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Le damos la bienvenida a la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, y le invitamos a que visite nuestra página web por gracia.es. Deseamos que Dios le bendiga ahora a través de su palabra. Quisiera invitarlos a que abrieran sus Biblias en la primera carta del apóstol Pedro, Vamos a estar leyendo desde el versículo 6 hasta el final del capítulo. Dice así la palabra del Señor. Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora, por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Vosotros que lo amáis sin haberlo visto, creyendo en Él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas. Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos. A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora son anunciadas por los que os han predicado el Evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo, cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles. Por lo tanto, señores los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado. Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia, sino así como aquel que os llamó de santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está, sed santos porque yo soy santo. Si invocáis por Padre aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuiste rescatado de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo como de un cordero sin mancha y sin contaminación. Él estaba destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por amor de vosotros. Por medio de Él creís en Dios. quien lo resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. Al obedecer a la verdad mediante el Espíritu, habéis purificado vuestras almas para el amor fraternal no fingido. Amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro, pues habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de hierba. La hierba se seca y la flor se cae, mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada. Oremos a el Señor. Padre, te damos gracias en esta noche por tu palabra. Te damos gracias también por el gozo de poderla compartir. Y te damos gracias, Señor, porque ella tiene vida, Señor. Padre, es un privilegio poder estudiar tu palabra. porque en ella, Señor, encontramos tus enseñanzas, encontramos tus exaltaciones, encontramos tu dirección. Te rogamos, Señor, que hoy la hagas viva en nuestro corazón, para tu gloria y para tu honra. Amén. Bueno, en el mes de agosto tuve la oportunidad de estar aquí mismo, llevando la predicación, y comenzamos a estudiar esta primera carta del apóstol Pedro. Y solamente para recordar algunos aspectos y situarnos un poco quisiera comentar que en aquella oportunidad hablábamos de la autoridad del escrito de Pedro, siendo Pedro uno de los apóstoles más cercanos del Señor Jesucristo. Y además comentábamos que el estilo literario de esta carta refleja, por un lado, la colaboración de Vesilas, o de Silvano, quien le ayudó a escribir la carta, pero por otro lado refleja el grado de madurez muy alto que ha logrado el apóstol en este momento cuando escribe la carta. Aquel hombre que nosotros reconocemos en nuestros evangelios como un hombre quizás tosco, un hombre sin mucha preparación intelectual, impulsivo, ahora resulta un hombre curtido por las experiencias, pero sobre todo un hombre transformado por el Señor. Y el Espíritu Santo le revela a Pedro con mucha claridad aquellas doctrinas básicas del Evangelio de salvación, tales como la doctrina de la soberanía, doctrina de la elección o de la santidad. Y quizás nos centramos en aquella oportunidad a ver algunos aspectos de estas doctrinas que reflejan los primeros cinco versículos de este primer capítulo de la carta de Pedro. Si tienen la oportunidad de hacer la lectura completa de toda la epístola, van a encontrar que Pedro tiene una capacidad interesante, importante, de poder articular en una forma especial aquellos verdades doctrinales con la vivencia cotidiana del cristiano. Es decir, él de alguna manera traduce las doctrinas y las pone en blanco y negro para que nosotros las podamos vivir. Y refleja de alguna manera las verdades básicas que tienen que ver con la vida normal, y se proyege esa palabra, la vida normal del cristiano. Y esa es probablemente la característica central de esa primera artístula de Pedro, la forma como él trata las doctrinas traducidas a una vida cotidiana. Pero no se trata solamente de un tratado de ética y de moral. Algunos estudiosos dicen que la primera epístola de Pedro es un tratado de ética y de moral cristiana. Pero como vamos a estar viendo hoy, no es solamente esto. Efectivamente trata con estos temas, pero no es solamente un tratado de ética y de moral cristiana. Va mucho más allá. Y esta tarde quisiera detenerme en dos temas que encuentro muy importantes en este pasaje que hemos leído y que, aunque en principio parece que son dos temas que están desarticulados, vamos a entender posteriormente que no lo están, sino que están compenetrados uno con el otro. El primer tema lo he titulado Las pruebas del cristiano y se centra alrededor de los versículos 6 y 7. Voy a volverlos a ver. Dice, por lo cual vosotros os alegráis Aunque ahora, por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. El pasaje nos desvela de alguna manera la respuesta a aquella pregunta que seguramente muchas veces nos hemos hecho. ¿Por qué vienen las pruebas a nuestra vida? ¿Por qué muchas veces nos enfrentamos a situaciones difíciles, duras, y que no podemos salir de ellas tan fácil o tan rápidamente como quisiéramos? La respuesta a este tipo de preguntas es una respuesta muy sencilla, pero a la vez difícil de llevar en nuestro corazón. Las pruebas vienen porque nos son necesarias. Las pruebas vienen porque nos hacen falta. Son indispensables para nuestra vida. Y lo son porque a través de las pruebas somos de alguna manera enfrentados a esas situaciones difíciles para ser depurados, para ser purificados, para ser santificados, para que nuestras impurezas y las escorias que tenemos en la vida salgan a flote y puedan ser entonces retiradas. Quizás una ilustración que nos sirve para entender un poco mejor esta verdad, la doy como una experiencia que viví en mi trabajo, Yo trabajaba en una entidad que tenía que hacer algunos artículos, algunos productos que sirvieran al sector agrícola en Colombia. Y uno de ellos era hacer unas pequeñas turbinas Pelton. Yo creo que todos saben qué es una turbina, una rueda adentrada para producir energía eléctrica. Se pone un chorro de agua y la rueda va dando vueltas y va moviendo un generador. Para hacer estas pequeñas turbinas, nosotros utilizábamos como material el aluminio. El aluminio lo sacábamos de los desechos de motores de automóviles, porque ese tipo de aluminio es un aluminio muy bueno. Sin embargo, pues, los pistones, este tipo de cosas los descartan en los automóviles porque dejan de cumplir algunas condiciones, pero el material sigue siendo bueno. Así que utilizábamos estos pistones, los poníamos en el crisol, en aquel recipiente que aguanta mucho el calor, y lo poníamos en una llama muy fuerte. Le agregamos algunos productos químicos para hacer que su fundición fuese mejor. Y lo sometíamos a esa temperatura alta hasta que el aluminio se fundía. Alcanzaba la temperatura de fundición y se volvía líquido completamente. Al volverse líquido, este aluminio comenzaba a flotar saliendo a la superficie las escorias. O sea, todos aquellos desechos, digamos, del aceite quemado y cosas de esas salían a la superficie y entonces podíamos retirarlas con una cuchara, las sacábamos de allí y quedaba el aluminio puro. Y ese aluminio en ese estado líquido podíamos vertirlo entonces en un molde para que el aluminio al solidificarse adquiriera la forma que nosotros queríamos, que era la de una turbina talco. Este era como el procedimiento así en general como trabajamos con el aluminio. Y eso es lo que el Señor hace con nosotros, de alguna manera. El ejemplo lo pone Pedro aquí, cuando habla de la prueba del oro. Nosotros no trabajamos con oro, porque es muy caro, pero trabajamos con aluminio. Y el procedimiento debe ser muy parecido. Las pruebas, las pruebas de fuego derriten nuestra vida. Y el Señor tiene que hacer eso con nosotros, fundirnos. Llevarnos de ese estado de dureza a un estado completamente manejable, por Dios. derretirnos, que seamos fácilmente moldeables, y de esta manera podemos adquirir entonces la forma que Dios quiere de nuestras vidas. Así que la respuesta al porqué de las pruebas es porque Dios nos quiere transformar, Dios nos quiere moldear como Él quiere, y Él quiere continuar su obra y terminarla nosotros. Surge entonces otra pregunta, ¿cuál es el fin último de las pruebas? ¿Cuál es el propósito superior de Dios? a tratar de moldearnos de esa manera. La respuesta la encontramos allí en el versículo 7. Para que sometida prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual se prueba, aunque perecero, se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Está claro entonces que las pruebas y el propósito final de Dios es que nuestra fe sea hallada en alabanza, en honra y gloria de Jesucristo. Esa es la finalidad del Señor. Es decir, para que Jesucristo sea exaltado, sea honrado, para que sea glorificado, es necesario que nosotros mengüemos. Es necesario que nosotros seamos fundidos. Es necesario que nuestras escobillas sean retiradas, que todas aquellas miserias de nuestra vida sean quitadas. Existe una condición necesaria para que el Señor Jesucristo crezca en alabanza, en gloria y honra, Es, vuelvo y repito lo que decía Juanes Bautista, es necesario que él crezca y que yo mengüe. Si lo mismo podamos decir nosotros en medio de las pruebas, ¿no? Es necesario que el Señor crezca, en medio de ellas, y que nosotros mengüemos. Esas pruebas entonces son necesarias para que nuestro ego disminuya, para que entendamos nuestra total dependencia de Dios, para que entendamos nuestra profunda necesidad de Dios, comprendamos plenamente nuestra incapacidad total y nuestra gran necesidad de él. Solamente así Cristo será exaltado y solamente así Cristo será honrado y solamente será alabado de esa manera. La persona que no conoce a Jesucristo, cuando supera una dificultad o cuando logra un éxito, ¿cómo reacciona? Normalmente sale engrandecido cuando supera una dificultad. Su ego se crece. Se oyen cosas como las que escuchamos hace un par de semanas de este futbolista Cristiano Ronaldo. No sé si escucharon sus declaraciones. Le preguntaban acerca de quién iba a ser el mejor jugador del mundo. Y él decía, yo soy el primero, el segundo y el tercer mejor jugador del mundo. Esa es su respuesta. Cuando un cristiano, pero no de nombre, como Cristiano Ronaldo, sino un cristiano de verdadero, sale de una prueba, dice Jesucristo. Tú eres el primero y el último. Tú eres el alfa y la omega. Tú eres el todo de mi vida. Y esa es la gran diferencia. Una última idea que quisiera compartir alrededor de este primer tema es lo que expresa el versículo 8. Dice, vosotros que lo amáis sin haberlo visto y creyendo en él, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inepable y glorioso. Así que ese versículo expresa que nuestra fe probada produce gozo y produce gloria. ¿Y qué tipo de gozo? Dice, produce un gozo inefable. Y la palabra inefable significa que es algo que no se puede explicar con palabras. Y esa es la clase de gozo que el Señor produce en nuestros corazones cuando nos somete a una prueba, nos somete a esas pruebas de fuego y luego nos sacan victoria. Es un gozo profundo que no se puede explicar con palabras. que trasciende más allá del gozo que ofrece el mundo. Es un gozo supremo, un gozo maravilloso. Pasando al segundo tema, que quizás es el tema central del mensaje de esta tarde, lo he llamado el tema hace tantos, como dice el título del mensaje de hoy. Este pasaje que leemos a partir del versículo 3 en adelante, nos está hablando de dos estados, del ser humano. Un estado de ignorancia, por un lado, y un estado de entendimiento, un estado de conocimiento. Samuel Barceló hace unos domingos nos estuvo hablando acerca de que la historia de la humanidad está dividida en dos, antes de Cristo y después de Cristo, y que así mismo nuestra propia historia, la historia personal nuestra, también está dividida en dos. Nuestra historia antes de Cristo y nuestra historia después de Cristo. Pues bien, una de las características de esa vida antes de Cristo es precisamente la ignorancia. La ignorancia. Es al menos paradójico o contradictorio que estemos viviendo esta época, una época de transición entre lo que la gente ha llamado la sociedad de la información a una sociedad del conocimiento. Ustedes oyen hablar con mucha frecuencia de que estamos entrando en la edad del conocimiento. Se asegura entonces que el conocimiento es la fuente de toda riqueza y que a través del conocimiento entonces puede haber una transformación social, una transformación económica, una transformación total del mundo. Y ese es el slogan favorito de esta sociedad del conocimiento. Tendrían toda la razón si se estuvieran refiriendo al conocimiento de Jesucristo. Les hallaría toda la razón. pero resulta que no se están refiriendo al conocimiento de Jesucristo, se están refiriendo al conocimiento científico, al conocimiento intelectual, al conocimiento tecnológico, los cuales en sí mismos no tienen nada de malo, pero el problema es que ese conocimiento se ha idealizado, se ha enviesado, y está produciendo entonces no una mejor sociedad como ellos predican, sino una sociedad más desigual, una sociedad más vulnerable, una sociedad más injusta. Está produciendo personas más solas, personas más deprimidas, personas más egoístas. Ese es el fruto de la sociedad del conocimiento. Por lo tanto, queda muy claro que en plena edad del conocimiento, la ignorancia espiritual es el común denominador de nuestras sociedades. Ese estado de ignorancia espiritual se caracteriza según este pasaje de la Biblia en dos cosas, el versículo 14 dice lo siguiente, como hijos obedientes no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en nuestra ignorancia. Otra versión de la palabra dice, no amoldándoos a las antiguas pasiones. Es decir, una característica de esta sociedad de la ignorancia, diría yo, de la ignorancia espiritual es precisamente las pasiones de la carne darle rienda suelta a las pasiones y esa es una de las características de la sociedad del día darle rienda suelta a todo lo que la carne pida a todo lo que la carne quiera el versículo 18 también dice pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir y ese término vana en el diccionario se traduce como inútil como infructuosa, como que no lleva fruto, evidentemente porque es un pánfano que no está en la vida. Una vida sin Cristo, una vida ignorante, espiritualmente es una vida vana. Arturo ahora hablaba acerca de Salomón. Salomón descubrió eso en su inteligencia. Descubrió que la vida es vanidad y que todo es vanidad, todo lo que ofrece la vida. la vida sin Cristo. Efectivamente es vanidad, no tiene ningún fruto. Es infructuoso. Esas son dos características de la sociedad actual, de la sociedad del conocimiento. Rienda suelta a las pasiones de la carne y una vanidad tremenda. Los objetivos de la sociedad hoy día, de la sociedad sin Cristo, ¿cuáles son? Poseer riqueza, tener poder. Esto es lo que busca la sociedad. tener la casa más grande, el coche más nuevo, los mejores títulos, eso es lo que busca la sociedad. Y Salomón dice vanidad de vanidades, todo eso es vanidad. Por otro lado, el conocimiento de Jesucristo revelado a nuestros corazones por el Espíritu Santo produce en nosotros unos cambios, unas transformaciones que son fundamentales. Pedro lo describe aquí de la siguiente manera. Dice, en primer lugar, ceñidos los lomos del entendimiento. Bueno, ¿qué significa eso de ceñirse los lomos? Es un término que hoy día no utilizamos. En aquel tiempo se utilizaba. Estuve averiguando un poco qué significaba ceñir los lomos y encontré dos significados. Uno de ellos es recoger los extremos de las vestiduras, porque en aquel tiempo no se usaban pantalones, no se usaban vestiduras largas. Entonces era recoger un poco las vestiduras y atárselas en la cintura para poder hacer un ejercicio físico. O sea, era alistarse para ejercitarse, en otras palabras. Y la expresión llegó a utilizarse con mucha frecuencia para referirse a prepararse para una intensa actividad. Eso era ceñirse los lomos. Otra interpretación un poco parecida es, significaba ponerse un cinturón. La gente cuando llega a su casa, igual que hacemos hoy día, nos ponemos cómodos, nos quitamos los abrigos, nos ponemos la bata, pues ellos hacían lo mismo, se quitaban su cinturón, se dejaban las vestiduras sueltas. Pero cuando iban a salir, pues se ponían su cinturón, se ceñían, digamoslo así, el cinturón. En todo caso, el efecto es el mismo, es prepararnos para una actividad. Y Pedro dice aquí, ceñir los lomos de vuestro entendimiento, es decir, preparen su entendimiento para la actividad. La vida cristiana es una vida activa, no es una vida pasiva. La otra cosa que dice Pedro es ser sobrios. ¿Qué significa ser sobrios? Significa sencillamente tener el control de los cinco sentidos. Tener todo el control de los sentidos es abusarlos para una actividad también. Es todo lo contrario de estar ebrios. Ser ebrios es perder el control. Entonces comienzan a decirse cosas barbaridades, comienzan a hacerse cosas que no son las que uno quisiera, porque se ha perdido el control. Ser sobrio es tener el control y tener abusados los sentidos para poder actuar. El escritor de Hebreos dice allí en Hebreos 5.14, el alimento sólido es para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. Esa es la idea que se transmite con esto de ser sobrios, es ejercitar nuestros sentidos en ese proceso de discernimiento, en ese proceso de identificación de lo bueno y de lo malo. Y el otro aspecto que toca a Pedro es el tener nuestra esperanza puesta por completo en la gracia que se manifiesta plenamente cuando Jesucristo venga. Es decir, nuestra esperanza no está en nuestras posesiones materiales, no está en nuestra salud, no está en lo que tengamos, que ha sido dado por Dios, sino está solamente en Jesucristo. Esa es nuestra expectativa de vida, o debe ser nuestra expectativa de vida, nuestro objetivo de vida en esa manifestación de Jesucristo. Pasamos, por lo tanto, de un estado de ignorancia espiritual, en el que sólo hacemos caso a nuestras pasiones, en que solamente vivamos unas vidas infructuosas a una vida llena de esperanza, a una vida activa, a una vida expectante en Jesucristo. Así que se trata no solamente de dos estilos de vida, porque no estamos hablando de estilos de vida. Estamos hablando de dos vidas que son completamente diferentes, incluso que son antagónicas entre sí. Y quizás para poder entender mejor aquellas diferencias entre este tipo de vida y que no solamente es un estilo, es necesario abordar el tema de la santidad de Dios, como lo hace Pedro, aquí en su carta. Versículo 15 dice, Emil Brunner, un teólogo suizo, escribió lo siguiente, Desde la perspectiva de la revelación, lo primero que debemos afirmar sobre Dios es su soberanía. Y este primer punto está íntimamente ligado con un segundo punto, tan estrechamente ligado que cabría la posibilidad de preguntarse si no se debería comenzar por este segundo. Dios es el Santo. De hecho, Santo es el calificativo más vinculado al nombre de Dios en la Palabra. Y encontramos muchos ejemplos. En Apocalipsis 15.4 dice, ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Pues sólo tú eres santo. En Éxodo, al otro extremo de la palabra, Éxodo 15.11, dice, ¿Quién como tú llegó entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terribles maravillas, hacedores de prodigios? Isaías, que es el pasaje que leímos hace un rato, Después de escuchar, o escuchó mejor a los serafines cantar, Santo, Santo, Santo Jehová de los ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria. Casi es el mismo canto que escuchó Juan allí en el Apocalipse, ¿no? Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que es, el que era y el que ha de venir. La iglesia misma está llamada a dar alabanzas a la santidad. Allí en los salmos encontramos cantar a Jehová, vosotros sus santos, y celebrar la memoria de su santidad. Y el mismo Señor Jesucristo nos enseñó en su oración, en su modelo de oración, santificado sea tu nombre. Y habla precisamente esta oración en sus primeras frases de estas dos características de Dios, de la soberanía. Padre nuestro que estás en los cielos, Dios soberano, santificado sea tu nombre, Dios Santo. El reconocer este atributo de Dios no significa, en todo caso, que lo podamos comprender plenamente. Nosotros, los seres humanos, estamos acostumbrados a medirlo todo para poder entenderlo. Ustedes, hablamos de medir la inteligencia de las personas a través del coeficiente intelectual. Decimos que si las personas tienen menos de 100 van un poco mal. Las que tienen más de 100, pues son muy inteligentes. También nos inventamos aparatos, ¿no? Nos inventamos el termómetro para medir la temperatura, el barómetro para medir la altitud. Y todo eso es necesario para poder comprender las cosas. Así que, si pudiéramos inventar un aparato, nos inventaríamos un centímetro para medir la cantidad. porque estamos acostumbrados a establecer ese tipo de graduaciones. Entonces, en ese centímetro, vamos a suponer que tiene una escala de 1 a 100, ubicaríamos en la escala más baja quizás aquellos grupos de personas que son, por ejemplo, los delincuentes, los maltratadores, los pervertidos, en un nivel muy bajo. Quizás les daríamos unos 2 o 5 puntos. En un segundo nivel, quizás pondríamos al común de la gente, estarían marcando por allí 40 o 50 de santidad. Muchos dicen algo. Y también encontraríamos personas muy buenas, personas altruistas que han entregado su vida por el servicio de la humanidad. Encontraríamos a personas como Nelson Mandela, como Teresa de Calcuta. Y quizás ellos en esa escala de una nación estarían ubicados por allí a los 60 o 70. Y obviamente, al pensar en Dios, lo colocaríamos al final de la escala, en la escala más alta, el valor más alto. Pero esta concepción humana de la santidad evidentemente no concuerda con lo que es el concepto de la santidad de Dios. Porque al pensar de esa manera, de alguna manera, estaríamos diciendo que la santidad es un bien común a toda la gente. Y no es así. La santidad no es un bien común para todos. O sea, no hay personas que sean más o menos santas. O son santos o no son santos. Así de sencillo como dice la palabra de Dios. Tampoco podemos definir la santidad de Dios solamente en términos de ética o de moral o de valores. Porque esto tiene que ver con la conducta humana y con el juicio humano. Y de alguna manera estaríamos relativizándola. Porque estos juicios humanos dependen mucho de las circunstancias. Cambian con el tiempo, cambian con los lugares. Mientras que la santidad de Dios es única, no se puede cambiar. No depende de las situaciones de los tiempos, ni de las sociedades, ni de los lugares. Es absoluta, es trascendental. El significado de la santidad está más relacionado con el concepto de separación, de dedicación. Así, un pueblo santo, según la Biblia, es un pueblo que ha sido separado, o apartado por Dios para honrarlo a Él. Esta idea está presente, por ejemplo, en el libro del Éxodo. Cuando estudiamos el libro del Éxodo y vemos cómo Dios ordena que algunos objetos sean santificados, es decir, sean tomados a parte para un oficio particular, que es el oficio en el templo, eran objetos entonces santificados. Y quizás la oración de Jesús allí en el en Juan capítulo 17 nos da también la misma idea dice en alguna parte de la oración y por ellos está hablando Jesucristo y por ellos yo me santifico a mí mismo para que también ellos sean santificados en la verdad y esto no quiere decir para nada que Jesús está adquiriendo un grado más de santidad porque Él es el Santo está sencillamente diciendo yo me aparto yo me dispongo Yo me separo para cumplir un fin. Y ese fin es salvar a este pueblo de la muerte. La santidad entonces es la característica de Dios que lo separa completamente de la creación. Es la característica de Dios que lo coloca aparte. Dios es el santo. Lo coloca en una dimensión completamente diferente, que no es una dimensión humana. es una santidad trascendental y diferente de Dios, que se caracteriza al menos por los elementos que voy a comentar ahora. El primer elemento es la voluntad. La santidad es un concepto personal y activo, y por lo tanto interviene la voluntad. Nos equivocamos al afirmar que la voluntad última de Dios es que el ser humano sea feliz. Esa no es la voluntad última del Señor, porque esa sería una actitud centrada en el hombre. La voluntad última de Dios es que Él, Dios, sea reconocido y proclamado como Dios verdadero. Esa es la voluntad suprema de Dios. En ese sentido, Dios mismo se reconoce como un Dios fuerte y celoso. Así lo describe la palabra. Es decir, la voluntad de Dios la ejerce sobre toda otra consideración y por lo mismo rechaza cualquier intento de atropello de esa dignidad de Dios. vuelca toda su voluntad y sus actos para que su gloria sea reconocida. Esa gloria de Dios causa por un lado gozo a la iglesia, pero por otro lado causa repulsión a los que no son sus hijos. Sea como sea, al final de los tiempos todos reconocerán la grandeza de Dios, algunos para gozo y otros para muerte. Una segunda característica de la santidad de Dios es la ira, la ira santa de Dios. Esto no tiene nada que ver con la reacción humana y emocional que solemos identificar como el enfado. Se trata más bien de la posición apropiada y necesaria que el Dios Todopoderoso y Santo asume contra todo aquello que se le opone. Esa es la ira santa. Es decir, Dios se toma en su papel de Dios en serio. Y por ello no permite que nada ni nadie se venga a ocupar un lugar que no le corresponde. Por eso la idolatría se constituye en un pecado especialmente abominable a los ojos de Dios. Porque la idolatría trata de usurpar ese papel que le corresponde única y exclusivamente a Dios. Otra característica es la justicia. Habiendo mencionado anteriormente, la voluntad de Dios surge como consecuencia inevitable que la voluntad de Dios es siempre justa. La justicia es por lo tanto la expresión de un sentido ético de la santidad de Dios. Así que la justicia de Dios debe constituirse realmente en el fundamento de cualquier tipo de moral de la que se quiere hablar, una moral verdadera y perdurable. Como consecuencia de ello, cuando Dios no es reconocido, la moralidad, no importa cómo se llame o cómo se le coloque de alta, la moral entra en decadencia, como está sucediendo con la civilización contemporánea. Es realmente el deseo de honrar a Dios y obedecerlo el que en última instancia posibilita un comportamiento realmente ético y moral. Todo lo que se aparte de ahí no es otra cosa que fachada. Todos somos testigos hoy de la moral del mundo, de la ética del mundo, la decadencia en que se encuentra. Cuando escuchamos hablar, escuchamos aquellas noticias, por ejemplo, que los grandes banqueros saben de sus bancos con unas investaciones de alrededor de 100 millones de dólares? Porque los bancos han quebrado y salen con ese dinero. Decimos, no existe ninguna moralidad aquí. ¿Cuál es la ética de la que habla la sociedad actual? Y el cuarto elemento de la santidad de Dios es su majestad, es la dignidad. el poder supremo de autoridad, el Señor Hijo y la grandeza de Dios. El elemento de la majestad relaciona entonces la idea de la santidad con la idea de la soberanía. Comprender la santidad de Dios es comprender, de alguna manera, su majestad. Y esa majestad es tan avasalladora que resulta insoportable para los seres humanos. La Biblia nos relata varios encuentros de este tipo. Por ejemplo, Isaías. Tuve una misión del Señor sentado sobre un trono, lo diríamos pasajes impuestos, alto y sublime, y escucho las alabanzas al Dios Santo, Santo, Santo. ¿Y su respuesta cuál fue? Hay de mí que soy muerto, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de un pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey Jehová y los ejércitos. Esa es la majestad de Dios. también tuvo una visión de Dios. Fue invadido de temor y contestó lo siguiente, oí y se movieron mis entrañas, a la voz temblaron mis labios, su visión entró en mis huesos y dentro de mí me estremecí. Esa es la majestad de Dios y eso produce en nuestro corazón. Cuando el apóstol Juan recibió la revelación de la gloria de Cristo y al ver al Señor parado en medio de los siete candeleros de oro cayó, dice, como muerto a sus pies. Esa es la majestad de Dios. Esas cuatro características de la santidad de Dios, su majestad, su señorío, su voluntad de ser proclamado y reconocido como Dios, su santa ira y su justicia perfecta, son las invocadas entonces por el apóstol Pedro cuando nos dice, porque el que lo llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir. Sed santos porque yo soy santo. podríamos de alguna manera parafrasear este versículo diciendo es decir sed santos porque yo soy el señor majestuoso y soberano por encima de todo sed santos porque es mi voluntad ser reconocido como Dios porque soy fuerte y celoso sed santos porque cumplo mi papel de Dios en serio y nada ni nadie me usurpará ese papel sed santos porque yo soy justo Hablábamos hace un momento que el ser santo no tiene nada que ver con la escala, con una escala de graduación que nosotros como humanos pudiésemos hacer, una escala de graduación de la bondad, sino tiene que ver con el hecho ya real de sus hijos de haber sido separados o apartados como pueblo suyo. En otras palabras, hemos sido declarados santos, lo cual implica que hemos sido dedicados para Dios. para su gloria, para su honra. Así que el llamado de Pedro consiste en vivir como tales, en vivir como santos, en vivir como personas apartadas y separadas para la gloria de Dios. Es decir, que toda nuestra vida honre y glorifique el nombre de Dios. Calvino expresa esta demanda de Dios en los siguientes términos. Dice lo siguiente, el blanco y el fin de la regeneración es que en la vida de los fieles se vea armonía y acuerdo entre la justicia de Dios y la obediencia de ellos, y de este modo ratifiquen la adopción por la cual han sido admitidos en el número de sus hijos. Este llamado entonces a la armonía con la santidad de Dios nos lleva a afirmar que el Evangelio no es una doctrina teórica y de solo palabras, sino que el Evangelio es un Evangelio vivo, es práctico, trasciende estas cuatro paredes del templo para llegar a todo rincón de nuestras casas, de nuestros trabajos y a todo instante de nuestra existencia. Sin embargo, a la luz de nuestras propias experiencias resulta evidente que no tenemos más remedios que admitir nuestra total incapacidad natural para vivir en esa armonía con el Señor, en esa armonía con la santidad de Dios. Gracias a Dios porque Él es infinitamente bueno con nosotros. Y para cumplir su propósito señalado de ser reconocido y exaltado como el Dios del Señor, ha prometido terminar la obra que comenzó en nosotros. Y la terminará. El que comenzó la obra en vosotros, la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Esa es la palabra. Y para cumplir ese propósito, el Señor nos ha provisto de unos medios en los que podemos apoyarnos, aunque eso sí sabemos que la perfección en la santidad solamente será posible cuando lleguemos a su presencia. La perfección en la santidad. Como dijo Spurgeon, y está bien en los boletines esta frase, dice, este será el caso con todos los creyentes uno de estos días, pero no aquí. Se me llama la atención esa frase que utiliza Spurgeon, ¿no? Uno de estos días. como refiriéndose a algo muy cercano, muy familiar. Es un sentido de inminencia. Es un sentido de inminencia, no va mucho más allá. Nosotros los que estamos aquí, cada día que pasa, cada domingo que nos encontramos, estamos más cerca de ese encuentro con el Señor. No sé si la gran mayoría de los que estemos aquí vamos a superar el año 2050. Lo más seguro es que no. Quizás lo más seguro que tenemos en la vida es nuestro encuentro con el Señor. Todas las demás cosas son transitorias, son inseguras. Hoy tenemos a nuestros hijos, mañana no sabemos dónde estarán. Hoy tenemos nuestras casas, nuestro trabajo, mañana no sabemos qué va a pasar. Pero una cosa sí es completamente segura, es que muy pronto, más pronto que tarde, estaremos delante del Señor. y sólo entonces podemos decir que somos o seremos santos delante de él. Las operaciones realizadas por el Espíritu Santo para conducirnos en ese proceso de santificación son, de alguna manera, instrumentalizadas, por así decirlo, por unos medios internos como son la fe, la fe que el Señor ha puesto en nuestro corazón, y la cooperación de nuestra voluntad, eso sí, nuestra voluntad regenerada por la gracia de Dios. Y también por los medios externos de los que habla la Palabra, la Palabra de Dios, la oración, el compañerismo y la disciplina providencial de Dios. De una de ellas ya hablamos cuando tratábamos el tema entonces de las pruebas que Dios nos envía. Son parte de ese proceso, de la disciplina de Dios. que nos funde, así como damos el ejemplo de la aluminia tela, nos funde, nos derrite completamente, para entonces ser moldeados como solamente Dios quiere. Somos como ese barro en las manos de la pared. Él y sólo Él puede hacer de nosotros o construir de nosotros esa santidad. Resulta imposible, en este mismo momento, profundizar en la explicación de los demás elementos que he comentado acerca de la santidad. Y solamente quisiera mencionar uno de los efectos que producen aquellos instrumentos, uno de los frutos de la fe. Y me refiero particularmente al arrepentimiento. El arrepentimiento no es otra cosa que nuestro humilde reconocimiento de la grandeza de Dios y de nuestro estado de necesidad de Él. Ese es el arrepentimiento. El arrepentimiento tiene dos partes. Una primera que Calvino llama muy bien como la mortificación. Y hace referencia al dolor. Hace referencia entonces al terror en nuestro corazón cuando nos damos cuenta de nuestro pecado. Por el conocimiento del pecado y ese sentimiento del juicio de Dios. Ese sentimiento de juicio de Dios entonces nos lleva a sentirnos humillados delante de él, abatidos delante de su presencia. Es el hacernos entonces conscientes de nuestro estado y de nuestra condición frente a la santidad de Dios. Eso es lo que Calvino llama la mortificación. El segundo elemento es la vivificación, o sea, es lo contrario. Una cosa es la mortificación y otra cosa es la vivificación. Y la vivificación se refiere a la consolación que nace de la fe en la misericordia de Dios y en el papel del abogado que tenemos en Jesucristo, para defendernos delante del Padre, para abogar por nosotros, lo cual produce en nosotros entonces un deseo y un anhelo por vivir bien, por vivir una vida santamente. Esta segunda parte del arrepentimiento es la que se presenta solamente en los santos. Esto es, en los separados, en los adoptados para Dios, en los apartados para Él. El hombre y la mujer sin Dios no puede tener esa segunda fase del arrepentimiento, aunque sientan dolor por su condición de pecado. En la Palabra encontramos varios ejemplos, como el caso de Saúl. Pero quizás el más claro de todos es el caso de Judas. Esa es la palabra que él se arrepintió. Pero ese arrepentimiento no llegó a esa segunda fase de vivificación, sino a que él se arrepintió para muerte. Es decir, él sintió el dolor, él sintió el terror en su corazón frente al pecado, al conocimiento que tuvo de su pecado y a ese sentimiento del juicio de Dios. Pero no produjo vida en él. sino produjo todo lo contrario, produjo muerte. Y es que el hombre sin Dios está condenado a sentir ese terror frente a la santidad de Dios. Trata de ocultarlo de mil maneras, el hombre sin Dios. Trata de ocultar ese terror ante Dios. Pero el hombre sabe que tarde o temprano tiene que enfrentarse al juicio de Dios. Una conclusión que podemos deducir de estas verdades es que el arrepentimiento, más que un hecho puntual o aislado en nuestra vida, debe ser una actitud permanente, una actitud continuada de nosotros. Ese contraste entre nuestra vida, nuestros pensamientos, nuestras actitudes, nuestras palabras, ese contraste entre lo que somos y lo que es la santidad de Dios produce el arrepentimiento en nuestros corazones. Pablo lo dice con claridad. Dice, Pablo, miserable de mí. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Esta es la mortificación a la que se refiere Calvin. Pero después Pablo agrega, gracias doy a Dios por Jesucristo, Señor nuestro. Es la segunda parte, la vivificación. Para concluir, quisiera que leyéramos los primeros seis versículos del capítulo 42 de Job, capítulo 42, versículos 1 al 6. Dice así, respondió Job a Jehová y dijo, Yo reconozco que todo lo puedes y que no hay pensamiento que te sea oculto. ¿Quién es el que, falto de entendimiento, oscurece el consejo? Así hablaba yo y nada entendía. Eran cosas demasiado maravillosas para mí que yo no comprendía. Escúchate, ruego, y hablaré. Te preguntaré y tú me enseñarás. De oídas se conocía, mas ahora mis ojos te ven. Por eso me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza. Cuando reconocemos la grandeza y la santidad de Dios, nuestra reacción natural es esa, aborrecer nuestro pecado. y quizás ese es un paso esencial para producir la santificación de nuestro corazón. Amén.
Sed Santos porque Yo Soy Santo
Series 1 Pedro
Dios requiere de nosotros santidad, para poder entrar en su presencia. En las pruebas y dificultades de la vida, Dios funde nuestra alma para limpiarnos de toda impureza y moldearnos a imagen del Señor Jesucristo.
Sermon ID | 1214081831325 |
Duration | 49:12 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | 1 Peter 1:6-25 |
Language | Spanish |
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