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La verdad es que da algo de temor acercarse a una predicación sobre la predicación, ¿no?, que es un poco lo que vamos a tener en este momento. Espero hayáis podido leer el libro de David Helm. A ratos vamos a estar resumiendo el libro, a ratos voy a estar poniendo mucho de cosecha propia, de ideas. Hay momentos en que estamos hablando de la predicación, otros momentos habrá algo de homilética, algo de hermenéutica, porque yo creo que esas disciplinas están tan cerca las unas de las otras, pero espero que al final sirva para que tengamos una idea, un impacto general de qué es la predicación expositiva y ayude un poco a cómo nos acercamos al texto, con qué intención, con qué propósito. y con qué filosofía nos acercamos al texto bíblico. Hay excelentes libros, luego podemos estar hablando un poco sobre bibliografía, hay excelentes conferencias, y el tener que presentar una conferencia o una clase en el día de hoy Para mí el reto al prepararla era qué puedo o qué debo compartir si sólo tuviera 50 minutos, que es lo que tengo, ¿no? O menos. Qué compartir si sólo tienes ese tema, ese tiempo, ese espacio, ¿no? Entonces, vamos a ir a hablar realmente a lo más importante, a lo clave, a lo fundamental, y voy a intentar ser eminentemente práctico en todo lo que quiero compartir con vosotros. Y, de hecho, es el sentido general del curso 222. Tiene un énfasis muy práctico en lo que es el ministerio dentro de la Iglesia. En todos los módulos vamos a estar hablando de evangelismo, de discipulado, de membresía, de todos estos asuntos. Y el tema de la predicación expositiva es trascendental porque, de alguna manera, Allá donde se predique fielmente y de forma expositiva el texto, vamos a estar viendo muchos cambios y vamos a estar viendo muchas otras cosas, ¿no? Porque la palabra es suficiente y la palabra es poderosa y la palabra, cuando la aplicamos, produce grandes cambios en nuestras vidas y en la iglesia. Segunda de Timoteo 3, 16. Dice que la palabra es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redarguir, para corregir, para instruir en justicia. Quisiera hacer una brevísima introducción sobre la relevancia de este tema, o sea, lo importante que es este tema. El porqué de la predicación expositiva. En primer lugar, podemos decir que la predicación expositiva es la forma reverente de acercarse a la palabra de Dios. ¿Qué quiero decir con esto? No hay nada más feo que cuando intentas conversar con alguien que el otro sea el único que habla, ¿verdad? Dices, bueno, se está produciendo un monólogo. El otro está hablando, pero realmente no te está escuchando ni tiene interés en tus sentimientos, en tus opiniones. ¿Qué triste es que un predicador pretenda acercarse a la palabra de Dios y realmente sea un monólogo? O sea, que uno esté hablando de su opinión, de su perspectiva, sin escuchar a Dios lo que tiene que decir. A eso me refiero cuando digo que la predicación expositiva es la forma reverente de acercarse a la palabra. El que está a punto de predicar está pensando, señor, es más importante lo que tú me tienes que decir, que no lo que yo tenga que decirte a ti, o lo que yo tenga En mi mente, sin imponer mis ideas propias al texto, la predicación expositiva es la forma sana de acercarse a la palabra de Dios. ¿Qué me diríais si yo os digo que en casa mis hijos escogen lo que ellos quieren comer? Para desayunar, para comer y para cenar. Me miraríais así y me diríais, David, con cuidado que se van a poner enfermos, porque estarían siempre con pizza, con hamburguesas, con helado y con... ¿verdad? Porque el niño escoge lo que a él le apetece, lo que él quiere, ¿no? Gracias a Dios y espero que pasen vuestras casas también, pues que son los padres o es la madre la que cocina y dice, hoy toca... verdurita, hoy toca ensalada, hoy toca pescado, hoy toca carne y son los padres los que dan una dieta sana a esos hijos que están creciendo. Si no predicamos expositivamente, predicamos de cualquier otra manera, estamos escogiendo qué queremos predicar, qué temas nos gustan y acabamos predicando al cabo de un año 15 veces sobre el mismo Salmo o 30 veces sobre Juan 3.16. En cambio, la predicación expositiva es la predicación realmente que produce salud en el creyente, porque nos estamos exponiendo a todo el consejo de Dios y estamos recibiendo toda la vitamina espiritual de parte del Señor. ¿Y cuántas veces tendremos que predicar de tal tema o tal otro? La propia palabra es la que marca esa pauta. Así como un tema aparezca en la palabra, así predicaremos de él, porque quiero decir que tantas veces no es necesario escucharlo. Y entonces es la misma palabra la que marca la dieta que nosotros necesitamos y que es saludable. La predicación expositiva es la forma didáctica de acercarse a la palabra. En primer lugar para el pastor o el predicador, porque la palabra me reta a tener que estudiar y prepararme más y mejor para comprenderla. Y luego para la congregación. Estamos exponiendo a toda la congregación a todo el consejo de Dios. Entonces la congregación crece. crece en su comprensión de las verdades y de las doctrinas. La predicación expositiva es la forma vivificante de acercarse a la palabra de Dios. Porque los grandes avivamientos a lo largo de toda la historia se han producido gracias a que se ha abierto la palabra y el pueblo ha sido confrontado, exhortado, consolado con con la palabra. Un pasaje que no hace mucho citaba Pastor Jairo en Emías 8.8, ese despertar, ese avivamiento que hubo cuando se abrió la ley y se leían en el libro de la ley de Dios claramente y ponían el sentido del mundo que entendiesen la lectura. La palabra expuesta es vivificante. La predicación expositiva es la forma teocéntrica de acercarse a la palabra de Dios. Porque si no predicamos expositivamente, ¿quién es la autoridad? ¿La opinión del predicador? ¿A quién acaba la congregación mirando? ¿Para recibir sabiduría, consejo, guía, luz? ¿A un hombre? Pero si predicamos expositivamente, la congregación destaca la palabra abierta. La congregación reconoce que la palabra es autoridad, y el autor de la palabra es nuestra luz, nuestro guía. Acabamos con los ojos puestos sobre el Señor. Sí, de verdad, la predicación es expositiva. Hay otros tipos de predicación. También en otra ocasión la hemos visto. Hay otros tipos de sermones que son saludables, biográfico, temático. Hace poco tuvimos nuestras conferencias de matrimonios y cada uno de los temas, comunicación, el rol del esposo, el rol de la esposa, venían de un pasaje en concreto. Estábamos siendo también expositivos porque estábamos aplicándolo. Podemos buscar un tema y podemos buscar un pasaje clave que expone aquel tema. Y también estamos siendo expositivos. En último lugar, la predicación expositiva es la forma fiel de acercarnos a la palabra de Dios. Porque, ¿qué dirías del embajador quien no lee los comunicados de su presidente o de su gobierno. El embajador que se presenta en casa de otro embajador o de un gobierno y no habla lo que dice su presidente, sino habla de su propia opinión, ¿verdad? Yo realmente pienso... Sí, mi país hace tal y tal cosa, pero realmente lo que yo creo al respecto es... Dirías que es un mal embajador, ¿verdad? No está siendo fiel. ¿Qué dirías de un amigo que está hablando de ti y no está reflejando fielmente lo que es tu opinión? cita cosas de una conversación contigo, cita una frase de un e-mail que le enviaste pero fuera de contexto, exactamente lo mismo, ¿verdad? Dirías que no es un amigo fiel, no está representando lo que tú has compartido con él. Pues nosotros queremos ser fieles a la palabra del Señor. Queremos ser fieles y queremos transmitir fielmente lo que Él nos ha dado, lo que ha puesto en nuestras manos. No vamos a hacer toda una teología de la predicación. Vamos a dar por sentado muchas cosas. Queremos concretamente hablar de la predicación expositiva. Vamos a dar por sentado que creemos en el poder de la Palabra de Dios. Creemos que es poderosa para transformar corazones, para hacernos andar en santidad, para convencer al pecador. Vamos a dar por sentado que creemos en la centralidad de la Palabra. Hay muchos aspectos de la vida cristiana que son muy importantes, la oración, la alabanza, el testimonio, el evangelismo, la obra social, hay muchas cosas que son muy importantes, pero eso no es el centro de la vida cristiana ni el centro de nuestro culto. Estamos convencidos de que el centro debe ser la palabra, es escuchar la voz de Dios, porque eso es lo que nos equipa, lo que nos transforma, lo que nos convence, lo que nos guía, Y donde la palabra es central, todo lo demás brota. Es como el tronco de un árbol. Luego vienen las ramas, las hojas y todo lo que tú quieras. Pero es central la palabra del Señor y que la palabra impacte sobre nosotros y la palabra nutre todo lo demás. Y un tercer aspecto es que estamos convencidos de que hemos sido creados para recibir predicación. Dios creó a Adán y Dios instruye a Adán. y escucha la voz de Dios. Dios crea a Eva y Eva no estaba cuando Dios instruyó a Adán. Adán instruye a Eva. Y mientras repitamos las palabras de Dios fielmente, es este ministerio de la predicación o de la enseñanza fiel en transmitir un mensaje. El problema es cuando llega otro predicador, la serpiente. y empieza a hablar de su propia opinión. Pues yo creo que ahí es cuando se produce el conflicto, porque ya no es la voz de Dios y el mensaje de Dios que se va repitiendo fielmente, ahí es cuando entra una voz extraña y ahí es donde se produce el conflicto. ¿Cuál de las voces debo escuchar? ¿Cuál debo creer? Pero a Serpiente habla en nombre propio. con que Dios os ha dicho que está expresando su criterio, su perspectiva. Y nosotros somos consumidores de predicación, buena o mala. Pero no podemos dejar de escuchar. Hemos sido creados para escuchar la voz de Dios, y si no estamos escuchando la voz de Dios, estamos escuchando cualquier otra cosa. Pero estamos escuchando algo porque necesitamos recibir revelación para que nuestro mundo tenga sentido y saber quiénes somos, dónde vamos, qué hacemos, qué se espera de nosotros. Consumimos predicación, que sea la buena, que sea un reflejo fiel del mensaje que Dios nos tiene que transmitir, nos quiere hacer escuchar. Por eso Pablo insta a Timoteo con estas palabras, que prediques la palabra, que prediques la palabra fielmente. Queremos que sea el pasaje bíblico el que hable. No queremos escuchar opiniones personales de hombres, no queremos escuchar anécdotas interminables, no queremos escuchar ilustraciones melodramáticas, no queremos escuchar lo que tú piensas, lo que yo pienso, lo que nosotros pensamos. Tanto da lo que nosotros pensamos. Vamos a escuchar la voz de Dios, fielmente, repetida constantemente. En el libro Helm nos ilustra algunos errores típicos, vamos a verlos rápidamente, que se producen cuando queremos transmitir un mensaje, el mensaje de la palabra, y él habla de la contextualización. Es necesario contextualizar porque tenemos que pasar, cada vez que queremos predicar un pasaje, tenemos que pasar de ese contexto determinado en esa época, hace 2.000 años o 3.000 o 4.000 años, al hoy, y tenemos que pasar del ellos, ¿verdad?, al nosotros. ¿Qué tiene que ver esto conmigo? Entonces, hace falta contextualizar el mensaje, transmitir el mensaje, pero hay un gran peligro en hacerlo mal o en hacerlo de forma rápida, precipitada, superficial. La predicación expositiva es la predicación ¿Cómo dice? Ah, sí. La predicación expositiva es la predicación cuyo mensaje es el mensaje del texto. Ese es el gran resumen que haríamos sobre qué es la predicación expositiva. Podríamos aquí haber incluido cantidad de definiciones. Hay muchas definiciones, y muy buenas, y muy completas. Pero esta es la más breve de todas. La predicación expositiva es la predicación cuyo mensaje es el mensaje del texto y es redundante si os dais cuenta. Eso no es redundante. Yo leía y leía y releía esta definición y decía, pues claro, faltaría más. Es casi como decir que el agua es mojada o una expresión que usamos mucho. Bajo para abajo, claro, o subo para arriba. Son expresiones redundantes. Pues decir que la predicación es expositiva es en sí Redundante. Si le explicáramos ahora al apóstol Pablo o al apóstol Pedro que estamos en un taller o en un seminario sobre predicación expositiva, yo creo que nos pondrían una cara así como, pues claro, que no puede ser de otra manera. No existe otra cosa que no sea predicación no expositiva. Y de nuevo, pasa un poco como con las confesiones de fe. Tenemos que redefinir términos tan evidentes a causa de los abusos que ha habido y de las malas prácticas que ha habido en tantos otros contextos, ¿verdad? Si no hubiera tantas cosas raras, a lo mejor no estaríamos hablando de la importancia de la predicación expositiva, que no puede ser otra cosa. Tiene que ser una predicación que refleje fielmente lo que el texto está diciendo con la intención del autor y que el mensaje del sermón sea el mensaje del texto. ¡Amén! Es que no puede ser de otra manera. Errores típicos, errores típicos en ese esfuerzo de... ¿Veis ahí un cubo de agua? Ese viene a ser el mensaje del texto. Y al contextualizar, al llevar del entonces a la ahora, se pierde agua por el camino. Ahí está el peligro, ¿no? Es como si quisiéramos cruzar un puente. Imagina que al otro lado del puente está tu familia, está muerta de sed. ¿Quieres darte prisa por llevar ese cubo de agua? ¡Qué reto! Una de dos. O me doy mucha prisa para servirles agua, aunque llegue la mitad del cubo. o llevo ese cubo de agua tal como lo debo llevar para que llegue toda. Y ese es el reto de la predicación expositiva. Queremos llevar ese cubo de agua, queremos alimentar, queremos saciar esa sed, queremos ser refrescantes, pero todo el mensaje es el que tiene que llegar, sin perderlo por el camino. Ah, esto es una virgaría del PowerPoint. Ya, llegó el agua al otro lado. Ahí es donde habla Helm de los peligros típicos de la adhesión ciega, ¿sí? En cruzar demasiado rápidamente ese puente desde el entonces a la hora y cometer esos errores de los que hablábamos. Cuando el predicador está más preocupado por ser práctico, por ser relevante, por ser actual, por ser trascendental, entonces el contexto está mandando sobre el texto. Tres errores. Los vamos a ver rápidamente. Ya los conocéis porque los hemos visto en el libro, pero estará bien refrescarlos. La predicación impresionista. Usando el símil de la pintura, ¿sí? cuando tomamos el pasaje y rápidamente, ah, esto quiere decir que empezamos a trazar trazos de pintura, muchos trazos de colores vivos, pero que no tienen una conexión el uno con el otro. Aplicaciones rápidas y realmente son pequeños minisermones de temas muy cotidianos. Aquí una pintura impresionista. Imaginad el mismo ejemplo, pero no con pintura, con gastronomía. ¿Qué sería una cena impresionista? ¿Os la comeríais? Una cena impresionista es cuando los padres llegan tarde, ¿verdad? Y uno de los niños, el más pequeño, el más dispuesto, dice, voy a preparar algo para papá y mamá. ¿Sí? Y ahí pone una olla y empieza a colocar todo lo que le gusta, ¿verdad? Unas galletas, un poco de atún, un trozo de chorizo. y empieza a hacer una cena impresionista. Y entonces los papás lo prueban pues un poco para darle el gusto al niño. Entonces, un sermón impresionista viene a ser algo así. Muchas cosas de aquí, de allá, esto es bueno, esto también, pero aquello no tiene coherencia y, lo más importante, no está reflejando la intención del autor, el tema central, el propósito del autor al compartir aquello, ¿no? Puedo tomar el libro de Jonás, por ejemplo, y pum, leer todo el libro de Jonás y lanzar un sermón sobre que es importante obedecer a Dios, que incluso el gusano y la calabacera y el gran pez obedecieron a Dios, la naturaleza obedece, la naturaleza está en los planes de Dios, hemos de ser ecologistas, y que tu pecado, igual como Jonás sufrió la tempestad los otros marineros, tu pecado tiene implicaciones para los que te rodean. ¡Punto! Vale, sí, y muchas cosas una aquí y una allá, pero ese no es el mensaje de Jonás. El mensaje de Jonás es la salvación viene de Jehová. Está en el centro del libro. Y esas palabras que clama Jonás desde el viente del pez, ese es el mensaje de Jonás. Y leemos Jonás 500 veces hasta que vemos claramente que ese es el centro del mensaje de Jonás. ¿Qué peligro la predicación impresionista? Una cita de Helm en la página 23. No hay duda de que la predicación impresionista es más fácil y rápida. Tiene más sentido, dada tu apretada agenda. Pero necesitas saber que, al final, estás haciendo lo que te da la gana con el texto. Y así es. Así es. El siguiente peligro es la predicación ebria. dice de nuevo la página 28, algunos predicadores usan la Biblia de la misma manera que un borracho usa una farola. Más para apoyo que para iluminación. La predicación ebria se produce cuando yo sé lo que quiero decir, aún antes de acercarme a la Biblia, yo ya sé lo que quiero decir y luego, ¡ay!, estaría bien apoyarlo con algún versículo. y busco un versículo para que refrende aquello, ¿verdad? Bueno, aquí uno de los borrachos que he encontrado apoyándose en la farola. Es cuando el predicador quiere decir algo. ¡Cuidado! Si nos acercamos de forma noble a la palabra para transmitir un mensaje de parte del Señor, yo no quiero decir algo. Yo me acerco a la palabra para que el Señor me diga lo que tengo que decir y exponer fielmente lo que dice aquel pasaje. Aquí podríamos poner cantidad de ejemplos. El predicador político tiene un tema en la mente, ¿sí? En la agenda, en el momento en que la política del país está, sabe lo que quiere decir y busca un pasaje para apoyar aquello. El predicador psicológico Voy a compartir sobre la importancia de la autoestima. Bueno, pues voy a buscar algún versículo que apoye aquello, aunque tenga que torturar el versículo para que encaje con lo que yo quiero decir. El predicador monotema. El que acaba predicando siempre lo mismo da igual del pasaje que venga. Más que predicación ebria es predicación con coma etílico. El que venga del pasaje que venga, acaba predicando exactamente lo mismo. Es increíble, ¿no? Aquel que empiece del pasaje que viene, acaba hablando de las sanidades. O del pasaje que viene, acaba hablando de la importancia de ofrendar en la iglesia. Aquel, nuestra versión calvinista, vamos a ser autocríticos también, ¿sí? Aquel que sea el pasaje que sea, acaba hablando de la predestinación. Y tú abres la Biblia y por más que lees, te miras al predicador, vas mirando y dices, pero la predicación, yo no veo la predestinación aquí por ningún lado. Da igual, la predicación acaba exactamente ahí, en la predestinación. Cuidado, no seamos predicadores monotema, porque entonces realmente yo estoy tomando el pasaje para llevarlo donde a mí me apetece llevarlo. Pero eso no es fidelidad. Realmente no es el pasaje el que está hablándonos, ¿sí? Cuidado en tomar la Biblia como excusa y nunca un pasaje, si normalmente es un versículo suelto, el que es más fácil de sacar de su contexto. Imagínate que tú escribes un libro. Y al cabo de un tiempo de que tu libro está publicado, vas viendo páginas de internet, foros en televisión, ¿verdad?, que dicen, ah, porque en su libro dice tal, tal, tal. Y realmente están cogiendo dos líneas de tu libro. Y te están haciendo decir cualquier cosa. Te pondrías de todos los colores, ¿verdad? Porque te están malinterpretando, están tergiversando lo que tú has dicho. Llamaría a esos programas de televisión y diría, ¿quieren ustedes leer por lo menos una página? por lo menos una página para ver exactamente qué es lo que yo estoy diciendo ahí, y no malentenderme o malinterpretarme de esa manera. Eso es lo que se hace muchas veces con la Palabra de Dios, tomar versículos sueltos fuera de lugar. En tercer lugar, la predicación inspirada, que suena muy pío, pero realmente creemos que la palabra es inspirada, y lo que el Señor nos da a través de su Espíritu es iluminación para entender lo que está escrito, interpretar lo que está escrito y exponer lo que está escrito. El Señor nos sigue inspirándonos sermones, porque muchas veces hay quienes dicen, leyendo este pasaje, el Señor me ha dicho y por más que la congregación lea en ese pasaje, realmente se maravillan de cómo te ha podido decir aquello, porque no lo ven, no lo ven en ese texto, entonces lleva a la gente necesariamente a cerrar su Biblia y a escuchar solamente a un predicador con el cual parece que Dios habla directamente, y le inspira, pero lleva exactamente al efecto contrario de la predicación expositiva, que es que la congregación ponga su confianza en la palabra, lea la palabra y sea capaz de leer la palabra de la misma manera en que estamos predicando la palabra. Y mientras estamos predicando, lo que aspiramos es que los hermanos tengan la Biblia abierta y vean lo que estás predicando exactamente ahí, en esas letras, en esas páginas, y puedan estar diciendo amén contigo. Pero siempre es una tentación confiar más en lo especial o en lo sobrenatural a la hora de preparar un sermón. ¿Qué me diríais...? Vamos a volar en el tiempo, ¿sí? Después del éxodo. ¿Qué me diríais si estáis en la tierra de Israel, veis un israelita de los que ha entrado con Josué y han conquistado la tierra prometida, y veis un israelita allí sentado sobre una piedra orando, y le preguntas, ¿por qué estás orando? Y él te dice, es que tenemos hambre y estamos pidiéndole al Señor que caiga maná del cielo. Bueno, el Señor les dio la tierra prometida y ahora que ya tienen la tierra prometida, no deben esperar maná del cielo. Tienen que cuidar esas vides y esos ganados y esas tierras y labrarlas y... ¿verdad? Lo mismo sucede con nosotros en la Palabra. El Señor nos ha dado la Palabra, ahora no esperemos mana del cielo, nos ha dado la Palabra para que la escudriñemos, para que aprendamos, para que la memoricemos, para que la prediquemos con fidelidad. Y eso lleva un trabajo, eso lleva un esfuerzo. Escudriñar las Escrituras, nos dice el Señor Jesús. No busquemos nuevas revelaciones extraordinarias. Por tanto, esos tres errores, si me faltaba el dibujito de la predicación inspirada, es esta. Predicador angelical. Estamos en esa tensión, y la que Helm describe es esa tensión entre querer hacer el mensaje entendible y, a la vez, interpretar correctamente el texto. Queremos alimentar, queremos comunicar la verdad, pero a la vez queremos ser fieles. No queremos hacerlo a la ligera, apresuradamente, superficialmente. Entonces, me gustaría describir en un primer momento Un proceso, un proceso, algunos pasos en el correcto acercamiento hacia la palabra, ¿no? En ese proceso de exégesis. ¿Cómo podemos acercarnos al texto de modo que nos hable y que podamos transmitir fielmente a los hermanos el mensaje? En primer lugar, hay una fase de preparación, ante todo, hora. Buscando la dirección del Señor. En segundo lugar, escoge el libro, escoge el pasaje del cual vas a predicar buscando la dirección de Dios, teniendo presente la necesidad de aquellos que te escuchan, ya sea la iglesia, ya sea un estudio bíblico, ya sea un grupo, ya sea el contexto en el que estemos, y en qué dirección el Señor te está moviendo. Los pastores hablamos mucho sobre la situación de la iglesia antes de escoger una siguiente serie de sermones. ¿Qué es lo que la congregación necesita en ese sentido escuchar? En tercer lugar, líbrate de prejuicios. Esto es muy difícil, sobre todo si llevamos 20 o 30 años como creyentes evangélicos. Abrimos la palabra, nos pasa en nuestra vida devocional, abrimos la palabra, vemos el pasaje, así ya sé lo que quiere decir. ¿Cómo acercarnos al texto como si fuera la primera vez que lo leemos, para que nos impacte de una forma fresca? ¿Qué es lo que quieres decirme, Señor? ¿Qué está ahí? Porque a veces leemos tan superficialmente, como vuelo de pájaro, que ya sabemos lo que dice, pero no estamos escuchando. En una cita de Charles Simeon, que cita también Helm, mi esfuerzo consiste en sacar de la escritura lo que está ahí, no meter lo que pienso que podría estar ahí. Es el problema. Porque si yo abro el pasaje, como el que abre una caja, ¿verdad?, y enseguida pongo algo, y luego voy a buscar a ver qué hay, encuentro exactamente lo que acabo de poner. Me quedo igual, hermanos, me quedo exactamente donde yo estaba. Necesito acercarme de una forma nueva a la palabra, que me hable como si fuera la primera vez, para aprender. En el caso de una serie, si no estamos acercándonos a un solo sermón, sino a una serie de sermones, entonces tenemos que acercarnos para dividir ese libro en secciones o en porciones que sean manejables, que tengan sentido cada una de ellas, para que cada una de ellas pueda ser un sermón. entender cuáles son los grandes temas, entender cuál es el hilo conductor que veo en todo el libro. Esta sería una fase previa, una fase de preparación. En segundo lugar, vendría la exégesis personal. Eso es difícil. Porque cuando estamos preparando algo, mi primera inercia, también la mía, es a leer y a tomar prestado. la opinión de tal comentarista, de tal otro, escuchar muchos sermones de otros hermanos sobre tal pasaje, ¿verdad? Esa es nuestra primera inercia. Y nos encontramos enseguida con unos papeles con un montón de buenas ideas. Y luego nos la miramos y decimos, ¿y ahora qué hago con todo esto? ¿Ahora cómo las conecto? ¿Ahora qué sentido tienen todas ellas? Esto es bueno, esto es bueno, esto es bueno, esto es bueno, ¿verdad? Intentamos ponerlas juntas, poner los trozos juntos. Es lo que yo llamo un sermón Frankenstein, ¿sí? Porque tomo trozos de muchos y cuando los pongo juntos, ahora intento darle vida. Intento, venga, ya, despierta, esto tiene que andar, esto tiene que hablar, esto que... Pero realmente cuesta muchísimo conectar todas esas partes. Primero tenemos que hacer el trabajo nosotros. Ahí está el kit de la cuestión, el gran secreto. Yo me tengo que acercar al pasaje y hacer esa primera exégesis. ¿Qué está diciendo? ¿Cuáles son los temas? ¿Cuál es el hilo conductor? ¿Cuál es el bosquejo? ¿Cuál es la estructura? ¿Qué es lo que está diciendo? ¿A qué me siento tentado a evitar? Porque no quiero decirlo, pero el texto es muy claro diciéndolo. ¡Qué reto, ¿verdad? ¿Qué es lo que yo quisiera decir que el texto no dice? Pues si no lo dice, no lo digas. Porque se trata de ser fiel al pasaje. Habrá otro pasaje que hablará de eso, pero no quieras imponer tus ideas. Es que aquí el apóstol se ha olvidado. Lo tengo que decir, lo tengo que decir. Si no está en el texto, por alguna buena razón no está en el texto. ¿Qué es lo que sí está? Entonces, todo ese ejercicio de de análisis y a veces de autoexamen, porque tienes que examinar tus propias motivaciones de por qué te sientes tentado a decir lo que quieres decir, pero no está en el pasaje, es también un ejercicio de nobleza delante del Señor. Ese exégesis personal es muy, muy importante. El pasaje lo tenemos que analizar en su contexto. Es que solo voy a predicar estos tres versículos. Bien, pero lee todo el capítulo muchas veces. Lee la carta entera muchas veces. Y esos tres versículos van a tener una luz especial. Vas a entender exactamente qué es lo que está en el corazón del autor bíblico. Leer el contexto. ¿Entiendo el contexto? ¿Cuáles son los personajes que están aquí? ¿Quién está hablando? ¿A quién está hablando? ¿En qué circunstancias está hablando? Es importante, si vamos a predicar filipenses, por ejemplo, entender dónde está el apóstol y por qué está el apóstol en prisión, en Roma. Va a dar luz sobre muchos aspectos de todo lo que va a estar diciendo. En qué circunstancias está, qué significa ese pasaje para la audiencia original, aquellos que están escuchando en primer lugar. Todo el sermón debe brotar del texto. Todo el sermón debe brotar del texto. ¡Cuidado! Queremos hacer exégesis del texto. Si luego en el sermón yo uso una frase de un autor, o una ilustración, o una anécdota personal, no me debo parar ahí y empezar a hacer exégesis de la ilustración, o exégesis de la anécdota personal, o exégesis de... ¡No! El texto es el que manda. Es a partir del texto de donde brota toda la predicación. y hemos de centrarnos en lo que el texto dice, no en lo que el texto no dice, o me gustaría que el texto hubiera dicho, o creo que el autor se ha olvidado, o etcétera, etcétera. Y aquí, como decía antes, hay dos retos. Cuando tengo que transmitir fielmente lo que el texto dice, hay dos retos. Uno, explicar lo que no está en el texto, o sea, irme por las ramas. Y uno dice, pero ¿cómo ha acabado aquí, verdad? Después de 45 minutos has acabado lejos del texto bíblico. O otro reto, otra tentación es dejar de explicar lo que sí está ahí. Podríamos decir escurrir el bulto, hacer la vista gorda. Es que es muy evidente, lo estás viendo, está ahí en el texto. ¿No lo vas a predicar? ¿Te lo vas a saltar? ¿Es que es impopular? ¿Es que va a exhortar? ¿Es que va a incomodar? Pero está. ¿Cómo vas a transmitir fielmente lo que está ahí en el texto de una forma tan clara? Hay un doble reto. Entender el pasaje, asimilar el pasaje, ese es el primer reto, Llegar a ese punto de decir, entiendo lo que la palabra está diciendo y entiendo lo que tengo que transmitir, y luego el siguiente reto es comunicarlo, transmitirlo, para que los hermanos también lo reciban. Entiende el pasaje en todos sus detalles. Hazte un experto de ese pasaje. ¿Qué significa esta expresión? ¿Qué significa este verbo? ¿Por qué se usa de esta manera? ¿Por qué el autor no vuelve a usar esta expresión en ningún otro lugar en su carta? ¿Por qué si lo usa tres versículos después? ¿Está intentando marcar un paralelismo? ¿Quiere que me fije en ello? Entender los detalles. Si puede ser en las lenguas originales, si no, podemos leer un interlineal, podemos usar varias traducciones. A veces es muy útil leer varias traducciones para tener un sentido más general de qué significa en el original aquel pasaje. Y localiza el tema y temas. Hay en una carta, en un libro, hay un tema general. Y luego hay varios temas en cada versículo o en cada sección que sirven a ese gran tema. Y están relacionados, están conectados. He hecho este dibujito para ilustrarlo. Es como si hubiera un gran paraguas. Hay un tema central, por ejemplo, Filipenses, la unidad en Cristo. Ese es para mí el gran tema. Pero hay muchos pequeños temas a medida que vas avanzando en la Carta Filipenses. Pero ¿cómo esos pequeños temas están conectados con el gran tema? Y el gran tema lo hemos de tener siempre presente a lo largo de toda esa serie de sermones sobre un mismo libro, sobre una misma carta. Los pequeños temas sirven ya sea que hablamos de bodia y síntike y de que nos tenemos que reconciliar con los hermanos, ya sea de en qué tenemos que pensar, ya sean todos los temas de filipenses sirven a ese gran tema. Estamos unidos en Cristo, tenemos una misma esperanza, un mismo gozo. Esa sería la segunda fase, la exégesis personal. El tercer punto yo diría que es construir un bosquejo. Todas estas fases no son monolíticas. Vamos para adelante y para atrás continuamente, vamos revisándolo todo. Y volvemos para atrás, y vuelvo a rehacer mi bosquejo, y continúo leyendo comentaristas, y vuelvo al principio, y aclaro un verbo en el griego que no entendí, y estamos continuamente revisando. Pero es bueno tengamos esta línea de acción presente. Construye un bosquejo. El bosquejo es el esqueleto del sermón. ¿Quién aquí tiene esqueleto? Yo sí, gracias a Dios. El esqueleto es el que me ha permitido venir de casa para acá. Nos movemos, gesticulamos, caminamos porque tenemos esqueleto. El esqueleto no se ve, pero lo tenemos. Un sermón debe tener un esqueleto. Luego, ya está el sermón todo redactado y a lo mejor el esqueleto se ha perdido ahí. Ya no ves punto uno, punto dos, punto tres. Tampoco es necesario ser explícitos con el esqueleto. No vamos enseñando el esqueleto por la calle, ¿verdad? Tampoco tenemos que decir, hermanos, punto uno, punto uno, punto uno coma uno, uno coma uno coma... No necesitamos explicar el esqueleto. Sencillamente llevamos a cabo el sermón y punto. Pero el esqueleto está ahí. Es el que da estructura, es el que da consistencia. Si no hay esqueleto, es como una medusa. Está arrastrándose por el suelo. Sermón es medusa, ¿verdad? Otro tipo de sermón. El bosquejo ayuda a avanzar. Ayuda a avanzar con orden en la exposición. Me ayuda a mí porque yo sé que hay un hilo conductor. Voy de A, B, C, D. Y ayuda a la congregación porque da un sentido lógico a los pasos que yo voy avanzando. Entonces, ayuda a mantener la atención. Porque si no, si yo voy yendo de un lugar para otro, ¿verdad?, y esquivo todas mis ideas tal cual vienen a mi cabeza, a mí me va a ser muy difícil luego seguir ese hilo del sermón, y a mis hermanos les va a ser imposible seguirme. Porque no tienen ningún sentido lógico, ¿verdad? Dices, ahora está aquí, pero en tres segundos va a estar en Júpiter o en Saturno o cualquier cosa. Nos ayuda. No podemos dejar el sermón a la improvisación. O una frase de Spurgeon que a mí siempre me ha ayudado mucho y encuentro que es muy importante. Improvisa las palabras, pero no las ideas. Es crucial. ¿Hay lugar a la improvisación en el sermón? Por supuesto que sí, porque tiene que ser algo fresco, vivo, ¿sí? Pero no improviso las ideas. Yo sé lo que quiero decir, pero luego, a la hora de transmitirlo, hay muchas maneras diferentes de transmitirlo. Cuidado con transmitirlo y entonces que te vengan un paréntesis, otro paréntesis, otro paréntesis... Bueno, el sermón de 40 minutos acaba siendo 40 horas. Yo tengo escrito qué es lo que quiero decir y en qué dirección quiero ir. Y luego puedo escoger unas palabras u otras a la hora de transmitirlo. El bosquejo, esto también es muy importante, y Helm también lo describe en algún momento, el bosquejo ha de ser natural. ¿Eso qué significa? Que yo leo el pasaje y asumo, es importante, pero asumo, y es verdad, que el autor bíblico en su mente tiene un bosquejo. Ese es el bosquejo que yo quiero para mi sermón. El autor bíblico, cuando explica lo que explica, Lo explica con un orden, lo explica con una coherencia. Entonces, yo voy a leer muchas veces el pasaje para encontrar ese bosquejo, porque de forma natural en el texto ya hay un bosquejo dentro de ese pasaje. Entonces, el bosquejo ha de ser lo más natural o lo más apegado al texto posible. Recuerdo un sermón de hace tiempo, algunos lo recordaréis, que prediqué sobre las parábolas del reino y una de las parábolas era la del tesoro escondido, ¿verdad? Y por más que leía yo el pasaje, me quedé con este bosquejo. El reino de los cielos es como un tesoro. Segundo punto, el reino de los cielos es como un tesoro escondido. Tercer punto, el reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Y así iba avanzando a medida que porque los puntos, el mismo autor, en este caso el Señor Jesús, describe lo que describe con un orden. Entonces yo puedo apropiarme de ese mismo orden para desarrollar el sermón que tengo que desarrollar. Cuando hace tiempo prediqué sobre el libro de Jonás, prediqué cuatro sermones, fue fácil estructurarlo porque el libro de Jonás son cuatro capítulos, dos suceden en el mar, dos suceden en tierra. De forma natural ya tienes las escenas. Jonás 1, el Jonás desobediente. Jonás 2, Jonás en el viento del pez. Jonás 3, Jonás que predica a Nínive. Jonás 4... con las que se enoja y el diálogo con Dios. Entonces, esas cuatro escenas son los cuatro sermones. Ya está estructurada en sí la serie. Y en el centro de todos ellos, una forma de quiasmo, en el centro, como una pirámide, está Jonás 2.9. La salvación pertenece a Jehová. Podemos leer y releer un libro o una historia y ver cuál es esa estructura natural que tiene, porque, repito, el autor sagrado, cuando nos lo escribe y nos lo transmite, tiene en mente un bosquejo, tiene en mente una estructura. Y cuando tengamos ese bosquejo acabado, ese tema central, este es el pasaje, este es el esqueleto, esta es la estructura, Realmente, ¿podemos localizar el tema central? ¿Podemos decir cuál es el tema en una sola frase? O, usando algo de forma chistosa, nuestro hermano pastor Sujel Michelén a veces usa el test de las 3 de la mañana. ¿Alguno lo habéis oído, verdad? ¿Qué es eso del test de las 3 de la mañana? Bueno, si son las 3 de la mañana y tu esposa te da así un codazo y te dice, cariño, el sábado por la noche a las 3, ¿sí? Cariño, ¿de qué predicas mañana? ¿Le puedes explicar a tu esposa el tema del sermón en una sola frase y seguir durmiendo? ¿O te quedas? ¿De qué platico mañana? Espera, espera. No sé, no sé de qué platico mañana. Si lo puedes resumir en una frase, es que vamos bien. Hay un tema central, hay un propósito, hay una frase que quieres que quede en la mente de los hermanos y que se la lleven en el corazón, ¿sí? Pero el sermón debe tener un punto central, que es donde queremos llegar y donde queremos acompañarles. Fase 4. Bueno, puedo resumir tu sermón en una sola frase. Fase 4 en la exercicis. Viste el bosquejo. No prediques el bosquejo, de nuevo. Cuando tenemos el bosquejo, tenemos la estructura, ahora la vamos a vestir. Cada uno de esos puntos se tiene que explicar, expander, ilustrar, etcétera. Hacer entendible, comunicarlo... ...en maneras. Entonces es como si ese esqueleto lo vestiéramos ahora con carne, músculos, tendones, ropa... para tenerlo completamente acabado. Y ese acabado es lo que transmitimos, es lo que comunicamos. Cada punto debe completarse. Y lo último, la conclusión. Una conclusión que sea poderosa, una conclusión que no sea solamente un resumen. Bueno, vamos a recapitular. No, la conclusión es el punto álgido, es el clímax, es el argumento final de todo el sermón, ¿sí? Y aunque parezca paradójico, la introducción. La introducción es lo último de lo último que escribimos en un sermón. Porque si empiezo escribiendo la introducción, la introducción ya está marcando el rumbo del mensaje. y a lo mejor la introducción es inapropiada. Bueno, de hecho, si escribo la introducción primero, cuando acabe el sermón, lo que enseguida voy a pensar es, tengo que cambiar la introducción. porque no es lo que yo quería transmitir. Escribo todo el sermón, escribo la conclusión, está acabado, y entonces encuentro en mi mente, con todo el sermón acabado, fresco, digo, esta es la mejor introducción. Porque realmente va a apuntar, es como la pista de despegue del avión, ¿no? Sé el destino primero, y luego sé exactamente cuál es la pista de despegue mejor para llegar a ese destino. Todo lo que os he dicho, dejádmelo ilustrar de otra forma. lo que yo llamo las tres Cs. Esto no está en el libro de Helm, esto es de cosecha propia. Las tres Cs de todos sermones, como tres ingredientes. Para hacer pan necesito harina, agua y sal, ¿verdad? Vamos a hacer un pan sin levadura, si no, no me sale bien el ejemplo, ¿vale? Harina, agua y sal. Si en vez de harina, agua y sal le pongo azúcar o mantequilla, ya me sale otra cosa, ya no es pan, ya serán galletas o un croissant o cualquier otra cosa. Las tres C, son los tres elementos que un sermón debe tener para ser un sermón. En primer lugar, El contexto. En segundo lugar, el corazón. En tercer lugar, la cruz. Contexto. ¿Qué significa? Esto es a lo que se refiere Helm cuando dice que no podemos pasar del texto al nosotros. Primero necesitamos, esta línea ascendente que él dibuja, necesitamos entender el ellos-entonces. ¿Entiendo el contexto? ¿Entiendo qué es lo que está pasando en ese pasaje? ¿Cómo lo viven? ¿Quién lo vive? ¿Cómo reaccionan? ¿Qué inspira ese pasaje? ¿Qué transmite? ¿Qué comunica? ¿Qué significa? El contexto me habla de ellos y entonces. Necesitamos entender el pasaje en su contexto, o sea, el libro, el tiempo, las circunstancias, el momento histórico, todos esos detalles. ¿Cómo vivieron ese pasaje, esa situación, esa enseñanza, ese episodio, los protagonistas originales, cómo vivieron ese momento? ¿Qué significaba para la audiencia original? ¿De qué forma impactaba a la audiencia original su relación con Dios? Y esa comprensión del contexto necesita tiempo, necesita inversión por nuestra parte. Evidentemente, si estoy en una serie de sermones, de nuevo pongamos, por ejemplo, filipenses, voy a hacer mucha inversión en el contexto al principio de la serie para entender todas las circunstancias, pero luego voy edificando sermón tras sermón uno detrás del otro. Es una primera inversión muy fuerte. Pero... Esa inversión muy fuerte la conoces tú, no tiene por qué conocerla la congregación. Imaginaos que el primer sermón es explicar todo lo que he investigado durante la semana sobre la carta a los filipenses. O si voy a predicar sobre David y Goliat, es que he aprendido mucho de los filisteos esta semana. Y realmente es un sermón entero sobre la cultura filistea, la religión filistea y el origen del pueblo filisteo. Y se acaba el primer sermón. Realmente eso no ha alimentado espiritualmente. Ha llenado nuestra cabeza, pero no nuestro corazón, ¿verdad? Es un proceso largo. Aquí esta ilustración me encanta, es un iceberg. El sermón es la parte superior. Lo que realmente al final comparto con los hermanos, o compartimos, no es todo el estudio que yo he hecho. Es el resultado final del estudio que yo he hecho. Pero toda la preparación es la parte inferior del iceberg que no se ve. Cuando un cocinero te trae en un restaurante un plato y tú le dices, wow, ¿qué es?, te explica en una frase lo que es el plato. No te empieza a explicar cuándo el lunes fue a Mercabarna a comprar, cómo ha cortado las zanahorias, exactamente cómo ha deshuesado el pollo, ¿verdad? Tú te quedarás ahí como tres cuartos de hora aburrido, el plato ya está frío y él sigue explicándote lo que tienes en el plato. Ridículo, ¿verdad? Entonces, hay un trabajo previo a la preparación de un sermón y el estudio de un sermón, y no tenemos por qué compartir todo ese trabajo previo, porque estaremos inflando las cabezas, pero no los corazones. ¿Sí? No sirve de nada deciros. Voy a explicar, para empezar, lo que he leído en los doce comentaristas, las doce opiniones diferentes sobre este pasaje. Esto no va a llevar a ninguna parte. ¿Qué peligro me puedo encontrar entonces con respecto a este tema? Primer peligro. Si me centro mucho en el estudio del contexto y acabo compartiendo lo que es el contexto, la predicación intelectual. La predicación intelectual, como digo, infla el cerebro, pero no alimenta los corazones. ¿Veis? El dibujito es contexto, contexto, contexto, contexto, contexto, contexto, contexto y punto y nada más. Ahí, el intelectual, un pequeño Einstein que he encontrado. Así que es necesario el estudio del contexto, pero vamos a pasar al paso siguiente, corazón. ¿Cómo apunto al corazón? Apuntar al corazón es muy importante porque responde al ¿y a mí qué? Responde al yamique. Si escucho un sermón sobre filipenses, por ejemplo, y todo tiene que ver con Pablo, Timoteo, Epafrodito y la iglesia en Filipos, y acaba el sermón y yo salgo de la iglesia, yamique. Pues eso pasó hace dos mil años. Sería muy importante para Pablo y para Timoteo, para los filipenses, pero para mí no. O sea, yo me voy a casa exactamente igual. ¿Sí? ¿Me seguís? Entonces, hemos de responder a la pregunta del ¿y a mí qué? ¿Y cómo respondemos? Hay que hacer ese salto del entonces, del pasaje, de todo lo que he profundizado, a lo que eso tiene que decirnos hoy a cada uno de nosotros. En primer lugar, hay una aplicación personal. Cuando preparamos un sermón, preparamos un estudio, nos preguntamos en primer lugar ¿a qué me mueve este pasaje? ¿A crecer en fe? ¿A crecer en esperanza? ¿A crecer en amor? ¿En testimonio? ¿En constancia? ¿De qué manera me exhorta? ¿De qué manera me consuela? ¿De qué manera me fortalece o me quebranta? ¿Cómo es de edificación para mi alma? En primer lugar, una aplicación personal. En segundo lugar, una aplicación general a la congregación. ¿Qué nos está diciendo como iglesia en el momento en que estamos? ¿Cómo nos dirige? ¿Cómo nos exhorta? ¿Cómo nos corrige? ¿Cómo nos advierte? ¿Qué dice a los esposos? ¿Qué dice a las esposas? ¿Qué dice a los jóvenes? ¿Qué dice a los niños? ¿Qué dice a los incrédulos? ¿Cómo este pasaje nos está confrontando con la verdad y nos mueve a un cambio, ¿verdad? Y encontraréis dentro de círculos teológicos gente más partidaria de la aplicación, gente menos partidaria de la aplicación. Hay incluso teólogos que dicen que no debemos hacer ninguna aplicación. Solamente debemos predicar lo que dice el texto y cada uno saque sus conclusiones o el espíritu moverá a cada uno a sus propias conclusiones. Yo creo que sí hemos de hacer aplicación. El peligro en la aplicación es en pasarnos. O sea, en ser tan concretos en la aplicación que caigamos en el legalismo, en el fundamentalismo, en el sectarismo, ¿verdad? Pero hemos de hacer aplicaciones porque vemos en la palabra que la misma palabra hace aplicaciones. Efesios capítulo 1 al 3, lo que Dios ha hecho, las grandes verdades, los indicativos. Efesios 3 al 6, imperativos. Ahora vosotros tenéis que vivir de esta manera. Nuestra comunicación, el rol del matrimonio, la educación de los hijos, es un imperativo. Si esto es lo que Dios ha hecho, esto es lo que tú tienes que hacer. Señor Jesús lava los pies a sus discípulos, indicativo, evidente, delante de nuestros ojos, y el Señor Jesús dice, ¿sabéis lo que os he hecho? Pues entonces vosotros. Entonces, hemos de mover... La palabra tiene de forma aplicada que mover nuestros corazones en alguna dirección. Es necesario ir del infinitivo al imperativo. Y es necesario el conectar el ellos entonces con el nosotros ahora. El pasaje nos tiene que mover. Nos tiene que mover a muchas cosas, a muchas virtudes cristianas. Repito, el problema a veces, o el temor, En no hacer aplicaciones es en extralimitarnos en las aplicaciones o aplicarlas de forma exagerada y en terrenos en que no debiéramos de aplicarlo. Pero la palabra es concreta en muchos asuntos. Peligro. Aunque debe haber aplicación, no debemos quedarnos solamente en la aplicación. Ahora hablaremos de la cruz. ¿Sí? Porque si nos quedamos solo en la aplicación, ¿qué pasa? Que estamos predicando humanismo. Estamos predicando simple moralismo. Sé fuerte como Sansón. Sé obediente como Noé. Sé valiente como Josué. Ten fe como Abraham. ¡Ya! ¡Adelante! Nos podemos ir para casa. ¿Cómo se queda la congregación? ¿Cómo se quedan los hermanos? Sí, tengo. Es verdad. Me tengo que esforzar. Sí, es verdad. Pero hay otra realidad. Es cierto que hemos de tener esas virtudes cristianas. Pero hay otra realidad. Es que no tengo la fe de Abraham. Es que no tengo la valentía de Josué. No tengo la obediencia de Noé. No tengo la fuerza de Sansón. Necesito hablar de un Redentor. Necesito que esté la cruz presente. ¿Sí? Todo eso es cierto, pero no es cierto, porque todas esas virtudes yo sé que no están en mí y yo sé que de mis propias fuerzas no puedo alcanzarlas. Entonces la predicación moralista La predicación moralista, que sería arrancar del texto y aplicar a los corazones, exhortación, imperativo, la predicación moralista acaba hundiendo, acaba desesperando al creyente. Estás poniendo una losa sobre él, pero no tiene un salvador bueno, benevolente, misericordioso, que le guía, le fortalece, le perdona, le acompaña. No está la cruz. Necesitamos seguir caminando hacia la cruz. Están poniendo todo un imperativo sobre nosotros que nosotros sabemos que no somos capaces de cumplir. Perdonad la bromita, ¿vale? Pero no somos supermanes. Ni somos superhéroes. Ni de juguete. Ni de juguete. No somos. No somos. Esos superhombres que a veces parecen algunos púlpitos que se nos llama a ser. Necesitamos un redentor. Necesitamos un salvador. La cruz. En último lugar, un profesor mío en el seminario decía, si puedes predicar tu sermón en una sinagoga sin ofender a nadie, es un mal sermón. Es un mal sermón. ¿No está Cristo, la centralidad de Cristo, el Hijo de Dios que ha venido a redimirnos? Y no se trata de citar a Cristo como el que pone la guinda sobre un pastel, ¿verdad? David y Goliath. Tú eres David. Enfréntate a tus Goliaths. Contra la muerte, contra la tentación, contra el diablo, sé valiente. ¡Adelante! ¡Ah! Se me olvidaba. Espera, espera, no he acabado. Jesús está contigo, ¿eh? No se trata de poner Jesús como el que pone la guinda en un pastel. Y punto. ¡Ay, sí, sí, es verdad que es un sermón cristiano! ¡Cuidado, cuidado! Jesús te acompaña. No. Cristo es el protagonista. Cristo es el protagonista. Si no, es un mal sermón. Yo tengo que acabar el sermón mirando al cielo y mis hermanos conmigo. Mirando al cielo, la grandeza del Salvador que tenemos. Por eso apunta Helm a ese ejercicio laborioso, ¿verdad? Primero tengo que entender ellos en ese tiempo, en sus circunstancias, pero cuidado, tampoco corramos directamente al corazón, tenemos que hacer esa reflexión teológica, entender ese pasaje a la luz de la cruz, ¿dónde estamos? En la historia de la salvación, ¿dónde estamos? Y entendiendo dónde está Cristo, cómo me habla de Evangelio, cómo me habla de Cristo, apunto a los corazones de los hermanos. Pero tenemos que hacer ese viaje completo. para hacer exégesis. La cruz, que Cristo sea el centro, que Cristo y su Evangelio están en todas las escrituras. Y aquí este pasaje que vamos a leer ahora, Lucas 24, 27, que es muy importante. Claro, porque nos puede parecer, hasta cierto punto, que si hacemos predicación expositiva tenemos que predicar sólo lo que está en el texto. Bien, evidentemente. Si hacemos predicación expositiva tenemos que predicar sólo lo que está en el texto. Ah, pues en la historia de David y Goliat Cristo no está, entonces no puedo hablar de Cristo. Ahí está el error. Es que en la historia de David y Goliat sí está Cristo. Y cuando leemos el texto tenemos que verlo, porque está ahí. Y cuando lo veamos, entonces seremos capaces de predicar la historia de David y Goliat y predicar a Cristo, porque está anunciando a Cristo, está apuntando a Cristo. Fijémonos Lucas 24-27, las palabras del Señor Jesús a aquellos dos camino de Maús. Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las escrituras lo que de él decían. Entonces, Cristo Jesús está en todas las escrituras. Pues vamos a predicar como el Señor Jesús predicaba, ¿no? viendo a Cristo en todas las escrituras. El centro es el Señor Jesucristo. Entonces vamos a predicar de esta manera. Hemos de entender el contexto, hemos de aplicarlo al corazón y hemos de preguntarnos dónde está la cruz de Cristo. Voy a predicar la cruz de Cristo. Entonces podría entender que Jesús es nuestro Adán, que vivió una vida obediente. Que Jesús es nuestro Noé, que construyó un plan de salvación. Que Jesús es nuestro José, cuya servidumbre nos dio libertad. Que Jesús es nuestro Sansón, cuya muerte nos da victoria sobre nuestros enemigos. Que Jesús es nuestro David, que corta la cabeza de la muerte y del diablo, que Jesús es nuestro sumo sacerdote, Jesús es nuestra tierra prometida, Jesús es nuestra peña de Oret, Jesús es nuestro maná del cielo, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera. Que toda la escritura habla del Señor Jesucristo y de un mismo Salvador. Es el ejercicio que Helm describe como reflexión teológica. ¿Dónde está este pasaje a la luz de todo el plan de redención? ¿Y cómo anuncia a Cristo, habla de la cruz, habla del Evangelio? ¿De qué manera? ¿Dónde estás tú y dónde está Cristo? Esto es al final lo que nos tenemos que preguntar cuando cogemos cualquier pasaje. De nuevo, por ejemplo, el de David y Goliat. Tenemos dos personajes del texto. David, Saúl, Goliat, el pueblo. Esos son los personajes del ellos-entonces, ¿sí? ¿Pero cuáles son los personajes del ahora, nosotros? Yo, Cristo, Satanás, la Iglesia. Bien, ¡qué líneas trazas para empezar tu sermón! Vale, pues yo me pido David. Bueno, chato, te has pedido a mejor personaje. Yo me pido David. Igualidad. es Satanás. ¿Nos damos cuenta qué sermón sale de ahí? ¿Sí? Hemos de vencer a nuestros gigantes. Hemos de vencer las circunstancias. Hemos de ser valientes. Hemos de ser esforzados. Ante la incomprensión del mundo nosotros sí seguimos adelante, etcétera, etcétera, etcétera. Pero y si hacemos otro sermón donde David es Cristo. Totalmente diferente, ¿verdad? Goliat es Satanás. El pueblo es la iglesia, pero Saúl soy yo, el que está asustado y escondido, cuya responsabilidad es, porque es su enemigo Goliat, pero no se atreve, no puede, sabe que buena muerte es segura. Y llega alguien en apariencia más pequeño, más débil, más insignificante, más inexperto, más todo, ese es Cristo Jesús y ocupa mi lugar para darme una victoria que yo debía conseguir y yo no podía conseguir y de la cual nos beneficiamos todos. ¿Sí? Entonces, cuando yo hago esa equivalencia y le doy a Cristo su lugar, el mejor personaje para él, por favor, no te lo tomes tú, le doy a él su lugar, entonces es otro, otro sermón diferente el que brota de ahí. Cristo y su Evangelio están en todas las Escrituras. Por tanto, la predicación cristocéntrica es a donde avanzamos. Hay lugar para el contexto, hay lugar para apuntar a los corazones y para aplicaciones, y hay lugar para hablar de la cruz de Cristo y la centralidad de la cruz de Cristo. Esos son los tres ingredientes que queremos ver En todo sermón, en ese orden o en otro. Porque si estoy predicando de los evangelios, en seguida estaré hablando de la misión de Cristo, el mensaje de Cristo, la obra de Cristo, y luego apuntaré a los corazones. Mira, poned el orden que queráis, ¿sí? Pero ha de haber esos elementos, ha de comprender el texto, ellos, entonces, qué significa. He de hablar a los corazones de mis hermanos porque nos tiene que mover. Pero ante todo, Cristo es la respuesta, Cristo es el centro, Cristo es el protagonista, Cristo es el Mesías. Si no, nos estamos presentando nosotros mismos como Mesías. Para acabar, no sé de tiempo cómo estamos, creo que me he pasado, pero aproximadamente es una hora. Esta es la actitud que nos va a llevar a un corazón de reverencia al Señor. Algunas preguntas sobre el contexto, corazón y cruz, y ya acabamos. He comprendido el texto en su contexto original. He expuesto el texto fielmente. Me he centrado en el tema principal. He comprendido sus detalles. Y después del sermón, el pasaje ha cobrado luz a ojos de los hermanos. O sea, entender las circunstancias del pasaje. Respecto al corazón, he aplicado el pasaje a los corazones, empezando por el mío. Nos hemos sentido avivados, exhortados, alentados, confrontados, consolados. El pasaje nos ha movido a compromiso, a la fe, a la obediencia, a la santidad. Y respecto a la cruz, he predicado a Cristo. Los hermanos salen de la iglesia mirando hacia el cielo. ¿De qué forma mi pasaje habla del Evangelio? He compartido cómo este pasaje describe la cruz de Cristo. Nos ha conmovido ver en este pasaje la perfección, la bondad, la santidad, la valentía, la obediencia, las virtudes de Cristo. Salimos sintiéndonos pequeños en manos de un gran Redentor, porque ahí es donde queremos acabar, donde queremos concluir predicando al Señor Jesús. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org
C222 1. Predicación Expositiva
Series C222 Temas
Sermon ID | 53111121206 |
Duration | 1:06:49 |
Date | |
Category | Conference |
Language | Spanish |
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