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Santiago capítulo 3, desde el versículo 9 hasta el versículo 12. Tu boca debe ser santa, sé constante. Tu boca debe ser santa, debe ser pura, sé constante. Si Dios lo permite, vamos a considerar aquí este texto en Santiago, capítulo 3, del versículo 9 al versículo 12. Y aquí, realmente, el tema de estos versículos es la inconsistencia de la lengua. Y es que la lengua es, aquí, que nos presenta Santiago, es un miembro muy pequeño pero que tiene mucho poder, tiene mucha capacidad para dañar y por eso hay que protegerla. Y aquí en Santiago, capítulo 3, en especial del versículo 3 hasta el versículo 12, vemos como constantemente nos está haciendo... está presentando la alerta y nos está avisando la importancia de proteger nuestra lengua porque tiene mucho control, tiene mucha capacidad para dañar. Incluso nos dice en el versículo 2, porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Resalta lo difícil que es controlar la lengua. Aunque da varias ilustraciones, da la ilustración de un freno en la boca de los caballos, también del timón que controla las grandes naves a pesar del mucho viento, e incluso también menciona un pequeño fuego que causa un gran fuego y un gran incendio en un bosque y crea un montón de destrucción. Y entonces, resaltando la importancia de guardar nuestra boca, de asegurarnos que hablamos lo correcto, que usamos nuestra lengua para bien. Aquí, terminando esta sección de la lengua, aquí en Santiago capítulo 3, Aquí en versículo 9 al versículo 12, vemos cómo ahora se refiere la inconsistencia de la lengua, que en un momento aparenta muy pura, aparenta muy religiosa, pero en otro momento es exactamente lo opuesto. Ahora, quizás alguna vez habéis observado a una madre que le está gritando a sus hijos. Les está gritando y les está diciendo que, como, que te calles, o que te muevas, o haz esto o aquello, y de repente suena el teléfono, y está gritando, y de repente, en cuanto levanta el teléfono, y responde, responde como, hola, ¿qué tal? Hola sis, soña, ¿cómo estás? Y de repente, la voz totalmente cambia. Estaba en un momento de ira, de griterío, de pleito, y en un segundo, o sea, el cambio radical que ocurre cuando de repente contesta el teléfono, y como no quiere ofender a la persona al otro lado del teléfono, pues demuestra un tono muy amable. muy amigable, muy amoroso, y es un cambio total. Y Santiago está diciendo, mira, eso no debe ser así. Esa lengua inconstante. Incluso aquí en Santiago, menciona varias veces esa idea de ser Inconstante. Incluso menciona la inconsistencia del hombre que, bueno, pues en un momento vive para Dios, en otro momento vive para el mundo. Y por eso hay que tener cuidado de guardar nuestros caminos. Incluso en Santiago 1.8 dice, el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. Ahora en Santiago 4, versículo 8, dice, acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros, pecadores, limpiad las manos y vosotros de doble ánimo purificad vuestros corazones. Ahí, resaltando esa inconsistencia de la fe, ¿no? En un momento intentar agradar a Dios, pero en otro momento intentar agradar al mundo, ¿no? Es constantemente cambiando de lado a lado. Y es que la inconsistencia de la lengua tiene conexión con la lengua incontrolable, que los menciona ahí Santiago 3, versículo 8, cuando dice, pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Y es que la lengua es como un mal inestable, que no descansa, que daña. Y por ello Santiago reitera lo difícil que es controlar la lengua. Y aquí, en versículo 9 al 12, habla de esta inconstancia, donde constantemente cambia de lado a lado. Aquí en Santiago 3, versículo 9, dice, con ella, está hablando de la lengua, con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente hecha por una misma abertura, agua dulce y amarga? ¡Hermanos míos! ¿Puede acaso la higuera producir aceitunas o la vid, higos? Así también, ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. Aquí, si notáis, podéis ver cómo está exhortando a ser constante con la lengua, ¿no? Nuestra lengua, nuestra boca, nuestras palabras, deben de ser santas. Aquí mismo, vemos cómo Santiago resalta este contraste. Aquí en versículo 9, cuando dice, con ella bendecimos al Dios y Padre, Y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. Es que Santiago, aquí está concluyendo su crítica de la lengua al enfatizar su inconstancia. Porque en ocasiones, pues, la boca es muy pura, es muy religiosa. Quizás en los cultos en la iglesia, quizás los domingos, cuando la iglesia se reúne, y entonces pues ¡guau! ¿Cómo ora esa persona? ¡Guau! ¿Cómo habla? ¡Guau! Es ejemplar, ¡qué boca más pura! ¿Cómo adora a Dios? Y luego le escuchas hablar el lunes, y dices, es una boca completamente diferente, ¿no? Hay un cambio. Un cambio, es inconstante. Y es que en ocasiones la boca es muy pura y religiosa, pero en otras es muy impura. Y por eso aquí Santiago resalta como que el hombre de doble ánimo es inconstante. Es inconstante en su fe y es inconstante en cómo habla. Por eso, como leía antes ahí en Santiago 1, 8, dice, el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. Y es que el inconstante intenta combinar la fe en Jesucristo con el desprecio hacia los seguidores de Jesús. Lo vemos ahora en el capítulo 2, en Santiago 2, versículo 1, dice, hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Eso es Santiago 2, versículo 1. Está diciendo, mira, no trates a personas, a diferentes personas de diferente manera, no trátalas a todas de la misma manera, como criaturas, como hechos a la imagen de Dios. Entonces, no trates a las personas diferente si son de otra nacionalidad, o de otro color de piel, o si hablan diferente, un lenguaje diferente, o si son más altos o más bajos, etcétera, ¿no? Trata a todas las personas de la misma manera, con el amor de Cristo. Pero, el inconstante, ¿qué es lo que hace? pues dice que ama a Dios, pero luego trata a su hermano en Cristo de una manera despectiva, ¿no?, menospreciándole. Dicen tener fe, pero sus hechos lo niegan. En Santiago 2, versículo 14, dice, hermanos míos, ¿de qué aprovecharán si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? El que Santiago está diciendo, mira, ¿podrá esa fe, o sea, esa profesión de fe, dice que tiene fe, pero no tiene ninguna clase de fruto? No se puede ver en su vida. No hay un resultado de esa fe, no se puede percibir esa fe en la manera en que vive, o en la manera en que habla, o en la manera en que hace las cosas, en su conducta. Entonces, ¿puede esa fe salvarle? Lo que Santiago está diciendo es no, porque la fe debe de acompañar, perdón, las obras deben de acompañar la fe. Las obras, las buenas obras son el resultado de la fe. Primero ponemos nuestra fe y confianza en Jesús como Señor y Salvador, y luego vamos a vivir esa fe, y entonces vamos a demostrar buenas obras. Pero entonces, viendo estos inconstantes que dicen que tienen fe, pero sus hechos lo niegan. Incluso nos dice Santiago 2, 20, más quiere saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta. Eso es Santiago 2, versículo 20. Entonces, una simple profesión de fe no es suficiente para la salvación, ¿no? Se debe de demostrar, debe de haber fruto que demuestre que realmente hay una nueva criatura. Y es que aquí, en Santiago 3, en este texto que estamos considerando, el versículo 9 al versículo 12, ahora destaca que estos inconstantes usan la lengua de una manera inconstante. Usan la lengua para adorar a Dios y para maldecir a los hombres, que están hechos a la imagen de Dios. Y es que Santiago realmente no puede usar un mayor contraste. cuando vemos que las personas usan la boca, la misma boca, para adorar a Dios, y esa misma boca para maldecir, para condenar, para rechazar, para insultar, para dañar a otros con su boca. Ahora posiblemente Santiago está pensando en la adoración a Dios. Están en congregación y están adorando a Dios, en cuanto para la adoración rápidamente se critican, cuando para la adoración rápidamente empiezan a murmurar, o quizás crean pleitos, en un momento están adorando a Dios en congregación, en otro momento hay un pleito grande, especialmente porque aquí al final del capítulo 13 podéis notar que hace una distinción entre la sabiduría celestial y la sabiduría diabólica, o la sabiduría del mundo, porque nos dice En Santiago 3.13 dice, ¿Quién es sabio entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero, si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis ni mintáis contra la verdad, porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal animal diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz". Capítulo 4, versículo 1. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros? codiciáis y no tenéis, matáis y herdéis de envidia, y no podéis alcanzar, combatís y lucháis, porque no tenéis lo que deseáis, porque no pedís". Y ahí, básicamente, ese texto acabo de leer, Santiago 3, del 13 hasta el capítulo 4, versículo 2, viendo que hay pleitos. Y es porque hay personas que dicen ser sabios, dicen ser creyentes, que realmente no lo son. no son creyentes genuinos, sus obras demuestran, o sea, su carácter, su manera de hablar, su manera de vivir, su conducta, la manera que tratan a los demás, demuestra que no son creyentes genuinos, porque no dan buenos frutos, sino dan frutos que reflejan a las tinieblas, reflejan pleitos, telos, iras, contiendas, etcétera. ¿No? Lo cual es opuesto a la sabiduría divina. Es opuesto al carácter de Dios. Es opuesto a la fe genuina. Y entonces, posiblemente aquí Santiago está pensando en personas que están adorando a Dios y rápidamente maldicen a otros. Entonces, están usando la boca de dos maneras completamente incompatibles. Y es que en la adoración de la congregación, las voces de los creyentes se unen, se unen cantando y afirmando la dignidad, afirmando las excelencias de Dios, exaltan a Dios por sus cualidades, por sus méritos. Pero por eso contrasta tanto. Están adorando a Dios, pero de repente maldicen a los hombres que han sido creados a la imagen de Dios. O sea, la maldición es la forma más baja de la expresión humana, en contraste con la adoración. Porque la adoración es la forma más positiva, más importante de la expresión humana. Y es que este contraste entre la bendición y la maldición se puede notar en las palabras de Dios mismo, cuando en Deuteronomio, le vemos ahí en capítulo 28, presentando las bendiciones o las maldiciones, dependiendo a si obedecen la ley de Dios o no. Y nos dice Deuteronomio 30, versículo 19, A los cielos y la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge pues la vida para que vivas tú y tu descendencia". Eso es Deuteronomio 30, 19. O sea, Dios usa esas palabras como completamente opuestas. La bendición en un lado y la maldición en otro. Y es que ahí vemos cómo Dios dice que Él derramará su bendición para aquellos que le obedecen, pero su maldición sobre aquellos que le desobedecen. Y es que la maldición, especialmente en la antigüedad, era invocar a Dios para que quitase toda bendición de la persona. Y en esencia, es que la condenase, que la condenase al infierno, cuando están maldiciendo. Lo cual hay que recordar que Jesús mismo dijo a sus seguidores en Lucas 6, 28, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. Eso es Lucas 6, versículo 28. Bueno, en Romanos 12, versículo 14, bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis. Entonces vemos como la palabra de Dios desea que usemos nuestra boca, o sea, Dios desea que usemos nuestra boca correctamente y no para mal, no maldiciendo, sino bendiciendo. Y es que la maldición es especialmente mala porque involucra condenar a alguien que ha sido creado a la imagen de Dios. Y entonces aquí nos dice el versículo 9, con ella, esto es Santiago 3, versículo 9, con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres que están hechos a la semejanza de Dios. Ahí en Génesis 1, versículo 26. Entonces dijo Dios, esto es Génesis 1, 26. Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. y señoré en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, y en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra". Eso es Génesis 1, 26. Y entonces vemos que el hombre ha sido creado a la imagen de Dios, o sea, a su semejanza, donde es un ser relacional, es un ser moral, un ser personal, y entonces viendo cómo hemos sido creados a la imagen de Dios. Por ello, al maldecir a alguien que ha sido creado a la imagen de Dios, realmente estamos despreciando a Dios mismo, estamos despreciando el carácter de Dios, estamos despreciando Al Creador. Es algo extremadamente grave. Incluso nos dice 1ª de Juan 4, versículo 20. 1ª de Juan 4, 20. Dice, si alguno dice, yo amo a Dios y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Eso es 1 Juan 4, versículo 20. O sea, si tú puedes ver al hombre, a un hombre que está enfrente de ti, le puedes ver físicamente y le odias, lo que demuestras es que es imposible que ames a Dios porque Él es Espíritu y no le puedes ver. Si no puedes amar a la persona que puedes ver, ¿cómo vas a amar a la persona que no puedes ver? Primero de Juan 4, versículo 20, dice, mira, si no amas a tu hermano, si no amas a tu compañero, si no reflejas el amor de Cristo hacia otros, si no amas a tu prójimo como a ti mismo, realmente tu afirmación de que amas a Dios es una mentira. Y por ello vemos la gravedad de insultar a otra persona, de maldecir a otra persona, de hablar mal de otra persona. Es que el creyente debe de hablar lo que edifica. Incluso nos dice Efesios 4, 29, Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación a fin de dar gracia a los oyentes. Eso es Efesios 4, versículo 29. O sea, nuestra boca debe de edificar. debe de levantar, nuestras palabras deben de ser constructivas, de ayudar y edificar a otros, no destructivas, donde los tumbamos y los aplastamos y los dañamos, sino usar nuestras palabras para bien. Y es que usar la boca para bendecir a Dios es lo mejor que puedes hacer con ella. Entonces, ¿cómo puedes usar tu boca para maldecir? especialmente maldecir a aquellos que han sido hechos a la imagen de Dios. Eso es totalmente inaceptable. Eso es lo que nos está presentando Santiago. Es totalmente inaceptable usar la boca para bendecir a Dios y para maldecir a los hombres hechos a la imagen de Dios. Es que usar la boca con doble sentido es inconstante y es hipócrita. Y por ello, o sea, tu boca debe ser santa. ¡Se constante! Aquí Santiago 3, versículo 10, le vemos cómo Santiago ahora presenta la enseñanza de manera clara, ¿no? Y subraya la importancia de ser constante, porque nos dice, versículo 10, de la misma boca proceden bendición y maldición. ¡Hermanos míos, esto no debe ser así! Ahí lo pone muy claro, no debe ser así, porque ¿qué es lo que estamos haciendo? Con nuestra misma boca estamos hablando bendición y maldición. No debe ser el caso. Jesús, Él subrayó que la boca habla lo que está en el corazón. Nos dice en Mateo 15, 11, no lo que entra en la boca contamina al hombre, mas lo que sale de la boca, esto, contamina al hombre. Eso es Mateo 15, versículo 11. Mateo 15, del 18 al 19, dice, pero lo que sale de la boca, del corazón sale, esto, contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias... No, eso es Mateo 15 del 18 al 19. O sea, todos esos pecados salen del corazón y nuestra boca refleja lo que está en nuestro corazón. Por ello Jesús mismo resaltó que tus palabras o te justifican o te condenan. Nos dice Mateo 12, del 36 al 37. Eso es Mateo 12, del 36 al 37. O sea, tus palabras, tu boca, realmente refleja lo que está en tu corazón. Tus palabras reflejan si realmente tienes fe genuina o no. Y por ello serás justificado o condenado, dependiendo de tus palabras. ¿No? Nos menciona ahí Mateo 12, del 36 al 37. Porque cada palabra que salga de nuestra boca vamos a tener que dar cuenta delante de Dios por ella. O sea, tenemos que dar cuenta por nuestras palabras. Por eso es tan importante proteger nuestras palabras. Guardar nuestras palabras. Pensar antes de hablar. ¿no? Y mantener nuestras palabras puras. Es que Santiago está destacando que las palabras que salen de la boca muestran el estado espiritual de la persona. Incluso aquí mismo, en Santiago 3, 6, menciona que la lengua es un mundo de maldad. Y por ello, tenemos que controlar la lengua. Y por eso resalta lo difícil que es controlar la lengua, y aquel que persiste y busca controlar la lengua, y busca la ayuda de Dios, y constantemente evalúa sus palabras, pues va creciendo espiritualmente y va madurando en la fe, y a eso se refiere cuando dice en versículo 2, porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabras, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Esa perfección nos está hablando de ser perfectos o ser completamente santos en esta tierra, sino hasta hablando de haber madurado espiritualmente y creciendo y siguiendo madurando, al punto que más y más, pues, al someternos a la palabra de Dios, al obedecer a Dios, al guardar nuestras palabras, al proteger nuestras palabras, al someter nuestras bocas a Dios, pues más y más nos vamos a conformar a Jesucristo en nuestra manera de hablar, y por ello menos vamos a pecar, menos vamos a pecar con nuestra boca, y por eso aquí dice Si alguno no ofende en palabras, este es varón perfecto, ¿no? Entonces, madurando espiritualmente, creciendo y demuestra madurez espiritual al guardar nuestra boca. Pero viendo la importancia de protegernos de una boca impura. Es que es posible tener una boca inconstante, pero no debe ser así. Por eso ahí mismo en versículo 10 dice esto, la última frase del versículo 10, dice, hermanos míos, esto no debe ser así. Porque el creyente no debe de usar su boca para mal. Porque un creyente genuino, lo que ha sido transformado por el Espíritu de Dios, debe de manifestar su integridad, su pureza de corazón, aún por medio de sus palabras, hablando lo que es recto. Y entonces, ahora Santiago, en versículo 11 y versículo 12, presenta varias ilustraciones para demostrar que la pureza de corazón es incompatible con palabras inconstantes e impuras. Porque aquí nos dice el versículo 11. ¿Acaso alguna fuente hecha por una misma abertura, agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. Aquí podéis notar, aquí en Santiago 3, del 11 al 12, podéis notar cómo ilustra este punto de que la naturaleza no es inconstante. Una fuente, cuando vas a una fuente que es salada, pues no esperes es sacar agua dulce. Si vas a un manantial dulce, no esperes sacar agua salada. Si vas a un árbol, a un árbol frutal, vamos a decir un manzano, pues no esperes que haya sandías sobre el árbol, porque es un manzano. Y, de todas formas, las sandías no crecen en árboles. Entonces, el punto es que la naturaleza es constante. pero aquí está resaltando como la boca no. Por eso hay que guardarla. Y es que aquí menciona en versículo 11, dice, ¿acaso alguna fuente hecha por una misma abertura agua dulce y amarga? O sea, hay que recordar, aquí Santiago, él está escribiendo Y está pensando en el territorio de Israel, ¿no? Es un territorio con bastante desierto, seco... Y entonces, muchos de los pueblos se formaron porque encontraron un manantial. ¡Un manantial de agua potable! Y es que el pueblo dependía de la producción constante de agua potable. Entonces, cuando encuentras un manantial de agua potable, ¿qué es lo que sale de ese manantial? agua potable, agua dulce. No sale agua salada. Y aunque sí, o sea, es cierto que algunos ríos y algunos malantiales producen una mezcla, una mezcla de agua dulce y salada, especialmente cuando se conectan unos ríos con el mar, pero viendo que no es algo que cambia. Si un manantial es... si de un manantial sale agua salada, pues va a continuar saliendo agua salada. Si va a ser una mezcla, pues va a continuar siendo una mezcla. Si va a ser de agua dulce, pues va a mantener ese agua dulce. O sea, un manantial no derrama un día agua dulce, y el siguiente día, agua salada. Es como, por ejemplo, si quieres hacer café, y vas al grifo de la cocina, y le echas agua a la cafetera, no tienes que estar todos los días probando si el agua es salada o dulce. Porque ya sabes, ¿no? Ayer el agua potable. Pues entonces, hoy también. No cambia. No tienes que constantemente estar probando a ver si es que hoy no podemos hacer café porque ha salido agua salada. O mañana es dulce. El punto es que no cambia. Ese es el punto que Santiago está dando. Santiago resalta que es impensable que una boca que adora a Dios, en un momento, Maldiga al hombre en otro momento. Es algo que no debe de ocurrir. Es inconstante. Porque un manantial de agua no puede echar dos clases diferentes de agua en diferentes momentos. Una fuente o ayuda a la vida o destruye, o es potable o no lo es. Y es que el agua es beneficiosa para el cuerpo o venenosa y dañina. Es que la boca del creyente debe ser consistente con su actitud hacia Dios y hacia el hermano en Cristo. Las palabras del creyente deben de reflejar su relación con Dios. Por eso aquí en versículo 11 dice, ¿acaso alguna fuente hecha por una misma abertura, agua dulce y amarga? Versículo 12 dice, hermanos míos, ¿puede acaso la higuera? ¿Producir aceitunas? ¿O la vid? ¿Higos? Como mencioné antes, está resaltando que la naturaleza se mantiene constante. ¿Una higuera qué es lo que da? Higos. ¿Aceitunas? No. ¿Un olivo qué es lo que da? Aceitunas. ¿La vid da higos? No. ¿Y el año que viene? No. ¿Y dentro de 10 años? No. Si es una vid, pues va a dar uvas, no va a dar higos. Entonces la naturaleza se mantiene constante. Nuestra boca debería, o sea, debemos de esforzarnos para mantenerla constante. Pero por eso Santiago nos está exhortando aquí en Santiago capítulo 3, del versículo 1 hasta el versículo 12, nos está exhortando a controlar y a disciplinar nuestra lengua. A asegurarnos que adoramos a Dios, le agradamos a Él y le servimos en todo momento con nuestra boca. Que no cambiemos que no seamos inconstantes, donde en un momento le estamos adorando, y en otro momento estamos maldiciendo a nuestro prójimo. Y por ello, aquí menciona estos árboles. Un árbol solo puede producir el fruto de acuerdo a su naturaleza. Un árbol frutal no puede dar diferentes clases de fruto, ¿no? Si te compras un limonero, pues en el tiempo de la cosecha vas a recibir limones. Entonces, es esa idea. Y aquí lo aplica la boca, diciendo que, mira, nuestra boca no debe ser inconstante. Debemos de dar fruto de nuestra fe. Incluso Jesús mismo dice en Mateo 7, del 16 al 18, por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos". Jesús Mateo 7, del 16 al 18, donde Jesús mismo está aplicando ese mismo principio. O sea, el bueno, o sea, el que ha puesto su fe y confianza en Jesús como Señor y Salvador, el que realmente tiene fe genuina, va a reflejar el fruto de esa fe genuina. Se va a demostrar. Nos dice Mateo 12, 33. O hacer el árbol bueno y su fruto bueno, o hacer el árbol malo y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol. Eso es Mateo 12, 33. O sea, ¿cómo se conoce a una persona que realmente ha creído en Jesús como el Señor y Salvador? ¿Tiene fe genuina? Bueno, aquí Santiago resalta que las obras que va a producir van a ser obras que demuestran esa fe. Y en este texto que estamos considerando, la boca misma va a producir buenos frutos. Y es que el punto es claro, o sea, las cosas malas no producen cosas buenas. una persona que no está bien con Dios, no puede hablar lo puro, no puede hablar lo provechoso de manera constante. Sí, quizás de momento a momento, pero no de manera constante, porque lo que sale de su boca es lo que tiene en el corazón. Puede halagar mucho, puede quizás exaltar a Dios y adorarle durante un momento, pero en otro momento su boca va a estar hablando la maldad que tiene en su corazón. Una persona que es inconstante en su relación con Dios será inconstante en sus palabras. Y por ello, si has puesto tu fe y confianza en Jesús como Señor y Salvador, recuerda que tu boca debe de reflejar tu fe. La boca del creyente debe de ser santa, debe de ser pura, debe de edificar y ayudar y fortalecer. Por ello, El creyente no debe de participar en chismes, no debe de hablar cosas que no edifican, no debe de hablar lo malo, ni contar chistes verdes, no decir palabras cuando las cosas, no decir palabrotas cuando las cosas no le salen bien, no participar en en palabras duras o acusaciones, críticas, insultos, no atacar verbalmente, no hablar con arrogancia, no manipular, no engañar, no murmurar, no amenazar, etcétera. O sea, la boca del cliente debe de ser santa. Debe ser constantemente santa. Y es que tu boca debe de ser santa. Por eso, aquí dice, en la última frase del siglo XII, así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. ¿No? Ahí, otra vez, ahí ilustrando ese mismo punto. Porque aquí Santiago está diciendo, mira, tu boca debe de ser constante. debe ser constante en adoración a Dios y en hablar lo que es bueno, reflejar el fruto de la fe genuina. ¿Y qué clase de fruto da esa fe genuina? Pues en Gálatas 5, del 22 al 23, Dice más, el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley. Esos Gálatas 5, del 22 al 23, donde nos describe el fruto del Espíritu. O sea, si has puesto tu fe y confianza en Jesús como Señor y Salvador, el Espíritu Santo mora dentro de ti y el fruto del Espíritu vemos la descripción aquí, que reflejas amor, reflejas gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y temblanza. Y tu boca también lo refleja. Entonces, si tu boca refleja exactamente lo opuesto a esas características, entonces tu boca no está reflejando una fe genuina. Y entonces tienes que evaluar tu corazón. Evaluar si realmente has puesto tu fe y confianza en Jesús como Señor y Salvador. Entonces, tu boca debe de ser santa. Sé constante. Sé constante hablando lo que es puro. Vamos a terminar en oración.
Tu boca debe ser santa; sé constante
Series Santiago
Sermon ID | 10192393586905 |
Duration | 42:06 |
Date | |
Category | Midweek Service |
Bible Text | James 3:9-12 |
Language | Spanish |
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