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Santiago capítulo 1, si Dios lo permite, vamos a considerar desde el versículo 19 hasta el versículo 21. Santiago 1, del 19 al 21. ¿Practicas la palabra de Dios con humildad? ¿Practicas la palabra de Dios con humildad? Aquí en Santiago capítulo 1, empieza esta carta diciendo que realmente podemos tener gozo aún en medio de las pruebas y si nos encontramos no sabiendo cómo reaccionar, cómo vivir, qué es lo que debemos hacer, debemos de pedir sabiduría de Dios, como nos dice ahí versículo 5. Y aún en medio de las pruebas llegan tentaciones y no podemos culpar a otros sino es el nuestro nuestro propio pecado es nuestro nuestros deseos malignos los cuales si nos sometemos a ellos pues entonces caemos en tentación y pecamos contra Dios y lo que Santiago quiere que hagamos es que rechacemos esa vieja naturaleza, y que pongamos en práctica la Palabra de Dios, la cual nos transforma, incluso nos dice en el versículo 18, Él de su voluntad, esto es Santiago 1, 18, nos hizo nacer por la Palabra de Verdad, para que seamos primicias de sus criaturas. Entonces, ahí, en esos versículos anteriores, ha resaltado que Dios da todo lo bueno. Toda buena dádiva viene de Dios. Él no hace lo malo y, por ello, Él no tienta a nadie a pecar. Podemos confiar en su fidelidad, en su lealtad. Él da todo lo bueno y aún lo demuestra al proveer salvación, al darnos su palabra, la palabra del Evangelio que nos transforma, que nos da vida. Y porque nos transforma, podemos vivir. con sumo gozo, aun cuando nos hallamos sin diversas pruebas, como nos dice Santiago 1-2. Y aun podemos pedir sabiduría de Dios, porque tenemos relación con Dios, tememos a Dios, y por ello Dios nos da su sabiduría para poder vivir de una manera que le agrada, y entonces, Ahora aquí en Santiago capítulo 1 empezando en versículos 19 y continuando los siguientes versículos menciona la importancia de poner en práctica su palabra, de vivir de acuerdo a su palabra. de humillarnos a nosotros mismos, dándonos cuenta que necesitamos ayuda, necesitamos sabiduría, necesitamos su guía, necesitamos su fortaleza, necesitamos que les toque a nosotros y que nos ayude a tomar decisiones correctas, pero lo que tenemos que hacer es escuchar, es parar de hablar y escuchar a la palabra Y no dejarnos llevar por nuestros deseos malignos, y no dejarnos llevar por nuestras emociones, sino someternos a Dios. Sino obedecer a Dios. Y, como nos dice el versículo 21, por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Entonces, esa palabra del Evangelio es la que nos transforma, es la que salva nuestras almas, y por ello lo que debemos hacer es recibirla y ponerla en práctica con humildad pero al mismo tiempo en ese proceso de transformación tenemos que desechar tenemos que eliminar, quitar de un lado toda la impureza ahí nos dice esto Santiago 1.21 desechando toda inmundicia y abundancia de malicia que es lo que debemos hacer vivir conforme a la palabra de Dios Y por ello la pregunta, ¿practicas la palabra de Dios con humildad? Porque aquí está resaltando la obediencia a la palabra de Dios. O sea, la fe y las obras van juntas para demostrar que el creyente es genuino. La sabiduría espiritual se demuestra en obediencia, se demuestra en humildad y en servicio hacia Dios y hacia otros. Es que el creyente debe responder a la palabra de Dios con un oído atento para actuar, una boca cuidadosa y una actitud humilde. Y es que por ello aquí resalta la idea de recibir, ahí en versículo 21 dice, recibir con mansedumbre la palabra implantada, ¿no? Recibir la palabra de Dios que implica la idea de ponerla en práctica, de vivir de acuerdo a ella. Y aquí el texto dice, esto es Santiago 1, del 19 al 21, dice, por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas." Eso es Santiago capítulo 1, del versículo 19 hasta el versículo 21. ¿Practicas la palabra de Dios con humildad? Aquí vemos cómo Santiago muestra una conexión íntima con sus hermanos en Cristo. Por eso dice, por eso mis amados hermanos, ¿no?, les llama hermanos porque son hermanos en Cristo, y les exhorta a vivir una vida en rectitud. Porque su destino futuro de la eternidad con Cristo, de vida eterna, debe de impactar la vida presente. Los hijos de Dios deben de vivir en la nueva vida, que han sido transformados. Incluso en versículo 18, como mencioné antes, menciona que la palabra de Dios nos hace nacer. Esa palabra del Evangelio nos regenera, nos hace nacer para vida nueva. Y en esa nueva vida es la que debemos de vivir. Y por eso dice versículo 19, por esto, mis amados hermanos, y ahora lo que hace es presentar tres mandatos. Y tres mandatos que es para todos, para todos los creyentes. Dice, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse. Esa idea de pronto para oír es estar dispuesto a escuchar hasta entender la situación y el punto de vista de otros. La idea de tardo para hablar es el controlar la lengua. Es el no reaccionar verbalmente, sin pensar. Y la idea de no airarse es la tentación de usar violencia física para establecer justicia. Porque aquí mismo en Santiago menciona varias veces estos conflictos que a veces vienen, y por eso nos dice en Santiago 4, versículo 1, ¿de dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros? O sea, hay toda clase de pleitos y problemas. ¿Y por qué? Pues, porque muchas veces damos rienda suelta a nuestras emociones. Damos rienda suelta a nuestros deseos malignos. Y entonces, ¿qué es lo que hacemos? Pecamos contra Dios. Pecamos contra nuestros hermanos en Cristo. Y aquí, de manera general, está diciendo, sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse. porque muchas veces, no sé si alguna vez has estado en la presencia de alguien, que realmente como que está buscando el pleito, no quiere escuchar el razonamiento del por qué has hecho lo que has hecho, y automáticamente empieza la pelea verbal, ¿no? Empiezan a criticar, a dañar, a murmurar, a hablar mal de ti o atacarte, y dices, pero escúchame, ¿no? Y por eso, aquí menciona esa idea de todo hombre sea pronto para oír. Aquí, resaltando la importancia de que el creyente, en vez de reaccionar por emociones, que escuche. Que esté dispuesto a escuchar para entender la situación y el punto de vista de otros. Y aún, dice, tardo para hablar, porque muchas veces, pues, las personas, ¿qué es lo que quieren? Pues, hablar, decir su punto de vista, porque su punto de vista es el punto de vista más importante que hay en el mundo. Entonces, escúchame a mí, ¿no? Entonces, hablan, y hablan, y hablan, y hablan, y te interrumpen, y no quieren escucharte, sino que quieren dar su punto de vista, porque ellos piensan que siempre tienen la razón. Y entonces, ¿qué pasa? Que eso resulta, muchas veces, a la ira. Por eso aquí dice, tardo para airarse. Y es que estos mandatos tratan de una comunidad caracterizada por amor. O sea, nos dice Santiago 2.8. Si en verdad cumplís la ley real, conforme la escritura, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Santiago 2, 8. O sea, si reflejamos esa comunidad de amor, ese amor que debemos de reflejar hacia los demás, amar al prójimo como nosotros mismos, vamos a estar dispuestos a escuchar y vamos a intentar entender el punto de vista de otro, nos vamos a callar y vamos a intentar entender y no vamos a reaccionar con ira porque vamos a escuchar y vamos a intentar razonar y arreglar las cosas antes de que se torne en un pleito. Y es que el creyente debe demostrar sabiduría al escuchar mucho y al hablar poco. Incluso nos dice Proverbios 17, 28. Aún el necio, cuando calla, es contado por sabio. El que cierra sus labios es entendido". Esos Proverbios 17, 28. Mostrando la importancia de no usar la boca inadecuadamente, ¿no? Considerar antes de hablar. No está diciendo que no hables, sino que está diciendo ten cuidado lo que hablas. Entonces, piénsatelo bien antes de abrir tu boca. Incluso la Escritura nos dice que vamos a dar cuenta por cada palabra que digamos. Entonces, tenemos que estar y ser cuidadosos como usamos nuestra lengua. Y por eso el capítulo 3 de Santiago resalta la importancia de tener cuidado con la lengua. Porque nos dice en el versículo, esto es Santiago 3, versículo 1, dice, hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces, si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Y entonces, nos dice en el siglo VI, la lengua es un fuego, un mundo de maldad, la lengua está puesta entre nuestros miembros y contamina todo el cuerpo, inflama la rueda de la creación, ella misma es inflamada por el infierno. Y entonces en el versículo 8 dice, pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refinado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los hombres que están hechos a la semejanza de Dios. Y entonces... dice versículo 10, de una misma boca proceden bendición y maldición. ¡Hermanos míos! ¡Esto no debe ser así! Y ahí en el capítulo 3, resalta la importancia de cuidar la boca, de lo que sale de nuestra boca. Incluso el desear ser maestros, porque vamos a recibir mayor condenación, o sea, tenemos que tener cuidado con lo que decimos. Y entonces, por ello, vemos la importancia de frenar La boca. Yo creo que cada uno de nosotros, en algún momento, hemos dicho algo que no deberíamos haber dicho. O en algún momento hemos hablado demasiado rápido. Y es porque no hemos cerrado los labios. Y esta es la exhortación, ¿no? Sea pronto para oír, tardo para hablar. En Proverbios 10, 19. Proverbios 10, 19. En las muchas palabras, no falta pecado. Mas el que refrena sus labios, es prudente. Esos Proverbios 10, 19. En Proverbios 13, 3. El que guarda su boca, guarda su alma. Mas el que mucho abre sus labios, tendrá calamidad. Sus Proverbios 13, 3. Proverbios 17, 27. El que ahorra sus palabras tiene sabiduría. El espíritu prudente es el hombre entendido. En Proverbios 29, 20. ¿Has visto al hombre ligero en sus palabras? Más esperanza hay del necio que de él. Sus Proverbios 29, 20. Ahora, en esos textos, he resaltado hay cuatro versículos de Proverbios, donde resalta la importancia de guardar las palabras, ¿no? De cerrar la boca, de guardar la boca, porque, de la manera que lo presenta es, mientras más hablas, más oportunidad hay para que peques, mientras más abres la boca, más potencial hay para la calamidad, entonces, cierra tu boca. O sea, no intentes gobernar la conversación, no intentes siempre dar tu opinión, o sea, guarda tu boca. Asegúrate que lo que dices es de acuerdo a la escritura. Asegúrate que usas tu boca correctamente. Y por ello, hay que tener cuidado con la boca. ¿No? Hay que ser prontos para oír, tardo para hablar. Incluso, la lengua es un componente importante para la fe genuina, ¿no? Nos dice Santiago 1.26, si alguno se cree religioso entre vosotros y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. Eso es Santiago 1.26. O como menciona antes ahí el Santiago 3, ¿no? Menciona el versículo 10, de una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. No debemos considerar nuestra boca, asegurarnos que lo que decimos edifica, como nos dice Efesios, Efesios 4, 29, ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena. para la necesaria edificación a fin de dar gracia a los oyentes". ¿Cómo nos aseguramos que nuestras palabras siempre salen buenas? O sea, que son buenas palabras, en vez de corrompidas o dañinas. Pues las tenemos que evaluar. Tenemos que medirlas de acuerdo al estándar. ¿Cuál es el estándar? La escritura. Si califican, entonces las podemos decir. Si no califican, las tenemos que desechar. Entonces, es como una evaluación constante, es como un detector de metales, ¿no? ¿Para qué sirve el detector de metales? Para que la persona de seguridad sepa si alguien lleva algún metal escondido, específicamente un arma, ¿no? Quizás una pistola, quizás un cuchillo, o algo que pueda usar como un arma. Entonces, es la misma idea. Es como que tenemos que tener un detector de mentales para nuestra boca. ¿No? Un detector de palabras corrompidas, de palabras que no sirven para edificar. Entonces, pues, evaluamos conforme a la escritura y decimos, mira, no lo voy a decir porque no va a edificar. A lo mejor... No es que sean palabras malas, pero en este contexto quizás las tomen mal, ¿no? O quizás ofenda a esta persona, aunque a otras personas no las ofendería, pero a esta persona sí, por cualquier circunstancia. Entonces, siempre evaluando, asegurándonos que lo que decimos edifica a las personas a nuestro alrededor. Y entonces, ¿qué es lo que ocurre muchas veces? Pues, al mucho hablar, crea enojo, ¿no? Porque molestas a las personas, o cuando empiezas a hablar sin pensar, muchas veces eso como que fomenta el enojo, fomenta la amargura, y entonces, ¿cuál es el resultado? El airarse. Y aquí, por eso dice aquí Santiago 1, 19, tardo para airarse, o sea, debemos de reflejar el carácter de Dios. Él es muy paciente. Tardo para la ira. Y eso es lo que debemos reflejar. Incluso nos dice Ecclesiastes 7, 9. No te apresures en tu espíritu a enojarte. Porque el enojo reposa en el seno de los necios. Eso es Ecclesiastes 7, 9. No, y si pensamos en el contexto de Santiago, ahí nos dice el versículo 1, Santiago 1.1, que esta epístola, esta carta, se escribe a las tribus, o sea, a los judíos, que están en la dispersión, entonces no están en su tierra natal, no están, muchos de ellos, entre sus familiares, y tienen, entonces, son extranjeros, no tienen, en algunos casos, no tienen defensores, y hay personas que se aprovechan de ellos. Y entonces, es fácil, cuando te hacen mal, pues, o cuando hacen algo que aparenta que es en contra de ti, responder rápidamente, ¿no? No querer escuchar el razonamiento, responder rápidamente, sin pensar, y dejar que la emoción te lleve a la ira, incluso a vengarte, o a dañar, a recurrir a la violencia, Es la tentación de usar la violencia física para establecer justicia, de decir, se están aprovechando de mí, entonces me voy a vengar o les voy a hacer mal, ¿no? Entonces, por eso aquí está, eh, resaltando estos mandatos, los ponen juntos porque debemos de oír, debemos de escuchar, Y escuchar a todos, o sea, debemos escuchar el razonamiento, las palabras, pero principalmente, si notáis, el contexto está rodeado del versículo 18, la palabra de verdad, o sea, el evangelio. Luego, a partir del versículo 22, Resalta la idea de ser hacedores de la palabra. Entonces, ¿de qué palabra está hablando? Está hablando de la palabra de Dios. O sea, debemos de escuchar la palabra de Dios. Estar dispuestos a escuchar y a ponerla por práctica. Vivir de acuerdo a ella. Entonces, hay que responder adecuadamente, no inadecuadamente. Porque cuando respondemos inadecuadamente, eso muestra orgullo. Cuando no estamos dispuestos a escuchar razonamiento de otros, o no estamos dispuestos a escuchar la palabra de Dios, eso muestra orgullo. Y entonces, lo que Santiago quería entender es que, mira, por la gracia de Dios, y por la obra del Espíritu Santo, el creyente, que ha sido rescatado de la vana manera de vivir, puede vivir en esa transformación. Puede transformar esas emociones negativas, y especialmente en el contexto anterior, donde he mencionado diferentes pruebas, diferentes tentaciones que vienen en esas pruebas, debemos de responder correctamente, conforme la escritura, en vez de responder conforme a nuestros deseos malignos y querer dañar con nuestra boca, querer dañar con nuestras acciones y con nuestra ira, no vengándonos. Y entonces nos da la razón en versículo 20, la razón por la cual no se debe hacer eso. Dice, ¿por qué? Versículo 20. Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. O sea, podríamos pensar, mira, la razón por la que estoy haciendo esto es porque estoy estableciendo justicia. Estos malhechores están aprovechando de ellos, pues yo voy a responder con ira y me voy a vengar de ellos y voy a establecer la justicia de Dios. Pero aquí está diciendo, no, no, la ira del hombre no iguala a la justicia de Dios. Y aquí la justicia de Dios se refiere a lo que es recto delante de Dios, a las buenas obras, a lo que produce rectitud. Entonces, la ira del hombre no obra la justicia de Dios. ¿Qué es lo que ocasiona la ira del hombre? Pleito. Problemas. Cuando alguien, cuando alguien te ataca con mala actitud, con ira, con daño, ¿eso te hace sentir bien? Eso dice, sí, definitivamente está haciéndolo recto. No, sino que te daña. Y por ello aún en Proverbios 15, versículo 1, Proverbios 15, versículo 1, nos ayuda a afrontar una situación así correctamente, cuando dice, la blanda respuesta quita la ira. Más la palabra áspera hace subir el furor. O sea, cuando alguien reacciona contra ti con ira, esos proverbios 15-1, alguien reacciona contra ti con ira, tú tienes la opción de responder correctamente o no. Si respondes correctamente, o sea, si respondes ahí, lo menciona como la blanda respuesta quita la ira. O sea, la blanda respuesta es una respuesta calmada, una respuesta suave, una respuesta llena de amor. Eso le quita la energía de esa ira, ¿no? Es como que apaga el fuego, ¿no? O sea, cuando tú te acercas a un fuego, tienes la opción de echarle agua o dejarla que... o echar la leña. No, dejar que queme. Entonces, si respondes correctamente, es como que estás echando agua al fuego. Pero si le echas leña, ¿qué es lo que estás haciendo? Estás ahogando el fuego, haciéndolo peor. Por eso dice, más la palabra áspera hace subir el furor. Entonces esa palabra, esos proverbios 15.1, esa palabra dañina, áspera, que duele, hace la situación peor. O sea, si alguien te grita y tú le gritas de vuelta, hace el problema peor. Pero si alguien te grita, y tú respondes con calma, con amor, realmente le quitas ese... esa furia con la que has respondido, ¿no? Muchas veces les choca tanto que automáticamente ha cesado el pleito. Simplemente porque has respondido correctamente. ¿No? Entonces, esa es la idea. Pero... debemos responder correctamente. Pero, la ira del hombre no obra la justicia de Dios. O sea, y aquí cuando menciona esa ira del hombre, no está hablando de una ira santa, no está hablando de algo que sea recto, o sea, como por ejemplo, Dios tiene ira contra el pecado, sino que Estar mencionando esta ira pecaminosa, esta ira que tiene el hombre por su carne y quiere tener la razón y quiere salirse con la suya. ¿No? Y por eso dice, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Porque la justicia de Dios es hacer lo que le agrada a Dios. Y por ello la ira del hombre es lo opuesto a lo recto delante de Dios. Es que el aire del hombre no produce conducta que sea agradable a Dios. La reacción inicial del hombre, si no se protege, suele ser mala. Hay que tener cuidado cómo reaccionamos. Y por ello nos dice Santiago 4, del 2 al 3, Dice, codiciáis y no tenéis, matáis y ardéis de envidia y no podéis alcanzar, combatís y lucháis porque no tenéis lo que deseáis, porque no pedís, pedís y no recibís porque pedís mal para gastar en vuestros deleites. Eso es Santiago 4, de 2 al 3, resaltando esa ira que ha resultado en esos hechos pecaminosos. Eso es lo que produce la ira del hombre, hechos pecaminosos, donde ahí en Santiago 4, del 2 al 3, resalta la codicia, incluso el arder de envidia, el matar, los combates, las luchas, los problemas, y es porque han respondido con ira, porque la ira del hombre no refleja el carácter santo y recto de Dios. Por ello es importante ver cada situación con los ojos de Jesucristo. Porque, sí, es fácil enojarse contra el mal. Cuando alguien te hace mal, es fácil enojarse contra el pecado, pero muchas veces, justificamos, en vez de tener celo por Dios, muchas veces nos airamos, devolvemos esa ira y pecamos. Y es que Santiago, hay que entender que Santiago no está condenando toda clase de ira, no está condenando la ira santa que se refleja contra el pecado. Por ejemplo, en Efesios 4, 26 al 27, dice, «Airaos, pero no pequéis». Esa es la clave. O sea, puede haber ira, pero no pequéis. Dice, no se ponga el sol sobre vuestro ojo, ni deis lugar al diablo. ¿Qué es lo que pasa? Normalmente, cuando nos airamos, pecamos. Pero lo que resalta, esos Efesios 4, 26, resalta que hay ira que no es pecado, por eso Dios puede airarse. ¿Y él se aira contra qué? ¡Contra el pecado! Incluso tenemos en Marcos 3, del 1 al 6 nos menciona que Jesús estaba en la sinagoga y había ahí un hombre que tenía seca una mano y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría a fin de poder acusarle entonces dijo al hombre que tenía la mano seca levántate y ponte en medio y les dijo ¿es lícito en los días de reposo hacer bien o hacer mal? ¿salvar la vida o quitarla? pero ellos callaban y mirándolos alrededor con enojo o sea, Jesús estaba enojado, ¡con enojo! Pero ahora lo califica, ahora nos dice cuál es la razón de su ira, entristecido por la dureza de sus corazones. Dijo al hombre, extiende tu mano, y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana. Y salidos los fariseos tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle. Eso es Marcos 3, del 1 al 6, ¿no? Jesús demostrando ira santa. Él no pecó en su ira. ¿Por qué? Porque él respondió con santidad. Él tenía ira contra el pecado, contra la dureza de los corazones de estos hombres que menciona ahí los fariseos y los herodianos. ¿Pero qué es lo que ocurre? La ira del hombre normalmente no agrada a Dios y lleva toda clase de pecados. ¿Por qué digo normalmente? Porque normalmente nuestra ira no es santa, no somos perfectos para responder correctamente como Dios responde correctamente. Y muchas veces intentamos tomar la situación en nuestras manos. Y por eso mencionaba varias veces en la escritura, como Colosenses 3, 8, pero ahora dejar también vosotros todas estas cosas Y la primera cosa que menciona en la lista es ira. Ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No, porque eso es comúnmente cómo reaccionamos. En vez de con ira santa, no intentando vengarnos, no intentando dañar a otro, sino intentando defender el carácter de Dios y su santidad, o sea, reflejando la santidad de Dios, nos airamos incorrectamente. Nos dice Proverbios 29 a 11. El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega. Entonces, ¿el sabio qué es lo que hace? Controla su ira. Él se asegura que no suelta su ira, sino que la sosiega. Y es que sólo Dios puede vindicar al recto con su ira sin pecar. Y por eso, las escrituras resaltan la importancia de dejar la venganza en las manos de Dios. No intentar vengarnos a nosotros mismos. Nos dice, del trinomio 32-35, mi es la venganza y la retribución. Eso Dios está hablando, ahí en Deuteronomio 32-35. En Romanos 12-19. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejar la... dejar la lugar a la ira de Dios. Porque escrito está, mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Entonces dejar... dejarlo en las manos de Dios. No vengarnos nosotros mismos porque nosotros no podemos controlarnos. No... no... no... no reaccionamos con toda santidad y perfección y se nos va la mano, ¿no? Entonces, déjalo en las manos de Dios. Y entonces en el siglo XXI dice, por lo cual, esto es Santiago 1.21, por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Y entonces aquí resalta la idea de desechar ¿Qué es la idea de echar o de cesar de hacer? ¿El qué? La inmundicia. Que se refiere a algo que es sucio. Impureza. ¿No? Manchas morales. Y abundancia de malicia. O sea, ese exceso de maldad, esa depravación moral. O sea, básicamente, desecha o quita de ti todo lo malo. Todo lo que refleja tu antigua vida, tu viejo hombre. Todo lo que refleja el reino de las tinieblas. ¿Por qué? Porque el creyente ha sido rescatado de su vieja vida y debe de vivir conforme al estándar de la palabra de Dios. Por ello, Santiago hace un llamado a quitarse la suciedad moral y toda la maldad. Porque de la manera que lo presenta cuando dice, desechando toda inmundicia y abundancia y malicia, Es como cuando llegas a casa después de haber trabajado, quizás, y estás... y has sudado, o te has manchado la ropa, y... y entonces, ¿qué es lo que haces? Te quitas la ropa sucia. ¿No? Y luego te pones ropa limpia. Pues es esa idea. Quitarte esa ropa inmunda. Esa ropa... Mala, ¿no? Es lo sucio, lo impuro. Durante varios años trabajé en una oficina y había unos cuantos clientes que trabajaban en una fábrica donde preparaban los pollos. Y el olor era insoportable. Cuando ellos venían directamente después de trabajar, teníamos que abrir todas las ventanas, todas las puertas, y cada... y durante como una hora después de que se habían ido. Teníamos que informar a los siguientes clientes, lo sentimos por el olor, es que han venido algunas personas, y es que el olor era tan fuerte y tan malo, pero, entonces, ¿qué pensáis que hacían ellos cuando llegaron a casa? Se quitaban toda esa ropa sucia y se duchaban, ¿no? Y era un contraste muy grande dependiendo si venían después de trabajar o si venían después de haberse duchado, después de haberse cambiado la ropa. Eso es lo que debemos de pensar, ¿no?, cuando pensamos en el pecado. Debemos de desecharnos de esa ropa sucia, de toda inmundicia. Como aquí dice, desechando toda inmundicia, o sea, toda esa suciedad e impureza, todas esas manchas morales y esa abundancia de malicia, toda esa depravación moral, quitarla, Esa idea de quitarse el pecado implica luchar contra el enemigo. Es eliminar todo lo contrario a la palabra de Dios. Y es que es necesario quitarse todas las prácticas moralmente detestables como uno se quita la ropa sucia. Y es que el pecado ataca con persistencia. Nosotros sabemos que pecamos y nos arrepentimos y Dios perdona nuestro pecado, pero pronto llega otra tentación. El pecado es persistente y viene con diferentes disfraces para engañarnos. Derribas un pecado y otro pecado toma su lugar. lo que resalta este conflicto, este conflicto espiritual. Lo que Dios quiere es obediencia práctica, que lo pongamos por práctica. Por eso dice, desechando toda inmundicia y abundancia y de malicia. ¿Qué es lo que debemos hacer? Recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Entonces, resalta la idea de aceptar la palabra implantada que se refiere a la palabra de Dios o la palabra del Evangelio que Dios ha puesto en nuestros corazones cuando lo hemos aceptado por la fe, pero debemos de recibirlo con mansedumbre, que es la idea de humildad, de gentileza, de consideración, de responder con humildad, o sea, tener Es... Aunque... Ese término más o menos es la idea de... Aunque tienes fuerza para actuar, decides mostrar consideración y amor y humildad en vez de reaccionar negativamente. Hace poco vi un vídeo de un padre y un bebé. Y el padre tenía el bebé sujetado en los hombros Y el bebé lo que hacía es, con su mano, agarrarle la barba al padre y tirar con todas sus fuerzas. Y el padre estaba llorando. O sea, el padre estaba, os podéis imaginar, un hombre fuerte, trabajador, como algunos dirán, macho, macho, ¿no? Y este bebé, de solamente unos meses, le agarraba, le tomaba la barba y tiraba de la barba y el padre estaba llorándole del dolor. Y entonces, cuando el bebé soltaba, el padre decía... y le sonreía al bebé y le trataba con mansedumbre, con humildad, con consideración, reconociendo que el bebé no necesariamente le quiere dañar, el bebé simplemente está interesado en su barba. Y entonces refleja esa... El padre refleja humildad, consideración. ¡Tiene fuerza para actuar! ¿No? Podría... Podría defenderse de ese bebé tan pequeño. Podría hacer algo para dañarle o para frenarle. Pero el padre, ¿qué es lo que reflejaba siempre? Consideración. Amor. Ah, solamente es un bebé. Es mi hijo, tal. Y estaba ahí, le sonreía cuando de repente otra vez el bebé le arrancaba la barba, ¿no? Y entonces el padre otra vez... ¡Ah! Y luego mostraba cariño, amor, consideración. Esa es la idea de mansedumbre. El responder correctamente, aunque tengas la fuerza para... destruir el opresor, o dañarle, respondes con gentileza, respondes con consideración, respondes con amor, en ese... en esa situación difícil en la que te encuentras. Y entonces aquí dice, recibir con mansedumbre, con esa humildad, con consideración, recibir con mansedumbre, la palabra implantada. Esa idea de implantada, eh... es la idea de... de injertar. Ahora, no se refiere a algo que las personas tienen dentro de sí, desde el nacimiento, sino que Santiago se enfoca en la influencia de la Palabra de Dios para producir toda buena conducta. O sea, la Palabra es implantada por la predicación del Evangelio. Como nos dice 1 Tesalonicenses 2.13, Y dice, por lo cual también nosotros, sin cesar, damos gracias a Dios de que cuando recibisteis la palabra de Dios, que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombre, sino según es en verdad la palabra de Dios la cual actúa en vosotros, los creyentes. Entonces ahí menciona esa idea de que estas personas recibieron la Palabra de Dios, esa Palabra de Dios entró en sus corazones, fue como implantada o injertada, entonces eso les ayuda a vivir para Dios. Entonces la Palabra es implantada por la predicación del Evangelio. Y es el Evangelio que tiene poder para salvar, por eso aquí mismo nos dice la última frase, la cual puede salvar vuestras almas. Y es esa palabra que han recibido los creyentes, esa palabra de verdad, que nos dice el versículo 18, nos hizo nacer por la palabra de verdad a esa regeneración, ese nuevo nacimiento. Y entonces, ¿qué es lo que hay que hacer? En vez de poner en práctica al viejo hombre, o sea, el hombre natural, hay que reemplazarlo por el hombre espiritual. Por eso nos dice, desechando, esto es Santiago 1.21, por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada la cual puede salvar vuestras almas. Es esa idea de quitar la práctica del hombre natural y reemplazarlo por el hombre espiritual. Nos dice Efesios 4, de 22 al 24, en cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos. y renovados en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad". Esos Efesios 4, del 22 al 24. Mentiona esa idea de despojarse del viejo hombre y renovados en el espíritu de vuestra mente, vestíos del nuevo hombre. Esa idea de quitar lo malo y poner lo bueno. Y es que esta transformación que ha obrado la Palabra de Dios en nuestros corazones, proviendo salvación, se debe de notar en nuestra vida. Es que la Palabra implantada es el Evangelio. Es la Palabra de verdad que convierte y renace. Nos dice 1 Pedro 1, del 22 al 25. dice habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad mediante el espíritu para el amor fraternal no fingido amados unos a otros entrañablemente de corazón puro siendo renacidos no de simiente corruptible sino de incorruptible por la palabra de dios que vive y permanece para siempre esos primera y pedro 1 22 y he leído hasta el versículo 23, ¿no? Es ese renacimiento, la palabra de Dios que nos transforma. Y es que la palabra de Dios toma su morada dentro de los creyentes. Hay que recordar que incluso en los profetas, en el Antiguo Testamento, Dios prometió escribir su ley sobre el corazón de su pueblo. Nos menciona ahí Jeremías 31-33, dice, daré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón. Eso es Jeremías 31-33. Y luego en Ezequiel, 36, del 26 al 27, resalta como Dios promete dar a su pueblo un corazón nuevo, lo cual es el cumplimiento el cumplimiento de estas promesas, lo tenemos en el Evangelio, cuando vemos este corazón nuevo que Dios nos da, dice Ezequiel 36, 26, Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros. Y luego versículo 27, dice, y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y guardéis mis preceptos y los pongáis por obra. Entonces el Evangelio, la palabra del Evangelio, entra en nuestros corazones y nos transforma para que podamos vivir de manera que es agradable delante de Dios. Y es que lo que hace Santiago es afirmar que los creyentes han experimentado estas promesas de tener la ley de Dios en el corazón y también tener un nuevo corazón. Y es que por ello Dios instala o implanta su palabra en el corazón del creyente y esa palabra viene a ser guía para que pongamos en práctica su palabra. Por eso dice, recibid con mansedumbre la palabra implantada. Y es que el mandato de recibir la Palabra en este contexto no es para incrédulos, sino para creyentes. Por eso ha estado mencionando que ya han recibido, ya han sido, ya han nacido. En el versículo 18, nos hizo nacer por la Palabra de verdad. O sea, está hablando a los creyentes. Y es que los creyentes deben de dejar que la Palabra de Dios les influya en toda área de su vida. Y por ello menciona recibir con mansedumbre. la palabra implantada. Debemos reflejar esa humildad al escuchar, al obedecer. ¿Por qué? Porque aún nos menciona Mateo 5.5. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. O sea, los mansos se humillan delante de Dios y por ello reciben el reino de Dios. Y aún los mansos demuestran el fruto del Espíritu. Por eso nos dice Galatas 5, del 22 al 24, está hablando del fruto del espíritu y una de sus características es la mansedumbre. Y aún en Santiago 3.13 dice, ¿Quién es sabio entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Entonces esta idea de recibir con mansedumbre, la palabra implantada, esa idea de con mansedumbre, implica que el creyente debe recibir la obra de la palabra de Dios en su corazón, o sea, dejar que le influya, dejar que le transforme. Es que el creyente demuestra que la palabra le ha transformado al aceptar su autoridad, al aceptar su guía con humildad. Esa idea de recibir la palabra indica creer en ella y ponerla en práctica, vivir de acuerdo a ella. Es que la palabra de Dios es la que tiene el poder para ayudar y para salvar y por ello aquí menciona la cual puede salvar vuestras almas ahora como mencioné antes está hablando a creyentes entonces cuando dice puede salvar vuestras almas está pensando en el futuro no la salvación futura porque está hablando de la salvación final ahora delante de Dios, hemos sido justificados, pero aún, o sea, hemos sido declarados inocentes por la sangre de Cristo, pero aún no disfrutamos de todos los beneficios de nuestra salvación. Estamos en esta tierra y luchamos, batallamos con nuestra carne, batallamos contra el pecado, pero llegará el día cuando seremos glorificados, perfeccionados, hechos a la imagen de Jesucristo, Y esa es la salvación a la cual está apuntando, está mirando al futuro, a esa salvación final, a la consumación de la salvación. Nos dice Romanos 5, del 9 al 10, pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, Por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su hijo, mucho más, estando reconciliados seremos salvos por su vida. Eso es Romanos 5, del 9 al 10, presentando la misma idea. Sí, posicionalmente somos salvos ahora mismo delante de Dios. Hemos sido declarados inocentes delante de Dios. ya somos salvos, pero en el futuro es cuando se consumará nuestra salvación y disfrutaremos de todas las bendiciones de la salvación, a lo cual ahora añoramos, deseamos. Nos dice 1 Pedro 1, 5. Sois guardados por el poder de Dios mediante la fe para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. Eso es 1 Pedro 1, 5. Y luego en versículo 9, 1 Pedro 1, 9, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas. Eso es 1 Pedro 1, 9. Y ese texto ahí en 1 Pedro 1, versículo 5 y versículo 9, resaltan esa misma idea. Somos salvos ahora, pero en el futuro se completará. Tendremos esa consumación de la salvación y disfrutaremos de todas las bendiciones de nuestra salvación. Y por ello aquí vemos la importancia de poner en práctica la palabra de Dios, de desechar la inmundicia, la abundancia de malicia, de asegurarnos que escuchamos de que... de que... somos tardos para hablar, tardos para irarnos, reconociendo que somos débiles y... normalmente cuando nos airamos, pecamos contra Dios. Y por ello hay que tener cuidado. Tenemos que protegernos. Y por ello tenemos que considerar, practicamos la palabra de Dios con humildad. Porque aquí este texto lo tenemos aquí para destruir esa mentalidad del que el creyente puede airarse contra alguien y estar bien espiritualmente. O sea, si reaccionamos incorrectamente, si nos airamos, intentamos vengarnos, no estamos, aunque quizás hayamos empezado con la actitud correcta, tiende a llevarnos a pecar. Y por ello debemos dejar todo en las manos de Dios. Lo que también destruye es la mentalidad de que simplemente oír la palabra de Dios sea suficiente. No, tenemos que ponerla en práctica también. Es que recordar que la palabra de Dios impacta a cada área de nuestra vida. La palabra de verdad da fruto en la vida del creyente. Recordar la importancia de que debemos separarnos del mundo y no poner en práctica lo que el mundo practica. Enfatizar que la palabra de Dios cambia vidas. Y a Dios le interesa nuestra obediencia. Dios no quiere un corazón dividido. Dios no quiere un show espiritual. Dios quiere el corazón. Y hay que recordar también que el que grita más, no significa que es el más espiritual. O sea, Dios quiere que le sirvamos con humildad. Dios quiere que practiquemos su palabra. Y por ello resalta la necesidad de desechar lo impuro, lo malo, y recibir con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Debemos de vivir en esta transformación y vivir como Dios quiere que vivamos, no reflejando la ira del hombre. ¿Por qué? Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. No agrada a Dios. Entonces, consideramos nuestro corazón. ¿Cómo reaccionamos? ¿Cómo tratamos a las personas? ¿Estamos dispuestos a escuchar o simplemente queremos dar nuestra opinión? ¿Estamos dispuestos a arreglar la situación con otras personas o nos airamos y destruimos y dañamos? ¿Estamos dispuestos a escuchar la palabra de Dios y humillarnos delante de Dios recibiendo su palabra o no? ¿Y por ello practicas la palabra de Dios con humildad? Vamos a terminar en oración.
¿Practicas la Palabra de Dios con humildad?
Series Santiago
Sermon ID | 52123166484139 |
Duration | 54:53 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | James 1:19-21 |
Language | Spanish |
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