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Bueno, hoy por fin vamos a retomar nuestra serie de lecciones en la vida. Estuvimos, creo que tres mensajes, pusimos esto en pausa, hicimos dos mensajes acerca del matrimonio. Hoy vamos a ver la vida de Ana, madre del profeta Samuel. Así que comencemos leyendo un par de versículos de primera de Samuel, capítulo uno, antes de orar y pedir la ayuda del Señor. Vemos en el versículo diez, Ana oró a Jehová, con amargura de alma y lloró mucho. E hizo un voto diciendo, oh Jehová de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que le das un hijo varón, entonces yo lo dedicaré a Jehová por todos los días de su vida y no pasará navaja sobre su cabeza. Vamos a orar. Padre, acudimos ante ti nuevamente. profundamente necesitados, señor. Te pedimos tu ayuda para adorarte de todo corazón el día de hoy, poner la atención que tú mereces, la atención que merece tu palabra. Te pedimos, señor, que seas con los hermanos en Irapuato, que los sigas bendiciendo, señor, que sigas levantando obreros en esa iglesia y en nuestras iglesias hermanas, que prediquen doctrina sana, que prediquen tu verdad. Señor, guarda a todos los que están en las carreteras el día de hoy, Te seguimos pidiendo por este evento, estos dos días especiales a fin de año, dispone nuestro corazón a servirte, te rogamos. Y te pedimos por el día de hoy, Señor, yo no puedo convencer a nadie. Señor, te rogamos que tú obres en cada corazón, que tu Espíritu Santo haga la aplicación de tu palabra, que tu palabra no te vuelva vacía, como has prometido que no volverá vacía. Ayúdanos, Señor, quita de nuestras mentes toda distracción. Ayúdanos a aplicar las lecciones de la vida de Ana a nuestras vidas, a ver su vida de comunión íntima contigo, a ser convictos, Señor, de nuestros pecados, y a acudir a ti, Señor, contritos y humillados. Te pedimos esto en el nombre de Cristo Jesús. Amén. Bueno, como es de costumbre en esta serie, vamos a comenzar leyendo la historia. No es tan larga como otras que nos han tocado en otros mensajes, pero hay que leer la mayoría de estos dos capítulos. Estamos en primera de Samuel, vamos a comenzar leyendo en el versículo 1. Y no pierdan su lugar en Samuel, porque aquí vamos a estar la gran mayoría del día, van a encontrar la mayoría de las citas aquí mismo. Primera de Samuel 1.1. Había un hombre en Ramatainzofim, de la región montañosa de Efraín, el cual se llamaba Elcana. Era hijo de Jerohoam, hijo de Eliú, hijo de Tohú, hijo de Sus, el Efrateo. Y tenía dos mujeres, una se llamaba Ana y la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no. El Cana subía año tras año desde su ciudad para adorar y ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo. Ahí estaban los dos hijos de Li, Ofni y Phineas, sacerdotes de Jehová. Y cuando llegaba el día en que el Cana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina, su mujer, y a todos sus hijos e hijas. Pero a Ana le daba una porción escogida. La versión 60 dice, una doble porción. La ISBN inglés dice, una porción especial. porque él la amaba, a pesar de que Jehová había cerrado su matriz. Y su rival la irritaba continuamente para humillarla, porque Jehová había cerrado su matriz. Así hacía cada año cuando subía a la casa de Jehová. Ella la irritaba, por lo cual Ana lloraba y no comía. Y el clan a su marido le dijo, Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué está afligido tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos? Después de haber comido y bebido en Siló, Ana se levantó. Y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto al postre de la puerta del Templo de Jehová, ella oró a Jehová con amargura de alma y lloró mucho. E hizo un voto diciendo, oh Jehová de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que le das un hijo varón, entonces yo lo dedicaré a Jehová por todos los días de su vida y no pasará navaja sobre su cabeza. Sucedió que mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí observaba la boca de ella. Ana hablaba en su corazón, sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Y Elí creyó que ella estaba ebria. Y le preguntó a Elí, ¿hasta cuándo vas a estar ebria? Aparta de ti el vino. Ana respondió y dijo, no señor mío, yo soy una mujer atribulada de espíritu, no he bebido vino ni licor, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No pienses que tu sierva es una mujer impía, es por mi gran congoja y por mi aflicción que he hablado hasta ahora. Elí respondió y le dijo, ve en paz y que el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho. Ella dijo, que tu sierva haya gracia ante tus ojos. La mujer siguió su camino, comió y no estuvo más triste. Se levantaron de madrugada y adoraron delante de Jehová, y volviéndose llegaron a su casa en Rama. El cana conoció a su mujer y Jehová se acordó de ella. Y sucedió que a su debido tiempo, Ana concibió y dio a luz un hijo. Y le puso por nombre Samuel diciendo, porque se lo pedí a Jehová. Después aquel hombre, el Cana, subió con toda su familia para ofrecer a Jehová el sacrificio anual y cumplir su voto. Pero Ana no fue, sino que dijo a su marido, tan pronto como el niño sea destetado, lo llevaré para que sea presentado ante Jehová y se quede allí para siempre. Y el Cana a su marido le respondió, haz lo que te parezca bien. Quédate hasta que lo destetes, sólo que Jehová cumpla la palabra que sale de tu boca. Así que la mujer se quedó y amamantó a su hijo hasta que lo destetó. Y después de haberlo destetado, lo llevó consigo y lo trajo a la casa de Jehová en Siló, junto con un toro de tres años, un nefa de harina y una vasija de vino. El niño era pequeño. Después de degollar el toro, llevaron el niño a Elí, y ella dijo, oh Señor mío, vive tu alma, oh Señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo de pie aquí junto a ti, orando a Jehová. Pero es por este niño oraba, y Jehová me ha concedido lo que le pedí. Por eso yo también lo dedico a Jehová, y estará dedicado a Jehová todos los días de su vida, y adoraron a él, a Jehová. Entonces Ana oró y dijo, mi corazón se regocija en Jehová. Mi poder se enaltece en Jehová. Mi boca se ensancha sobre mis enemigos, porque me he alegrado en tu salvación. No hay santo como Jehová, porque no hay ninguno aparte de ti. No hay roca como nuestro Dios. No multipliquéis palabras altaneras. Cesen en vuestra boca las palabras arrogantes, porque Jehová es un Dios de todo saber. Por él son examinadas las acciones. Los arcos de los fuertes son quebrados, pero los que tropiezan se ciñen de poder. Los que estaban saciados se alquilan por comida, pero los que estaban hambrientos dejan de estarlo. Aún la que era estéril da a luz siete hijos, pero la que tenía muchos hijos se debilita. Jehová hace morir y hace vivir. Él hace descender al Seol y hace subir. Jehová hace empobrecer y hace enriquecer. Él humilla y enaltece. Él levanta del polvo al pobre, y al necesitado enaltece desde la basura, para hacerlo sentar con los nobles y hacerlo poseer un trono de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, y sobre ellas asentó el mundo. Él guarda los pies de sus fieles, pero los impíos perecen en las tinieblas, porque nadie triunfará por su propia fuerza. Jehová quebrantará a sus adversarios, contra ellos tronará desde los cielos. Jehová juzgará los confines de la tierra y dará fortaleza a su rey y enaltecerá el poder de su ungido. Después el cana regresó a su casa en Rama, pero el niño servía a Jehová delante del sacerdote Eli. Ahora vamos al versículo 18, la última porción. El niño Samuel Servía delante de Jehová, vestido con un efot de lino. Su madre le hacía año tras año una túnica pequeña y se la llevaba cuando iba con su marido para ofrecer el sacrificio anual. Entonces Elí bendecía a Elcana y a su mujer diciendo, Jehová te dé hijos de esta mujer en lugar de éste que ella pidió a Jehová. La versión King James dice, en lugar de éste que ha prestado al Señor. Y regresaban a su casa regresados a su casa, Jehová visitó a Ana con su favor, y ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas, y el niño Samuel crecía delante de Jehová. Lecciones en la vida de Ana Su nombre en el hebreo significa gracia o favor. Fue la madre del profeta Samuel, uno de los hombres más usados por el Señor en el Antiguo Testamento. En la historia de la nación de Israel, sólo Moisés podríamos decir que fue más importante y más usado por el Señor. La vida de Ana está llena de lecciones que buscaremos aplicar a nuestra propia vida con la ayuda de Dios. Encontramos la primera en los versículos 9 y 10 del capítulo 1. Aquí en el pintarrón hemos puesto cada una de las lecciones. Pueden ir viendo ahí cómo vamos progresando y el título de cada lección. Primero de Samuel, capítulo 1, versículo 9. Después de haber comido y bebido en Siló, Ana se levantó. Y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto al postre de la puerta del templo de Jehová, ella oró a Jehová con amargura de alma y lloró mucho. La primera lección en la vida de Ana es que nada sustituye una relación personal con Dios. Nada sustituye una vida de comunión interna real con Él. El Cana, el esposo de Ana, tenía dos esposas. Aunque todo indica que el Cana era un creyente que amaba a Dios, siguió esta costumbre que siguieron muchos en el Antiguo Testamento, a pesar de que nunca fue el plan de Dios. El diseño de Dios siempre ha sido un hombre y una mujer. Desde el Edén vemos uno y uno, no vemos un hombre y varias mujeres. Siempre ha sido el plan de Dios un hombre y una mujer. La poligamia del Cana resultó en mucho dolor. y mucho sufrimiento para Ana. Pero Dios sobró a pesar de su pecado y a través del sufrimiento de Ana, como veremos. Encontramos en nuestro texto que tanto Penina como Ana acudían al templo. Acudían como creyentes al templo a adorar, a sacrificar a Dios según la ley del Antiguo Testamento. Pero hay un gran contraste entre estas dos mujeres. Sólo Ana adoraba de corazón. Sólo Ana adoraba en espíritu y en verdad. Penina adoraba externamente, de labios. Cumplía, le ponía palomita, fui, estuve, asistí. Hacía lo que hacían todos. Cantaba las alabanzas, hacía actos de presencia, pero su corazón estaba lejos de Dios. No conocía comunión real con Él. La palabra nos revela que aun cuando subían al templo a adorar, El corazón de Penina estaba lleno de un deseo de lastimar y hacer sufrir a Ana. Penina no tenía una vida de comunión interior con Dios. Esa era la gran diferencia entre ella y Ana. Y esto nos lleva a la primera lección. Congregarte y adorar públicamente a Dios no significa que le conoces. ni que tienes una relación real con Él. La relación que tenía Ana con su Señor no se limitaba a lo externo. No era sólo congregarse, sólo cantar himnos, ni sólo decir que le conozco, que soy creyente, que soy cristiano. Ana tenía una necesidad interior, tenía una sed de comunión interna y privada con Dios. Ana necesita hablar con Dios. Necesita derramarle su corazón y contarle lo que es la angustia. Necesita rogarle su ayuda y su poder para cambiar la situación que está viviendo. Cada vez que nos reunimos en este lugar debemos venir pensando y preparados para adorar con el corazón, con nuestros corazones. Dios ve tu corazón. Dios ve los deseos de tu corazón, las intenciones de tu corazón. Dios ve tu alma. No sólo lo que ven los que te rodean, no sólo lo que ven los hombres. Leemos que Dios le dijo a Samuel, el hijo de Ana, en 1 Samuel 16, Jehová no mira lo que mira el hombre. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. 1 Samuel 16, 7. La salvación es personal y la adoración es primeramente personal. Que Dios mire con agrado tu adoración en la congregación. Que Dios mire con agrado tu presencia en este lugar el día de hoy, requiere que primero le conozcas tú en lo personal. Si tú no le conoces personalmente, tu adoración pública es hipocresía a los ojos de Dios. Son muchos los cristianos entre comillas, que son como penina. Yo me temo que haya peninas aquí, el día de hoy. En este mundo hay pocas sanas, pocos que buscan a Dios de todo corazón, que buscan en Él satisfacción de todas sus necesidades y que le siguen como su Señor. Nunca te contentes con una religión externa. Nunca confiesa en que tú asistes y tú cumples y tú tachas las palomitas en la lista. No puedes estar satisfecho hasta que tu corazón y tu alma conozcan a Dios y beban de Él. ¿Ha pasado eso contigo? ¿Conoces a Dios? ¿Tienes una relación personal con Él? ¿Ha transformado tu vida esa relación? Si ya eres creyente, pasa tu vida entregado. a satisfacerte en Él, a tener comunión con Él cada día. Vean, la adoración de Dios es esencialmente comunión contrita y humillada con Él. Eso es adorar a Dios, tener comunión contrita y humillada con Él, de manera interna, personal, en el corazón. ¿Tu corazón conoce esto? Si no, tengo que advertirte. Adorar a Dios externamente, pero desconocerlo internamente es un estado miserable. Es un estado terrible y miserable. Penin adoraba externamente, aparentaba ser creyente, adoraba mientras atacaba, humillaba e intentaba destruir a Ana por envidia. Pero Ana fue muy diferente. En medio de su angustia, en medio de su sufrimiento, ¿qué hacía? Le derramaba su corazón a Dios. Ese es el contraste que vemos entre un creyente y un inconverso autoengañado. ¿A cuál de los dos te pareces tú? ¿Dices ser creyente, pero tu corazón y tu vida demuestran lo contrario? ¿Oíres entregado a Dios, entregándole tu corazón cada día, venga lo que venga? La segunda lección la encontramos en los versículos 6 y 10 del capítulo 1. La primera lección es la importancia de una relación personal, real, con Dios. La segunda lección, versículo seis del capítulo uno, dice, y su rival la irritaba continuamente para humillarla porque Jehová había cerrado su matriz. Brincamos al versículo diez, pero ella oró a Jehová con amargura de alma y lloró mucho. Penina envidiaba profundamente a Ana porque ella tenía el corazón de su esposo. La envidiaba, continuamente la irritaba para humillarla. ¿Ana tenía la culpa de esta situación? Por supuesto que no. Lo vimos la semana pasada. Las esposas no tienen la culpa de los pecados de sus esposos, no responden por ellos. Ana no podía controlar a su esposo. Ana no era responsable por sus acciones ni sus pecados. Sin embargo, Penina la odiaba. y trataba de hacerle la vida imposible. Así que, ¿qué hizo Ana? ¿Se vengó? ¿Le respondió con la misma moneda? ¿Aplicó la de, no me voy a dejar, esto a mí no me lo vas a hacer? No. Se quedó callada. Acudió al Señor, le llevó las cargas y las angustias de su alma a Él. Entonces la segunda lección en la vida de Ana es que debemos ver todo en nuestras vidas en términos espirituales. Debemos ver todo en nuestras vidas en términos espirituales. Toda batalla, toda angustia, todo problema, toda decisión se debe llevar al plano espiritual. Ana estaba atribulada y angustiada por las constantes contiendas sin casa. por su situación de salud, no podía tener hijos y por las necesidades de su propia alma, pero no reaccionó en términos terrenales, no buscó soluciones y recursos terrenales, buscó a Dios en oración, veía sus luchas y sus cargas en términos espirituales. El principio que encontramos en su vida es que debemos ver todo en términos espirituales. ¿Quién es nuestra guía en toda situación? En todo problema que enfrentemos, Dios, su palabra. ¿Quién es mi recurso y mi salvador en toda angustia, en todo problema? Dios. Acudir a Él en oración. Leemos las palabras de David en 2 Samuel, capítulo 22. Samuel, 2 Samuel 22, 2. Jehová es mi roca. Palabras de David. Jehová es mi fortaleza y mi libertador. Dios es mi peña. En Él me refugiaré. Él es mi escudo, el poder de mi liberación, mi baluarte, mi refugio, mi salvador. Tú me salvas de la violencia. Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré librado de mis enemigos. Voy a recurrir a una ilustración matemática para esta lección. La más sencilla, espero, la más fácil que se me ocurrió. En las matemáticas, cuando tú tienes una ecuación compuesta de diferentes elementos, por ejemplo fracciones. Vamos a irnos así, a la primaria, a lo más básico, fracciones. Para resolverla, tienes que llevar todo al mínimo común denominador. Si ya no se acuerdan, pueden preguntarle a sus hijos después del sermón. Seguro chequen en su tarea o algo de las matemáticas. Seguro ahí lo van a encontrar. Hay que llevar todo al mínimo común denominador. El mismo principio es verdad en tu vida. El mismo principio es verdad en el plano espiritual. El mínimo común denominador de la vida, ¿cuál es? Ver todo en términos espirituales. Llevar todo al Señor en oración. Si tu vida es un desastre, si la ecuación de tu vida es muy compleja, tienes muchos problemas, muchas angustias que no tienen solución, al parecer, la única forma de resolverlo es llevar todo. al plano espiritual y acudir a Dios. Esa es la única forma de lidiar con los problemas de tu vida. Es el único recurso real, con soluciones reales. Leemos las palabras de David, las leímos en Segunda de Samuel. Él entendía lo que estamos diciendo. Pasó por problemas familiares, David. Problemas políticos. Problemas gubernamentales. Problemas sociales. Problemas morales. Problemas personales. Perdió hijos, David. Perdió hijos, y sus salmos registrados en la Biblia son testimonio de que David conocía el secreto de llevar todo al plano espiritual, al mínimo común denominador, y acudir a Dios, fuera lo que fuera el problema que enfrentaba, aun sus propios pecados. y debilidades. David siempre derramaba su corazón ante Dios, ponía ese problema, esa crisis, esa tentación o prueba en el plano espiritual, acudiendo a su Señor en oración. Todo lo que pasa en tu vida es motivo de oración. Todo. Todo lo que trates de resolver de otra manera, poniendo a un lado este principio, actuando en tus propias fuerzas, sin depender de Dios, sin buscar su guía, es un error. y es actuar en la carne. El método cristiano de resolución de problemas y conflictos es ponerte de rodillas. Ese es el método cristiano para la resolución de problemas en tu vida. Ponerte de rodillas. Todo problema, todo pecado tiene una raíz espiritual y requiere una solución espiritual. Así que en cada situación, en cada esfera de nuestras vidas, debemos imitar siempre a Ana, que hizo que, dice, oró a Jehová con amargura. de alma. Primera de Samuel 1.10 La única solución real a todo lo que enfrentas en tu vida hoy es hablarlo con Dios. Acudir a Él. Comunión interna de tu corazón con Él. Así lo vives. Así lo entiendes. Así actúas en base a esta realidad espiritual. Vean, cada momento de incredulidad, cada momento de desesperación y frustración, cada momento de depresión en tu vida, se deben a que no estás aplicando este principio. No estás aplicando el principio del mínimo común denominador. No estás poniendo todo en el plano espiritual. No estás acudiendo a Dios de rodillas. La tercera lección para nosotros en la vida de Ana la encontramos en los versículos 12 y 13 del capítulo 1. Sucedió que mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí observaba la boca de ella. Ana hablaba en su corazón, sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz, y Elí creyó que ella estaba ebria. La tercera lección es esta. Dios escucha oraciones silenciosas del corazón. La petición de Ana era una carga sobre su corazón, era una angustia, un dolor. Salió de su corazón, oró en agonía delante de Dios. Hermano, es que Dios no me contesta. Es que siento que Dios no me escucha. ¿Cuántas veces has estado delante de Él en agonía? Dios escuchó la agonía de Ana. Dios respondió. Oración verdadera no requiere tus labios. No requiere frases especiales, mágicas. No requiere ser escuchado por nadie más. Pobre de ti si piensas que orar se trata de ser elocuente. Pobre de ti si piensas eso. ¿Por qué será? Tal vez algunos piensan, ¿por qué el hermano invita a orar a tal o cual? Yo no escucho que sea tan elocuente. No, no tiene nada que ver con eso. No tiene nada que ver con eso. No es repetir frases y expresiones bíblicas cristianas. Pobre de ti si cuando horas no están involucrados tu mente, tu corazón, tu alma. Oración verdadera es escuchada por Dios y respondida por Dios. No es la elocuencia de tus palabras. No es el volumen de tus palabras. Es agonía del alma. Agonía en el corazón. Es la fe del corazón que alcanzan los oídos de Dios. Ana oró en silencio. Ningún hombre escuchó ni supo lo que estaba haciendo. Pero Dios escuchó y Dios respondió. Dios escucha la agonía de tu alma en la vida diaria si se la llevas a Él. Si no se la llevas, tú solo vas a sufrir y vas a llevar esa carga. Pero si en la agonía diaria de tu vida, en las cosas más difíciles, cuando es difícil obedecer, cuando es difícil ser paciente, cuando es difícil soportar, si le llevas tu agonía, Él te escucha. En la escuela, en el trabajo, en el hogar, bajo duras pruebas y crisis, donde sea que estés, Dios te escucha. Dios sabe interpretar palabras silenciosas de la agonía del corazón. Puede ser que tú tartamudees, que tú seas la persona menos elocuente sobre la faz de la tierra, que tú no sepas ni cómo expresarle tu dolor, tu necesidad al Señor, pero Dios interpreta la agonía del corazón, y ese es un gran consuelo. Es una gran motivación a orar, saber que Dios escucha la angustia del alma, aunque nunca alcance oídos de hombre. Muchos creyentes pueden dar testimonio de cómo en las peores crisis y pruebas de sus vidas, oraron silenciosamente en sus corazones, en un instante, en un minuto, y Dios los libró y les respondió una tras otra, tras otra, tras otra vez en sus vidas. De eso se trata el mandamiento de orar sin cesar, en I Tesalonicense 5.17. Por lo tanto, no seamos negligentes en orar. silenciosamente a lo largo del día, en llevar cada momento de agonía, de duda, de incertidumbre, de sufrimiento, de enojo, de falta de paciencia al Señor. No nos robemos a nosotros mismos de ese consuelo, de ese fortalecimiento y del auxilio divino. La cuarta lección en la vida de Ana es que todo lo que tenemos le pertenece a Dios. Todo lo que tenía Ana lo dispuso para servir a su Señor. Dios le dio lo que más deseaba en este mundo, aparte de Dios, aparte de Dios mismo. Imagínense cuánto amaba Ana a Samuel. Imagínense, hizo un voto. Imagínense la dificultad. Tenía agonía porque Dios no le había dado un hijo. Ahora imagínense la agonía de decir, se lo ofrecí al Señor. Ahora tengo que entregárselo. Ahora tengo que cumplir. Imagínense cuánto amaba Ana Samuel, pero ella no se lo guardó para sí misma. Lo dedicó al Señor. Ana dijo, Dios me lo dio y le pertenece a Él. Todo lo que tenemos en esta vida, nuestra salud, nuestra prosperidad, nuestro tiempo, nuestras habilidades, nuestros familiares, nuestros hijos, nuestra capacidad de influenciar a otros, nuestra vocación, todo es del Señor. Él nos lo prestó un breve tiempo para que lo administremos en las labores y la expansión de su reino. Nos lo prestó todo un breve tiempo. Entonces la pregunta, la aplicación para ti es esta. Puedes decir que las cosas que tú más quieres en este mundo, las personas y las cosas que más quieres en este mundo, las entregarías, las dedicas al Señor de buena gana a servir a Dios. ¿Será que Dios no contesta muchas de las peticiones más urgentes de tu corazón? Porque si Dios te diera lo que quieres, lo malusarías y lo malgastarías, como lo dice Santiago 4.3. En lugar de dedicarlo al Señor, a su servicio, a su gloria. Hermano, es que yo he estado orando en agonía por años. Tú dices que Dios ve la agonía del corazón. Yo llevo años con eso. ¿Egoístamente? o con un corazón dispuesto a hacer lo que Dios quiera con eso que estás pidiendo Cristo dijo en Mateo 10 39 el que haya su vida la perderá y el que pierde su vida por causa de mí la hallará estamos dispuestos a entregarle todo a Dios aún lo que más amamos y más queremos la vida de Ana nos enseña que todo lo que tenemos le pertenece a Dios sólo habiendo entregado y rendido todo a Cristo, seremos ricos, tendremos contentamiento, estaremos satisfechos y hallaremos nuestra vida en Él. La quinta lección la encontramos en el versículo 12, capítulo 1 todavía. Sucedió que mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí observaba la boca de ella. Ana estaba orando silenciosamente, Su oración procedía de su corazón. Elí lo malinterpretó. Malinterpretó lo que vio, pensando erradamente que estaba ebria. La lección para nosotros es que otros a menudo observan con cuidado nuestras vidas. Otros a menudo, frecuentemente, observan con cuidado nuestras vidas. Incluso lo que tú crees que nadie más ve. Si tú andas mal en tu caminar con el Señor y tú piensas, no, pero externamente nadie se va a dar cuenta. Todo lo externo, la pintura de afuera está en buen estado. Nadie se va a dar cuenta. Más de lo que crees se van a dar cuenta. Más peso de lo que crees va a tener eso en tu testimonio. Otros toman nota del estado de nuestro caminar con Dios, de nuestra vida devocional y de nuestra vida de fe. Ana estaba angustiada orando en silencio desde el corazón. Era un asunto tan privado, tan personal, que nadie tenía idea qué la angustiaba ni qué le contaba al Señor. No le dijo nada a nadie, pero él la observaba. ¿Cuántas veces nos han observado a nosotros sin que lo sepamos? ¿Cuántas veces tu testimonio ha sido malo sin que tú lo sepas? Otros han tomado nota de tus conductas, tus actitudes, tus palabras y acciones. Han tomado nota de nuestras reacciones en las situaciones más difíciles de nuestras vidas. Aprendemos en la vida de Ana que nuestras vidas privadas muchas veces son observadas cuidadosamente por quienes nos rodean, sin que lo sepamos. Eso nos debe dar mucho miedo. Nos debe dar mucho miedo. Dios nos libre de ser hipócritas ante los inconversos que nos rodean. Dios nos libre de ser hipócritas ante nuestras familias, nuestros vecinos, nuestros compañeros. Somos observados muchas veces sin saberlo. Y nuestro testimonio puede ser gravemente dañado en un momento descuidado, en un momento que era privado, que nadie sabía. aún en lo que consideramos nuestras vidas privadas. Entonces vivamos las palabras de Cristo en Mateo 5. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras. Cuida aún de tu vida privada. No pienses que porque lo exterior se ve bien, nadie se da cuenta de cómo andas realmente con el Señor. La sexta lección para nosotros el día de hoy, nos faltan cuatro. La encontramos en los versículos 13 y 14. Versículo 13, Ana hablaba en su corazón, sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Y Elí creyó que ella estaba ebria. Y le preguntó Elí, ¿hasta cuándo vas a estar ebria, aparta de ti el vino? Esta es otra lección importante. Otros frecuentemente malinterpretan nuestra vida de fe y nuestra vida devocional. Pensarán que alguien nos lavó el cerebro. Pensarán, ¿qué te pasa? ¡Estás loco! Lo mismo pasó, vean, el mismísimo día de Pentecostés, en Hechos 2, cuando vino el Espíritu Santo en su plenitud, para empoderar la Iglesia de Cristo, para la expansión mundial del Evangelio. Algunos reconocieron lo que Dios hizo con el milagro de las lenguas, porque resultaba en que todo mundo escuchara la predicación en su propio idioma, y muchos reconocieron, este es un milagro, esto es algo de Dios, pero otros se burlaban, aún ante eso, uno de los milagros más increíbles, más grandes del mundo de la historia, y habían personas ahí burlándose, mofándose, afirmaban que estaban tomados, que estaban ebrios, Ser un creyente significa que habrán ocasiones en tu vida cuando otros se burlen, cuando otros malentiendan y cuando otros te juzguen por tu vida de fe. Nuestro deber es vivir según la palabra, agradar a Dios antes que a los hombres. Ese es nuestro deber. No intimidarnos, no esconder nuestra luz debajo de un almud, ¿Para convertirnos en estos creyentes secretos? ¿En estos creyentes 007, agente secreto? Nadie sabe que soy creyente, pero soy creyente. Oye, ¿tú eres creyente? Sí, claro, nadie sabe, nadie se ha dado cuenta, pero sí. ¿Soy creyente? No. Otros te escuchan decir que no puedes faltar en domingo y creen que es fanatismo. Que alguien te lavó el cerebro. Otros te ven orar por tus alimentos y creen que es superstición. Otros te escuchan decir, si Dios quiere, voy. Si Dios quiere, así será. Gracias a Dios estoy bien. Y piensan que eres débil, que te estás apoyando en algo imaginario. Otros ven tu casa o tu Facebook decorada de versículos y citas teológicas y no entienden qué obtienes o cuál es el beneficio de todo eso. Creen que estás obsesionado, que alguien te engañó, pero tú no prestes atención. No prestes atención, ni te apenes. Si lo que estás haciendo es bíblico y sabes que a Dios le agrada, sigue así. Te digan lo que te digan. Estudia con cuidado la respuesta que dio Ana al cuestionamiento de Lee. Vean cómo respondió. ¿Fue agresiva? ¿Se exaltó? ¿No se exaltó? No le dijo, ¿cómo te atreves a decirme eso? No le dijo, háblase lo que no sabes, viejito. Leemos su respuesta en los versículos 15 y 16. Ana respondió y dijo, no señor mío, yo soy una mujer atribulada de espíritu, no he bebido vino ni licor, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No pienses que tu sierva es una mujer impía, es por mi gran congoja y por mi aflicción que he hablado hasta ahora. Contestó con un corazón sincero, Contestó la verdad, lo que estaba pasando. Hemos de contestar a quienes nos cuestionan sobre nuestra fe. ¿Qué? La verdad, lo que es. Contestó con un corazón sincero, una actitud humilde y con pureza de palabra. Dios nos dé ese espíritu humilde y longánimo para que no hablen mal de nosotros aún cuando no entienden por qué hacemos lo que hacemos. Leemos en 1 Pedro 3, si alguna cosa padeceis por causa de la justicia, bienaventurados. benditos, felices sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. La séptima lección que encontramos es el poder y la necesidad de orar e interceder ante Dios a favor de otros. Vemos en el versículo 17 del primer capítulo, y luego vamos a brincar al versículo 20 del segundo capítulo. 1.17. Elí respondió y le dijo a Ana, ven paz, y que el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho. Y luego en 2.20, Yelí bendijo a Elcana y a su mujer diciendo, Jehová te dé hijos de esta mujer en lugar de este que ella ha prestado al Señor. La séptima lección es el poder y la necesidad del ministerio intercesor a favor de otros. El ministerio intercesor no es más que el ministerio de orar por otros. ¿Por qué le llamamos ministerio? Porque es una forma de servir. Es una forma de servir a Dios y es una forma de servir a tu prójimo. En el quinto capítulo de la carta a los tesalonicenses encontramos al gran apóstol Pablo con una petición muy importante a los tesalonicenses. El mismo apóstol Pablo que fue inspirado por el Espíritu Santo para escribir la gran mayoría del Nuevo Testamento. Pablo el predicador que no tuvo igual. Pablo el mayor evangelista y misionero de la historia. Pablo el que fue llevado al tercer cielo para ver lo que viviremos en la eternidad y que Dios le prohibió contarnos lo que vio. Pablo, el que sufrió grandemente. Pablo, el que en su vida fue invencible por la gracia de Dios hasta que cumplió con todos sus propósitos. Y este Pablo, ¿cómo cierra su carta a los tesalonicenses? En el cierre de la carta les pide, les dice, hermanos, orad por nosotros. Hermanos, orar por nosotros. Uno de los creyentes más grandes de la historia codiciaba las oraciones de otros. Este ministerio intercesor es un ministerio en el que todos podemos participar. Hermano, no sé en qué servir. Hermano, no tengo oportunidades para servir. ¿Y qué hay de esta? ¿Eres fiel y disciplinado en esta? Vemos la intercesión ante Dios de Elí a favor de Ana y el Cana. ¿Tú por quién oras e intercedes diligentemente en tu vida? Si pudiéramos ver la lista, si hoy tuvieran que pasar todos o el método el que fuera, si pudiéramos ver la lista de personas por las que tú oras regularmente, ¿te avergonzarías? ¿Te daría pena? Recuerdo una cita que compartimos hace unos meses. Decía, si Dios contestara todo lo que pediste esta semana, ¿quiénes serían convertidos? ¿Qué matrimonios serían restaurados? ¿Qué gran avances del Evangelio serían llevados a cabo? ¿Por qué estás orando tú? Si esta semana, si Dios contestara hoy lo que tú pediste esta semana, ¿resultaría? Bueno, vamos a contestar las oraciones de mi hijo fulanito. No hay nada. No pidió nada. Pidió tres cosas. Pero que no sea nuestro caso. Dios nos guarde de oraciones llenas de egoísmo. es un mandamiento orarlos unos por los otros. Dios nos dé una carga en nuestro corazón por las necesidades, crisis y problemas de otros. Oremos de tal forma que nuestras oraciones sean usadas por Dios para bendecir a otros. La vida de Ana nos muestra el poder y la necesidad del ministerio intercesor. La octava lección para nosotros en la vida de Ana. La octava lección. es que nuestras oraciones revelan quiénes somos tu vida de oración revela quién eres revela tu corazón revela tu carácter verdadero revelan si eres creyente o inconverso revelan si eres un creyente maduro o inmaduro tu vida carece de oración es probable que no seas creyente si tu vida carece de oración probablemente no eres un hijo de Dios Tus oraciones son débiles, inconstantes y demuestran grandes deficiencias en tu teología y tu entendimiento de la verdad. Si eres creyente, eres débil e inmaduro. Leímos en los primeros 10 versículos del capítulo 2 la poderosa oración de adoración y agradecimiento que hizo Ana cuando llevó a su hijo Samuel al templo. Algunos teólogos piensan que en esta oración se basó María, en Lucas 1.46 ante la próxima venida de Cristo, cuando alabó y adoró al Señor. Esta oración de Ana, que Dios dejó registrada en el capítulo 2 de Samuel, nos muestra la teología de Ana. Todos somos teólogos. Tú eres creyente, eres un teólogo, eres un estudioso de Dios, un estudioso de la palabra de Dios, de la doctrina de Dios. Todos somos teólogos, buenos o malos. Nuestras oraciones, la oración de Ana, nos muestra la teología de Ana, nos muestra el conocimiento que tenía de su Dios. Su oración es como un himno sobre la soberanía de Dios. que le contestó y le dio el hijo que pedía. En la medida que conozcas a Dios como es, podrás orar basándote en su palabra y podrás orar realmente, en la medida que conozcas más acerca de él, en la medida que conozcas más su palabra. Si le conoces poco, si tu teología es débil, si hay huecos, errores y deficiencias en tu conocimiento de Dios, se refleja en tu oración. Vemos en la oración de Ana que su Dios era un Dios sin igual, un Dios que hace morir y hace vivir, que humilla y enaltece. Y esto llenaba a Ana de esperanza y de gozo. Vemos en el versículo 18 del capítulo 1 que la fe de Ana y las oraciones de Ana borraron su tristeza y la llenaron de gozo. Cuando fue a orar y dice la palabra en angustia, llorando mucho después de orar, se fue. gozosa. Su oración borró su angustia. Fue la medicina que necesitaba. Entonces, hermanos, ¿cuántas de nuestras oraciones son deficientes? ¿Cuántas de nuestras vidas de oración son faltas de agradecimiento, faltas de adoración, faltas de conocimiento de Dios y su palabra? Teología y doctrina sana deben ser la estructura de todo lo que haces en tu vida. Ese es el esqueleto. Ese es el fundamento. La falta de teología y doctrina sana es lo que resulta en iglesias desviadas y cristianos, entre comillas, inconversos o muy débiles. Muchos de nosotros pensamos que porque no somos carismáticos o porque no somos arminianos o porque no somos pentecostales, somos grandes creyentes y sabemos mucho de Dios porque asistimos a una iglesia de doctrina sana. Pero te pregunto, tu vida, tus oraciones, ¿lo demuestran? El creyente que conoce, entiende y vive teología sana es el que mejor ora. En nuestras oraciones revelamos nuestro carácter, nuestra fe o nuestra carencia de fe, nuestra madurez o nuestra inmadurez. Vemos el carácter de Ana en su oración. Leemos. Vamos a leerlo. 1 Samuel, capítulo 2, último esfuerzo, redoblen ánimos, concéntrense. 1 Samuel, capítulo 2, versículo 1, vamos a leer la oración de Ana y vamos a ver qué podemos ver acerca de Ana, como creyente, como teóloga, qué podemos ver acerca de su fe, la realidad de su confianza en Dios. Versículo 1, Capítulo 2, Entonces Ana oró y dijo, Mi corazón se regocija en Jehová. Mi poder se enaltece en Jehová. Mi boca se ensancha sobre mis enemigos, porque me he alegrado en tu salvación. No hay santo como Jehová, porque no hay ninguno aparte de ti. No hay roca como nuestro Dios. No multipliquéis palabras altaneras. Cesen en vuestra boca las palabras arrogantes, porque Jehová es un Dios de todo saber. Por él son examinadas las acciones. Los arcos de los fuertes son quebrados, pero los que tropiezan se ciñen de poder. Los que estaban saciados se alquilan por comida, pero los que estaban hambrientos dejan de estarlo. Aún la que era estéril da a luz siete hijos, pero la que tenía muchos hijos se debilita. Jehová hace morir y hace vivir. Él hace descender al Seol y hace subir. Jehová hace empobrecer y hace enriquecer. Él humilla y Él enaltece. Él levanta del polvo al pobre y al necesitado enaltece sobre la basura, para hacerle sentar con los nobles y hacerle poseer un trono de honor, porque de Jehová son las columnas de la tierra, y sobre ellas asentó el mundo. Él guarda los pies de sus fieles, pero los impíos perecen en las tinieblas, porque nadie triunfará por su propia fuerza. Jehová quebrantará a sus adversarios, contra ellos tronará desde los cielos. Jehová juzgará los confines de la tierra. Él dará fortaleza a su Rey y enaltecerá el poder de su ungido. La última lección la encontramos en los versículos 5, 20 y 27 del capítulo 1 y el versículo 21 del capítulo 2. Se los voy a leer. Versículo 5. Pero a Ana el Cana, su esposo, le daba una porción escogida, una porción doble, especial, porque él la amaba a pesar de que Jehová había cerrado su matriz. Versículo 20. Y sucedió que a su debido tiempo, Ana concebió y dio a luz a su hijo. Y le puso por nombre Samuel diciendo, porque se lo pedí a Jehová. Versículo 27. Por este niño oraba. Y Jehová me ha concedido lo que le pedí. Y por último, versículo 21 del capítulo 2. Jehová visitó a Ana con su favor. Y ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el niño Samuel crecía delante de Jehová. La lección es la siguiente, Dios da y Dios bendice a su tiempo, en el tiempo indicado, en el mejor tiempo. Según Efesios 3, Dios es poderoso para hacer todas las cosas, mucho más abundante de lo que pedimos o pensamos. Ana pasó años sufriendo, miserable, en agonía, años atacada y lastimada por Penina, años pidiendo un hijo, La mayoría se habrían rendido. Habrían dejado de orar años antes de la respuesta. Pero Ana perseveró y la respuesta de Dios fue cinco veces más de lo que había pedido. Dios le dio seis hijos. Dios, a su tiempo, da. Y cuando da, es poderoso para dar abundantemente más de lo que pedimos o pensamos. Estamos orando por salud, si estamos orando por salud, pidiendo trabajo, pidiendo pareja, pidiendo hijos, todas peticiones legítimas, válidas, pero requieren fe en la soberanía y providencia de Dios. Requieren conocimiento sólido de su palabra y fe en ella. Dios dará su tiempo, en el tiempo adecuado, en el mejor tiempo. Si ya te cansaste de pedir lo que has pedido por años, aplica esto a tu vida. Analiza tus motivos. ¿Por qué estás pidiendo lo que estás pidiendo? ¿Para qué? ¿Para servir a quién? ¿Cuáles son tus deseos? Examínate. Y cierro con dos pasajes, proverbios y salvos. Leo en Proverbios 3, 5 y 6, confía en Jehová con todo tu corazón. No te apoyes en tu propia inteligencia, reconocelo en todos tus caminos y Él enderezará tus sendas. Salmo 37, 4 y 5, deleítate en Jehová y Él te concederá los anhelos de tu corazón. Si tu deleite está en Dios, si tu deseo es servirle, Él te va a conceder lo que deseas. Encomienda a Jehová tu camino. Confía en Él y Él hará. Entonces, sigue de rodillas ante tu Dios. Aprende a llevarle la angustia de tu corazón todos los días de tu vida. Derrama ante Él las angustias de tu corazón, tus deseos, tus temores, tus luchas. Él es la única fuente de paz, la única fuente de esperanza, el único omnipotente. Estudia el ejemplo de Ana. Aplícalo a tu vida, a tu corazón. Y si no conoces a Cristo, si no conoces la paz que tenía Ana, la esperanza que tenía Ana, búscala hoy. Y no dejes de buscarla hasta que la encuentres. Vamos a orar. Padre, te damos gracias por la claridad de tu palabra. Por estas vidas, Señor, en la que vemos tu providencia, tu poder. Gracias, Señor, por mostrarnos este gran ejemplo, esta vida de Ana, quien vivió arrodillada ante ti, quien te llevaba las angustias de su corazón. Señor, cada uno de nosotros necesita hacer esto, imitar su ejemplo desesperadamente. Ayúdanos, Señor, a humillarnos, quita nuestra altivez, Danos más fe, Señor, quita nuestra dependencia en todos los recursos terrenales. Ayúdanos, Señor, a reducir todo, llevar todo al plano espiritual. Todas las luchas, todas las dificultades que estamos enfrentando, ayúdanos a verlo todo en términos espirituales, a acudir a Ti y a conocer Tu grandeza, Tu poder, Tu misericordia. Señor, no permitas que creyentes entre nosotros anden por la vida tristes, deprimidos, desesperanzados. Ayúdanos a vivir, ayúdanos a todos a vivir una vida rica, en gracia, en esperanza, en contentamiento y gozo en ti. Y Señor, si alguien no te conoce, te pedimos, Señor, que le muestres este ejemplo de un creyente aferrado a ti. este ejemplo de gozo real, de esperanza real, de respuestas reales a la vanidad de esta vida, a los problemas, angustias y pecado en este mundo. Te pedimos que lo lleves a doblegar su rodilla ante ti aún hoy. Que entienda, Señor, que hoy es el día de la salvación. Te pedimos todo esto en el nombre de Cristo Jesús. Amén.
Lecciones en la vida de Ana
Series Lecciones en la vida
Ana entendía que debemos ver todo en nuestras vidas, en términos espirituales. Toda batalla, toda angustia, todo problema, toda decisión, se debe llevar al plano espiritual. Al mínimo comun de denominador.
Sermon ID | 112019118557896 |
Duration | 52:25 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | 1 Samuel 1 |
Language | Spanish |
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