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El día de hoy estamos comenzando una nueva serie, como habíamos comentado, en la que estaremos varias semanas, yo creo que Dios mediante estaremos hasta el año que viene con esto, sobre las Bienaventuranzas. Nuestro texto principal será en Mateo, capítulo 5, versículos 3 al 12, donde encontramos las famosas Bienaventuranzas. Ahora busquen entonces por favor el capítulo 5 de Mateo en sus Biblias y vamos a leer solo el versículo 3 antes de orar. Dice lo siguiente, bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos. Vamos a orar. Padre nuevamente alzamos nuestra voz a ti agradecidos esta mañana por la oportunidad de reunirnos a cantarte a expresar alabanzas para ti señor de corazón a buscarte señor que tú eres grande que tú eres nuestra razón de vivir señor te pedimos que el día de hoy nos ayudes a entender lo que es ser pobre en espíritu Señor, te pedimos que en esta iglesia, en esta congregación, en cada uno de nosotros exista la pobreza de espíritu que a ti te agrada, Señor. La pobreza de espíritu que hace que tú nos escuches, que tú inclines tu oído a nosotros. Señora, nos humildes, te pedimos, quita toda altivez. Te pedimos por el que va a hablar, Señor. Ayúdame, yo no puedo convencer a nadie. Confiamos solo en ti. Te damos gracias porque dependemos de Ti y no de hombres. Señor, te pedimos todo esto en el nombre de Cristo Jesús. Amén. El sermón más famoso de la historia es, sin duda, el sermón del monte. El predicador fue el mismísimo Hijo de Dios, el Señor Jesucristo. Y algo crucial para entender el sermón del monte es que este sermón no es el Evangelio. Es decir, en el Sermón del Monte, Cristo no nos está diciendo cómo ser salvos. Lo que nos dijo es quiénes son los salvos, quiénes son los verdaderos hijos de Dios. Muchos en este mundo malinterpretan el Sermón del Monte desde el principio, asumiendo que Cristo dio en este sermón una fórmula o una serie de pasos indicándonos cómo ser salvos. Afirman que lo que Cristo hizo en este sermón fue decir, hagan esto para llegar a ser salvos, para lograr ser hijos de Dios. Pero eso está completamente equivocado, es falso. Así que vamos a leer todo nuestro pasaje en Mateo 5 y vamos a comenzar a ver con la ayuda de Dios lo que Él tiene para nosotros en esta porción de Su Palabra. Comenzando en el versículo 1, Mateo 5, leemos lo siguiente. Cristo, cuando vio la multitud, subió al monte, y al sentarse en él, se le acercaron sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo, Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando os vituperan y os persiguen y dicen toda clase de mal contra vosotros, por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. La palabra bienaventurado, de donde tenemos el título de la serie Las Bienaventuranzas, significa feliz. Una persona bienaventurada es alguien verdaderamente feliz, verdaderamente bendecida en esta vida. Un título apropiado para esta serie, un título que pudiéramos haber usado, sería lo que la felicidad es. Cristo aquí nos está describiendo lo que la felicidad es. Más de un pastor le ha llamado así a su serie sobre las bienaventuranzas y algo que deberíamos de meditar y considerar al comienzo de este mensaje es el hecho que sí existe la verdadera felicidad en esta vida. Entonces yo les pregunto, ¿ustedes están felices el día de hoy? No es necesario que lo digan, cada quien sabe en su corazón si está realmente feliz o no. Si conoce la verdadera felicidad. Hay muchas personas en este mundo que no creen que existe la verdadera felicidad. No creen que hay verdadera felicidad en esta vida. Hay filósofos que enseñan que el estado natural del hombre es un estado de preocupación y ansiedad. Y que no hay tal cosa como la verdadera felicidad en esta vida. Ahora, sobre lo primero, tienen algo de razón. Es cierto que el hombre tiende naturalmente a la ansiedad, a la preocupación. Encontramos ahí mismo en Mateo, más adelante, en el capítulo 6, un mandamiento donde se nos ordena, no os afanéis por el día de mañana. Muchos de nosotros ya estamos afanados por el día de mañana. por la hora de la entrada al trabajo, por la hora en que va a sonar el despertador. Dice, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán, basta a cada día, su propio mal. El hombre tiende a preocuparse por lo que vendrá. ¿Qué pasará mañana? ¿Qué aflicción me vendrá? ¿Cómo saldré de mis problemas actuales? Pero Dios no quiere que vivamos así, y en Cristo no tenemos que vivir así. Supuestos expertos dicen, ese es el estado natural del hombre, no hay tal cosa como la verdadera felicidad. Y sin embargo, toda la raza humana se encuentra en una búsqueda universal de la felicidad. Yo me atrevo a decirte a ti que tú llevas toda tu vida buscando ser feliz. Todos los días andas buscando ser feliz. Decisión tras decisión has tomado en tu vida buscando ser feliz. Todos quieren ser felices. Todos buscan la manera de serlo. Pero la mayoría buscan sin encontrar. Llegan a la conclusión de que entre más te esfuerces por ser feliz, menos feliz eres. De vez en cuando leo estos artículos que te topas en internet que dicen 5 pasos para ser feliz. Algunos dicen 10 pasos, 7 pasos, 3 pasos para ser feliz. Algo que me he topado una y otra vez es que uno de los pasos dice no te esfuerces por ser feliz. No te concentres en eso porque lo vas a arruinar. Si te esfuerzas mucho en ser feliz, no lo vas a lograr. Dicen que la clave es simplemente pensar que ya eres feliz. hacerte un coco wash, estar siempre sonriendo, convencerte psicológicamente de que tú eres una persona feliz, de que tú no te falta nada, estás bien, eres feliz. Bueno, pues hay muchos consejos como ese en el mundo, pero en ellos no está la verdadera felicidad. Millones andan por esta vida buscando la felicidad, intentando los cinco pasos, intentando los diez pasos, pero nunca la encuentran. La realidad es que la gran mayoría de la raza humana no es feliz. Muchos de ustedes que están sentados aquí el día de hoy no son felices. Y la razón por la que no son felices es algo que se llama el pecado. Vivimos en un mundo lleno de pecadores, donde el pecado alcanza y permea todos los aspectos de la vida y la sociedad. Ahorita que están las olimpiadas, sale artículo tras artículo sobre cómo el gobierno maneja corruptamente los recursos que deberían de estar destinados para eso. Es decir, algo que se supone que es lo más noble, lo mejor, donde debería de salir a relucir lo mejor del país, ni siquiera hay. El pecado permea todo. Y es por eso que los hombres viven miserables. lo entiendan o no. Esa es la razón. Es muy raro conocer a alguien que es realmente feliz. Incluso parece que personas realmente felices llegan a causar molestia en los demás. A los demás les molesta toparse a alguien que está feliz. Es como si les molestara ver felicidad en alguien más. Creo que la conclusión o el pensamiento común de muchos cuando ven a alguien feliz es que esa persona es un hipócrita. Es un farsante, finge ser feliz cuando no lo es. No pueden creer que exista alguien realmente feliz porque en su experiencia de vida nunca han tenido eso. Ahora un creyente es alguien que debería de vivir feliz. Los demás nos deberían de conocer como personas felices, alegres, gozosos. Eso no significa que el creyente no tiene luchas, no significa que no va a tener días malos. Pero a los creyentes deberíamos sentirnos continuamente agradecidos y según primeras tesalonicenses, siempre gozosos. Estar siempre gozosos. Pero ¿a cuántos de nosotros realmente vivimos eso? ¿Cuántos conocemos esta felicidad? Es difícil encontrar personas felices en este mundo. La mayoría de los que tienen supuestamente todo lo que podría traer felicidad son los que menos felices son. Pero sí hay tal cosa como la felicidad. Y sí hay alguien que nos puede decir qué es y dónde encontrarla. Y esa persona es Jesucristo. Satanás siempre se ha querido presentar al hombre como el experto en la felicidad. Siempre. Siempre ha afirmado que él nos va a decir cómo. Cómo ser felices. Desde el Génesis eso llegó a venderle A Eva. Si tú hicieras esto estarías mejor, serías más feliz y el sistema del mundo sigue perpetuando la mentira que Satanás comenzó. Si haces esto, te ofrezco esto, vive esto, haz aquello y serás feliz. Satanás siempre ha vendido eso, pero él mismo no es feliz. Tampoco quiere que nadie más lo sea. Satanás no conoce la felicidad. Dios es el único que tiene autoridad para hablar del tema. Y Él nos describe aquí en el Sermón del Monte quiénes son los que realmente son bendecidos y felices. Otro punto que debemos establecer antes de entrar aquí de lleno con Mateo 5 es que las bienaventuranzas son un retrato de los creyentes. Las bienaventuranzas describen las características que debemos encontrar en un creyente. Lo que hizo el Señor Jesucristo en el sermón del monte fue crear un retrato, como si estuviera pintando aquí, un retrato de los que son realmente bendecidos. Creó un retrato de aquellos que finalmente llegarán al cielo, los que vivirán felices y agradecidos por haber nacido, los que vivirán gozosos por siempre. Y de nuevo, lo voy a volver a decir, no nos está diciendo cómo ser salvos. No nos está diciendo, hagan esto si quieren ser salvos, si quieren llegar al cielo. Nos está describiendo a los que ya son salvos. Nos está diciendo, los salvos, las personas que conocen a Cristo, las personas que tienen vida eterna, son así, así, así, etc. Así que el sermón del monte es un autoexamen muy serio para nosotros. Si yo digo que soy creyente, si yo creo que soy creyente, este retrato que dio el Señor Jesús debería describirme a mí, en cierta medida. Debería ser un retrato de mí, de mi alma, de mi vida espiritual. Si tú no te hallas en esta descripción, o si no entiendes lo que Cristo dice aquí, ora, pídele. que te dé entendimiento, que Él te ayude a encontrarte entre los que son descritos como bienaventurados. Porque te digo el día de hoy, no hay nada más importante para ti, no hay nada más importante en esta vida que llegar a ser contado entre los bienaventurados del Señor. No es más importante tu carrera, no es más importante tu trabajo, no es más importante tu familia, tus amigos, nada es más importante que esto. Las bienaventuranzas son fotos de los hijos de Dios. Y si tu foto no está aquí, tú no eres feliz. Y nunca lo serás. A menos que por la gracia de Dios encuentres a Cristo. No importa cuántas iglesias hayas visitado, cuántas veces te hayas bautizado, cuántas obras de caridad hayas realizado. Si tu foto no está aquí, no eres hijo de Dios. Ahora, cada una de las bienaventuranzas tiene tres partes. Cada una empieza con la afirmación de bienaventuranza o felicidad. Después, cada bienaventuranza da una descripción de quién es la persona feliz. Felices son los pobres en espíritu, felices son los que lloran. y por último da una promesa de la bendición que recibirán estos individuos. Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. El siguiente punto introductorio es que el orden en que Cristo nos presenta las bienaventuranzas es de gran importancia, enorme importancia. No están en un orden aleatorio, No las metieron en una tómbola y bueno, hay como vayan cayendo. Hay una razón de por qué están en el orden en que están. La razón es que este es el orden en el que se presentan en la vida del creyente las bienaventuranzas. La primera característica que aparece en la vida de un creyente verdadero, la primera bienaventuranza que encontramos es la pobreza de espíritu. Hay un ejemplo que creo que he citado antes, Bertrand dijo respecto a las bienaventuranzas, que una escalera cuyo primer escalón no está cerca del piso, no sirve. Imagínense, si tenemos una escalera de 10 metros, altísima, para pintar la casa, para lo que quieran, pero el primer escalón está a metro y medio del suelo. ¿Sirve de algo? A menos que sean atletas en las olimpiadas. ¿Sirve de algo la escalera? No. Tendrías que ser un súper atleta para poder usarla. De igual manera Cristo no empezó diciendo, bienaventurados los mártires o bienaventurados los limpios de corazón. Comenzó con bienaventurados los pobres en espíritu. Así que el orden es importante y eso va a ser más claro conforme vayamos avanzando el día de hoy. Cada uno de estos puntos es una característica que se convierte en una parte permanente del carácter de cada cristiano. La primera característica que encontramos, lo primero que experimentamos cuando Dios comienza a obrar en nuestras vidas es la pobreza de espíritu. Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos. La pobreza de espíritu es lo primero que experimentamos y nunca perdemos realmente la pobreza de espíritu. Puede aumentar o disminuir en grado en un creyente, pero una vez que la experimentamos realmente, nunca se va. A lo largo de nuestra estancia en este mundo siempre habrá un grado de pobreza de espíritu. Siempre nos reconoceremos en bancarrota espiritual. De hecho, nuestra pobreza en espíritu debiera de ir creciendo según avanzamos en la vida cristiana. Otro punto muy importante para entender correctamente las bienaventuranzas es que debemos entender que las características descritas en cada una, pobreza de espíritu, mansedumbre, limpieza de corazón, son cosas que Dios obra. Son cosas que Dios hace en los creyentes por pura gracia. ¿Eso qué significa? significa que tú, por tu propio esfuerzo, nunca vas a lograr ser pobre en espíritu. Tú, por tu propio esfuerzo, nunca vas a lograr ser magia. Sólo Dios puede hacer eso en ti. Es por eso que digo de nuevo, Las bienaventuranzas no nos enseñan cómo ser salvos, enseñan quiénes son los salvos. Ahora, es un punto importante porque hay millones confundidos respecto a esto. Multitudes piensan que ser creyente consiste en esforzarte por ser manso, por ser pobre en espíritu, por ser misericordioso, limpio de corazón. Pero Dios nunca ha enseñado eso como el camino de salvación. Cristo fue muy claro. Cristo sí enseñó el Evangelio y fue muy claro. Vamos a leerlo. Juan 14, por favor, y luego Juan 3. Estos textos deben de conocerlos la mayoría, pero nunca está de más. Juan 14, 6. Cristo mismo dijo, yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí. Dijo en 3, 36. El que cree en el Hijo tiene vida eterna, Pero el que se rehúsa a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Entonces vean, Cristo nunca dijo, todo aquel que se esfuerce por ser manso tiene vida eterna. Nunca dijo eso. No dijo, todo aquel que se esfuerza por ser limpio de corazón será salvo. Dijo, el que cree en el Hijo. Entonces, si tú estabas pensando eso, si tú creías que ser creyente consistía en esforzarte por ser mejor, esforzarte por ser una mejor persona, Cristo dice que hay una sola vía, que es Cristo. Ese camino en el que tú estás es el camino ancho que lleva a la perdición. Ser pobre en espíritu es reconocer, es entender que nada puedo hacer para merecer la vida eterna. Ser pobre en espíritu no es un mérito. No es un mérito ser pobre en espíritu, es reconocer que no tengo méritos. Y necesito a alguien más que pague por mí, Cristo. El sermón del monte describe lo que Dios hace en alguien que cree en Cristo. Cuando Dios comienza a operar en la vida de alguien, lo primero que nos enseña es que estamos en bancarrota espiritual. Como lo dice el texto, bienaventurados los pobres en espíritu, de ellos es el reino de los cielos. Para el hombre esto es como una paradoja, las bienaventuranzas todas para el hombre son cosas paradójicas, le parecen ilógicas, le parecen ridículas, no las entiende. Nosotros pensamos, ¿cómo puedo ser feliz siendo pobre? ¿Cómo voy a ser feliz siendo pobre? Así son las bienaventurancias. Son como paradojas para los hombres. Son lo opuesto de lo que ellos esperan. Y por si estaban pensando que ser pobre era pocos billetes, no estamos hablando de eso. Ahorita lo vamos a aclarar. ¿Cómo voy a ser feliz siendo pobre? Miles acuden al psicólogo cargados con una mala conciencia, se sienten sucios, se sienten bajos, miserables, pecadores, no pueden ser felices sintiéndose así. Así que van al psicólogo para que los ayude. El psicólogo les dice, tu problema es tu baja autoestima. Tu problema es que no te valoras a ti mismo. No entiendes lo que tú vales. Repítetelo todos los días. Acabo de estar en un curso que me obligan a ir en el trabajo donde eso nos dijeron que era el problema número uno en la organización. Que la gente tenía una baja autoestima, no se valoraban suficiente, no entendían su valor y por eso estábamos fallando. Nos recomendaron que pusiéramos una alerta en el celular y que cada hora tocara la alerta y pensáramos en cuánto valemos. Hay que repetir eso hasta el cansancio. Pero Dios dice que reconociéndote pecador, reconociendo tu bajeza, no diciéndote yo valgo mucho, diciéndote yo soy nada. Dios dice que reconociéndote pecador, tu bajeza, tu bancarrota espiritual es donde comienza la felicidad. Bienaventurados los pobres en espíritu. Ahora, pobreza en espíritu no es solamente remordimiento, No es sólo tener una conciencia culpable, no es sólo sentirte mal por las cosas que has hecho. Esa es la tristeza del mundo. Así la describe Dios. Pobreza en espíritu es reconocer que has ofendido a Dios, que tus acciones han sido una afrenta hacia Él, y que estás en bancarrota espiritual. Porque no hay nada que puedas hacer para pagar el daño que has hecho. No hay nada que puedas dar. para restituir el mal que hiciste. Y si no encuentras quien pague por ti, te van a mandar a la cárcel del alma, al infierno. Y no va a ser una condena temporal, va a ser para siempre. La iglesia católica te va a decir, ah, ok, pecaste hijo, bueno, di unas Ave Marías, reza 10 rosarios, da un poco de dinero en la ofrenda, haz esto, haz aquello, Pero verdadera pobreza en espíritu es decir, no hay nada que pueda hacer. No tengo nada con que pagar por mi pecado. Mi único recurso es rogar misericordia. Que alguien más pague por mí. Y ese alguien más es Cristo. Es el único. Es el único que te extiende esa oportunidad. Pobreza en espíritu es cambiar de opinión, es arrepentirse, es desdesear nunca haber cometido el pecado que cometí. No es simplemente sentirte mal, no es simplemente desear que no te hubieran cachado, no es desear que no existiera el castigo por el pecado, que tú pudieras hacer lo que quisieras sin que hubiera castigos. Leemos en 2 Corintios, capítulo 7, versículo 10. Porque la tristeza que es según Dios, genera arrepentimiento para salvación de que no hay que lamentarse Pero la tristeza del mundo produce muerte. Es decir, sentirte mal, me siento muy mal, he hecho muchas cosas malas, solo te va a llevar a la muerte eso. Eso no es la tristeza, según Dios, que genera arrepentimiento para salvación. Cuando la Biblia habla de conversión, siempre pone primero el arrepentimiento. Arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. La obra salvadora de Dios comienza cuando llegas a la convicción de que eres un pecador. Eso es lo que Dios llama tristeza que es según Dios. Temor de Jehová. El principio de la sabiduría. ¿Cómo sabes cuando Dios está obrando en tu vida? Hermano, yo no sé. Yo no sé si Dios está obrando en mi vida, si sí o si no. Estoy confundido. No sé. ¿Cómo sabes? ¿Es sentir mariposas en el estómago? ¿Es escuchar el sonido de ángeles cantando? ¿Es ser conmovido por un paisaje hermoso de la creación? No. El comienzo de la obra de Dios en una vida es que Dios lo convenza de su pecado. Si tú has salido de este lugar, Domingos, sintiéndote pecador, sin recurso, perdido, ese es el comienzo de la obra de Dios. No son mariposas en el estómago. Dios obra un cambio de opinión acerca de ti mismo. Te lleva a reconocer que estás en bancarrota espiritual. Esto es consistente a lo largo de la Biblia. Esto nunca ha cambiado. En los tiempos de Adán y Eva era igual. En el Nuevo Testamento, en el Antiguo Testamento, vamos a Isaías, capítulo 66, por favor. Isaías 6, 6, versículo 1. Así ha dicho Jehová, el cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Dónde está esa casa que me edificaréis? ¿Dónde está ese lugar para mi reposo? ¿Mi mano hizo todas estas cosas? ¿Es así como todas estas cosas llegaron a existir? Dice Jehová. Pero a éste miraré con aprobación, al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra. Dios dice, mi grandeza es infinita. Yo hice la tierra, yo hice los cielos, ¿tú qué pudieras darme? Si yo he hecho todo. Pero dice esto, ¿A quién miraré con aprobación? ¿Quién será aceptado? ¿Quién será recibido por Dios? Llega un multimillonario y dice, yo soy el hombre más rico de la lista de Forbes. Algo debe de valer eso con Dios. Yo creo que podré llegar a algún acuerdo con Él. Otro llega y dice, pues yo soy un líder religioso, tengo miles de personas que me siguen, que me tienen en alta estima y que confían en mí para guiarlos. Otro dice, ah no, pues yo soy el líder de la nación más poderosa del mundo. Pero el Dios del cielo, el ser supremo del universo dice, yo miraré con aprobación a los que son humildes y contritos de espíritu. Ser grande según este mundo no es nada para Dios. Las riquezas que tú pudieras llegar a tener no son nada para Él. Poder terrenal no puede contra Él. una elevada opinión de ti mismo, un ego inflado, confianza en tu propia justicia, eso es lo que Dios odia. Dios dice que Él odia eso. Lo que Dios quiere ver en ti es humildad, contrisión, pobreza de espíritu. Vamos a Lucas 18, por favor. Cristo advertía a los que no entendían esto en Lucas 18. Lucas 18, versículo 9. Dijo también esta parábola a quienes? A unos que confiaban en sí mismos, como que eran justos y menospreciaban a los demás. Pero la parábola es bien conocida, la hemos estudiado muchas veces, pero recurrimos tanto a las parábolas porque son las ilustraciones que Cristo usaba en sus sermones. Son las mejores ilustraciones que existen. y por eso las usamos mucho. Entonces es bueno, cada vez que vamos a una parábola que conocemos, esforzarnos, no decir, ah, sí, yo ya sé eso, ya lo escuché, mi hermano ya lo dijo una vez. Hay que esforzarnos, porque si no entendemos lo que pasa aquí, si no entendemos la diferencia entre estos dos hombres, estamos perdidos. Estamos perdidos. Vean en el versículo 9, perdón, en el 10. Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo. Los fariseos eran los según los más perfectos, los que observaban toda la ley, los que nunca se equivocaban, los más santos. Y el otro era el publicano, el recolector de impuestos, el ladrón al que todos odiaban. Incluso los judíos, si tú hablabas con publicanos ya no querían saber nada de ti. Tú tenías que escupirles y hacerte del otro lado de la calle donde ellos fueran caminando. Dos hombres subieron al templo a orar, uno fariseo, otro publicano. El fariseo de peor oraba consigo mismo de esta manera. Dios, te doy gracias que no soy como los demás hombres. Ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano. Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo. Este es el punto, pongan atención en esto. No hay indicación alguna de que este hombre estuviera mintiendo. La palabra de Dios no dice, y me entiendo el fariseo dijo, no. El hombre dijo, no robo, no soy injusto, no soy adúltero, dos veces a la semana ayuno, hago actos religiosos, doy diezmos de todo lo que poseo. Y al parecer, era verdad. Pero a Dios no le impresionó nada de eso. Dios no dijo, wow, este hombre sí es el que merece mi atención. No, no logró que Dios lo escuchara, ni logró que Dios lo bendijera con toda su gran lista. Pero el publicano de pie a cierta distancia no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo, Dios sé propicio a mí que soy pecador. Y enseguida tenemos el veredicto de Dios, no tenemos que quedarnos con la duda, bueno y Dios, ¿a quién habrá escuchado de estos dos hombres? Dios dice con respecto al segundo, os digo que éste descendió a su casa justificado en lugar del primero, porque cualquiera que se enaltece será humillado y que el que se humilla será enaltecido. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón, dice Salmos. Él salvará a los contritos de espíritu. Dios está cerca de los hombres y las mujeres que son como éste publicano, que se identifican con Él. ¿Te identificas con Él? ¿Sientes que tú podrías cambiar tu lugar con Él? ¿Que tú podrías ser Él? La idea aquí, muchas veces los fariseos oraban en voz alta. Se paraban y empezaban a orar. Señor, te doy gracias para ser visto de los hombres. Entonces la idea es que seguramente el publicano estaba cerca y estaba escuchando lo que decía el fariseo. ¡Publicano sin flojo, eh! No, dijo. No, sí tiene razón. Tiene razón el fariseo. Dios se propicio a mi pecado. ¿Tú podrías tomar el lugar de este hombre? Cuando el Señor dijo, bienaventurados los pobres en espíritu, en el griego existe más de una palabra que se pudiera haber traducido al español como pobre. Hay una palabra que se refiere simplemente a alguien de escasos recursos. Alguien que tiene poco dinero. Alguien que tiene que trabajar duro, no tiene ahorros, tiene que trabajar, luchar por ganarse la comida, el pan de cada día. Alguien de pocos recursos. Pero la palabra que Cristo usó fue tocos. Que se refiere a un mendigo. Alguien que te encontrarías temblando de frío en la calle. Alguien que literalmente no tiene nada, incluso la palabra en griego tiene una connotación. ¿Han visto esos perritos? Pobrecitos que los han pateado muchas veces en la calle. Entonces tú, aunque tengas un buen corazón y no lo quieres patear, nada más pasas al lado de él y el perrito como se espanta y se hace a un lado anticipando que le vas a hacer algo. Esto creo que no lo vemos mucho en nuestros tiempos, pero en los tiempos de Cristo había personas, mendigas, que también estaban acostumbradas a eso. Se acuerdan que cuando los mendigos iban tras de Cristo, los... ¡Ah, ya vete ya, déjalo en paz! La gente hasta les aventaba cosas, los pateaba, les gritaba, entonces la gente estaban ciscados, estaban atemorizados, aterrados. Esa es la palabra que Cristo usó para decir pobre en espíritu. Un mendigo espiritual. El publicano se estaba reconociendo como uno de estos, un mendigo espiritual. Ni siquiera se alzaba, ni siquiera se atrevía a alzar los ojos al cielo. Tal era la carga sobre la conciencia y el alma de este hombre. No quería ni mirar al cielo, sino que golpeaba su pecho diciendo, Dios sé propicio a mí que soy pecador. Dios nos dice que esto no era un show. ¿No era para que los demás vieran? ¿No era falsa humildad? Cristo dijo, éste descendió a casa justificado. La invitación de Cristo a almas como ésta, almas cargadas, como la de este publicano, es venir a mí, todos los que estáis fatigados, cargados, yo os haré descansar. Nos acercamos a Dios como un mendigo, sin nada y Dios nos recibe Mateo 11 28 otro ejemplo que nos puede ayudar a entender la pobreza en espíritu es el ejemplo del ladrón en la cruz vamos a poner atención a este ejemplo el ladrón en la cruz se acuerdan que Cristo fue crucificado y a sus lados pusieron ladrones ladrones convictos y mientras Cristo estaba ahí colgado Junto a estos ladrones, se pusieron a burlarse de él, los ladrones. Ambos. Pero después de un tiempo algo pasó en el corazón de uno. Hubo un cambio radical. Arrepentimiento. El ladrón le dijo al otro ladrón, este hombre no ha hecho ningún mal, pero nosotros merecemos esto. Y luego le pidió a Cristo, Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Este ladrón dijo, a mí me basta con que el Hijo de Dios se acuerde de mí. No tengo nada, pero si el Hijo de Dios se acuerda de mí, cuando entre en su reino, seré salvo. El ladrón mostró pobreza en espíritu que traía en aventuranza. ¿Qué tenía el ladrón que lo recomendara con Dios? Estaba ahí colgado en la cruz. ¿Qué le pudo haber dicho a Cristo? Te ofrezco que si me ayudas después voy a... No había un después. No tenía un gran nombre. La gente lo odiaba. Estaba muriendo como un ladrón. ¿Qué pudiera haberle ofrecido a Dios? Como Cambalache. Se reconoció en bancarrota espiritual. ¿Y cuál fue la respuesta de Cristo a este hombre? De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. El cristianismo es una religión del corazón. Bienaventurados los pobres en espíritu. Lo que ocurrió con el ladrón ese día ocurrió ¿en dónde? En su corazón. Ser pobre en espíritu no es ser pobre en recursos. Ser pobre en espíritu no es ser un buen actor para parecer que somos muy humildes ante los hermanos. Han habido muchas personas a través de los siglos, a través de la historia, pobres en recursos que no fueron pobres en espíritu. Ha habido muchos religiosos que fueron buenos actores, que se flagelaban, que vivían en el exilio, que aparentaban humildad. Vean cómo me he visto, vean cómo me comporto, vean mis actos de contrisión. Pero Cristo no se refería a nada de eso cuando dijo, bienaventurados los pobres en espíritu. Si tú crees tener vida eterna, la pregunta para ti es esta. ¿Has tenido un corazón quebrantado por tu pecado? ¿Has llegado al punto en tu vida en que hayas que, hayas tenido que decirle a Dios, Señor, estoy en bancarrota, no tengo nada, ni una cosa con que pagarte, ni una cosa con que restituir el mal que he hecho? No hay nada bueno. Así comienza la obra de Dios en un alma, mostrándonos que no tenemos nada. Nadie ha conocido a Cristo sin pasar por esto. Nadie. Es el primer paso en la salvación. Ahora les voy a dar otro ejemplo. Este es uno no tomado de las escrituras, sino inventado. Una buena ilustración de lo que pasa en la salvación son las ventas. Cuando nosotros tratamos de vender algo en esta vida, el problema principal que tenemos es lograr que la gente o el comprador potencial suba o nos llegue al precio. Es decir, nosotros queremos vender algo en un precio X. Vamos a decir que queremos vender un carro en 100 mil pesos. ¿Cuál va a ser mi problema principal? Siempre me van a querer ofrecer menos de los 100 mil. Oye, pues está bien, pero mira, tiene unos rayones por aquí. Te ofrezco ochenta. No, gracias. Está en cien. Oye, mira, te ofrezco cincuenta mil y una moto. Que no vale ni diez mil pesos, ¿no? La moto. Pero es una ganga, según el que me quiere comprar. No, gracias. Está en cien. Cuando queremos vender algo, nuestro problema siempre es que nos lleguen al precio. Que dejen de regatear y paguen lo que estamos pidiendo. Pero el problema que tiene Dios Y hablo figurativamente porque Dios no tiene problemas. Pero, ¿qué pasa entre nosotros y Dios cuando Él nos ofrece la salvación? Dios, el día de hoy, estamos abriendo Su Palabra. Dios te está ofreciendo la salvación el día de hoy. Estás escuchando el Evangelio el día de hoy. Dios hoy te está ofreciendo el Evangelio. ¿Qué pasa entre el hombre y Dios cuando Él nos ofrece la salvación? El problema es que nosotros no queremos bajar a su precio. Los hombres no quieren bajar a su precio. Dios nos dice, todos los sedientes Venid a las aguas. Los que no tienen dinero, no hay señor, no tengo nada. Los que no tienen nada, los que no tienen dinero, venid, comprad, comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. Dios no está en el negocio de vender la salvación. Está en el negocio de regalar la salvación, sin dinero. Sin precio. Pero la razón por la cual muchos nunca son salvos, incluso algunos de ustedes, es porque no quieren que Dios se les regale. Quieren comprar. Dios les dice, venid a las aguas. Y los que no tienen dinero, venid. Comprad. Comed. Pero los hombres responden, no señor, mira, no me regales nada. Te ofrezco estas obras de caridad que hice. Señor, mira, no, no quiero caridad, te ofrezco estos actos religiosos a cambio de mi salvación. Dicen, señor, yo no soy tan malo, yo no soy un mendigo espiritual. Ese es el problema, ese es el problema. Si eso es lo que estás pensando el día de hoy, nunca serás salvo. Los hombres, Siempre tienen esta idea que van a hacer algo. Voy a darle a Dios algo. No soy tan malo como los demás. Y lo más difícil en el mundo es lograr que bajen al precio de Dios. Lograr que se acerquen como mendigos. Quieren negociar con Dios. Quieren ofrecerle un cambalache. Quieren comprar. El publicano venía ante Dios a mendigar. El hombre no quiere reconocerse como mendigo espiritual. Tienes que bajar al precio de Dios. El fariseo, ¿qué hizo? Venía ante Dios a comprar. Señor, soy bueno, tengo esto, hice aquello. El publicano venía ante Dios a mendigar. Señor, no tengo nada. No merezco nada. Pido misericordia, sé propicio a mí, pecador. Bienaventurados los pobres en espíritu. Acercarnos a Dios de esta manera es lo que nos prepara para someternos a Cristo como Señor. Cuando una persona es humillada se vuelve moldeable, se vuelve dócil. Todos tenemos nuestra opinión, a todos nos gusta hacer las cosas a nuestro modo, ofrecerle a Dios un buen trato. Por eso hasta que Dios te humille, hasta que Dios derribe tu justicia propia, hasta que te muestre tu pobreza espiritual, no podrás doblar la rodilla ante Cristo. El Espíritu Santo primero nos tiene que convencer de lo que realmente somos. Para que podamos confiar en Cristo. Para que podamos confiar en la justicia de otro en vez de la nuestra. Sin ser primero humillados, no podemos servir a Dios realmente. Quien no ha conocido pobreza en espíritu, no puede entender por qué alguien sirve a Dios. Todo lo ven en términos de, ah, ok, estás ganando puntos. Estás tratando de ganarte algo con Dios. Ve en el servicio de los creyentes como algo bueno que le damos a Dios. Por eso cuando le dices a alguien que la madre Teresa nunca conoció a Dios. ¿Cómo? La madre Teresa nunca conoció a Dios. Y si tienen dudas pueden leer sus propios diarios donde ella reconoció que nunca había tenido una relación real con Dios. Ella lo confesó en sus diarios que salieron después de su muerte. Pero le dices a alguien que la madre Teresa no conoció a Dios. Y el mundo... ¿Estás loco? ¿Cómo no? ¿Cómo crees que no conoció al Dios verdadero? ¡Le hizo tantas cosas para Él! ¡Le hizo tantos favores! ¡Le ayudó muchísimo a Dios! ¿Cómo crees que Dios no iba a estar agradecido con ella? Lo que entiende el creyente que el incrédulo definitivamente no entiende, es que yo no le estoy haciendo a Dios un favor, ni le estoy haciendo, ni le estoy dando nada. cuando les sirve. Dios dice, si yo tuviese hambre, ¿a quién se lo diría? No te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud. Si Dios tomara el servicio del hermano Mark, si Dios tomara todo mi servicio, todas las cosas que he hecho, las pocas cosas que he hecho para servirle, y me juzgara en base a su santa ley, yo me iría al infierno. Si Dios olvidara todo lo que he hecho en mi vida, y me juzgara únicamente en base al sermón del día de hoy, terminaría en el infierno. Yo nunca he hecho nada perfecto en mi vida, nada. Pero sólo podemos entender y reconocer eso en la medida que Dios nos lo muestra. Sólo en la medida que Dios nos humilla y nos muestra que no hay nada bueno en nosotros, es que podemos comenzar a servirle realmente. y el Espíritu Santo puede comenzar a operar en nosotros para usarnos. Nos damos cuenta que tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros. 2 Corintios 4.7 Dios nos usa precisamente porque somos débiles, porque no somos nada, porque somos insignificantes, para que así la gloria sea toda para Él. Dios va a decir, miren a este miserable Mark, que use un poco, la gloria es para mí, para el Señor. No somos nada más que instrumentos, herramientas, por eso Pablo decía, uno planta, otro riega, pero Dios da el crecimiento. Nosotros no le estamos haciendo ningún favor a Dios al servirle. Hermano, pero yo llego temprano y pongo el café, Dios no necesita café. Dios no necesita que barras. Nosotros no le estamos haciendo ningún favor a Él, pero Él sí nos está haciendo un favor al usarnos, al permitirnos trabajar en Su servicio. Así que la pobreza de espíritu es donde todo comienza. Pobreza de espíritu es donde Dios comienza Su obra. Y una vez que comienza, Pablo dice que el que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Filipenses 1.6 Pablo habla de un comienzo. El comienzo de una buena obra en nosotros. Aquí es donde todo comienza. Comienza en humildad. Comienza en convicción de pecado, en tristeza que es según Dios, en pobreza de espíritu. Comienza en que nosotros digamos, Señor, sé propicio a mí que soy pecador. Hermano, siento que Dios no me escucha. He tratado de hablar con Él, no me escucha. Oro, pero siento que Dios no me hace caso. ¿Cuándo es que Dios mira a un pecador? Ya lo leímos, a este miraré con aprobación, al que es humilde, contrito de espíritu y que tiembla ante mi palabra. Dios mira a un pecador, Dios lo escucha cuando ve pobreza de espíritu. Ahora encaminándonos a concluir, déjenme hacerles la siguiente pregunta. ¿Tú cómo buscas la felicidad? Hermano, yo no la busco. Yo creo que sí. ¿Tú cómo buscas la felicidad? Sin duda, quieres ser feliz. ¿Qué estás haciendo para ser feliz? Ah, hermano, pues fíjate que tengo unas inversiones y, este, voy a hacerme rico. ¿La Biblia no dice bienaventurados son los ricos? En ningún lugar. Otros dicen, ah, pues, este, yo la voy a encontrar en mi moralidad sexual. Más y más son los que creen eso. Esa mentira. Voy a ser feliz siendo homosexual. Voy a ser feliz si tengo relaciones antes de casarme. La Biblia dice, bienaventurados los limpios de corazón. Otros dicen, ah pues yo, yo conozco el secreto. Voy a encontrar la felicidad en tener muchos amigos. Voy a tener grandes amistades, grandes compañeros, aventuras con ellos. La compañía. Pasar buenos ratos con amigos. Eso es lo que me va a traer felicidad. En los, estos, los de 5 y 10 pasos, etc., dicen, no compres cosas. Dicen, ay, algo de sabiduría. No busques felicidad en cosas. No compres cosas, compra experiencias. Ah, no, entonces había como una luz de esperanza y de repente se apagó. Mateo 5.11 dice, bienaventurados sois cuando os vituperan y os persiguen. Bienaventurado cuando no le gustas al mundo. Cuando el mundo te rechaza. Hay multitudes de predicadores que se preocupan por si le va a gustar el mensaje a sus oyentes. Por predicar lo que ellos quieran escuchar. Felicidad, gozo, amén. Pero predicar la verdad, predicar fielmente, significa por definición que a los oyentes no les va a gustar el mensaje. hasta que Dios haga un cambio milagroso en ellos. Significa que probablemente no les va a caer bien el mensajero. Porque la naturaleza del hombre es odiar al mensajero. Se acuerdan de Elías, ¿no? Llegaba Elías, así dice el Señor. ¿Y cuál es la solución de Acabi y Jezabel? El problema es el mensajero. No es mi pecado, no es mi rebelión. Hay que matar al mensajero para que me deje de molestar. Y así piensan muchos que dejan de ir a la iglesia, lo que pasa es que estoy yendo a escuchar el mensaje y esos predicadores me están haciendo que me sienta mal. No es Dios el que hace que te sientas mal. Es Dios. Al hombre no le gusta ser confrontado con su pecado, pero es la única esperanza de que no vaya al infierno. Si no es confrontado por su pecado, no hay esperanza para él. Los pastores que no quieren decir la verdad, que no quieren incomodar a nadie, se llenan de personas, se llenan sus iglesias de personas que van directamente al infierno con ellos y están en el camino ancho que lleva a la perdición. Si tú asistes a una iglesia donde regularmente te confrontan con tu pecado, te muestran tu necesidad de cambiar, tu necesidad de Dios, tu pobreza espiritual, probablemente estás en un buen lugar. en una iglesia fiel. Los pastores y las iglesias que no hacen eso, no entienden bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurado cuando le caes mal al mundo. Y eso no significa hacer falta de amor, no significa, ah pues voy a ser grosero porque la bienaventuranza dice que es bueno que yo no caiga bien al mundo. No, es porque hablas la verdad, porque buscas obedecer a Dios, porque amas la justicia, porque amas su palabra. Las bienaventuranzas son paradójicas para el mundo. Bienaventurados los pobres en espíritu. El mundo dice, bienaventurados los despreocupados. ¡Bienaventurados los que lloran! ¡Bienaventurados los que ríen! ¡Bienaventurados los mansos! El mundo dice bienaventurados los que confían en sí mismos y tienen una gran autoestima. ¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia! El mundo dice bienaventurados aquellos a quienes no les falta nada. No tienen hambre y sed. Según ellos, no les falta nada. Bienaventurados los puros de corazón. El mundo dice bienaventurados los sucios, los impuros, los que no tienen inhibiciones, los que tuercen lo natural. La verdadera felicidad requiere un cambio radical. Requiere que te salgas completamente del molde de lo que el mundo cree, el mundo enseña, el mundo busca y el mundo vive. Santiago dice, Gente adultera, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Ah, entonces tengo que tener puros enemigos en el mundo. No. Pero no puedes dejar los principios de Dios, dejar a un lado su palabra para ser como ellos. Si te cuesta, Dios dice, bienaventurado. Dios dice, feliz. ¿Quieres ser feliz? realmente quieres ser feliz, vas a tener que ir contra el flujo, en contra del molde, en contra de lo que el mundo te ha tratado de vender toda tu vida, donde comienza la felicidad. Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Una de las cosas que más esperanza me da a mí, para un alma, es escuchar a alguien con profunda conciencia de su pobreza espiritual. de su bancarrota espiritual, de su verdadera posición ante Dios. Lo que escucho frecuentemente es, hermano, fíjate que hice esto y logré aquello en el servicio del Señor. Qué bueno. Yo prefiero escuchar a alguien que se reconoce pobre en espíritu, porque sé inmediatamente que hay esperanzas para él. Sé que bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Ahora, vean cuál es la promesa en esta bienaventuranza. De ellos es el reino de los cielos. Más que todo lo que el mundo te puede ofrecer, más que todo lo que te promete, y vean el versículo 10, bienaventurados son los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Esto es algo asombroso, porque a los que son pobres en espíritu, Dios les promete la misma recompensa que a los mártires. Aquí está. Es la misma promesa. Lo mismo promete a los pobres en espíritu que a los que son perseguidos por su causa. Piensen en eso. La pobreza en espíritu es todo en el reino de Dios. Si no empiezas bien, para terminar, escuchen bien. Si no empiezas bien, nunca estarás bien. Si no empiezas bien, no terminarás bien. Si no empiezas reconociéndote en bancarrota espiritual, si no empiezas por arrepentirte, si no empiezas por reconocer que toda tu justicia son trapos de inmundicia, nada más va a estar realmente bien en tu vida. Si no has reconocido esto, nada va a estar bien en tu vida. Cristo, el Hijo de Dios, vino al mundo vino a salvar a hombres perdidos predicó el sermón más famoso de la historia y lo primero que dijo fue bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos le pedimos al señor cada uno de nosotros sea pobre en espíritu vamos a orar señor cuán grande es tu palabra ¿Cuán grande eres tú? Nos muestra, Señor, que nada de lo que nos han enseñado es verdad en el mundo, que el éxito no consiste en lo que el mundo cree, que la felicidad no está donde el mundo la busca. La felicidad está en ser pobre en espíritu. Y tú promete, Señor, que tú escucharás, que tú inclinarás tu oído, al que se humilla, al que se reconoce en bancarrota espiritual, al que no trata de ofrecerte un cambalache, sino que te dice, Señor, no tengo nada, Señor, sálvame porque no tengo nada, sé propicio a mí, pecador. Te rogamos que cada persona en esta iglesia llegue a ser realmente pobre en espíritu, y que obtenga la promesa que has dado Señor, por pura gracia en tu Hijo, el Señor Jesucristo. Amén.
Los Pobres en Espiritu
Series Las Bienaventuranzas
Cristo el Hijo de Dios vino al mundo, vino a salvar a hombres perdidos, predicó el sermón más famoso de la historia… y lo primero que dijo fue:
(Mat 5:3) "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Sermon ID | 823191432376319 |
Duration | 57:23 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Luke 8:9-14; Matthew 5:3 |
Language | Spanish |
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