00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
Padre, Abuelo y Dios, que moras en las alturas de los cielos en esta mañana, venimos delante de Ti, dándote las gracias, Señor, porque Tú nos das la oportunidad, una vez más, a nosotros que somos Tus hijos, Señor, de podernos reunir en Tu nombre para así ser expuestos a Tu Palabra, recibir las salas de enseñanzas, de esa fuente inabotable de vida eterna que está establecido, que está resumido en tu Santa Biblia. Gracias Señor porque podemos llegar a tiempo para aprovechar al máximo el día que tú nos das, este día que tú has ordenado como un día de reposo de nuestras actividades cotidianas y aprovechar este día, Señor, para consagrar nuestras vidas aquí, para estar en tu presencia, Señor, para inquirir en tu santo templo, en tu voluntad, tu voluntad revelada en las Escrituras, para tener comunión contigo, para tener comunión los unos con los otros, Señor, para ser sal y luz en medio de esta generación maligna y perversa, Señor. Padre, pedimos que de una manera especial Tu Espíritu Santo esté ministrando a nuestros corazones y que al ser expuestos a Tu Palabra, Tu Palabra pueda obrar arrepentimiento, obrar nueva vida en nuestro ser Señor y también crecimiento, madurez para poder ser, como hemos orado, sal y luz en este pueblo, en este barrio y hasta donde tú nos lleves, Señor. En tus manos estamos, Padre. En tus manos está la escuela dominical que iniciamos. En tus manos está el culto de este día, Señor. Esto te lo pedimos, Padre, en el nombre poderoso y maravilloso de tu Hijo amado, Jesús. Bien mis hermanos, pueden sentarse. En esta mañana nosotros tenemos el estudio, el segundo libro, el segundo capítulo del libro Los Atributos de Dios. Hoy vamos a estar estudiando los decretos de Dios. Los decretos de Dios. Y ahí iniciando el libro, nosotros tenemos una pequeña definición de lo que son los decretos de Dios. Dice, el decreto de Dios es su propósito o determinación respecto de las cosas futuras. es su propósito o determinación con respecto a las cosas futuras. El autor ha utilizado el término singular porque así lo hace la escritura. Las escrituras hablan de un decreto, de un propósito. Tenemos dos pasajes bíblicos, uno se encuentra en Romanos 8.28 y el otro se encuentra en Efesios 3.11. Dos voluntarias que puedan leer estos dos pasajes. Romanos 8.28 y Efesios 3.11. y sabemos que para los que aman a Dios todas las cosas se operan para Él. Esto es para los que son llamados como Néstor por Dios. Muy bien, Efesios 3.11 con el propósito eterno que llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor. Entonces, cuando nosotros estamos hablando de decreto, también estamos hablando de propósito, de plan, y las Escrituras lo presentan como un solo plan. Cuando nosotros hablamos, hablamos como si hubieran habido muchos planes de parte de Dios, pero no así las Escrituras. Las Escrituras no lo presentan así, sino que lo presentan como un único plan. Nosotros, como seres humanos, tenemos la tendencia a pensar en ciclos, ciclos sucesivos que se van dando en el ámbito de la sociedad, en el ámbito de la religión, en el ámbito de toda agrupación humana, porque asimismo es que van surgiendo los pensamientos en nuestras mentes y nosotros lo vamos elaborando de la misma forma. Entonces, el conocimiento divino, como Dios cobró, no procede por etapas, no vienen de etapas, no es como que algo se va dando, es algo que el Señor da y lo conoce, como nos dice Hechos 15 y 18, Dios conoce todo desde tiempos antiguos, es decir, Dios nunca ha sabido menos que lo que sabe ahora. Dios siempre ha sabido todo, está completo en sí mismo. Entonces, en las Escrituras nosotros vemos que mencionan lo que es el decreto de Dios en muchos pasajes utilizando diferentes términos para ese ese nombre, decreto, diferentes términos. Por ejemplo, en el Salmo 2.7 habla acerca del decreto de Dios, en Efesios 3.11, que leyó la hermana Tana, habla de su propósito eterno, está hablando también de los decretos de Dios. En Hechos 2.23 habla de su determinado propósito, es decir, está hablando de su decreto. También en Efesios 1.9 habla acerca del misterio de su voluntad. En Romano 8.29 dice que él también predestinó, está hablando acerca del decreto de Dios. En Efesios 1.9 se menciona su beneplácito, es decir, lo que él deseó. Entonces, también se le llama en las Escrituras al decreto de Dios consejos. los consejos de Dios, nos dicen las Escrituras que son sabios, nos hablan las Escrituras acerca de la voluntad de Dios, que también Dios hace la cosa porque no está sujeto a nadie, ni a nada, y Él lo hace porque quiere hacerlo, Él actúa por su propio deseo, Entonces cuando nosotros estamos hablando de los decretos de Dios, estamos hablando precisamente de todas estas palabras, de todos estos términos que nosotros estamos utilizando. Decreto de Dios. Concedo. Propósito. Voluntad. Beneplácito. Deseo. Todos esos términos hacen referencia al decreto, a los decretos de Dios. ¿Cuáles son? Consejo, predestinar, deseo, voluntad. ¿Qué más? Consejo dije, ¿verdad? Propósito, determinado consejo. ¿Todo eso está haciendo referencia a qué? la voluntad soberana de Dios que son los decretos de Dios. Cuando una persona hace la cosa conforme a su voluntad, generalmente la voluntad del ser humano es una voluntad caprichosa, generalmente la voluntad del ser humano es una voluntad irrazonable, pero en el proceder divino como Dios ha obrado, como Dios obra, la sabiduría está siempre asociada con la voluntad de Dios y por lo tanto Nos dicen las escrituras que los decretos de Dios siempre son sabios y siempre son los mejores. Es decir, cuando Dios tiene un deseo, tiene una voluntad, entonces siempre es lo mejor, en Él, en Dios, no en el hombre, no en el hombre. Los decretos de Dios están relacionados con las cosas futuras, con todas las cosas futuras, sin excepción. Todo lo que se lleva a cabo a su tiempo, entienda eso, fue predeterminado antes del principio del tiempo. Todo lo que ocurre fue predeterminado antes del principio del tiempo. El propósito de Dios afecta a todo, sea grande o pequeño, sea bueno o sea malo. Ahora, nosotros no podemos apresurarnos a pensar entonces o afirmar que a pesar de que Dios es inordena y controla todas las cosas, Él en modo alguno no es el autor del pecado. Es bueno que entendamos eso. Él no es el autor del pecado, aunque sí es el autor de todo bien, eso nos dice la palabra. Debemos entender que a pesar de que Dios ha decretado todo lo que acontece en este mundo, Él no es el autor del pecado. aunque en ocasiones, como nosotros estuvimos viendo en Génesis, o íbamos a seguir viendo, el pecado de unos hombres fue un medio que Dios usó para preservar la línea a través del cual iba a venir Cristo. Precisamente la razón por la que los hermanos de José le vendieron, a pesar de que lo hicieron impecable, lo hicieron mal ellos, Dios así lo permitió que fuera vendido, porque si José no ha vendido como esclavo, entonces esa familia hubiera perecido de hambre cuando llegó un tiempo de hambruna en esa zona, como vamos a ver en los próximos domingos. Entonces, en esos casos hay ocasiones en que el pecado de unas personas, de algunas personas, esas personas, claro, están sin excusa, ¿verdad?, y sufren las consecuencias de su mal proceder, pero en ocasiones el pecado de algunas personas lo usa para el glorificarse, aunque él nunca es el autor del pecado. Entonces el decreto de Dios es tan amplio como su gobierno y se extiende a todas las criaturas, todo lo que Él ha creado, a todos los acontecimientos que se suscitan en su creación. Los decretos de Dios se relacionan con nuestra vida, con nuestra muerte, con nuestro estado en el tiempo y en la eternidad. los decretos de Dios abarcan todo lo que es su creación. De la misma manera que nosotros, por ejemplo, juzgamos los planos de un arquitecto inspeccionando el edificio que estuvo bajo sus directrices, así también nosotros aprendemos de las obras de Aquel que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, cuál era el propósito que tenía. ¿Qué le estamos diciendo con esto? Bueno, sencillamente usted esta casa, usted puede decir si fue bien construida, si el que la construyó lo hizo bien, si estuvo perfecto, si fue algo improvisado. Yo siempre he dicho que una casa que es hecha por un maestro constructor se nota aleguas cuando fue construida por ese maestro constructor y no metió a la mano ahí un arquitecto, porque siempre hace un desastre. Usted dirá, pero ¿por qué? El maestro constructor tiene muchos años de experiencia, pero el arquitecto tiene todos unos años de preparación en cuanto a números, en cuanto a medidas, que le van a llevar a aprovechar al máximo el espacio que se le asigna para construir. Mientras que el maestro constructor no, el maestro constructor ya está enfocado en lo que él sabe hacer. Entonces, cuando nosotros estamos hablando de los decretos de Dios, ahí nosotros estamos también viendo cuán grande, precioso, maravilloso es ese arquitecto que ha construido todo. Cómo la creación habla de ese creador, de ese majestuoso creador. Qué bello, qué precioso es, ¿verdad? En la misma medida en que nosotros vemos la creación de Dios, en esa misma medida. Dios no decretó hacer sencillamente al hombre ponerlo sobre la tierra y luego dejarlo al azar bajo su guía incontrolada bajo sus emociones, bajo sus deseos Dios no hizo eso sino que Dios fijó todas las circunstancias de los individuos y todos los pormenores que la raza humana comprende desde su principio hasta el fin. Dios fijó todo, Dios determinó todas las circunstancias desde el momento del nacer de una persona hasta su muerte. Él no solamente decretó que se establecieran leyes para el gobierno del mundo, sino que también dispuso la aplicación de esas mismas leyes en cada caso particular. Nosotros debemos de saber que nuestros días están contados. ¿Usted sabía que usted tiene sus días contados? ¿Usted sabía que hasta los cabellos de su cabeza están contados? Entonces, por esa razón, si usted entiende eso, podemos entender, valga la redundancia, el alcance de los decretos divinos. Si nosotros pensamos en cómo las cosas se van cumpliendo, porque así Dios lo ha determinado. Pero también los cuidados de lo que se conoce como la Divina Providencia, alcanzan a los más insignificantes seres creados, a los más insignificantes. El más mínimo acontecimiento de su creación, que así nos dice la palabra, tal como la muerte de un gobión, tal como la caída de una hoja de un árbol, el más mínimo de los acontecimientos están controlados por Dios. Nada escapa de su control. Lo más insignificante. Eso lo dijo Jesús en su ministerio terrenal. Que no hay nada que caiga a tierra que no sea porque así sea la voluntad de Dios. Las cosas no ocurren por el azar. Todo ocurrió a casualidad. todo está determinado en su sabio consejo, en su sabio consejo. Entonces, visto esto, visto el hecho de que Dios tiene control de todas las cosas, de que los decretos de Dios son todas las cosas que Dios ha determinado desde el principio o desde la eternidad, Tenemos que ver algunas peculiaridades de esos decretos divinos, algunas características de los decretos divinos. Vamos a ver, creo que son cuatro. Cuatro. Yo espero que usted lo tenga ahí también y lo pueda subrayar para que lo tenga pendiente. En primer lugar, los decretos de Dios son eternos. los decretos de Dios son eternos. Suponer que alguno de los decretos de Dios se haya dictado dentro del tiempo equivale a decir que se ha dado un caso imprevisto o alguna combinación de circunstancias que ha incluido al Altísimo a tomar una nueva resolución. Es decir, no podemos pensar como que Dios ahora Pensó, ah no, déjame hacer un cambio, porque esto estuvo mal. Voy a hacer este cambio ahora. ¿Qué diríamos de ese Dios? Es un Dios inestable, inconstante, y peligroso creer en ese Dios. Entonces cuando nosotros estamos hablando que los decretos de Dios son eternos, lo que estamos diciendo es que Dios decretó todo lo que acontece desde siempre, desde la eternidad pasada. El hecho de que nosotros estemos aquí en esta mañana, ya Dios lo sabía hace miles No podemos hablar de miles de años ni nada de eso porque no había tiempo. Desde antes de haber tiempo ya Dios lo había determinado que así había de ocurrir. Para nosotros, seres finitos y limitados en el tiempo, El pensar en esto nos puede llevar a decir, pero ¿cómo es posible si yo originalmente tenía planes de irme a otro lugar y fue porque se canceló este viaje, o fue porque aquello, o fue porque lo otro? No, es que Dios ya sabía que eso iba a ocurrir así, que eso iba a ocurrir así. El pensar como que Dios cambia en el tiempo es también decir que Dios es limitado y que con el tiempo Dios va a ir aumentando en sabiduría y eso no es así, eso es una blasfemia. Terrible. Dios no da decretos temporales. Dios lo ha hecho así desde el principio. Ustedes dirán, no, porque yo tengo una voluntad, que yo tengo una capacidad, si yo no quisiera venir en esta mañana, usted puede contar con que yo no vendría. No, mis hermanos, no mis hermanos, Ni siquiera eso escapa al control. Ya Dios lo sabía que usted estaba diciendo eso desde antes de que el tiempo existía. Cuando Dios habla acerca de algo que va a acontecer en el futuro, Dios no le está diciendo como que existe alguna posibilidad de que en el futuro haya algún cambio, alguna transformación. No, es que ya Dios sabe cómo iba a ocurrir eso, desde antes de que ocurra. Las Escrituras afirman que el creyente, que los creyentes en Cristo antes de la fundación del mundo, mucho antes de que la gracia fuera dada, mucho antes de nosotros siquiera tener la capacidad de creer, ya Dios nos había escogido. Entonces los decretos de Dios son eternos en ese aspecto, no hay nada que Dios vaya a determinar que ya no haya determinado en la eternidad. No hay nada nuevo. No hay nada nuevo. Eso es lo primero. Los decretos de Dios son eternos. Lo segundo, los decretos de Dios son sabios. Son sabios. Y la sabiduría se muestra en la selección de los mejores fines posibles y de los medios más apropiados para cumplirlo. Y por lo que nosotros sabemos de los decretos de Dios, es evidente que poseen esa característica. Por eso el salmista en el Salmo 104, 24, nos dice, Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová, hiciste todas ellas con sabiduría. Y nosotros solamente podemos observar una pequeña partecita de su obra, pequeñita, pequeñita, Pero como siempre he dicho, nosotros podemos juzgar el todo por la pequeña muestra. Cuando usted va a un supermercado le dan una muestra para que usted pruebe y usted se decida a comprar, ¿verdad? Una muestra pequeña, gratis. Entonces, por esa pequeña muestra de Dios, de lo que Dios ha hecho, que nosotros conocemos de Él, podemos juzgar que es un Dios totalmente sabio. Sabio, precioso. Por esa razón, mis hermanos, cuando llegan dudas a nuestra mente acerca de cualquier cosa con respecto a Dios, nosotros deberíamos de rechazar esas dudas que no podemos reconciliar con nuestras ideas de lo que es bueno y sabio. Es decir, hay veces que tenemos preguntas e inquietudes acerca de cómo es posible que un Dios tan grande, tan maravilloso, permita un mundo así. ¿Un ejemplo? ¿Por qué? Si Dios lo sabe todo, si Dios lo ha decretado todo. deben de llevarnos siempre a pedirle a Dios que nos dé de su gracia, que nos dé de su sabiduría, para seguir contemplando lo que Él nos ha revelado positivo de Él, y que aquellas cosas en un momento dado, en la eternidad futura, nosotros podríamos quizás entenderlas, aunque no hay un presente. ¿Me entienden? Cuando nosotros alcancemos ese estado eterno, entonces nosotros podríamos decir, como dijo el apóstol Pablo, con profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios. Qué profundo, cuán profundo es el conocimiento de Dios. Entonces nosotros tenemos que ver que los decretos de Dios, al ser sabios, Dios siempre obra con sabiduría, y Dios siempre hará la mejor cosa posible para su gloria y para cumplir su propósito eterno. Ahí no dije para el hombre, ¿verdad? Para su gloria y su propósito eterno. El hombre siempre se beneficia de lo que Dios obra, de la forma en que Dios obra, Como él lo sabe todo y como sus decretos son sabios, entonces él sabe lo que mejor conviene para nuestras vidas. Pero el fin último de Dios y sus decretos no es el hombre, no somos nosotros. Bueno que entendamos eso, el fin último de los decretos de Dios es su gloria, su manifestación, su poder. Así que tenemos que entender que el hombre no gira, el centro del universo no es el hombre, es Dios. Amén. En tercer lugar, los decretos de Dios son libres. ¿Qué estamos diciendo con eso? Vámonos a Isaías, capítulo 40, verso 13 al 14. Isaías capítulo 40 verso 13 al 14 lo tenemos yo se lo voy a leer con el permiso de ustedes dice así ¿Quién guió al Espíritu del Señor o como consejero suyo le enseñó? ¿A quién pidió consejo y quién le dio entendimiento? ¿Quién lo instruyó en la senda de la justicia, le enseñó conocimiento y le mostró el camino de la inteligencia? ¿Alguien podría responder eso? ¿Quién le dio eso, algo? ¿Quién le dio al Señor ¿Consejo? ¿Quién le dio entendimiento? ¿Quién lo instruyó? ¿Hay alguien que lo haya hecho? Exacto, nadie. Cuando Dios dictó sus decretos, Él estaba solo y sus determinaciones no se vieron influenciadas o influidas por causas externas. Es decir, nadie influyó en él para que él tomara esa decisión. Él era libre, siempre lo ha sido, para decretar o dejar de hacerlo. Para decretar o no una cosa. Él era libre para ello. Y es preciso que nosotros atribuyamos esa libertad a ese que es supremo, a ese ser que es independiente, a ese ser que es soberano en todas sus acciones. Entonces, cuando Dios le terminó de hacer algo, lo hizo de su propia voluntad. Nadie le dio consejo. Nosotros sí necesitamos consejo, a menos que usted se crea a Dios. Nosotros necesitamos consejo. Nosotros necesitamos a alguien a quien acudir solicitando su ayuda. Y la idea, esto es como un paréntesis, la idea es que siempre trate de buscar consejo en alguien que por su experiencia y por su acercamiento a Dios le pueda dar un buen consejo, porque no todo el mundo le va a dar un buen consejo. Una buena consejería siempre se busca en alguien que tiene un acercamiento genuino con Dios y en su palabra. Pero Dios no necesitó de nadie, Dios no necesitó de un consejero para decretar hacer todo lo que hizo. Entonces por esa razón los decretos de Dios son libres. No se valió de nada para el decretar o no decretar lo que quiso decretar o no decretar. ¿Me entienden? Y ahí entonces entra, porque hay una similitud con lo que son los decretos de un presidente en un país ético. Un presidente en un país siempre tiene una serie de asesores. en diferentes áreas, que por su expertise, su experiencia, van a aconsejar al presidente a tomar ciertas decisiones. Y en base a eso el presidente toma decretos. En el caso de Dios, Dios nunca necesitó un consejero. Nunca lo necesitó porque, como hemos dicho, sus decretos eran sabios, estaban completos en sí mismos y fueron decretos que fueron dados en la eternidad cuando no existía nada más, solamente Dios. En cuarto lugar, los decretos de Dios son absolutos e incondicionales. Absolutos e incondicionales. Los decretos de Dios no están superitadas a alguna condición que se pueda no cumplir. En todos los casos en los que Dios ha decretado un fin, ha decretado también todos los medios para dicho fin. Si Dios decretó que alguien ha de ser salvo, pues Dios va a preparar todos los medios para que esa persona sea salva. El que decretó la salvación en sus seres híbridos también decretó obrar fe en ellos. Cuando Dios decretó voy a salvar, voy a dar fe en ellos para que esas personas respondan a ese llamado. Ese es el obral de Dios. Dios cuando decreta algo, no pone condición alguna para que esa persona responda a ese llamado. Eso es lo que dice Isaías 46, 10. Mi consejo permanecerá y haré todo lo que quiero. Mi consejo permanecerá y haré todo lo que quiero. Qué hermoso es Dios, ¿verdad que sí? Entonces, mis hermanos, si su consejo, si su decreto dependiera de una acción o de una condición que pudiera dejar de cumplirse, entonces sería un Dios limitado. Es bueno que entendamos esto. Como leímos hace unos minutos, Dios hace todas las cosas según el designio de Su voluntad. Su voluntad es el que determina lo que Él ha de hacer. Eso nos dice Efesios 1.11. ¿Contestan de acuerdo con eso? Entonces, ahora quizás alguien un poquito abusado, vamos a decir, en la materia y lo que estamos hablando, podría de momento pensar Ah, bueno, pero entonces si Dios ha decretado todo, si sus decretos son sabios, son absolutos, son incondicionales, son libres, entonces, por ende, todo lo que yo haga, pues, ya sí Dios lo decretó. Por ende, yo no soy responsable, yo no soy culpable, porque Dios ya había decretado que todo aconteciera así desde la eternidad. Nosotros debemos de ver que junto a la inmutabilidad e inviolabilidad de los secretos de Dios, la Escritura enseña claramente que el hombre es una criatura responsable de sus acciones y de esas acciones debemos de rendir cuentas. estamos en un momento en el que la humanidad no está conformada por la la afirmación de una de esas enseñanzas no nos va a llevar a la negación de la otra. Porque alguien, generalmente los arminianos, que son los que ponen en duda lo que es el plan de elección de Dios desde la eternidad de sus elegidos, de sus escogidos, este grupo de personas ponen en duda de que Dios pueda… bueno, pero imagínate tú cómo es posible esto, que Dios haya elegido a alguien. Yo no puedo concebir que haya elegido a alguien y entonces que esa persona no responda a eso porque no eligió a alguien. ¿Cómo yo puedo ver eso entonces? No, la voluntad de Dios, como digo un famoso cantante, la voluntad de Dios debe de estar sometida a la decisión del hombre. ¿Por qué? Bueno, porque no saben compaginar esos dos conceptos. Por un lado, Dios es soberano y todo lo que Él ha querido hacer, lo ha hecho. Esa es la Biblia. Pero también la Biblia dice que este que está aquí abajito, el hombre, es responsable por sus acciones y va a dar cuenta a Dios por su proceder. por su proceder. Entonces la Palabra de Dios enseña ambas cosas y tenemos que, a la luz de las Escrituras, cosas que no entendemos como esa, donde termina la responsabilidad del hombre y donde comienza la soberanía de Dios, entonces nosotros tenemos que recibirlas a la luz de que no lo entendemos todo en esta tierra y que posiblemente nunca lo entenderemos en esta tierra, pero la Palabra de Dios así lo dice, así lo muestra, así lo enseña y así yo lo recibo. Ese aspecto, la responsabilidad humana y en los decretos de Dios. Tenemos que aprender a ver que no todo lo que Dios nos ha revelado seremos capaces de entenderlo en esta vida presente. Y existe, mis hermanos, una verdadera dificultad en definir dónde termina la una y dónde comienza la otra. Existe esa dificultad. Cuando nosotros leímos que la verdadera oración está redactada por el Espíritu Santo, no obstante también es el clamor del corazón humano, entonces hay una combinación. El Espíritu Santo intercede por nosotros, congebido es indecible, pero la Palabra de Dios me dice que debo de orar, que debo de clamar yo. Usted ve cómo está, por un lado el Espíritu Santo blanco y por el otro lado yo debo de orar. Eso es lo que nosotros vemos, ese aparente forma de no poder reconciliar humanamente hablando lo que es la voluntad humana y lo que es la soberanía de Dios. Cuando nosotros vemos, por ejemplo, el caso de Jesús cuando Él tuvo su ministerio terrenal aquí en la Tierra, Cristo era Dios, es Dios y también es hombre. Cristo es omnisciente, lo sabía todo, pero también nos dice que Él crecía en sabiduría. Cristo es, era, es todopoderoso, pero sin embargo Él fue crucificado en debilidad y murió. Es el príncipe de vida pero murió. Entonces, esos son grandes misterios, pero la fe los recibe sin discusión, porque la Palabra de Dios así lo ha revelado y yo lo recibo así. Amén. Y usted también es llamado a recibirlo así. Entonces, entienda que no hay nada en esta tierra que ocurra que se dé porque Dios así lo haya decretado. No hay nada que ocurra en esta tierra. Todo está bajo el control de Dios. Todo. Pero a pesar de que todo está bajo el control de Dios, yo debo de dar cuenta de mi proceder. Es decir, si yo decido ponerme de cabeza y salir caminando de cabeza en la calle, yo soy responsable de eso que yo hice. Pero a Dios no le tomó por sorpresa el que yo saliera de cabeza caminando por la calle. ¿Me entienden? Más o menos, ¿verdad? Solamente José Miguel me dijo que sí, ¿verdad? Más o menos. Ahí vamos. Entonces Dios ha decretado todo. Jonathan Edwards, un famoso pastor congregacionalista, autor o el medio que Dios usó para un gran avivamiento en los Estados Unidos, en el siglo XVIII creo yo que fue, dijo de la siguiente forma hablando acerca de los decretos de Dios. Ustedes lo tienen en su libro. Tanto si Dios ha decretado todas las cosas que acontecen como si no lo ha hecho, todos los reconocen la existencia de un Dios, todos los que reconocen la existencia de un Dios reconocen que éste sabe todas las cosas de antemano. Ahora bien, es evidente que si él conoce todas las cosas de antemano, las aprueba o no las aprueba, es decir, bien quiere que acontezca o bien no lo quiere, pero querer que las mismas acontezca es decretarlas. Eso es como haciendo referencia a lo que es el adminianismo. Dicen, no, lo que pasa es que el hombre tiene que responder, el hombre tiene voluntad, el hombre tiene libre albedrío. Es un término que tenemos que explicar siempre a nuestros hermanos pentecostales. El libre albedrío, ese supuesto libre albedrío que Dios le ha dado al hombre, siempre está sujeto a lo que Dios ha decretado en esa persona. En el creyente el libre albedrío lo va a obrar, va a obrar para esa búsqueda constante de Dios, en el creyente. En el impío, ese libre albedrío siempre lo va a llevar a buscar y a anhelar las cosas pecaminosas. A fin de cuentas, ese libro albedrido no existe como tal porque el corazón engañado, pecaminoso, del impío lo va a llevar siempre al fango del pecado, a la suciedad, a la asquerosidad del pecado, mientras que el corazón revivido, regenerado, nuevo nacimiento en él, siempre lo va a llevar a las cosas del espíritu. Amén. Pero tanto el obrar de uno como del otro no le toma por sorpresa a Dios. Ah, yo no sabía que iba a obrar de esa forma. Eso lo puede decir usted. Yo no sabía que esa persona daba para tanto. Eso lo puede decir usted. Pero para Dios no le toma de sorpresa. Amén. Ok. Entonces, quisiera leerle el último párrafo del capítulo. para que tengamos una idea de lo que estamos hablando. Finalmente, tratemos de hacer una suposición y luego consideremos lo contrario de la misma. Negar los decretos de Dios sería aceptar un mundo y todo lo que se relaciona con él, regulado por un accidente sin designio o por un destino ciego. ¿Qué paz, qué seguridad, qué consuelo habría entonces para nuestros pobres corazones y mentes? ¿Qué refugio hay que acogerse en la hora de la necesidad y la prueba? Ni el más mínimo. No habría cosa mejor que las negras tinieblas y el abyecto horror del ateísmo. Querido lector, cuán agradecidos tendríamos que estar porque todo se haya determinado por la voluntad y la sabiduría infinitas. ¡Cuánta alabanza y gratitud le debemos a Dios por sus decretos! Por ello sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien. Esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romano 8.28 Bien podemos exclamar, porque de él por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. Romanos 11, 36. Fin de la cita. Entonces ahí están, mis hermanos, lo que son los decretos de Dios, que a pesar de que le llamamos decretos en plural, como dije al principio, realmente es un solo decreto de Dios. Y ese decreto es que Dios ha decretado todo lo que ha de acontecer en su creación. Amén. ¿Hay algo que está fuera de su creación? ¿Hay algo aparte de Dios que no haya sido creado por él? La respuesta es no. Entonces Dios ha decretado todo lo que ha de acontecer en todo el universo. Amén. Dios le bendiga a mis hermanos.
Los Decretos de Dios
Series Los Atributos de Dios
Estudiando en la Escuela Dominical el libro de Arthur Pink, en esta ocasion les traemos el tema: Los Decretos de Dios
Sermon ID | 11151816284274 |
Duration | 44:23 |
Date | |
Category | Sunday School |
Bible Text | Ephesians 3:11; Romans 8:28 |
Language | Spanish |
Documents
Add a Comment
Comments
No Comments
© Copyright
2025 SermonAudio.