecado. Comienza con tristeza o lamento que es según Dios. En inglés le llaman tristeza según el evangelio. Gospel mourning. ¿Qué es la tristeza según el evangelio? Es una pregunta muy importante que vamos a tratar de contestar el día de hoy. Porque hay muchos tipos de tristeza. Muchos tipos de lamento en este mundo. Tristeza, según el Evangelio, es tristeza y luto que produce el Espíritu Santo en nosotros por medio de su Palabra. Hermano, yo no conozco esa tristeza. Y no quiero conocerla. Prefiero gozar de este mundo. Prefiero olvidarme del pecado. Prefiero buscar las cosas buenas de la vida. Pues vean lo que dijo un hombre sabio. Vamos a Eclesiastes, capítulo 7, versículo 2. Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete. Porque eso es el fin de todos los hombres y el que vive lo tomará en serio. Dice el versículo 2. El que vive lo tomará en serio. Eclesiastes 7.2. Mejor es el pesar que la risa, porque la tristeza del rostro se enmienda el corazón. El corazón de los sabios está en la casa de luto, pero el corazón de los necios está en la casa del placer. Mejor es oír la reprensión del sabio que oír la canción de los necios. Porque la risa del necio es como el crepitar de las espinas debajo de la olla. Esto también es vanidad. La risa del necio que no entiende estas cosas, que no las quiere tomar en serio y va riendo camino a ser quemado en el infierno. Contra éste se advierte aquí. Lo que Dios te está diciendo aquí es que es mejor llorar todo el camino al cielo que reír todo el camino al infierno. ¿Cuál de los dos eres tú? ¿Se puede decir de tu vida que hasta ahora ha sido un divertido camino al infierno? Hermano, yo me la paso muy bien, le saco todo el provecho a esta vida y a su feria de vanidades. Sí, pero, ¿a dónde te diriges? Es mejor reconocer tu pecado hoy, enfrentarte a la realidad de tu maldad hoy, reconocer que necesitas a Cristo, que tratar de olvidarte de todo, seguirte yendo de fiesta, distraerte con lo que te ofrece el mundo, hasta que un día despiertas en el infierno. Los hombres hacen grandes esfuerzos por no enfrentarse a esta realidad eterna. Llenan su vida al tope de trabajo, estudios, vicios, amigos, viajes, bienes, entretenimiento. ¿Por qué lo hacen? No pueden estar a solas con su conciencia. No pueden estar consigo mismos sin tener problemas. Dios dice, mejor es ir a la casa de luto que a la casa del banquete. Es mejor llorar que reír. Ahora, para los creyentes, no es necesario que explique este punto. Pero para aquellos entre nosotros el día de hoy que no conocen la vida en Cristo, les diré que además de luto y tristeza por el pecado, en la vida del creyente también hay luz. Tú dices, ¿cómo me voy a convertir si la vida del creyente es puro llanto, pura tristeza? No. Hay verdadera felicidad en la vida del creyente, como dice nuestro texto. No es una contradicción decir, felices los que están de luto, felices son los que lloran. La vida del creyente es agridulce. Hay verdadera felicidad, verdadero contentamiento, verdadero gozo y esperanza por el futuro, pero también hay una diaria porción de luto y tristeza por nuestro pecado. Por saber que no hay un día en mi vida en el que haya sido perfecto. por saber que todos los días voy a luchar en contra de mi carne mientras siga en este mundo. No hay un día en mi vida en el que haya agradado perfectamente a Dios. Sólo un creyente puede entender la presencia diaria de ambas cosas, tristeza y gozo. Ahora, para continuar y para evitar que alguien se vaya con la idea equivocada, vamos a ver lo que la tristeza que, según Dios, Es y lo que no es. La vamos a ver desde dos perspectivas. Vamos a ver primero lo que no es y luego lo que sí es. En primer lugar, el llanto de la segunda bienaventuranza, la tristeza que es según Dios, no es simplemente desesperación o estar miserable como consecuencia de tu pecado. Leemos en segunda de Corintios, la tristeza que es según Dios genera arrepentimiento para salvación. de que no hay que lamentarse. Pero la tristeza del mundo degenera en muerte. Segunda de Corintios 7.10. Hay muchos tipos de tristeza, muchos tipos de lamento que no son según Dios, que no llevan al arrepentimiento. Existen personas que llegan a estar tan desesperadas, tan miserables a causa de su pecado, que se quitan la vida. Recordamos el caso de Judas. La Biblia dice que Judas sintió remordimiento. Incluso hay traducciones que dicen que Judas se arrepintió. Pero su arrepiento no fue, su arrepentimiento no fue según Dios. Porque luego fue y se ahorcó. Judas se sintió tan miserable a causa de su pecado. Fue tanto el peso de lo que había hecho que se quitó la vida. Eso no es tristeza según Dios. Eso no es el llanto bienaventurado que lleva un alma a Cristo. Es la tristeza del mundo. A eso se refiere Pablo en Segunda de Corintios. Este mundo está lleno de personas miserables. Te vas a codear con ellos todos los días. La tristeza, según Dios, no es simplemente miseria, no es simplemente desesperación. Los creyentes no son personas miserables ni desesperadas. La mayoría de las personas en el mundo sí. en lo profundo de su ser son personas miserables. Otro ejemplo de lo que la tristeza según Dios no es. No es la tristeza que viene a los hombres cuando son castigados por Dios por su pecado. Recordamos la historia de Caín en Génesis capítulo 4. ¿Se acuerdan que Caín desechó los sacrificios que instituyó Dios? Trató de inventar un nuevo camino de salvación. por medio de sus propias obras, algo que los hombres llevan siglos haciendo. Se endureció cuando Dios lo exhortó al arrepentimiento. Luego asesinó a su hermano. Trajo sobre sí la ira y el juicio de Dios. Y lo encontramos en el capítulo 4, triste, lamentándose, de luto. Pero no está triste porque pecó. No lamenta haber desechado el camino de Dios. No está de luto porque mató a su hermano. Lamenta el castigo de Dios. Le dice a Dios, grande es mi castigo para ser soportado. Eso no es el llanto bienaventurado. Muchos hombres han lamentado su castigo. Muchas almas están hoy en el infierno lamentando su castigo, llorando, aullando, lamentando su castigo. Pero ese lamento no cambiará nada. Otro ejemplo de lo que la tristeza según Dios no es. No es tristeza natural. Todos sentimos tristeza ante la muerte de un ser querido. Todos se lamentan cuando reciben malas noticias de su doctor. Aunque sabemos que para los creyentes hasta este dolor y esta tristeza pueden ser usados por Dios en su vida. Dice la palabra que oran para nuestro bien. Pero a este tipo de tristeza no se refería a Cristo en Mateo. Bienaventurados los que lloran, no se refiere simplemente al dolor que traen las desgracias de este mundo. Hay muchas personas en este mundo tristes, que siempre están mal. Les llamas por teléfono. ¿Cómo estás? Mal. ¿Cómo? Una semana después. ¿Cómo te ha ido? Mal. Ando mal. Me siento mal. Todo me ha salido mal. Todo está mal. Siempre. llorando, lamentándose, pero esa no es la tristeza según Dios. En tercer lugar, la tristeza según Dios no es tristeza ante un ego dañado o una reputación destruida. Algo que debemos entender es que todos los hombres se lamentan cuando son sorprendidos en pecado. Bienaventurados los que lloran no es, ¡ay, qué mal que me cacharon! ¡Qué mal que me descubrieron! Hemos visto muchos ejemplos de hombres tristes porque los cacharon. Hombres que muestran tristeza y lamento forzado después que los descubren en pecado. Después de que su pecado sale a la luz. ¿Recuerdan al presidente Clinton? Lo cacharon en adulterio. Al máximo líder del país, ¿no? Pero él juró a toda la nación que no era cierto. Salió en tele nacional de esas transmisiones donde interrumpen e interrumpimos su programación normal para un mensaje del presidente. Tele nacional para jurar que no había hecho nada parecido. Después salieron pruebas irrefutables en su contra. Y volvió a salir en la tele el presidente. Para decir, lo siento mucho, discúlpenme, Lo siento. ¿Eso fue tristeza según Dios? ¿Eso fue bienaventurados los que lloran? No. Fue lamento por haber sido descubierto. Fue ojalá que no me hubieran descubierto. Lo siento que me descubrieron, que se tuvieron que enterar. Acabamos de ver el caso del nadador Ryan Lochte. Aún no está claro exactamente qué pasó con él. Si no saben de qué estamos hablando, es un nadador famoso de los Estados Unidos que estuvo en las Olimpiadas, causó algún tipo de desastre, luego salió mintiendo diciendo que lo habían asaltado y que le habían puesto una pistola en la cabeza. Todavía no terminan de desenredar todo eso, pero lo que sí está claro es que mintió, levantó acusaciones falsas, hizo cosas incorrectas, luego siguió mintiendo. Se mantuvo firme ante todos los cuestionamientos hasta que salieron evidencias. y grabaciones. Y sus patrocinadores empezaron a cancelar sus contratos. Nike, hola Ryan, ¿qué crees? Cancelado. Cancelado, cancelado. Ahora está triste. Ahora está lamentándose. Ahora salió en la tele para decir, lo siento. Pero su lamento no es según Dios. ¿Cuánto contrasta la tristeza del mundo con la tristeza del hijo prodigo? En Lucas, capítulo 15, vemos la historia del hijo pródigo. No vamos a entrar en gran detalle con esta parábola. Recuerdan que el hijo pródigo fue un hijo privilegiado, de padres privilegiados. Le pidió a su papá, dame la herencia, es decir, básicamente, muérete, dame lo que me toca y yo me voy. Y destruyó su vida. Pero un día regresó a su padre y le dijo en 18. Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Hazme como a uno de tus jornaleros. Se lamentaba porque pecó contra Dios. No era meramente lamentar las consecuencias o lamentar que lo evidenciaron. Era repudiarse a sí mismo. Odiar la maldad que había hecho y su ofensa ante Dios. La tristeza del hijo pródigo le trajo consuelo de Dios. Otro ejemplo bíblico de la tristeza del mundo, contrastando con lo que acabamos de ver del hijo pródigo, es la tristeza de Saúl. ¿Se acuerdan de Saúl, rey de Israel? Profesaba ser hijo de Dios, pero no lo era. Y siendo rey de Israel, desobedeció una orden directa de Dios. Dios le dijo, ¡eh!, ¡haz esto! y no lo hizo. Entonces llegó el profeta Samuel, ¿se acuerdan? para avisarle de las consecuencias, para decirle que perdería el reino, y vean cuál es su reacción. Saúl respondió, ¡eh, pecado! Pero ahora honrame, por favor, en presencia de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, volviéndote conmigo para que yo adore a Jehová, tu Dios. El hijo pródigo dijo, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Hazme como a uno de tus jornaleros. Pero Saúl dijo, ahora honrame. Sí, pequé, sí, lo siento, se me barrió, no debía haber hecho eso, pero ahora honrame. Esa es la tristeza según el mundo. Saúl desobedeció a Dios y sí, se lamentó porque lo cacharon. No se lamentó por haber hecho el mal, ni por haber deshonrado a Dios. Se lamentaba porque iba a quedar mal ante toda la nación. Porque su reputación sería destruida. Se lamentaba porque ya no lo iban a honrar. Esa no es tristeza, según Dios. Tristeza, según Dios, es estar consciente de mi pecado. Estar de luto a causa de ese pecado. Experimentar contrisión y aborrecimiento de mis propios actos. con lamento y con tristeza ante Dios. Dios sabe si esta es tu actitud ante tu pecado. No lo puedes engañar a Él. Tal vez seas muy bueno para salir ante los demás y, ¡ay, lo siento! Y tal vez los demás quedemos engañados, pero Dios no. Dios sabe. Así que ahora vamos a ver en mayor detalle lo que sí es la tristeza según Dios. En primer lugar, los hijos de Dios se ponen de luto cuando Dios mismo los convence de su pecado mediante el Espíritu Santo. Cuando Pablo dijo, porque la tristeza que es según Dios, obra, genera arrepentimiento para salvación, eso significa que nunca ha habido nadie y nunca habrá nadie que haya sido salvo y transformado por Dios sin haber sido convicto de su pecado. y haberse puesto de luto por sus ofensas en contra de Dios. Bienaventurados los que lloran. De nuevo el hijo pródigo, padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Pablo en Romanos, vamos a Romanos capítulo 7, versículo 9. Pablo en Romanos dice al final del versículo, cuando vino el mandamiento, es decir, cuando escuché la ley moral de Dios, el pecado revivió y yo morí. Cuando me di cuenta de mi pecado, cuando me di cuenta de la gravedad de mis actos, cuando me di cuenta contra quién había pecado, yo morí, yo lloré, yo me entristecí, me puse de luto. Me di cuenta que soy un pecador. Cuando antes creía que era muy buena persona, que yo era muy bueno. La parábola del hijo pródigo dice que él volvió en sí. El hijo pródigo volvió en sí. Vas a experimentar verdadera tristeza por tu pecado cuando salgas del engaño en el que has estado toda tu vida. Si no conoces la tristeza, que según Dios, sigues engañado, sigues viviendo en un mundo de fantasía. Hay una frase, un dicho que creo que es más o menos común, que es muy importante para nosotros el día de hoy esta frase o este dicho dice que tu objetivo debe ser llegar al final de tu vida y decir yo no me arrepiento de nada yo no cambiaría nada si pudiera regresar si pudiera volver al comienzo de mi vida no cambiaría nada Creo que hay más de una persona famosa que ha llegado a su día final o sus días finales para decir algo así. Pero a la luz de la palabra de Dios, podemos decir que todas las personas que han llegado al final de su vida sin Cristo para decir, no me arrepiento de nada o no cambiaría nada, ahora están en un lugar donde por siempre desearán poder cambiar todo. No me arrepiento de nada. No hay un creyente sobre la faz de la tierra que pueda decir, hermano, yo no me arrepiento de nada. El fariseo de pie oraba consigo mismo de esta manera, Dios, te doy gracias, que no soy como los demás hombres. O sea, él decía, Señor, no me arrepiento de nada. No cambiaría nada. Pero el publicano no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba el pecho diciendo, Dios, sé propicio a mí. que soy pecador el publicano decía me arrepiento de todo cambiaría todo cada momento en que viví sin Dios cada momento que viví en pecado lejos de ti Señor lo cambiaría todo si pudiera Jesús dice bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados los hijos de Dios lloran y se lamentan por el hecho de estar en esta carne en este estado imperfecto. Todo el tiempo que vivimos en este mundo estamos en cuerpos caídos, vivimos en un estado imperfecto, y sabemos que nuestra vida aquí nunca es lo que quisiéramos que fuera. En Romanos 7, vamos ahí, Pablo dijo en Romanos 7, por lo tanto, hallo esta ley, aunque quiero hacer el bien, El mal está presente en mí, porque según el hombre interior me deleito en la ley de Dios. Pero veo en mis miembros una ley diferente que combate contra la ley de mi mente y me encadena con la ley del pecado que está en mis miembros. Miserable hombre de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? ¿Saben por qué el creyente anhela la segunda venida de Cristo y anhela la vida venidera? porque sabe que cuando Cristo venga recibirá un cuerpo nuevo, un cuerpo glorificado y nunca volverá a pecar. Pero hasta que llegue ese día sabemos que luchamos con la carne y como dice Romanos, no sólo la creación, no sólo este mundo, la creación, sino también nosotros que tenemos las primicias del espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. David dijo, en cuanto a mí, en justicia veré tu rostro, quedaré satisfecho cuando despierte en tu semejanza. Entre más te acerques a Dios en esta vida, más verás tu propio pecado. Entre más te acerques a Él, más consciente estarás de tus constantes fallas. Así que el creyente se lamenta por la carne. por su estado actual. También se lamenta y se pone de luto por sus actos pecaminosos de manera específica. Es decir, no es simplemente andar, ¡ay, qué mal que soy imperfecto! Nos lamentamos por cada pecado, por cada desobediencia. Uno de los pasajes más conocidos de la Biblia es el Salmo 51, donde David confiesa y se lamenta por sus pecados de adulterio y de homicidio. Y ahí David dijo, contra ti, es decir, contra Dios, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Esta debe ser una reacción frecuente en la vida de un creyente. Porque nuestro pecado es frecuente. A menudo estamos de luto por nuestro pecado. Deberíamos testificar, no lo hacemos. Deberíamos hablarle al vecino, no hablamos con él. Caemos en la impaciencia. Caemos en el enojo. Pensamos cosas impuras. Omitimos lo que debíamos de haber hecho. Y hacemos lo que no deberíamos. Diariamente. El creyente diariamente debe confesar su pecado. Esa es la vida del creyente. Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros. Y la sangre de su hijo nos limpia de todo pecado. Primera de Juan 1.7. Esa es la vida cristiana. Diaria compresión, diaria confesión para ser limpiados por la sangre de Cristo. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Frecuentemente estamos de luto. Esa es tu realidad. Frecuentemente estás de luto. Constantemente deseamos ser mejores creyentes de lo que en realidad somos. Otra causa de tristeza y luto para el creyente es el mundo pecaminoso en el que vivimos. Al profeta Jeremías se le conoce como el profeta del llanto, porque su corazón se llenaba de tristeza a causa de los pecados de Israel, a causa de los pecados de su nación. Jeremías dijo, oh si mi cabeza se hiciese aguas y mis ojos fueran fuentes de lágrimas para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo. ¿Les suena similar a su nación? Los muertos de la hija de mi pueblo. Busquen las estadísticas de homicidio mundiales. Vean en qué posición está México en la lista. Esto al creyente le causa tristeza, le trae luto. Encontramos lo mismo en la vida de Daniel. En Daniel, capítulo 9, Daniel confiesa su propio pecado y el pecado de la nación de Israel. Nosotros debemos hacer lo mismo. Nuestra nación ofende en gran manera a Dios, cada vez más. Antes de ser salvo, vives bajo el engaño, vives creyendo que la gran Mentira que se propaga todos los días. Es cierta que el mundo es un lugar fantástico. Crees la gran mentira de que tu mejor vida es ahora. Pero en cuanto Cristo te salva, vives con aflicción por el pecado que te rodea. Cada vez que prendes la tele hay un mundo de pecado frente a ti. No puedes ver una película sin que tomen el nombre de Dios en vano. No puedes ver la publicidad. No puedes platicar con tus compañeros del trabajo. En Ezequiel tenemos una descripción de los hijos de Dios y cómo podemos reconocerlos. Jehová le dijo a Ezequiel, pasa por el medio de la ciudad, por el medio de Jerusalén y pone una marca en la frente de los hombres que suspiran y gimen a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Los creyentes no deben de reírse del pecado. Este mundo siempre quiere hacer del pecado algo chistoso. Algo normal. Algo del cual reírnos. Hoy día la mayoría de lo que se considera humor está lleno de doble sentido. Lleno de intentos por hacer el pecado o hacer del pecado algo chistoso. El creyente no debe caer en eso. El creyente debe entristecerse ante el pecado. El pecado no es un chiste. Las consecuencias del pecado no son chistosas. Los hijos de Dios, como leímos en Ezequiel, están de luto a causa del mundo en el que vivimos, a causa de nuestra nación. La palabra dice de Cristo que Él mismo fue varón de dolores experimentado en quebranto. Cristo mismo estaba de luto por el pecado que lo rodeaba. Cristo pasaba tristeza, tenía lamento por el pecado que lo rodeaba constantemente. a los creyentes también nos pesa, en menor medida que a él, pero también nos pesa. Así que ahora, para encaminarnos a concluir, llegamos a la segunda parte de nuestro texto. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Lo que trae felicidad al creyente no es el llanto en sí, Llorar en sí, tristeza, estar de luto, eso no es lo que trae la felicidad. Lo que trae la felicidad, somos felices porque seremos consolados. Porque somos y seremos consolados. Hermano, ¿cuándo es que somos consolados? ¿Cómo experimentamos este consuelo? En primer lugar, somos consolados en la salvación. La salvación comienza con convicción de pecado, con pobreza de espíritu, pero nos lleva a confiar en Cristo. Y si conocemos a Cristo, según Pablo, el Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Llegamos a tener seguridad de salvación y seguridad de nuestro destino eterno. Seguridad de que nuestro pecado ha sido pagado. Sí, nos lamentamos por nuestro pecado, pero nos regocijamos porque en Cristo tenemos perdón. Los creyentes ya no vivimos en incertidumbre. Sabemos cuál es nuestro destino final. Cristo dijo al ladrón en la cruz, de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Eso es consuelo. Eso es consuelo. Todo creyente sabe que si hoy es su último día, hoy estará con Cristo en el paraíso. Como el ladrón en la cruz, acudimos al Señor, confesamos nuestro pecado, y sabemos que tenemos perdón total, que no queda nada pendiente, y que estaremos con Él en Su reino. Aún el ladrón, ahí todavía en este mundo, clavado en la cruz, halló descanso. para su alma. En la peor posición posible, halló descanso, halló alivio de la carga del pecado. Leemos en Mateo, venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Los creyentes lloramos, los creyentes experimentamos tristeza por nuestro pecado y el pecado de otros, Pero tenemos consuelo que Dios mismo nos da. Dios aligera nuestra carga. Es interesante la palabra consuelo en el idioma original. En griego es parakaleo. Significa literalmente llamar a un lado. Para que es a un lado y kaleo que es llamar. llamado al lado de. Entonces el pecador que va con su carga de pecado es consolado cuando Cristo viene al lado de él, lo libera de su carga y lo levanta. Eso es. Dios mismo se pone al lado nuestro para aligerar nuestra carga, para fortalecernos, para ayudarnos. Así que tenemos consuelo en la salvación. Consuelo por el perdón de nuestros pecados. Consuelo al conocer nuestro destino eterno. Y en 2 Corintios leemos que también tenemos consuelo en las tribulaciones de esta vida. Vamos a 2 Corintios capítulo 1. Dice así, 2 Corintios 1.3. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesús, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones. De esta manera, con la consolación que nosotros mismos somos consolados por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación. Hay muchos inconversos que ven el sufrimiento en la vida del creyente y dicen, yo no quiero ser creyente. Conozco a creyentes que sufren más que yo. ¿Por qué querría ser creyente? Pero la Biblia nos dice que Dios nos hace pasar tribulaciones y también nos consuela para que después nosotros podamos consolar a otros. con el consuelo que Dios nos dio. Las únicas personas que pueden realmente consolar a otros son personas que han atravesado tribulaciones y han sido consoladas por el Señor. Que han visto su propio pecado y han encontrado salvación y consuelo en Cristo. El psicólogo no te puede consolar. Dios y las personas que han sido consoladas por Él, sí. Si tú nunca te has visto pecador Una advertencia Si nunca te has visto pecador Si nunca has llorado y lamentado tu pecado Si nunca has dicho con el hijo pródigo Padre He pecado contra el cielo y contra ti Ya no soy digno de ser llamado tu hijo No hay consuelo para ti No hay consuelo para ti No hay y no habrá Ven a Cristo y haya consuelo en esta vida y en la vida venidera. El creyente vive con la certidumbre que tendrá consuelo eterno. Su consuelo no es meramente temporal. Leemos en Apocalipsis, Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron. El consuelo de Dios en el cielo sobrepasa lo que podemos entender. Yo no puedo entender cómo pasará que teniendo amigos y familiares en el infierno, perdidos para siempre, Dios podrá consolarnos y borrar eso de nuestros corazones. Pero Dios enjugará toda lágrima de los ojos de los creyentes. Aún en nuestro mejor día en este mundo, Ese día será marcado por fracasos, preocupaciones, pero para nosotros hay un día en que todo eso se acabará. Bienaventurados los que lloran. Amigos, les digo que las personas que en esta vida reconocen su pecado, lloran por él, no tratan de esconderlo, sino que confiesan al Señor, no tratan de justificarse, sino que asienten cuando la ley de Dios les muestra su pecado. Las personas que no tratan de excusarse, sino que se ponen de luto, reconocen su culpa y se arrojan a los pies de Cristo, esas personas recibirán consuelo. Las personas que viven para este mundo, las personas que dicen, no me arrepiento de nada, no cambiaría nada, Esas personas estarán en miseria y desesperación eterna. Si tú eres uno de estos, te diriges apresuradamente a un lugar de llanto, a un lugar de terrible llanto, donde el gusano no muere, donde el fuego no se apaga y donde no habrá consuelo. Pero para el que conoce la tristeza según Dios, según el Evangelio, para el que está de luto por su propio pecado y el pecado de este mundo, Dios dice, bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Vamos a orar. Señor, te damos gracias nuevamente por tu palabra. Te rogamos, Señor, que no te vuelva vacía el día de hoy. Te rogamos que penetre en cada corazón. Cada uno de nosotros, Señor, conozca el verdadero llanto por nuestro pecado. Que nos acerquemos a Ti humillados y nos arrojemos a los pies de Cristo, Señor. Esta es la verdad más grande del universo. Obra en nosotros, Señor. Salva a los que no te conocen. Líbranos de nosotros mismos, te pedimos. Gracias, porque Tú nos consolas. porque tú enjugarás cada lágrima. Cuán grande es tu promesa, Señor. Te pedimos todo esto en el nombre de Cristo Jesús. Amén.
Los que lloran
Series Las Bienaventuranzas
El mundo dice, "bienaventurados los que están de fiesta." Cristo dijo, bienaventurados los que lloran...
Sermon ID | 823191639162251 |
Duration | 48:14 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | James 4:8-10; Matthew 5:4 |
Language | Spanish |
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