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Este mensaje fue predicado en el púlpito de la Iglesia Bíblica de la Trinidad en Santo Domingo Oeste, República Dominicana. A Mateo capítulo 5, versículo 4. La bienaventuranza del llanto evangélico. Mateo capítulo 5, verso 4. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Oremos. Señor y Dios Padre nosotros nos postramos delante de ti en esta hora a sabienda de que tu gracia es abundante para con nosotros hoy nos ha traído aquí a este lugar una vez más para cerrar este tu día santo estando en tu presencia para adorarte gracias por este privilegio extraordinario con el cual nosotros podemos acercarnos a ti para honrarte y glorificarte con nuestros cánticos y alabanzas. Qué bueno es poder cantar estas verdades, porque son propias de nuestra experiencia personal, habiendo experimentado la redención de la esclavitud de nuestros pecados. Ahora, Señor, rogamos por tu palabra. Trae iluminación con tu espíritu para entender estas verdades evangélicas acerca del llanto evangélico. bendice, nos lo rogamos en el nombre de Jesús. Amén. Cuando Francina nació tuve la oportunidad de entrar a la sala de parto y recuerdo que su primera reacción cuando nació fue experimentar un llanto, un lloro un griterío como dirían algunos como si se hubiese muerto alguien muy querido para ella un llanto desgarrador podríamos decir y me sorprendió porque la verdad que yo esperaba que ella llegara al mundo con una gran sonrisa o una gran carcajada pero todo lo contrario Su reacción inmediata al llegar a este mundo, desde ese viaje de la matriz, fue llorar. Yo recuerdo algunos eventos en mi vida que han sido eventos que me han puesto a llorar como un bebé. Recuerdo que una de las experiencias más duras y amargas que experimenté en mi vida de joven fue la muerte a destiempo y sorpresiva de mi mamá. Fue una noche de llanto real. Yo no recuerdo una experiencia más terrible que esa. Y aún la recuerdo y me compunge el corazón. Y ya de eso hace más de 40 años. Pero la realidad es, amados hermanos, que todos sabemos lo que significa llorar, porque lo hemos experimentado en nuestra propia experiencia. De seguro que Francina no recordará ese evento, pero sí yo lo recuerdo, porque fue algo que me llamó la atención poderosamente. Nunca había estado en una sala de parto, y por ende nunca había escuchado el llanto de un recién nacido. Pero eso es una realidad que la mayoría de los bebés cuando nacen la experimentan. Amados hermanos, nacemos con la predisposición para llorar. Desde que hacemos entrar al mundo. Y la pregunta que nos hacemos es ¿por qué? ¿Por qué no entrar con la boca llena de risa? Y en lugar de eso, entramos con la boca llena de llanto. ¿Cuál es la razón? ¿Por qué? Bueno, amados hermanos, este pasaje que hemos leído nos da la llave para entender la razón primaria por la cual entramos a este mundo inundando el ambiente con llanto Cristo aquí nos dice que son bienaventurados los que lloran y a seguida da la razón porque ellos serán consolados veamos entonces el llanto evangélico una fuente de felicidad para el alma ya vimos que existen diferentes tipos de llantos por ejemplo existe el llanto natural Cuando hablamos del llanto natural nos estamos refiriendo a esa experiencia traumática que quebranca nuestros corazones cuando experimentamos algún tipo de pérdida dolorosa, como la de un ser querido, por ejemplo. De este llanto es que se nos habla en Mateo 2.18, el llanto que habría de experimentar Israel como consecuencia de la pérdida de sus primogénitos. Dice aquí Ramá, en Ramá se escuchó una voz, lamento y llanto y gran luto, Raquel llorando por sus hijos. Muchos lloran a raudal cuando tienen experiencias trágicas en sus vidas que quebrantan sus emociones. la pelea de un ser querido sin lugar a duda que es un medio que la providencia de Dios usa para quebrantar nuestros corazones y desgarrar las emociones más sensibles o las fibras más sensibles de nuestros corazones todos hemos experimentado ese tipo de llanto de una manera u otra también encontramos que hay un luto, llanto o duelo espurio, como aquel llanto que experimentó Judas cuando estaba en medio de esa circunstancia adversa, cuando de pronto su conciencia empezó a bombardearle la culpa por haber entregado sangre inocente. Este hombre, a pesar de haber llorado por su pecado, por la iniquidad que había cometido, sin embargo, no experimentó la cura de su mal, porque su arrepentimiento no era un arrepentimiento evangélico, sino un remordimiento de conciencia. También señalamos que existe lo que podemos llamar el luto forzado, el duelo que se da cuando las personas están experimentando los juicios de Dios sobre su cabeza. Ese fue el llanto de Caín, Caín se lamentaba profusamente, pero no porque él hubiese quebrantado la ley de Dios por haber pecado matando a su hermano, sino por el castigo que le habían aplicado como disciplina por su pecado. Mi castigo es más grande de lo que puedo soportar, exclamó él. estaba turbado, no por su pecado, sino por la disciplina que estaba experimentando. La gente por lo general derrama ríos de lágrimas cuando se ve afligido por la disciplina de Dios por haber transgredido los mandamientos. Esa es la realidad de muchos. Pueden llorar y derramar torrentes de lágrimas cuando han perdido seres queridos o prendas queridas. Pueden llorar cuando están bajo la mano de la disciplina providencial de Dios, experimentando el fraglum por causa de sus pecados. Sin embargo, eso no son llantos evangélicos. Esos llantos no traen la verdadera felicidad de la cual aquí en este texto se nos está hablando. Ahora, ¿cuáles son las cualidades del llanto evangélico? De ese llanto del cual nos habla aquí el Señor en Mateo capítulo 5 versículo 4. ¿Cuáles son las características? Dice el Señor bienaventurados los que lloran. ¿Cuáles son las cualidades del duelo evangélico, del llanto evangélico, del luto evangélico? ¿Cuáles son las cualidades? Lo primero que debemos de señalar o una cualidad del llanto evangélico es el hecho de que el llanto evangélico se produce de una manera libre y espontánea en la vida de aquello que lo experimentan. Y ese llanto, sin lugar a duda, de acuerdo a la enseñanza bíblica, es producido por la obra del Espíritu de Dios en el corazón de los pecadores cuando el Evangelio trata con sus corazones y les revela la maldad y la fealdad de sus pecados. Ese llanto evangélico sale del alma como agua que sale de un manantial. Sale del alma sin que nadie lo force, sin que nadie lo obligue. Ese llanto, por lo general, sale del corazón cuando el hombre ve la realidad de su pecado, la negrura de su pecado, la maldad de sus pecados y las consecuencias de su pecado. Ese fue el llanto que experimentó María Magdalena. Cuando vino a Cristo arrepentida de sus pecados, vino con su corazón lleno de amor por el Salvador. Pero también vino con lágrimas en sus ojos, llorando allí delante del Señor por la realidad del pecado que había descubierto en su propio corazón, pecado que había sido. cometido en contra de aquel que tanto bien le había traído a lo largo de sus años de vida. Ella no vino alada por los moños en arrepentimiento y en fe delante del Señor. No vino a punta de espada ni con una pitola en la cabeza para que ella allí trajera su pecado, lo reconociera y lo confesara a los pies del Señor Jesucristo. Ella vino de manera libre, de manera espontánea. Amados hermanos, esa es una cualidad del llanto evangélico. Cuando una persona experimenta el poder de la gracia de Dios en su vida, y empieza a ver los colores con que la Biblia dibuja el pecado de manera personal y de manera libre, la persona acudirá a la cruz de Cristo para traer delante del Señor toda la carga de sus pecados. El llanto evangélico se produce de una manera libre, de una manera espontánea. Y esto, amados hermanos, debemos de traer la colación en nuestros días, porque hoy se quiere fabricar un llanto artificial. Quieren fabricar lágrimas artificiales para que las personas empiecen allí a llorar de manera histérica por su pecado. Ahora, ¿qué usan para ese fin, para lograr ese propósito? Generalmente usan la música y toda clase de manipulación emocional y sentimental para provocar un estado de histeria en la persona. Y usted ve allí la persona dando grito como si estuviese en un velorio donde ha fallecido un ser querido. Pero esas lágrimas que salen en ese contexto de manipulación, amados hermanos, no son lágrimas evangélicas, porque son lágrimas provocadas por elementos externos que nada tienen que ver con la obra soberana del Espíritu de Dios, que convence al hombre de pecado, de justicia y de juicio, trayéndole de esa manera a los pies de Cristo en arrepentimiento y en fe. Por eso encontramos que la mayoría de esas campañas donde hoy se promueve y se vende el Evangelio, realmente no se producen veladeros convertidos a Cristo. Usted ve que multitudes pasan al frente Y allí en el contexto de una música sentimental, en el contexto de una música triste, las personas son inducidas a confesar su pecado y entre comillas a recibir al Señor Jesucristo. Pero obviamente, amados hermanos, la persona tan pronto le dan la espalda al lugar donde estaban reunidos, siguen su estilo de vida impía, su estilo de vida sin un real arrepentimiento o conversión. ¿Por qué? Porque fue un llanto espurio, provocado por manipulaciones. No hubo realmente una obra del Espíritu de Dios para rasgar su corazón y traerle de las manos de la cruz del Señor Jesucristo. El llanto evangélico se caracteriza porque éste lo produce el dolor que experimenta el alma cuando sabe, entiende, comprende la magnitud de sus pecados delante de Dios. Lloramos no por el sufrimiento que genera la disciplina de Dios por nuestros pecados, sino que lloramos por el hecho de haber pecado realmente contra Dios. Esta fue la experiencia del salmista David. Él exclamaba, mi pecado está siempre delante de mí en el Salmo 51.3. Y amados hermanos, David, cuando él pecó contra Dios, fue sometido a una disciplina terrible. Dios trató con este hombre con una disciplina asoladora. Lo primero que experimentó este hombre fue una enfermedad terrible. en la vida de ese niño que él tanto amó. Finalmente el niño murió. Después de eso, sobre su familia se desató una ola de pruebas terrible. Conocemos la historia. Sus hijos, varones, rebelándose contra él, ¿Sus hijas siendo violadas? ¿Sus concubinas siendo expuestas públicamente? En fin, este hombre tuvo que sufrir la terrible disciplina de Dios. Ahora, algo curioso en este señor es que nunca lo vemos quejándose de la disciplina. Nunca lo vemos murmurando contra la disciplina de Dios. Cuando abría su boca, la abría para confesar su pecado, para llorar por su pecado, para pedir y clamar a Dios el perdón de sus pecados. Pero nunca lo vemos quejándose de la disciplina de Dios que le había sobrevenido por causa de sus pecados. Mi pecado está siempre delante de mí, dice él. Note que no dice tu espada está siempre delante de mí. Tus juicios están siempre delante de mí. Tu mano vengativa está siempre delante de mí. No, eso no es lo que él dice. Mi pecado está siempre delante de mí. Él se afligió de corazón, no por el hecho de haber sido traído a una disciplina correctiva terrible, sino por el hecho de haber transgredido la ley de Dios, por el hecho de haber pecado contra Dios. Eso fue lo que desgarró su corazón. Por eso su llanto lo podemos clasificar como un llanto evangélico, como un llanto que brotaba de su corazón producto del dolor que sentía por haber violentado la ley de Dios, por haber pisoteado la ley de Dios. Esa fue la actitud del hijo pródigo. esa fue la actitud del hijo pródigo sus palabras fueron he pecado contra el cielo es pecado contra mi padre de esta manera él empezó a llorar su pecado, a llorar su maldad, a llorar su actitud impía con la cual se había comportado en su relación con su padre. Él no dice allí estoy muerto de hambre por causa de la disciplina de mi padre. Él no dice eso. Él dice he ofendido a mi padre. Y amados hermanos, esa es la clave para que nosotros podamos realmente experimentar llanto evangélico. Cuando nosotros pecamos contra Dios, debemos primero que nada experimentar dolor, no por causa de la disciplina que nos sobreviene, sino por causa de la transgresión por causa del pecado que contra Dios hemos cometido. En particular, nuestro duelo por el pecado, si es espiritual, debe de estar bajo tres nociones principales. Debemos de llorar por el pecado, porque todo pecado es un acto de hostilidad a Dios. Todo pecado es un acto de enemistad contra Dios. El pecado no solamente nos hace diferentes de Dios, sino que también nos lleva a vivir una vida de espalda a Él, una vida contraria a los intereses de Dios en este mundo, a los intereses de Dios en nuestras propias vidas, a los intereses de Dios en nuestra familia. Por esa razón, mis amados hermanos, es que debemos de llorar por el pecado. como bien lo expresa Levítico 26.40, por lo cual le dijo Jehová a Israel, y confesarán su iniquidad y la iniquidad de sus padres por su prevaricación con que prevaricaron contra mí, y también porque anduvieron conmigo en oposición. Uno de los terribles males que el pecado provoca en nosotros, es que nos lleva a vivir en oposición a Dios. El pecado no solamente desfigura la imagen de Dios en el carácter nuestro, sino que también nos lleva a vivir una vida opuesta a Dios, opuesta a su reino, opuesta a su voluntad, opuesta a su gracia, opuesta a su Santo Espíritu. Por eso, debemos de llorar por nuestros pecados. La gente por lo general derrama sus lágrimas como niños malcriados, cuando están en aflicción, cuando están experimentando pruebas, pero no derraman una lágrima por sus pecados. En estos días hemos visitado la funeraria para llevar pésame y en otro contexto predicar el evangelio en ese contexto y he visto a mucha gente llorar y no tengo la menor duda de que sus lágrimas eran lágrimas sinceras de dolor de agonía, de abatimiento no hay la menor duda de que esas personas sentían un gran amor por aquellos a quienes estaban llorando y naturalmente le dolía la separación y ese dolor agudo le llevaba a llorar Amados hermanos lloran por las pérdidas temporales pero no derraman una sola lágrima por las pérdidas espirituales que provoca todo pecado y eso es una gran tragedia porque todo bien temporal por valioso que sea puede ser recuperado o reemplazado. Pero el bien espiritual no puede ser recuperado ni reemplazado, no hay sustituto para eso. Para el gozo de Dios no hay sustituto. Hay falsificaciones del gozo, pero no es el gozo verdadero. Para la paz de Dios no hay sustituto. Para el amor de Dios no hay sustituto. para la comunión con Dios y todo lo que ello implica, no hay reemplazo. Existe el duelo exterior, aquel duelo en el cual vemos a las personas que se envuelven en un manto de tristeza, pero es una tristeza externa. Sus ojos son sensibles, pero su corazón es duro como una piedra, como una roca de pedernal. Ese era el duelo que experimentaba Akkad. Cuando Dios le dijo, he aquí yo traigo mal sobre ti y barreré tu prosperidad o tu posteridad. Y destruiré hasta lo último. Destruiré hasta el último varón de la casa de Akkad. Tanto el siervo como el libre en Israel. Primer libro de Reyes 21-21. ¿Cómo reaccionó Acat cuando escuchó esa tétrica palabra del profeta? ¿Cómo este hombre reaccionó cuando escuchó esta terrible sentencia? Verso 27 Cuando oyó estas palabras, rasgó sus vestidos y puso silicio sobre su cabeza, ayunó y durmió en silicio y anduvo humillado. Así reaccionó. Ahora, ¿qué motivó a este hombre a rasgar sus vestidos? ¿Qué le llevó a él a ponerse silicio sobre su carne? ¿Qué le motivó para dejar de comer? ¿Qué le motivó para dormir en silicio? ¿Qué le motivó para andar humillado? ¿La realidad de sus pecados? ¿Por los cuales le había sobrevenido esta sentencia por la cual le habían dictado este juicio? ¿Qué le motivó a llorar? ¿Qué le motivó a humillarse delante del Señor? Amados hermanos, lo que le preocupaba era su corona. No era otra cosa. Lo que le preocupaba era el legado de su familia, que se lo iban a arrebatar. no le preocupaba para nada la clase de idolatría y de maldad y de pecado en el cual él andaba. Su preocupación que le causaba dolor y tristeza era su reino. Amados hermanos, Este hombre rasgó sus vestidos, pero no rasgó su corazón. Vistió su cuerpo con silicio, pero no vistió su corazón con silicio. Durmió en silicio su cuerpo, pero su corazón no durmió en silicio. Anduvo humillado, pero humillado físicamente. Quizá andaba encorvado por la tristeza. Usted no ha visto mucha gente con la cara triste y compungida. Usted dice, oye, pero qué humillado está fulano. Físicamente está humillado, pero su corazón permanece altivo, arrogante y orgulloso como nadie. Ese era Acapa. Su llanto era un llanto exterior, no había un llanto del corazón. No había una humillación de su corazón. Hay muchos amados hermanos en este mundo que son de esa escuela, de la escuela de Akkad. Ellos pueden externamente experimentar aquello que se describe en este pasaje, pero interiormente jamás lo han experimentado. Acá pertenecía esa clase de persona. Esta es una triste realidad que muchos experimentan en el día de hoy, mis amados hermanos. Tristemente para ellos, y que quien no experimenta esta clase de llanto, sencillamente jamás podrá alcanzar la verdadera bienaventuranza de la cual nos habla aquí este pasaje. Debemos llorar por el pecado, porque el pecado es un acto de inmensa gratitud contra Dios. Todo pecado es un acto de inmensa ingratitud contra Dios, y eso nos debe de compungir el corazón. Cuando pecamos le estamos dando una patada en la cara a la misericordia de Dios. Recordad, cuán grande ha sido la misericordia de Dios, y cuán longánime está así la infavor de nosotros. desde el momento en que fuimos concebidos y hasta el día de hoy nos hemos arropado con la misericordia de Dios de pies a cabeza desde que fuimos concebidos y hasta el día de hoy no ha habido necesidad temporal desde donde no haya llovido la misericordia de Dios para entregárnoslas en platos de oro para que la gustemos de manera rica, abundante y libre. Es un soberano acto de ingratitud todo pecado, amados hermanos, porque todo pecado es un acto de gran rebelión contra el amor, la bondad, la compasión y la misericordia de Dios, con los cuales Dios nos ha bendecido desde el día que fuimos concebidos y hasta el día de hoy. Pero no solamente en el plano de la gracia común, la misericordia de Dios ha sido superabundante para nosotros, en los creyentes la misericordia de Dios ha sido infinita. al enviar al Señor Jesucristo a morir por nuestros pecados. ¿Qué merecíamos? El infierno. ¿Qué merecíamos? Todos los males que como consecuencia Dios trae sobre los pecadores por sus pecados. ¿Qué merecíamos realmente? entre otras cosas que nuestros propios cuerpos fuesen triturados por la multitud de enfermedades que trituran a los seres humanos con sus garfios de acero generando dolor y sufrimiento es lo que merecemos por nuestros pecados Tú mereces tener un cuerpo sano. ¿Mereces sentarte a una mesa a comerte tres calientes? Lo mereces. ¿Mereces escuchar la sonrisa o la risa de un ser querido para alegrar tu corazón? ¿Merecemos que Cristo muriese por nosotros en la Cruz del Calvario? Absolutamente no. sino todo lo contrario. Nuestros pecados en muchos sentidos son peores que los pecados de los demonios, porque a ellos nunca se les ha brindado la ofrenda de la sangre de Jesús, pero a ti y a mí se nos brindó tal cosa. Nuestros pecados son peores que los pecados de los demonios. Porque ¿qué ha hecho Dios por los demonios? Darles lo que justamente merecen, ni más ni menos. Pero a nosotros no nos pagaron con la misma moneda. A ti y a mí no nos pagaron con la misma moneda. A ellos le dieron lo que justamente sus pecados merecían. Eso es la justicia de Dios, en acción. Ahora, a ti y a mí nos dieron, no lo que merecíamos, sino lo que no merecíamos. El favor de Dios, la gracia de Dios, el amor de Dios, la paz de Dios, la bondad de Dios. Por ende, amados hermanos, cada pecado nuestro debemos de calificarlo como algo peor que los pecados de los demonios. porque en ninguno de ellos has recibido jamás la ofrenda de la gracia de Dios que tú y yo hemos recibido de manera libre y gratuita, de manera rica, de manera abundante. Debemos llorar por el pecado porque el pecado nos priva de las cosas buenas, de los privilegios insignes que Dios tiene para nosotros. ¿Qué es lo que el pecado hace en realidad? O privarnos de aquellas cosas buenas que Dios tiene diseñadas para nosotros. El pecado retira todo aquello que realmente es de provecho, edificación y de bendición, proveedor de felicidad en nuestras almas. Por ende, mis amados hermanos, es justo que lloremos cuando vemos que el pecado nos priva de los dones y de todas las bendiciones que Dios en su providencia y en su gracia ha destinado para nosotros. Primero que nada, debemos de entender que el pecado nos priva de la dulce y exquisita presencia activa de Dios en nuestras vidas. Y creo que ese es uno de los mayores males que el pecado genera en nosotros cuando lo cometemos. Por eso el apóstol nos llama diciendo, no contristeis el Espíritu Santo con el cual habéis sido sellados. No le generemos tristeza al Espíritu Santo para que éste no nos prive de su dulce influencia santificadora, transformadora, vivificadora en nuestro ser interior. Amados hermanos, el pecado en todas sus formas y en todas sus variedades nos priva del amor de Dios, nos priva de la paz de Dios, nos priva del gozo de Dios en nuestras vidas. Por eso, cuando pecamos debemos de llorar, porque el pecado nos priva de esas inmensas riquezas de la gracia de Dios. Así como llora quien pierde una joya costosa, así mismo también debemos de llorar cuando perdemos el calor del sol de justicia que está llamado a brillar sobre la faz de nuestra vida continuamente, sin nubes, sin noches, sin cambio de estaciones. Así está llamado a brillar siempre el sol de justicia. Ahora, ¿qué hace el pecado? Lo que hacen las nubes. ¿Qué hacen las nubes? Aquellas nubes densas oscuras que se interponen entre el sol y la tierra, proyectando oscuridad. Amados hermanos, el pecado es como la nube, se interpone entre el sol de justicia y nuestras almas. Es algo para que lloremos, El pecado provoca que Cristo se retire del horizonte de nuestras vidas. Provoca un eclipsis de sol o de luna. Por eso, amados hermanos, el pecado es algo malo y por ello debemos de llorar. Ese es el verdadero luto el luto que se genera en el alma por la pérdida del favor de Dios, por la pérdida de las misericordia de Dios, por la pérdida de los bienes espirituales que el Señor en su gracia nos ha provisto. Ahora, mis amados hermanos, cuán maravilloso es saber que el luto evangélico cuando lo experimentamos en lo profundo de nuestros corazones, es lo que hace volver la gracia de Dios a nuestras vidas. Son aquellos que experimentan el luto evangélico lo que han de ver la gracia de Dios retornar con todos los bienes del Espíritu Santo a la vida nuestra. Hemos experimentado realmente ese luto evangélico, ese llanto evangélico, ese lloro evangélico cuando experimentamos la realidad del pecado en su crudeza en nuestras vidas. Es alentador saber que cuando hay llanto evangélico la gracia de Dios es restaurada. Eso es alentador. El lloro evangélico se caracteriza porque el mismo siempre llevará las almas a Dios. Quien experimenta el llanto evangélico no se quedará allí, deprimido, con la mano en la cabeza, lamentándose en un mar de desesperanza. Amados hermanos, quienes experimentan el llanto evangélico, lo primero que harán es como el hijo pródigo. Volverán en sí, se levantarán de su pocilga donde están, saldrán de esa pocilga y le darán la espalda a esa pocilga. para enfilar sus pasos rumbo a aquella casa de la cual nunca debieron de salir. Porque ¿qué hay en el mundo? ¿Qué encontró ese muchacho cabezón en el mundo? No solamente dilapidó lo que su padre había trabajado con mucho sudor, sino que también dilapidó su propia herencia, porque era lo que le tocaba, lo que le dieron. El pecado por donde quiera que lo cojamos, lo que deja es pérdida. El diablo paga mal al que bien le sirve. Tan pronto este joven se arrepintió de sus pecados, corrió adonde su padre, y me levantaré, dice él, e iré a mi padre. El asunto es que cuando experimentamos real tristeza por el pecado, también con esa misma tristeza fluye un río de esperanza y esa esperanza es la energía que mueve el alma para correr a refugiarse en Cristo. Eso fue lo que experimentó este muchacho. le llevó no solamente a llorar por su pecado sino que también le llevó a correr a los brazos de su padre movido por las alas de la esperanza y amados hermanos debemos enfatizar la esperanza es para el creyente lo que son las alas para el pájaro ¿Para qué le sirven las alas a los pájaros? Para volar, para viajar de un lugar a otro. Amados hermanos, la esperanza son las alas de nuestras almas. ¡Ellas nos llevan de regreso a la casa de nuestro Padre! Nos remontan al tercer cielo. ¿Tú lo has experimentado en tu vida? nos remontan al tercer cielo de donde nos desarraiga el pecado, de donde nos expulsa el pecado. La esperanza nos retorna al muerto Beledén, de donde sacaron a Pata, a Dan y a Eva, por su pecado. Ellas son las alas que nos remontan desde las campiñas de este mundo bajo a las cúspides más altas del Évere, de la gracia de Dios. El llanto evangélico por el pecado se caracteriza porque éste genera lamentos y confesiones genuinas. tanto por los pecados en particular como también por los pecados en general. Dirá como Israel en jueces 10.10, entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová diciendo, nosotros hemos pecado contra ti porque hemos dejado a nuestro Dios y servido a los Baales. Ellos lloraron su idolatría. No se quedaron allí llorando. volvieron a Jehová. David cuando se arrepintió puso su dedo sobre la llaga que lo atormentaba grandemente. Salmo 51 4, contra ti, contra ti sólo he pecado y he hecho lo malo delante de tus ojos para que seas reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio para eso lloro Por eso me arrepiento." Esa es la actitud de un corazón que llora por su pecado. Pedro lloró amargamente, derramó cubetas de lágrimas. ¿Por qué? ¿O cuándo? Cuando su conciencia le trajo a su memoria aquellas palabras con las que Cristo le había profetizado de que antes de que el gallo cantase tres veces se iba a negar y él lloró amargamente esa alta traición contra el Señor Jesucristo lloró amargamente Amados hermanos, todo pecado es un acto de traición a Dios, todo pecado. No importa su forma, su variedad, su clase, todo pecado es un acto de traición contra Dios. Pedro lloró su acto de traición a Cristo. para concluir algunas palabras de aplicación. A la luz de este llanto evangélico debemos de preguntar, lo hemos experimentado en nuestras vidas, genuinamente hemos llorado por causa, no de la disciplina de Dios, no por causa de la espada de la justicia de Dios, sino por causa del dolor que experimentamos por haber traicionados a Dios. Hemos experimentado ese llanto evangélico. Recuerden, mis amados hermanos, si queremos ser consolados en esta vida, esta consolación etercebada para aquellos que lloran. Solamente ellos la habrán de experimentar, nadie más. No hay manera de que tú puedas genuinamente ser consolado en esta tierra a menos que llore por tu pecado. ¿Qué hacen muchos? Ah, se van a la botella de ron o se van a la droga o se van a donde el mundo le oferta consolación. para atenuar los efectos de su culpa. Cristo dice que son felices no los que se embriagan, no los que se endrogan, no los que buscan toda clase de subterfugio o ecapismo para huir de la realidad de su pecado sino aquellos que lloran por su pecado. Esos reirán. Eso, tendrán su boca llena de risa y su corazón lleno de gozo. Si quieres ser consolado, si quieres ser feliz, di y haz lo que dijo David de sí mismo en el Salmo 38, 18. Por tanto, confesaré mi maldad y me contristaré. Eso fue lo que él hizo. Salmo 38, 18. Si deseas ser consolado y alentado, bienaventurado en esta tierra de lágrimas, amarguras y sin sabores haz lo que hizo aquella mujer pecadora de que nos habla Lucas 7.35 al 48. Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él, y habiendo entrado en casa del fariseo se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume, y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos, y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Esto es un cuadro extraño. Cuando vio esto, el fariseo que le había convidado, dijo para sí, éste si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que les toca. que es pecadora. Entonces, respondiendo Jesús, interesante, Él estaba allí hablando consigo mismo en su corazón, pero Cristo estaba oyendo cada palabra que salía de su lengua. Cada murmuración, cada crítica, cada pecado, Simón, una cosa tengo que decirte, y él le dijo, di maestro. Acababa de criticarlo severamente. Sin embargo, ve aquí la adulación. Sí, maestro, hipócrita. Un acreedor tenía dos deudores. El uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Dí pues. Aquí viene la que no se devuelve. ¿Cuál de ellos le amará más? Eso se cae de la mata, dice el famoso fariseo. Respondiendo, Simón dijo, pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo, reitamente ha juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón, ¿ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies. Llegó con los pies sucios. Pero él no le dio mente a eso. Y se ocupó de eso tampoco. Mas esta ha regado mis pies, oiga bien, con lágrimas. y los han jugado con sus cabellos. ¿Qué hay que una mujer valore más que su pelo? Simón ni bucó agua ni bucó toalla. Esta mujer llevó sus lágrimas y llevó su cabello para hacer lo que Simón no había hecho. No me diste besos. Mas esta, desde que entré, no ha cesado de besar, no la mejilla, como es lo natural, sino los pies. ¿Y quién ha besado los pies? Usted ahorita viene a ver a alguien besando los pies para saludar, ¿verdad? Besando los pies a nadie. Por lo menos a mí nunca me lo han besado. no ungiste mi cabeza con aceite maestra ha ungido con perfume mis pies por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados porque amó mucho mas aquel a quien se le perdona poco poco ama y a ella le dijo tus pecados te son perdonados amados hermanos esta mujer lloró por su pecado y cosechó el fruto de su llanto, un perdón amplio y generoso de todos sus pecados. Esta es la mecánica en que Dios obra para traer consolación a nuestras almas y como fruto de esa consolación sembrar nuestros corazones de felicidad, de bienaventuranza. Si quieres ser feliz, Entonces, ¿qué debe de hacer? Llorar por el pecado. Hasta que tú no hayas derramado lágrimas de arrepentimiento por haber pecado contra Dios, no podrás probar el néctar dulce de la bienaventuranza. Solamente ellos habrán de experimentar la verdadera felicidad. Debe de llorar porque tú no has amado a Dios sobre todas las cosas en este mundo. Es el primer gran mandamiento del cual te ha encargado de pisotear todos los días de tu vida. No has amado a Dios con toda tu mente, con todo tu corazón, con todo tu alma, con toda tu fuerza, con todo tu ser. Ese es el más terrible de todos los pecados que jamás tú habrás de cometer en esta tierra, el no amar a Dios. Tú has vivido para hacer de tu propia vida un ídolo. Tu vida ha girado en torno a ese ídolo para hacer su voluntad. A pesar de que esa voluntad, a la cual le has servido tú desde que fuiste concebido en el vientre de tu madre, es una voluntad enemiga de Dios, dispuesta radicalmente para vivir en oposición a Dios. Dios te demanda en esta noche que te ponga tu actitud y te reconcilias con Él. Tu corazón hasta el día de hoy ha estado atestado de toda injusticia. corazón hasta el día de hoy ha estado atestado de toda fornicación, de toda perversidad, de toda avaricia, de toda clase de maldad, de toda clase de envidia, de toda clase de homicidio, de toda clase de contienda, de engaño, de mentira, de soberbia, de incredulidad. Tu corazón ha vivido en franca oposición a tu creador. En franco oposición a quien te dio la vida. En franco oposición a quien te ha servido la vida para que la vivas hasta el día de hoy. Tú has vivido en oposición a quien lo único que desea es hacerte bien. Y ese es un gran, un gran y grave pecado. porque te está privando a ti mismo del bien mayor, del bien mayor que jamás tu alma pueda recibir y experimentar en esta vida. ¿Y cuál es ese bien mayor que tú jamás podrás experimentar en tu vida? Ese bien mayor es Dios mismo. Te está privando de Dios. Te está privando del amor de Dios. Te está privando de la paz de Dios, del gozo de Dios. Te está privando de Cristo. Te está privando de la vida eterna. Te está privando de la palabra de Dios. Te está privando de pertenecer al cuerpo de Cristo que es la iglesia. Te está privando de la esperanza bienaventurada. de preparar un lugar para ti en los cielos porque te está poniendo viejo y se acerca el día en que te irá. ¿De qué te servirá el rancho que tiene? No lo podrá poner en la caja. ¿De qué te servirá la caja que tiene? llena de papeletas, de títulos y de propiedades, no te la podrán poner en la caja. El que te servirá todo lo que tengas en tus manos, nada te podrán poner en la caja. Que Dios te dé ojo para ver tu necesidad de llorar por tus pecados. y de esa manera el Espíritu de Dios cambiará tu lamento en baile, tu tristeza por gozo, tu muerte por vida, tu desesperanza por una vida de esperanza. Esa es la bienaventuranza que te ofrece el Señor. Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados. Te damos gracias por tu palabra porque en ella Señor somos instruido e enseñado acerca del Evangelio y en este contexto del llanto evangélico. Oh, concédenos ese llanto evangélico a raudales. Padre, que por cada pecado consciente, que por cada pecado deliberado que hayamos cometido, que cometemos y cometeremos Tu Espíritu Santo rasgue nuestros corazones para sentir el dolor del cual han de brotar nuestros llantos por el pecado. Señor, que nuestros ojos sean un manantial evangélico, un manantial evangélico para derramar lágrimas evangélicas por nuestros pecados. Daznos esa lágrima porque no la podemos producir por nosotros mismos. Somos por naturaleza carnales y duros como pedernales. Pero tú nos puedes hacer sensibles, oh Dios. Criaturas sensibles, con fibras sensibles para llorar por nuestros pecados. Cuando quebrantamos, cuando rompemos tu ley, cuando pisoteamos tu imagen en nosotros. Dasnos lágrimas, Señor. Mira los que están aquí sin Cristo, que aún no han llorado su pecado. Dale, Señor, esas lágrimas que necesitan. Dale su corazón sensible que necesitan para llorar por sus pecados. Que así puedan cambiar su lamento en baile. Que así puedan cambiar esa vida sin esperanza por una vida con esperanza. Oh, te rogamos todo esto para tu gloria y para el bien de ellos y de nosotros en el nombre de Jesús.
06 Bienaventuranza llanto evangélico
Series Bienaventuranzas
Las bienaventuranza del llanto evangélico.
Sermon ID | 53019172584185 |
Duration | 1:05:43 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Matthew 5:4 |
Language | Spanish |
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