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Le damos la bienvenida a la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, y le invitamos a que visite nuestra página web por gracia.es. Deseamos que Dios le bendiga ahora a través de su palabra. Esta semana estuve leyendo un relato de un hombre que tenía cáncer en sus pulmones. Había sido fumador toda la vida. Y la única esperanza que tenía era un trasplante de pulmón. Y este es un trasplante, son palabras mayores, ¿verdad? Así que estuvieron buscando a una persona compatible que estuviese dispuesta a donar una parte de su pulmón para implantarle a este hombre. Dentro de la ardua búsqueda que hicieron, encontraron un detalle que incluso el enfermo no conocía y es que tenía un hermano gemelo del cual había sido separado desde niño, no lo conocía. Así que al contarle la historia a este hermano que estaba sano, él no dudó ni un segundo en ofrecer, ser donador de ese pulmón para su hermano. Así que llegó el día, hicieron la cirugía, pero algo salió mal en la cirugía del hermano sano y él falleció. Pero el pulmón lo lograron rescatar y poner en el hermano enfermo. Pasó el tiempo de convalescencia, el hombre volvió a su casa y comenzó a frecuentar las visitas de sus antiguos amigos, fumadores también. Así que con el paso del tiempo, él volvió a fumar. siendo un poco inconsciente de su nueva situación. tuvo en cuenta el alto precio que tuvo que pagar su hermano para que él pudiese seguir viviendo. Para que aquel hombre tuviese esperanza, ese hermano pagó ese precio. Y ese es un principio de vida, queridos hermanos. Para que haya esperanza tiene que pagarse un precio, tiene que haber algo en que anclarse esa esperanza porque si no, no sería esperanza sino sería más bien una utopía. Y de eso es lo que ha estado hablando el apóstol Pedro durante toda su carta, de que hay una esperanza, pero que esa esperanza se sustenta en un hecho histórico real. Hay una esperanza que está fija en algo que pasó hace dos mil años, y es que vino el Salvador, el Señor Jesucristo, vivió una vida santa, perfecta, Y sin embargo, murió en la cruz del Calvario. Él pagó un alto precio para que nosotros tuviésemos la esperanza de que un día estaremos con él en la gloria, despojado de este cuerpo de maldad para honrar su nombre por la eternidad. Así que sí, tenemos esta esperanza gloriosa de que un día estaremos con el Señor, pero se ha pagado un precio antes. Ese precio lo pagó nuestro Salvador. Y esa parte de la narrativa que Pedro nos da se encuentra en cada uno de los capítulos, desde el capítulo uno hasta el capítulo cinco, en cada uno de ellos él habla del costo de la esperanza que hoy nosotros tenemos. Así que sí, es una carta que habla de la esperanza, pero no olvidemos que esa esperanza que hoy nos asiste es porque alguien la obtuvo, y ese alguien es nuestro Salvador, el Señor Jesucristo. De alguna manera, nuestra esperanza está atada a la cruz de Cristo. Esto tiene que ver con la unión con Cristo. Y eso es lo que vamos a estar tratando en el texto de esta mañana. Así que los invito a abrir sus Biblias allí en Primera de Pedro. Vamos a leer el capítulo 4 del 1 al 11. Primera de Pedro 4, 1 al 11. Y dice la palabra del Señor así. Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armados del mismo pensamiento, pues quien ha padecido en la carne terminó con el pecado para no vivir el tiempo que resta en la carne conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan. pero ellos darán cuenta a que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Porque por eso también ha sido predicado el Evangelio a los muertos para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios. Mas el fin de todas las cosas está cerca. Sed pues sobrios y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedados los unos a los otros sin murmuraciones, cada uno según el don que ha recibido, mínistrelo a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios. Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. Oremos al Señor. Padre queremos en esta mañana Señor acercarnos a tu palabra con expectativa Señor de lo que tú nos quieres hablar a través de ella y por ello rogamos Señor que tú obres en nuestro corazón por tu espíritu para poder entender lo que tú has dicho en esta palabra preciosa y que podamos retener la enseñanza no solamente para incorporarla como un conocimiento más sino para ponerlo en práctica y así honrar tu nombre. Te lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén. El creyente unido a Cristo rompe con el pecado y dedica el resto de su tiempo a vivir en la voluntad de Dios. Este podría ser el resumen de todo el sermón. Nosotros unidos a Cristo, si somos creyentes, rompemos con el pecado, y dedicamos el tiempo que nos resta para glorificar y hacer la voluntad del Señor. Así que vamos a hablar de este tema, vamos a hablar de lo que significa romper con el pecado, vamos a hablar del juicio y del evangelio predicado y vamos a hablar de lo que significa vivir para la gloria de Dios. Para entender ese texto, en primer lugar debemos abordar un misterio, que es el misterio de nuestra unión con Cristo. Esta persona de la que hablamos hace un momento, el trasplantado, de alguna manera estaba unido con su hermano. Es verdad que no había una unidad más allá de un lóbulo de un pulmón, pero cada bocanada de aire que este hombre podía respirar había tenido un antecedente y es su hermano. Por eso hay un vínculo entre este hombre y su hermano. Respiraba por causa de la donación que había hecho su hermano. Así que eso es verdad también en cuanto a nuestra relación con el Señor. Estamos en Cristo y Cristo está en nosotros. Nuestra vida la debemos al Señor. Todo nuestro ser lo debemos a Cristo. No es una unión material, no es una unión física, pero es una unión que es muy real para nosotros. Dice lo siguiente en su libro de doctrina acerca de la unión con Cristo. Es aquella unión espiritual íntima y vital entre Cristo y su pueblo, en virtud de la cual él es la fuente de la vida y de la fuerza de ese pueblo, de su bienaventuranza y de su salvación. Bien dicho, ¿verdad? Cristo es la fuente de nuestra esperanza, de nuestra bienaventuranza. Y eso es lo que Pedro está diciéndonos esta mañana. Sí, Cristo es nuestro representante. Es verdad que antes nos representaba Adán. Con todas las consecuencias que eso ha implicado para nosotros de heredar el pecado, de heredar la culpa de haber transgredido la ley del Señor. Pero ahora ha venido el segundo Adán, que es el Señor Jesucristo. Y ahora somos representados por Cristo, quien murió en la cruz del Calvario para llevar nuestras culpas y ser presentados delante del Padre conforme a toda la justicia que Él demanda de quienes quieren acercarse a Él. Y eso implica también recibir de parte de Cristo todas las consecuencias y todas las bienaventuranzas que viene de estar unidos con Cristo. Nuestro pecado se convierte en el suyo. Y su justicia se convierte en la nuestra. Su muerte es nuestra muerte. Su resurrección es nuestra resurrección. Es maravillosa esta doctrina, queridos hermanos. Esto implica también una unión muy personal con el Señor. Quizás la ilustración que nos deja la palabra cuando habla acerca del matrimonio cristiano es la que más nos permite entender, porque esta unión es una sombra de la relación que tiene Cristo con su iglesia. Un matrimonio cristiano es un matrimonio que está formado por un hombre y una mujer que han vivido de manera independiente antes de casarse. Cada uno hacía más o menos lo que quería. Pero ahora se unen y son una sola carne. Así que la propiedad de uno ahora es la propiedad del otro. La deuda de uno también es la deuda del otro. La familia de uno es la familia del otro. Las enfermedades de uno son las enfermedades del otro. Las fortalezas de uno son mis fortalezas y mis debilidades son sus debilidades. En ese sentido hay una unidad con la persona con la que me he casado. Así que esa ilustración del matrimonio habla bien de cómo es el vínculo que nos une con Cristo en esa unidad. Sí, no lo vemos físicamente, pero somos uno con él. Y todas sus fortalezas ahora son nuestras y todo nuestro pecado ha sido cargado por él en la cruz del Calvario. Si eres cristiano auténtico, estás unido vitalmente con el Señor y eso afecta todos los ámbitos de tu vida porque estás identificado con él. En el libro de familia aparece el nombre de Cristo y aparece tu nombre. Así como una persona casada, un hombre que se ha casado, ya no tiene el derecho ni el deber de mirar hacia atrás a otra mujer. Y una mujer casada no está sonriéndole coquetamente a otro hombre. ¿Por qué? Porque le pertenece a su marido y su marido le pertenece a ella. Hay un vínculo que nos une. Está representado por una alianza, ¿verdad? Ahora tenemos el espíritu del Señor en nuestro corazón como esa muestra de la alianza, del pacto que Dios ha hecho con nosotros, de guardarnos, de preservarnos hasta el final para llevarnos a esa esperanza de la cual hablamos hace un momento. Ahora nosotros como creyentes estamos dispuestos a ser la voluntad de Cristo porque estamos unidos a Él. Ahora nuestras decisiones, ahora nuestras preferencias, todos nuestros afectos, todo lo que pensamos, toda nuestra cosmovisión, como vemos la vida, está empapado de la mente de nuestro Salvador. La unión con Cristo es el motor que nos lleva a santificarnos, hermanos. estar unidos a Cristo es lo que nos permite crecer en santidad y que la imagen de Él esté siendo formada en nosotros. Así como una pareja que lleva tiempo de casado se va apareciendo mutuamente, ¿verdad? Igualmente con el Señor. Al estar trascegando en la vida de la mano del Señor, nuestro corazón se va apareciendo al de Cristo. Así que esa doctrina de la unión con Cristo es importante que la entendamos para poder abordar el texto de esta mañana. Por eso lo que nos dice allí en el primer versículo, puesto que Cristo dice allí ha padecido por nosotros en la carne. Vosotros también armados del mismo pensamiento, pues quien ha padecido en la carne terminó con el pecado. Allí aparece ese gran imperativo. Es el único imperativo que aparece fuertemente acentuado en este texto. Armados con el mismo propósito de Cristo. Y esa palabra armados tiene una connotación militar. Nos está indicando el apóstol Pedro que hay una batalla, que hay una guerra, que debemos armarnos de la armadura del Señor, que debemos estar dispuestos y preparados para librar esa batalla en la cual estamos en esta vida. Es una batalla contra nuestra propia carne, contra nuestra propia naturaleza caída, que nos invita, que nos quiere seducir constantemente para volver atrás, para volver a mirar nuestro pasado y deleitarnos en el pecado que ahora deberíamos aborrecer. Así que es una batalla muy real que yo sé que tú la vives si eres creyente. Estamos en guerra, hermanos. No estamos aquí para jugar en esta vida. Hay una guerra. Y como toda la guerra, como todas las batallas, hay sufrimiento, hay privaciones, hay abnegación, hay renuncia. Y a eso es a lo que nos invita el apóstol esta mañana, a renunciar al pecado que antes nos atraía tanto. Además, dice en este primer versículo que debemos armarnos de el mismo pensamiento de Cristo. ¿Y esto qué quiere decir? Que nuestro propósito debe ser el mismo propósito del Señor, que la disposición de nuestro corazón, que la mente, nuestra mente debe estar llena de la mente de Cristo. Señid los lomos de vuestro entendimiento, había dicho Pedro anteriormente. A esto mismo apunta el hecho de prepararnos con la mente de nuestro Señor para librar esa batalla en la cual nos encontramos. Debemos, por lo tanto, prepararnos, unidos a Cristo, para hacer esa batalla con la misma disposición, con el mismo pensamiento, con la misma idea de nuestro Salvador, con la mente de Cristo, si estamos unidos a Él. Así como cuando tú estás casado ya piensas en tu esposa ¿verdad? o piensas en tu marido. Ya las decisiones que haces no las haces por libre, estás pensando en el bien de la persona amada. Si te vas a mudar de ciudad, si vas a cambiar de trabajo, si te vas a comprar una casa, si quieres comprarte un coche, si quieres pedir una préstamo en el banco, siempre tienes en mente a quien te está acompañando en la vida. y vas a pensar en el bien de esa persona. Eso es lo que nos dice el apóstol. Tengamos nuestra mente preparada para esa batalla que tenemos en la vida. ¿Y a qué propósito se refiere el apóstol Pedro? Armados del mismo pensamiento, del mismo propósito. En la parte B de este versículo dice básicamente lo siguiente. Pues quien ha padecido en la carne terminó con el pecado. Así que el propósito al cual nos está llamando el apóstol Pedro es a terminar con el pecado, a romper nuestra relación con el pecado. Así como cuando tú te casas, estás rompiendo con cualquier otra relación para ser exclusivamente de tu cónyuge. Eso es lo que está apuntando Pablo. Pero ahora estamos vinculados con Cristo y somos una sola carne. Rompemos con el pecado que es enemigo de Cristo. lo dejamos atrás, terminamos con él. Esa fue la misión de Cristo en la cruz, matar el pecado. Y esa es la misión que nosotros tenemos. Y no es una misión pequeña, es una misión grande que tenemos delante. Y el creyente avanza en esa misión día tras día. Eso es lo que nosotros llamamos el proceso de santificación progresiva. Si es verdad que no vamos de la noche a la mañana a ser perfectos ni santos, Pero es una batalla que se libra constantemente día tras día. En este mundo no vamos a alcanzar la meta, pero un día la vamos a alcanzar cuando estemos con nuestro señor. Lo que sí es cierto y quisiera que se quedaran con esta verdad es que el derecho que el pecado tenía sobre nosotros ha muerto en la cruz. Si el acta de decretos que estaba escrita contra nosotros fue clavada en la cruz y allí se quedó. Ya los pecados no nos asedian. La fuerza que tenía el pecado, la cadena que nos ataba ya se ha roto por el Señor. No somos ya esclavos del pecado. Queridos hermanos, estamos libres del pecado y nos capacita para batallar en el día a día con aquello que nos asedia. Porque ya somos nuevas criaturas en Cristo. ¿Y eso cómo se expresa? Pues se expresa como lo dice el versículo 2. Para no vivir el tiempo que restan la carne conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. Hermanos, ninguno de nosotros sabemos cuánto tiempo de vida nos queda en este mundo, ¿verdad? Lo único que sabemos es que el tiempo pasa muy rápido. ¿Qué hace que estábamos comenzando el año y ahora lo estamos cerrando? El año próximo se cumplen ya un cuarto de siglo. Veinticinco años se van a cumplir de este siglo. Los que somos un poco mayores sabemos cómo enfrentamos el inicio de este milenio, de este siglo, cuando salían aquellas noticias un poco alarmantes de que los ordenadores se iban a colapsar porque no marcarían el año 2000 y que había que recoger todas las cosas que teníamos en el disco duro y guardarlo en algún lugar porque quizás se iban a perder. Y bueno, muchas cosas que se hablaban al inicio del milenio. Pues ya han pasado 25 años de entonces. Así que sí, el tiempo corre muy deprisa, queridos hermanos. No sabemos cuándo vamos a partir con el Señor, cuándo terminará. Pero Pedro nos recuerda la brevedad de nuestra vida cuando dice estas palabras. Así que la pregunta que podemos formular no es cuándo partiré con el Señor, sino más bien cómo voy a vivir el tiempo que me resta en esta tierra. Esa es la pregunta que debemos respondernos, hermanos. ¿Cuándo vamos a partir? Solamente el Señor lo sabe. No tenemos ninguna injerencia en esa decisión del Señor. Sólo el Señor sabe cuándo nos va a llevar con él. Así que la pregunta es esa y quiero que la graben en su mente. Cómo voy a vivir el tiempo que me resta? Cómo vas a vivir la vida cristiana? Así que cada cristiano fue llamado en algún momento de su vida. Algunos fueron llamados cuando niños, otros cuando jóvenes, adultos y algunos quizás ya como mayores. A veces converso con algunos hermanos y les pregunto su testimonio de conversión. Y cuando hablo con los adultos, con los jóvenes, con las personas mayores, invariablemente el 100 por ciento de las personas me dicen lamento la vida que viví antes de conocer al Señor. Cuánto desperdicié mi vida, cuántas lágrimas, cuántos sufrimientos, cuántas heridas he acumulado por ese pasado sin Cristo. Ojalá hubiera conocido al Señor cuando niño porque me hubiera evitado miles de dificultades y ver a vivir una vida que glorifique al Señor. Sí, no sé cuándo tú llegaste a los pies del Señor. Tampoco sé si lo has hecho. También me dirijo a las personas que están aquí, que son incrédulas o que quizás son cristianos nominales, cristianos culturales solamente. Pero igualmente esta pregunta es válida para ti. ¿Por qué un día también tú vas a partir? ¿Qué vas a hacer el resto de tu vida? ¿Qué vas a hacer con el tiempo que tienes por delante? Es una pregunta que debes intentar responderte. Hace unos años el Señor permitió visitar una réplica del Arca de Noé que está construida por ahí en Estados Unidos, en Kentucky. Cuando entré visitando el arca, está con unas dimensiones enormes y dentro estaba pues edificado todo para albergar cientos de animales que iban a estar allí por un tiempo, me di cuenta que el tiempo que pasó Noé y su familia en el arca no fue un tiempo placentero. Tuvieron que convivir con una cantidad enorme de animales, tuvieron que alimentarlos todos los días, tuvieron que evacuar todos los desperdicios, tuvieron que racionar la comida para que alcanzara el tiempo suficiente. Seguramente el olor no era muy agradable. Tal vez no veían la luz del sol. Así que pasaron seguramente sufrimientos, limitaciones, trabajos. A lo mejor alguno pensaría que estaría mejor afuera, pero cuando pensaban en lo que estaba pasando fuera del arca, que era lo que recordaban, que no había sino muerte y destrucción allá afuera. Por lo tanto, ellos, aun cuando estaban sufriendo limitaciones, aun cuando tenían mucho trabajo por delante porque no descansarían ningún día, estaban en el lugar correcto. Allí era donde tenían que estar para ser salvos. Lo mismo pasa con nosotros, hermanos. Nuestra arca es Cristo. El lugar correcto es estar a su lado, estar abrazados de nuestro Salvador. Aunque eso implique limitaciones, entre comillas, en el sentido de que ya no vamos a disfrutar lo que el mundo llama disfrutar. del pecado y la vanidad de la vida. Y también hay mucho trabajo. El trabajo de nuestra santificación, que es un trabajo arduo y que nos va a ocupar toda la vida y toda nuestra atención. Pero estamos en el lugar correcto. Afuera no hay sino muerte y destrucción. Por eso Pedro nos dice en el versículo 3, baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, es decir, a los incrédulos, andando en lascivias. Esto es andando en desenfrenos, en concupiscencias, o sea, en pasiones, en embriagueces, en orgías, en disipación, en inmoralidad, en abominables idolatrías. Eso es lo que debemos dejar atrás. En el contexto en que Pedro está escribiendo esta carta, el imperio romano estaba teniendo un auge increíble. Ellos aplicaban una técnica que en la historia lo llaman romanizar. ¿Qué significaba romanizar? Romanizar era procurar la adaptación a las formas sociales, a las formas políticas y a las formas culturales del imperio. Y si fuese necesario, incluso a la fuerza, con tal de que todos los países que se incorporaran al imperio fuesen o pensasen igual que los romanos, y eso era lo que significaba romanizar. Hoy se le da otro nombre, pero es básicamente lo mismo. El mundo quiere conquistar nuestro corazón, quiere robar nuestra mente. Utiliza otros medios, pero quieren hacer exactamente lo mismo, adaptar nuestra mente y nuestro corazón a las formas del mundo, a la cultura del mundo, a las ideologías del mundo, a lo que ellos consideran que es bueno. cuando es completamente perverso. Sí, la estrategia es exactamente la misma, solamente que suavizan un poco los términos. A la lascivia lo llaman la seducción, a las borracheras la llaman botellones, a las orgías los llaman poliamor. Le dan una serie de nombres para suavizar, pero es exactamente lo mismo que Pedro está nombrando aquí. y utilizan herramientas muy seductoras. Las películas que tú ves por Netflix, por Amazon, las que ves por YouTube están impregnadas de esa estrategia porque quieren capturar tu mente. Quieren que tú pienses que fornicar es algo común, que es normal, que con la primera vez que salgas con una persona ya puedes ir a hacer lo que quieras. que puedes beber sin límites, que no hay problema, que puedes mentir cuanto quieras con tal de obtener el beneficio que esperas de ello. Las películas constantemente nos están vendiendo esa idea, pero no solamente las películas, hermanos. Todas las redes sociales están impregnadas de eso mismo. Basta con que entres tú a cualquier seguidor que tengas, cualquier persona que sigas, a ver cuáles son los comentarios que hacen sobre sus aportes. Vas a ver allí qué es lo que escribe la gente. Escribe algo que tenga que ver con Cristo tú, a ver qué te van a decir. Vas a encontrar cualquier suerte de cosas bárbaras que dice la gente del cristianismo. Sí, las redes sociales son un instrumento para romanizarnos. La publicidad, lo que se cuelga en los anuncios que hay en las paradas de los autobuses, todo, queridos hermanos, quiere contaminar nuestro corazón, capturar nuestra mente. No hay asuntos neutros aquí, queridos hermanos. Nos quieren romanizar. Y a eso es a lo que se refiere el apóstol. Y frente a esa realidad, él nos dice lo siguiente. Basta ya. Ya es suficiente. Ya está bien de hacer lo que el mundo quiere que hagamos. Ya está bien dejar de cultivar nuestro orgullo, nuestra vanidad, nuestro egoísmo. Ya está bien de alimentar la lujuria a través de la pornografía. Ya está bien de alimentarnos de palabras obesas para luego nosotros mismos expresarlas. Ya está bien de eso. Es lo que dice Pedro. Rompe con el pecado. Déjalo atrás. Quizás viviste de esa manera en el pasado, pero ahora es de Cristo. Por lo tanto, vive una vida diferente a la que el mundo quiere que tú vivas. Sorprende al mundo, es lo que nos dice el apóstol allí en el versículo 4. A estos les sorprende. Les parece extraño que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución y entonces os ultrajan. Si tú eres creyente, ya sabes qué pasa cuando tú anuncias el Evangelio a tu amigo, a tu familiar, a tu compañero de piso, a tu vecino. Ya sabes a lo que te enfrentas. Vas a enfrentar oposición, vas a enfrentar burlas, vas a enfrentar muchas cosas por causa del Evangelio. Ellos se van a escandalizar de que tú sigas a Cristo. Van a pensar que tú estás loco. que estás haciendo el ridículo y te van a insultar, te van a discriminar, te van a hacer a un lado, te van a dejar de hablar, ya no te van a escribir y cuando tú escribes no van a responder, te van a hacer a un lado por causa de Cristo. ¿Les ha pasado eso hermanos? ¿Es verdad lo que estoy diciendo? No estoy diciendo mentiras, esto va a pasar y eso lo dice el apóstol Pedro, te van a ultrajar, van a hablar mal de ti. Los mismos hermanos de Jesús, cuando comenzaba su ministerio. Llegaron a decir está fuera de sí. De Pablo Festo dijo lo siguiente Estás loco, Pablo. No te han dicho eso a ti también por ser cayente, estás loco, has perdido la razón. Estás viviendo en una utopía, crees todavía esos cuentos de la Biblia. Eso es lo que dice el mundo. Es lo que te dice el mundo a ti, querido joven. Pero qué dice la palabra? El versículo 5. Ellos. Quién es ellos? Aquellos que ultrajan, que te ultrajan, que son enemigos tuyos por causa del evangelio, darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Oh, qué frase! Es clara, ¿no? No hay mucho que explicar aquí porque está muy clara. Aquellos, los que se burlan, los que se escandalizan del cristianismo, los que menosprecian al Señor, los que persiguen a los cristianos, los que quieren acabar con cualquier cosa que tenga que ver con Cristo, un día tendrán que rendir cuentas delante del juez que ya está preparado. Algunas veces he confesado algunas de mis preferencias aquí desde el púlpito. Ya saben algunos que me gusta comer, el arroz con leche. Saben qué películas me gusta ver, los documentales. Pero también hay otro tipo de películas que me gusta ver, son las películas que tienen que ver con juicios. Me encanta un poco ver allí la dialéctica, la controversia que se genera entre el abogado defensor y el fiscal, defendiendo una causa, un acusado, mostrando las pruebas, un jurado que está atento, escuchando, tomando notas, a ver cuál va a ser el veredicto final y el juez preparado para dictar la sentencia. Así transcurren estas películas alrededor de los juicios. Y aquí tenemos un juicio con un agravante. Es un término que se utiliza en esas películas, ¿no? Un delito con agravante. ¿Cuál es el agravante? Que la persona injuriada, la víctima del delito, es la esposa del juez. Y hay otro agravante. Que el juez es testigo directo. Porque es Cristo. Cristo es el juez. Él conoce todas las cosas. Él ve absolutamente todo lo que sucede en el mundo. Él escucha las injurias que te hacen a ti por ser creyente. Él sabe que te maltratan. Él sabe en cuánto te odia por causa del Señor. Él ha sido testigo de eso. Y tú, como parte de la iglesia, eres la esposa del juez. Así que, ¿qué veredicto es posible en este caso? No hay ningún otro posible sino el veredicto de culpable. Y el Señor, Cristo, está con el martillo listo para dar el golpe diciendo, la sentencia es esta, sin apelativos. Cuando agrega el apóstol allí, que él está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos, lo que quiere decir es que nadie, absolutamente nadie, va a escapar al juicio del Señor. Nadie se puede esconder. Nadie puede tejer una maraña de mentiras para convencer al jurado de que lo que ha hecho no ha sido real. Nadie puede hacer eso. vivos y muertos van a comparecer delante del gran juez y él va a dictar su veredicto. Nadie puede escapar de eso. Luego sigue el versículo seis, porque por esto dice el Señor también ha sido predicado el evangelio a los muertos para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios. Bueno, este versículo a veces se saca de contexto para enseñar que el evangelio también se predica a los que han muerto. Pero eso no es lo que quiere decir. Según el contexto que estamos aquí estudiando, es muy sencilla. el significado que quiere transmitir Pedro con esta palabra. Son aquellos cristianos que ya murieron. Aquellos que recibieron el Evangelio, a quienes se les predicó el Evangelio, creyeron en Cristo pero ya están muertos. A esos a los que se refiere Pedro. Muchos de ellos murieron siendo perseguidos en el contexto de Pedro, muchos injuriados por causa del Evangelio. Recuerdan que las iglesias a las que Pedro está llevando esta carta, que los que vivían en lo que hoy es Turquía, era una iglesia perseguida. Estaba en un ámbito en donde querían los romanos hacer lo suyo, los griegos también hacer lo suyo. Todos eran enemigos del Evangelio. Nedón era emperador. Roma acaba de ser incendiada, así que la persecución iba a llegar pronto a estas iglesias. Así que Pedro dice eso a la iglesia. Muchos ya han muerto. Muchos de los nuestros, de los creyentes han muerto. Perseguidos, injuriados, con su reputación arrastrada por los ultrajes, por las falsas acusaciones. Esto significa que fueron juzgados en la carne conforme a los hombres. Los hombres en Cristo han juzgado a aquellos que eran creyentes y los han condenado. Incluso muchos de ellos fueron muertos, asesinados por la causa de Cristo. Por no haber continuado viviendo la vida pecaminosa. Esas personas muertas en carne viven, dice Pedro, en el espíritu conforme a la voluntad de Dios. Así que estas palabras de Pedro son unas tremendas palabras de esperanza para la iglesia. Si con nosotros pueden hacer lo que quieran, pueden insultarnos, pueden hacernos a un lado, pueden no dejarnos entrar a según qué sitios, incluso pueden llegar a matarnos. Pero lo máximo que pueden hacer es eso. matar nuestro cuerpo. Pero si eso llegase a pasar, hermanos, ya sabemos cuál es nuestra esperanza de la que hablamos. Estaremos con Cristo por la eternidad. Así que son palabras de consuelo. Estamos unidos a Cristo. Por lo tanto, somos muertos todo el tiempo como Cristo en la cruz. Así que los creyentes no se preocupen, dice Matthew Henry comentando ese versículo. Aunque el mundo los desprecie y los reproche, no te preocupes si estás abrazado a Cristo. Entonces esta es la parte negativa del mensaje de Pedro. Allí recordemos lo que dice en el versículo dos para no vivir el tiempo que rezan la carne conforme a las concupiscencias de los hombres. Esa es la parte negativa, pero ahora sigue la parte positiva, sino conforme a la voluntad de Dios. Si hay esas dos variantes, digámoslo así. Esto tiene mucho que ver con la comprensión de la salvación, hermanos y aquí permitan en hacer un paréntesis para explicar un detalle que es importante, que lo podamos entender con claridad. La salvación tiene que ver con el hecho de que Cristo murió en la cruz para lavarnos de todos nuestros pecados, para limpiar toda nuestra maldad, para ser blancos como la nieve, pero no para quedarnos en blanco. Tiene la otra parte. Ahora el Señor quiere llenar nuestro corazón con las virtudes de Cristo. Quiere conformar en nuestro corazón la imagen de su hijo. No es solamente vaciarnos del pecado, sino llenarnos de Cristo. En eso consiste la salvación, hermanos. No es solamente dejar de hacer aquello que antes nos apetecía, que antes nos deleitaba. Sí, es dejar eso, pero comenzar a hacer lo que a Cristo le agrada. Y es a eso a lo que se refiere entonces aquí el apóstol Pedro. La unión con Cristo habla de lo que significa mi relación con la iglesia y comienza a abordar el apóstol esa relación con la iglesia. El fundamento que me vincula en la comunión con los demás creyentes es un hecho fundamental. Es que mi hermano también está unido con Cristo. Así que si mi hermano está unido con Cristo y yo estoy unido con Cristo, qué es lo que sucede? Que los dos estamos unidos en Cristo, verdad? Es matemática simple, verdad? Cuando tenemos la oportunidad de ir con mi esposa a visitar los puntos de misión de la iglesia y yo creo que ha sido la experiencia de muchos de vosotros que habéis visitado otras iglesias sanas, Habéis encontrado que, aunque nunca hayáis visto a esos hermanos, cuando llegas allí te sientes como en casa. Te dan la bienvenida. Tú te sientes bien en ese lugar. Estás arropado por otras personas que jamás te han visto, pero que te consideran de hermano. Te invitan a comer. Tienen confianza contigo. Se ríen contigo. Sientes el afecto de ellos. Eso es lo que significa que la iglesia está unida al Señor Jesucristo. No estamos solos, hermanos. Estamos bien acompañados. Aquí hay un montón de hermanos que te aman a ti, que están vinculados al Señor como tú. Y es un enorme privilegio tener una familia tan grande como la familia de Cristo. Así que en la iglesia local es donde se manifiesta de una manera clara, con ojos y rostro, lo que significa estar unidos a Cristo. Donde yo puedo entender la profundidad y la riqueza de lo que es la familia del Señor. Así que al cambiar entonces a esta parte positiva, Pedro dice lo siguiente, más el fin de todas las cosas se acerca. Sí, hermanos, esto tiene un triple propósito. Por una parte, es una voz de aliento para nosotros de que todo esto que estamos sufriendo por causa del Señor Jesús un día va a terminar. Es una voz de aliento para el cristiano, para los que sufren. También es una voz de exhortación para nosotros. Si un día nos vamos a presentar delante del Señor, cómo vamos a vivir el tiempo que nos resta y a la vez es un puente entre aquella asunto negativo de la que Pablo habló. La que Pedro habló para dejar de vivir como el mundo a pasar ahora a vivir como Cristo, como el Señor quiere que vivamos. Ese es el propósito de esta frase. El fin de todas las cosas se acerca. No sé qué pensarías. Permítame ser un poco trágico. Si recibieras un diagnóstico que te dice más tu vida termina en el 2025. Qué harías tú? Intentarías poner las cosas en orden, verdad? Intentarías reconciliarte con aquellos que han sido con los cuales has tenido alguna confrontación. Intentarías ser fiel a la iglesia, asistiendo, animando, consolando, siendo tú mismo consolado. Viviría la vida de otra manera. Yo te quiero decir que es probable que no sea el caso de que en el 25 vengamos al Señor, pero un día va a pasar eso hermanos. Así que qué vamos a hacer en ese tiempo que nos resta? Es lo que Pedro nos quiere decir. Esa es la gran pregunta que debemos responder. Y aquí Pedro nos ayuda a responder esa pregunta. Sed pues sobrios y velad en oración. Si te quieres ocupar en tu salvación, se sobrio. Se sobrio y velat en oración. Esta palabra, esta afirmación de ser sobrios, ¿qué significa? Tiene que ver con mantenernos alerta, de mantener el control de nuestros deseos, de tener nuestra mente despojada, de tener ese dominio propio al cual el Señor nos ha llamado, de no dejarnos llevar por nuestros ímpetus, por nuestras emociones, por nuestros sentimientos, sino tener ese control. Y es un elemento muy importante para nosotros poder orar, con un sentido correcto al Señor. No sé si les ha pasado, hermanos, que están hablando con alguien y percibes que esa persona no te está prestando atención, que está pensando en otras cosas, como que tú le hablas y está despistada a la persona que tienes delante y eso realmente te molesta. Es bastante molesto estar con una persona que no está atendiendo a tu conversación. No sé si le ha pasado. Sí, yo creo que todos hemos vivido esa experiencia. Bueno, pues a esto se refiere el apóstol Pedro, a que cuando tú vengas al Señor, hazlo con dominio propio, con un sentido correcto en tu mente. Prepara tu mente para venir en oración al Señor. Aleja todas aquellas emociones que te van a distraer. Seguramente también te ha pasado a ti como creyente que te pones a orar y resultas pensando en alguna otra cosa y has dejado de orar hace un rato porque estás preocupado con tus temas. Pues bien, Pedro nos dice, céntrate, céntrate para orar como conviene, porque orar hermanos requiere esfuerzo. Requiere que nos concentremos. Requiere que nos dediquemos un tiempo al Señor. Requiere que estemos alertas para presentarnos delante de Él. Requiere que estemos entusiastas presentándonos delante del Señor y que nos acerquemos a Él con la esperanza de que Él nos está escuchando. Ese es el sentido. de orar al Señor, como dice el apóstol Pedro aquí, sed pues sobrios y velat en oración. La oración es el vínculo que podemos estrechar con nuestro Salvador, ese vínculo vertical. Y para Pedro era un asunto personal incluso. Todos recordamos qué pasó en Getsemaní cuando el Señor estaba orando y trajo a Pedro y a otros con él. ¿Y qué pasó con Pedro? Se quedó dormido. El Señor estaba orando y él se quedó dormido. Hasta tres veces el Señor vino allí y lo encontró durmiendo. Así que Pedro sabía lo que significaba dormirse mientras otro ora. Y sabía las consecuencias que eso acarrearía en el futuro. Por lo tanto habla allí con sentido propio, ¿no? Belat en oración, dice el apóstol Pedro. Y ya entra en el versículo ocho diciendo y ante todo tened entre vosotros ferviente amor porque el amor cubrirá multitud de pecados. Aquí nos está hablando de la preeminencia del amor sobre todo dice Pedro. La preeminencia del amor fraternal también es un tema que Pedro maneja a lo largo de toda la carta. Lo pueden buscar en el capítulo 1, versículo 22, capítulo 2, versículo 17, 3, 8, y en muchos otros lugares de toda la carta, Pedro está hablando acerca del amor fraternal. El amor al hermano es un mandamiento de Dios. Es algo que Dios te está mandando a ti. Es un imperativo. El Evangelio tiene unos indicativos, es decir, nos dice quiénes somos nosotros. Somos rescatados, estamos unidos a Cristo. Son cosas que el Señor ha hecho y que ahora nos ha vinculado por su gracia, pero también tiene una serie de imperativos. Es lo que espera el Señor que nosotros hagamos como consecuencia de la salvación en ese tránsito entre la muerte de Cristo y la esperanza. Hay un tránsito en nuestra vida, verdad? En ese trozo, qué es lo que vamos a hacer? Pues ahí aparecen los imperativos del Evangelio. Y un imperativo básico es este que Pedro pone en primer lugar allí. Tened entre vosotros ferviente amor. Ante aquella pregunta que hemos estado formulando, ¿cómo vas a vivir el tiempo que te queda? Pedro nos responde, ama a tu hermano. Ya vas a tener bastante ocupación para amar a tu hermano. Porque amar significa entregarnos, significa negarnos a nosotros mismos, significa renunciar a muchas cosas en las cuales nos sentimos cómodos por amor a mi hermano. Significa eso, mucha renuncia para amar a aquellos a quienes el Señor nos pide que amemos. Amar fervientemente a mis hermanos, sí, te va a ocupar mucho tiempo. Y a veces te vas a sentir mal de tener que hacerlo, porque el Señor te lo manda. ¿Por qué razón? Porque para amar necesitamos tener una piel dura, hermanos. Tenemos que tener mucha paciencia, como la que Cristo ha tenido con nosotros. Muchas veces te van a traicionar, muchas veces van a hablar mal de ti, te van a quitar el saludo, quizás por alguna exhortación que hayas hecho. El Señor te dice ama a ese hermano. Toma la decisión de amar. Toma la decisión de procurar el bien de tu hermano. Toma la decisión de llamar a tu hermano cuando ves que no viene a la iglesia, de entender qué es lo que está pasando en su corazón. Procura escuchar a ese hermano. Procura visitarle si tu hermano se encuentra enfermo. Procura atender sus necesidades que pueda tener. Eso se llama amar al hermano. No es un sentimiento allí que sale del corazón. Es una decisión que tomo de servir a mi hermano que está necesitando consuelo. Quizás necesita exhortación. Quizás necesita una palabra de aliento. Y allí nosotros debemos manifestar ese amor. Pedro sabe que las relaciones humanas son complejas. Es difícil entender el corazón de la gente. Tú crees algo y resulta que es otra cosa lo que pasa en su vida. Por lo tanto, es un esfuerzo grande que hacemos para amar a nuestros hermanos. El teólogo Gruden dice lo siguiente al respecto. Donde el amor abunda, las ofensas pequeñas y grandes son pasadas por alto. Pero donde el amor es escaso, cada palabra es vista con sospecha. Cada acción está sujeta a un malentendido y a generar conflictos para el perverso deleite de Satanás. Qué frase, ¿verdad? Cuando tú te estás peleando con tu hermano, ¿sabes quién se está riendo? Satanás se está riendo. Está aplaudiéndote. lo sigas haciendo. Cuando tú te reconcilias con tu hermano, le das un abrazo fraternal, cuidas por él. El que se ríe es el señor. Un aplauso también de parte del señor. Así que, hermano, ama al señor, ama al señor y ama a tus hermanos. Es el mandamiento, el resumen de todos los mandamientos del señor. Y comienza Pedro entonces a darnos algunos ejemplos de lo que significa amar a nuestro hermano. Y el ejemplo que pone aquí en el versículo 9 es la hospitalidad. Dice hospedados los unos a los otros sin murmuraciones. Una frase cortita, pero que tiene un gran contenido. La hospitalidad es un gran ejemplo práctico de lo que significa amar al hermano. En la época de Pedro era un asunto de necesidad vital. Cuando las personas cristianas tenían que viajar a otro lugar, no encontraban hoteles cinco estrellas como nosotros podemos encontrar hoy día. Sí, lo único que encontraron era una posada donde venía toda clase de gente, donde eran expuestos a muchas cosas, donde no había nada de Cristo en esos sitios donde se deberían hospedar. Así que encontrar una casa de un creyente que brindara el hospedaje a ese otro creyente, a ese hermano, era un Era un oasis para la persona que estaba trasegando por esa ciudad, viajando a esa ciudad. Pero es un ejemplo también práctico de amor, no solamente porque es una necesidad para quien viaja, sino porque hospedar o dar la hospitalidad a una persona nos resulta incómodo a nosotros. Tenemos que incomodarnos para hospedar a una persona. Quizás tenemos que irnos a dormir al sofá para que la persona pueda dormir en la cama. Es costoso porque además tenemos que brindarle la comida, ¿verdad? Y eso cuesta dinero. Sí. Pero sobre todo porque exponemos lo más íntimo que tenemos nosotros, que es nuestra casa. Nuestra casa es nuestro refugio, donde realmente nos sentimos seguros, protegidos. Por eso cuando abrimos nuestra casa para que venga alguien a hospedarse, estamos diciendo a esa persona, te amo. Es una expresión de amor hacia esa persona. Pero Pedro agrega que lo hagamos sin murmuraciones. Qué caro me está resultando esta persona, ¿verdad? Uf, ¿cuánto tiempo? Ya llevan tres días y todavía no se van. No, hagámoslo sin murmuraciones, como para el Señor. Hospitalidad, queridos hermanos, es un ejemplo que Pedro nos pone de lo que significa amar a nuestros hermanos. Luego agregan el versículo 10. Cada uno comienza diciendo. Cada uno según el don que ha recibido. Aquí Pedro está asumiendo una verdad que es importante que la entendamos. Si tú eres de Cristo, si tú eres creyente, el Señor te ha dado algún don o algunos dones para servir a tus hermanos. No son dones para que te los quedes en tu bolsillo para tu servicio. No es para eso que el Señor te ha dado dones o capacidades especiales. Es para que los pongas a los pies del Señor, sirviendo a la Iglesia de Cristo, sirviendo a tus hermanos. Cada uno, dice. según el don que ha recibido, ministrelo, es decir, entreguenlo en servicio a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Lo que quiero decir es que hay muchas formas de expresar la gracia de Dios, multiforme, muchas formas de servir tanto como los dones que el Señor nos da. Así que es eso, hermanos, cada uno de nosotros que tenemos alguna capacidad que el Señor nos ha otorgado como un regalo, como un don, es para ponerlo a servicio de la comunidad de fe, para nuestros hermanos, para fortalecernos mutuamente, para ayudarnos en este camino, que no estamos solos, que vamos con hermanos de la mano con ellos, para animarnos, para hacernos crecer en santidad. Otra vez esa respuesta, ¿cómo vas a vivir el tiempo que te resta? Pues haciendo esto, poniendo al servicio de los hermanos lo que el Señor te ha dado a ti. Estamos en una iglesia local, queridos hermanos. Y aquí permítanme dirigirme en particular a los miembros de la iglesia. ¿Cómo estás sirviendo a tu iglesia? El Señor te ha dado dones a ti si tú eres creyente. ¿Cómo estás aplicando esos dones para servir a tus hermanos? Hay muchas cosas que hacer en la iglesia. Hay mucho trabajo que hacer en la iglesia. ¿Qué estás haciendo tú para servir a tu iglesia? O vienes y te sientas a recibir el sermón y te marchas tan pronto a terminar el sermón y vuelves el siguiente domingo y así es tu vida cristiana. Permíteme decirte que si estás desaprovechando el servicio a la iglesia, estás desaprovechando el mayor recurso que tienes para crecer en santidad, que es relacionarte con otras personas. Allí rostro con rostro con tu hermano se afila tu espíritu, tu alma. No desaproveches esa gran oportunidad que tienes de servir a tus hermanos, porque allí vas a encontrar la forma de tú crecer en la medida que das a los otros las capacidades que el Señor te ha dado. Y enseguida Pedro da ejemplos, dos ejemplos sencillos de esos dones que el Señor da. El versículo 11, si alguno habla, dice hable conforme a las palabras de Dios. Cuando dice aquí habla, está hablando de la predicación de la palabra, de enseñar a la palabra, la palabra a otra persona, de disipular a otra persona, de enseñarle las verdades del evangelio a aquellos que recién comienzan, de aconsejar a un hermano que está pasando por alguna dificultad. Hablar. Pero hablar la palabra de Dios. no contarle lo que viste en la última película, sino aprovechar el tiempo que pasas con tu hermano. Es un tiempo a veces muy escaso para hablar del Señor, para preguntar cómo se encuentra con el Señor, para animarlo a orar al Señor, para consolarle si escuchas alguna dificultad que le está sufriendo, que está viviendo. A eso debemos dedicarnos cuando hablamos con los hermanos. Para hablar de las otras cosas ya tenemos suficiente con otras personas. Pero para hablar de Cristo, ahí está mi hermano, para hablar la palabra del Señor. Y el otro ejemplo que pone es ministrar. Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da. Y aquí otra vez, la palabra ministrar está dirigida en el sentido de servir a las necesidades que tienen mis hermanos, el cuidado de los necesitados, el cuidado de los pobres, de los que están enfermos, de poderlos visitar, de poderles brindar un vaso de agua al que viene tocando la puerta, de emplear la capacidad que se nos ha dado, el poder que se nos ha dado para servir a mis hermanos. Otra vez, los dones del Señor no son para que nosotros saquemos pecho delante de los demás, es para humildemente lavar los pies de mis hermanos. Para eso el Señor nos da los dones, no es para ninguna otra cosa. Y sí, hay muchas formas de servir, hermanos. Si sabes cantar, pues hay un grupo de música, puedes cantar. Si sabes decorar, pues hay muchas cosas, muchas oportunidades para decorar. Si sabes pasar un cable de electricidad, pues usa ese don que el Señor te da, esa capacidad que tienes para servir a tu iglesia. Si sabes hablar, puedes tomar tu teléfono y llamar al hermano que no vino el domingo pasado a ver si está enfermo. Sí, hay muchas cosas en las cuales puede servir. Así que, hermano, si eres miembro de la iglesia, actúa como miembro de la iglesia. Los miembros del cuerpo se ejercitan y crecen, ¿verdad? Se fortalecen. Un miembro que no se ejercita se va atrofiando, va perdiendo vitalidad, va perdiendo tono. Y al final termina siendo inútil. Un miembro que no está actuando. Por eso, querido hermano, sirve a tu iglesia. Sirve al Señor a través del amor expresado a tu hermano. Hazlo bien. Implícate al cien por ciento para que el Señor sea glorificado, tal como dice el texto bíblico, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenece en la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Si tú no eres creyente en Cristo y estás aquí por cualquier otra razón que no sea la de amar y estar unido con Cristo. Quiero repetir algunas de las frases que hemos estado meditando en este día. El fin de todas las cosas está cerca. El juez está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Por eso se ha predicado el Evangelio. Así que cómo vas a vivir el tiempo que te resta? Y nosotros, hermanos, los que somos de Cristo, evaluamos, evaluamos nuestra vida a la luz de los pecados que muchas veces nos resultan todavía atractivos de aquella vida pasada antes de Cristo y rompamos con ellos. Romper significa eso, romper, dejar nuestra relación con ese pecado para vivir para Cristo y hacer la voluntad de Dios que está expresada en estos ejemplos que acabamos de estudiar. Rompe, querido hermano, ya es suficiente, ya está bien el tiempo pasado antes de Cristo para haber vivido esa clase de vida. Ahora que estamos en Cristo, vivamos la clase de vida que el Señor quiere que vivamos para al final la gloria al Señor y que podamos venir a esta esperanza gloriosa. Confiando en que el Señor nos va a decir, ven buen siervo fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te tendré. Amén. Agradecemos al Señor. Nuestro Padre Celestial, queremos darte las gracias, Señor, por tu palabra, porque ella nos confronta, pero también nos anima, señor. Gracias, padre, porque tú eres así, tú eres un dios maravilloso. Que nos deja ver nuestra condición, pero también nos deja ver tu gracia y tu misericordia. Ayúdanos a vivir, señora, esta vida que tú quieres que vivamos, dejando atrás aquello que antes nos atraía y nos seducía. Para dejarnos seducir por ti, señor. y amarte con todo nuestro corazón. Te lo rogamos en el nombre de Cristo. Amén.
¡Ya es suficiente!
Series 1 Pedro
Sermon ID | 12252012466466 |
Duration | 1:01:03 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | 1 Peter 4:1-11 |
Language | Spanish |
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