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Como ustedes saben, estamos en esta serie de las parábolas. Y hoy nos toca una parábola que es bastante, bastante, bastante conocida. Y antes de comenzar a predicar, ¿verdad? Quisiera hacer una oración. Y después que terminemos la oración, pues se queda sentado. Yo voy a leer los versos. Usted puede quedarse sentado, amén. Así que vamos a orar al Señor. gracias te damos en esta preciosa tarde donde tú nos permites una vez más llegar hasta tu casa señor aquí a honrar glorificar tu nombre queremos escucharte señor lo que tú tienes que decirnos especialmente por medio de la predicación que seas tú hablando a nuestros corazones porque tú sabes lo que necesita cada uno de nuestros corazones señor tú eres dios para ti no hay nada oculto señor amado y Sabemos que los que están aquí, Señor, son los que Tú, Señor, has querido que estén aquí desde antes de la fundación del mundo, que necesitaban escuchar este mensaje. Lo mismo sucede, Señor, por las redes sociales. Todo aquel que escucha, Señor, eres tú, Señor, quien lo ha guiado y lo has puesto, Señor, ahí, en este momento, a escuchar tu palabra. Obra en ese corazón. Obra en mi corazón también. En el nombre de tu Hijo Jesús. Amén. Como dije anteriormente, ¿verdad? Esta es una parábola muy conocida. Yo diría quizás de las más que se conoce, de las que Jesús dijo. Y para comenzar, quisiera preguntar, ¿verdad? Hacer una pregunta a cada uno de ustedes y preguntarle cuándo fue la última vez que usted ayudó a alguien sin esperar nada a cambio. ¿Cuándo fue la última vez que usted ayudó a alguien sin esperar nada a cambio? Nosotros somos Muchas veces hablamos de la compasión, de ayudar a los demás, pero póngase en su mente a recordar cuándo fue que usted hizo algo por otra persona en la cual usted no salió beneficiado de eso que usted estaba haciendo. Hacer algo a favor de otro sin esperar nada a cambio. De más está decir que para los creyentes, los cristianos, el estándar o la vara, ¿verdad? Está más alta. Nosotros, la gente nos está mirando y la misma palabra de Dios nos manda a nosotros, los creyentes, los cristianos, a ser compasivos y ayudar a los necesitados sin esperar nada a cambio. Cuando nosotros vamos a la palabra de Dios en Lucas 6, 27 al 30, dice, Pero a ustedes, los que oyen, les digo, amen a sus enemigos, hagan bien a los que le aburrecen, bendigan a los que os maldicen, oren por los que los insultan. Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra. Y al que te quite la capa, no le niegues tampoco la túnica. A todo el que te pida, dale. Y al que te quite lo que es tuyo, no se los reclames. Guau, qué difícil, ¿verdad? Qué difícil para nosotros los creyentes cumplir con un mandamiento, una orden de parte del Señor como esa, ¿verdad? Aquí Jesús nos está diciendo que actuemos de una manera que no es la manera natural del ser humano actuar. Cuando alguien nos hace algo malo, Ese me la va a pagar a mí, o queremos venganza. Yo creo que por eso dice la palabra del Señor, mi es la venganza, yo pagaré. Entonces tranquilo, al final Dios es el que va a ajustar las cuentas. Pero se nos llama a nosotros a hacer el bien, no importando la reacción de la otra persona. Se nos llama hacer el bien no importando la reacción de la otra persona. Y de eso se trata la parábola que nosotros vamos a estudiar en el día de hoy. Hoy vamos a estudiar la parábola del buen samaritano. Y yo estoy seguro que muchos han escuchado esta parábola. como dije anteriormente, de las más contadas por los cristianos, y no tan solamente por los cristianos, sino por los no cristianos. Tanto ha sido el impacto que ha tenido esta parábola en las personas de que Usted ha escuchado la expresión de que, oye, estaba en una necesidad y viene un buen samaritano y me ayudó, ¿verdad? Ya esta parábola ha tocado tanto en algunas personas que ya el concepto de buen samaritano se le aplica a esta persona que ayudó a otro. Tiene una necesidad y viene un buen samaritano Y me ayudó. El buen samaritano se ha convertido en un símbolo, un símbolo, perdón, de ayudar a todo aquel que está en necesidad. Y aunque nosotros no podemos dudar que esta parábola, una de las enseñanzas de esta parábola es realmente eso, que nosotros ayudemos al que está necesitado, no hay duda que hay algo más profundo en esta parábola que nosotros muchas veces pasamos por alto. Porque si lo dejamos en ayudar a los demás y nos vamos a las casas, realmente no estamos entendiendo lo que esta parábola quiere enseñarnos a nosotros. Y de eso es lo que yo quiero que nosotros veamos. Así que vamos a ver lo que dice Lucas 10 del 30 al 35, donde está esa parábola. Esta es la parábola. Jesús le respondió. Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores, los cuales, después de despojarlo y de darle golpe, se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad, cierto sacerdote bajaba por aquel camino y cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino. Del mismo modo, también un levita cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino. Pero cierto samaritano que iba de viaje, llegó donde él estaba y cuando lo vio, tuvo compasión. Acercándose, le vendó sus heridas, derramó aceite y vino sobre ellas y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio a los masoneros y dijo, cuídenlo y todo lo demás que gaste, cuando yo regrese, se los pagaré. En esta historia del buen samaritano, ¿verdad? Para comenzar, me gustaría que nosotros viéramos por qué razón Jesucristo cuenta esta parábola. Ya vimos la parábola, ya vimos esa historia que cuenta Jesús, pero ¿por qué razón Jesucristo cuenta esta parábola? Y para eso, ¿verdad?, tenemos que ir al contexto, y que el contexto es los textos que están antes de esta parábola. Así que podemos ir a Lucas 10, 25, Y aquí es que comienza realmente esta historia. Lucas 10.25 dice, cierto intérprete de la ley se levantó y para poner en prueba a Jesús, dijo, maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Un maestro de la ley, se refiere a un maestro del Antiguo Testamento, ¿verdad? Los cinco primeros libros de la Biblia. Él hace una pregunta. La pregunta es, ¿qué debo de hacer para heredar la vida eterna? Y esta pregunta es interesantísima. Y yo creo que se puede ver la sabiduría, la deidad de Jesucristo en las respuestas de esta pregunta, porque a Jesucristo le hicieron esta pregunta muchas veces, de la misma manera. Y a diferentes personas se la contestó de diferentes maneras. Y es increíble, porque Jesús conoce el corazón y lo profundo del pensamiento del hombre. A este hombre le contestó algo diferente. Al joven rico, ¿verdad? Al final le dice, guarda la ley. Cuando él dice que todo lo guarda, pues ven de lo que tiene y sígueme. A Nicodemo le hace la misma pregunta. Nicodemo le contesta, tienes que nacer de nuevo. Y usted puede ver el contraste en las diferentes respuestas, ¿verdad? Pero esta pregunta que hace este hombre se nota porque el texto nos lo está diciendo desde el comienzo, que él no está haciendo la pregunta sinceramente para conocer si él puede hacer algo para obtener la vida eterna. El texto nos dice que la pregunta que él le hace a Jesús la está haciendo específicamente para probarle. Lo quería probar. Esas eran las motivaciones. Una pregunta correcta, una motivación totalmente incorrecta. Este hombre, intérprete de la ley, quería ver González Jesucristo. Difícil de hacer, pero ese era su plan. Ver que en la contestación él fallara, a la contestación de Jesús, para entonces acusarle. No era una pregunta sincera. Posiblemente él está pensando, déjame ver qué me va a contestar cuando yo le haga esto, y está maquinando en su mente, bueno, si él me contesta esto, yo voy a decir esto y lo otro, ¿verdad? Pero realmente es lo que está tratando de probar a nuestro Señor Jesucristo. Pero podemos ver la contestación de Jesús en los siguientes versos, 26 al 28, Lucas 10. Y Jesús les dijo, ¿qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Respondió él y le dijo, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente y a tu prójimo como a ti mismo. Entonces, entonces Jesús les dijo, has respondido correctamente, haz esto y vivirás. Jesús le contesta con una pregunta a este hombre que está escrito en la ley. ¿Cómo tú lees? Y una vez más, nosotros podemos ver aquí la importancia de la palabra de Dios. Cuando le hace la pregunta a Jesús, y no es la única vez que Jesús hace esto, muchas veces también lo hace. Cuando Joven Rico hizo lo mismo, ¿qué dice la ley? Lo está enviando a la palabra de Dios. Muchas veces nosotros menospreciamos la palabra de Dios y cuando es caso o tiene que ver con asuntos de salvación. Jesús dice que dice la ley, que dice la palabra de Dios. Mire la misma importancia que Jesús le da a la palabra de Dios. Nosotros tenemos que darse la bienvida. Ahora Jesús está enviándolo al Antiguo Testamento. Hoy en día nosotros tenemos mucha más información que tuvieron la gente que vivió en el tiempo de Jesús. Y Él nos dice, Él nos está diciendo ¿Qué dicen los judíos sobre la salvación? ¿O qué piensan los escribas sobre la salvación? ¿O qué piensan los fariseos y los sacerdotes? ¿Cuál es la enseñanza o la tradición, según ustedes, sobre la salvación? ¿Ustedes no están buscando opiniones? Lo que Jesús dice es vea la palabra de Dios. Búscalo en la palabra. Hoy en día nosotros queremos resolver cualquier cosa con con Google o YouTube o busca un video. Hoy en día usted repara cualquier cosa buscando un video. Googlealo, dicen ahora, ¿verdad? Y así queremos resolver las cosas. Pero mi hermano, no se ha inventado ninguna otra técnica, ni ninguna otra manera de obtener la salvación que no sea que nosotros hablamos, abramos nuestras Biblias y busquemos en la palabra de Dios. No hay otra manera. ¿Qué dice la palabra de Dios? ¿Qué dice el Antiguo Testamento? ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Le pregunta Jesús. Y si Jesús le dio la importancia a la palabra de Dios, nosotros también debemos de darle esa misma importancia a la palabra de Dios, a la Biblia que nosotros tenemos en nuestras manos. Y la contestación del maestro de la ley, él la contesta en dos versos bíblicos que están en el Antiguo Testamento, Deuteronomio 6.5. Deuteronomio 6.5 dice, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y Levítico 19.18, No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor. De estos dos textos es la contestación de este maestro de la ley. Realmente este maestro de la ley está resumiendo los diez mandamientos en estos dos versos que nosotros hemos leído, que él contestó, ¿verdad? Jesús enseñó esto en otra ocasión. Si usted va a Mateo 22, 37, dice, y Él le contestó, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y el verso 40 dice, de estos dos mandamientos depende Toda la ley y los profetas. De hecho, esto era algo que se leía en toda la sinagoga en aquel tiempo. Esto se leía en la sinagoga todos los días. Lo mismo que contestó este maestro de la ley. Lo que está haciendo aquí es resumiendo los diez mandamientos en estos dos mandamientos. Los primeros cuatro mandamientos, si usted va a los diez mandamientos, tienen que ver con nuestra relación con Dios. Amarás a Dios con toda tu mente, con todo tu corazón y con toda tu fuerza. Y los últimos seis mandamientos tienen que ver con la relación de nosotros con el prójimo y a tu prójimo como a ti mismo. Si usted Guarda esos dos mandamientos. Usted está obedeciendo los diez mandamientos. Ese es el resumen. Por eso es que Jesús dice lo mismo también, ¿verdad? Y Jesús le dice, haz esto al final y vivirás. Haz esto y vivirás. Pero sucede algo. Verso 29. Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo Jesús, ¿Quién es mi prójimo? Lucas 10, 29. Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús, ¿Quién es mi prójimo? Fíjense que él no discutió la primera parte, amarás al Señor tuyo con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda... No, no, él se fue a la segunda. ¿Y quién es mi prójimo? Y aquí es que comienza el problema con esta historia. Y esta es la respuesta de por qué Jesús cuenta esta parábola. ¿Por qué Jesús cuenta esta parábola? Por esta pregunta que este hombre hace. Él pregunta, ¿Quién es mi prójimo? Y ahí es que Jesús cuenta la parábola que nosotros hemos leído. Jesús cuenta esta parábola para que este hombre entienda que él no es tan justo como él cree que él es. Él no es tan bueno como él cree que es. Y esa es la razón por la que él cuenta. Y si nosotros vamos a este mandamiento, ¿verdad? Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu fuerza. Y a tu prójimo como a ti mismo, este es un mandamiento que nadie ha cumplido jamás. Nadie. Usted no ha cumplido eso, yo no lo he cumplido. Ninguno de nosotros cumple ese mandamiento. No amamos a Dios como tenemos que amarlo. Nunca. No podemos. Pecadores, caídos, pensamos en muchas otras cosas que no es adorar y glorificar a nuestro Dios con todo lo que nosotros hacemos. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas. Que todo lo que soy ame al Señor, como dice la canción. Pero nosotros no hacemos eso. Y sí, podemos hacer y amarle al Señor de alguna manera, pero jamás como lo dice el texto. Y cuando vamos a amar al prójimo, ni se diga, amarás a tu prójimo como a ti mismo. No cumplimos con esos mandamientos. Por eso nosotros somos violadores de la ley de nuestro Dios. Santiago 2 10 al 11 dice porque cualquiera que guarda toda la ley. Pero falla en un punto, se ha hecho culpable de todos, pues el que dijo no cometerás adulterio también dijo no mates. Ahora bien, si tú no cometes adulterio, pero matas, te has convertido en transgresor de la ley. No podemos cumplir la ley. Ah, yo cumplo esto, pero me quedo corto en aquello. Ya violaste toda la ley. Y nosotros somos violadores de la ley de Dios constantemente. Y en esta tierra nadie ha amado a Dios como Él se merece. Nunca. Solamente una persona. Jesucristo. El único que lo ha hecho. Todos nosotros hemos fallado y somos merecedores de la ira de nuestro Dios. Pero este hombre pensaba dentro de sí que él estaba bien. Él pensaba que no tenía que ser perdonado. De hecho, una respuesta sincera de este hombre hubiera sido mira, yo nunca he podido guardar ninguno de estos mandamientos. ¿Cómo entonces yo puedo ser perdonado y heredar la vida eterna? ¿Cómo yo puedo ser perdonado y heredar la vida eterna? Ya que lo que yo mismo dije, me dice a mí que yo no lo he podido guardar. Así que ya mismo vamos a ver la contestación a esa pregunta. ¿Cómo yo puedo heredar la vida eterna? Pero vamos a ver la parábola. Y ahí es donde Jesús cuenta esta parábola, cuando Él hace la pregunta, ¿Quién es mi prójimo? Lucas 10.30 dice, Jesús le respondió, cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores, los cuales después de despojarlo y de darle golpe se fueron dejándolo medio muerto. Para ir de Jerusalén a Jericó hay que bajar. Dice que Jerusalén queda 700 metros sobre el nivel del mar. Jericó queda 300 y pico de metros sobre el nivel del mar. Así que para ir de Jerusalén a Jericó hay que bajar. Por eso dice el verso bajaba. El camino era peligroso. Muchos dicen que todavía en el tiempo que vivimos hoy en día, todavía este camino y que es peligroso. Y este hombre iba por este camino cuando lo asaltaron, le quitaron todo, le dieron una paliza. y lo dejaron casi muerto. Este hombre era judío. Si no hubiera sido judío, lo hubiera dicho Jesús en la parábola, ¿verdad? Así que este hombre está medio muerto, herido, judío, en el medio de este camino, a punto de morir. Parece que estaba tan herido que ni siquiera podía moverse. Lo que le dieron fue una paliza bastante fuerte. Y estando en esa condición, casi medio muerto, sucede algo. Lucas 10.31 dice, pero por casualidad, cierto sacerdote bajaba por aquel camino y cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino. Un sacerdote pasaba por allí y lo vio. Y yo me imagino que este hombre, cuando vio al sacerdote a lo lejos que se acercaba, posiblemente pensó me salvé. Un líder religioso que venía de adorar a Dios, que venía de salir posiblemente del templo. Este hombre lo ve. Dice estos hombres religiosos son piadosos, son gente que adoran al Dios de los cielos. Pero el verso dice que pasó de largo. No le hizo, no le hizo caso. La versión nueva traducción viviente de este verso dice un sacerdote pasó por allí de casualidad, pero cuando vio al hombre en el suelo, cruzó al otro lado del camino y siguió de largo. Realmente el texto lo que está diciendo literalmente que el sacerdote viene por el camino cuando ve a este hombre tirado cruza para el otro lado, para no pasarle por el lado al hombre que estaba tirado medio muerto. Él cruza el camino para irse por otro lado y pasarle por el lado, ¿verdad? No pasar ni siquiera cerca de aquella persona que estaba allí medio muerta. Se parece esto mucho, ¿verdad?, a nuestra reacción cuando vemos un vagabundo en la calle. Dígame si no, Dígame si usted ve un vagabundo por ahí y cuando usted va caminando, dígame si la reacción de nosotros no es exactamente la misma a veces. Y por el otro camino. A veces tomamos esa acción. Y claro, estamos viviendo en un mundo un poco diferente, uno nunca sabe, es un poco peligroso hoy en día acercarse a una persona sin solo, si uno va solo, pero puede uno posiblemente hacer algo más que irse por el otro camino. Y esto fue lo que hizo este sacerdote, que venía de adorar posiblemente a Dios, cuando ve a este hombre medio muerto, sale y se mueve del camino. Posiblemente pensó, yo tengo muchas cosas que hacer, no tengo tiempo de estar atendiendo a esta persona que está en la calle, Yo tengo algo que hacer y a veces nosotros podemos pensar posiblemente lo mismo. Uf, tantas tareas que tengo que hacer y este hombre que se me atraviesa aquí en el medio. Estamos muy concentrados en nosotros mismos. ¿Ves? Verso 32, Lucas 10, 32 dice, del mismo modo también un levita cuando fue al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino. Pasa entonces un levita Y hace exactamente lo mismo que hace este sacerdote. Un levita era uno que trabajaba en el templo. Sacerdote, levita, estaba ayudando al sacerdote. Muchos de ellos eran cantores. Y al ver a este hombre, los dos hombres religiosos, hombres que adoraban al Señor, cruza, usa la misma palabra, cruza del camino y se va por el otro lado. Ignora la necesidad de este hombre que está medio muerto. Así que este hombre ya va de 2-0. Tirado, medio muerto, dos personas pasan de 2-0. dos religiosos y ninguno lo ayudó. Y me imagino que él pensó, wow, ¿hasta aquí llegué yo? Esto no pinta bien. Entonces llega el verso 33 al 35 que nos dice, pero cierto samaritano que iba de viaje, llegó donde él estaba y cuando lo vio tuvo compasión. acercándose, le vendió su herida, derramando aceite y vino sobre ellas y poniendo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó. Al siguiente día, sacando dos denarios, se los dio al mesonero y dijo, cuídelo y todo lo demás que gaste cuando yo regrese, se lo pagaré. Así que en esta tercera viene pasando alguien más, un samaritano. Y me imagino que este hombre medio muerto ve dos religiosos que pasan, no le hacen caso. Dos religiosos de su misma nacionalidad, dos judíos religiosos. Él es judío, está tirado allí. Ahora viene un samaritano, que un samaritano eran enemigos de los judíos. Así que no tenía posiblemente mucha esperanza de que este samaritano le ayudara, ¿verdad? Si los religiosos judíos no le ayudaron, ¿qué va a hacer un samaritano que ellos estaban en enemistad con los judíos? Mire, es increíble. A veces nosotros no entendemos realmente el odio que había entre judíos y samaritanos. Era una cosa bien exagerada. exagerada. No solamente los judíos odiaban a los samaritanos, los samaritanos de la misma manera odiaban a los judíos. Estaban encontrados, era un odio terrible. De hecho, si un judío iba para su ciudad y tenía que pasar por donde vivían los samaritanos, en la Biblia hay casos que daban la vuelta. para no pasar por donde vivían los samaritanos. A ese nivel estaba el odio de los samaritanos y los judíos. Los judíos, perdón, los samaritanos eran una raza mezclada de judíos con otras nacionalidades que fueron puestos en ese lugar precisamente para eso, para que se mezclaran. Y eso fue lo que sucedió. Se mezclaron otras nacionalidades con judíos, pero los samaritanos pensaban que a pesar de ello, de eso, que habían hecho que Dios decía que no se hiciera mezclarse con otras naciones. A pesar de eso, ellos le servían a Dios. Y ellos decían que ellos tenían la verdad. De hecho, ellos tenían su propia Biblia. su propia palabra ajustada a sus propias creencias. No sé si se acuerdan la discusión de la mujer samaritana con Jesús. Ustedes adoran aquí, nosotros adoramos acá. Ustedes dicen esto, nosotros decimos aquello. Así que tenían su propia Biblia, su propia enseñanza. Y no creían en el Pentateuco, porque el Pentateuco era de los judíos. A ese nivel estaba, ¿verdad? Para el judío, mire lo que tengo aquí escrito, dice, para el judío ortodoxo de aquellos tiempos, un samaritano era más impuro o inmundo que un gentil o cualquier otra nacionalidad. Dice que el testimonio de un samaritano era inaceptable ante un tribunal judío. Ni siquiera podían testificar en un juicio. El judío que comiera alimentos preparados por un samaritano cometía una ofensa tan grave como comer carne de cerdo. Y aunque usted podía tener el producto de la tierra de un samaritano, si era tocado por los samaritanos, el producto era inmundo y no se podía comer. era el nivel de descontento o de hostilidad que había entre estas dos naciones. Así que imagínate, imagínate este hombre medio muerto, dos judíos pasan, no le hacen caso. Cuando viene el samaritano, él piensa ya yo no voy a, no voy para ningún lado. De hecho, en una ocasión cuando, cuando quisieron acusar a Jesús de que estaba loco, ¿Sabes qué le dijeron? El insulto que le dijeron, ah, pero si tú eres samaritano. Juan 8, 48. Los judíos le contestaron, no decimos con razón que tú eres samaritano y que tienes demonios. Eso fue un insulto que le quisieron decir a Jesús. Con decirle samaritano, lo están diciendo, lo están insultando. Y es para que usted vea realmente a la gran hostilidad que había entre estos dos pueblos. Y así es que sucede esta historia, bajo este panorama, bajo esta historia como ellos están viviendo, ¿verdad? Y entonces viene este samaritano, va donde este judío, y dice el verso que vendó toda su herida, le echó aceite y vino. Y posiblemente serán cosas que se utilizaban en ese tiempo para poder sanar su herida, ¿verdad? No había antisépticos ni había nada de esas cosas que tenemos hoy en día. Pero montó a este hombre en su propia cabalgadura y lo llevó a una posada y lo cuidó. Y dice el verso que al otro día, Y cuando dice al otro día significa que este samaritano pasó la noche con este hombre. Y al otro día, ¿verdad?, salió, le dio dos denarios al dueño de la posada para que siguiera cuidando a este hombre. Y ya hemos dicho que un denario, ¿verdad?, es el salario de un trabajador en aquel tiempo. Pero esto era suficiente para cuidar a este hombre hasta que él se pudiera recuperar. Pero él le da unas intuciones. Le dice, mira, si gastas más dinero del que yo te he dado, yo voy a regresar y te voy a pagar el dinero. Así que este samaritano cuidó muy bien a este hombre, cosa que no hizo ni el sacerdote ni el levita. Y de hecho, no había excusa para que ninguno de los dos, ni el sacerdote, ni el levita, cuidara a este hombre. Hay suficientes textos en el Antiguo Testamento que enseñan que tenemos que tener compasión con los demás. De hecho, el que leímos, ¿verdad? Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo, que es el que no entiende esta persona. Pero mire lo que dice Levítico 19.18, dice, No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor. Se fue el que el mismo que estamos ahorita. Levítico 19.34 dice El extranjero que resida con ustedes le será como uno nacido entre ustedes y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto. Yo soy tu Señor. Éxodo 23.4 dice, si encuentras extraviado el buey de tu enemigo o su asno, ciertamente lo devolverás. Está hablando de tu enemigo. Imagínese cuánto más a alguien que ha sido golpeado por otras personas. ¿Cómo debemos nosotros tratarlo? Así que no hay excusa para que ni el sacerdote ni el levita tuvieran compasión de este hombre que había sido golpeado gravemente. El problema es, hermano, y pasa hoy en día también, es que nosotros nos enfocamos en nosotros mismos y no miramos, no miramos las necesidades de los demás. Y a veces vemos el mundo como que nosotros somos el centro del universo Y todos los que nos rodean son personajes secundarios. Y nosotros somos la persona principal. Y Dios está pendiente de mí, me cuida a mí, me guía a mí. El Señor me ama a mí. Y se olvida de todas las razas humanas. Y todos giran alrededor de ti. Estamos pensando en nosotros mismos. Y al hacer eso, no somos compasivos y no tenemos misericordia con las personas. Pero sabe una cosa y es para que usted, yo quisiera que usted entendiera este punto que voy a decir ahora. Hay alguien al quien nosotros cuidamos y si está en problema lo queremos ayudar y no es que en gastos y en ninguna cosa para poder ayudar a esa persona cuando tiene una necesidad. Hay alguien que no hay manera en que nosotros no lo hagamos. ¿Sabe quién es? Usted mismo. Nosotros nos cuidamos muy bien. Usted y yo nos cuidamos muy, muy bien. Si usted está enfermo, usted quiere el mejor cuidado. Usted va al médico y usted quiere que el médico le dé el mejor diagnóstico, usted quiere los mejores médicos, el mejor tratamiento, los mejores equipos y se molesta. Si usted llega a un hospital o a algún lado y el médico no está capacitado, usted se molesta porque usted está cuidando de usted mismo. De hecho, no solamente en la salud, si usted necesita ropa, Usted busca la mejor ropita para usted. Yo quiero eso. Yo me cuido bien. Todos ustedes, todos nosotros nos cuidamos bien todos los días. Nosotros cuidamos nuestra apariencia, el pelo, las uñas, lo que sea. Yo puedo estar aquí mencionando miles de cosas, la piel. Nos cuidamos. Y algunos, ya viene enero por ahí, hay que hacer ejercicio. En enero ya están los gimnasios, ¿verdad? La gente cuidándose. Cuidándose ellos mismos. De hecho, usted abre las páginas de Facebook y usted puede ver los fanáticos que son muchos de ellos mismos. Fanáticos de ellos mismos. Tienen fotos de diferentes ángulos, en diferentes posiciones, en diferentes lugares. Ay, ahora sí. Ah, y ahora de lado. Yo es que quiero que me vean aquí, pero no te sacas tú nada. Sí, sí, pero es que ahora con el fondo amarillo. Queremos que nos vean. Yo me cuido y quiero que los demás me vean. Usted es importante para usted mismo. Usted es importante para usted mismo. Ahora, imagínese, para que usted vea, imagínese que ese mismo interés usted lo tiene por otro. Imagínelo nada más. Eso significa amar a su prójimo como a usted mismo. ¿Y se fija que usted no está ni cerca de hacerlo? ¿Se fija que no está ni cerca? Ahora, imagínese la primera parte, amarás al Señor tu Dios. Tampoco No lo hay. Y ahí es donde llegamos. ¿Por qué es tan difícil cumplir con esto? Y eso es lo que tenía que ver este maestro de la ley. Jesús le dijo al final, ¿Quién pues de estos tres parece que fue el prójimo que cayó en manos de los ladrones? Él dijo, El que usó de misericordia con él, Lucas 10, 36, 37. Entonces Jesús le dijo, ve, haz tú lo mismo. Si lo puedes hacer, tú vas a tener la vida eterna. Si no lo puedes hacer, tienes que ir donde el único que lo ha hecho en la historia de la humanidad. Y ese único es Jesucristo. Y eso nos lleva al punto central de esta parábola. Cuando yo veo esta historia del buen samaritano, yo veo a Jesucristo. Y eso es lo que tenía que ver este maestro de la ley. Yo no puedo. Yo tengo que ir donde el único que puede. Y el único que puede es Jesucristo. Hermano, qué misericordia ha tenido Dios con nosotros. con cada uno de nosotros. Mire, escuche bien lo que voy a decir. Cuando Adán y Eva pecaron, nosotros quedamos en una condición peor y nos dieron una paliza más grande que la que le dieron a este hombre en ese camino. Cuando Adán y Eva pecaron en el vuelto del Edén, la paliza que nosotros nos dieron fue peor. Golpeado, perdido, sin esperanza. ¿Qué le espera a un hombre pecador delante de un Dios justo? Perdido por completo. Y Dios nos vio con ojos de misericordia. Y envió a su Hijo a morir por nosotros. Él vendó nuestras heridas. Y lo sigue haciendo todos los días. Él nos vio en el camino sin esperanza. Y no solamente nos curó nuestras heridas, sino que cuando pecamos hoy en día, Él nos sigue perdonando. Es lo mismo que hizo este samaritano. No, cuídalo. Y si sigue malo y gasta más dinero, ponlo en mi cuenta, yo te lo voy a pagar. Eso es lo que hizo Cristo con nosotros. Él pagó nuestra deuda, nuestra deuda en su totalidad. Todo fue pagado. No hay más nadie que pueda salvarnos. No lo hay. El único que pagó por todos nuestros pecados y lo hizo en la Cruz del Calvario fue nuestro Señor Jesucristo. Por eso dice Efesios 2, del 1 al 5. Y Él nos dio vida a ustedes. que estaban muertos en sus delitos y pecados. Muertos. No, no estábamos heridos. Para que usted vea que la paliza fue peor. No, no estábamos heridos y sangrando. Estábamos muertos en nuestros delitos y en nuestros pecados. Él nos dio vida cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. en los cuales anduvieron en otro tiempo, según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera a los hijos de desobediencia. Entre ellos también todos nosotros. En otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira. Lo mismo que los demás. Esa era nuestra condición. Esa es la paliza que nosotros nos dieron, muertos en delitos y pecado. Y el verso 4 dice, pero Dios. ¿Alguien hizo algo? Dios es ese samaritano que se para a vendar nuestras heridas. Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amamos. ¿Por qué? Porque eres amoroso. Dice el verso 5. Aún cuando estábamos muertos en nuestro delito, nos dio vida juntamente con Cristo. Por gracia, ustedes han sido salvados. Jesús hizo con nosotros lo que este samaritano hizo con este hombre herido. Nuestra condición era de condenación eterna. Igual que este hombre no podía moverse de la paliza que le dieron, nosotros no podíamos hacer nada, absolutamente nada. Necesitamos ir a Cristo. Y es la única manera. Y es interesante porque si tú eres cristiano y eres creyente, has sido salvado, necesitas ir a Cristo todos los días. Todos los días necesitamos ir a Cristo. Yo no me levanto más santo hoy que ayer, sigo pecando, sigo fallándole al Señor. Amo a Dios con todo mi corazón, pero mi cuerpo no ha sido glorificado. Estaba viendo precisamente hoy un video donde le preguntan al Sispro en un panel de preguntas y respuestas. Una persona viene bien. Mira, yo no sé si tú vas a poder contestarme esta pregunta. Esta pregunta es bien difícil. Yo no sé si tú me la vas a contestar, bla, bla, bla, bla. Y él, OK, dime la pregunta. Él le dice, el gran mandamiento, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, lo mismo que hemos leído. Eso significa que si yo no estoy cumpliendo, si yo estoy violando eso todos los días, o yo estoy pecando todo el tiempo, y él se pensaba que la contestación iba a ser difícil, él dice sí. Tú estás violando la ley de Dios todo el tiempo. Así somos. ¿Por qué? Nuestros cuerpos no han sido glorificados todavía. Mientras estemos en esta tierra, seguiremos pecando. No nos gozamos en pecar. Y si tú eres creyente, no te gozas en fallarle al Señor. Pero lamentablemente, ¿verdad? Lo hacemos. La esperanza que tenemos es que ya Cristo cumplió. Ya Él pagó, como el samaritano. Si Él hace algo, cúbrelo. Ya nos cubrió. Pecados presentes, pasados, futuros, cubiertos por la sangre de Cristo. Así que si tú eres creyente, tú necesitas a Cristo como lo necesitaste fiel, como lo necesitaste antiel, como lo necesitaste el día que viniste a Cristo. Todos los días necesitamos a Cristo. Pero si no eres cristiano, tú necesitas a Cristo para obtener la salvación. Y la única manera de obtener la salvación es por medio del único que pagó por nuestros pecados. Y eso lo hizo Jesucristo en la cruz. Cuando usted vaya adelante del trono de Dios y se pare ahí, Dios lo va a declarar culpable. Todos somos culpables. Todos somos culpables. Él no va a decir, bendito, este sí, este no. Somos culpables todos. Tú mereces mi ira porque tú pecastes contra mí. Lo único que te va a salvar en ese momento es que él va a decir, mira, alguien pagó tu deuda. Alguien pagó. Todo lo malo que tú hiciste. Y ese se llama Jesucristo. Y es la única manera en que nosotros podemos obtener la salvación en la Cruz del Calvario. Jesucristo sufrió el castigo que todos nosotros merecíamos por haber pecado contra Dios. No más nadie sufrió el castigo, lo sufrió Jesucristo. Y es por eso que nosotros podemos ir delante de Dios, pedir perdón y somos perdonados porque Dios no barra el pecado de la humanidad y se olvida de ello por puro chiste. No, alguien tiene que pagar y en ese caso pagó nuestro Señor Jesucristo la verdad. Y esa es la razón por la que nosotros podemos venir a Él, pedir perdón y Él nos perdona. Y esa es la única manera de obtener la salvación. Por eso dice Juan 14, 6, con ese texto, terminamos, Jesús dijo, yo soy el camino, la verdad y la vida, y nadie viene al Padre sino por mí. Él fue el que hizo. Él fue ese samaritano y Él es el que venda nuestras heridas todos, todos los días hasta que Él venga a buscarnos. Oremos al Señor.
Parabola del buen Samaritano
Series Parabolas
Sermon ID | 2172520251797 |
Duration | 49:28 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Luke 10:29-37 |
Language | Spanish |
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