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La Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona le ofrece la presente grabación por gentileza de don José Grau y de su esposa doña María Beltrán. Le invitamos a visitar también la página web josegrau.es. Deseamos que Dios le bendiga. El tema de esta tarde es la identidad o naturaleza del catolicismo romano. Hemos visto a lo largo de esta serie de estudios aquellos principios que teníamos en común la cristiandad evangélica con este sistema católico-romano y también los puntos de divergencia. El primer día intentábamos contestar la pregunta ¿es más o es menos lo que nos une que lo que nos separa? El segundo día vimos el testimonio de la historia, vimos cómo el catolicismo romano Es imposible de entenderlo sin una perspectiva histórica, ya que es el fruto de toda una serie de etapas, de avatares, de circunstancias, de intereses, que se van forjando al correr de los siglos. Entonces, pudimos ver cómo, si ha habido algún grupo cristiano que ha cambiado, es el católico romano, a pesar de que lo sostiene, el semper idem, la iglesia siempre idéntica, siempre la misma, sin embargo la verdad histórica no es así, es un sistema que ha cambiado constantemente. Sin embargo ya afirmábamos, y quizá algún hermano lo recuerde, que hay algo, hay cierto aspecto que sí que siempre es igual, hay una cosa que es lo que constituye su verdadera esencia que permanece, es cierto, y espero que lo veamos, lo descubramos esta tarde. Para comprender el catolicismo romano en su esencia más íntima debemos de considerar en particular de una manera especial la eclesiología y la mariología. Por falta de tiempo y porque me temo que el calor esta tarde va a hacernos el estar aquí sentados escuchando un poco difícil voy a hablar solamente de la eclesiología, quizá algún día puede haber oportunidad para hablar también de la Mariología, la doctrina en cuanto a María que es fundamental en cuanto que expresa mucho de lo que es la naturaleza de este sistema. Pero la Eclesiología es básica porque en la Eclesiología la Iglesia Católica Romana tiene el espejo en el cual se mira y en ella, ella afirma lo que cree ser y lo que cree poder ofrecer al mundo. Al mismo tiempo, esta eclesiología la distingue de todos los otros grupos o iglesias, por ejemplo. Es lo que hace contraste con nosotros, las iglesias que surgieron de la Reforma. Cuando concluyó el último concilio, en el año 65, hubo una gran conmoción y se levantaron muchas esperanzas. porque había gente, muchos, tanto dentro como fuera de la Iglesia Católica Romana que pensaban pues que se iba a producir un cambio, un cambio enorme un cambio que iba a hacer de el catolicismo con aquella imagen absorbente, dominante pues se iba a convertir en otra cosa y daba la impresión que pues iba a ser el catolicismo romano una iglesia evangélica más sin embargo han pasado los años y esto no ha sido así. Y así ni se han cumplido los temores de los integristas que creían que después de este concilio vendría la desintegración ni tampoco los que esperaban una renovación como la que se produjo en el siglo XVI. Entonces, ni renovación ni desintegración. ¿Entonces qué? No ha habido ningún cambio. Los ha habido, indudablemente, cualquiera que lo recuerda lo que era el catolicismo romano hace 20 años con sus misas en latín hechas de espaldas al pueblo y un sinciente cosas más pues sabe que ha habido cambios pero que ha significado estos cambios, ha significado un cambio en la sustancia, en los propósitos bien, la tesis a la cual yo me suscribo, me apunto después de muchos años de investigar sobre el catolicismo romano es la de autores como Subilia y otros eminentes autores evangélicos teólogos de hoy día que dicen el cambio habido en el catolicismo romano admite sólo una explicación dialéctica todo ha cambiado para que todo permanezca igual no me he equivocado, ¿eh? fijaos bien porque creo que este es el resumen de lo que intento explicar esta tarde todo ha cambiado para que todo siga igual. Hay una obra en la literatura contemporánea de un escritor italiano, el conde de Lampedusa, quizá algunos la han leído, Catopardo, uno de los personajes de esta obra, al explicar la situación política italiana en el siglo pasado dice, lo están cambiando todo con la finalidad de que todo siga igual. Quienes han leído esta obra y han captado lo que esto significa, creo que pueden captar lo que intentamos explicar esta tarde. Efectivamente, si ahora entramos en la eclesiología, la doctrina de la Iglesia, nos daremos cuenta de los cambios que ha habido, de lo que se ha tocado o retocado, para que todo permanezca igual. Me explicaré. En primer lugar, la eclesiología actual, y para todo lo que voy a decir voy a basarme en el documento oficial de Eclesia, es el documento que habla de la Iglesia, del Concilio, y veremos como la clave de la eclesiología romana es la integración, integración es la palabra clave. En segundo lugar, el concepto del totus Christus, Cristo total, Roma como Cristo total. En tercer lugar, la iglesia como alter Christus, el otro Cristo en la tierra. Si tenemos en mente estos aspectos, podremos entender algo de lo que es hoy el catolicismo romano. La integración. ¿Qué significa la integración? Esto ha sido quizá lo más sorprendente y lo que hizo que se abrigaran muchas esperanzas en la década de los 60 concerniente al cambio que se esperaba de estructuras. Porque la incorporación, la integración significa la incorporación al contexto y al ámbito católico romano de toda una serie de cosas, unos valores, que hasta entonces no eran considerados como tales e incluso habían sido condenados por la Iglesia Católica. Es decir, el empeño en hacer suyas ciertas preocupaciones y ciertas inquietudes que hasta entonces no eran entendidas como auténticamente católicas. Y esto en dos planos, en el teológico y en el cultural. En el teológico tenemos como la Iglesia Católica Romana desandando y contradiciéndose a sí misma en muchas de las declaraciones que había hecho a lo largo de los siglos, optó por la libertad religiosa, tal vez porque empezaba a sufrir en su carne lo que era la persecución religiosa en los países del este de Europa. También se puso un especial interés en el estudio de la Sagrada Escritura, se volvió al uso de la vengua del pueblo en el culto, volvió a darse también cierta importancia a la predicación al lugar de los laicos en la comunidad eclesial, el concepto también de colegialidad episcopal, la admisión de un cierto pluralismo, etcétera, etcétera. En cuanto a los valores sociales y culturales que el catolicismo romano quiere integrar a su ámbito y hacer los suyos, tenemos además del que ya he mencionado, la libertad religiosa, el respeto por los no católicos, incluso los no creyentes, la autonomía de la cultura, la justicia social, etc. Entonces vemos como la Iglesia de Roma se presta a ser flexible y elástica, pero de una manera muy curiosa, sin rectificar ninguna de las afirmaciones dogmáticas del pasado. sin rectificar ninguna de las afirmaciones dogmáticas del pasado, algunas de las cuales contradicen un buen número de toda esta serie de cosas que ahora la Iglesia romana quiere hacer suyas. Por ejemplo, en el siglo pasado, los papas, la curia romana, el Vaticano, lanzó un documento que se ha hecho célebre, que se llamaba el Silabus, y el Silabus era la condenación de todas las libertades que hoy día consideramos fundamentales. La libertad de imprenta, la libertad de prensa, la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad religiosa, etcétera, etcétera, etcétera. Esto condujo a que hubo entre nosotros mismos pues circuló en el siglo pasado un libro que tuvo mucho éxito, mucho éxito entre los católicos por supuesto, que se llamaba El liberalismo es pecado. Os podéis imaginar el contenido. Esto explica cómo en España, en Italia, en los países de gran influencia católica, hubo esta fuerza del anticlericalismo, porque la gente, incluso gente que era religiosa, gente que era católica, sin embargo en el plano económico, en el social, en el político, pues sentía atracción por la libertad, por la democracia, y entonces vivían una tensión, una contradicción, porque si querían ser buenos católicos, no podían estar al lado del liberalismo. Pues bien, ahora la Iglesia Católica dice que nada, que ahora se puede ser todo eso, un liberal, un demócrata, un socialista, hasta un comunista, un marxista-leninista, y ser católico al mismo tiempo. La Iglesia lo acepta todo ahora. No revisa nada. No dice, nos hemos equivocado, porque Roma nunca se equivoca. Y aquí vemos ya un intento de asimilación que está usando no el método de antaño, las cruzadas, o la Inquisición, sino la asimilación. Y Roma parece como un catalizador que contribuye a la transformación de los demás pero conservando ella, Roma, su propia identidad. Voy a repetir. Roma es un catalizador ahora que contribuye a la transformación de los demás pero conservando ella su propia identidad. Roma permanece la misma a pesar de las transformaciones históricas en el sentido de que ella dirige la orquesta para entendernos. Los músicos es igual, que vengan de donde sea, pero quien dirigirá la orquesta será ella ahora. El Papa Pablo VI dijo, el ecumenismo tiene una base, y es que todo lo bueno que hay en el mundo, y máxime todavía en las iglesias no católicas, nuestros hermanos separados, es decir nosotros, Todo esto proviene de Cristo, sin duda, y a Él conduce. Si proviene de Cristo y a Él conduce, pertenece a la Iglesia Católica. Porque es la única Iglesia. Y tarde o temprano, todos vendrán a nosotros. Porque, en fin, se trata simplemente de estimularles, con paciencia. Esto es así porque la Iglesia, y este es el segundo aspecto, la Iglesia Romana, ahora ha desarrollado una teología que estaba latente. durante muchos siglos en ella, pero que no había alcanzado el desarrollo que acaba de alcanzar. Y es el concepto de la Iglesia como el totus Christus, el Cristo total. La Iglesia se siente el Cristo total. Por ejemplo, una encíclica, Ecclesiam Suam, del mismo pontífice que he mencionado, dice que el propósito es hacer católico el mundo. Porque con confianza la Iglesia se presenta en los caminos del mundo y dice a las gentes, yo soy la única Iglesia de Cristo, aún más, yo soy la humanidad que tiene que ser, la humanidad que viene. Por consiguiente, yo tengo lo que buscáis, aquello que os hace falta. Siendo así, Roma... afirma que todos los valores de la cultura, de la religión y del espíritu, se hayan ordenados potencialmente hacia ella, relacionados con ella de algún modo, porque le pertenecen por derecho propio. Esto no es un comentario, esto lo dicen ellos mismos, apoyándose, los teólogos actuales, en el documento de Eclesia y en otros, el decumenismo, el de las religiones no cristianas, etc. Entonces, así como las mariposas, se sienten atraídas por la luz y los fragmentos de metal por el imán, así todos hemos de sentirnos atraídos por Roma. Quizá alguien esté pensando, bueno, esto son unas pretensiones muy altas. Claro, pero fijaos, si son altas, que se ha desarrollado tanto en la teología católica romana como en los discursos de los papas últimos y sobre todo el papa actual, para no cansaros, no voy a leeros textos y textos y más textos pero cualquiera que siga con un poco de atención los discursos, las encíclicas del Papa actual hay una cosa, bueno, hay un montón de cosas que sorprenden pero hay una sobre todo que para nosotros es terrible es incomprensible, es inaudita es la identificación de la Jerusalén Celestial de Apocalipsis 21-22 la Jerusalén nueva, la identificación de la Jerusalén celestial con la Roma actual y saltándose toda hermenéutica y toda exégesis, se afirma por ejemplo lo siguiente, sabe muy bien Roma que debe de asociarse a aquel rey, a Cristo, a quien fueron dadas en heredad todas las naciones. La Iglesia Católica tiende eficaz y constantemente a recapitular la humanidad entera con todos sus bienes. Todos los hombres son admitidos a esta unidad católica y a ella pertenecen en potencia, de varios modos, o se destinan, tanto los fieles católicos como los otros cristianos, incluso los hombres en general, llamados a la salvación. Y esto en virtud de esta identificación que os he dicho. Y os voy a leer, eso sí, por lo menos un ejemplo, de uno de esos textos de los papas. Un texto de una homilía que el papa dio en el 6 de enero del año 79. Levántate Jerusalén, porque lleva tu luz, la gloria del Señor brilla sobre ti. Isaías 61,6. Levántate Jerusalén, Jerusalén de arriba, Apocalipsis 20,21. Además dan los textos. O sea que no se trata aquí de una aproximación, más o menos alegórica, sino que dan los textos con la intención de referirse a ellos. Palpitará tu corazón. Reunidos aquí en Roma, nos volvemos a encontrar acá en esta Basílica. Levántate Jerusalén, aquí, en la Basílica de San Pedro de Roma. Porque aquí, de forma particular, en San Pedro de Roma, a lo largo de los siglos, se ha cumplido la profecía de Isaías. Isaías 60, como sabéis bien, se cumple en Apocalipsis 21. No antes. Desde aquí, por medio de Pedro y de la Santa Sede, ha entrado y constantemente está entrando una multitud innumerable en esta gran comunidad del Pueblo de Dios en la unión de la Nueva Alianza en los tabernáculos de la Nueva Jerusalén. Sin comentario. La Iglesia Católica Romana se erige en la misma pose en el centro del universo y en la esperanza de la humanidad identificada con la realidad última perfecta de los cielos nuevos, la Tierra Nueva, la Jerusalén de arriba. Entonces ella se erige en un punto de convergencia de todos los valores y todos los hombres. Y nos da la impresión de que exime a estos, a los seres humanos, de la crisis de la conversión porque nos dice que ya estamos andando hacia Roma y que tarde o temprano todos vamos a llegar. Esto contrasta con lo que San Pablo, por ejemplo, dice en Colosenses 2.10. Vosotros estáis completos ¿En quién? ¿En Roma? ¿En la cristiandad protestante? ¿En la cristiandad ortodoxa? No. Estáis completos en Cristo, que es la cabeza de todo principado y potestad. Mientras la cristiandad reformada evangélica entiende que Cristo es la puerta, es el camino, es la meta, es el mediador único, Roma por el contrario invierte los términos. Y en lugar de decir por Cristo a la iglesia, por Cristo a Jerusalén, dice por mí, por Roma, llegaréis a Cristo. O sea, aparece como una intercesión, una mediación imprescindible. Entonces, arrebata las funciones intransferibles de Cristo e intenta participar de aquella gloria de la salvación que sólo a Dios le corresponde. Bueno, quizá alguien diga, ¿y cómo es esto que se llega así? Por la idea del Cristo total, que queda aún reforzada con otra corriente muy de moda en la teología católica actual, Que es la iglesia como continuación de la encarnación. Fijaos bien. Fijaos bien. La iglesia como continuación de la encarnación. De ahí que asume el papel de totus Christus, el Cristo total. La distancia entre lo divino y lo humano sabemos que la salvó Jesucristo en su encarnación. Porque en Jesucristo se reunió la humanidad con la divinidad. Y basta. Cristo, Dios hombre. el Cristo que volverá a quien estamos esperando en su segunda venida. Pues bien, en la teología católica se dice ahora que esta unión de lo divino y lo humano no acabó con Cristo, con la ascensión de Cristo, sino que continúa en la iglesia y por esto la iglesia de Roma es la iglesia del verbo encarnado, así se llama ella. No en el sentido de que sea la discípula del reino encarnado, sino en el sentido de que ella misma es la continuación de la encarnación. ¿Por qué esta encarnación continúa realizándose en la iglesia? Como cuerpo vivo de Cristo en la historia, formando el Cristo total. Bien, alguien tal vez diga, bueno, pero la doctrina del cuerpo de Cristo es una doctrina bíblica. Efectivamente. En las cartas de Pablo aparece la figura de la iglesia, entre otras, como cuerpo de Cristo. Pero fijaos bien que en las cartas de los apóstoles la figura del cuerpo de Cristo deja muy en claro dos cosas. La cabeza es distinta de los miembros y los miembros viven en virtud de la cabeza, pero nunca usurpando funciones de la cabeza. Es decir, que si algo está claro en la imagen de Pablo de la iglesia como cuerpo de Cristo, es que el cuerpo de Cristo vive de la cabeza, se nutre de la cabeza y permanecerá fiel hasta el final por la cabeza, por la gracia de la cabeza. La cabeza es la que da la vida, le da la savia, la que dirige, y la que es infalible, y la que es perfecta. Pues bien, la diferencia entre cabeza y los miembros se desvanece, se diluye. En el concepto de la iglesia como continuación de la encarnación, esto desaparece. La iglesia ya es el todo Cristo, y en la persona del vicario de Cristo ya desaparece toda diferencia. Por esto no nos extraña que un hombre como Juan Bosco, canonizado en los altares por Roma, decía que cuando él oye hablar al Papa, oye a Dios, porque está convencido de que cuando el Papa reflexiona y medita, Dios está dentro de él reflexionando. Podría dar más citas en este sentido, para que veamos cómo la confusión entre la cabeza y los miembros, asumiendo estos las funciones de aquella, la jerarquía, pues es lo que consigue la continuación de Cristo entre nosotros. Una cosa muy curiosa, los estudiantes de Teología se han dado cuenta de que la Iglesia Católica, que tiene tratados excelentes sobre la Trinidad, la Divinidad de Cristo, es bastante floja en la doctrina del Espíritu Santo. Es decir, hay tratados, por supuesto, hay textos escritos por todos los católicos que hablan del Espíritu Santo, Pero no en gran cantidad. Y esto no es por casualidad. No es por casualidad. Porque todas las funciones del Espíritu Santo se las ha apropiado la jerarquía. Y lo que para nosotros es la obra del Espíritu Santo, la autoridad del Espíritu Santo, hablando en la palabra y hablándonos al corazón, esta es la función que se atribuye la jerarquía romana. de ahí que la iglesia se presenta como sacramento universal de salvación. Y aquí tenemos otro aspecto, y es que como continuadora de la encarnación, realiza esta función de ser el Cristo total por medio del sacramento. La idea de los sacramentos, o sea, la iglesia como un sacramento ella misma, también es fundamental. Hubo hace un par de años un congreso internacional de teología que reunió en Navarra, a la Florinata, de los teólogos católicos contemporáneos. Hicieron una declaración resumida en siete puntos, muy interesante, porque allí aseguran, y son católicos actuales, modernos, jóvenes. La estructura de la salvación es sacramental. Fijaos, la estructura de la salvación es sacramental. Siempre tiene que venir, mediante la intercesión, el camino, la mediación de los sacramentos. La sacramentalidad de la Iglesia no es una afirmación sectorial o pasajera, sino una perspectiva que abarca todo el magisterio cruzológico del Concilio Vaticano II. La categoría de sacramento aplicada por el Concilio de la Iglesia, a la que describe como sacramento universal de salvación, pone de manifiesto que la Iglesia es continuadora de la encarnación, instrumento único y necesario de saudación. Al hablar de la Iglesia como sacramento, subrayamos la unión de la Iglesia con Cristo, y los siete sacramentos instituidos por Cristo son esenciales a la sacra mentalidad de la Iglesia. La iglesia signo instrumento de la acción de Cristo en el mundo. Une a los hombres con Dios a través de los sacramentos. Nunca fuera de ellos. Y así por este camino. Bien, entonces la idea aquí importante es que nos demos cuenta de que la iglesia a presentarse como sacramento universal de salvación, como iglesia del verbo encarnado, como continuadora de la encarnación, como dirigiéndose a toda la humanidad a la que considera ya suya, De hecho está entrando en un terreno que algunos ya han visto, se han dado cuenta que es el terreno del universalismo. Esto es algo preocupante, muy grave. La Iglesia Católica vemos en teólogos como Raner, Kuhn y otros que está entrando en el camino del universalismo que es la teoría que cree que a fin de cuentas todos los hombres serán salvos, todos los hombres son salvos. La única diferencia es que unos lo saben y otros no. Unos son católicos a conciencia y otros tienen que serlo algún día. pero aún no se han dado cuenta. Pero, el Vaticano II sigue afirmando, todos los hombres son admitidos a esta unidad católica del pueblo de Dios, que prefigura y promueve la paz, y a ella pertenecen, porque todos están destinados a ella, Iglesia Sacramento Universal de Salvación. Hasta tal punto que, por ejemplo, leemos el documento sobre ecumenismo, y lo comparamos con el documento de la Iglesia, y nos damos cuenta de que Se habla incluso de las otras religiones no cristianas, el islam, el hinduismo, el budismo, etcétera, como preparación evangélica. Preparación evangélica. ¿En qué sentido? Pues que son riquezas que ya tiene el mundo, pero que desembocarán un día en la verdad única de la única iglesia de Cristo, la iglesia católica. Entonces se aprecia todo lo bueno, todo lo verdadero que hay en los judíos, en los gentiles, porque todo eso es como preparación evangélica. No encontramos en ninguno de los textos conciliares citas, por ejemplo, de Romanos 3, aquello de la ira de Dios que está sobre aquellos que no tienen a Cristo. No encontramos textos como aquellos que dicen todos se desviaron a una, a una se hicieron inútiles. No hay justo ni a un uno. Esos textos se han olvidado. El pecado parece que no existe. La herejía tampoco, el error tampoco. Porque parece ser que el pecado únicamente, el pecado importante, lo que realmente es un pecado fuerte es no ser ya católico romano. Ese parece ser que es el pecado más grande de todos. Bien, entonces vemos, pues, todo este concepto eclesiológico como una apoteosis, una apoteosis que la Iglesia hace de sí misma. Incluso hay quien ha llegado a hablar de narcisismo, y la palabra no es exagerada. Si leéis lo que la Iglesia de Roma dice de sí misma, que es una Iglesia perfecta, que es una Iglesia en la cual Dios mira, se contempla y se agrada, y todas las perfecciones están en ella. Cuando uno lee esto ve un triunfalismo, un narcisismo, que es la negación más grande de lo que nosotros entendemos como lo que debe ser la humildad evangélica, la humildad igualmente eclesiológica. Por ejemplo, vamos a leer simplemente un texto La Iglesia Católica Romana es prodigio de fidelidad histórica, de estupenda sociología, de legislación superlativa, donde el elemento divino y humano se funden para reflejar ya ahora sobre la humanidad fiel el designio de la encarnación y de la redención del Cristo total nuestro Salvador. Y entonces el empeño al cual invitan a todos los católicos es que delante de nosotros, los cristianos no católicos, pues traten de explicarnos mejor lo que es el catolicismo. Entonces hay un gran empeño en explicar porque dice la fe católica, así se lee en el decreto sobre ecumenismo, hay que exponerla con más profundidad, con más rectitud, para que tanto por la forma como por las palabras puede ser cabalmente comprendida por los hermanos separados. Y aquí parece no olvidar la observación de un evidente teólogo evangélico en Roma durante los años del concilio que dijo, ¿os es difícil entender que si no somos católicos no es por ignorancia. Los protestantes rechazamos los dogmas del catolicismo romano, no porque no los comprendemos, justamente porque los comprendemos demasiado, los entendemos demasiado bien y los consideramos erróneos. O sea, no es que no seamos católicos por ignorancia, sino que no lo somos por comprender demasiado bien la teología católica romana y compararla con el mensaje de la Biblia y ver que Se ha esquemoteado el escándalo de la cruz, el pecado del hombre, la gracia de Jesucristo, la soberanía de Dios, la diferencia que hay entre la criatura y el creador, la cabeza de los miembros. Pero bueno, alguien tal vez diga, nada de esto es nuevo, a pesar de que me estáis hablando del último concilio. Efectivamente, nada de esto es nuevo. Ya lo hemos encontrado a lo largo de los siglos, por esto la segunda de las conferencias de este ciclo quiso ser de tema histórico, porque allí vimos como en el siglo XII, en el XIII ya los concilios aquellos que se celebraron en Letrán, pues ya formularon dogmáticamente lo que es el sacramentalismo romano, convirtiendo en imprescindibles intercesores a los sacerdotes, intercesores entre Dios y los hombres, sacramentalismo y sacerdotalismo. En la Unam Sanctam del año 1302, afirmándose que Roma es el cuerpo místico y que no hay salvación fuera de la lealtad al romano pontífice, en el siglo XVI, contra los reformadores, se decretó que el magisterio romano estaba por encima de la autoridad de la Escritura, etcétera, etcétera. Entonces, qué decir, como se dice hoy, Se oye bastante en sectores católicos ilustrados. No hace mucho ganó un premio una obra de ensayo de un sacerdote, creo que es de Vic, en el cual enfoca la figura de Lutero con mucha simpatía, pero acaba concluyendo su ensayo y afirma, esto apareció en resúmenes en los periódicos, en la vanguardia, recuerdo, y seguramente algunos de vosotros también lo recordáis aparece el resumen de todo su ensayo y después de cantar alabanzas a Lutero casi casi está a punto de pedir que lo hagan santo del santoral romano y luego dice hoy día el Vaticano II ha colmado todos los anhelos de los reformadores si hoy viviera Lutero no pediría nada porque ya tiene la iglesia católica lo que él quería tiene la misa en la lengua del pueblo y algunas cosas más Creo que esto es no haber entendido ni lo que fue la Reforma ni lo que es el catolicismo romano. No hay tiempo, ya lo he dicho, para considerar lo que está enseñando hoy día la Iglesia católica en cuanto a María, la Mariología. Pero creo que basta, lo he dicho, la eclesiología católica romana actual para que nos demos cuenta de las diferencias entre la Reforma y el catolicismo posconciliar. Y con ello concluyo. Una comparación de lo que significa la Reforma, es decir, la esencia y la naturaleza de las iglesias evangélicas y la esencia y la naturaleza del catolicismo posconciliar. ¿Qué fue la Reforma? ¿Qué somos nosotros? La Reforma fue un movimiento con la específica voluntad de renovar la Iglesia. ¿Pero cómo? Purificándola. ¿Cómo? Reformándola. ¿Pero cómo? Pues a la luz de la palabra de Dios. Que Dios sea Dios y que su palabra sea la autoridad final y última. Y la Iglesia, siendo humilde, considerándose llena de error y de pecado, diciéndole al Señor, Señor, nosotros somos una indignidad, pero Tú puedes enriquecernos. En nosotros no hay riqueza, pero en Ti sí la hay. y de ahí la doctrina de la justificación. Las iglesias de la Reforma no se justifican, se confiesan, pero la justificación viene de Cristo, de Dios, el único justo, y que justifica al que es de la fe de Jesús. El objetivo de la Reforma fue, pues, eliminar todo lo que fuese contrario al Evangelio y volver a edificar la Iglesia sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, Efesios 2.20, el fundamento bíblico. Esto fue la Reforma. Ahora, ¿qué es el catolicismo actual? Pues el catolicismo actual, en lugar de ser excluyente, de eliminar lo que es contrario a la palabra de Dios, es integrador, inclusivo, absorbente, integrador. La Reforma, por supuesto, supo apreciar todo lo positivo que había, que hay en el mundo, que al fin y al cabo es creación de Dios. Supo apreciar, por ejemplo, todo lo de valor que había en el Renacimiento. Algunos de los reformadores fueron verdaderos hombres del Renacimiento, además de ser reformadores. Eran hombres de su tiempo. Pero se negó a conformarse en todo al espíritu del siglo. Y fueron también los primeros que denunciaron el antropocentrismo del Renacimiento. Es decir, ese girar todo en torno al hombre. Porque los reformadores eran teocéntricos, no antropocéntricos. La Reforma dijo sí a la cultura, sí al humanismo, pero transformándolos, iluminándolos con la Palabra de Dios. El cristianismo bíblico propugnado por la Reforma es un cristianismo excluyente, porque la Palabra de Dios rompe y separa. En cambio el catolicismo, tanto el antiguo como el postconciliar, es integrador de lo que se domina todos los valores de la humanidad sin discriminación, con la finalidad de que la Iglesia de Roma tenga en todo el primado. y que nada ni nadie se escape a su hegemonía clericalizante. Y aquí aparece otro punto de contraste. La reforma no es clerical. El catolicismo romano solo se explica clericalmente. Entonces, ¿qué diferencias de fondo, apariencias aparte, existen entre esta vocación hegemónica que ya vemos en la Roma de la Edad Media y la Roma actual? La vocación hegemónica es idéntica. Solo han cambiado las circunstancias, los métodos, los caminos por los cuales quiere implantar su hegemonía. El centro de la reforma era la cruz de Cristo, la palabra de Dios. Solo Cristo, solo escritura, solo la gracia. ¿Cuál es el centro del catolicismo romano? Roma. El totus Christus, el alter Christus, como decían las monjitas de Sevilla cuando vieron a Juan Pablo II. Oh, dulce Cristo en la tierra. La Reforma obedecía unas exigencias de pureza evangélica, de arrepentimiento, y buscaba la justificación y el perdón fuera de ella, no en ella misma. La Reforma no se miraba a sí misma contemplándose su ombligo, como hace Roma, sino que mira siempre hacia afuera, porque sabemos que nadie, mientras vive en ese mundo, es rico. Siempre somos cuitados y miserables y necesitados de la gracia de Dios. Yo me atrevo a decir, a pesar de saber que voy contra corriente y que no es lo que hoy se lleva, me atrevo a decir que hoy las diferencias entre la Reforma y el Catolicismo Romano son mayores que las de la época de la Reforma. Porque en la época de la Reforma había todavía esperanzas respecto a toda una serie de temas en cuanto a María, en cuanto a la autoridad del Papa. Pero pensad que la infalibilidad del Papa vino después de la Reforma. La Inmaculada Concepción vino después de la Reforma. La Asunción de María a los Cielos vino después de la Reforma. De manera que hoy día, repito, es más grande el abismo de separación que entonces. Afortunadamente, entre paréntesis digamos, el clima de diálogo, de tolerancia, acaso impuesta por las circunstancias de nuestra época, esto es estupendo. Pero esto no borra. No borra las diferencias de naturaleza, de identidad recíproca. Somos distintos. Por consiguiente, es frívola la afirmación de que el catolicismo actual, después del concilio, ya ha dado satisfacción a todos los anhelos reformadores. Es imposible conducir la reforma y todo lo que ello representa a la integración romana, a menos que traicionemos su espíritu, a menos que echemos por la borda el solo la escritura, solo la gracia. sólo Cristo. De la misma manera, exactamente, pero a la inversa, resulta imposible la reforma de la Iglesia Romana a menos que, a menos que, renuncia su eclesiolatría, su mariología, su antropocentrismo, su neopelagenismo, etcétera, etcétera. Felicitarse por los textos del Concilio Vaticano II revela una inconsciencia teológica y ecuménica acorde con la superficialidad de nuestra época. Siempre me acuerdo, cuando hago estas consideraciones, del diagnóstico de Lloyd-Jones, el gran predicador inglés que dijo que lo que caracteriza al cristianismo de nuestra época, y se refería a nosotros, es la superficialidad. Entonces esta superficialidad explica por qué se dicen las cosas que se dicen y hay los malentendidos que hay y se puede llegar incluso a sostener que el catolicismo actual pues acoge todos los anhelos de los reformadores. Pensad que el diálogo con Roma no conduce a situarnos a todos debajo de la autoridad de la palabra de Dios. Ojalá fuera así. Ojalá fuera así. sino que tiende a situarnos debajo de la autoridad del Vaticano, lo cual es otra cosa. Y es porque la referencia no es la escritura, menos la sola escritura, sino la institución eclesiástica. Bien, concluyo. El Vaticano II ha significado un cambio de rumbo y de imagen. Ah, sobre todo me olvidaba, un cambio semántico. No hay tiempo de extenderme en este punto. Pero eso sí, el lenguaje ha cambiado totalmente. Ahora las encíclicas, los textos, de la curia romana están llenos de textos bíblicos. Pero si amáis la exégesis y la hermenéutica, ahí tenéis un buen ejercicio para desarrollar vuestra afición. Ha cambiado el lenguaje, la imagen. Se ha hecho una apuesta a punto para los tiempos actuales. Ha significado una revitalización de una institución que parecía anquilosada los últimos cien años. Se ha limpiado, como quería Juan XXIII, la fachada. Se han abierto las puertas para que entra aire fresco. Pero, lo lamentamos, no ha constituido ni ha realizado ninguna reforma en profundidad de las esencias del catolicismo romano. Al contrario, las ha confirmado más todavía, porque hoy es dogma todo lo que hace cuatro siglos eran simplemente corrientes o tendencias, pero ahora son dogmas. Así pues, concluyo. que han cambiado muchas cosas para que todo siga igual.
Catolicismo 3: Identidad y Naturaleza
Series Catolicismo Romano
Sermon ID | 1114081923489 |
Duration | 40:50 |
Date | |
Category | Teaching |
Bible Text | Revelation 3:14-22 |
Language | Spanish |
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