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Santiago capítulo 3, si Dios lo permite, vamos a considerar desde el versículo 1 hasta la primera parte del versículo 5. Santiago capítulo 3, desde el versículo 1 hasta la primera parte del versículo 5. Tu lengua tiene mucho poder, sométela a la autoridad de Dios. Tu lengua tiene mucho poder, sométela a la autoridad de Dios. Aquí Santiago, inspirado por Dios, vemos cómo se enfoca en nuestra boca, en cómo usamos nuestras palabras. Ahora, él ha estado haciendo la diferencia entre una fe genuina y una fe falsa. Una fe falsa es una que simplemente profesa algo pero realmente no es genuino. ¿Y cómo se demuestra? Pues no da fruto. Es al igual que un naranjo da naranjas. Si no da naranjas, no es un naranjo. ¿Vale? Entonces, esa es la idea. Si hay fe genuina, eso se demuestra. ¿Cómo se demuestra? Por medio de las buenas obras. Y entonces, por ello, Santiago ha estado enfatizando que una persona que no tiene buenas obras, o sea, que dice tener fe, pero no tiene buenas obras, no da fruto de su fe, no puede afirmar tener una fe genuina. Incluso su fe, es, al final, igual que la de los demonios, como nos dice el siglo XIX. Dice, tú crees que Dios es uno, bien haces. También los demonios creen y tiemblan. Y entonces, ha estado enfatizando la importancia de poner en práctica la escritura, y por ello, llegamos aquí al capítulo 3, donde realmente tiene conexión con la sección anterior, porque en las palabras, También son obras. Tus palabras también reflejan si eres un creyente genuino o no. Las palabras demuestran qué clase de fruto das. En Mateo 12, del 35 al 37, Vemos como Jesús afirma que las palabras serán la base del juicio escatológico de Dios. Porque dice Mateo 12, del 35 al 37, el hombre bueno, del buen tesoro del corazón, saca buenas cosas. Y el hombre malo, del mal tesoro, saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado. Eso es Mateo 12, del 35 al 37. Entonces, hay que demostrar la fe, no solamente con las obras, sino las palabras también. Tus palabras deben de demostrar tu fe genuina. Al igual que tus obras, y las palabras realmente son obras, demuestran fe genuina. Y es que el control de la lengua muestra la verdadera religión. Como nos dice Santiago 1, versículo 26. Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. Eso es Santiago 1, versículo 26. Una persona puede profesar todo lo que quiera. Pero si no refiere a su lengua, si no mantiene controlada su lengua, pues entonces lo que refleja es que realmente no es un creyente genuino. Y es que la lengua, las palabras que salen de nuestra boca tienen mucho poder. Y la comunidad de la iglesia sufre mucho por las rencillas, las murmuraciones, los chismes, las palabras dañinas, etcétera. Porque la lengua se puede usar para mucho daño. Por ello Santiago aquí, empezando hablando de los maestros, rápidamente incluye a toda la congregación de manera general para decir ¡cuida tus palabras! Porque la lengua se puede usar para mucho mal. Porque usamos nuestras palabras de una manera muy severa, muy dura, a veces. Criticamos, insultamos, deseamos el mal de otros, quizás ataques verbales. O arrogancia, nos jactamos. O hablamos antes de tener toda la información, rápidamente respondemos, sin haber escuchado. No hablamos cuando deberíamos, para corregir un error, o para anunciar la verdad, para defender al inocente, o muchas veces usamos nuestra boca para manipular, o para engaño, o aún de una manera donde difundimos información confidencial. cuando nos han dicho, mira, esto no se lo digas a nadie, pero esto es lo que estoy pasando, y de repente lo estamos repartiendo por todas partes, ¿no? Podemos usar nuestra boca de muchas maneras buenas, pero también de muchas maneras malas. Y por ello Santiago se enfoca ahora en la lengua, no en nuestras palabras, porque tiene mucho poder, y por ello es tan importante que sometamos nuestras palabras a la autoridad de Dios, que refrenemos nuestra lengua Es que la inquietud sobre las personas que quieren enseñar hace que Santiago dé una advertencia general sobre la lengua. Santiago se dirige a todos los creyentes que desean ser maestros, ¿no? Si notáis, ahí el versículo 1 dice, hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Ahora, estas palabras Aunque empieza mencionando a personas que desean ser maestros, este pasaje no indica que sólo se dirige a los líderes. Este texto no sólo aplica a los maestros, sino que aplica a todos. El problema son las palabras pecaminosas, las palabras dañinas, que involucra más que a simplemente los líderes. Porque si notáis, Santiago 4, versículo 1, Dice, ¿dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros? Eso es Santiago 4, 1, ¿no? Menciona pleitos, guerras, que implica el uso de la lengua de manera incorrecta. Y ahora en Santiago 4, versículo 11, dice, hermanos, no murmuréis los unos de los otros. el que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley, pero si tú juzgas a la ley y no eres hacedor de la ley, sino juez. Eso es Santiago 4, versículo 11, donde resalta que no solamente los líderes, no solo se dirige directamente a los líderes, porque no solamente los líderes tienen problemas con la lengua, sino todos. Y por eso hay que proteger nuestras palabras, proteger la lengua, frenar la lengua. Y aquí vemos en Santiago capítulo 3, considerando la estructura de estos primeros doce versículos, Santiago advierte de la dificultad de controlar la lengua. Así es como empieza, en el versículo uno y versículo dos. Luego del versículo tres hasta el versículo seis, muestra el poder de la lengua, que es increíble. Aunque es un miembro tan pequeño, pero tiene mucho poder. O sea, su tamaño no es en proporción al gran poder que tiene. Y lo ilustra de diferentes maneras. Lo ilustra como el... el freno en la boca de los caballos en versículo 3. Lo ilustra también como el timón que gobierna una gran nave en medio de impetuosos vientos, y luego como una chispa o un pequeño fuego, ¡hace un gran fuego! y entonces viendo el poder de la lengua. Y luego del versículo 7 al versículo 8, resalta como la lengua es extremadamente difícil de controlar. Y luego del versículo 9 al versículo 12, que la lengua tiene dos caras, demostrando su pecaminosidad. Pero si Dios lo permite, vamos a considerar desde el versículo 1 hasta la primera parte del versículo 5, Y tenemos que recordar, nuestra lengua tiene mucho poder, por eso tenemos que tener cuidado, frenar nuestra lengua y someterla a la autoridad de Dios. Aquí empieza hablando de los maestros, pero realmente rápidamente se vuelve a toda la congregación. Hay que cuidar la lengua. Quiero leer el texto y dice, hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros. sabiendo que recibiremos mayor condenación, porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Y aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves, aunque tan grandes y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. Ahora he leído Santiago 3 desde el versículo 1 hasta la mitad del versículo 5. El resto del texto lo veremos en otra ocasión. pero aquí en el versículo 1, vemos, realmente nos presenta el tema, el tema del pasaje, que es el potencial destructivo de la lengua. En vez de empezar inmediatamente con su tema para esta sección, Santiago disuade a sus lectores de ser maestros, lo cual, Hay que recordar que la enseñanza en la iglesia es un don que Dios da. Nos dice en 1 Corintios 12, versículo 28, vemos como el apóstol Pablo destaca el don de la enseñanza en su lista de dones espirituales. En 1 Corintios 12, 28 dice, aún nos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero, maestros. Y continúa, ¿no?, con diferentes dones. Eso es 1 Corintios 12, versículo 28. También en Efesios 4, versículo 11. Dice, Él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros. Eso es Efesios 4, versículo 11. Entonces, vemos este, el don que Dios da. Dios reparte los dones a cada uno, a cada creyente conforme a su voluntad y entonces da dones especiales de enseñanza, como os menciono ahí a los pastores maestros, en Efesios 4.11. Y entonces, lo que hay que recordar es que el don de la enseñanza, la enseñanza es muy visual, ¿no? Y por ello, especialmente allí en la antigüedad, donde no todo el mundo sabía leer, no todo el mundo tenía las capacidades para estudiar, pues entonces el tener una persona enseñando tenía mucho prestigio, mucha autoridad, mucho poder. El maestro tenía la responsabilidad de enseñar el Evangelio y las Escrituras. Y especialmente en esos tiempos, aquí, hay que recordar que Santiago, nos dice en Santiago 1, versículo 1, pues escrita las doce tribus que están en la dispersión, entonces, los dinatarios originales eran israelitas, ellos ya están acostumbrados a los rabbis, ¿no?, a los maestros judíos, y ellos se les respeta mucho, tienen mucha autoridad, entonces, un maestro en la iglesia primitiva hubiera tenido prestigio Y lo que Santiago hace es alertar a los creyentes a no desear la posición con demasiado interés. O sea, el desear ser maestros para ser admirados, o para recibir prestigio, o para recibir diferentes beneficios. No se debe seguir el ejemplo de los esquivas y fariseos. En Mateo 23, del 6 al 8, Jesús destaca el deseo que tienen esos maestros del prestigio, del poder, del decir algo y que las personas lo crean o le sigan, etc. Nos dice Mateo 23, del 6 al 8, hablando de los escribas y fariseos, dice, aman los primeros asientos en las cenas. las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen Rabí, Rabí. Pero vosotros no querráis que os llamen Rabí, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Sos Mateo 23, del 6 al 8 y Jesús está enseñando la importancia de la humildad. Sí, Dios da dones, dones de enseñanza, en este caso, pero se debe de reflejar con humildad. Y es que el prestigio y el poder venían con el conocimiento, con el conocimiento de un maestro. Y es que la inquietud que tenía Santiago es no tanto el número de maestros, sino que él sabe que no todos tienen el don de la enseñanza. No todos han sido escogidos por Dios para enseñar, para ser maestros. Entonces, la preocupación de Santiago es el impacto de los maestros. O sea, los maestros tienen una función importante en la comunidad de creyentes. Pero con esa función viene responsabilidad. Por ello, aquí Santiago, tres versículos uno, dice, hermanos míos, No, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Podéis notar como ahí Santiago mismo se identifica como maestro, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Y es que Santiago, Puede aludir, incluso aquí en la Carta de Santiago, alude a la arrogancia de los líderes. Como en Santiago 3, versículo 13, dice, ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Eso es Santiago 3. versículo 13, y continúa el texto donde menciona posiblemente a maestros incompetentes, que eran una de las causas de los celos, de las contenciones, de los pleitos, de las murmuraciones, de las palabras dañinas. ¿Por qué? Porque ellos mismos no tienen el carácter. Ellos mismos no son cualificados. Realmente no son líderes espirituales. Sí, tienen mucha labia, pueden hablar delante del público, pero realmente no están comunicando fielmente la Escritura. Y entonces Santiago está resaltando la importancia de darse cuenta de la responsabilidad que viene con la enseñanza. Y por ello, en Santiago 3, Versículo 14 dice, pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis ni mintáis contra la verdad, porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, ahí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz. Y continuando al versículo 1 del capítulo 4 dice, ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros? O sea, eso es Santiago 3, desde el versículo 13 y he leído hasta el capítulo 4 versículo 1. Lo que Santiago está diciendo, vale, vosotros estáis diciendo que sois muy sabios. Vale, pero, ¿estáis creando pleitos? Hay murmuraciones, hay contiendas. Eso no es sabiduría celestial, sino que la sabiduría que reflejáis nos dice, versículos 15, es terrenal, o sea, de este mundo, es animal, es natural, es diabólica, ¡viene de Satanás! Entonces, no estáis reflejando sabiduría divina. no estáis enseñando la escritura, no tenéis el carácter, no estáis cualificados para la enseñanza, no estáis reflejando sabiduría genuina que viene de Dios, sino que estáis reflejando la sabiduría del mundo y por eso hay tantos problemas. Y dadas estas circunstancias que están ocurriendo, pues Santiago dice tener cuidado con la lengua. ¿No? Y que no deseéis muchos de vosotros ser maestros. No os hagáis muchos de vosotros maestros. Porque aparenta que demasiados estaban buscando ese estatus de un maestro. Sin tener las cualificaciones morales. Y tampoco tener las cualificaciones intelectuales. Pero ellos quieren este don tan... tan visible, ¿no? Donde las personas les ven ahí arriba y enseñando, y dicen, ¡wow! Yo quiero ser así. Pero Santiago está diciendo, mira, hay una gran responsabilidad. Es que Santiago quiere recordar la seriedad de la enseñanza. Si no estás preparado, no enseñes. Si no estás cualificado, no enseñes. No intentes enseñar porque hablarás de cosas que no entiendes y hablarás sin pensar. El peligro es el hablar sólo por hablar. Y es que Santiago se incluye. Se incluye con los maestros diciendo, sabiendo que recibiremos mayor condenación. No, el ministerio de un maestro involucra su lengua. Y al ser la parte del cuerpo más difícil de controlar, se expone a un peligro de gran... un peligro grande de juicio. Y su uso constante de la lengua implica que se puede pecar muy fácilmente. Al mismo tiempo, orientar a los oidores incorrectamente. Por ello, los maestros llevan la responsabilidad del bienestar espiritual de aquellos con quien ministran. Por ello serán examinados con más cuidado por el Señor. Por eso nos dice, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Hay un estándar más alto para los maestros. Los que enseñan tienen mayor condenación porque son ejemplos a seguir. El estándar para un maestro es más alto porque influye a otros. Porque un maestro es más fácil exaltarse. Es más fácil perder el enfoque. Y aquel que enseña tiene influencia en el pueblo y tiene la posibilidad de hacer más daño. Mientras más hablan, más posibilidad hay de pecado. Y si un maestro enseña error, entonces los que le siguen, o los oidores, o sus estudiantes, etcétera, estarán en error. Por eso, Lucas 12, versículo 48, dice, al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. Es como en la escuela. Si un estudiante en una clase no aprueba, bueno, pues es la culpa del estudiante. Pero si toda la clase no aprueba, hay que considerar el profesor. ¿No? O sea, el profesor es el que lo está haciendo mal, no está enseñando a sus estudiantes correctamente. O sea, si los estudiantes están en error, el maestro tiene mucha culpa por no estar en lo correcto. Ahora, eso no niega la responsabilidad del estudiante. El estudiante tiene que asegurarse de lo que le están enseñando es la verdad. ¿No? Y por ello, cada vez que escuchamos la predicación de las escrituras, cada vez que leemos un libro cristiano o escuchamos cualquier cosa, tenemos que evaluarlo como los creyentes Allí, en Hechos 17, nos mencionan los clientes de Berea. Dice, estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las escrituras para ver si estas cosas eran así. O sea, se aseguraban. Ahí está el apóstol Pablo predicando, y ellos dicen, vale, Entendemos lo que has dicho, pero vamos a asegurarnos con la escritura que realmente es cierta. Eso es exactamente lo que debemos hacer cada uno de nosotros. Porque cada uno tenemos nuestra responsabilidad de hacer lo que es recto delante de Dios. Y es que el maestro, al enseñar lo correcto, se guarda a sí mismo y a sus oyentes. Como nos dice 1 Timoteo 4, versículo 11 al 16, dice, esto manda y enseña. Esto es 1 Timoteo 4, ahora versículo 12. Ninguno tenga en poco tu juventud. Si no sea ejemplo de los creyentes en palabra, conducta amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. no descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio, ocúpate en estas cosas, permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina. Persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren. Eso es 1 Timoteo 4, del 11 al 16. Vemos esa exhortación que el apóstol Pablo le da a Timoteo, ¿no? A enseñar lo correcto, a cuidarse de la doctrina sana, y entonces se salvará a sí mismo y a los que le oyeren, ¿no? Porque enseña lo correcto, por ello se guarda a sí mismo y a sus oyentes. Eso es exactamente lo que debe hacer cualquiera que enseñe la Escritura, ¿no? Cualquier que tiene el don de la enseñanza. ¿No? Y un maestro fiel recibe honor. Por eso nos dice 1 Timoteo 5, 17, los ancianos que gobiernan bien sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Eso es 1 Timoteo 5, 17. O sea, los que son fieles enseñando la Escritura, entonces son dignos de honor. Y es que el maestro debe de practicar lo que enseña, no sé, debe de reflejar. Y eso es lo que Santiago está diciendo a estos maestros porque dicen ser muy sabios, dicen enseñar lo correcto, pero luego el resultado son conflictos y pruebas y murmuraciones y disensiones. Entonces, realmente no están reflejando el Evangelio, no están reflejando la sana doctrina en sus vidas. El apóstol Pablo, en Romanos 2, del 21 al 22, dice, ¿tú pues qué enseñas a otro? ¿No te enseñas a ti mismo? ¿Tú qué predicas que no se ha de hurtar? ¿Hurtas? ¿Tú qué dices que no se ha de adulterar? ¿Adulteras? ¿Tú qué abominas a los ídolos? ¿Cometes sacrilegio? Son Romanos 2, del 21 al 22. O sea, el maestro, el que enseña, debe de practicar lo que enseña. Y es que sólo... si sólo se enseña para jactarse, para exaltarse, para que las personas le aplaudan, o para tener alguna clase de prestigio, o honor, o poder, etcétera, no habrá recompensa, sino juicio. Por ello aquí, Santiago dice, hermanos míos, volviendo aquí a Santiago 3.1, hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros. Porque él conoce el problema que está ocurriendo. Personas están diciendo, sí, sí, yo soy maestro, estoy estudiando, etcétera, y quiero enseñar, y tienen ese deseo por el prestigio y el poder. Por el honor. Pero, dice, hay un estándar mucho más alto para los que enseñan. Por ello, no tengáis ese deseo. Porque a un maestro se le requiere más, porque tiene mayor conocimiento. Ahora, lo que hay que entender es que Santiago no quiere desanimar a aquellos que tienen el don. Dios ha escogido a algunos y les da el don de la enseñanza. No es para desanimarles. sino es para desanimar a aquellos que no tienen el don de la enseñanza, que solamente quieren enseñar por el prestigio, por el honor. Es que Santiago quiere advertir del peligro a aquellos quienes quieren ese ministerio por motivaciones arrogantes, motivaciones engañosas. Y por ello vemos a los esclavos y los fariseos, que eran un mal ejemplo. Incluso Jesús dice en Mateo 23, del 2 al 3, dice, en la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo. Mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen y no hacen. Eso es Mateo 23, del 2 al 3. O sea, eran malos ejemplos. Enseñaban La ley, la ley de Dios, pero no la practicaban. Aún en Marcos 12, del 38 al 40, dice, guardaos de los esquivas que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las tenas, que devoran las casas de las vidas y por pretexto hacen largas oraciones, éstos recibirán mayor condenación. Esos marcos 12 del 38 al 40 no reciben mayor condenación, reciben mayor juicio. Porque, al ser maestros, conocen más, tienen más conocimiento. Eh... Como sabéis, yo enseño niños pequeños. Y yo tengo ciertas reglas en clase. Pero a los niños nuevos que llegan a clase, hay ciertas reglas que quizás ellos no entienden. Entonces, a un niño que quizás lleva tiempo conmigo en comparación con alguien que no, pues hay diferente clase de severidad en el juicio, ¿no? Sí, hay que cumplir las reglas, pero, ah, este nuevo no sabía la regla. Entonces, como no sabía la regla, Pues, entonces, el castigo es menor que aquel que sí sabe la regla. ¿No? Hay que cumplir las reglas. Creo que entendéis el concepto, ¿no? Tú sabías que no se puede morder, o que no se puede pegar, o que no se puede tirar del pelo. ¿vale? O tú sabías que no puedes abrir la puerta sin permiso. Obviamente hay cosas que se enseñan en las clases y los padres lo enseñan, entonces no se puede hacer, ¿no? Pero luego hay cosas como no se puede abrir la puerta sin permiso, ¿no? Entonces, uno nuevo no lo sabe. Entonces, abren la puerta a... No se puede abrir la puerta sin permiso, así que no lo hagas. ¿Vale? Pero a alguien que sabe, ya se ha comentado varias veces. Entonces digo, el siguiente que abra la puerta sin permiso, le castigo. Le voy a poner en la esquina. ¿No? Y no va a poder participar en este juego. ¿Qué pasa? Conociendo, abre la puerta. Ahí, un juicio diferente, ¿verdad? Creo que entendéis el concepto. Y por eso aquí está diciendo, mira, los maestros que han estudiado saben más, mayor condenación. Eso es lo que Santiago está diciendo. Por eso dice, hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros sabiendo que recibiremos mayor condenación. En versículo 2 dice, ¿por qué? Ahora aquí, Santiago, da la explicación del versículo 1. Dice, porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Es que la lógica es que los maestros son más vulnerables a juicio, porque usan regularmente la lengua. Ahora, Santiago lo que está resaltando es la variedad de los pecados de la lengua. Por eso dice, ofendemos muchas veces, muchas veces, de diferentes maneras. Podemos usar nuestra lengua sin considerar a los demás, usando palabras duras, o criticar, atacar, o con arrogancia, o con engaño para manipular. incluso hablando sin tener toda la información, o no hablar cuando deberíamos, ¿no? Podemos usar la lengua de muchas maneras diferentes, y por ello ofendemos muchas veces. Y es que Santiago resalta esa variedad, la variedad de los pecados de la lengua. Y la exhortación es guardar la boca. Esta exhortación es, aunque empezó con los maestros, porque esa es la condición que está ocurriendo ahí en Santiago, rápidamente abre la puerta a todos, diciendo de manera general, o sea, no solamente los maestros están... hay personas que están buscando ser maestros y deben de controlar su lengua y saber que hay grande responsabilidad con el uso de la lengua, sino todo creyente. Por eso se dice porque todos Ofendemos muchas veces, eso incluye a todos, resaltando que es fácil pecar con la boca. Todos pecamos con la boca. Es fácil hablar sin pensar. Y eso puede llevar a resultados desastrosos. Porque muchas veces hablamos pensando que no nos pueden escuchar, y nos escuchan. O pensamos que cuando terminamos la llamada, que hemos pulsado ese botón de cancelar la llamada y seguimos hablando. Oh oh, y quizás hemos dicho algo que no deberíamos haber dicho. O hemos criticado, o hemos, ¿no? Hablamos. O quizás decimos algo pensando que no entienden nuestro lenguaje, quizás. Y de repente, oh, sí entienden nuestro lenguaje. A mí me ha ocurrido, donde hemos visto a un turista, bueno, quizás no sabíamos que era turista, hablamos en inglés, le escribimos, oye, ¿has visto su gorra? Y de repente, nos responde en inglés. Dices, uh, no debía de haber mencionado su gorra, ¿no?, por ejemplo. He hablado inglés, pero él entendía inglés y yo no lo sabía. Entonces, a veces te pueden sorprender cosas así, ¿no? Hay que tener cuidado. Menos mal que no era nada malo, simplemente describiendo una gorra, por ejemplo, pero el punto es que a veces usamos la lengua sin realmente considerar lo que estamos haciendo, lo que estamos diciendo. Hay que tener cuidado con la lengua. Porque ofendemos muchas veces. Incluso aquí nos dice, si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto. Capaz también de refrenar todo el cuerpo. Ahora, no está diciendo que podemos ser perfectos en este mundo, en este cuerpo de pecado, ¿no? Por eso ha mencionado en la primera parte del versículo 2, todos ofendemos muchas veces. Pero está resaltando que mientras más refrenamos nuestra lengua, pues estamos reflejando esa sabiduría celestial y estamos creciendo nuestro conocimiento de Dios. La importancia es de pensar antes de hablar, ¿no? De evaluar nuestras bocas. Porque es fácil hablar sin pensar, que poder llevar a esos resultados dañinos, desastrosos. Nos dice Proverbios 18, del 6 al 7. Los labios del necio traen contienda, su boca los azotes llama. La boca del necio es quebrantamiento para sí, y sus labios son lazos para su alma". Sus Proverbios 18, del 6 al 7. Y es que como los maestros hablan más que otros, les es más posible pecar. Pero, ¡cada uno de nosotros tiene una boca! ¡Tiene una lengua! Y entonces, debemos de cuidar cómo hablamos. Y es que el que frena su boca está poniendo en práctica la sabiduría que demuestra su madurez espiritual. El que puede someter su boca a Dios realmente es maduro espiritualmente. Es que es tan difícil controlar la lengua que aquel que la puede controlar también podrá controlar los otros miembros del cuerpo, que son menos rebeldes. Y es que el uso del término refrenar, aquí en versículo 2, podéis notar, dice, si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo, ahí está usando ese término que tiene la eh... la idea de esa... del guiar con... con brida y rienda, ¿no? el... el controlar como se controla un caballo, justamente lo que va a mencionar ahí en versículo 3, usando el freno, ¿no? en la boca de los caballos, pero viendo la idea de poder controlar todo el cuerpo, y nos damos cuenta de que eh... necesitamos sabiduría. Necesitamos sabiduría. Necesitamos la ayuda de Dios. En Santiago 1, versículo 5 al 6, dice, si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y les será dada. Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. Entonces, viendo la... nuestra necesidad de proteger nuestra boca. Nos damos cuenta que necesitamos ayuda para proteger nuestra boca. Necesitamos sabiduría para saber cómo hablar. Y es que el... Como mencioné, esta idea de que este es varón perfecto no significa que es perfecto e irreprensible en toda área, sino que es maduro en la fe. Porque nos dice Proverbios 10, 19, en las muchas palabras, no falta pecado, mas el que refrena sus labios es prudente. Entonces, al frenar la boca, al frenar los labios, la lengua, lo que reflejamos es prudencia, es sabiduría. Y es que es esencial ser hacedor, ¿no?, de la Palabra. Nos dice Santiago 1.22, pero sed hacedores de la Palabra y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Entonces, la importancia de reflejar, de vivir nuestra fe y de reflejar lo que... el fruto de nuestra fe, incluso por medio de nuestras palabras. Y en versículo 3 dice, he aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan y dirigimos así todo su cuerpo. Entonces empieza aquí con una ilustración viendo que nuestras palabras tienen un impacto importante sobre nuestra condición espiritual. Tienen mucho poder. Y lo que hace Santiago es reforzar su creencia de que un miebro tan pequeño, como la lengua, tiene tanta influencia. Que usa aquí varias ilustraciones. Aquí empieza con el freno en la boca de los caballos. Versículo 4 va a mencionar el timón, que controla las grandes naves. Y luego, en la segunda parte del versículo 5, que si Dios lo permite lo veremos en otra ocasión, menciona un pequeño fuego, una chispa, que causa un incendio forestal, ¿no? Viendo el poder que tiene la lengua, porque está haciendo esa comparación, entre estas cosas muy pequeñas, pero que tienen mucho poder para controlar, incluso para hacer daño. Como el hombre, aquí en versículo 3, ¿qué es lo que hace el hombre? Controla animales muy fuertes con una rienda muy pequeña. Incluso el freno que nos menciona aquí en versículo 3 es el bocado, ¿no? La embocadura de la brida. Aquí yo creo que entendemos el concepto, ¿no? Aquí nos dice aquí que nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para dirigir... para que nos obedezcan y dirigimos así todo su cuerpo. Un caballo que tiene una fuerza bueno, mucho más fuerza que un hombre. Es un animal más grande que un hombre. El hombre solamente con sus manos no le puede controlar. Pero al poner ese freno en la boca, al tener esa embocadura de la brida y controlarlo con las riendas, etc., pues puede controlar y dirigir al caballo donde quiere llevar, donde quiere ir. Y eso es lo que está diciendo. dice, nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan y dirigimos así todo su cuerpo. Y es que los hombres controlan a los grandes animales con una rienda pequeña. Y es que el creyente debe mostrar control sobre su lengua. ¿No? Un miembro pequeño en el cuerpo y es que la lengua determina el destino de un individuo. El creyente que controla su lengua tiene la habilidad de dirigir su vida al rumbo trazado por Dios. Si no refrena su lengua, el cuerpo tampoco está controlado, tampoco está disciplinado. Continúa con la segunda ilustración, versículo 4, dice, mirad también las naves, aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos. Son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Ese término nave se refiere a una gran embarcación, un barco para la navegación en el mar. Y cuando consideras un gran barco que está siendo llevado por impetuosos vientos, o sea, vientos poderosos y fuertes, Pues dice, son gobernadas. O sea, hay un piloto, ¿no?, que dirige el barco. ¿Y cómo controla ese barco enorme? Un pequeño timón. Aunque haya un montón de viento, viento extremadamente fuerte, lo puede controlar con un pequeño timón. Y es que, Santiago plantea que un timón pequeño guíe a un barco grande ante fuertes vientos. Resaltando que una cosa muy pequeña puede dirigir algo muy grande. Al igual que ese timón permite al piloto que gobierna esa gran nave en medio de grande viento, ese timón le permite controlar el barco. Lo que corresponde al deseo humano el cuerpo y la lengua. Y es que los barcos también se controlan fácilmente con un timón pequeño. Y lo que ilustra es el potencial que tiene la lengua para el bien o para el mal. Porque lo que dices realmente te impacta, impacta tu corazón y realmente lo que dices sale de tu corazón y refleja qué hay en tu corazón Es como en un barco, si el timón se rompe, el piloto pierde el control. Al igual, si no se controla la lengua, la persona completa se vuelve incontrolable. Si la lengua se usa para bien, tiene muchas bendiciones. Pero si la lengua se usa para mal, tiene resultados catastróficos. Porque todos sabemos de personas que no se llevan bien con sus familias por la lengua. Porque se han dicho cosas que no se deberían de haber dicho. Hay personas que no tienen amigos por su lengua. Porque han dicho cosas que no debían de decir. Hay personas que cuando tú las ves en la calle, las evitas. Porque sabes que lo primero que va a salir de su boca van a ser insultos o maldades. Y los evitas. ¿Por qué? Por su lengua. Y lo que dices impacta tu corazón. Impacta tu... tu... tu... tu vida espiritual. Impacta a los de tu alrededor. Por eso hay que cuidar la lengua. Y entonces lo que hace Santiago en la primera parte del siglo V es aplicar las ilustraciones que acaba de mencionar. No ese freno en la boca de los caballos y ese timón que gobiernan los grandes barcos. Dice Santiago 3.5. Así también la lengua. Es un miembro pequeño. Pero se jacta de grandes cosas. Y es que el freno y el timón son comparables a la lengua. No, la lengua afirma tener mucho poder. Ahí mismo dice, se jacta de grandes cosas. Lo cual es cierto, ¿no? Porque la lengua tiene mucho poder. La lengua del hombre es pequeña, pero controla todo el cuerpo. Y el punto es que las personas pueden con... con... Realmente las personas pueden controlar su lengua. O... dejar que su lengua les controle a ellos. Y es que Santiago exhorta con... con importancia la necesidad de disciplinar la lengua. La lengua disciplinada es muy útil. Y como vemos a través de las escrituras, edifica, incluso en Proverbios dice, es como medicina. Cuando una persona usa su lengua para bien, realmente quieres escuchar a esa persona. Quieres atender a sus consejos. Quieres atender a su voz. Pero la lengua no disciplinada, puede iniciar mucha destrucción. Y Santiago, aunque no lo vamos a considerar hoy, pero por eso en la segunda mitad del siglo V, usa otra ilustración. Ilustra la lengua a un pequeño fuego. Y lo que añade es la destrucción que ocasiona un pequeño fuego. Que aunque es pequeño, esa chispa o ese pequeño fuego puede hacer una gran llama y destruir con ese gran fuego y destruir todo. Y por ello hay que cuidar la lengua. Y es que tu lengua tiene mucho poder. Sométela a la autoridad de Dios. Disciplina tu lengua, protege tu boca, cuídala. Asegúrate de pensar antes de hablar. Usa tu lengua para bien. Edifica con tu lengua. Levanta a las personas con tu lengua. Muestra el amor de Cristo con tu lengua. Muestra tu fe. Anuncia el Evangelio. Anuncia la Escritura. Enseña la Palabra de Dios. Vive tu fe con tu lengua también. Es que tu lengua tiene mucho poder. Sométela a la autoridad de Dios. Y necesitamos la ayuda de Dios. Por eso necesitamos clamar, como Santiago 1, versículo 5, dice, si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídela a Dios. Porque quizás estás diciendo, yo no puedo solo. Y es cierto, no puedes solo. Necesitas la ayuda de Dios. Necesitas sabiduría que solamente Dios da. Y por eso hay que clamar para que Dios te dé sabiduría. Y hay que clamar y pedir con fe, no dudando nada, nos dice Santiago 1.6. Y es que tu lengua tiene mucho poder, sométela a la autoridad de Dios. Vamos a terminar en oración.
Tu lengua tiene mucho poder; sométela a la autoridad de Dios
Series Santiago
Sermon ID | 10823163146995 |
Duration | 49:02 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | James 3:1-5 |
Language | Spanish |
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