00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
Santiago capítulo 2 y si Dios lo permite vamos a ver desde el versículo 18 hasta el versículo 19. Santiago capítulo 2 desde el versículo 18 hasta el versículo 19. ¿Es tu fe diferente a la que tienen los demonios? ¡Wow! ¡Vaya pregunta! ¿Es tu fe diferente a la que tienen los demonios? Aquí Santiago realmente está haciendo esa comparación. Santiago 2 voy a leer el texto desde el versículo 18 al versículo 19. Dice, pero alguno dirá tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras. ¿Tú crees en Dios? ¿Tú crees que Dios es uno? ¡Bien haces! También los demonios creen y tiemblan. Eso es Santiago 2, del 18 al 19. ¿Es tu fe diferente a la que tienen los demonios? Aquí Santiago ha estado resaltando la importancia de demostrar nuestra fe. Incluso llega el punto de que si no puedes demostrar tu fe, entonces no tienes fe. Tu fe está muerta. Está vacía. Tú puedes tener mucha labia, puedes hablar mucho, pero si no demuestras tu fe, eso significa que no hay fe. Es vida, ¿no? Es como la vida. Un cadáver Está muerto. ¿Y muestra que está muerto? ¿Y muestra que no hay vida en ese cadáver? Porque no se mueve. No está activo. Está muerto. Entonces, es esa idea. El cadáver puede tener un cartel que diga estoy vivo, pero es como que, vale, demuéstralo. Entonces lo que Santiago está resaltando es esa idea de que la fe viva se nota. La fe viva produce obras. Es como si vas a un trabajo, vas a una entrevista, te piden, te piden cosas, te piden obras, te piden pues titulación, un currículum, a ver qué es lo que has hecho para demostrar que realmente puedes trabajar allí. ¿Quieres ser mecánico? Vale, llegas ahí a la entrevista y te dicen, a ver, ¿cuál es tu titulación? No, no tengo. ¿Cuál? Pues mira, ¿por qué no arreglaste este vehículo? No puedo. ¿Pero tú eres mecánico? Sí, soy mecánico. Bueno, ¡pues demuéstralo! ¿No? Creo que entendemos ese concepto. En cualquier trabajo, sea un profesor de matemáticas, vale, a ver, vamos a ver si sabes matemáticas. Puede ser un futbolista, jugador de fútbol. Si no puede demostrar con su toque del balón que es profesional, Entonces, puede decir lo que quiera, pero no le van a contratar. Lo tiene que demostrar. Tiene que demostrar que realmente tiene la capacidad, ¿no? Y se demuestra, pues, por las obras. Se demuestra por lo que les puedes enseñar. Eso es lo que Santiago está diciendo. O sea, tú puedes decir que eres creyente, que tienes fe, ¿vale? Está bien, pero demuéstralo. ¿Cómo lo demuestras? Por las buenas obras, al poner en práctica esas buenas obras. Entonces, es la misma idea, o sea, como mencioné, una persona va a un trabajo y tiene que demostrar que realmente puede hacer ese trabajo, sea el trabajo que sea. Y eso es lo que Santiago está diciendo, o sea, no solamente, incluso empieza el capítulo 1, capítulo 1, en versículo... en versículo 22, dice, ser hacedores de la palabra. no tan solamente oídores engañándose a vosotros mismos. O sea, hay que vivir el Evangelio, hay que vivir la Palabra, hay que ponerlo en práctica. ¿Tienes fe? Pues que esa fe te impacte para que vivas de acuerdo a ello. Incluso aquí en Santiago capítulo 2 han estado mencionando nuestro trato con las personas. Nuestra fe se debe demostrar en cómo tratamos a las personas. Empieza el capítulo 2 mencionando si alguien entra en tu congregación, debes de tratarle como Cristo le trataría. Da igual su estatus, da igual su color de piel, da igual de dónde venga, da igual cómo va vestido, da igual su riqueza. Debes de tratarle correctamente, de acuerdo a la Escritura, y no hacer distinción entre personas. Demuestra tu fe. Y aún, a partir del versículo 14, está resaltando esta idea de que la fe se demuestra con las obras. Si tú dices que tienes fe, pero no hay obras que atestigüen, que sean esos testimonios que digan definitivamente ese tiene fe, entonces tu fe es inválida, no vale. Y por ello aquí en Santiago 2, versículo 14, dice, hermanos míos, ¿de qué aprovechas si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y está hablando de esa fe, esa fe que proclama, esa fe que dice tener, esa fe que dice tener, que tiene fe pero no tiene obras, ¿esa fe le puede salvar? Porque Santiago está diciendo no, porque solamente es una confesión de fe y no se demuestra, no demuestra la vida Como ese cadáver no demuestra vida, si estuviera vivo, se movería, ¿no? Hablaría, estaría activo, tendría tendría actividad en ese cuerpo, pero como está muerto, pues no tiene vida. Y entonces es esa idea. Por eso dice, ¿de qué aprovecha? ¿De qué aprovecha si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá esa clase de fe, podrá la fe salvarle? Y entonces, Da un ejemplo, dice, esto es en Santiago 2.15. Y si un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad de mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice, id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Ahí da esa ilustración de personas necesitadas. Tú puedes cubrir esas necesidades, pero dices, ah bueno, sí, que Dios os provea Y solamente les dais una bendición, unas palabras. Sí, son muy buenas esas palabras, pero ¡haz algo! ¿No? Cubre esa necesidad. ¡Tienen hambre! ¡Necesitan ropa! Son cosas básicas que necesitan. Tú tienes la posibilidad de ayudar, pues demuestra tu fe. ¡Haz algo! ¿No? Y entonces, en versículo 16, dice, y alguno de vosotros le dice, id en paz y calentaos y saciaos, pero no les deis las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Por eso, ahora lo aplica y dice, así también la fe. Si no tiene obras, es muerta en sí misma. Entonces, la fe, la fe genuina se demuestra con las obras. Y lo que... Santiago no está hablando de la fe para salvación. ¿Vale? Está hablando de demostrar tu fe por medio de tus obras. ¿No? Porque la Escritura es clara. La salvación es por fe en Jesús. ¿No? Creer en Jesús exclusivamente. Como nos dice en Galatas... Galatas 2.16 Sabiendo que el hombre no es justificado, o sea, no es declarado inocente por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo. Nosotros también hemos creído en Jesucristo para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley. Por cuanto por las obras de la ley, nadie será justificado. Entonces ahí el apóstol Pablo, inspirado por Dios, está diciendo, mira, la salvación es por fe, no es por obras. Lo cual es diferente a lo que Santiago está diciendo. Santiago no está diciendo que vas a ser salvo por las obras. Está diciendo que vas a demostrar esa fe que tienes por medio de tus obras. ¿Vale? Estás demostrando, es el demostrar, por medio de las obras, que realmente tienes fe genuina. Y lo que, entonces lo que hace Santiago aquí, en Santiago aquí, capítulo 2, desde el versículo 18 hasta el versículo 19, Él trata dos errores. El primero, en versículo 18, es la conjetura o esa idea de que la fe y las obras van separadas. Son dos entidades separadas. Santiago dice, no, para nada, van juntas. Y la fe se demuestra con las obras, siempre van juntas. Y luego, en versículo 19, él trata este error de que la fe sólo consiste en conocer la verdad, en conocer verdadera doctrina, en conocer, en este caso dice que Dios es uno, que Dios existe, que Dios es real. Solamente conocer que Dios es real no te salva. Y eso es lo que Santiago está diciendo. Incluso dice... O sea, ¿tú crees que te salva solamente conocer que Dios es real? ¡Para nada! ¡Los demonios saben que Dios es real! A tal punto que tiemblan. ¿Por qué? Porque saben que viene el juicio. Y entonces Santiago está diciendo que el simplemente conocer la doctrina correcta no te salva. Tiene que haber una transformación de corazón. Tienes que creer en Jesús como Señor y Salvador. Y esa fe verdadera se demuestra. Se demuestra con las obras. Y por ello aquí en el siglo XVIII dice, pero alguno dirá, o sea, aquí el Santiago inspirado por Dios está argumentando esta idea de que la fe Si no tiene obras, si no se demuestra, es que está muerta. No es una fe verdadera, no es una fe genuina, no es una fe viva. Está muerta, es vana, vacía. Y entonces lo que hace Santiago es ahora se enfrenta con alguien en debate y Santiago cita a una persona empezando desde la fórmula introductoria, esta fórmula cuando dice, pero alguno dirá, y entonces le cita, Y hay diferencias de opinión entre comentaristas, de cuánto es la cita, o quién es el que está, a quién está citando, pero lo que entendemos es que la cita es, tú tienes fe y yo tengo obras. Y luego Santiago responde y dice, muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras. y aparenta que Santiago está citando a una persona con quien no está de acuerdo, ¿no? Y lo que hay que entender es que era común en la antigüedad para un orador, alguien que está hablando, ¿no?, alguien que está... que está proclamando aquí un mensaje, para probar su mensaje, como que usa un portavoz imaginario, como que le está haciendo preguntas. Y entonces, es una manera de responder preguntas. Es pensar adelante y pensar qué preguntas podrían surgir a alguien que está en contra de tu opinión o en contra de tu mensaje. Y entonces, pues era común en la antigüedad para un orador el citar a un portavoz imaginario para plantear preguntas o plantear protestas con la intención de responderlas, con la intención de presentar cuestiones de manera clara e impactante. Y por ello, eso es lo que está haciendo aquí Santiago, lo cual es bastante común, lo vemos también en el apóstol Pablo. Por ejemplo, en 1 Corintios 15, 35, El apóstol Pablo dice, pero dirá alguno, ¿no? Simplemente está dando una ilustración, lo que alguien podría preguntar, o alguien podría protestar, y Pablo dice, pero dirá alguno, ¿cómo resucitarán de los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? ¿No? Y usa esas preguntas para responderlas por si acaso alguien tuviera esa duda mientras se está hablando, o también para responder esas preguntas antes de que alguien ataque y dañe, ¿no? Le está diciendo, mira, lo hemos considerado todo, lo hemos pensado, sabemos, tenemos las respuestas, no estamos intentando esconder nada. Estas son preguntas que os podríais plantear, pues entonces las voy a responder de una. No hay necesidad de que las preguntéis, ¿no? Y entonces eso es lo que Santiago está haciendo aquí. cuando dice en Santiago 2, versículo 18, pero alguno dirá, tú tienes fe, yo tengo obras, ¿no? Ahí está la cita. Y ese tú y yo, no identifican a Santiago y a su oponente, no es que el oponente esté diciendo tú y yo, sino está hablando de manera general, ¿no? Son dos personas de manera general que tienen diferentes puntos de vista, ¿no? Simplemente está refiriéndose a dos puntos de vista, dos personas con puntos de vista, pero no necesariamente Santiago y otro, sino hay dos personas, dos puntos de vista separados. Es como decir, una persona dice esto, otra persona dice Esto, o aquello, ¿no? Dos puntos de vista. Y lo que el contrincante, este contrincante imaginario que está usando Santiago, lo que está intentando distinguir son dos puntos de vista diferentes, ¿no? Una persona tiene fe, otra persona tiene obras. Como si fueran dos entidades separadas. Como si fueran dones separados, dones diferentes. No, aún tenemos en las Escrituras donde nos menciona que cada creyente recibe diferentes dones. ¿Verdad? Diferentes dones. Entonces, como por ejemplo en 1 Corintios 12, del 7 al 11, dice, pero a cada uno les es dada la manifestación del Espíritu para provecho. porque a éste es dada por el espíritu palabra de sabiduría, a otro palabra de ciencia según el mismo espíritu, a otro fe por el mismo espíritu, a otro dones de sanidades por el mismo espíritu, a otro el hacer milagros, a otro profecía, a otro discernimiento de espíritus, a otro diversos géneros de lenguas, a otro interpretación de lenguas, pero todas estas cosas las hace uno y el mismo espíritu repartiendo a cada uno en particular como él quiere. Eso es 1 Corintios 12, del 7 al 11. Es uno de los textos donde menciona estos dones espirituales que el Espíritu Santo, quien es Dios también, la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo da a los creyentes. Cuando el creyente pone su fe y confianza en Jesús como Señor y Salvador, recibe al Espíritu Santo que mora dentro de él, ¿no? Vemos que Jesús manda al Consolador, manda al Espíritu Santo. Y lo que nos dice la escritura es que el Espíritu, incluso ese texto que acabo de leer, ahí en primera Corintios 12, del 7 al 11, que el Espíritu Santo mismo da a cada uno un don. Bueno, dones. Pueden ser varios dones a cada persona, a cada creyente. pero que indica que somos un cuerpo en Cristo, entonces como un cuerpo tiene diferentes miembros y tienen diferentes funciones, pues entonces debemos de trabajar en unión y Dios asegura que en una congregación haya un cuerpo y tengamos diferentes dones para que funcionemos correctamente. O sea, si los ponemos en práctica correctamente, como el apóstol Pablo nos menciona ahí en primera Corintios 13, enfocándonos en el amor, ¿no? Entonces, si lo ponemos en práctica correctamente, entonces vamos a ser una unidad que funciona correctamente, ¿no? Un cuerpo que funciona correctamente y hace lo que tiene que hacer. Pero entonces lo que este... este oponente está diciendo es que hay como dos dones, ¿no? El don de la fe Incluso ahí ese texto que acabo de leer menciona un don de la fe, alguien que tiene fe, y luego el don de las obras. Hay dos dones, son separados, entonces no debes decir que uno es más espiritual que otro, o es más religioso que otro. son iguales de espirituales y religiosos. Simplemente uno tiene el don de la fe, otro tiene el don de las obras. Y ya está. Entonces, simplemente porque tú puedes demostrar tu fe por tus obras, no significa que el que no tiene obras no sea creyente. Y es que posiblemente está pensando los creyentes en un cuerpo, ¿no? Incluso si uno hace la obra, en realidad lo hacen todos. Un ejemplo, o sea, acabo de mencionar a personas necesitadas. Vale, pues en una congregación hay una persona necesitada. Bueno, pues una persona ayuda a la persona necesitada, entonces esa persona nos representa a todos, nosotros no tenemos que hacer nada, ¿no? Pero eso es lo que posiblemente está pensando, ¿no? Lo hacen todos. Entonces, hay uno que hace obras. Bueno, esa persona lo hace para todos. ¿Hay uno que hace este don? Pues, lo hace para todos. La cuestión es, Santiago no está hablando de dones, sino está hablando de la fe que salva. La fe, no está hablando de la fe como un don, como el don que ha mencionado ahí el apóstol Pablo en 1 Corintios 12, de 7 al 11. O sea, cada creyente tiene que tener fe para salvación. Esa es la fe que está hablando Santiago. Está diciendo, si tú tienes fe para salvación, si tú has creído en Jesús como Señor y Salvador, genuinamente, no de una manera exterior, no para que las personas te aplaudan, o para agradar a otros, o simplemente porque alguien quiere que pongas tu fe en Cristo, y tú digas, ah bueno, vale, pues lo hago, porque tú me dices cómo hacerlo, y yo lo hago, y ya está, pero si es de una manera exterior, eso no vale, tiene que ser una fe genuina, fe de corazón. Por eso nos menciona en Romanos 10, En Romanos 10, versículo 9, que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. No está haciendo una conexión con el exterior, la boca que lo proclama, pero menciona el corazón. No tiene que ser genuino, desde dentro. Si no hay esa conexión, entonces no es genuino. Tiene que ser de corazón. No solamente de boca. Tiene que ser de corazón. Esos romanos 10, versículo 9. Versículo 10 dice, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Luego versículo 11 dice, pues la escritura dice, todo aquel que en él creyere no será avergonzado. Y entonces viendo la importancia de tener fe genuina. Y Santiago está hablando de esta fe genuina. Está hablando de fe para salvación. Y esa fe para salvación se demuestra con las obras. Entonces Santiago no está hablando de dones. Por eso no se puede separar. No se puede separar la fe de las obras. La fe y las obras van juntas, ¿no? No para salvación, sino para demostrar esa fe. Entonces, como leímos antes en Gálatas 2.16, somos justificados por la fe, ¿no? Y lo que Santiago está diciendo es la fe viene después, la fe demuestra que realmente ha sido justificado, ha sido declarado inocente delante de Dios. Realmente has creído, genuinamente, se demuestra con las obras. Y lo que Santiago hace, usa a este opositor imaginario para argumentar la inseparabilidad de la fe y las obras. ¡Van juntas! No se puede mostrar la fe en modo alguno sin obras. Por eso aquí Santiago 2, versículo 18 dice, alguno dirá, tú tienes fe y yo tengo obras, o sea, está diciendo, mira, uno tiene fe, otro tiene obras, pero no pasa nada. Entonces Santiago dice, muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras. Entonces una persona puede decir que tiene fe. Entonces lo que Santiago está diciendo, vale, tú dices que tienes fe, Muéstrame tu fe sin tus obras. Es imposible. Porque las obras demuestran. Las obras demuestran la fe. Porque la fe es creer en algo que no puedes ver. la fe, la fe misma, no se puede percibir, no se puede ver, si no hay obras. Tienes que decir, tienes que apuntar o decir, mira, ¿ves? ¿Ves? ¿Esto es lo que estoy haciendo? ¿O ves lo que he hecho? O sea, siempre tienes que apuntar a obras para demostrar tu fe. Entonces, no puedes demostrar tu fe sin tus obras. Entonces, Santiago está diciendo, a ver, muéstrame tu fe sin tus obras. Es imposible. Y por eso, eh, Santiago, en contraste con su oponente, puede decir, mira, yo te muestro ahora mismo, ahora mismo te puedo mostrar mi fe, porque mira, mira lo que he hecho, mira, mira, mira mis obras. Y es que está argumentando la inseparabilidad de la fe y las obras. No se puede mostrar la fe, de modo alguno, sin obras. Santiago insiste que la fe y las obras siempre van juntas. Y aquí vemos cómo Santiago responde a su rival con un desafío. Quiere que le demuestre su fe sin obras. Y no puede. Para demostrar la fe, es necesario identificar obras. Es necesario decir, pues mira, Leo mi Biblia todos los días. Oro a Dios todos los días. Creo en su palabra. He hecho estas cosas para agradar a Dios, pero por amor a Dios, no para ser visto de los hombres. En diferentes obras, tienes que apuntar a ellas para demostrar tu fe. Y es que Santiago está totalmente preparado para demostrar su fe con sus obras. Y lo que Santiago está diciendo es fe sin obras no es fe. No es genuina. No hay diferentes maneras o diferentes formas de venir a Dios. Sólo la fe que se demuestra por las obras es fe genuina. Si tienes fe genuina, entonces, las obras, harás obras de fe genuina. Por ejemplo, en Lucas 3, 3, vemos aquí a Juan el Bautista que está predicando, y ¿qué es lo que dice? Él fue por toda la región contigo al Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. O sea, te muestras esa fe, cuando te arrepientes. Te arrepientes de tus pecados y los abandonas. Ahí estás demostrando fe. Ahí estás demostrando que es un cambio genuino. Hay una transformación. Antes robabas, ahora por tu fe no lo haces. Antes ponías en práctica estas cosas malas, ahora ya no lo haces. Antes mentías, codiciabas. Ahora no. O sea, estás diciendo no quiero. Y sabemos que somos pecadores. Caemos. Pero rápidamente vamos a los pies de Jesús. Nos arrepentimos de nuestros pecados. Y es un arrepentimiento genuino. O sea, queremos perdón. Incluso en primera Juan 1, 9. Si confesamos nuestros pecados. Él es filijusto para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda nuestra maldad. Es como cuando Natán fue al rey David. le dijo tú eres el hombre cuando David había adulterado con Bechabé había matado al marido de el marido Urias el marido de Bechabé y lo está intentando esconder y viene el profeta Natán con palabras de Dios y le cuenta una historia y David se enoja contra esta persona contra la persona de la historia que lo comenta y Natán, el profeta, le dice, tú eres el hombre, tú eres el pecador. ¿Qué es lo que hace David? Se arrepiente. Inmediatamente, no intenta esconder nada, se arrepiente, ¿no? ¿Por qué? Porque se da cuenta, ¿no?, de su pecado. Y entonces vemos el Salmo 51. donde él está pidiendo perdón. Está buscando perdón genuino. Realmente está intentando cambiar. Está confesando su pecado. No está intentando esconder nada. Eso demuestra fe. ¿No? Y entonces, por ello ahí el Juan el Bautista en Lucas 3.3 dice bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. O sea, los está bautizando y ellos están arrepintiendo de sus pecados, confesando sus pecados abiertamente, se arrepienten de sus pecados y lo demuestran con el bautismo de Juan el Bautista, ¿no? Y por ello reciben perdón de pecados. Nos dice Hechos 19, 4. El apóstol Pablo dice, Entonces, están demostrando por medio de sus obras, por medio del bautismo, de que creen en el Mesías que ha de venir. Y es que sólo se puede mostrar fe genuina por medio de las obras de fe. Y entonces, para continuar este argumento, está diciendo, vale, ¿crees que solamente por creer la doctrina correcta es suficiente? No. ¡Para nada! Por ello aquí Santiago, en capítulo, esto es Santiago 2, versículo 19, ahora desafía el error de que la fe solo consista en conocer la verdad, ¿no? Conocer la verdadera doctrina. Y Santiago, lo que hace es comparar la fe de su oponente con la fe de los demonios. O sea, la fe de aquel que dice, sí, yo tengo fe. Pero no puede demostrarlo con sus obras. ¿Vale? Entonces, tiene fe. ¿Qué clase de fe? Pues, Santiago dice, tu fe es igual que la de los demonios. Pero, incluso ellos tienen más fe. ¿Por qué? Porque tiemblan. Ellos saben que Dios existe. Ellos han estado en su presencia. Ellos saben. Si alguien sabe que Dios existe, son los ángeles caídos. Y entonces, ellos tienen la doctrina correcta. Se les podría decir, son ortodoxos, ¿no? En el sentido de que tienen la doctrina ortodoxa, tienen doctrina correcta. Pero, No son salvos. Solamente por tener la doctrina correcta no te salva. Y realmente es el mismo argumento que nos presenta el versículo 14. Dice, hermanos míos, ¿de qué aprovechas si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? O sea, ¿podrá ese conocimiento, esa fe que dice tener salvarle? Y es que las buenas obras son una expresión esencial de la fe genuina. Y lo que Santiago afirma es que la fe sin obras es vana. Una persona puede afirmar tener fe genuina sin realmente tenerla. Y Santiago está diciendo que solo la profesión de fe no te puede salvar. El punto principal es que la fe que no se demuestra con obras no es fe genuina. La profesión de fe que no va acompañada de obras no puede salvar. La fe que no actúa no es genuina. La fe que no va más allá de las palabras, no es una fe genuina. Y aquí, esto es en Santiago 2, versículo 19, dice, ¿tú crees que Dios es uno? ¡Bien haces! No, es una afirmación incorrecta. Es una declaración que viene de Deuteronomio 6.4, ¿no? De lo que se conoce como el Shema. En Deuteronomio 6, 4 y 5 dice, Oye Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es, y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón y de toda tu alma y con todas tus fuerzas. Eso es Deuteronomio 6, del 4 al 5. No estamos usando específicamente el versículo 4, lo cual es de lo más básico. O sea, los judíos afirmaban esta verdad, ¿no? Solamente hay un Dios verdadero, ¿no? Él realmente existe. y aún los creyentes, o sea, los seguidores de Cristo también afirman. Solamente hay un Dios, el Dios verdadero, Yahweh nuestro Dios. Entonces, es... pero también hay una... es... es como un conocimiento que no solamente se limita a los judíos y a los cristianos, a los creyentes. Hay muchos que piensan que solamente hay un Dios, ¿no? Pero solamente creer que hay un Dios Que hay un Dios allá arriba, como algunos dicen, eso no es suficiente para la salvación. Aún Jesús mismo reiteró el mandato en Marcos 12, del 29 al 31, cuando Jesús dice, el primer mandamiento de todos es, oyéis a él, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el primer principal mandamiento y el segundo es semejante. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y no hay otro mayor, no hay otro mandamiento mayor que éstos. Justamente aquí en Santiago, ha mencionado la importancia de amar al prójimo como a sí mismo. No, en versículo 8, aquí en Santiago 2, versículo 8. Amarás a tu prójimo como a ti mismo, ¿no? Viendo ese, ese, donde Jesús mismo dice esos dos mandamientos. No, depende de toda la ley. Resumiendo, toda la ley en esos dos mandamientos. Ama a Dios, ama a tu prójimo. Pero vemos que, vale, es cierto. ¡Bien hecho! ¡Tienes doctrina correcta! ¡Sabes la verdad! Es lo que Santiago está diciendo cuando dice, ¿tú crees que Dios es uno? ¡Bien haces! Como que le está dando una palmada en la espalda, diciendo, ¡bien! Por lo menos tienes la doctrina correcta. Pero ¿cuál es el problema? Que lo tienes en el cerebro, pero no lo tienes en el corazón. Sí, lo conoces, lo sabes. Pero eso no es suficiente para la salvación. Por eso dice, tú crees que Dios es uno, bien haces. Y ahora usa a los demonios como ejemplo. Ellos también conocen eso. Pero no son salvos. O sea, el problema no está en la declaración de que Dios es uno. O sea, de que solamente hay un Dios verdadero. El problema no está en la declaración, sino en que sólo es verbal y no impacta el corazón, no impacta la vida. ¿Cómo sabemos que no está impactando su vida? Porque no hay obras que lo demuestran. Su vida no demuestra su fe. Sus palabras no demuestran su fe. Lo que hace no demuestra su fe. Tener la doctrina correcta es necesario, pero es insuficiente para la salvación. Y es que hay una diferencia en un conocimiento intelectual y un conocimiento que lleva a una relación. Porque aquí en Santiago 2.19 mencionan a los demonios que ellos tienen un conocimiento intelectual. Ellos saben que Dios existe. Y tiemblan. ¿Tiemblan por qué? Porque llega el juicio. Tiemblan delante de Jesús cuando tiene encuentros con ellos. Ellos tienen un conocimiento intelectual. Pero, si notáis aquí mismo, que justamente después de este texto, va a dar ejemplos de fe, que lo demostraron con sus obras, menciona a Abraham y a Rahab, y cuando describe a Abraham, en versículo 23, dice, Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Hay una gran diferencia. Los demonios tienen un conocimiento intelectual. Ellos saben que Dios existe. Y por eso tiemblan. Porque van a ser juzgados y van a recibir castigo, etcétera. Tiemblan delante de Dios. Pero es muy diferente a Abraham. Abraham tiene fe para salvación, es justificado, o sea, declarado inocente y tiene una relación con Dios. Llamado amigo de Dios. ¿No? Tiene una relación Por eso hay una diferencia entre un conocimiento intelectual y un conocimiento que lleva a una relación. La fe genuina no solo consiste en conocer doctrinas bíblicas. Nuestra creencia en la verdad debe de impactar cómo vivimos, debemos de vivir de acuerdo a nuestra fe. Y por ello aquí los demonios, y cuando menciona a los demonios está hablando de ángeles caídos, ¿vale? Aquellos que siguieron a Satanás. en su rebelión contra Dios. Entonces, estos demonios realmente ilustran bien el problema de conocer la verdad de manera intelectual, pero no actuar correctamente, no apropiarse de esa verdad y vivir de acuerdo a ello. Es que los ángeles caídos saben que Dios existe y le teben, pero no son salvos. Incluso la fe de los demonios tiene más valor que la fe inactiva. Porque la fe inactiva, pues, está muerta, realmente no es una fe genuina, no hace nada, no hace obras, pero los demonios, por lo menos, tiemblan. ¿No? Les impacta. El conocimiento de la verdad les impacta y por eso tiemblan. Ellos están convencidos, o sea, los demonios están convencidos de la existencia de Dios, por eso tiemblan y están aterrorizados. Pero eso no les lleva a la salvación. Eso no es suficiente para la salvación. Vemos a través de los evangelios, cuando los demonios se encuentran con Jesús, ¿qué es lo que les ocurre? Quedan a sus pies, temblando, porque no saben qué va a ocurrir. En Marcos, capítulo 1, del 23 al 24, dice, había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo. que dio voces diciendo, ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros Jesús Nazareno? ¿Has venido para destruirnos? ¡Sé quién eres! ¡El Santo de Dios! Eso es Marcos 1, del 23 al 24. O sea, está aterrorizado delante de Jesús. En Marcos 5, del 6 al 7, aquí está hablando del endemoniado Gadareno y dice, cuando lo vio, pues, perdón, cuando vio pues a Jesús de lejos, corrió y se arrodilló delante de él. Y clamando a gran voz dijo, ¿qué tienes conmigo Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. 2 Marcos 5, del 6 al 7. O sea, los demonios eh... saben ¿Quién es Dios? ¿Saben quién es Jesús? Y cuando están en la presencia de Dios, lo único que pueden hacer es adorar. O sea, tienen que ir y postrarse. Por eso le vemos que se arrodilla ante Jesús. ¿Y qué es lo que ocurre? Tiembla. Él demuestra que conoce quién es. Porque dice, ¿qué tienes conmigo Jesús, hijo del Dios Altísimo? ¿No? Tiembla, ¿por qué? Porque sabe que merece juicio. Merece condenación. O sea, Él conoce la verdad. Pero eso no le impacta para la salvación. Y es que el conocimiento de quién era Jesús no les bastó para la salvación. Era necesario creer en Él. Tener una relación con Él. Entonces, por ello aquí, Santiago 2, versículo 19, dice, ¿tú crees que Dios es uno? Bien haces. También los demonios creen. Y tiemblan. O sea, los demonios conocen la verdad de Dios, pero no tienen fe genuina. Y por eso tiemblan, porque temen el juicio. Entonces, la pregunta que debemos de hacernos es... ¿Tememos a Dios? ¿Más que los demonios? Es que creer en Dios de una forma intelectual no cambia tu estatus de pecador. La fe que no va más profundo que el conocimiento es vano. Creer de una forma intelectual no tiene ninguna clase de mérito con Dios. Tu fe, en ese sentido, o sea, una fe simplemente intelectual, el creer de una manera intelectual que no te impacta el corazón, eso no te salva. O sea, Cristo es quien salva. Tienes que creer en Jesús como Señor y Salvador. Tiene que ser una fe genuina. Creer de verdad. Y por eso, Santiago continúa mencionando dos ejemplos. Dos ejemplos de fe genuina, desde el versículo 20 al versículo 26, donde menciona a Abraham y menciona a Rahab. Tuvieron fe y lo demostraron. Y por ello Santiago, usando otro argumento en el texto que sigue, desde el versículo 20 al versículo 26, Santiago usa las Escrituras mismas, ¿no? Estos ejemplos de la Escritura para demostrar que la fe y las obras van juntas. Entonces, la pregunta que debemos de hacernos es, ¿demostramos nuestra fe? O sea, ¿nuestra vida demuestra que tenemos fe genuina? ¿Demuestra lo que hacemos, lo que decimos, dónde vamos, dónde invertimos nuestro tiempo, dónde invertimos nuestro dinero? ¿Realmente demuestra que somos creyentes genuinos? ¿Demuestra que tenemos una fe que va más allá de lo exterior? va más profundo que solamente las palabras. ¿Demostramos una fe diferente a la que tienen los demonios? Porque los demonios creen. Ellos saben que Dios existe, pero para ser salvo tienes que ir más allá. Tienes que tener una fe diferente, no solamente conocer la verdad de manera intelectual, sino tienes que creer en ello, apropiarte de ello de corazón y creer en Jesús como Señor y Salvador. A eso se refiere cuando en Juan 3.16 dice, porque de tal manera amó Dios al mundo. que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda las tenga vida eterna. Esa fe que menciona, el creer, no es solamente conocer eso de una manera intelectual. Hay que creer, pues suficiente para apropiarse de ello. Hay que confiar en ello para aclamar a Dios para salvación. Para darte cuenta de que eres pecador de que mereces la ira de Dios, de que no te puedes salvar por ti mismo, de que tus obras delante de Dios no valen para nada porque ya eres culpable. Estás condenado delante de Dios. Entonces necesitas un salvador y clamas a Dios con fervor pidiendo que Dios te salve, pidiendo que Dios te rescate de tu vana manera de vivir. Esa es la fe que salva. la que pone en práctica, la que vive de acuerdo a la fe. Es como si yo te digo, oye mira, te he comprado algo para tu cumpleaños, pero lo tienes que ir a recoger a la tienda. Bueno, tienes que creer en mi palabra. Y si se demuestra si crees en mi palabra o no, Si vas a la tienda a recogerlo. Si no vas a la tienda a recogerlo, demuestras que no me crees. ¿Vale? Ahora, eso es una ilustración simple entre humanos, ¿no? Yo te he comprado algo, está en la tienda, tienes que creer y tienes que actuar conforme a esa fe, conforme a si crees en mi palabra o no. O sea, eso es lo que tenemos que hacer con el Evangelio. Si realmente creemos, vamos a ir al Salvador y pedir que nos salve y creer de que Él realmente murió por nosotros, de que Él realmente resucitó por nosotros, y que Dios realmente aceptó su sacrificio en la cruz, y que Dios justifica, o sea, declara inocente aquel que cree en Jesús como Señor y Salvador. Tenemos que creerlo, y tenemos que apropiarnos de ello, y tenemos que confiar y descansar en ello. Tenemos que tener fe. ¿Qué significa fe? Es creer algo que no puedes ver. Eso es lo que es la fe. Tienes que creer. Y... Y darte cuenta que necesitas un Salvador. Y por ello, tenemos en Romanos 6, 23, dice, porque la paga del pecado es muerte. Vale, esa es la condenación que merecemos. Más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Aceptar el regalo que Dios nos da. Dios nos da un regalo gratuitamente. Salvación de nuestros pecados. Salvación de la condenación futura. Pero tenemos que creer, tenemos que apropiarnos de ello por la fe. Y entonces vemos esa dádiva de Dios que es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Entonces, la gran pregunta que tenemos que hacernos, ¿tenemos fe genuina? O sea, ¿es tu fe diferente a la que tienen los demonios? Vamos a terminar en oración.
¿Es tu fe diferente a la que tienen los demonios?
Series Santiago
Sermon ID | 716231516163820 |
Duration | 46:53 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | James 2:18-19 |
Language | Spanish |
Documents
Add a Comment
Comments
No Comments
© Copyright
2025 SermonAudio.