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Hermano, vayamos ahora a Mateo capítulo seis. Mateo capítulo seis. Verso doce. Y verso catorce y quince. Dice y perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial. Mas, si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Oremos. Padre, nosotros ahora te imploramos para que una vez más ilumine nuestro entendimiento con esta doctrina primaria de la vida cristiana para que podamos crecer en esta práctica que tú nos llama a orar y a experimentar en nuestras vidas. Ayúdanos, Señor, a tener un corazón como el de Dios, el Padre, un corazón perdonador, que podamos con él glorificarte a ti y cultivar una relación saludable, vigorosa, creciente con nuestros hermanos, con nuestros familiares, con nuestros vecinos y amigos. Bendice, nos lo rogamos en el nombre de Jesús. Amén. Cuando hablamos de perdonar nuestras deudas, no estamos hablando de dinero. Estamos hablando de ofensas, estamos hablando de pecado, estamos hablando de transgresiones a la ley moral de Dios. Estamos hablando de pedir perdón por ofensas, maltratos, o daños morales causado a nuestro prójimo. De eso es que estamos hablando aquí. ¿Cómo podemos observar? Dios nos llama a que busquemos su perdón cuando transgredimos sus mandamientos. Pero también Dios nos llama a que pidamos perdón cuando transgredimos los derechos de nuestros hermanos y de nuestro prójimo en general. Perdonar a los demás es una experiencia que supone ir en contra de la corriente, porque no está en nuestra naturaleza el perdonar con facilidad. Perdonar, de hecho, es una de las disciplinas espirituales más difíciles de practicar en la vida cristiana. porque perdonar es contra natura. Perdonar no es algo que nosotros hayamos heredado por generación ordinaria de parte de nuestros padres. Por lo general, todos estamos predispuestos a olvidar las bondades y los favores que recibimos de parte de alguien. pero jamás estamos dispuestos a soltar los agravios, las ofensas, los maltratos, las humillaciones, ovejaciones que contra nosotros se cometan. Soltar eso, dejarlo ir y perdonarlo no es algo a lo que siempre estamos dispuestos. Y amados hermanos, los creyentes no estamos obligados a confiar en nuestros enemigos, pero sí estamos llamados a perdonar a nuestros enemigos. Y hablo de enemigo para referirme a quienes de manera intencional nos ofenden, nos agreden, nos maltratan, nos vejan o cometen cualquier tipo de infracción en contra nuestra. Los creyentes no estamos obligados a confiar en un enemigo porque usted no conoce las intenciones del corazón de nadie. Usted debe de ser cuidadoso y prevenido por si acaso. Porque el diablo está ahí. Y sabemos que el diablo vino a matar y a destruir. Hay gente que se la trae cuando usted lo ofende. Y el diablo puede usar esa ofenda para convertirle en un feroz enemigo suyo. Que buscará venganza en contra suya a toda costa. sin medir el costo que pagará por ello. Entonces, Dios no nos llama a que confiemos ciegamente en un enemigo a la luz de eso, sino que nos llama a perdonar a ese enemigo. Perdonar no significa que usted, sobre todo si es un inconverso, se confiará ciegamente en ese individuo. Eso es lo que estamos diciendo, hermanos. Mateo, capítulo once, veinticinco al veintiséis, Cristo dice allí cuando estéis orando, perdonad si tenéis algo contra alguno para que también vuestro padre, que está en los cielos, os perdone a vosotros vuestras ofensas. Y Colosenses capítulo 3. 13 al 14 también dice soportando los unos a los otros y perdonando los unos a los otros. Si alguna tuviera queja del otro de la manera que Cristo os perdonó, así también hacerlo vosotros y sobre todas estas cosas vestido de caridad. O de amor. Que es el vínculo perfecto. Esta doctrina, mis amados hermanos, del perdón, es una doctrina próligamente enseñada en la palabra de Dios. Y pienso que la razón por la cual esta doctrina aparece reiteradamente repetida en muchos textos de la Biblia, se halla en el hecho de que es una doctrina difícil de aplicar. difícil de aplicar, porque es contranatura. Perdonar no es algo natural en nuestro corazón. Es difícil de aplicar. Thomas Watson pregunta, ¿cómo podemos perdonar a otro cuando solo Dios puede perdonar el pecado? Y él responde, todo quebrantamiento de la segunda tabla de la ley constituye una ofensa contra Dios y una transgresión contra el hombre. Puesto que se trata de una afrenta contra Dios, sólo él puede perdonarla. Pero ya que es también una transgresión contra el hombre, debemos también perdonar nosotros a quien haya pecado contra nosotros. Una segunda pregunta que hace Thomas Watson es la siguiente. ¿Cuándo perdonamos a otros? Él responde. Siempre que procuramos evitar toda idea de venganza. Cuando no hacemos daño a nuestros enemigos, sino que le deseamos lo mejor. Cuando lamentamos sus desgracias, cuando oramos por ellos y buscamos la reconciliación, concluimos que estamos perdonando. Cuando nos mostramos dispuestos a ayudarles en todo momento, eso implica que le hemos perdonado. Y amados hermanos, eso es en realidad el perdón evangélico del que hablamos aquí. Eso es el perdón evangélico. Hay mucha gente que afirma que no pueden perdonar la ofrenda y el maltrato porque si lo hacen, Eso le va a perjudicar en su reputación, en su buen nombre, en su testimonio. Pasar por alto el agravio sin vengarnos, amados hermanos, de ninguna manera empaña nuestra reputación. No empaña nuestro buen nombre, sino que por el contrario nos engrandece nos ennoblece, nos dignifica cuando lo practicamos en el contexto de alguna ofensa recibida. Proverbio 19.11 nos dice que la honra del hombre, oiga bien, lo dice Dios, la honra del hombre es pasar por alto la ofensa. Nunca usted es más honrado a los ojos de Dios y a los ojos del hombre, cuando usted es capaz de pasar por alto esa ofensa, esa ofensa de que usted fue víctima, ese maltrato de que usted fue víctima, ese agravio del que usted fue víctima. De ahí, mis amados hermanos, que usted nunca será más grande que cuando es capaz de perdonar. Nunca estará más en alto que cuando es capaz de perdonar, sea cual sea la ofensa de la que usted haya sido víctima. resulta más honroso perdonar una ofensa que vengarla. ¿Por qué? Porque la ira, el rencor, el odio y la fijación de un maltrato son una señal no de fortaleza, sino de debilidad. No de fortaleza, sino de flaqueza de su carácter. Eso es lo que evidencia usted cuando fija ahí un maltrato y permite que su vida gire en torno a eso. Y permite que su relación con esa persona que lo maltrató lo determine la ofensa que le causó esa persona. Eso evidencia la debilidad de su carácter. La flojera de su temperamento. no la fortaleza suya. En cambio, el espíritu noble y heroico es aquel que pasa por alto las ofensas y el maltrato sin importar de dónde haya venido, sin importar la magnitud del agravio, sin importar las consecuencias que sobre nosotros haya traído ese maltrato y ese agravio del que fuimos víctima. Usted nunca será tan noble como cuando perdona, nunca será tan héroe o tan heroína como cuando perdona el maltrato, la ofensa, la humillación, la vejación de la que fue víctima. Debemos practicar el perdón. En primer lugar. Porque perdonar es una calificación que se encuentra en todas las personas que han sido perdonada por Dios. Sus rayes. Debemos de perdonar porque perdonar es una calificación moral. que se encuentra en todas las personas que han sido genuinamente perdonadas por la gracia de Dios. Mateo capítulo 6, verso 14, porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, note la condicionante, os perdonará también a vosotros, vuestro padre, vuestras ofensas. ¿Cuál es el requisito? Para Dios perdonarte, que tú tengas un corazón perdonador. Eso está claro ahí en el texto. Verso 15. Si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro padre perdonará vuestras ofensas. Ven ahí la condicional para Dios otorgarle el perdón. tú debes de haber perdonado a quien te haya maltratado, ofendido, agredido. Aquí podemos notar que hay dos cosas inseparablemente unidas. Por un lado, el perdón de Dios hacia nosotros, y por otro lado, nuestra capacidad para extenderle el perdón a aquellos que nos han ofendido. Ambos hechos están separados, entrelazados en un vínculo que no podemos romper ni separar. Y en ese contexto podemos afirmar que el perdonar es una calificación moral que se encuentra en el centro mismo del corazón de todos aquellos que han sido perdonados por el Señor. En segundo lugar, debemos de practicar el perdón porque la capacidad para practicar el perdón cuando nos ofenden es una señal o evidencia de que hemos sido objeto del perdón de Dios para con nosotros. Hemos sido objeto de la misericordia perdonadora de Dios para con nosotros cuando tenemos un corazón dispuesto a perdonar cualquier tipo de maltrato, evento humillante al que nos hayan sometido. Mateo 5, 7, bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dice alguien, cuando un hombre se muestra misericordioso es porque la misericordia de Dios se encuentra residiendo en él. Y por eso es misericordioso. La palabra misericordia significa compadecerse de las miserias ajena. Entonces, ¿qué revela quién te ofende a ti? ¿Quién te agrede a ti? ¿Quién te maltrata a ti? La miseria espiritual en que se encuentra. Cuando alguien actúa mal en contra tuya, cuando alguien te maltrata, te humilla, te deja, te agrede, ¿qué es lo que estás revelando? la miseria espiritual en que se encuentra. Eso es lo que se revela con el maltrato que te hizo. Habla de lo mal que está, de lo miserablemente mal que está su vida espiritual. Por eso, actúa como actúa, en contra tuya, agrediéndote, ofendiéndote, maltratándote, lo que sea que haya en contra tuya. Lo natural es que cuando eso sucede, Se revela el estado espiritual de descalabro en que se encuentra esa persona maltratadora. Esa persona se halla en una relación con Dios. Si no muerta, por lo menos se encuentra en una situación de descalabro espiritual crónico. De ahí su accionar. Ahora, cuando tú eres un creyente y reconoce esa realidad, tu comportamiento para con esa persona que se haya inmersa en esa miseria espiritual, no ha de ser la de un corazón vengativo, sino la de un corazón compasivo, reconociendo la condición espiritual desde el calabro y de miseria en que se encuentra esa persona. Por eso, amados hermanos, nuestra capacidad para perdonar debe de estar basada en la misericordia de Dios para con aquellos que se encuentran inmersos en la miseria. En tercer lugar, debemos practicar el perdón porque nuestra capacidad para perdonar es un fruto de la compasión perdonadora con que Dios nos ha perdonado a nosotros. Cuando alguien ha sido perdonado, tendrá un corazón manso, tierno, compasivo, clemente y gentil para con todos los que le maltratan, le persiguen, le humillan, le ofenden. Porque al mirar por el espejo retrovisor de su vida, la cantidad de pecados que Dios le ha perdonado, ve como una pequeña minuta la ofensa de que ha sido víctima. Por eso tendrá un corazón predeterminado en ese contexto para perdonar cualquier ofensa, sea grande o sea pequeña, porque a la luz de lo que ha sido perdonado en su vida, cualquier ofensa de la que sea víctima es como nada delante de sus ojos. Y en cuarto lugar, debemos practicar el perdón porque el perdón con que perdonamos a nuestros ofensores es un poderoso motivo para mover la voluntad de Dios para que también nos perdone a nosotros cada vez que cometemos algún pecado infringiendo la ley de Dios. Lucas 11 4 y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a los que no deben. Vean cuál es el argumento que plantea Cristo para pedir que nos perdonen. ¿Cuál es el argumento? Porque también nosotros perdonamos a nuestros deudores. De manera que la práctica de pedir perdón es un poderoso argumento a la hora de orar para convencer a Dios de que nos conceda el perdón y la absolución del pecado y de la culpa que generan nuestros pecados. Ahora bien, hermanos, ¿cómo se manifiesta en la práctica el perdonarnos los unos a los otros. En segundo lugar, ¿cómo se manifiesta en la práctica el perdonarnos los unos a los otros? Número uno, el perdón se manifiesta en ser tolerantes unos con otros y en abstenernos de vengarnos cuando hemos sido ofendidos. Tolerancia unos a otros y abstenernos de venganza cuando hemos sido ofendidos, agredidos, maltratados. Así se practica el perdón entre nosotros. Colosense 3.13, soportando unos a otros, y perdonando unos a otros. Si alguno tuviera queja contra otro de la manera que Cristo os perdonó, así también hacerlo vosotros. Hay una palabra que resume ese versículo. ¿Cuál es? Tolerancia. Tolerancia. ¿Qué es tolerancia? Dice un diccionario. Tolerancia es un cese de los actos de venganza. Tolerancia es un acto, es un cese de los actos de venganza, que aunque son dulces a la naturaleza humana pecaminosa, son, sin embargo, contrarios a la gracia. Hermanos, eso es tolerar a mi hermano. Eso es tolerar a mi hermano, tolerar a mi hermana. Mientras usted tiene un espíritu vengativo en contra de aquel que le ofendió o agredió, usted no está practicando la tolerancia. Usted no está siendo tolerante. El lenguaje de la venganza es, haremos con él lo que él me hizo a mí. Ahora, el lenguaje de la gracia dice lo contrario. Hace lo que dice Proverbio 24, 29. Ahí se nos prohíbe el pronunciar esas palabras diciendo, no diga como me hizo, así le haré. Daré el pago al hombre según su obra. Dios prohíbe que digamos, como él me hizo, así le haré. Dios prohíbe esa expresión en el lenguaje del pueblo de Dios. Haré lo que él, como él me hizo. ¿Qué dice Dios? No digas, como me hizo, así le haré. No diga, daré el pago al hombre según su obra. Maltrato por maltrato, ojo por ojo y diente por diente. No digas eso. Dentro de nosotros hay una voz que dice, ¿cómo dice? Como me hizo, le haré. Pero la voz de la gracia grita también dentro de nosotros. No diga, como él me hizo, así le haré. No diga eso. Ese lenguaje no es de un hombre de Dios. Ese lenguaje no es de una mujer de Dios. No debe de sonar en nuestros labios ese tipo de expresiones. La gente piensa que es un signo de debilidad, de cobardía o de miedo. Soportar los agravios, los maltratos, las vejaciones. Piensan que eso es estúpido y denigrante. Pero el no cobrar venganza es lo que le da al hombre la mayor de las victorias. La victoria contra sí mismo. La mayor victoria que usted le puede ganar al diablo y aquel que le ha agraviado es aquella en la cual usted no permite que los agravios de que fue víctima. Le conviertan en un diablo, en un demonio. Más demonio que el demonio que lo agravió. porque hay gente que se convierte en, no en demonios no, en cinco demonios juntos cuando reciben un agravio. Se convierten en cinco demonios juntos cuando son víctimas de un agravio. Y amados hermanos, reitero, la mayor victoria que podemos obtener es cuando no permitimos que eso suceda. Cuando no permitimos que una mala reacción de alguien nos provoque para reaccionar de parte nuestra mal al cuadrado o mal al cubo. o mal a la enésima potencia. Cuántos están en la victoria preso o en la escasez del país, producto de la reacción a una provocación en la calle. Una mala reacción en la calle de alguien necio llevó a ese necio a sacar una pitola y a vaciársela. La blanda respuesta quita la ira. Ahora, lo contrario, la ira la eleva al cubo. De ahí la reacción que provoca en muchos que andan con un bate en el baúl. o con una pitola. Conocí el caso, no hace mucho tiempo, de un chofer, un hombre joven, estaba en una de esas paradas de carros, en fila, y vino un simpático de esos que aparecen y se le puso alante. Fuera de su turno. Le usurpó su turno. La reacción del que le tocaba el turno fue pelear por su turno. ¿Y qué sucedió? Se embrujaron en un rebú ahí. El que fue víctima de la provocación sacó un machete y le cercenó la cabeza al tipo que lo provocó. Treinta años la victoria. Una esposa y dos niños en la más cruenta miseria. Hermanos, estas son cosas graves y que están claramente enseñadas en la palabra de Dios. Su mayor victoria no es vengarse. Su mayor victoria es dejar que Dios sea el que se cobre la venganza de aquello de lo que usted fue víctima. Esa es la mayor victoria. Nota lo que dice Proverbios 16, 32. El que vence a su propio espíritu es más que el que toma una ciudad. Oiga eso. Oiga eso. El que vence a su propio espíritu es mayor que el que toma una ciudad. Es más fácil que usted conquiste a Santo Domingo Este que conquistarse un centímetro de usted mismo. Es más fácil que usted se gane, conquiste a todo Santo Domingo, que conquitarse a sí mismo, su espíritu indomable. Debemos reconocer que hay en todos nosotros un espíritu que es gritón, turbulento y vengativo, propenso a tomar represalias y a devolver mal por mal, daño por daño, ojo por ojo y diente por diente. ese espíritu está en todos nosotros. Y no debemos descuidarnos. Ahora bien, cuando podemos refrenar ese espíritu vengativo, turbulento y gruñón que hay dentro de nosotros, dice aquí, que seremos coronado con la vida. La verdadera debilidad y flaqueza de nuestro espíritu, amados hermanos, se hace muy evidente, sobre todo cuando somos provocados. Es allí donde sale a la luz cuán débiles somos. Es ahí cuando sale a la luz cuánto dominio propio nos falta, cuánta mansedumbre nos falta, cuánta humildad nos falta en el carácter cuando somos provocados. Por lo general, nuestro temperamento explota en ira y nos convertimos en volcanes que lanzan lavas y rocas prendidas en fuego. que queman y acaban con todo lo que encuentran a su paso. Amados hermanos, es ahí cuando nuestro enemigo, el diablo, obtiene una verdadera victoria sobre nosotros. Cuando la lengua injuriosa que usó para provocarnos, para que quebrantemos la ley de Dios, nos saca de nuestras casillas, nos saca de nuestros buenos modales y nos convierte en perros rabiosos, en perra rabiosa. Es triste, pero eso sucede, hermanos. Empezamos a soltar por esa boca cosas que después son difíciles de recoger. Y nos avergonzamos. Y empieza la gente a decir, esa es cristiana, y ese cristiano, oye eso, oye, oye, oye, escucha, escucha, oye cómo suena. El cristiano, la cristiana, oye. Porque la gente está oyendo y viendo, viendo y oyendo. La explosión volcánica que ha acontecido. Por eso, Romano 12, 21 nos dice, no te dejes vencer por el mal, sino vence con el bien. El mal. Tu espíritu es noble y valiente cuando la gracia resulta victoriosa. Cuando eres provocado, maltratado y vejado. No devolviendo mal. por mal, sino por el contrario, respondiendo con un espíritu humilde, con un espíritu mans, con dominio propio de ti mismo y sobre todo manteniendo la boca cerrada. Cuando el temperamento está ardiendo en fuego, un par de ejemplos. Notemos el ejemplo de David y las provocaciones de que fue víctima por parte de Saúl. Conocemos la historia como Saúl intentó varias veces en contra de la vida de David. porque tenía celo y ya Dios le había profetizado que por su pecado sería reemplazado del trono de Israel. Y ese reemplazo tenía nombre, se llamaba David. De ahí la inquina, el odio y todo lo demás que se levantó en su corazón en contra de David. David en varias ocasiones lo tuvo ahí a punto de... A punto para cortarle la cabeza. Se lo pusieron ahí. Dormidito en el quinto sueño. Incapaz de defenderse ni con lo más mínimo. Porque además de estar dormido, Estaba solo, no estaba con la custodia normal de un rey, solo y dormido. Se lo pusieron en bandeja de plata, como dicen la gente. Y los compañeros de David le incitaban diciendo. Te lo pusieron en bandeja de plata. No lo deje escapar. Este es tu tiempo, este es tu momento. Dios se lo puso ahí. ¿Qué tú esperas? Y, hermanos, este hombre definitivamente era un hombre con un corazón compasivo. Lejos esté de mí matar al ungido de Jehová. Esa fue su expresión. En la cueva, David solo le cortó la punta de su manto como evidencia de su corazón bondadoso, compasivo, generoso contra quien se había ensañado contra él. Como evidencia de que se astuvo de vengarse en contra de él. como evidencia de que él no tenía absolutamente nada en contra de Saúl. Sus manos estaban limpias de él. Eso es lo que decía ese trapo que le cortó. Ahora, cuando Saúl se enteró del trato que David le había dispensado a pesar de todos los maltratos, humillaciones, vejaciones e intentos de asesinato de que había sido víctima. Observe las palabras o la reacción que operó en el corazón de David, perdón, de Saúl. Cuando David obró bien en contraste con el mal que le habían causado. Y dijo a David más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal. Ven el lenguaje. ¿Qué bien le hizo David? ¿Le perdonó la vida? ¿Quiere un bien mayor que ese? Le perdonó la vida. Tú has mostrado hoy que has hecho conmigo bien, pues no me has dado muerte, habiéndome entregado. Véalo ahí, Jehová en tu mano. Se lo entregaron. No, no, no, yo no quiero eso. La vida de ese hombre yo no la quiero. que la coja a otro. Yo no la voy a coger. Él lo reconocía que había sido la mano de Jehová que lo puso en la mano de David para que le cortaran la cabeza, pero David se resistió a hacerle mal. Y vemos en el testimonio del pasaje que el hombre se bajó a dar grito ahí. Lo puso a llorar como un niño. Asco de fuego amontonó sobre la cabeza de Saúl. Asco de fuego. David ese día tuvo una doble victoria. Primero, una victoria sobre sí mismo. Y segundo, una victoria aplastante sobre su encarnizado enemigo, Saúl. Observemos otro ejemplo. El profeta Eliseo hirió con ceguera a los sirios que habían invadido a Israel. Después que lo hirió con ceguera, lo llevaron a la ciudad de Israel. Y el rey le preguntó, Los mataré, Padre mío. Ya estaban ciegos, los tenían en el puño. Ciego en el puño. ¿Qué puede hacer un ciego? ¿Cómo se puede defender un ciego? Noté la pregunta del rey. Los mataré, Padre mío. Y Eliseo le respondió en segundo de Reyes 6.22. No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Eran sus enemigos. Habían llegado allí no con la intención de ayudarle en su tarea, habían llegado allí para matarlo también. Sin embargo, la pregunta fue, ¿matarás tú a los que tomaste cautivo con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua. Noten la receta que le da el profeta. Ponle delante de ellos pan y agua para que coman y beban. Y vuelvan a sus señores. Entonces se le preparó una gran comida. No los retrojos que habían por allí. Una gran comida. Y cuando habían comido y bebido, los envió y ellos se volvieron a su señor. Se volvieron harto y se volvieron. Viendo. Viendo. Hermanos, eso es hablar con misericordia, sí o no. Enemigos. Y ellos se volvieron a su señor. Resultado y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel. Wow. Nunca más. Por lo menos en esa generación. Volvieron para atrás. Los curó con ese banquete que le dio. los curó con ese trato deferente que les dio. Se comportaron de una manera que ellos no lo merecían. Y ese trato cortés y amoroso que le brindaron, en medio de esa guerra en la que estaban metidos, cambió sus sentimientos, cambió sus actitudes y cambió sus acciones en contra de Israel. Por eso dice y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel. Nunca más. Ven que es un buen negocio. Obrar bien cuando nuestro prójimo obra mal. porque ascua de fuego amontonamos sobre su cabeza. Al perdonar, no solamente se requiere a los cristianos que se abstengan de vengarse, sino que también se le demanda que perdonen a quienes le han hecho daño. Todos los deseos de venganza deben de ser desarraigados de nuestros corazones. El perdón implica el abandono de toda ira, odio y de todo deseo de venganza, de todo enojo en contra de él. Eso implica perdonar, no es olvidar. Usted no se va a olvidar de aquello que le hicieron. Ahora, implica que usted no tendrá su corazón preñado de ira en contra de esa persona, de odio, de rencor, de deseo y hambre de venganza. Su corazón no estará lleno de eso, aunque de vez en cuando los recuerde con tristeza. El perdón debe hacerse, no solo de palabra, sino con sinceridad de corazón. Mateo 10, 31 dice, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano sus ofensas, así también mi Padre celestial hará con vosotros. ¿Cómo debemos de perdonar? de corazón. Si tú no perdona de corazón, Dios tampoco te perdonará de corazón. Como bien dice el señor aquí, Mateo 18 35. Entonces tu perdón debe de ser un perdón sincero, un perdón de corazón. Pero también tu perdón debe de ser un perdón universal. Cualquiera que sea la especie del agravio de que fuiste víctima, debe de ser perdonado. Sea quien sea que te haya ofendido o agraviado, le debes dispensar el perdón. Debe de ser un perdón universal. Cualquiera que sea el agravio, sea una ofensa cometida en contra de tu persona, la debe de perdonar. Sea un agravio cometido en contra de tu buen nombre, lo debe de perdonar. Sea un agravio cometido en contra de tus propiedades, igualmente lo debe perdonar. Observemos que muchas veces las ofensas están enfiladas para dañar nuestra integridad física. Hay gente que nos quiere ver muertos e intentan contra nuestra integridad física. Cuando usted va a ser atracado, esos tígeres no le importan solamente su cartera, aún su integridad física. Si tienen que arrancársela, se la arrancarán. Muchos han sido víctimas de eso por un celular. Ese es el mundo donde vivimos. Observemos el ejemplo de Esteban. A este hombre, por predicar el Evangelio, se granjeó el odio y el rencor, la inquina de los líderes judíos. ¿Y cómo reaccionaron ellos a la vehemencia y al sermón de Esteban, queriéndole arrebatar su integridad física? Y lo hicieron, hermanos. Ahora, al ataque contra la integridad física de que fue víctima Esteban, ¿cómo reaccionó este hombre? Hecho 760. Señor, No les tomes en cuenta este pecado. ¿Cuál pecado? ¿O le estaban arrebatando su integridad física? ¿Estaban violando el mandamiento que dice? No. Matarás. Ese pecado de matar, Señor, yo se lo perdono. Por eso él dice no se lo tome en cuenta. Y hermanos, yo estoy seguro de que muchos de esos que estaban allí tirando piedra, en algún momento de su vida, vieron, reconocieron y confesaron su pecado y están con el Señor allá, en el cielo. Si dañan nuestro buen nombre, debemos perdonar de la misma manera. Recuerden el caso de Simei y David. Este hombre voceaba y gritaba intropelios en contra de el buen nombre del rey David. ¿Y cómo reaccionó David cuando fue restaurado a su posición anterior como rey? No morirá. Así perdonó a Simei, guardándole de una muerte cruenta por haber blasfemado el buen nombre de David. Perdonó el pecado cometido contra su nombre. Hermados hermanos, nos pueden agredir nuestra integridad física, nuestro buen nombre, pero también nos pueden agredir nuestra cartera. nos pueden atacar nuestra cartera, nos pueden agredir, nos pueden defraudar nuestra cartera. Cuando un deudor no nos puede pagar, ¿cómo debemos de reaccionar nosotros? Debemos de reaccionar como les recomendó Pablo a Filemón. ¿Recuerdan el caso de Filemón y de Onésimo? Onésimo se fue de donde Filemón, de seguro, con la cartera llena del robo que le hizo. Se fue a gozar la vida. Por allá se encontró con el apóstol Pablo y el Señor Jesucristo. Allí fue perdonado, allí fue reconciliado con el Señor, y Pablo se lo devolvió allá, a la casa de donde había huido. ¿Y qué le recomendó Pablo? Porque obviamente este hombre se fue de donde Filemón y no tenía en qué caerse muerto después. No tenía con qué pagar todo lo que implicaba, las ruinas y las pérdidas que le había causado a Filemón. En ese contexto, el apóstol Pablo, consciente de que este hombre no tenía con qué pagarle a Filemón todo lo que le debía, ¿qué le dijo Pablo? ¿Qué le recomendó? Lo que te debe, Ponlo en la cuenta mía. Ponlo en la cuenta mía. Y usted sabe lo que implicaba eso. ¿Qué implicaba eso? Que él tenía que perdonárselo. Porque Pablo, tenía que pagarle a ese hombre. Pablo era un apóstolo. Que no tenía en qué caerse muerto. perdona ese agravio, perdona la fortuna que te hizo perder. Amados hermanos, practicar el perdón es una de las gracias del evangelio. Y es la gracia que nos garantiza, primero que nada, una buena relación con Dios. Y en segundo lugar, una buena y estrecha relación con nuestros hermanos. debemos de practicar esa gracia porque es la gracia con la cual más nos parecemos a Dios, más nos asemejamos a nuestro Padre Dios. Ninguna gracia en el término práctico de la palabra nos hace tan parecidos al Señor como la gracia del perdón, de las ofensas y maltratos, de que somos víctimas, porque el mal no lo seremos hasta que lleguemos a la tumba, porque estamos casados con pecadores, los que estamos casados, tenemos hijos que son pecadores, Tenemos hermanos en la fe que son pecadores. Tenemos vecinos que son pecadores. Y como dice Miguel, nosotros mismos somos pecadores, causante de muchas ofensas, en muchas ocasiones y en muchas circunstancias. Usted tiene pastores que son pecadores, que faltan, que fallan, que están llenos de debilidades. Tiene diácono que son pecadores, que están llenos de debilidades y flaqueza, que en algún momento le fallarán. Y usted no tiene de otra que perdonarle su pecado, su falde, su relación. Esto es importante, mis hermanos, para la vida nuestra, en lo familiar, y es fundamental en la vida de la iglesia del Señor Jesucristo. Pero primero que nada, recordemos que el perdón debe de ser dirigido a Dios. Es a él a quien primero debemos de pedirle perdón. Pero en segundo lugar, habiéndole perdido perdón a Dios, pidámosle perdón también a aquel a quien hayamos ofendido. Esa es la doble vía por donde debemos de practicar nuestra vida cristiana en nuestro caminar diario junto a gente pecadora en este mundo. Amén. Padre, te damos gracias por tu Espíritu Santo, por tu palabra, por el amor que tú nos has dado en Cristo Jesús para practicar la doctrina del perdón en medio de nosotros. Te pedimos encarecidamente, Señor, que tú nos hagas conscientes de cuán solemne es este deber de perdonarnos unos a otros. Ayúdanos dándonos gracias ricas y abundantes para practicar esta doctrina en nuestro diario vivir. Ayúdanos, Señor, pues lo rogamos para tu gloria y en el bendito nombre de Jesús. Amén.
Perdónanos nuestras deudas #4
Series Sermon del Monte
Perdónanos nuestras deudas #4
Sermon ID | 10224149505529 |
Duration | 57:29 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Matthew 6:12-15 |
Language | Spanish |
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