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Le damos la bienvenida a la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, y le invitamos a que visite nuestra página web por gracia.es. Deseamos que Dios le bendiga ahora a través de su palabra. Bien, hermanos, hoy continuamos con nuestra serie de la primera carta del apóstol Pedro. Así que los invito a abrir sus Biblias allí en Primero de Pedro, Primero de Pedro capítulo 3. Vamos a leer desde el versículo 13 hasta el final del capítulo. Primera de Pedro 3, a partir del 13. Dice así la palabra del Señor. ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño si vosotros seguís el bien? Mas también, si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere que haciendo el mal. porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados y el justo por los injustos para llevarnos a Dios, siendo la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu, en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva, no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios por la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades. Hasta aquí la palabra del Señor. Vamos a orar al Señor. Padre, nos acercamos con reverencia a tu palabra, la abrimos para buscar en ella, Señor, aquella palabra que tú nos quieres transmitir en esta mañana, Señor, buscar esas verdades preciosas que tú has revelado para tu iglesia. Queremos estar atentos, Señor, por eso rogamos que tú nos ayudes a dejar a un lado las preocupaciones, los afanes del día a día, para centrarnos en aquello que tú nos vas a hablar. y que tengamos un corazón dispuesto no solamente para escuchar, sino también para hacer en obediencia a lo que tú nos mandas. Te lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén. Me gusta revisar un poco la historia de los monumentos que hay en las grandes ciudades, incluso de algunos templos que se han construido en otras épocas. Para ver un poco la historia, porque la historia de estos monumentos normalmente revelan cuál era el pensamiento del pueblo, el ejecutor, el artista transmitía la verdad que entendía un pueblo a través de esas obras de arte. En el caso de la Esperanza, la Esperanza era una diosa honrada por los romanos y ellos elevaron muchos templos a esta diosa. Según ellos creían, la Esperanza tenía dos hermanos. Uno era el Sueño, porque en el Sueño hacían una pausa de las dificultades, de las penas que estaban sufriendo. Y el otro hermano era la Muerte, porque en la Muerte se terminaban todas las penas. Ellos solían dibujar a la esperanza con alas porque suele volar cuando estamos a punto de cogerla, ¿verdad? Suele volar. Y hay un artista que se llama Gravelot, él dibujó la esperanza, la dibujó recostada en la prueba de un barco, de una nave, sostenida en su mano o estaba apoyada en su mano en un ancla y tenía una actitud expectante en su vista. Tenía fija la mirada en el arco iris, esperando un poco un tiempo más tranquilo. Tenía en su cabeza una corona de flores, como una especie de antesala para esperar los frutos de la cosecha que pronto llegaría. Esa era un poco la expectativa que tenía la gente sobre la esperanza. De hecho, esa representación que acabo de comentarles se corresponde con la definición que nosotros encontramos en el diccionario de qué significa la esperanza. Si ustedes buscan van a encontrar que la RAE dice que la esperanza es el estado de ánimo basado en la expectativa de alcanzar resultados favorables, esos resultados favorables que se desean. Alguna vez estuvimos comentando que el apóstol Pedro se suele denominar como el apóstol de la esperanza. Y es justamente porque él explica en toda su carta cómo convive el sufrimiento con la esperanza. Pedro nos enseña que para el creyente la esperanza no es un estado de ánimo, no es un asunto emocional, sino es una certeza. Es una certeza que se sustenta en la salvación en virtud de la obra de Cristo en la cruz del Calvario. No es una expectativa por allí que puede tomar alas y volar, sino es algo seguro que está en el corazón del creyente, una certeza de su salvación por Cristo. Y esa certeza que tiene el creyente le permite entonces vivir de una manera diferente a como lo hace el resto del mundo, el mundo sin Cristo. Y el texto de esta mañana Nos enseña cómo encaja realmente esa esperanza en medio del sufrimiento. Pedro, en resumen, lo que nos está diciendo es sigan haciendo el bien, aunque esto implique sufrir y ser blanco de burlas, de críticas, de difamaciones. Pero estén preparados para explicar por qué razón tienen esa esperanza. una esperanza que no volará, que es segura en las manos del creyente por la obra de Cristo. Así que el argumento del sermón de esta mañana lo podemos resumir en una frase. El cristiano hace el bien y aunque sufra por ello, defiende la razón de su esperanza en medio de un mundo que no la tiene. Eso es lo que habla el apóstol Pedro. Y vamos a seguir los tres movimientos que encontramos en el texto. Allí encontramos en primer lugar una afirmación que está haciendo el Señor, que la encontramos en el versículo 14. Y luego nos habla de un mandamiento, de un imperativo que lo podemos encontrar luego en el versículo 14 y siguientes. Y al final el apóstol nos explica la razón de esa esperanza. Miremos entonces la afirmación, para ello me gustaría recordar un poco el contexto de esta carta. Pedro ha estado escribiendo desde el segundo capítulo diciéndonos a los creyentes que nosotros somos ciudadanos del cielo, que no somos ciudadanos ni somos parte de este mundo, que entonces vivimos como extranjeros y como peregrinos en un mundo que está caído, en un mundo que es difícil. Y aunque esa condición nos cause sufrimiento, nuestra vida debe ser, por lo tanto, diferente. Y Pedro desarrolla cómo es que debe ser la vida del creyente en el mundo y está abordando diferentes roles que nosotros como cristianos desarrollamos en el mundo. Habla del cristiano como ciudadano, habla del cristiano como trabajador, nos habla del cristiano como esposo, como esposa, nos habla del cristiano como prójimo y nos dice cómo debemos vivir. vivir ejemplarmente, vivir siendo obedientes, respetuosos, compasivos, misericordiosos, amorosos, amigables, no vengativos, sino pacificadores. Todo eso está apuntando a lo que les acabo de decir. Vivimos de manera diferente. Ese es el punto que Pedro ha estado explicando antes de este pasaje. Y así llegamos entonces al versículo 13. Ahí en el versículo 13 nos dice ¿y quién es aquel que os podrá hacer daño si vosotros seguís el bien? Es una pregunta retórica, ¿verdad? ¿Podríamos responder a esa pregunta? ¿Ningún cristiano debería sufrir por hacer el bien? Es la respuesta que se podría esperar. Ser un buen ciudadano, trabajar con excelencia, ser un esposo amoroso o una esposa devota, amar a los hermanos, ser un pacificador, devolver con el bien el mal que recibimos, servir al prójimo, todo eso nos debería llevar a vivir una vida tranquila, y a no tener razones para sufrir o para ser dañados por otros. De hecho, el sabio nos dice también en Proverbios 16, cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aún a sus enemigos hace estar en paz con él. Así que lo natural, lo que podemos esperar cuando hacemos el bien, es que no haya reproches, sino que podamos vivir tranquilos. Pero estamos en un mundo caído. Estamos en un mundo perverso. Así que es muy posible que no podamos responder a esa pregunta como deberíamos responderla. Eventualmente, tú como creyente serás perseguido, serás criticado, recibirás daño por hacer el bien. Y podemos ver muchos ejemplos. Seguramente tú tienes experiencias personales que hablan justamente de esta verdad, pero también las podemos encontrar en las noticias. No hace falta buscar mucho para encontrar noticias como la siguiente. Un proyecto de ley que fue presentado al Parlamento de Israel. Dice lo siguiente. Cualquier individuo que persuada a una persona directamente, digitalmente, por correo directo o en línea, a convertirse a su religión, su sentencia es de un año, si la persona a la que persuades es un adulto, o dos años, si esa persona es un menor de edad. Así que ya sabemos qué puede esperar a los padres cristianos. que vive en Israel si esta ley se llega a aprobar. Está diciendo que el padre cristiano no puede disuadir a su hijo del Señor, del cristianismo. No hace falta ir a los países musulmanes, a los países en guerra, por allí muy lejanos. Ya en el occidente estamos siendo perseguidos. En Canadá hay una ley que declara que eres culpable de terapia de conversión si aconsejas a tu hijo biológico masculino que acepte su identidad masculina. Es un delito para el gobierno de Canadá. Adam Smith, un cristiano veterano del ejército, ha sido declarado culpable por orar en silencio cerca de una clínica de abortos en Inglaterra. Y para no ir más lejos, Cataluña prohíbe a los grupos prohibida acercarse a las mujeres que acuden a clínicas abortivas y orar delante de esas clínicas. Es ya una realidad. Esto es lo que está pasando. Pero Pedro nos dice, un poco más adelante en el capítulo 4, que no nos sorprendamos como si algo extraño estuviese sucediendo. Esto ha pasado en la historia muchas veces. Ha pasado en la historia con José, con Moisés, con David, con Elías, con Daniel, con Jeremías, de hecho con todos los profetas, con Pablo, con Pedro, con todos los apóstoles ha pasado esto. ¿Por qué razón? Porque vivimos en un mundo caído, que ama el pecado. Retorcido por el pecado. Y en medio de esa situación, El Señor nos trae la afirmación a la que hace referencia esta primera parte del sermón, una afirmación tremenda que aparece en la primera parte del versículo 14. ¿Qué palabra de consuelo, verdad, hermanos? Somos bienaventurados, dice el Señor. Somos dichosos. Nos está diciendo que Él está en control, que Él no es indiferente al sufrimiento del creyente cuando vive como Él quiere. De hecho, si nosotros miramos en el Evangelio y escuchamos la palabra del Señor Jesús allí en las Bienaventuranzas, en el capítulo 5 nos dice lo siguiente, solamente un resumen. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros mintiendo. Gozaos y alegraos porque vuestro galardón es grande en los cielos. Porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. El Señor lo que nos está diciendo allí en este pasaje es que el reino de los cielos es para nosotros, es nuestro, para los que sufren por causa de la justicia. que sufren por hacer el bien y además que tenemos un grande galardón. Así que es una palabra de mucho aliento para nosotros. Por eso, hermanos, cuando estés sufriendo por ser un buen ciudadano, por no colarte en el metro, por pagar tus impuestos, por ser un trabajador excelente a pesar de que tengas unos compañeros muy pesados o un jefe injusto, por ser un esposo amoroso, cuando tu esposa no lo reconozca. O seas una esposa fiel y tu esposo siga siendo muy áspero contigo. Seas un hermano en la iglesia que busque la paz entre los hermanos y de repente los dos que están en conflicto te echen a ti la culpa de que tú eres el causante del conflicto. Recuerda lo que dice Mateo 5. Eres bienaventurado. Hay un comentarista, Pinker, es el apellido, dice lo siguiente, las bienaventurasas son la respuesta de Jesús al interrogante humano sobre la felicidad. Si la humanidad busca la felicidad, la quiere a toda costa, es capaz de hacer lo que haga falta con tal de poder agarrar esa felicidad que tiene alas y que quiere volar. El gran interrogante que tiene el mundo es ese, ¿cómo hago para ser feliz? ¿Qué debo hacer? ¿Qué precio debo pagar? ¿Estoy dispuesto a pagar lo que haga falta con tal de poder ser feliz y que esa felicidad perdure en el tiempo? Ese es el gran interrogante. Y la respuesta la encontramos allí, en Mateo 5, los primeros capítulos, las Bienaventuranzas. Quizás no es la respuesta que estás esperando porque está hablando de persecución, está hablando de de ser maltratados, ¿verdad? Está hablando de los que lloran, pero a todos ellos, el Señor les dice, ustedes son bienaventurados. Así es, hermanos, Jesús nos lleva al concepto de un gozo mayor. Un gozo en medio del sufrimiento, en medio de la persecución, en medio de un mundo como el que tenemos delante nuestro, un mundo caído. Un gozo que es mejor que una medalla que nos ponga el alcalde de la ciudad por ser buenos ciudadanos. O es mejor que la subida del sueldo que nos haga nuestro empleador. Es mejor que la caricia del esposo amoroso. O es mejor que el beso de la mujer amada. Es un gozo mayor que ese. Es el gozo de Cristo que vale más. Así que esta afirmación del gozo también se encuentra reforzada un poco más adelante en el versículo 17. Dice, porque mejor es que padezcáis haciendo el bien si la voluntad de Dios así lo quiere que haciendo el mal. Allí Pedro nos recuerda que hay dos clases de sufrimiento. Sufrimiento por actuar bien, por ser honestos, por ser buenos ciudadanos, buenos esposos, buenas mujeres. buenos hijos, obedientes, y el sufrimiento causado por actuar de mala manera, por tomar malas decisiones, por nuestro orgullo, nuestra vanidad, nuestro afán de riqueza. Ahí están las dos clases de sufrimiento. Así que la versión que Pedro nos presenta en este momento está referida al sufrimiento causado por actuar bien, no al sufrimiento causado por nuestras decisiones pecaminosas. Esa es entonces la afirmación del Señor. Bienaventurados sois si sufrís por causa de la justicia. Muchos lo han hecho. Hebreo nos dice, nos habla de personas que fueron decapitadas, que huyeron de aquí para allá porque el mundo no los merecía. Esto ha pasado toda la vida, hermanos. Sigue pasando hoy. Así que no te extrañes si alguien habla mal de ti, si alguien te persigue, si alguien te insulta, si alguien te quita el saludo, la mirada por tu ser un creyente fiel. No te extrañas porque esto pasa. Y así llegamos entonces al mandamiento. El mandamiento lo encontramos en la segunda parte del versículo 14 hasta el 16. Dice lo siguiente. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia, ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, teniendo una buena conciencia para que, en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo". Está ese mandamiento del Señor que lo podemos ver allí en tres grandes partes. La primera nos dice, no os amedrentéis por temor a ellos, ni os conturbéis. El momento histórico que estaban viviendo las iglesias a las que Pedro escribe esta carta era un momento difícil. El emperador de aquella época no era nadie más que Nerón. Todos sabemos de la crueldad de este hombre. Nerón llegó a matar a su madre y a su hermano para que no le quitaran del trono. Y a los cristianos los acusaban de rebelión contra Nerón. Los acusaban de ateísmo porque no iban a los templos romanos a adorar a sus dioses. Los acusaban de terrorismo, supuestamente habían causado el incendio de Roma. Los acusaban de canibalismo. Los acusaban de inmoralidad porque hacían unas reuniones que ellos llamaban agape, que significa reuniones de amor. Los acusaban de perjuicio comercial. de movilizar a los esclavos, de todo eso acusaban a los cristianos en ese momento. Hoy a nosotros como creyentes nos acusan de intolerantes, otros nos llaman ingenuos, otros nos dicen que somos antiguos, sectarios, que somos enemigos del progreso, que somos homófobos, que vamos en contra de la ciencia, que estamos en contra de los derechos y libertades de los ciudadanos, por decir poca cosa de los que nos acusan, los incrédulos. ¿Y cuál suele ser nuestra reacción frente a las acusaciones de los demás? La acusación natural es sentir miedo. Sentimos miedo, ¿verdad? Nos asustamos. Es una reacción natural. Por eso el Señor nos dice, no os amarentéis. No tengan miedo. Eso es lo que el mundo quiere. Pero el Señor quiere que nosotros seamos luz en medio de las tinieblas, que seamos sal en medio de la corrupción de este mundo, que estorbemos el pecado. Eso es lo que quiere el Señor. El mundo quiere que nos quitemos del medio. Dios quiere que nos pongamos en el medio y que mostramos con la luz de la palabra el Evangelio del Señor. que mostremos con nuestra conducta y con nuestra vida y con nuestro testimonio verbal en quién creemos y cuál es nuestra esperanza. Pero hermanos, para poder hacer esto necesitamos conocer mejor a nuestro Dios. Necesitamos conocer los atributos de nuestro Rey. Necesitamos saber qué tan grande es nuestro Dios, qué tan glorioso es Él. Necesitamos entender mejor la soberanía de Dios. Cómo Él actúa a través de su providencia dirigiendo todos los asuntos de tu vida y de mi vida y de este mundo. Necesitamos entender la santidad de Dios. Necesitamos entender quién es el Dios en el cual creemos. Y necesitamos temerle más a Dios. Y no temerle a los hombres. Necesitamos ser como los niños, que cuando están asustados, ¿a quién corren? Corren a su padre para recibir el abrazo de su padre y estar consolado por su padre y estar seguro en los brazos de su padre. Así necesitamos tener un corazón de niños. Creyendo que tenemos un Dios que es poderoso para protegernos, para guardarnos y que nada de lo que nos pase está fuera de su control. No os amedrentéis. Entonces es la primera parte de este mandamiento del Señor. La segunda parte es santificar al Señor en vuestros corazones. El concepto de santificar tiene que ver con reconocer y con demostrar que Dios es el único a quien hay que temer y que Podemos de él esperar siempre la salvación. Pedro, con las palabras que está utilizando aquí, está aludiendo a un pasaje que encontramos en Isaías. De hecho, parece que Pedro era un fan de Isaías porque lo recuerda constantemente su carta, ¿verdad? Está citando constantemente a Isaías y aquí otra vez lo cita. Es un pasaje que encontramos en Isaías, el capítulo 8, versículos 12 y 13. Dice lo siguiente. No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración, ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad. Sea él vuestro temor y él sea vuestro miedo. Qué palabras del profeta, ¿verdad? Fueron unas palabras de ánimo para el pueblo a no temer a las amenazas de los asirios que venían a invadir Judá. Y fueron también unas palabras de advertencia al rey Akash. Él se encontraba en ese momento en ese dilema. Tenía miedo por ese ejército que venía a invadirlos y estaba decidiendo qué hacer. Y decidió mal. Decidió aliarse con los asirios. Cuando el profeta le había dicho no lo hagas, tomó una mala decisión. Así también los creyentes, queridos hermanos, somos tentados. cuando estamos en crisis, cuando estamos amenazados, a ceder al miedo, a ceder al miedo a los hombres y a tomar decisiones que son equivocadas, malas decisiones. Pedro, el que escribió esta carta, lo vivió en primera persona. Cuando fue señalado por aquellos que tomaron preso al Señor Jesús, este pertenece a ese grupo, le dijeron. Y él negó hasta tres veces que pertenecía al grupo de Jesús. Tuvo miedo. de las acusaciones y tomó una decisión que luego le produjo un profundo arrepentimiento en su corazón. Así que Pedro tiene la autoridad para hablar de lo que significa esto, de tener miedo a los hombres. La palabra nos dice santificar a Cristo como nuestro Señor y hacer esto significa afirmar nuestra total dependencia del Señor, nuestra completa confianza en sus promesas, que Él es poderoso para cumplir al pie de la letra cada una de sus promesas y que nosotros como sus hijos somos el objeto de esas promesas. Él está dispuesto y tiene el poder para guardarnos como lo ha prometido. Nada se le ha escapado de su control. Por eso no tengamos miedo cuando vienen los enemigos de Cristo a hablar mal de nosotros, a decir mentiras de nosotros, a criticarnos, a enfadarnos. Y la tercera parte del mandamiento es, estad siempre preparados para presentar defensa de la razón de vuestra esperanza. Recordáis el punto del sermón, el argumento. El cristiano hace el bien y aunque sufra por ello, defiende la razón de su esperanza en un mundo que no la tiene. Este es el eje del pasaje. El mandato es muy claro. Debes estar siempre preparado para defender la razón de tu esperanza. Vivimos como cristianos honrando a Dios porque Él nos ha traído de la desesperanza del mundo donde nos encontrábamos muertos en nuestros delitos y pecados y nos ha traído a una vida llena de esperanza y de expectación de lo que Él hace. Los romanos en la antigüedad levantaban esos templos a la diosa Esperanza, pero eran templos vacíos de esperanza. Y cuando tú le preguntas a un incrédulo cuál es la razón de su esperanza, sus respuestas suelen ser respuestas vacías de contenido, suelen ser razones evasivas, incoherentes. Algunos llegan a decir, bueno, mi esperanza ahora que soy joven es estudiar, prepararme mejor para tener entonces un buen trabajo, así que su esperanza es tener un buen trabajo y así estudian cuatro o cinco años y salen, se gradúan y comienzan a buscar trabajo y se encuentran con la realidad difícil que es encontrar un buen trabajo. Y comienzan a echar currículos y no les sale trabajo y su esperanza parece que ha tomado alas y ha volado. Al fin encuentra un trabajo, pero resulta que no es el trabajo que él pensaba. Tiene que hacer cosas que no le gustan, tiene que pasar largas horas por las cuales no le pagan. Tiene un jefe pesado, unos compañeros que son crueles. pero así tiene que trabajar. Y pasan los años, cambia de trabajo porque de repente lo echan de este trabajo y tienes que buscarse otro. Van pasando los años, así que su esperanza se traslada a la jubilación. Bueno, un día voy a jubilarme, voy a dejar de trabajar. Y llega la edad de jubilación y se encuentra con que ya no tiene fuerzas, con que lo que le pagan no le alcanza para vivir. Y así la gente piensa en esa esperanza, una esperanza evasiva. La gente construye su esperanza como templos vacíos. Su esperanza vuela cuando están a punto de cogerla. Así que yo te pregunto a ti, amigo, que no eres creyente, ¿cuál es tu esperanza en la vida? ¿Qué piensas obtener de este mundo? ¿Estás pensando que tu esperanza es tu juventud? ¿Es tu fuerza, la energía, la salud que tienes ahora? Déjame decirte, la juventud pasa muy rápido. Yo recuerdo cuando era joven, ahora tengo unas cuantas canas. Pasa muy rápido, se va la vida en un momento. ¿En qué tienes tu esperanza, querido amigo? Porque si tu esperanza está en aquellos logros de los cuales he dado unos pincelazos como ejemplo, estás edificando un templo vacío justamente de esperanza. Y ahora te pregunto a ti, querido hermano, ¿cuál es tu esperanza? ¿En qué sustentas tu vida? ¿Qué esperas recibir? La respuesta la encontramos en el mismo apóstol Pedro, ya lo ha dicho desde el comienzo de la carta. Si vamos atrás un poco a la primera, al primer capítulo, allí encontramos plenamente evidenciada cuál es la esperanza del creyente. Lo encontramos en los versículos 3 y 4. Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer, ¿para qué? Para una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada, inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros. Como dice la canción que solemos cantar, Nuestra esperanza en vida y muerte, Cristo es. Es Jesucristo resucitado, queridos hermanos, quien nos salvó y quien nos sustenta hasta el final. Quien está en los cielos preparando una morada para ti y para mí, si eres creyente. Está preparando esa herencia de la que habla el apóstol Pedro, una herencia incorruptible, una herencia inmarcitable. Como dice un poco más adelante en el versículo 13, es el primer capítulo. Esperamos por completo en la máxima expresión de la gracia de Dios. Cuando Cristo vuelva por su iglesia, entonces seremos plenamente su pueblo y él será nuestro Dios. Allí estaremos despojados de este cuerpo de maldad. De este cuerpo que se envejece, que se enferma, ya estaremos despojados de ese cuerpo. Allí Dios mismo enjugará nuestras lágrimas. Ya no habrá muerte, no habrá dolor, no habrá llanto, no habrá clamor. Allí ya no recibiremos los reproches, ni las falsas acusaciones, ni las calumnias. En su lugar contemplaremos la gloria de nuestro Dios en todo su fulgor, porque no habrá necesidad de sol ni de luna. Allí la noche no será más. Allí comeremos del árbol de la vida para estar eternamente con Cristo. Allí no habrá un templo vacío porque el Señor, el Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo. Esa es nuestra esperanza. Así que si esta es tu esperanza, El apóstol nos dice, debes estar siempre preparado para presentar defensa de la razón de tu esperanza. En términos jurídicos, ustedes han escuchado con alguna frecuencia que las personas, los acusados tienen derecho a no declarar. ¿Sí? Derecho un poco extraño, ¿no? Supuestamente si declaras te vas a auto inculpar y puedes salir perjudicado y por eso se han inventado este derecho a no declarar. Es el mismo derecho que tienen los niños, ¿no? Cuando tenemos ya a nuestros hijos, los tenemos a los tres después de hacer alguna travesura y preguntamos ¿Quién hizo tal cosa? ¿Quién rompió ese plato? Todos cierran la boca. Están acudiendo a ese derecho de no declarar. Pero Pedro nos está diciendo aquí que no tienes ese derecho. Tú, como cristiano, no tienes el derecho a no declarar. No te puedes callar cuando alguien te pregunte por qué haces lo que haces como cristiano, por qué vives con la esperanza como creyente. Debes poder explicar el evangelio, querido hermano. Debes entender los fundamentos de la fe. Debes tenerlos claros en tu corazón. Debes tener diáfano en tu mente cuál es el plan de redención de nuestro Señor. Debes poder hablar de un Dios que es poderoso, pero que es santo y que demanda santidad. Debes poder hablar de Jesucristo, que se hizo carne y que vino a morar entre nosotros, que vivió en justicia, que vivió en santidad y que a pesar de eso murió en una cruz para llevar nuestros pecados y nuestras maldades. Debes poder hablarle a esa persona que es un pecador, que ha ofendido al Señor gravemente y que no tiene ninguna otra oportunidad de salvación si no viene arrepentido a los pies de la cruz de Cristo. Puedes poder hablar con claridad a las personas que demandan la razón de tu esperanza. Y no hace falta que utilices términos teológicos rebuscados. Puedes hablar con sencillez de cuál es tu convicción como creyente. ¿Por qué crees en Cristo? ¿Por qué sabes que eres salvo? ¿Por qué tienes la esperanza de que un día estarás con Cristo en la eternidad? Debes entender en qué es lo que estás creyendo y por qué razón eres creyente. Hermanos, para muchos lo que los detiene no es el temor a los hombres, sino el temor a sí mismos por no saber cómo explicar el Evangelio. Por su incapacidad de poderlo hacer. Por eso, queridos hermanos, piensa en la fuerza que tiene la exhortación que el Señor nos hace esta mañana. Debes estar preparado para defender tu fe. Y esto es algo que concierne a todos los creyentes. No es solamente para los pastores o para los maestros, es para ti si eres creyente. Tú debes poder defender la fe en el Señor Jesucristo. El hermano Sproul dice lo siguiente, la preparación para confesar a Cristo es un aspecto muy importante de santificar a Cristo como Señor. No es solamente responder a preguntas legítimas, sino responder incluso a las indagaciones, muchas veces abusivas y crueles de otras personas. Debes prepararte. Es un llamado perentorio para todos nosotros. para ti y para mí. Debes explicártelo a ti mismo cada día. Explícate el evangelio tú mismo. Recuerda cada uno de los elementos básicos del evangelio y predícatelo cada día en tu tiempo de reflexión con el Señor, porque tú necesitas el evangelio cada día también. Necesitas recordártelo. Habla a tus hijos del evangelio. Ellos necesitan urgentemente escuchar de la esperanza que tú tienes. Explícales por qué vives como vives. Explícales por qué amas a la iglesia del Señor. Explícales por qué te arrodillas cada mañana a rogar por ellos, por su salvación. Que ellos entiendan lo que significa ser un creyente legítimo. Que ellos entiendan por qué razón no participa en los carnavales del colegio. Por qué razón no va a las discotecas con sus amigos. Que ellos puedan entender esas razones y puedan explicar y dar La respuesta correcta a quienes les van a preguntar por qué razón hacen esto o aquello. Ellos también lo necesitan. El mundo necesita que nosotros hablemos de Cristo. Tus vecinos lo necesitan urgentemente. Tu compañero de trabajo lo necesita. Que tú le expliques que hay esperanza en Cristo. Otro aspecto que nos dice el Señor aquí es que esto debes hacerlo con mansedumbre y con reverencia. No debes dar bibliazos. La forma correcta de anunciar el Evangelio es hacerlo con humildad, hacerlo con amabilidad. no con una actitud agresiva, incluso a veces con ira, porque parece que la persona no entiende y quisiéramos ponerlo ahí contra la pared, cogerle la solapa para que entienda. No lo hagas de esa manera hermanos, hazlo con amabilidad. No estás en un debate político, no estás para ganar una discusión, estás hablando de cosas santas. Así que hazlo con respeto, con respeto por el Señor del cual estás hablando y con respeto por la persona que tienes delante tuyo. Sin arrogancia, sin autosuficiencia. Aun cuando haya muchas oportunidades que te encuentres con un increíble impertinaz, con un perverso que solamente quiere burlarse de Cristo, no te sorprendas porque esto va a suceder con mucha frecuencia. Sigue el ejemplo de Jesucristo y ten una buena conciencia cuando hables de Cristo. Ese es el mandamiento del que habla estos versículos, queridos hermanos. debemos estar preparados para presentar defensa de nuestra esperanza. Y luego el apóstol habla acerca de quién es la razón de nuestra esperanza. Allí a partir del versículo 18, porque también Cristo padeció una vez, una sola vez por los pecados. el justo por los injustos para llevarnos a Dios, siendo la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu, en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva, no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios por la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades. ¡Qué tremendo argumento, Leopoldo! La razón para vivir según los principios que Pedro ha estado explicando en su carta es la hora de Cristo en la cruz. Esa es nuestra razón central, queridos hermanos. Y esto es lo que Pedro explica entonces en este pasaje. Cristo vivió una vida ejemplar, una vida de rectitud, una vida de santidad, una vida de justicia. Y padeció por ello, por vivir en justicia, por vivir en santidad, por vivir en verdad. Padeció y murió una sola vez por todas. Él saldó la cuenta que tú y yo teníamos pendientes con Dios para traernos a Dios. Siendo nosotros injustos, Cristo, el único justo, murió en nuestro lugar. Y este principio de la justificación y este principio de la sustitución del Señor debe animarnos, queridos hermanos, a vivir para él y por él, para que él sea la razón de nuestra vida, para que él sea la razón de nuestra esperanza. Y Pedro mira hacia atrás a la época de Noé, cuando el mundo estaba completamente pervertido hasta el punto de que Dios había decidido acabar con él. Pero aún así esperó pacientemente el Señor casi por 100 años mientras Noé estaba construyendo el arca. Predicando a través de Noé, a quien se le llama un poco más adelante la misma carta, pregonero de justicia. Sí, predicó por 100 años Noé. Así que no te asustes si andas predicando por 5 o 10 años a tu familia y no creen. El periódico por 100 años y la gente fue indiferente al señor. Seguían en lo suyo. Seguían comiendo, bebiendo, casándose, dándose en casamiento, disfrutando la vida. Se imaginan las burlas de aquellos cuando veían a Noé construyendo un arco en medio del desierto, un barco gigantesco. Cómo se burlarían de él. Por la esperanza que él tenía. Pero Noé hizo lo que Dios nos pide a nosotros hoy, vivir en obediencia al Señor, pregonando su justicia. Él vivió así, edificando el arca y dice el texto en hebreos que con su fe Noé condenó al mundo. El agua fue la condenación del mundo impío y a la vez fue la salvación de Noé y su familia. Hennessy nos dice de Noé que fue un varón justo, perfecto en sus generaciones. De hecho, la palabra o el nombre Noé significa consuelo. Pero Noé solamente es una sombra, un tipo de Cristo. Porque Cristo es nuestro verdadero consuelo. Cristo es nuestra arca de salvación. En Él podemos confiar plenamente que Él nos va a salvar. Noé murió y sus huesos están en algún en algún lugar en la tierra. Pero Cristo se levantó victorioso de la tumba. Y ahora está sentado a la diestra del padre, está en su trono y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades. Esa es la razón de nuestra esperanza, que creemos en un Dios que está vivo, un Dios que está aguardando que vengamos a él. La figura de la esperanza, como describí al principio, es una mujer coronada de flores mirando el arco iris recostada en la proa de un barco con un ancla en sus manos. Pero nuestra esperanza es el hijo del hombre que un día estuvo colgado en un madero. Que no tuvo una corona de flores, sino una corona de espinas. Que no miraba el arco iris, sino miraba un cielo oscurecido y entenedrecido por causa del pecado que llevaba sobre sus hombros. Que no tenía un ancla, sino unos clavos en sus manos. Por eso nuestra esperanza es muy diferente a la del mundo. Así que si alguien te pregunta por qué vives con esperanza, ¿qué vas a responder? Te invito a que respondas así. ¿Por qué vivo con esperanza? Porque cuando estaba muerto en mis delitos y pecados, Cristo me amó y se entregó hasta la muerte para salvarme. ¿Por qué Cristo es mi esperanza? Porque no se quedó colgado en una cruz. Cristo es mi esperanza en vida, porque sé que Él tiene el poder para guardarme a lo largo de la vida, a pesar de los sufrimientos y las dificultades que padezcamos aquí. Porque Él es mi consuelo de las aflicciones. Porque es mi refugio. Y es mi gozo cuando la gente me oprime y se burla de mí. Cristo es mi esperanza porque sé que cuando parta de este mundo, él me estará esperando y me recibirá para vivir eternamente en su gloria y para gozarme por la eternidad a su lado. Por eso tengo esperanza en el Señor. Así que te dejo esta pregunta. ¿Cuál es tu esperanza? Medita en ello, hermano. Medita en ello, querido amigo. ¿Cuál es tu esperanza? Oremos al Señor. Nuestro Padre, queremos darte gracias por tu palabra. Señor, qué gozo poder abrirla y poder encontrar la revelación tuya, Señor, que nos habla de una esperanza gloriosa que tenemos en Cristo. Ayúdanos a vivir cada día con esa esperanza en nuestro corazón. Con esa certeza que tú has traído, Señor. No es una esperanza que tiene alas. Es una esperanza ciertísima. Porque Cristo ya pagó el precio para que hoy tengamos esa esperanza. Y por ello te agradecemos, Señor, y te honramos. en el nombre precioso de nuestro Salvador, el Señor Jesucristo. Amén.
Estad siempre preparados
Series 1 Pedro
Sermon ID | 113024165627215 |
Duration | 47:40 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | 1 Peter 3:13-22 |
Language | Spanish |
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