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Le damos la bienvenida a la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, y le invitamos a que visite nuestra página web por gracia.es. Deseamos que Dios le bendiga ahora a través de su palabra. mis hermanos y hermanas como siempre les digo es un gozo un gozo volver a estar con ustedes aquí en la iglesia de la gracia y les traigo muchos saludos muchos saludos de la iglesia hermana de piedra de ayuda he estado en el otro culto con mi esposa mi hijo y mi sobrino que ha venido para estudiar aquí un máster durante un año y cuando he llegado al segundo culto ya no están ya así que me siento como pablo dice todos me han abandonado No le puedo decir, alguien trae el capote, trae los rollos y así, pero bueno, en fin. La verdad, mis hermanos, es que es un gozo estar aquí y es un gozo, es un gozo ver cómo ciertamente el Señor añade a su iglesia a aquellos que han de ser salvos, mis hermanos. Ver cómo la iglesia crece y cómo es el Señor quien añade. Y esto lo que nos demuestra es que Dios es bueno, mis hermanos, de que las puertas del Hades no van a prevalecer contra la iglesia de nuestro Señor Jesucristo. y como el Evangelio, mis hermanos, es verdad. Es verdad. Sigue salvando, redimiendo y añadiendo a los suyos a la iglesia. Así que, gloria a Dios por ello. Mis hermanos, acompáñenme en una pequeña oración para poner lo que es la predicación de la palabra en las manos de nuestro Dios. Nuestro Dios, te damos las gracias, Padre Celestial, porque tú eres bueno y porque para siempre es tu misericordia. Cada mañana que nos levantamos, tu misericordia Es nueva. Tu misericordia no ha pasado. Tu misericordia no ha caducado. Gracias te damos por ello. Gracias Padre Celestial porque tú añades a la iglesia a aquellos que han de ser salvos. Gracias porque es la esposa de Cristo. Gracias porque somos tu pueblo. y en tus manos estamos. Padre celestial hemos cantado háblanos Dios nuestro y es lo que te pedimos háblanos y te lo pedimos con la certeza de que sabemos que tu palabra no fallará que ella vencerá nuestra incredulidad y que nunca va a volver a ti vacía sino que va a ser el propósito no que nosotros tenemos asignado nos gustaría sino el que tú tienes determinado Así que, Dios nuestro, háblanos, edifica nuestras vidas, salva a Padre Celestial, a los que tú has amado desde antes en la fundación del mundo, que te lo pedimos todo, Dios nuestro, en el nombre de aquel que es nuestro Señor y nuestro Salvador, Jesucristo. Amén. Mis hermanos, yo estoy seguro que conocen a un autor, predicador famoso, que ya está con el Señor, es R.C. Sproul, que en uno de sus libros, titulado El amor de Dios, cómo el Dios infinito se preocupa por sus hijos, escribió lo siguiente en relación a lo que es la doctrina del amor de Dios. Y dijo lo siguiente, Sproul, no puedo imaginar otras tareas tan desalentadoras como intentar establecer una exposición del amor de Dios. Si Sproul, mis hermanos, con lo que sabía dijo eso, uno se plantea que es exactamente lo que va a decir del amor de Dios. Porque Sproul lo que decía, mis hermanos, es que el resto de doctrinas, lo que son los temas como la santidad, la soberanía, la justicia, la gracia de Dios, Sproul dijo todos estos temas son mucho, son más fáciles que el amor de Dios. El tema del amor de Dios es mucho más difícil. Y fíjense, mis hermanos, que el tema del amor de Dios es lo que nos encontramos hoy cuando vamos al pequeño libro de Malaquías en el capítulo 1 y los versículos del 1 al 5. Nos vamos a dar cuenta de ese amor con el que Dios amó a su pueblo, pero vamos a ver, mis hermanos, también la tristeza de cómo su pueblo le preguntó a Dios, ¿en qué nos amaste? Una pregunta en cierta manera de desprecio, vamos a ver, y de ingratitud a ese glorioso amor de Dios. Así que tengan sus Biblias abiertas en Malaquías, capítulo 1, y vamos a leer los primeros cinco versículos. Esto es lo que la palabra de Dios nos dice, mis hermanos. Profecía de la palabra de Jehová contra Israel por medio de Malaquías. Yo os he amado, dice Jehová, y dijisteis, ¿en qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob, dice Jehová? Y llamé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto. Cuando Edom dijere, nos hemos empobrecido, pero volveremos a edificar lo arruinado, así ha dicho Jehová de los ejércitos, ellos edificarán y yo destruiré. Y les llamarán territorio de impiedad y pueblo contra el cual Jehová está indignado para siempre. Y vuestros ojos lo verán y diréis, sea Jehová engrandecido más allá de los límites de Israel. Hasta aquí la palabra de nuestro Dios. Fíjense, mis hermanos, que el mensaje de hoy es, yo os amé, dice el Señor. Y todo gira en relación a ese amor que Dios tuvo para con su pueblo y que tiene y sigue teniendo mis hermanos con su pueblo, con su pueblo en el nuevo pacto que es la iglesia de Cristo. Y con este tema del amor de Dios, con este texto que hemos leído de Malaquías, vamos a destacar tres cosas en el día de hoy. Primero veremos el desprecio, el desprecio del amor de Dios por parte de su pueblo. Después veremos la evidencia, la evidencia del amor de Dios para con su pueblo. Y por último veremos el cumplimiento, el cumplimiento del amor de Dios para nosotros, su pueblo. Así que vamos a considerar esas tres cosas, el desprecio, la evidencia y el cumplimiento del amor de Dios. Fíjense en la primera. ese desprecio del amor de Dios por parte de su propio pueblo. Y aquí hay dos cosas, primeramente, que vemos. La primera es que hay una acusación, la acusación del cuestionamiento del amor divino. Cuestionaron el amor de Dios. Este primer punto nos va a servir un poquito para introducir lo que es Malaquías. Porque este tema del amor de Dios no podemos descontextualizarlo de todo el libro de Malaquías, sacarlo de lo que verdaderamente en Malaquías está sucediendo. Pero fíjense que todo empieza con una acusación. Una acusación que lo que muestra es que el pueblo de Dios cuestionó el amor de su Dios. Fíjense en el versículo 2, que es lo que Dios le dice a Israel a través de Malaquías. Yo os he amado, dice Jehová, y dijisteis en que nos amaste. Fíjense que aquí está el cuestionamiento. Señor, ¿en qué nos amaste. Y ese cuestionamiento, mis hermanos, esa acusación forma parte de una serie de acusaciones que nos encontramos en el libro de Malaquías. Una serie de acusaciones que Dios va a lanzar a Israel por la situación en la cual se encontraban, la situación que estaban viviendo como pueblo de Dios. y eso nos obliga a que entendamos un poquito qué es lo que está sucediendo en Malaquías cuál es en cierta manera el mensaje o lo que se nos dice en Malaquías y fuénse que Malaquías mis hermanos es uno de esos profetas menores ya esos profetas que se nos pierden en las escrituras cuando lo buscamos aunque éste es fácil porque es el último ¿Y qué es lo que sucede? Es un profeta que se encuentra después del exilio, un profeta pos-exílico. Una vez Israel retornó después del juicio del exilio por 70 años, retornó a la tierra prometida. Y cuando volvieron a la tierra prometida, aquellos que volvieron, porque algunos estaban muy cómodos en Babilonia y dijeron ahí nos quedamos, pero aquellos que volvieron, mis hermanos, fíjense que se encontraron en una tierra donde no había nada. ¿En qué sentido? No había altar, no había templo, no había murallas, no había nada. Y poco a poco tuvo que reconstruirse todo esto. Tuvieron que reconstruirse el altar, las murallas de Jerusalén. Ya ahí tenemos a Esdras y a Nehemias. Y después tuvo que reconstruirse el templo. Y Dios lo que hizo es enviar profetas que animaban y exhortaban al pueblo a que no se encargasen solamente de sus propias casas, sino que reconstruyese en el templo de Dios. Como por ejemplo, el profeta Ajeo. Cuando vamos ahora a Malaquías, nos encontramos un paso más allá en la historia de Israel, porque nos damos cuenta de que las murallas estaban reconstruidas y el templo con su altar estaba ya reconstruido. Piense que en el propio libro de Malaquías, si lo leen en casa, hay referencias a lo que es el sacerdocio y los sacrificios. Hay referencias a lo que es traer los diezmos y que haya alimento en la casa de Dios. Por lo tanto parece ser que las cosas estaban reconstruidas y que todo parecía, y hago énfasis en esa palabra, de que todo parecía estar en su sitio en el pueblo de Dios. De que el pueblo de Dios después de 70 años en el exilio, ahora las cosas habían estado arregladas, todo estaba bien. Es lo que parecía, mis hermanos. Porque cuando uno lee lo que es el mensaje que Dios trae a Israel a través del profeta Malaquías, nos damos cuenta de que ese juicio del exilio, mis hermanos, para poco sirvió. Israel seguía siendo un pueblo de dura cerviz. Israel seguía siendo un pueblo que en Malaquías vamos a ver que seguía viviendo de manera infiel en esa relación de pacto que por gracia a Dios había establecido con ellos. Seguían siendo un pueblo de dura cerviz y seguían siendo un pueblo, mis hermanos, con un corazón de piedra. Y es en esta realidad, en esta realidad, que viene la profecía de Dios a Israel a través de Malaquías. Fíjense lo que aparece en el versículo 1. Es interesante, dice, profecía de la palabra de Jehová contra Israel por medio de Malaquías. Esa palabra profecía aquí, hermanos, es una palabra característica. En realidad no es la palabra profecía, es la palabra carga, la carga de la palabra de Jehová contra Israel. Y aquí mis hermanos la carga, la carga no es la carga que Malaquías podía tener como profeta de Dios. No es la carga que aquí Malaquías le dice a Dios, madre mía, Señor, qué mensaje me has dado que ahora tengo que entregar a este pueblo. Menuda carga me has puesto sobre los hombres. No se refiere a esta carga del profeta, sino que el objeto, el contenido de esta carta es la propia palabra de Dios que llega a su pueblo a través del profeta. Por lo tanto, podríamos traducir este versículo uno como carga, la carga de la palabra de Jehová contra Israel. Y cuando esa palabra carga es utilizada sobre todo dentro muchas veces del contexto profético, del contexto de los profetas, mis hermanos y hermanas, tiene que ver o tiene la denotación también de juicio. Esa carga que es traída por la palabra de Jehová es una carga, es un mensaje de juicio. Fíjense que esto lo vemos en otros profetas, como por ejemplo Jeremías 23. Fíjense en Jeremías 23, los versículos 38 y 39. Dios dice, más si dijereis profecía de Jehová, la palabra ahí es carga, carga de Jehová, por eso Jehová dice así, carga de Jehová, habiendo yo enviado a deciros, no digáis carga de Jehová. Ahí la palabra carga se repite una y otra vez en el versículo 38. Ahora fíjense lo que dice el versículo 39 de Jeremías 23. Por tanto, esa es la carga, eso es lo que viene ahora. Por tanto, he aquí, yo os echaré en el olvido y arrancaré de mi presencia a vosotros y la ciudad que di a vosotros y a vuestros padres. En Jeremías, ¿cuál es la carga de Jehová que llega? es un anuncio, un mensaje de juicio, en concreto el mensaje de juicio del exilio, de que Dios va a enviar a su pueblo al exilio por sus pecados. Por lo tanto, con esto, mis hermanos, cuando vamos al mensaje de Malaquías, carga, profecía de la palabra de Jehová contra Israel por medio de Malaquías, es un mensaje, mis hermanos, de juicio. Y es un mensaje, mis hermanos, que en Malaquías vamos a ver cosas gloriosas. En Malaquías hay cosas gloriosas, hay cosas sorprendentes, hay cosas preciosas. Pero algo que va a mostrar Malaquías, mis hermanos, es la tristeza, la tristeza de que la vida del pueblo de Israel, la vida del pueblo de Dios, después de haber sido vuelto del exilio, seguía siendo, mis hermanos, una vida de rotunda infidelidad a su Dios. Una vida, mis hermanos, donde el amor de Dios, lo veremos, es despreciado y cuestionado. Una vida donde la adoración al Dios verdadero es pervertida. Una vida donde la fidelidad en esa relación de pacto sustituida por infidelidad y por deslealtad. Una vida, mis hermanos, donde la responsabilidad en el pueblo del pacto era básicamente una responsabilidad robada, donde incluso llegaron a robar a su Dios. Dentro de ese diálogo, porque Malaquía se organiza como un diálogo de Dios con su pueblo, Dios básicamente les va a decir, bueno, seguís en una vida de infidelidad rotunda en esa relación de pacto. Y saben, uno se plantea, mis hermanos, ¿cómo es posible que Israel como pueblo de Dios viviese así? ¿Cómo es posible, mis hermanos, que el pueblo de Dios que había sido amado, salvado, sustentado, Preservado. ¿Cómo es posible, mis hermanos, que siguiesen viviendo así después de haber pasado 70 años en el exilio y por la gracia de Dios haber sido vueltos a su tierra? ¿Cómo podían seguir viviendo así? ¿Y saben lo que es lo más curioso? Que cuando cogemos otro profeta posexílico, Ageo, que fue el que les dijo, oye, reconstruido el templo que os estáis durmiendo en los laureles. ¿Ageo saben lo que Dios dice en Ageo? Voy a hacer todas las cosas nuevas. Y llegamos a Malaquías y nos damos cuenta, mis hermanos, de que las cosas con el pueblo de Dios siguen igual. Corazón duro, e infieles a Dios. Y mis hermanos, esto a nivel introductorio nos demuestra algo. Nos demuestra mis hermanos que Israel era incapaz de cambiarse por sí mismo. Que esos 70 años de exilio, mis hermanos, no cambiaron nada internamente en el pueblo de Dios. Y que la importancia aquí del cambio no es tanto un cambio externo que tiene que producirse, sino un cambio interno, mis hermanos. Y eso Israel no podía hacerlo. Nadie puede cambiarse internamente. El ser humano no puede cambiarse internamente. Tú no puedes cambiar tu propia naturaleza, ni por mucha educación, ni por mucha cultura que uno tenga. Dios es quien tiene que operar ese cambio. Dios es quien tiene que hacer esas cosas nuevas. Dios es quien tiene que coger esos corazones duros y de piedra y en un milagro hacer los corazones de carne que latan en obediencia y fidelidad en una nueva vida al Dios que los ha salvado. Y saben, esto es lo que anuncia mis hermanos Malaquías al final. Fíjense lo que Dios dice al final en Malaquías capítulo 4. a partir del versículo 4 del capítulo 4 dice acordados les dice dios acordados de la ley de moisés mi siervo al cual encargué en orej ordenanzas y leyes por todo israel y escuchen ahora he aquí yo se envío el profeta elías antes que venga el día de jehová grande y terrible el Hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición. ¿Cómo terminan mis hermanos malaquías? He aquí yo os envío el profeta Elías antes que venga el día terrible de Jehová. hará volver los corazones de los padres a los hijos y de los hijos a los padres, mis hermanos. Y cuando cogemos ese final de Malaquías y lo estiramos en la historia de la salvación, ese Elías prometido, mis hermanos, que haría volver los corazones de los padres a los hijos, sabemos que en el Nuevo Testamento es aquel que viene el espíritu de Elías. Es Juan el Bautista, que ¿qué es lo que hizo Juan el Bautista? Preparar el camino de quién. Preparar el camino del Señor. Preparar el camino de Cristo. Preparar el camino del Salvador. Preparar el camino del único que es capaz de cambiar los corazones y hacer volver a su pueblo a Dios. El único. Por lo tanto, mis hermanos, malaquías aún y el mal sabor de boca que puede dejarnos en ciertas cosas. Ya lo veremos. Pero intentaré acabar el mensaje con buen sabor de boca. Lo voy a intentar. Pero aún y las cosas así, mis hermanos, que dices, ¿pero cómo Israel pudo hacer esto? Malaquías, mis hermanos, nos lleva a mirar a uno en concreto. Y lo vamos a ver. Nos lleva a mirar a Cristo. nos lleva a mirar en aquel que está en nuestra esperanza, nos lleva a mirar en aquel que es nuestro salvador, nos lleva a mirar a aquel que hace todas las cosas nuevas. Por tanto, esa acusación de cuestionamiento, mis hermanos, aunque es grave, no podamos perder de vista que nos va a llevar a mirar a Cristo. Pero esa acusación de que cuestionaron el amor de Dios es real. ¿Y saben qué, mis hermanos? Ese cuestionamiento del amor de Dios no fue una pregunta de desconocimiento. No fue una pregunta de que Israel no conocía exactamente del amor de Dios, mis hermanos. Fue una pregunta de despreciar y de ingratitud hacia su Dios. Y de la acusación, fíjense, pasamos a la realidad del desprecio. No solamente hay una acusación de cuestionar el amor divino, sino que hay una realidad de que despreciaron el amor divino. Eso ya nos lleva más a nuestro texto, mis hermanos. Piensen en el versículo 2. El versículo 2 es lo que he llamado un versículo amoroso. porque es un versículo que se centraliza alrededor del amor alrededor del tema de amar piensa lo que dice en el versículo 2 la palabra de dios yo y cuenten las referencias al amor yo os he amado dice jehová y dijisteis en que nos amaste no era esa u hermano de jacob dice jehová y amé a jacob cuando mis hermanos el énfasis en que el énfasis en amor el énfasis en amar yo os he amado en que nos amaste, yo amé a Jacob. Se dan cuenta es un versículo amoroso, gira en relación al amor. Pero ese versículo en relación al amor, mis hermanos, hay dos realidades contrapuestas la una con la otra. La primera realidad que vemos, mis hermanos, es la realidad de que Dios amó a su pueblo. de que Dios amó a Israel. Y cuando Dios, mis hermanos, establece una afirmación, no la establece de manera gratuita, no la establece porque sí. Cuando Dios dice algo, lo que Dios dice es verdad. Mis hermanos, creemos en una palabra que es toda ella inspirada. Y si es toda la palabra inspirada por Dios, toda la palabra es inerrante. Es decir, todas y cada una de las afirmaciones que nuestro Dios hace en su palabra, todas y cada ellas son verdad. Y cuando Dios le dijo a Israel, yo os he amado. Eso no era mentira. Eso no era gratuito. Eso era verdad, mis hermanos. El Dios soberano, el Dios de los cielos y de la tierra, el Dios altísimo, mis hermanos, decidió amar a Israel. El Dios que es amor en sí mismo. El Dios, mis hermanos, que es el Dios trino, que en el seno mismo de la Trinidad existe un amor perfecto entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, que no tendría la necesidad de amar a nadie más, mis hermanos, porque hay un amor intratrinitario, perfecto, sublime y eterno. Este Dios amó a su pueblo. Es una afirmación gloriosa, mis hermanos. Es una palabra que dices, Dios amó a su pueblo. Pero aquí viene la contrapartida. Aquí viene lo triste. Que su pueblo fuese capaz, iba a decir, tuviese la cara dura, fuese capaz de preguntarle a Dios y decirle, ¿en qué los amaste? Saben, esta pregunta no es de desconocimiento. Esta pregunta, mis hermanos, no es que a Israel le faltase un libro de teología sistemática. No es que Israel dijese no, es que Luis Berkoff todavía no ha llegado en la historia. O Wayne Grudem todavía no ha llegado en la historia para escribir el matracote del libro que ha escrito de teología sistemática. No era un desconocimiento de que no sabían de lo que iba esto del amor de Dios, mis hermanos. No era tampoco un desconocimiento vivencial. Conocían y habían vivido el amor de Dios hacia ellos, mis hermanos. Un pueblo que era el pueblo más insignificante de todos, mis hermanos. Y Dios los amó. Y por amor, mis hermanos, Dios los redimió de las tareas pesadas de Egipto. Y Dios los salvó y los sacó de Egipto. Y Dios los sustentó en el desierto por amor. Y Dios les dio conornices y les dio maná. Y Dios, mis hermanos, los protegió de sus enemigos. Y Dios cuando tuvo que juzgarlos y llevarlos al exilio, Dios en su amor los devolvió del exilio, mis hermanos. Aquí ese amor de Dios en el contexto de Malaquía sobre todo se muestra en esto, de que la palabra de Dios para su pueblo Israel aquí, la palabra última no fue palabra de juicio, fue palabra de salvación. No los dejó en el exilio, los devolvió del exilio a su propia tierra. Los devolvió del exilio a Él mismo. ¿No es un gran amor esto mis hermanos? Es como Pablo dice en Romanos capítulo 9 y el versículo 4. Todo esto que Dios dio mis hermanos a Israel, la gloria, los pactos, las promesas, todo mis hermanos, todo. porque había la bendición de que ahora Israel había sido adoptado como hijo de Dios. Y a veces esto lo perdemos en lo que es en el Antiguo Testamento. Pero uno de mis hermanos de las definiciones de Israel en el Antiguo Testamento es que Israel, mis hermanos, era hijo de Dios. Lo veremos. Pero fíjense lo que dice en el capítulo 1, versículo 6. Fíjense cómo se expresa aquí básicamente Dios hacia Israel. Vemos capítulo 1, versículo 6. El hijo honra al padre y el siervo a su señor. Si pues soy padre, ¿dónde está mi honra? ¿Se dan cuenta? Si pues soy padre, ¿dónde está mi honra? Mis hermanos, ese amor que Israel había despreciado, No era cualquier tipo de amor. Lo veremos más adelante. No era ese amor que en teología se habla de esa benevolencia de Dios para con todo el mundo creado. No es ese amor y esa benevolencia de Dios que alimenta a los pajarillos del campo que ni siembran, ni ciegan, ni recogen en graneros. No es ese amor benevolente de Dios que hace salir su sol sobre justos e injustos y trae su lluvia sobre buenos y malos. No se refiere a este tipo de amor aquí, mis hermanos. Se refiere a un amor muy específico, a un amor muy particular, a un amor muy concreto que solamente Dios expresó para con su pueblo redimido, mis hermanos. Cuando Dios les dice yo os he amado, Dios está refiriendo a que les ha amado de una manera muy particular, muy específica, muy concreta. Que no ha expresado con nadie más, al menos aquí en el antiguo pacto, mis hermanos. Por lo tanto, cuando Israel le dice a Dios, ¿en qué nos amaste? Fíjense que toda su historia, mis hermanos, es una historia de el amor de Dios mostrado hacia ellos. Por lo tanto, ese cuestionamiento no fue de desconocimiento. Esa pregunta, ¿en qué nos amaste? Es una afirmación de un desprecio ingrato a Dios. De despreciar quién es Dios como Dios de amor. de despreciar todo lo que Dios había hecho por ellos a lo largo de su historia y a lo largo de su vida. Que Dios hubiese podido decir hasta aquí hemos llegado, pero seguían estando allí en su tierra, mis hermanos. Es como aquel padre que le da todo al hijo, todo, le da todo, mis hermanos, se lo da todo. Y este hijo acaba viviendo como quiere, haciendo lo que quiere. Y va al padre y le dice a este hijo que se lo ha dado todo. Pero hijo, ¿Cómo puedes vivir así? ¿Cómo puedes hacerme esto? Si yo soy tu padre, ¿dónde está mi honra? Mira todo lo que te he dado, mira todo lo que he hecho, mira quién soy para ti. Y el hijo va y le dice al padre, ¿en qué me has amado? Y la pregunta aquí es, ¿cómo Israel aquí despreció ese gran amor de Dios. Lo vemos en dos aspectos. Lo vemos en un aspecto específico y en un aspecto general. Fíjense en el aspecto específico como Israel despreció ese amor de Dios. En el aspecto específico lo vemos en que Dios le va a explicar ahora el amor que han despreciado con la historia de Jacob y Esaú. Fíjense en los versículos 2 y 3 como hay menciones a esa historia. Fíjense en el versículo 2. a mitad. Dice, ¿no era Esaú hermano de Jacob? Dice Jehová, ¿y amé a Jacob? Versículo 3, ¿y a Esaú aborrecí? ¿Se dan cuenta cuál es el trasfondo de todo lo que hay aquí? El trasfondo es la historia de Jacob y Esaú. Y piensen un poquito, yo sé que se saben la historia, la mayoría saben la historia de Jacob y Esaú. La mayoría ha pasado por las escuelas dominicales y muchos lo saben y si no han pasado tienen que haberse leído la Biblia. Saben que cada año se la tienen que leer, ¿no? Bueno, vamos a dejarlo aquí. Fíjense, mis hermanos, que al menos todos tenemos en mente lo que pasó con la historia de Jacob y Esaú. ¿Y qué es lo que pasó, mis hermanos? Que Esaú, que era el hijo primogénito, no se olviden de esto, el hijo primogénito, ¿qué es lo que hizo? Despreció su primogenitura, mis hermanos. Lo que hizo fue ser ingrato a la bendición de la primogenitura que le había sido dado por nacer el primero. Y la despreció de una manera ingrata por un estofado, mis hermanos. Ya sé que hay estofados que son muy buenos. Lo sé. Pero en ese caso ninguno era lo suficientemente bueno para despreciar esa bendición de la primogenitura, mis hermanos. Por lo tanto, en la historia de Jacob y Asaú tenemos un hijo primogénito que es ingrato y desprecia la bendición de su primogenitura. Y ahora vamos a Israel cuando le preguntó a su Dios, ¿en qué nos amaste? ¿Y sabe lo que tenemos ahí? otro hijo primogénito que desprecia la bendición que le ha sido dada como pueblo amado. ¿Por qué Israel en el Antiguo Testamento, mis hermanos, es considerado el hijo primogénito de Dios? Cuando Dios mandó a Moisés a decirle ciertas cosas a Faraón, fíjense lo que se le dice en Éxodo 4, versículo 22. Éxodo 4, versículo 22 dice lo siguiente, Y dirás a Faraón, Jehová ha dicho así, Israel, y aquí generalmente nos suele venir Charlon Heston con los 10 mandamientos, Israel es mi pueblo, pero no es lo que dice Éxodo 4.22. Dice, así dirás a Faraón, Jehová dice, Israel es mi hijo. Mi primogénito. ¿Se dan cuenta, mis hermanos? En el Antiguo Testamento incluso Dios es padre e Israel es el hijo primogénito de Dios. Y nos encontramos que ahora es Saúl como primogénito. ¡Desprecio! su primogenitura y ahora aquí el siguiente hijo primogénito desprecia la bendición del amor de su Dios hacia él. Dios le está diciendo con tu desprecio, con tu pregunta ingrata de en qué os he amado estáis Israel en la misma situación que Esaú. Un hijo primogénito que desprecia el amor y la bendición que le ha sido dada. Hay un trasfondo serio aquí. Porque si Israel estaba en el lado de Esaú, mis hermanos, Israel estaba perdiendo su identidad como pueblo de Dios. Y fíjense que esto lo vemos, ese desprecio, en la segunda fase, en la fase general, en la vertiente general. Si miran la historia, mis hermanos, que aparece en Malaquías, la vida de Israel era una vida de infidelidad a su Dios. Y esa vida de infidelidad a su Dios en Malaquía, ¿saben lo que era? Era la evidencia, mis hermanos, de que Israel había perdido totalmente el norte. De que Israel, mis hermanos, pensaba ahora de que Dios era un Dios que no le había amado. Y su vida de infidelidad era simplemente la evidencia de que no creían de que Dios les había amado. Todo parte de ahí. Cae esa primera ficha y todo cae alrededor, mis hermanos. Fíjense, posiblemente los padres, los tíos, los abuelos se han encontrado con esto, que a veces a los padres nos toca castigar a los hijos. Sí, ya. En un mundo que no quiere disciplina, mis hermanos no piensen en ello. Sabe castigar a veces a los hijos porque implica disciplina. Y a los pastores a veces nos toca disciplinar a nuestros hijos. Los pastores también a veces castigamos a nuestros hijos. Para bien. Pero fíjense, mis hermanos, que mi hijo me dio una lección una vez que tuve que castigarlo. Uno lo castiga con la intención de qué? De que las cosas cambien, ¿no? De que las cosas vayan a mejor. Y cuando apliqué a mis hermanos el castigo, resultó que mi hijo empezó a portarse peor. Y dije, digo, esto no funciona. Digo, aquí he hecho algo mal yo. Las cosas tendrían que ser al revés. Y entonces mi hijo me dijo algo, mis hermanos, que me llamó la atención y se me quedó grabado. Cuando le dije, oye, ¿pero por qué sigues portándote peor? Me dice, porque me da la sensación de que no me amas. Ah, y eso me hizo pensar. Porque lo que él interpretaba, mis hermanos, es que ese castigo era muestra de que yo no le amaba. Y porque su padre no le amaba, supuestamente, entonces él se portaba más mal. Y su vida iba peor. Mis hermanos, lo que vemos aquí con Israel es que lo que perdieron desde el principio es que cuestionaron, despreciaron de manera ingrata el amor de Dios. Y su vida después fue una evidencia, mis hermanos, de que no creían en absoluto de que Dios les había amado. Si perdemos, si pierdes el norte de que Dios es aquel que ama a los suyos. de que Dios es aquel que ama a su pueblo, entonces se perderá el norte en la relación de fidelidad y lealtad de pacto que tenemos con Dios. Porque este amor que vemos aquí en Malaquías de Dios hacia Israel, nos vamos a dar cuenta, mis hermanos, de que es el mismo amor que Dios ha mostrado hacia su pueblo en el nuevo pacto en la persona de nuestro Señor Jesucristo. Dios no ha cambiado y su amor no ha cambiado, mis hermanos. Y en Cristo Jesús, a nosotros que somos su iglesia, aquellos que hemos creído en Cristo, mis hermanos, en Cristo Jesús nos han sido dadas las mayores bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo Jesús. Y una de esas bendiciones, mis hermanos, es que hemos sido adoptados en Cristo Jesús como sus hijos, adoptados como parte de su pueblo y de esta gloriosa bendición. Como decía John Owen, fluyen de ese manantial todo el resto de bendiciones en nuestra vida. Fíjense, mis hermanos, que habrá ocasiones, habrá ocasiones donde quizá hay situaciones en la vida personal, en la vida congregacional, situaciones difíciles donde quizá uno podrá decir, Señor, ¿de verdad? ¿De verdad que me amas? Si me amases, ¿no permitirías que pasase eso? Si me amases, ¿no permitirías que estuviese en esta situación? Señor, dices que me amas, ¿pero en qué me has amado? Y cuidado, porque como Pablo dice, estas cosas que han sido escritas, han sido escritas para nuestro ejemplo. Y a veces la línea es muy fina en preguntar, ¿en qué me has amado, Señor? Y en caer en esa pregunta, en el desprecio y la ingratitud hacia el Dios que nos ha amado, que nos ama y que nos seguirá amando. Saben, mis hermanos, es glorioso escuchar esas palabras de parte de Dios. Es glorioso escuchar yo os he amado. Dios que no tenía ninguna necesidad de hacer esto hacia su pueblo, hacia sus santos, hacia aquellos que le despreciamos, escuchar yo os he amado. Pero igual que es glorioso escuchar esto, ¿saben lo que es terrible escuchar también? Que su pueblo es capaz de decirle a Dios, ¿en qué los has amado? ¿En qué me amaste, Señor? Y fíjense, mis hermanos, que ese desprecio nos lleva ahora a preguntarnos, ¿qué amor exactamente despreció aquí Israel? ¿Qué tipo de amor? Y eso nos lleva a la evidencia. Pasamos del desprecio del amor de Dios por parte de su pueblo a la evidencia del amor de Dios para con su pueblo. Porque ahora lo que Dios va a hacer es decirles, bueno, vosotros hacéis esa pregunta de desprecio. Ahora os voy a decir el amor que estáis cuestionando y el amor que estáis despreciando. Y fíjense que el amor que primeramente Israel, mis hermanos, despreció aquí con ingratitud, es el amor elector y soberano de Dios, de que por ese amor Dios los escogió de manera soberana como su pueblo. Y fíjense, esto lo vemos, mis hermanos, en los versículos 2 y 3. Ya entramos en lo que es la respuesta de Dios con la historia de Jacob y Esaú. Fíjense lo que dicen los versículos 2 y 3. Dice, yo os he amado. Dice Jehová, y dijisteis en que nos amasteis. Y ahora, Dios responde a la pregunta de Israel con otra pregunta. Así que los gallegos tienen razón a veces, ¿ya? Fíjense que responde una pregunta con otra pregunta. Dice, ¿en qué nos amaste? Y ahora fíjense la respuesta de Dios. Fíjense. ¿No era Esaú hermano de Jacob? Dice Jehová. y amé a Jacob y a Esaú, aborrecí. Paremos aquí, mis hermanos, porque fíjense que ahora Dios les responde. Responde a esta pregunta. ¿En qué nos amaste? Dios le dice OK, os voy a responder en que os amé y os lo respondo con la historia de Jacob y Esaú. No era Esaú hermano de Jacob, Y a Jacob amé y a Saúl aborrecí. Por tanto, esto nos obliga a conocer un poquito la historia de Jacob y de Saúl. O más bien, más que la historia de Jacob y de Saúl, a conocer lo que Dios le dijo a Rebeca antes de que Jacob y Esaú naciesen. Ahí está la cuestión, ahí está lo importante. Y eso lo vemos en Génesis 25. En Génesis 25, el versículo 23, fíjense lo que Dios le dice a Rebeca después de que la pobre Rebeca ahí está con contracciones, con contracciones, mis hermanos, Rebeca, no sabías que Isaac había orado. Señor, Señor, y ahora te estaba con contracciones. Creo que si Rebeca hubiese enterado que eso es porque Isaac oró, mis hermanos, yo no sé lo que le hace a su esposo. Pero ahora le explica a mis hermanos por qué esas contracciones. Fíjense lo que le dice en el versículo 23 de Génesis 25. Y le respondió Jehová, dos naciones hay en tu seno y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas. El un pueblo será más fuerte que el otro. Y el mayor servirá al menor. Con estas palabras de Dios son sorprendentes. Porque Dios no solamente le está explicando a Rebeca la fuente de sus contracciones, que eso es importante, pero no es lo más importante. Lo que Dios ahora le está mostrando a Rebeca, mis hermanos, le está desplegando delante de ella parte del progreso de la historia de la salvación, mis hermanos. Y lo que le dice es que esa lucha que hay en tu seno, Rebeca, es porque en tu seno hay dos naciones. Una que vendrá de Esaú, que será Edom, y la otra que vendrá de Jacob, que será ¿quién? Que será Israel. Y esas dos naciones chocarán. Pero ahora aquí Dios le dice algo sorprendente. Le dice a Rebeca algo que es contracultura. Le dice a Rebeca algo que no tiene nada que ver, que no encajaba con la cultura del antiguo Medio Oriente, que no encajaba con lo que eran los patrones mentales de la humanidad en aquel tiempo, con esa cultura, con esa historia, no encajaba. Le dice ahí, ¿sabes qué, Rebeca? El mayor servirá al menor. Mis hermanos, esto es contracultura. Porque el mayor que era Saúl, ¿quién era? Lo hemos visto. ¿Era él? primogénito. Era el que tenía, mis hermanos, la bendición de la primogenitura. Era el que hubiese tenido que ser el depositario de las promesas de redención que fueron dadas a Abraham y que pasaron a Isaac. Es que hubiese tenido que ser el depositario de esa bendición y, en especial, el depositario de que en él se formase una gran nación. Y eso le tocaba por cultura y por orden de nacimiento, ¿saben a quién? A Esaú. Pero ahora va Dios aquí y cambia las cosas. Dice, el mayor servirá al menor. Por lo tanto, el que va a tener preeminencia aquí no va a ser Esaú, va a ser Jacob. Y aquí, en el contexto, implica que tendrá preeminencia porque él será el depositario de las bendiciones y de las promesas que Dios dio a Abraham y a Isaac, y que ya arrancaban desde la creación misma, mis hermanos. Ahora pregúntense, ¿cómo se dio esto? ¿Cómo este cambio, mis hermanos? Y si me responden, bueno, este cambio se dio porque Saúl vendió su primogenitura por un estofado muy bueno. Si me responden esto, les digo, sí, pero casi. ¿Y saben dónde está el casi? De que eso se dio así, mis hermanos, no porque primeramente Saúl vendiese su primogenitura. Saúl fue responsable de sus actos, sin ninguna duda. Pero se dio así, ¿saben por qué? Porque Dios lo decretó así. Porque Dios, mis hermanos, escogió a Jacob sobre Saúl. Se dio así porque fue un acto elector de Dios. Se dio así por el beneplácito la voluntad de que Dios escogió a Jacob sobre Saúl. ¿Y saben en parte por qué Dios hizo eso? Dios lo hizo, mis hermanos, para preservar algo. Para preservar que la promesa de ser pueblo de Dios no dependiese ni de cultura, ni de sociedad, ni de patrones humanos o culturales, no dependiese de ninguna obra humana. Dependiese únicamente, ¿saben de qué? Del decreto soberano y de la voluntad soberana de Dios. Si yo les pregunto, ¿a quién hubiesen escogido ustedes en ese caso? ¿Saben a quién hubiésemos escogido? Hubiésemos escogido a Saúl, mis hermanos. ¿Por qué? Hombre, porque era el primero, ¿sí o no? Porque era el primogénito. Tiene que ser él. Es Saúl, que es el primogénito. Lo hubiésemos escogido, hombre, porque él era el cazador, el grandote, el fuerte. Jacob ahí entre las tiendas con su madre. No sé, no me cuadra mucho esto, ¿no? Pero oye, Jacob, Esaú era el grande, era el fuerte, era el peludo, porque era peludo ese hombre, ¿ya? Era el peludo, mis hermanos, ¿ya? A este es al que se tiene. Este es el que tiene que ser el depositario porque es el primero, porque es el fuerte, porque es el guapo, porque es lo que la cultura, mis hermanos, determina en aquel tiempo. Pero Dios escogió a mis hermanos a Jacob, al que nunca nadie uno hubiese escogido. y lo escogió para que preservar, que formar parte de esa bendición dada a Abraham no fuese por obras de nadie, sino por soberana voluntad y decreto elector de Dios. Y fue soberano Dios, ¿saben por qué? Porque ni Jacob ni Esaú habían nacido todavía, no habían hecho ni lo bueno Ni lo malo. Bueno, quizá ahí se peleaban, ¿ya? Pero no habían hecho ni lo bueno ni lo malo, mis hermanos. Entonces, ¿en base a qué Dios escogía? Fue una elección soberana porque no hubo nada externo a Dios en Jacob y Saúl que obligase y forzase a Dios a escoger a uno por encima del otro. Dios así lo quiso. Dios así lo hizo, mis hermanos. Y no lo entendemos así porque nos lo inventemos. Lo entendemos así porque la Biblia sí interpreta la historia de Jacob y Esaú. Es la Biblia explicándose a sí misma. Y eso lo hace Pablo en Romanos. Lo hemos leído en nuestra lectura congregacional. Pero fíjense en Romanos, mis hermanos. Romanos capítulo 9. Fíjense cómo Pablo interpreta lo que es la historia de Jacob y Esaú. En Romanos 9, los versículos del 11 al 12, en esa sección Pablo desarrolla varias cosas. que después mencionaremos un poquito. Pero fíjense en Romanos 9, del 11 al 12. Pablo dice, hablando de Jacob, y Esaú dice, escuchen bien, pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, ¿para qué? Ahí está el propósito. Para que el propósito de Dios conforme a la lección permaneciese, no por las obras, sino por el que llama. Se le dijo, el mayor servirá al menor. ¿Se dan cuenta, mis hermanos? Fue una elección. Así es como lo interpreta Pablo. Soberana, no habían hecho ni bien ni mal. Y Dios lo que hizo para que el propósito permaneciese, no por las obras, no por nada que hay en el ser humano ni en el mundo, sino por el decreto de Dios, Dios escogió a uno sobre otro. Y le dijo a Rebeca, el mayor servirá al menor. ¿Se acuerdan cómo Pablo lo interpreta así? Ahora con esto, vuelvan a Malaquías. Vuelvan a Malaquías y a la pregunta y a la respuesta de Dios. ¿En qué nos amaste? Dios le dice, os voy a explicar en qué os amé. No era Esaú hermano de Jacob. Y a Jacob amé y a Esaú aborrecí. Les estoy diciendo, Israel, piensa. ¿Qué diferencia había entre Jacob y Esaú? ¿Saben qué diferencia había? Ninguna. Ambos eran hermanos. Uno despreció la primogenitura, sí, y el otro era un mentiroso. ¿Qué diferencia había entre Dom e Israel? Ninguna. Porque uno era muy malo, muy malo, muy malo, sí. Y el otro era muy infiel, muy infiel, muy infiel. ¿Dónde radica la diferencia? ¿Sabes dónde radica, mis hermanos? No en Israel, en Dios. En que como nos dice Pablo, Dios escogió a Jacob. Dios escogió a Israel. ¿Saben por qué? Ah, fíjense mis hermanos, fíjense romanos 11 y 12, cuando al final dice el mayor servirá al menor. Como está escrito, paren aquí, no miren sus Biblias, ya lo sé, es malo que un pastor diga esto, no miren sus Biblias. Pero Pablo en Romanos dice, por la elección se guardó ese propósito. el mayor servirá al menor. Como está escrito, ¿saben lo que hubiese escrito yo? A Jacob escogí, a Esaú aborrecí. Pero no dice esto la Biblia. Está hablando de la elección, Pablo en Romanos 9, pero no dice esto la Biblia. La Biblia dice, a Jacob amé y a Esaú aborrecí. Pasé por encima de él, dejándolo en su situación. ¿Saben por qué? Porque esa lección de Dios sobre Jacob La base, el motivo, la causa, uno de los motores, mis hermanos, que la Biblia sí nos da de esa elección es, mis hermanos, el amor de Dios hacia aquel que escogió, mis hermanos. Es que Dios amó, amó con un amor elector desde antes de la fundación del mundo, mis hermanos, y escogió a Jacob. ¿En qué nos amaste? Y Dios responde, os amé en que os escogí sin que lo mereciéseis. Os amé en que mi amor fue la causa para escogeros de una manera soberana sin que lo mereciéseis en absoluto. En que os amé en que no había diferencia entre ti, Gedom, y a ti te escogí. ¿Se dan cuenta, mis hermanos? Fíjense que ese amor es un amor elector y soberano de Dios. Y si Israel aquí se preguntaba, ¿por qué a mí? La pregunta no era esta, mis hermanos. La razón no estaba en Israel, la razón estaba en Dios. Y cuando vemos la Escritura, mis hermanos, y lo vamos a ver al final, ese amor, este amor de Dios, elector y soberano, es el amor que Dios ha derramado sobre aquellos que Él ha salvado por gracia y fe en Jesucristo. Es el amor, mis hermanos, que ha derramado sobre su pueblo redimido en el nuevo pacto sobre la iglesia. Es el amor, mis hermanos, cuyo propósito nos amó y nos escogió de manera soberana sin merecerlo ninguno de nosotros. Si uno se pregunta, ¿en qué me amaste? Sólo te amé en que te escogí sin que lo merecieses. ¿Por qué a mí? No te preguntes esto, porque todo está no en ti, sino en Dios. Y sabe, yo sé que la doctrina de la elección, mis hermanos, ha generado problemas a lo largo de la historia de la iglesia. Los Whitfield y los Wesley. Y están los dos en el cielo ahora. Sé que siguen generando, mis hermanos, problemas a hermanos, a iglesias y así. Pero a veces perdemos de vista, mis hermanos, que entre todas las cosas difíciles que pueda haber en esta doctrina, mis hermanos, la doctrina de la elección es una doctrina sublime que nos muestra el gran amor de nuestro Dios. de que nos amó desde antes de la fundación del mundo y gracias que nos amó desde antes de la fundación del mundo. Como decía Spurgeon, porque si me hubiese tenido que amar después de que naciese, no hubiese manido a mera de que me amase. Desde antes de la fundación del mundo nos amó y nos escogió en el amado. Y nos amó y nos escogió soberanamente porque ese amor es un amor también salvador y preservador. Fíjense que este es el amor que rechaza Israel, un amor elector, soberano y ahora salvador y preservador. Fíjense que eso lo vemos en el versículo mis hermanos tres en adelante y Dios se lo explica en formato antiguo testamento. Fíjense en el versículo 3, y a Saúl aborrecí. Y ahora escuchen lo que dice Dios, dice, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto. Edom, mis hermanos, estaba situado en una zona montañosa, al sur de lo que era el Mar Muerto, mis hermanos, en la península arábiga, y era una zona montañosa. Y aquí dice Dios, bueno, sus montes los convertí en desolación y abandoné su heredad para los chacales del desierto es decir un acto de juicio de Dios sobre Edom y fíjense lo que dice ahora versículo 4 cuando Edom dijere nos hemos empobrecido pero aquí sale el orgullo humano fíjense lo que dice pero volveremos a edificar la arruinado así ha dicho Jehová de los ejércitos ellos edificarán y que hace Dios aquí Y yo destruiré. Y les llamarán territorio de impiedad y pueblo contra el cual Jehová era indignado para siempre. Ellos intentarán edificar y yo destruiré. Esa palabra es dura, mis hermanos. Porque Dios está diciendo que va a juzgar a Edom, que juzgó a Edom, mis hermanos, y que no hay vuelta atrás en ese juicio para Edom. de que van a intentar reconstruir y lo que levanten, Dios destruirá, mis hermanos. Esa palabra es dura. Porque lo que Dios está diciendo aquí, que hay juicio para Edom, pero ¿saben lo que no hay? No hay salvación para Edom. Palabra dura, mis hermanos. Pero si creemos que Dios es el autor de la salvación, y que la salvación es de Jehová, la salvación es de Jehová de principio a fin, para quien Él quiere y como Él ha decretado, mis hermanos. Y fíjense que aquí la palabra para Edom es dura, no va a volver a levantarse. porque Edom como hermanito de Israel, pues en cierta manera le estuvo pegando duro ahí. Y Dios dijo, hasta aquí hemos llegado. Si no le dan otro profeta, menorabdías, y verán lo que sucede con Edom. Y fíjense, cuando vamos a la historia de la salvación, que había un rey que era Idumeo, Herodes. ¿Que se enfrentó con quién, mis hermanos? Con la simiente última de Israel, que es Cristo. Y uno salió victorioso, el otro no. Pero la pregunta aquí es, ¿Cómo este juicio de Edom nos muestra que el amor de Dios, elector y soberano, para Israel era amor salvador y preservador? ¿Cómo nos lo muestra esto? ¿Y saben cómo lo muestra, mis hermanos? Ten un paso atrás en el libro de Malaquías. Y el libro de Malaquías hemos visto que es un profeta pos-exílico. Por lo tanto, Israel, mis hermanos, ¿se encontraba dónde? Sí, Israel había pasado los 70 años del exilio, ¿sí o no? Y el exilio fue el juicio de Dios hacia su pueblo. Pero fíjense, Dios devolvió a su pueblo a la tierra prometida, mis hermanos. Dios no dejó a Israel en juicio. Dios no dejó la última palabra para su pueblo como la palabra del juicio. Mis hermanos, Dios devolvió a su pueblo a la tierra prometida. Por lo tanto, hay dos realidades que contrastan aquí. Edom, un pueblo juzgado de manera final. Israel, un pueblo juzgado, pero que por la gracia de Dios volvió a la tierra prometida. ¿Y por qué esto fue así? ¿Por qué con Israel y no con Edom? ¿Saben por qué? Porque a Jacob amé y a Esaú aborrecí. Porque ese amor con el que Dios amó a su pueblo fue elector, soberano, salvador y preservador, mis hermanos. Y ese amor, mis hermanos, Como veremos, es ese amor que nos ha sido dado en Cristo. Mis hermanos, ese amor de Dios por los que Él ha salvado, ese amor de Dios por su pueblo, mis hermanos, es un amor soberano, elector, salvador y preservador. Porque mis hermanos, aquellos que Dios ha salvado, ninguno va a quedar atrás. Porque uno de los propósitos sublimes de la elección es que aquellos que Él amó y escogió, aquellos sean salvos y salvos hasta el fin. Y ninguno caiga en el camino. Si Dios, mis hermanos, si Dios dejase a alguno de los que Él ha amado, con ese amor elector, soberano y salvador, dejase que alguno cayese por el camino, entonces podrías levantarte. Podrías levantarte y decirle a Dios, Señor, ¿en qué me has amado? Me has salvado y ahora me dejas caer por el camino. ¿Pero saben qué? El amor de Dios, mis hermanos, no solamente salva, sino que preserva a los que Él ha salvado. Porque la obra de Cristo, mis hermanos, obró, consumó y aseguró la salvación de los suyos. Ese amor es el que Israel, mis hermanos, despreció. Es terrible esto. Pero fíjense lo que le dice Dios, y con esto pasamos ya a la parte final del mensaje, en el versículo 5. Fíjense el versículo 5. Y vuestros ojos lo verán. Dios le dice, bueno, vais a ver lo que voy a hacer con Edom para que entendáis el amor que tengo con vosotros. Vais a ver lo que voy a hacer con Edom para que entendáis el amor que habéis despreciado, soberano, elector, salvador, preservador. Y vuestros ojos lo verán y diréis, sea Jehová engrandecido. Una de las razones, mis hermanos, de ese amor que hemos visto o estamos viendo aquí es para que al final aquellos amados podamos decir, sea Jehová engrandecido. Pero la parte final del versículo 5 es interesante. Sea Jehová engrandecido más allá de los límites de Israel. Escuchen esta palabra. Sea Jehová engrandecido más allá de los límites de Israel. Esta palabra, mis hermanos, en la historia de la salvación está apuntando de que este amor Este amor elector, este amor soberano, este amor salvador, este amor preservador del Dios soberano que fue mostrado con Israel. Malaquías nos dice, este amor será un amor que engrandecerá a Dios porque irá más allá de los límites de Israel, más allá de las fronteras de ese pueblo en el antiguo pacto y un amor que desbordará esos límites y de una manera gloriosa alcanzará a aquellos que están fuera de estos límites de Israel en el antiguo pacto, mis hermanos. ¿Y cómo ese amor de Dios desborda esos límites de Israel, mis hermanos? ¿Saben cómo? Solamente a través de uno. Porque ese amor de Dios, Elector, Soberano, Salvador y que preserva, desborda los límites a todas las naciones en la persona de nuestro Señor Jesucristo. En el glorioso mensaje del Evangelio de Cristo Jesús. Y eso nos lleva a mirar, mis hermanos, al final el cumplimiento del amor de Dios hacia nosotros, su pueblo. Y lo primero que debemos entender es que el amor elector de Dios es cumplido primero en Cristo Jesús. Ahora sí que debes dar un gran paso hacia atrás en el libro de Malaquías y ver toda la historia de la salvación delante de ti. La tenemos delante de nuestros ojos cuando cogemos la escritura, mis hermanos. Ya hemos visto que Malaquías nos enseña una realidad triste en el pueblo de Dios. Una realidad escrita para ejemplo como nosotros que a veces puede caerse en ese cuestionamiento y desprecio por situaciones quizá difíciles de la vida, personales o congregacionales. Quizá cada uno de los que está aquí en algún momento puede pensar en una de esas situaciones o en más de una en el que le ha pasado por la cabeza decir Señor de verdad que me amas. ¿En qué me has amado? Fíjate cómo estoy. Pero, ¿saben qué? Cometeremos un error si vamos de Israel a nosotros de manera directa. Eso es un error. Porque de Israel tenemos que ir a Cristo y de Cristo a nosotros. Porque, ¿qué hemos visto, mis hermanos, en esta historia? Que Saúl, el primogénito, despreció su primogenitura. de que Israel, el hijo primogénito de Dios, despreció el amor del Padre. Falló como hijo. Por lo tanto, necesitamos un hijo primogénito que no falle. Un hijo primogénito que no desprecie el amor del Padre. Un hijo primogénito que nunca ponga en duda ni cuestione el amor de su Padre. Un hijo amado Amado desde antes de la fundación del mundo, con amor eterno, en el cual el Padre tenga complacencia. Y ese hijo que no falla y que el Padre amó y seguirá amando, ese es nuestro Señor Jesucristo. Ese es aquel, mis hermanos, que el Padre mismo desde el cielo dijo este, este y no otro. Este es mi hijo amado, en quien yo tengo complacencia. Y Cristo en ningún momento, en ningún momento cuestionó el amor del Padre. En ningún momento le dijo, Padre, ¿en qué me has amado? Incluso en el momento más terrible, donde quizá el Hijo de Dios tenía el derecho de decirle al Padre, ¿en qué me has amado? Fíjate en la cruz en la que estoy. Siendo vituperado por aquellos que te rechazan, por los que yo creé. Tenía toda la gloria por ser quien soy, Padre. Los cantos de los serafines y querubines alrededor mío en la gloria eterna. Y aquí estoy colgado en una cruz, sufriendo la muerte más vergonzosa a favor de aquellos que tú has amado, pero que nos despreciaron. ¿En qué me has amado? y nada de esto salió de la boca de nuestro Señor Jesucristo. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Padre, perdónalos, ¿por qué no saben lo que se hacen? Y al final dijo, consumado es, salvación obrada, salvación consumada, salvación asegurada. Y eso es de vital importancia, porque incluso Cristo dijo, por eso el Padre me ama, porque yo pongo mi vida e incluso la vuelvo a tomar. De alguna manera, el amor de Dios, mis hermanos, está ligado a Cristo y a esa obra redentora de manera inseparable. Y cuando quizá en tu vida o en nuestra vida llega el momento de decir, Señor, ¿en qué me has amado? ¿Saben cuál es la respuesta? La respuesta es Cristo. ¿En qué te he amado? Mira a mi Hijo. ¿En qué te he amado? Dí a mi Hijo. ¿En qué te he amado? Mira a Cristo en la cruz. ¿En qué te he amado? Mira a Cristo resucitado. ¿En qué te he amado? Mira a Cristo exaltado. ¿En qué te he amado? Mira a mi Hijo que volverá por aquellos que yo he amado y salvado. ¿Y saben cuál es la gran diferencia entre Israel en Malaquías y nosotros como iglesia al pueblo de Dios? Mis hermanos, que nosotros tenemos una seguridad que Israel no tenía. Y la seguridad es que estate tranquilo. De que ese cuestionamiento ingrato en aquellos que son genuinamente salvos nunca llegará hasta lo más profundo para apartarnos de la gracia de Dios. ¿Saben por qué? Porque, mis hermanos, el Hijo amado de Dios, Cristo Jesús, en quien somos amados y seremos amados para siempre, nunca despreció el amor del Padre. Y en Él está nuestra seguridad, mis hermanos. Hemos cantado, descansa en tu plan, descansa en ese plan eterno del amor de Dios en Cristo. Porque en Cristo este amor nos es dado a nosotros. Y fíjense, con esto termino. Fíjense, mis hermanos, que Pablo ha interpretado la historia de Jacob y Esaú como esa elección de Dios. Y en ese contexto del capítulo 9, mis hermanos de Romanos, es vital eso. Porque salvaguarda la promesa. ¿Qué promesa en Romanos 9? La promesa de la justificación por medio de la fe. La promesa, mis hermanos, de que ser justificados por la fe depende solamente de la fe y nunca por obras. Mis hermanos, de que formar parte del pueblo de Dios no es por raza, no es por clase social, no es, mis hermanos, por riqueza económica. Es por la promesa de que el justo por la fe vivirá. Y para que esa promesa quedase preservada, ¿qué es lo que hizo Dios? Dios, mis hermanos, escogió sin haber hecho nada para que su promesa quedase preservada. Si crees que has creído en Cristo por algo que había en ti, te equivocas. Si crees que creíste en Cristo por ser muy inteligente, te equivocas. Creíste en Cristo para salvación, ¿sabes por qué? Porque desde antes de la fundación del mundo, Dios te había escogido. Porque Él te amó. Y porque a su tiempo regeneró tu corazón. Y con ese llamado sublime del Evangelio, arrepiéntete y cree en Cristo. Jesús te llamó a los pies de Cristo. Y llegaste para salvación a Cristo Jesús, salvo y asegurado en él. Y quizá uno piensa aquí, bueno, pero esto es injusto. ¿Cuántos no lo han pensado? Pablo lo adelanta. ¿Hay injusticia en Dios? De ninguna manera. O hay justicia, o hay misericordia. Pero planteo otra cosa. Si quizás estás pensando, ¿cómo sé que yo soy escogido por Dios? Sabes, no estás aquí por casualidad. No hay casualidades en esta vida, hay providencia divina. Y si Dios te ha traído aquí y te preguntas, ¿cómo sé que Dios me ha escogido y me ha amado con amor eterno para salvarme? No te preguntes esto, esto es la pregunta errónea. Es la pregunta que siempre nos hacemos, pero es la errónea. Andrew Fuller, Spurgeon lo tenía claro y decía, no te preguntes si eres escogido por Dios. Tú obedece lo que Cristo te dice. Arrepiéntete de tus pecados y cree en Cristo Jesús como Señor y Salvador. Y entonces probarás tu elección. Porque aquellos que Dios amado ya ha escogido, los ha escogido para salvarlos y para preservarlos. Cree en Cristo, arrepiente de tus pecados y entonces verás. Verás cuánto te ha amado, te ama y te amará Dios en Cristo Jesús. Mis hermanos, como pueblo de Dios, no caigamos en ese ejemplo trágico de Israel y le preguntemos a Dios cuestionándole en qué nos has amado. Él nos ha amado de una manera sorprendente en nuestro Señor Jesucristo. Vamos a acabar en oración. Nuestro Dios, gracias queremos darte por tu amor eterno. Gracias por ese amor con el cual nos escogiste, nos salvaste y nos preservas en Cristo. Oh Padre, te pedimos que este amor sea Padre celestial, ese amor que atrae a los que tú tienes determinados para salvación. O que si alguien se pregunta, lo soy, lo soy, Padre Celestial, que esta pregunta se transforme en arrepentimiento y fe en Cristo Jesús, para ver ese gran amor con el que tú has amado, a los que nunca lo merecíamos, Señor. Gracias por tu amor. Ayúdanos en tu gracia a ser fieles, como hijos tuyos, como pueblo tuyo, por el gran amor con el que tú nos has amado. En el nombre de Cristo Jesús. Amén.
Yo os he amado, dice el Señor
Sermon ID | 126251918124821 |
Duration | 1:11:14 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Malachi 1:1-5 |
Language | Spanish |
© Copyright
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