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Vamos a buscar el Evangelio de Marcos para la meditación esta tarde y puestos de pie a leer del capítulo 6. Vamos a tener un tiempo de oración. Pero antes vamos a tener un devocional, un mensaje de Marcos capítulo 6. Si son tan amables, sigan con sus vistas la lectura de los primeros seis versículos. Marcos 6. en versículo 1 al versículo 6. Sigan con sus vistas la lectura de este pasaje. Dice la escritura, Salió Jesús de allí, y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga. Y muchos, oyéndole, se admiraban y decían, ¿Dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada? ¿Y esos milagros que por sus manos son ellos? No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía, no hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y entre sus parientes y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. y estaba asombrado de la incluidad de ellos, y recorría a las aldeas de alrededor enseñando". Así que en la lectura de la Escritura, oremos para que el Señor nos ayude a entenderlo. Todos orando al Señor. Padre Santísimo, nuestro gran Dios, sabemos que tú nos hiciste nosotros a nosotros mismos. Sabemos, Señor, que tú guías nuestros pasos desde la eternidad. Y ahora, Señor, venimos ante ti como nuestro pastor, nuestro buen pastor, y te pedimos por tus promesas que nada nos falta, que nada nos falte esta tarde al escuchar tu palabra, al aplicarla. Te pedimos que nos guíes a esos delicados pastos. Te pedimos, Señor, que nos guíes a esa agua de reposo y nos pastorees allí. Sobre todo, Señor, que confortes nuestra alma y nos guíes por sendas de justicia por amor de tu nombre. Hazlo, Señor, para tu gloria. Llévanos a una roca más alta que nosotros. Danos gracia para tu gloria. Si hablo que hable conforme a la palabra de Dios y si ministro que ministre conforme al poder que Dios da para que todos sean nuestro señor Jesucristo exaltado en su bendito y santo nombre te lo pedimos. Amén. Amén. Sentémonos hermanos. Los que saben inglés van a reconocer la palabra que voy a usar y los que no saben inglés la voy a explicar. Homecoming. Homecoming. Homecoming es una expresión en inglés que literalmente significa viniendo a casa o regresando a casa. Esta expresión se usa, por ejemplo, de un soldado va a la guerra. Pasa por mucha tribulación y por fin regresa a casa. Homecoming. En un tiempo muy emocionante, por supuesto, de mucho sentimiento. También la usan los americanos, por ejemplo, cuando hay una celebración especial en alguna escuela. Los ya graduados son invitados a una homecoming, que regresen a su secundaria o primaria o universidad. Ya están graduados, pero van a regresar a esa escuela. También es un tiempo de emoción, algo sentimental, por supuesto. En este pasaje que leímos de Marcos capítulo 6, siguiendo con nuestra serie de este libro, nos encontramos con la homecoming de Cristo. Homecoming de Cristo. Él ha estado fuera por un tiempo de Nazaret y vuelve a visitar a su pueblo. No su pueblo natal. Él no nació en Nazaret. Él nació en Belén de Judea. Pero Nazaret es el pueblo donde él creció. Él se educó allí y trabajó por muchos años allí como carpintero. Todos lo conocían. Muchos creían, por supuesto, que él era de Nazaret. Pero él nació en Belén, como sabemos la historia. Lo que pasó, el rey Herodes quiso matarlo. Su familia, José, lleva a la Virgen María, niño, a Egipto. Ellos van a volver, pero sabiendo que el hijo de Herodes todavía está en el reino, le informa a un ángel, entonces ve a vivir en Nazaret. ¿Se acuerdan? Es la historia, ¿verdad? En Mateo capítulo 2. Muy bien, con esto en mente, notemos tres cosas sobresalientes de esta homecoming en este pasaje de Marcos 6, del versículo 1 al versículo 6. La primera cosa sobresaliente de este pasaje es que el Señor enseñó. Leemos en el versículo 1. Salió Jesús de allí, vino a su tierra y le seguían sus discípulos. Llegando el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga. Y muchos, oyéndoles, se admiraban y decían, ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que les dada? ¿Y estos milagros que por sus manos son hechos? Luego leemos en el versículo 6. Y estaba asombrado de la tranquilidad de ellos, y recorría las aldeas de alrededor enseñando. Vuelvan, si son tan amables a Marcos, ahora el capítulo 1. Hay un énfasis de esto también en este pasaje. Marcos, capítulo 1 y versículo 21. Entrando en Capernaum y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba y se admiraban de su doctrina porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Vean el versículo 38, capítulo 1, versículo 38. Él les dijo, vamos a los lugares vecinos para que predique también allí, porque para esto he venido y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea y echaba fuera los demonios. Entonces, una de las principales razones por las cuales el Señor vino a este mundo es para predicar, es para enseñarnos. para enseñarnos la realidad, lo que necesitamos saber para la vida y también para la vida venidera. Nos enseña por supuesto de Dios, nos enseña del cielo, del infierno, la ley de Dios, pero sobre todo el evangelio de nuestra salvación. Y eso fue parte de su ministerio como profeta. Sus oficios como Mesías, como el Cristo, fue de ser profeta, sacerdote y rey. Y su oficio de profeta lo cumplió enseñándonos. Y como leímos, él no usaba la oratoria hipócrita rimbombante de los explicadores de sus días, pero enseñaba la palabra de Dios con autoridad, dice el pasaje, con autoridad divina, con autoridad del Espíritu Santo. Tanto tenía que llegaba a sus corazones, todos se quedaron admirados. Es por eso una vez pasó que las autoridades religiosas mandaron a unos policías del templo para que lo arrestara, para que arrestaran al señor. Y fueron los alguaciles, creo que es la palabra que usa nuestra versión, fueron los alguaciles a arrestar a nuestro señor. Entonces no lo arrestaron y van de vuelta al templo y los sacerdotes les preguntan ¿qué pasó? ¿Dónde está? ¿Por qué no lo han arrestado? ¿Por qué no lo han traído? Y los alguaciles respondieron, jamás hombre alguno ha hablado como este hombre. Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre. Dijeron la verdad, por supuesto. Nadie, absolutamente nadie, ni Salomón, había enseñado como nuestro Señor Jesucristo. Él es el maestro de maestros. Y por eso leemos entonces en nuestro pasaje que se admiraban de sus enseñanzas. Y se preguntaban, ¿de dónde tiene este tal sabiduría? ¿Él no había ido a Jerusalén a la universidad? Él no había estudiado a los pies del gran Gamaliel o algún rabí en Israel. No, no, no, no. Todos se quedaron admirados. Él enseñó. Ahora, ¿cómo aplicamos esto a nuestras vidas? ¿Cómo aplicamos estas verdades? Bueno, demos gracias a Dios que ha enviado a Cristo Su Hijo para enseñarnos. Sin Él, sin la enseñanza de Cristo, estuviéramos totalmente en tinieblas. No supiéramos la verdad. No supiéramos el camino a Dios. Nos dice en cierto lugar la Escritura, el entendimiento de los hombres está entenebrecido y es por Cristo solamente que podemos conocer la verdad de Dios. A Dios, dice Juan, nadie le vio jamás. A Dios nadie le vio jamás. El unigénito Hijo que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer. Tal vez alguna persona esté pensando, pero ¿y los profetas y el Antiguo Testamento que no es palabra de Dios? Cierto, pero como aprendimos en 1 Pedro capítulo 1, es el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, que les enseñaba de sus sufrimientos y las glorias que vendrían tras él. Es Cristo en los profetas del Antiguo Testamento que nos enseña y nos enseña, por supuesto, en los apóstoles en un Nuevo Testamento. Entonces, de verdad, tenemos mucho por qué agradecer a Dios que mandó a su Hijo para enseñarnos. Sin él estaríamos en tinieblas, caminando directamente al abismo del infierno eterno. No supiéramos nada de las buenas noticias, que hay perdón y paz con Dios. Y ya que tenemos sus enseñanzas, hay que seguirlas, hay que obedecerlas, son la verdad, son palabras de vida eterna. Entonces, como él nos enseña, arrepintámonos y creamos el Evangelio, obedezcamos sus mandamientos. Eso es vida eterna. Especialmente en nuestros días, hermanos y amigos, tenemos muchas enseñanzas, de toda clase de enseñanzas en el internet, en los periódicos, en los medios sociales. Todas esas enseñanzas hay que checarlas, cotejarlas con las enseñanzas de Cristo. En mi teléfono, en mi celular, casi a diario, casi a diario sale. Según Harvard, no tengo nada contra Harvard. Según Harvard, tienes que hacer esto para lograr esto en la vida y tener felicidad. Según Harvard, según la ciencia, según la ciencia, tienes que hacer esto. Esto es la verdad. Tampoco tengo nada contra la ciencia verdadera. La ciencia sí es ciencia, pero como cristianos tenemos que vivir conforme a lo que dice el Señor. Muy bien, la segunda cosa que sobresale en este pasaje es que el Señor se hizo un hombre como nosotros. Leemos en el versículo 2 una vez más en Marcos capítulo 6, Marcos capítulo 6 y versículo 2. Muchos, oyéndoles, se admiraban y decían, ¿de dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada y sus milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero? ¿Hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón, no están también aquí con nosotros, sus hermanas? y se escandalizaban de él. Más, Jesús les decía, no hay profeta sin honra sino en su propia tierra y entre sus parientes y en su casa. Dios, en su sabiduría, no nos dejó ningún registro de lo que el Señor hizo durante su niñez o su juventud. Una excepción, un incidente. Cuando él tenía 12 años, se perdió en Jerusalén. Y registra eso en la Escritura. Pero es todo lo que tenemos. Por supuesto, hay evangelios apócrifos que cuentan otras cosas de la niñez, pero en la Biblia no tenemos nada, nada, nada en su niñez, su juventud, con la excepción de esa vez en Jerusalén. Hasta después de que el Señor comenzó su ministerio a los 30 años. Entonces, por lo que leemos aquí, es obvio que él vivió una vida normal. común, por así decirlo, en Nazaret. Aprendió a leer como los demás niños de Nazaret. Aprendió un oficio como los demás jóvenes de Nazaret. Él vivió con su madre. Obviamente, su padre falleció. Él vivió con sus hermanos, con sus hermanas, como todos los demás. Cuando él fue a la escuela o cuando fue al mercado o la ferretería a comprar clavos, no se imaginen que iba caminando en las calles y tenía una aureola, así se dice, aureola especial, que de alguna manera todos lo reconocieron al Mesías, al Cristo. No, no, no, no. No era que su rostro brilló como brilló Moisés después de bajar del Sinaí y que todos reconocieron, este es el hijo de Dios. No, no, no, no, no. Nada especial. Absolutamente nada especial. No hizo milagros durante esos años. Fue uno humano totalmente normal, pero sin pecado, pero sin pecado, como nos dicen hebreos. ¿Por qué? Para salvarnos, Cristo tenía que ser un hombre normal, un hombre nacido de mujer y estar bajo la ley de Moisés, porque así sólo podía ser nuestro meador entre Dios y los hombres. Como hombre, él se compadece entonces de nosotros porque sufrió como nosotros. Y él fue asediado por el diablo como nosotros. La vida perfecta de Cristo como hombre es nuestra salvación, porque la vida perfecta de Cristo es acredita a nosotros. Eso es lo que nos justifica. Y por supuesto, al sufrir el castigo que nosotros merecíamos, por eso podemos ser salvos. Dios nos perdona, nos justifica por lo que vivió Cristo y por lo que murió Cristo y resucitó para nuestra justificación. Entonces, como dice al final de Romanos 4, Y es de notarse que en su humanidad como hombre fue muy humilde. Requirió mucha humildad nacer como hombre. Y luego nacer en un establo de padres paupérrimos. Vivir en un pueblo muy despreciado en Nazaret. Felipe, Felipe, le está testificando a su amigo Nathanael. Y Felipe le dice, es Jesús de Nazaret. ¿Y saben qué se le ocurrió decir a Natael? ¿De Nazaret puede salir algo bueno? ¿Nazaret? ¿El pueblucho ese de Galilea? Pilato no sabía, o a lo mejor sí sabía, y por eso lo hizo. Se burló de Cristo diciendo en la cruz puso un tablero. Se acuerda la causa de su crucifixión. Este es el rey de los judíos. Se acuerdan que los escribas dijeron bórralo, que él dijo que era el rey de los judíos, pero él no es el rey de los judíos. Pero se acuerdan que puso primero Pilato. Jesús Nazareno. el rey de los judíos. Se estaba burlando de Cristo. No lo sabía, pero estaba cumpliendo la profecía, como nos dice en Mateo 2, 23, que iba a ser llamado Nazareno. Nosotros, si fuéramos judíos desde tiempo, nos íbamos a sorprender. Pero, ¿cómo Nazareno? Y el Señor, esto lo pensé la semana pasada que estaba estudiando y meditando en este pasaje. El Señor fue un carpintero en Nazaret. Pero él obviamente tenía mucha inteligencia, mucha sabiduría, mucha astucia, por supuesto. Él pudiera haber sido un médico famoso de su tiempo, famosísimo. Un médico que podía sanar a todos de cualquier enfermedad, por su sabiduría humana más que la de Salomón, por supuesto. Él pudiera haber sido un ingeniero famosísimo, Él pudiera haber sido un filósofo muy reconocido en Roma o un comerciante en Antioquía. En Roma, en Jerusalén. Hubiera sido el comerciante más rico del mundo. Por su sabiduría, inteligencia y o no. Claro. Claro, si fuera. ¿Un abogado? ¿Él fue el mejor abogado del mundo? ¿Hubiera ganado todos los casos? ¿Sí o no? ¡Claro, Paco, claro! Pero, pero, él fue un carpintero de Nazaret. Dice la leyenda que su especialidad era fabricar en su carpintería yugos y arados. Tal vez. El caso es que sujetándose a la voluntad de Dios, fue un carpintero insignificante en un pueblucho de Israel. Un hombre pobre, muy pobre, muy humilde, y muy humilde también en el sentido de ser sumiso, obediente a la voluntad de Dios. No lo tienen que buscar, van a reconocer las palabras. de el libro de Filipenses, se despojó a sí mismo, se hizo siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como causa que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, eso semejante a los hombres y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. ¿Cómo somos hacedores de estas verdades? En primer lugar, hermanos, amigos, jóvenes, recordemos que el dinero, la fama, no es lo importante en la vida. El dinero, la fama, la reputación, las casas, el patrimonio, no es lo importante en la vida, sino cumplir la voluntad de Dios. El Señor muy bien pudiera haber ganado muchísimo dinero en cualquier profesión, en una ciudad importante, pero él quiso cumplir la voluntad de Dios y vivió en el despreciado Nazaret. Entonces, hermanas, especialmente hermanas, no es una pérdida de potencial, no es una pérdida de inteligencia, el ser un ama de casa, una buena ama de casa. Hermanos, ser un jornalero, un jornalero. ¿Me atrevo a decir un basurero, un paletero? Si esa es la voluntad de Dios, si esa es la voluntad de Dios para tu vida, es lo que nos da felicidad y es lo que nos da la recompensa en la vida venidera. Eso es lo importante, hacer la voluntad de Dios. Segundo lugar, recordemos que el Señor se compadece de nosotros. Tiene empatía. Empatía. Porque él sabe que es el dolor, él es el hombre. Sabe que es el dolor. Sabe que es la tristeza de familiares inconversos. Sabe que es la traición, el abandono, la soledad. Y sobre todo en estos días. El otro día un hermano me preguntó, ¿por qué no somos más en la iglesia? Sobre todo en estos días que vivimos en una sociedad incrédula, con familias incrédulas, con hijos incrédulos. Con hermanos, esposos, esposas, tíos, abuelos, incrédulos. Testificamos, los invitamos, y nadie viene. Nadie viene a recibir a Cristo. El Señor sabe por lo que pasamos, porque Él vivió eso en vida, en carne como nosotros. En último lugar, recordemos que el Señor vivió la vida humana perfecta que nosotros no vivimos. Esto es muy importante para tu cristiandad y mi cristiandad, que muchas veces vamos a ser tentados a, como dicen en inglés, tirar la toalla de la cristiandad. Pero al último, Dios nos recibe por la vida de Cristo, no la de nosotros. Quiero que vean Lucas 4, por favor. En Lucas 4 tenemos un pasaje paralelo. Lucas nos registra lo que predicó el Señor, lo que dijo nuestro Señor en Nazaret. Y luego agrega algo que para mí es increíble y lo voy a aplicar en el próximo punto principal, pero vean lo que dice aquí Lucas 4.22. Lucas 4.22. Estas son las personas de Nazaret. Habían escuchado su enseñanza, lo que había dicho. Y todos daban buen testimonio de él. Todos los de Nazaret. daban buen testimonio de él. No había nadie que pudiera acusarlo de algún pecado. Todos dijeron, excelente testimonio de este hombre. Nunca lo vimos fallar. Nunca lo vimos desobedecer a sus padres. Nunca lo escuchamos decir una mala palabra. Siempre estaba trabajando. Si él me dijo, tu yugo va a estar el viernes a las cinco de la tarde, él me entregó mi yugo a las cinco de la tarde. Él nunca falló en nada. Buen testimonio. Es por esa humanidad perfecta, por ese trabajo perfecto, por ese lenguaje perfecto, por esos pensamientos perfectos que Dios nos puede recibir a nosotros. De eso se trata una vez más la justificación para vida. Somos justos. ¿Por qué? Porque Cristo fue justo y su justicia, su vida perfecta es acreditada a nuestra cuenta. Se nos perdona porque Él fue castigado en nuestro lugar por las faltas, los pecados, deudas de nosotros. Bien, la última cosa que sobresale en este pasaje. La primera cosa es que el Señor enseñó. La segunda cosa que sobresale en este pasaje es que Él se hizo hombre. Y la última cosa que sobresale en este pasaje es que el Señor se asombró. Valga la redundancia, es asombroso que el Señor se asombró. Porque ven en versículo 5, Marcos capítulo 6 y versículo 5. No pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. ¿Y estaba qué? Asombrado, dice otra versión, maravillado. Estaba asombrado de la inclinidad de ellos. y recorría las aldeas de alrededor enseñando. Estaba asombrado. ¿Cómo puede ser posible que él, el hijo de Dios, Dios en carne, se maraville, se asombre, se sorprenda? Bueno, esto confirma la humanidad de Cristo. Él es hombre 100%, Dios 100%. Esto confirma que él fue hombre como nosotros. con las mismas sensaciones, para usar la palabra de Santiago, con las mismas pasiones, los mismos sentimientos que nosotros tenemos. Él se asombró. Él se entristeció. Él tuvo hambre. Él tuvo sed. Le dolió la cabeza. Él tuvo comezón. Él se enojó, pero sin pecado. Sin pecado. Ahora, es muy significativo, creo yo, que las veces que leemos en los evangelios que el Señor se asombró siempre tuvo que ver con una cosa, con la fe o falta de fe. En otra parte nos dice la escritura en Lucas 7, que el Señor se asombró de la fe del centurión. Un centurión tenía un siervo enfermo. Le dijo, por favor, sánalo. El Señor Jesucristo le dijo, ahí voy a tu casa. El centurión le dijo, no, no, no. Yo tengo autoridad. Yo le digo a un siervo, ven para acá. Y el siervo viene. Ven para allá. Y el siervo va. No tienes que venir a mi casa. En otras palabras, el centurión estaba implicando la gran fe. Tú estás sobre todas las cosas o los demonios enfermales, tú dices y se va a hacer. Y el Señor Jesucristo, dice la Escritura, se asombró de la gran fe del centurión. Y aquí tenemos que se asombró de la falta de fe de los de Nazaret. Esto quiere decir que el Señor analiza, observa, aprecia especialmente la mucha fe o la falta de fe. Y es bíblico. Lógico, por supuesto. La fe es algo esencial. Porque sin fe es imposible agradar a Dios. Ahora nosotros no podemos realmente saber si alguien tiene fe o no. Me preguntaron en los bautismos, ¿vas a bautizar a tal persona o vas a bautizar a esta persona? ¿Es cristiano realmente? ¿Es cristiana realmente? Yo le dije, yo no sé. Yo no sé si tiene la fe que salve. Dios sí. Dios sí sabe. Dios sí. Puedo bautizarlos por lo que me dicen. Pero solo el Señor sabe si realmente somos cristianos o no, si tenemos fe. Tal vez nosotros nos equivocamos. Vemos a una persona y pensamos que la hermana Tiburcia tiene muy poca fe. Y la verdad es que tiene mucha fe. O pensamos, esa hermana mira cómo ora, escucha sus palabras, ha de tener mucha fe. Pero la realidad es que el Señor sabe que no tiene mucha fe. Tiene muchas palabras y mucha piedad, pero a lo último no tiene fe que salva. Bueno, en nuestro pasaje leemos que el Señor se asombró de la falta de fe, la incridad de los de Nazaret. El Señor vivió en Nazaret 30 años, 30 años, 3 décadas. Toda una vida de niño a adulto dio un testimonio perfecto de ser bueno, santo. Ellos supieron, los de Nazaret, supieron de los milagros de Capernaum. Capernaum está a 30 kilómetros de Nazaret. ¿Qué tan lejos está San Pedro? 15, fíjense. Más allá, un poquito más allá de San Pedro. ¿Qué, Ures, tal vez? Realmente no sé. Pero imagínense, imagínense. No tanto. No es que era de Nogales hasta acá. No, no, no. Y ellos vieron que asistía a la sinagoga cada día de reposo. Escucharon su predicación. Escucharon sus enseñanzas. Pero no le creyeron. No le creyeron. Estaban totalmente ciegos, llenos de inquilinidad. Luego, para mí, esto es lo más increíble. ¿Cómo es posible? Juan capítulo 7 nos dice que los hermanos de Cristo no creyeron en él. Los hermanos que vivieron con Cristo, con la Virgen María, no creyeron en Él. Aquí tenemos los nombres, por cierto, y también los de sus hermanas. Y vean a qué grado llegó esa inquilinidad. Vean conmigo Lucas capítulo 4 y versículo 29. Lucas capítulo 4 y versículo 29. El mismo pasaje, pasaje paralelo. Y vamos a leer el versículo 28, nos dice al oír estas cosas. Todos en la sinagoga, después de escuchar la predicación, la enseñanza de Cristo, después de haber dicho esto, su nombre es santo, perfecto, que tienen buen testimonio. Al oír esas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira y levantándose, le echaron fuera de la ciudad y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos para despeñarle. ¿Saben qué significa eso? ¡Que querían matarlo! ¡Asesinarlo! ¡Que cayera ahí al abismo! ¡A muerte! ¡Genk le da! Increíble. Esta es una de las razones por las cuales el Señor no pudo hacer allí muchos milagros. Tal vez para ustedes este es un versículo que no debería estar en la Biblia. Marcos capítulo 6 y versículo 5. Y no pudo hacer allí ningún milagro. ¿Cómo es posible que el Señor Jesucristo no pudiera hacer ningún milagro? Bueno, No es que el Señor perdió su poder divino. No es que la, por así decirlo, la incluidad era con una kriptonita, ¿se acuerdan de Superman? Un tipo de kriptonita que no pudo él hacer nada con su poder divino. No, no, no, no, no. No se trata de eso. No pudo hacer muchos milagros allí porque sería contra su propósito, su ética, su teología. Haz como alguien. En tu trabajo te ofrece un soborno. ¿Les ha pasado a ustedes? Alguien te ofrece un soborno y tú le dices, no puedo. Como cristiana, como cristiano, tú le dices, no puedo. No quiere decir que no puedes extender tu brazo, abrir la cartera y echarme aquí el dinero. No quiere decir eso. Lo que tú quieres decir, no puedo porque soy cristiano. Esto está contra la ley de Dios. Yo no puedo hacer eso por mi ética, por mi cristiandad. Esto no es bíblico, no glorifica a Dios. Y así es aquí. Por la inclidad de los de Nazaret, ellos no quisieron traer a sus enfermos para que fueran sanados por su inclidad. Esos milagros, a ellos realmente no les serviría de nada. Por eso el Señor no quiso hacerlos. Como dice él en otro pasaje, no quiso tirar perlas a los puercos. Durante, no sé, En Italia, un tiempo, que hubo un poeta muy famoso de nombre Dante, escribió varios poemas. Durante su época como poeta famoso, escribió sobre el paraíso y también escribió sobre el infierno. Y Dante describe el infierno como unos círculos que van desde el primero hasta el noveno. Y el noveno es el que está más abajo y donde es más horrible y atormentan más. El primer círculo del infierno, según Dante, está en el limbo. El segundo círculo es la lujuria. El tercer círculo es la gula, la glotonería. El cuarto círculo es de los que pecaron de avaricia. Y luego el quinto es la ira y la pereza. No sé por qué mezcló esas dos cosas, pero es interesante. El quinto círculo del infierno, la ira y la presa. Y luego el sexto es la herejía. Va lo peor ahora. El séptimo es la violencia. El octavo es de los que cometieron fraude. El noveno es donde están los traidores, el pecado de la traición. El noveno es el peor, por supuesto, el más profundo. Yo lo hubiera llamado el círculo de la traición y dureza de corazón. Dante dice que ahí está Judas Iscariote, por supuesto. Pero yo allí pusiera a los de Nazaret. No quisieron creer en Cristo. No se arrepintieron a su predicación divina, aunque él vivió 30 años con ellos con un testimonio perfecto. Como dijo Cristo, de las ciudades alrededor de ellos serán atormentados más que los de Sodoma y Gomorra. Hermanos y amigos, la iglidad es un mal, es un pecado muy, pero muy grave. La iglidad ve al Señor, escucha al Señor y dice, Dios no existe. La iglidad no honra, pero blasfema al Señor, pues dice que Dios es un mentiroso. Muchos a lo último se van a ir al infierno por borrachos, por la gula, por viciosos, fornicarios, golpeadores, ladrones, etc. Pero la gran mayoría, de hecho todos, estarán en el infierno por la increulidad. ¿Cómo somos hacedores de estas verdades? En primer lugar, reflexionemos que el Señor conoce nuestro corazón y sabe si tenemos fe o no. El Señor conoce nuestro corazón, lo profundo de nuestra alma, y sabe si somos incrédulos o no. Por eso te debe de alarmar o te debe de animar mucho. Alarmarte porque Él sabe si eres un hipócrita. Pero motivarte, animarte, porque Él sabe que tú tienes dudas, pero tienes algo de fe. Tú tienes dudas y muchos problemas, pero tienes fe y sigues viniendo a la iglesia, sigues leyendo la Biblia, sigues orando a Él. Él sabe eso. En segundo lugar, estemos siempre alerta contra la incluidad. Siempre alerta contra la incruelidad. Todos los días ora, Señor, aumenta mi fe. Señor, yo creo. Ayuda mi incruelidad. Y todos los días tómate la medicina, las vitaminas más eficaces contra la incruelidad. ¿Cuál es la vitamina, la medicina más eficaz contra la incruelidad? La medicina, la vitamina es crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Hay un Salmo, el Salmo 9 y el versículo 10 dice, tendrán fe los que te conocen. En ti confiarán los que conocen al Señor. Esa es la medicina. Lo voy a decir y espero que nadie lo malentienda, lo mal aplique. Hay cristianos que quieren aumentar su fe. Se esfuerzan. Tratan de leer libros, van a conferencias, hay ciertas disciplinas que toman y escuchan a otros predicadores, pero no están haciendo lo principal. La única cosa necesaria, realmente necesaria, es acercarse a Cristo. Escucharle cual María a sus pies, ¿verdad? Como dice el himno. Aprender de Él. Cristo es el que resuelve el problema de nuestra incluidad. Cristo mismo. En tercer lugar, sigamos compartiendo el Evangelio entre amigos y parientes incrédulos. Marcos 6 y versículo 6 termina diciendo, Estaba asombrado de la incluidad de ellos, y recorrí a las aldeas de alrededor enseñando. El Señor sabía de la incluidad de ellos. Pero no se desalentó. Él siguió cumpliendo con su ministerio. Él siguió enseñando. Y así, hermanos nosotros, sigamos compartiendo el evangelio a compañeros, a parientes de los más incrédulos. Tengamos esperanza que él va a tener misericordia de ellos y va a vencer su incluidad. Leemos aquí que hubo unos pocos en Nazaret, unos pocos que llevaron a sus enfermos y Cristo los sanó. Y también en Hechos capítulo 1, en Hechos capítulo 1, leemos que los hermanos de Cristo creyeron en Él. Eso nos debe de animar mucho, motivar mucho, seguir compartiendo, aún las personas de lo más incrédulas, porque el Señor puede vencer su incredulidad, salvarnos. Muy bien, vamos a orar. en nuestro tiempo de oración congregacional, pero ante expuestos de pie vamos
De qué se asombra Cristo de ti?
Series Marcos
Esperemos que Cristo no se asombre de nuestra incredulidad.
Sermon ID | 11224174557328 |
Duration | 37:12 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Mark 6:1-6 |
Language | Spanish |
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