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Estamos arrancando en esta mañana el capítulo 9 de Romanos. Siempre es emocionante cuando terminamos un capítulo y arrancamos el siguiente, se notan algunos cambios, matices, temas, ¿verdad? Que Pablo ha venido tratando y de repente hace un cambio y este es el caso en Romanos 9. Romanos 9 es un capítulo bastante controversial y vamos a detenernos y examinarlo con cuidado. Pero lo que sí debemos saber es que ahora Pablo empieza un nuevo tema. Pablo empieza a hablar en el capítulo 9 acerca de la relación que existe entre Dios y los judíos y empieza a tocar temas sensibles como la elección de Israel y como el rechazo también de Israel. Pablo entra, sin embargo, a pesar de que son temas difíciles y palabras muy duras, él entra con mucha sensibilidad. Y de hecho, lo primero que vemos en el pasaje que estudiaremos en esta mañana es una actitud de lamento, una actitud de profunda tristeza por la incredulidad de Israel. de el pueblo suyo y un pueblo a quien a quienes él ama dice así romanos 9 versículos del 1 al 5 verdad digo en cristo no miento y mi conciencia me da testimonio en el espíritu que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne, que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. Amén. Oremos. Padre, somos criaturas muy pequeñas presentes ahora ante un libro muy grande tu autorrevelación donde nos muestras tu carácter tu obra tu palabra que determinas que sea lo que nosotros conozcamos donde nos das lo que necesitamos y queremos acercarnos confiando Dios en ella confiando en la autoridad que tiene y también reconociendo nuestra pequeñez e implorando tu ayuda. Sabemos que nuestros oídos no están atentos, nuestros corazones no están inclinados, nuestras mentes no están abiertas y nuestras manos no están dispuestas a obedecer a menos que tú hagas un milagro en cada uno de nosotros. Tu Santo Espíritu que mora en nosotros, abra nuestras mentes y nuestros oídos, prepare nuestros corazones y haga que produzca un fruto abundante de obediencia a Ti. Confiamos en Tu Palabra que tiene poder para transformarnos. y te pedimos que lo hagas en el nombre de Jesús. Amén. Pablo empieza derramando su corazón, derramando sus pensamientos, sus emociones más profundas, pero quiere que los oyentes sepan que lo que está diciendo es verdad. Y por eso arranca las primeras palabras que dice, es verdad digo en Cristo. No es un juramento, no es como cuando nosotros podríamos decir, lo juro por Cristo, no. él está reconociendo que es uno con Cristo, que él está en Cristo, básicamente está diciendo como cristiano que soy, como seguidor de Cristo que es la verdad, de manera cristiana o conforme al carácter cristiano que busca decir la verdad, yo les estoy diciendo la verdad. Entiendan que lo que estoy diciendo es verdadero, y lo digo con una profunda conciencia de mi unión con Cristo, que es quien nos mueve a hablar la verdad, nos mueve a ser genuinos, nos mueve a ser honestos, verdad digo y no miento, dice. positivo y negativo. Está diciendo lo mismo, ¿verdad? Pero a modo de énfasis para mostrar lo genuino de sus sentimientos, lo genuino de lo que está por expresar. Verdad, les digo, y no miento, y encima suma, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo de que no estoy mintiendo. Ese es el punto de todo esto, es estoy diciendo la verdad, les digo la verdad porque soy cristiano, porque soy seguidor de Cristo, porque este es el carácter de lo que profeso, decir la verdad y digo la verdad con la conciencia limpia, mi conciencia da testimonio de que estoy diciendo la verdad y el Espíritu Santo corrobora ese testimonio en mí, el Espíritu Santo me confirma que estoy diciendo la verdad, Y además, esa frase que podríamos pasarla muy por encima, en el Espíritu Santo, tiene una implicación aún más profunda. Porque recordemos que Pablo no está escribiendo cualquier carta para cualquier persona. Él está escribiendo lo que vendría a ser la Sagrada Escritura. Está escribiendo por inspiración del Espíritu Santo. Está escribiendo palabra inspirada. Entonces, ese en el Espíritu Santo tiene aún más peso para nosotros y para sus oyentes originales, por supuesto, de prestar atención a lo que Pablo está a punto de decir, que está diciendo algo que es verdadero y algo que tiene autoridad, porque viene del Espíritu Santo. ¿Y cuál es la verdad que Pablo quiere comunicar? Que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Uno esperaría que después de una expresión así, venga un trozo de doctrina, ¿verdad? Bien jugoso, pero no, no arranca con doctrina. Pablo arranca con lo que está sintiendo y dice, siento una gran tristeza y un continuo dolor en mi corazón. Tengo pesadumbre, amargura, intensas, profundas, una gran tristeza, grande. Y una angustia, un dolor en el corazón, una ansiedad, quizá intensas, incesantes. Continuo, dice, un continuo dolor en mi corazón. Es una, son sentimientos severos, ¿verdad? Son sentimientos fuertes, lo que él está experimentando, pero no por él mismo, no porque esté él atravesando algo en particular, y sabemos que atravesó grandes tribulaciones y dificultades que podrían haber producido estos sentimientos, pero no es eso lo que produce el sentimiento en él, sino que es algo sobre Israel que le está produciendo profundo dolor y tristeza, algo acerca de sus compatriotas. lo estaba viendo y le producía dolor. Lo que se acercaba para Israel, lo que Israel estaba experimentando y lo que era el veredicto de Dios en cuanto al pueblo de Israel, a él le estaba produciendo dolor. Israel estaba perdiendo sus privilegios. Israel estaba perdiendo bendiciones que habían disfrutado por siglos como el pueblo de Dios. iban a quedar como sin esperanza, en una posición prácticamente de incrédulos. Eso es lo que Pablo está anticipando y viendo en sus compatriotas que van camino a la perdición. Eso es lo que él ve. Y no se regodea, no se burla de ellos, no se complace en la perdición. Estamos hablando del pueblo que mató al Salvador. Estamos hablando del pueblo que rechazó al Mesías y lo puso en la cruz, que pidió su muerte a gritos. Uno podría humanamente pensar como se merecen lo que les venga. Lo que les venga se lo merecen porque cometieron el pecado más atroz en la historia de la humanidad. Mataron al Hijo de Dios. Se merecen lo que les venga. Y Pablo podría haber pensado así también. Pero no reacciona de esa manera. Sino que vean lo que dice en el versículo 3. Desear a yo mismo ser anatema. Estaría dispuesto a ser hecho maldición. Eso es lo que está diciendo. Rogaría, pediría al cielo quedar yo bajo maldición. Estaría dispuesto a quedar separado de Cristo. hecho anatema dice separado de cristo cortado del pueblo de dios sin posibilidad de ser redimido eso es anatema sin posibilidad de redención sin posibilidad de salvación bajo condenación apartado para destrucción claramente es hipotético lo que está diciendo él sabe que no va a perder su salvación. Él sabe, acabamos de leer el capítulo 8, terminamos con una de las declaraciones más ricas de la seguridad que tiene Pablo del amor de Dios en Cristo Jesús y como nada podría separarlo y de alguna manera si hubiésemos leído El final del capítulo 8 y el principio del capítulo 9 creo que tendría aún más peso para nosotros lo que Pablo está diciendo. Él dice, yo sé que nada me puede separar del amor de Cristo, tengo esa seguridad, pero dentro de mí estaría dispuesto incluso a entregar mi salvación y a quedar separado de Cristo, si pudiera, sin que esto fuera incorrecto, si pudiera, lo haría. Es una condición imposible y lo sabemos, pero le da fuerza a su argumento y le da peso a sus palabras, una fuerza emocional profunda por amor a mis hermanos, por ellos, por el bien de ellos. Si con eso ellos se salvaran, si al yo entregar mi salvación ellos se salvaran, los que son mis parientes según la carne, los judíos, los que han rechazado al Mesías, mis hermanos y hermanas, mi pueblo, mi nación. El rechazo del Mesías es algo que vemos a todo nuestro alrededor, no solamente en el pueblo judío. Lo vemos en nuestra nación en general. Nuestro país, Costa Rica, rechaza al Mesías y todo lo que tiene que ver con Jesucristo. la política, la educación, la cultura en general. Vemos que no van por buen camino. Podemos ver claramente que lo que les espera es perdición, condenación. Eso es nuestro pueblo, nuestra nación, nuestros compatriotas. camino a la perdición. Y quizá podríamos sentirlo aún más fuertemente si pensamos en los compatriotas que tenemos más cerca, nuestros compañeros, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros familiares de carne y sangre que han rechazado o están rechazando al Mesías y van camino al infierno. ¿Qué sentimiento produce eso en nosotros? ¿Podríamos identificarnos con Pablo en esta profunda tristeza, este incesante dolor, esta gran compasión que él siente? Yo quisiera pensar que sí, pero me temo que muchas veces somos más indiferentes que otra cosa. ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos nosotros a llegar por el beneficio de nuestro prójimo para que conozcan a Cristo? Pablo está diciendo, yo entregaría mi salvación por mis hermanos, eso es lo que él estaría dispuesto a sacrificar. Hemos hablado de que el cristianismo debe ser un reflejo del carácter de Cristo. Por eso Pablo empieza diciendo, digo la verdad porque soy cristiano. Bueno, hay otra cosa que también es característica de los cristianos o que debería serlo porque es parte del carácter de Cristo. y es hasta dónde Cristo estuvo dispuesto a llegar para lograr nuestra salvación. En Cristo se cumplió eso que Pablo dijo. Cristo quedó hecho maldición, separado de Dios en la cruz para lograr nuestra salvación. ¿Hasta dónde estamos dispuestos nosotros a llegar? para que nuestros hermanos y hermanas, en la sangre, nuestros compatriotas, nuestros vecinos, compañeros, amigos, que en este momento van rumbo al infierno hasta donde llegaríamos, para que conozcan a Cristo como Salvador. Yo creo que debemos pedirle al Señor que nos conceda compasión, que nos conceda profunda tristeza, constante dolor, que no nos permita ir a la cama tranquilos sabiendo que nuestro vecino se pierde, que no nos permita andar en paz sabiendo que nuestros hermanos, hermanas, padres, abuelos, tíos van camino al infierno. Y nosotros tenemos el mensaje, el único mensaje. ¿Qué los puede salvar? La única esperanza. En el caso de Pablo, su pueblo no era cualquier pueblo. Él continúa diciendo en el versículo 4, estoy hablando de los israelitas. Dice que son israelitas. Pablo ha estado enfatizando el Evangelio por encima de la ley, ¿cierto? Y eso es como una lucha entre el judaísmo y el cristianismo. Y aunque defiende la misión a los gentiles, y podría parecer que a Pablo lo único que le importa son los gentiles y todos sus viajes misioneros fueron afuera de Israel, él, sin embargo, como judío, no es anti-judío. Él no odia a los judíos y lo demuestra en estas palabras. Él se preocupa por los israelitas, se preocupa y los ama verdaderamente y reconoce y respeta los privilegios que ellos disfrutaron y pasa entonces a enumerar esos privilegios. Dice, estos israelitas no eran cualquier pueblo, no son cualquier pueblo. Ellos fueron hechos hijos de Dios, de ellos es la adopción. Éxodo 4.22 Dice, y dirás a Faraón, Jehová ha dicho, Israel es mi hijo, mi primogénito. Israel disfrutó de esa posición de ser hijos de Dios, elegidos para ser hijos adoptivos de Dios, formal y legalmente hijos de Dios. Un pueblo escogido por Dios. Un pueblo escogido para recibir bendición de Jehová. Un pueblo escogido para servir a Jehová como su pueblo, para ser objeto de su amor paternal y para serle obedientes a Él. Dice además que de ellos es la gloria. ¿En qué sentido es la gloria de Israel? La presencia de Dios habitaba en medio de ellos. Esa gloria es referencia a la columna de fuego y la columna de nube que los guió en medio del desierto. La gloria de Jehová que habitaba con ellos. La nube que cubrió el tabernáculo de reunión. La gloria de Jehová llenó el tabernáculo, dice Éxodo 40, 34. La manifestación de Dios en el Sinaí en truenos y fuego. La gloria que llenó el templo de Salomón, el templo más glorioso en la humanidad. Era el templo de Dios, del Dios de Israel. Ningún otro pueblo tuvo esa experiencia de tener la gloria de Dios en medio de ellos. De ellos es el pacto. Curiosamente, el original dice los pactos. La reina Valera lo traduce en singular, el pacto. pero el original dice los pactos y creo que es una referencia a todas las repeticiones o las instituciones de los diferentes pactos que van todos ligados como hemos visto en los servicios de la tarde. El pacto establecido con Abraham, con Isaac y Jacob, el pacto en el monte Sinaí, el pacto con David, todos son un mismo pacto. De ellos es la promulgación de la ley. ¿Qué otro pueblo pudo conocer la voluntad de Dios como Israel a través de los diez mandamientos? Ninguna otra nación tuvo ese privilegio de recibir del dedo de Dios sus mandamientos en el pacto de Moisés. Toda la legislación de Dios fue un regalo, fue algo que ellos recibieron de parte de Dios. En medio de aquella gloria, de aquella majestad, de aquella, de aquel esplendor del monte Sinaí, aquella escena aterradora del monte Sinaí, recibieron la ley de Dios como un regalo. Y en medio de todas las leyes recibieron el culto, dice de ellos es, el culto, la adoración en el sistema sacrificial. La adoración en el tabernáculo y en el templo, sí, que era llamativa, que era pomposa, impresionante, ¿verdad? Vistosa. Muy diferente, superior a la adoración de los paganos. Y no solamente recibieron el sistema sacrificial y todo lo que era el culto ceremonial en ese sentido, sino que en cada aspecto de su vida. En cada aspecto de su vida, eran llamados a adorar a Dios. A honrar a Dios. Una vida de adoración. Posiblemente se acabó el espacio. Una vida de adoración. Era un privilegio, un privilegio que ninguna otra nació a su alrededor disfrutaba. Y dice también de ellos son las promesas. Las promesas hechas a Abraham y a su descendencia de que vendría un Mesías y que en él serían benditas todas las familias de la tierra. Todo lo que anticipaba la redención a través de Jesucristo fue dado al pueblo de Israel. Un privilegio enorme. Ningún otro pueblo en el mundo pudo prepararse para la venida del Mesías, como el pueblo de Israel podría haberse preparado, teniendo todas las promesas, todas las profecías, todo el anticipo de esa redención. Dice además de quienes son los patriarcas. Ellos eran descendientes de hombres favorecidos por Dios. He mencionado nombres ya Abraham, Isaac, Jacob. Las doce tribus de Israel, las doce cabezas de las doce tribus, descienden de estos grandes hombres, los padres de su raza. Grandes e imponentes ancestros hebreos, bendecidos por Dios. Y personajes famosos como José, como David, como Samuel, fueron parte de su historia, parte de sus antepasados. A ellos pertenece todo esto, dice Pablo, a ellos pertenece, a ellos pertenece la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto, las promesas, de ellos son los patriarcas. Pero luego hace un giro en el siguiente factor, Y dice, de los cuales, según la carne, vino Cristo. Todo lo demás, dice, era de ellos, les pertenecía a ellos. ¿Verdad? De ellos es, de ellos es, a ellos pertenece, todo esto. Pero, en el caso de Cristo, no dice, y les pertenece Cristo. No dice, y de ellos es Cristo. No. Dice que de ellos vino Cristo. Que sigue siendo un privilegio enorme. Pero quiere dejar claro que éste no vino para los judíos. Éste Cristo vino para el mundo. No es solamente de los judíos. Pero sí tiene su origen en medio de ellos. Es judío. El cumplimiento de todo, finalmente. El Cristo, el que según la carne dice, en su humanidad, fue descendiente de Abraham. Fue hijo de David. El mayor privilegio de todos los privilegios que recibió el pueblo de Israel fue que de su sangre, de sus entrañas, de en medio de ese pueblo, viniera el Salvador del mundo, Jesucristo el Mesías. Y fueron apartados con ese fin desde Abraham. La línea de Abraham fue protegida por Dios para que llegara el Mesías. Y fueron preservados como nación hasta este tiempo en el que llegaría el Mesías. Fueron entregados a la dispersión, fueron entregados al exilio, pero fueron traídos de vuelta y fueron protegidos y fueron preservados, porque de allí tenía que nacer el Mesías. Pero ya el Mesías había nacido. Y ahora el pueblo de Israel enfrentaba circunstancias muy diferentes. En el año 70, después de Cristo, la nación sería arrasada. y Israel desaparecería prácticamente. Continúa hablando de este Jesucristo, el privilegio mayor que ellos tuvieron, pero también fue el que rechazaron más. El que era por mucho superior a todo lo que ellos tenían fue el que rechazaron absolutamente. Y sin embargo Pablo quiere establecer otra realidad y es que no solamente es judío. No solamente, según la naturaleza, viene de los judíos, sino que añade el cual es Dios sobre todas las cosas. Jesús, al que ellos rechazaron. Jesús, al que ellos clavaron en la cruz. Ese Jesús, descendiente de David. Ese Jesús, de su misma carne y sangre. Ese Jesús es Dios, dice Pablo. Dios sobre todo. Sobre todos los privilegios, sobre todo lo que existe, sobre todo el universo, sobre todo Él es Dios y Él es quien lo gobierna todo. Él es Dios soberano, Él es Dios supremo, es Dios altísimo, Dios exaltado, bendito por los siglos. Ese es Jesucristo. El digno de gloria y digno de alabanzas eternas. por los siglos dice bendito por los siglos amén esa palabra de nuevo enfatiza verdad entonces Pablo empezó diciendo lo que les voy a decir es verdad y termina diciendo todo esto es verdad así es verdaderamente no sólo merece toda gloria y alabanza, sino que recibirá, sí o sí, toda gloria y alabanza. Usted quizá no está doblando su rodilla ante Cristo hoy, pero va a doblar su rodilla ante Cristo eventualmente. ¿Lo va a hacer cautivado por la gracia de Dios, o lo va a hacer cuando no le quede otra opción, antes de ser enviado al infierno? pero Él recibirá toda gloria y alabanza por los siglos de los siglos. Hay un paralelismo con Israel, mis hermanos. En medio de todos los privilegios que ellos disfrutaron, perdieron lo más importante. Como pueblo del pacto, nosotros tenemos una posición similar en el sentido de que disfrutamos de grandes privilegios. Siendo parte de la Iglesia, nuestros hijos nacen y crecen en el pueblo del pacto disfrutando los privilegios del pacto. La iglesia definitivamente es una comunidad especial y son protegidos nuestros hijos y chicos les hablo a ustedes disfrutan de un privilegio. al poder venir a la iglesia, poder escuchar la palabra de Dios predicada, poder escuchar el Evangelio todos los domingos, poder participar y ser testigos de la comunión que existe entre hermanos y hermanas en Cristo, y de lo que el Espíritu Santo hace, y de lo que Jesucristo hace en las vidas de sus padres, de sus hermanos, de sus hermanas, de sus amigos que están aquí reunidos, una comunidad de pacto por mucho superior a la comunidad del pacto anterior, donde disfrutamos ya no de los anticipos de las promesas, sino de las promesas cumplidas, y Dios no habita en medio de nosotros solamente, sino que habita en nosotros. Y nos encontramos con Él verdaderamente cada domingo. Eso es lo que está ocurriendo hoy, en este momento. Dios está aquí presente y disfrutamos el privilegio de contar con Su presencia en medio de nosotros y con nosotros. Y escuchamos Su palabra, la promulgación de Su ley y el anuncio o la proclamación del Evangelio. Y le alabamos y le servimos. y le adoramos y trabajamos en su reino y buscamos y nos desafiamos unos a otros para andar conforme a su voluntad, para glorificarle a Él, pero es posible creer que podemos estar en medio de esta bendición y que eso es suficiente. Podemos crecer con la bendición de ir a la iglesia y sin embargo no tener a Cristo. Podemos perdernos la bendición más grande. Nuestra relación con la iglesia no asegura nuestra relación con Cristo. Usted puede tener su nombre escrito en la lista de membresía de la iglesia, pero eso no garantiza su relación con Cristo. Una cosa es ser parte de la iglesia visible y otra cosa muy diferente es ser parte de la iglesia invisible por la fe en Jesucristo. Una cosa es conocer el cumplimiento de las promesas y otra cosa es abrazar y confiar en aquel que es él mismo el cumplimiento de esas promesas. Una cosa es que Dios habita en medio de su pueblo y otra cosa es que Dios habite en usted. Otra cosa es que usted mismo sea morada del Espíritu Santo. Una cosa es escuchar la ley y el Evangelio domingo tras domingo y otra muy diferente es arrepentirse de sus pecados y confiar en Cristo para salvación. Una cosa es aprenderse los himnos y los cantos y cantar junto con todos los demás pero otra es adorarle en espíritu y en verdad, conociendo al Dios al que estamos sirviendo todos los días. Una cosa es saber que Cristo es digno de alabanza, digno de gloria y honra por los siglos, y otra muy distinta es saber que usted personalmente estará rindiendo alabanza y gloria a Jesucristo en su reino por los siglos de los siglos como parte de su pueblo rodeado de todos los santos que han creído y creerán. Que Dios nos permita a cada uno y especialmente a nuestros hijos que crecen en medio de nosotros con los privilegios del pacto. que les permita conocer verdaderamente al Hijo personalmente para salvación. Oremos. Dios, somos un pueblo privilegiado. Disfrutamos de las bendiciones del pacto, de saber que estamos en medio de tu pueblo, Saber que tú habitas en medio de nosotros, disfrutar de la predicación de tu palabra, disfrutar de la proclamación del Evangelio, escuchar tu nombre, ver tu obra, ver cómo actúas en la vida de nuestros hermanos y hermanas y poder gozarnos en esa realidad de tu presencia y tu actividad en medio de nosotros. Pero somos conscientes de la realidad de que no todos los que están presentes en el culto realmente te conocen. No todos los que entonan cánticos, no todos los que memorizan tu palabra, no todos los que se saben los credos han conocido personalmente y verdaderamente a tu Hijo Jesucristo para salvación. Dios pone una inquietud si hay alguno aquí que no te conoce. Pon una inquietud constante que no puedan estar tranquilos, que no puedan hallar paz si no te conocen a ti. Mueve sus corazones, despiértalos oh Dios, a la necesidad que tienen de ti y abre sus oídos al Evangelio que tantas veces han escuchado. Y ayúdanos, oh Dios, a los que te conocemos, a tener compasión por aquellos que no te conocen, no solamente dentro de nuestra iglesia, sino fuera más allá de los muros de nuestra iglesia. Ayúdanos a tener compasión por nuestro vecino, vecina, que tal vez tenemos toda la vida de conocerlos y nunca les hemos hablado de Cristo. Ayúdanos a tener compasión de nuestros compañeros de trabajo, personas que vemos todos los días, que no nos puedan reclamar que nunca les hablamos de ti, de tu Hijo, del perdón de pecados, de la vida eterna. por nuestros familiares, por las personas que llevamos cerca de nuestro corazón. No nos dejes tener paz si no aprovechamos cada oportunidad para mostrarles a Cristo. Porque entendemos, oh Dios, que su destino eterno es lo que está en juego. Entendemos el valor de un alma Entendemos el valor de la vida humana. Entendemos el valor de las criaturas creadas a tu imagen, para tu gloria, para disfrutar de ti para siempre. ¿Y cómo en este momento se pierden sin propósito? Porque no te conocen. Y peor aún, porque quizá nosotros hemos guardado silencio. Danos valentía. Ayúdanos a aprovechar cada oportunidad, a predicar a tiempo y fuera de tiempo, a no temer consecuencias, represalias. Y Dios en especial, te rogamos por nuestros hijos para que suavices sus corazones y los inclines hacia ti. Porque nosotros solo podemos hablar Solo podemos predicar, pero no podemos transformar corazones. Salva, oh Dios, a nuestros hijos. Por Jesucristo te lo rogamos. Amén.
Las bendiciones de los judíos
Series Romanos
Sermon ID | 612241819205089 |
Duration | 37:51 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | Romans 9:1-5 |
Language | Spanish |
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