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que tenemos de saber si somos verdaderos creyentes es yendo a las escrituras, viendo lo que ellas dicen que son un verdadero creyente y luego tomando esto y comparándolo con nosotros mismos delante de Dios y con toda honestidad. Y si nos mantenemos en pie, entonces sabremos que somos verdaderos discípulos de Cristo. Esto es lo que hace el apóstol Pablo con la iglesia de Corintios. Por favor, acompáñenme a Segunda de Corintios, capítulo 13, versículo 5. Segunda de Corintios, capítulo 13, versículo 5. Dice el apóstol Pablo, examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe, probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos que Jesucristo está en vosotros a menos que estéis reprobados? Noten que él no les dice a esta iglesia en medio de sus conflictos, en medio de sus pecados, como también tenemos nosotros. Él no les dice, ¿hace cuánto tiempo ustedes se congregan? ¿Qué sienten ustedes que son? No. Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe, probaos. El que podamos ser probados a la luz de las escrituras y comprobemos si en realidad le pertenecemos a Cristo y no estamos perdiendo el tiempo, debe ser un asunto de cardinal importancia para todo aquel que se llame cristiano. Las palabras más duras del Señor en todas las escrituras están profetizadas para quienes piensan que son verdaderos creyentes y al final se verá que no lo son. En Mateo 7.22 leemos, muchos me dirán en aquel día, nota que no serán pocos, Señor, Señor, la repetición del título Señor aquí denota el terror que los poseerá. Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos fuera demonios? Y en tu nombre hicimos muchos milagros. Escuchen, lo más peligroso aquí es que estas cosas que ellos dicen que hicieron posiblemente las hicieron. ¿Alguien puede dudar que Demas, colaborador de Pablo, predicó hermosos sermones? ¿Acaso Judas no fue comisionado entre los apóstoles para echar fuera demonios también? Todos ellos perdieron la oportunidad de entrar al cielo y no porque no se manifestara a través de ellos el poder de Dios, sino porque ellos mismos no vivieron lo que enseñaron y dijeron creer. Nunca os conocí, apartados de mí, hacedores de maldad. Muchas de estas personas tenían bases falsas, pero bases al fin y al cabo para creer que creían. Y esas bases también pueden ser las siguientes. Porque pertenezco a la membresía de una iglesia local. Porque tengo excelentes relaciones con los hermanos. Porque he leído varias veces la Biblia. Porque he caminado con el Señor en el pasado. La pregunta que me inquieta a mí en esta mañana es la siguiente. De esos muchos que escucharán esas duras palabras del Señor, ¿hay alguno aquí en esta mañana? Quiera Dios que no. Debo decir por justicia que así como en los sermones anteriores nos hemos valido de la rica enseñanza de los hermanos que Cristo ha dado a la iglesia. Pero antes de empezar, quiero insistir en esto. Por favor, de lo que se va a decir aquí, toma lo que dice la escritura que debes ser un verdadero creyente y compáralo con quien tú sabes que eres. no con quien tus padres piensan que eres, o con quien tus hijos piensan que eres, ni con quien los hermanos de la iglesia creen que eres, sino con esa persona que eres cuando estás solo, con esa persona que solo Dios y tu conciencia conocen bien, más allá de toda apariencia. Toma este conocimiento, compárate a la luz de él, y si te hayas falto Por amor a tu alma, arrepiéntete y cree. Primer examen. Vayamos a primera de Juan, capítulo 1, versículos 5 y 6. Primera de Juan, capítulo 1, versículos 5 y 6. Este libro se ha usado a través de las generaciones para que nosotros, como pueblo de Dios, podamos saber si verdaderamente hemos creído en Cristo. Juan dice, este es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos. Dios es luz y no hay ninguna tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tiniebla, mentimos y no practicamos la verdad. Este es el mensaje que hemos oído de él. Primero, Juan pone énfasis en la singularidad del mensaje. Este es el mensaje. Este no es un mensaje más. Este no es un mensaje cualquiera no es el mensaje de la cultura, no es el mensaje de esta generación, es el mensaje del creador y sustentador del universo. Segundo, Juan no solo pone énfasis en el mensaje, sino también en el mensajero, el Hijo de Dios, que hemos oído de él. Nunca habrá un mensaje más importante ni un mensajero como este, el Cristo de Dios. y en consecuencia nos hacemos eco de él, dice Juan, y os anunciamos. ¿Cuál es el anuncio? Dios es luz. Esta es una declaración de la esencia de la naturaleza de Dios. En solo tres palabras, Juan resume el mensaje de Jesucristo. Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él. ¿Qué significa esto? Bueno, sin duda es una clara alusión a la santidad de Dios. En Éxodo se le llama magnífico en santidad. En Isaías leemos que él habita la altura y la santidad. en Job, que ni aún los cielos son limpios delante de sus ojos. La santidad es el único atributo de Dios que encontramos en las escrituras elevado a la tercera potencia. Pero en esta ocasión, creo que Juan no solo está hablando de la pureza del ser de Dios, sino también de la claridad de su mensaje. Es decir, no sólo de su ser, sino de su voluntad. No sólo de quién Dios es, sino de lo que Dios quiere. Es muy probable que Juan en esta etapa de su vida estuviera combatiendo un grupo de herejes conocido como los gnósticos. Ellos enseñaban que el conocimiento y la voluntad de Dios no eran accesibles a todos los hombres. Decían tener comunión con Dios, pero seguían practicando el pecado en sus vidas y se jactaban de haber alcanzado un nivel que estaba más allá del pecado. Y es en este contexto que el apóstol Juan los expone Y dice, versículo 6, Si decimos que tenemos comunión con Él y andamos en tinieblos, no conocemos a Dios, nosotros tenemos comunión con Él. Pero no había armonía entre lo que Dios había revelado de Sí mismo y la forma en que ellos vivían. Ellos andaban en tinieblas. ¿Qué significa andar en tinieblas? Es practicar un estilo de vida contrario a los atributos y a la voluntad revelada de Dios en la Biblia. De igual forma, hoy en día, muchos que se autodenominan creyentes, sobre todo porque esto no les significa mayor sacrificio, que confiesan a Cristo con sus labios y dicen, Él es mi Salvador, yo le conozco, yo tengo comunión con Él. Sin embargo, cuando ves lo que dicen y cómo viven, su estilo de vida no se conforma a lo que Dios requiere de sus hijos. Si así proceden, dice Juan, están mintiendo y no practican la verdad. Pregunto, es tu conducta consecuente con lo que Dios espera de sus hijos? ¿Hay armonía entre aquello que dices ser y aquello que tú sabes que realmente eres? Segundo examen. Primera de Juan, capítulo uno, versículo ocho. Si decimos que no tenemos pecado, Un creyente es sensible al pecado. Él no niega que tiene pecado. Ha sido iluminado por la gracia de Dios y ahora puede ver que su pecado es algo que Dios aborrece. Ahora él conoce la ley de Dios y sus implicaciones. Ahora puede distinguir con precisión dónde ha pecado y le importa. a diferencia del falso creyente que solo le preocupan las consecuencias del pecado. Mi reputación, el que dirán si voy a sufrir algún perjuicio económico, el verdadero creyente, en cambio, se preocupa por el pecado en sí. Sabe que ningún pecado es pequeño porque todo pecado es cometido contra un Dios muy grande. Sabe que en todo pecado hay una cuota de maldad que ha sido cargada a la cuenta de un salvador inocente. Y esto le aflige. Oh, que haya yo pecado contra un salvador tan bueno. Que haya arrojado sal sobre las heridas de mi maestro y señor. Ora el creyente. Pondré un ejemplo personal, algo que no suelo hacer, pero creo que servirá para ilustrar este punto. El barrio donde vivíamos hace un tiempo atrás estaba infestado de publicidad pornográfica. No había un solo carro en varias manzanas alrededor que no tuviera una foto indecente. Yo iba a cierto lugar, y como solía hacer casi siempre, las iba arrancando de camino para arrojarle los cestos de basura de cada esquina. Esta vez llevaba prisa y al no darme tiempo de retenerlas en la mano, las tiraba al suelo. Había tirado dos cuando pasé por al lado de dos señores y uno de ellos se dirigió a mí recriminando mi actitud usando groserías. Me molesté tanto que fuera tan celoso de la higiene y tan indiferente a la inmoralidad que lo rodeaba, que le respondí de manera muy severa, sin usar groserías, pero de manera muy severa. No pasó nada y continué mi camino. No había avanzado ni 200 metros cuando me sobrevino una creciente constricción de espíritu y un sentido de culpa como si hubiese cometido un homicidio múltiple. Tuve que pedir perdón al Señor inmediatamente en mis adentros y regresé a buscar a estos hombres para resarcir cualquier ofensa. No estaban allí y decidí seguir mi camino. Pero mi conciencia me continuaba molestando. Tuve que desistir de ir a donde iba, regresar a mi casa, encerrarme en un cuarto y llorar sobre mi pecado. ¿Un verdadero creyente peca? Sí. Pero es sensible al pecado si confesamos nuestros pecados. ¿Sensible al pecado? Porque Dios a sus hijos los guarda para que sus corazones no se endurezcan y no se detiene hasta guiarlos al... ¿Sensible al pecado? ¿Sensible al pecado? ¿Hace cuánto tiempo no lloras sobre tu pecado? Hay muchos que son muy rápidos para identificar el pecado en el ojo ajeno, pero muy lentos para poder ver su propio pecado. A estos Cristo llamó hipócritas. Pregunto, ¿te resistes a confesar tus pecados y siempre tienes un portafolio de excusas para cada pecado, yo no soy perfecto, todo el mundo lo hace. Cuando confiesas tus pecados, ¿lo haces al mayoreo? Señor, perdona mis pecados porque todos son pecadores, todos somos pecadores, todos somos pecadores. Amigos, si ese es tu caso, lo que dice el apóstol Juan aquí es que tú no eres creyente. En tres palabras, sensible al pecado. Lo detectas, lo aborreces, lo confiesas. Pero no puede pasar de ninguna manera inadvertido para ti aquello que clavó a tu Salvador en una cruz. Tercer examen. Primera de Juan, capítulo 2, versículo 3. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos si guardamos sus mandamientos. El que dice yo le conozco y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos. ¿Cómo podemos saber si conocemos a Dios en verdad? ¿Cómo? Ya lo hemos dicho antes, el corazón del hombre es engañoso. Estoy seguro que si saliéramos a la calle hoy, veríamos familias enteras en los parques, en lo cual no hay ningún problema. si no estuvieran violando, transgrediendo, pisoteando el cuarto mandamiento de la ley moral de Dios. Pero si le preguntáramos, muchos dirían que sí son cristianos, solo porque viven en un país nominalmente cristiano. Si hubieran nacido en Turquía, serían musulmanes. Me he asombrado al hablar más de una vez con algunos que tienen incluso una alta instrucción bíblica. Conocen el nombre de los doce apóstoles, el nombre de las doce tribus de Israel, más de lo que a veces conocemos aquellos que nos llamamos evangélicos. Pero todos tienen algo en común. Todos creen que creen. ¿Cómo podemos estar seguros entonces? Juan lo dice aquí. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos si guardamos sus mandamientos. Obediencia. Un verdadero creyente está marcado por un patrón de obediencia. Cristo dijo, si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Un creyente peca, sí, sí, sí peca. Pero si tú pudieses grabar su vida por varios meses, pudieras ver que aunque comete pecados aislados, el pecado no es el patrón dominante de su vida, sino que su comportamiento está orientado hacia la obediencia. Tú podrías ver que él está esforzándose para agradar a Dios y obedecer. A veces cae, sí. A veces da un paso hacia atrás, sí. Pero luego se levanta, da dos pasos hacia adelante y continúa corriendo la carrera. Amigo, no importa lo que tú creas o pienses. Si tu conducta está marcada por un patrón continuo de desobediencia a los mandamientos de Dios, aquellas enseñanzas y principios que Dios dejó claramente plasmados en su palabra, tú no le conoces. Ni siquiera importa cuánto conozcas de Él, a Él no le conoces. Y hay una gran diferencia en esto. Yo puedo querer ir a Tallahassee e intentar ver al gobernador de la Florida. Pero no importa cuánto yo demuestre a los funcionarios, cuánto conozco sobre el gobernador, no me recibirán. Pero si yo pruebo que conozco al gobernador, bueno, ya eso lo cambia todo. No importa cuánto conozcas de Dios, ¿Cuántos años lleves asistiendo a una iglesia si no le obedeces? No hay comunión ninguna entre tú y él. El que dice, yo le conozco y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él. Estas personas suelen usar habitualmente el nombre del Señor. levantan oraciones al Padre en el nombre del Hijo, confiesan ante los demás que tienen comunión con Jesús, pero no mueven un dedo para caminar en obediencia. A estos, Cristo recrimina diciendo, ¿por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? Y tú puedes decir, quizá, Hermano, ¿pero tú no sabes lo que hay en mi corazón? Yo no necesito saber lo que hay en tu corazón. Cristo mismo dice, el que tiene mis mandamientos y los guarda, éste es el que me ama, éste y no otro. El que no me ama no guarda mis mandamientos. Y Juan vuelve a enfatizar en este versículo, si hacen así, son mentirosos. Y nota quién está hablando aquí, el apóstol Juan, conocido también como el apóstol del amor, quien llamaba a sus hijos, a menudo, hijitos. Y este compasivo apóstol no tiene ningún reparo de pronunciar una sentencia dura contra quienes hacen así, son mentirosos. Esto es serio. ¿Amas tú los mandamientos de Dios? ¿Estás preocupado y ocupado en conocer tu Biblia para conformar cada detalle y aspecto de tu vida a su voluntad? Continuamos. Cuarto examen. Primera de Juan, capítulo 2, versículo 9. El que dice que está en luz y aborrece a su hermano está todavía en tinieblas. ¿Quién es el hermano en este contexto? El apóstol no se está refiriendo a los pobres del mundo ni a nuestro prójimo en general. ¿Qué está diciendo el apóstol aquí? Muy sencillo. Que si tú dices que eres creyente, pero no amas a otros creyentes de forma real y práctica, no de forma imaginaria y nostálgica, estás todavía perdido. Algunos se sienten muy dispuestos a servir a los hermanos que están al otro lado del mundo, pero ¿qué de los hermanos que tienes cerca y está a tu mano servir? No. A esos no. A esos que les sirva el pastor, que yo con asistir domingo a la iglesia bastante aporto. El verdadero creyente va descubriendo que la iglesia es constituida por todos aquellos que la componen y es nuestro deber y privilegio servirnos mutuamente. El verdadero creyente va desarrollando con sus hermanos un sentido de pertenencia, nos pertenecemos los unos a los otros como miembros de un mismo cuerpo. De eso está hablando Juan aquí, no de esta actitud. ¿Y a mí qué? Yo también tengo mis propios problemas. Más adelante Juan dirá, pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano, ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón. ¿Cómo mora el amor de Dios en él? Pregunto, ¿amas a tus hermanos de forma real y práctica? No aquellos que están en China, sino aquellos en medio de los cuales te puso el Señor. Pero este amor no se reduce solamente a las necesidades elementales de nuestros hermanos, sino que abarca toda nuestra identidad como cristianos. La escritura dice que los creyentes tenemos en común, escuchen esto, una misma vocación, una misma fe, un mismo Señor y Cristo, un mismo Dios y Padre, y un mismo espíritu de santidad. ¿Quieres tú cosas más grandes y firmes que estas? Déjame ponértelo así. Todas las hermandades de este mundo, todos los clubes sociales, las asociaciones terminarán en este mundo. Pero es la hermandad cristiana la única que trascenderá hacia la eternidad. Si tú en verdad amas a Cristo y adoras las virtudes de su carácter, Entonces, estarás admirado por los pequeños cristos a tu alrededor, a quienes Dios, aunque débil e imperfectamente, está formando y esa formación se ve débil e imperfectamente, pero sin embargo, en ellos se va viendo el carácter del Dios que amas. Buscarás pasar tiempo con ellos porque el Dios que dices amar vive y se mueve en ellos. ¿Es tu deleite estar con quienes aman estar con Cristo? ¿Hablar de Cristo y alabar a Cristo? ¿O simplemente prefieres pasar tu tiempo con aquellos que son ajenos al Señor? Porque estás demostrando de quién eres. ¿Andarán dos juntos si no estuvieran de acuerdo? ¿Tus mejores amigos, con quien prefieres gastar tu tiempo, son cristianos o incrédulos? Bueno, bueno, hermano, usted sabe. Sí, yo sé. Dice Juan que estás perdido. Juan dice más adelante, nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en muerte. ¿A cuántos hermanos estás amando? ¿A cuántos hermanos estás sirviendo? ¿Por cuántos hermanos estás orando? A veces pensamos que estaríamos dispuestos a hacer grandes cosas como dar nuestra vida por los hermanos si es necesario, pero mientras tanto hacemos poco en aquellas pequeñas cosas que sí están a nuestra mano. El Señor no ha requerido de ti semejante sacrificio. Ella entregó su vida por todos los hermanos. Y ahora quiere que vivas la tuya amando y sirviendo a esos hermanos donde él te puso? A veces ese amor solo requiere que llames o escribas a tus hermanos durante la semana. Si un verdadero creyente quiere agradar a Cristo, de seguro entrará en conflicto con su familia incrédula, con sus vecinos impíos, con sus compañeros de trabajo o de escuela. ¿Quién le queda en este mundo? Le quedas tú. ¿Necesito poner signos de interrogación a estas tres palabras? Le quedas tú. A veces ese amor requiere que hagas algunos sacrificios como levantarte más temprano para traer a tus hermanos a la iglesia los domingos. No somos conscientes del gran canal de bendición que podemos ser para otros haciendo así. Yo doy testimonio de ello. Durante más de un año y medio, mi familia y yo nos alimentamos de la palabra de esta iglesia a través de este púlpito Gracias a dos preciosos hermanos de nombre Rogelio y Esperanza que nos recogían puntualmente. ¿Cómo además luce este amor en la práctica? Abriendo las puertas de nuestras casas para recibir a nuestros hermanos y compartir con ellos lo que tengamos, sea mucho o sea poco. ¿Es esto mucho sacrificio? Si tu respuesta es sí, puede ser una evidencia de que no eres verdadero creyente, dice Juan. Déjame ponértelo así. Yo jamás podría decir que hice el sacrificio de casarme con mi esposa. Por ejemplo, ¿es el matrimonio un sacrificio? Desde luego que sí. Pero no es todo lo que es. Es un sacrificio y es un gran deleite. De modo similar, ¿es un sacrificio servir a los hermanos? Sí. ¿Amar a los hermanos? Sí. Pero también hay un dulce deleite en hacerlo. Advertencia, jamás cometas el error de tener poca estima de los escogidos de Dios. Jamás cometas ese error. Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía, dijo David. David no dijo mirad cuán bueno es habitar todos los miembros de la corte real. O mirad cuán bueno es habitar todos los generales del ejército de Israel. No, no dijo así. Los hermanos. No olvidemos que estas palabras las está diciendo un rey. Con lo cual, si a ti no te han coronado todavía, estas palabras también aplican a ti. Y quizás algún hermano pueda decir, mi hermano, mi situación es tan inestable que yo no puedo hacer ni siquiera lo que antes has dicho. En mi situación actual, ¿qué puedo hacer? Si es así, mi recomendación para ti es que hagas algo que hacen algunos hermanos. Anota con cuidado las peticiones de oración de tus hermanos. Y luego, sin que ellos lo sepan, date a la tarea de presentarte delante de aquel que todo lo sabe y que todo lo puede para atraer continuamente esas peticiones de oración, incluyendo las de tu pastor. porque no olvidemos que nuestro pastor también es una oveja y necesita mucho de tu oración. Y con gozo puedo decir que desde hace siete años he visto a esta iglesia crecer en madurez y en amor fraternal. Hay algunos aquí que desde hace mucho tiempo hacen esto que hemos dicho ya, Para ellos, el autor a los hebreos escribió esto, que para animarlos les digo, porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Entonces, ¿para qué traemos este tema a colación? Continúa el autor a los hebreos. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin. Propósito, para plena certeza de la esperanza. ¿Lo ven? Lo mismo que dice Juan, lo confirma el autor a los hebreos. Para que puedan saber que son verdaderamente creyentes. y puedan disfrutar del gozo de esa certeza, porque el gozo de Jehová es vuestra fortaleza. Mis hermanos, la prueba del amor es un sello inconfundible en todo verdadero creyente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuvierais amor los unos por los otros. Quinto examen. Primera de Juan, capítulo 2, versículo 15. No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. y el mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Primero veamos qué significa mundo en este contexto. Juan utiliza mucho esta palabra en sus epístolas. Él escribe que Jesús es el salvador del mundo, que el cristiano puede vencer al mundo, pero ¿qué significa mundo aquí? La palabra mundo En este caso, se refiere a la humanidad caída, sus obras, posesiones y deleites. Ahora veamos qué significa o qué no significa amar al mundo antes que veamos qué significa, para evitar confusiones. Vale añadir que la palabra griega amar, que usa Juan aquí, es la misma que usó para referirse al amor entre los hermanos. No amar al mundo no es ser un azeta y desechar todo bien material que Dios pone en nuestras manos. Tampoco es abandonar la vida social para encerrarnos en algún monte pensando que tenemos más cualidades espirituales por ello. Esto no es no amar al mundo y a lo que Juan se refiere aquí. Entonces, ¿qué es? No amar al mundo es no hacer alianzas fraternales con el sistema de pensamiento caído imperante en el presente siglo malo. Es no entregar nuestra devoción y lealtad a los asuntos pasajeros de esta vida. Juan dice que quien haga así demuestra que el amor del padre no está en él. Y continúa diciendo el por qué. Versículo 16. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida, no provienen del Padre, sino del mundo. Y alguno puede decir, sí, claro, es que eso era en los tiempos de Juan. No. No, mi amigo, esto no ha cambiado. Nuestros días no son tan distintos a los de Juan. el apetito desenfrenado por los deseos temporales, el culto a la apariencia física, la fiebre diabólica por las posesiones materiales y los deseos de descollar en este mundo para obtener un nombre, no son cosas exclusivas de la Roma apostólica, son la pura realidad contemporánea. Un mundo ciego viviendo solamente para el bienestar de sus cuerpos e ignorando el gran peligro que corren sus almas inmortales. Hoy vemos supuestos cristianos que invierten su tiempo, sus energías, sus recursos como el mundo lo hace. Y son cristianos. Que conocen mucho más las redes sociales que su propia Biblia, y son cristianos. Supuestos cristianos que son siervos de la era del entretenimiento, conociendo todos los detalles de cuál es la serie de moda o la película de moda, y son cristianos. David oró, en la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa, no pondré delante de mis ojos cosa injusta. Si tú puedes amar y saborear el mundo sin escandalizarte, no importa cuánta teología conozcas, si ella no produce verdadera santidad en ti, verdadera pureza en tu corazón, ¿Estás perdido? Esto es lo que dice Juan aquí. Y es mi deber decirte que quedas sin excusa si continúas amando a este mundo, porque ya tú tienes una luz que muchos otros no tienen y que muchos otros no tendrán. Dios ha puesto a este mundo, que tanto el mundo ama, fecha de caducidad. Toda su pompa se va a hundir en el infierno. ¿Lo veamos así o no? La mayoría de las figuras célebres que este mundo admira, lamentablemente, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre. Pero los justos resplandecerán como el sol en el reino de su padre, dicen las Escrituras. Juan continúa diciendo, versículo 17, y el mundo pasa, y sus deseos también, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Joven que me escuchas, aún a través de la internet, muchos de nosotros hemos perdido mucho tiempo en esta vida. Quien te habla ha desperdiciado los mejores 30 años de su vida en el vertedero de este mundo. cuando militaba en las filas de Satanás. Pero tú, si aún eres joven, todavía tienes en tus manos tus mejores años. No entregues a este mundo los años de tu juventud, de tu hermosura, de tu inteligencia, aquello que puedes entregar a tu Señor. Anda en este mundo, sí, pero anda con cuidado en él, como un soldado que anda en territorio enemigo, consciente de quién es y a quién debe su lealtad. Aún a los niños hablo. Ni siquiera ustedes son muy pequeños para buscar a Dios. La Biblia enseña que muchos fueron llamados desde su niñez, Jeremías, Samuel, Jesús ordenó que no impidiéramos a los niños acudir a Él. Y los predicadores debemos predicar también a los niños. Por eso te invito. Arrepiéntete de aquellas pequeñas cosas malas que haces antes que se conviertan en grandes pecados. Acércate a Jesús y deposita en Él toda tu confianza. Este mundo está lleno de cosas feas que pueden dañarte y están esperando tenerte pronto y destruirán tu vida antes que te des cuenta. Por eso te invito, busca a Jesús, búscalo con todo tu corazón y Él se dejará hallar por ti porque Jesús es el dulce salvador de los niños. ¿Qué hemos visto hasta aquí? Bueno, hemos visto que el verdadero creyente posee un estilo de vida conforme a la voluntad de Dios, que es sensible al pecado, que es obediente a los mandamientos divinos, que ama de forma práctica a sus hermanos y que no ama al mundo. Pasemos ahora a nuestro último examen. Primera de Juan, capítulo 4, versículo 6. Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos oye. El que no conoce a Dios no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error. Es la clara enseñanza de las escrituras que este mundo está compuesto, básicamente, por dos grandes grupos de personas. los hijos de ira y los hijos de misericordia, los hijos de Satanás y los hijos de Dios. A diferencia de cómo piensa la cultura contemporánea, no todos somos hijos de Dios. Es común escuchar allá afuera de que todos somos hijos de Dios. No. Todos somos criaturas de Dios. Pero solo aquellos que hemos acudido a Cristo en arrepentimiento y fe somos hijos de Dios. Entramos en las promesas del parto bajo el señorío del Señor del parto y tenemos la esperanza del evangelio. El resto no. Los verdaderos hijos de Dios evidencian su condición en que dan crédito a la palabra y la reciben con un espíritu enseñable y con un ánimo dispuesto a obedecerla. Y a este miraré, no a otro, dice el Señor, al que tiembla ante mi palabra. De ahí que Juan diga, el que conoce a Dios nos oye. Mientras que en los hijos de Satanás predomina un espíritu de incredulidad y rechazo y resistencia y obstinación ante la palabra, el que no ama a Dios no nos oye. En los hijos de Dios, sin embargo, hay un espíritu sensible, un oído atento a la palabra de Dios. De ahí que vemos que la palabra a unos quebranta y a otros endurece. A unos les olor de vida para vida y a otros les olor de muerte para muerte. En unos hace manifestarse el espíritu de verdad y en otros el espíritu de error. pero nunca vuelve a Dios vacía. Nadie jamás ha permanecido indiferente a su fiel anuncio. Después de escuchar la palabra de Dios, un alma siempre estará o más cerca del cielo o más cerca del infierno, pero no se encontrará en el mismo lugar. La pregunta que se impone aquí es la siguiente. ¿Dónde te encuentras tú? Unas palabras a modo de conclusión. A los que después de este examen se han hallado aprobados, aunque alberguen algunas dudas, les digo, regocíjense de corazón, cobren ánimo. Si tú has notado que posees las cosas aquí dichas en alguna medida, aunque sea en una pérdida pequeña, tu fe es verdadera. No todas estas evidencias son experimentadas de igual modo en cada creyente, pero sí es necesario experimentarlas en alguna medida. Pero también te digo, no te confíes. Sé diligente en la obra de tu santificación. Cuida de los detalles pequeños y luego no tendrás que preocuparte por los grandes. agradece a Dios el precioso don de la fe que te ha separado del mundo, te ha santificado y te mantiene puro en ese mundo para que le glorifiques y vive tu vida de modo que tu testimonio exalte a Cristo y promueva la causa del evangelio. Y a los que después de este examen se han hallado desaprobados, pero quisieran que estas evidencias de la fe salvadoras, antes dicha, fueran una realidad en su vida, les digo, no se desanimen. ¿Deberían temer por su situación? Por supuesto que sí. Porque si Dios recibiese sus almas en esas condiciones, no podría ser mejor para ustedes que un fuego consumidor. Pero Dios no ha querido eso. Él te ha traído esta mañana. Él ha permitido que amanecieses en bien. Ha extendido una vez más el manto de su compasión sobre ti. Y estás aquí en su santo día, en su santa casa, expuesto a su santa palabra. Si Dios te quisiera en el infierno, en el infierno estuvieras ya. Pero no ha sido así. Estás hoy aquí, justo hoy, que todavía las puertas de la misericordia están abiertas de par en par para todos aquellos que se acercan a ella. Justo hoy que Cristo sigue exaltado como príncipe y salvador para dar a su pueblo perdón y fe a todos aquellos que se acercan a Él. Acércate a Él. A escondidas si es necesario. Cuando llegues a tu casa si es necesario. Pero no permitas que nada se interponga entre tú y tu Salvador. Y como aquella mujer que hace 2000 años ya tocó el borde de su manto, ruega a Dios que el manto de su misericordia te cubra en este día. Porque mañana puede ser muy tarde. Terminemos en oración. Oh Padre bendito. Cuán grande eres tú, Señor. Ten misericordia de nosotros que somos pecadores, que dependemos de tu gracia para todos. Ten misericordia de nosotros que tenemos tanta necesidad de perdón y gracia, Señor, de ser limpiados, santificados, purificados. Señor, te rogamos que a todos los verdaderos creyentes que aquí se encuentran, te rogamos que tú los fortalezcas en la fe, que tú los animes en su caminar, que tú le ayudes a crecer en la madurez con gozo, y que puedan terminar de este modo su carrera. Y te rogamos por todos los que han escuchado tu palabra, que todavía no tienen esta fe de la que la Biblia habla y de la que expone el apóstol Juan. Te suplicamos, Señor, que tú los traigas a Cristo. Que tú los guardes de que salgan, Señor, a este mundo y que Satanás robe la semilla que tú has sembrado hoy en sus corazones. Que la convicción que tú has encendido en sus corazones no se apague, Señor, hasta que tú los lleves al lugar íntimo, hasta que tú los traigas a Cristo en arrepentimiento y fe. Haz esto, Señor, para que Cristo sea más glorificado y para que el Evangelio corra en todo lugar. En el nombre de Jesús oramos. Amén.
Somos verdaderos creyentes
Somos verdaderos creyentes
Sermon ID | 4224424465499 |
Duration | 50:51 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | 2 Corinthians 13:5 |
Language | Spanish |
© Copyright
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