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ប្រតិចារិក
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Amén, hermano. Gracias a todos por venir, en especial les doy las gracias por venir a los que vienen por primera vez, sean bienvenidos. El deseo es querer ser de bendición para ustedes y ayudarle de la mejor manera. Podríamos ayudarle tal vez con dinero, con otras cosas, pero qué mejor que con la palabra del Señor. Amén. Y también agradecerles a los que vienen por segunda o tercera vez que han regresado a la iglesia. Yo pido que vamos a darle un fuerte aplauso a los que han regresado también a visitar la iglesia. Sean bienvenidos y ojalá no sea la última vez. Vamos a ir al libro de Jeremías. Vamos a Ezequiel, capítulo 33, versículo 33. Le pido, por favor, que se ponga de pie a medida que lo va encontrando, ¿ven? Y el que no tenga Biblia o que esté de visitante y no tiene Biblia, por favor, le pido que por reverencia también se ponga de pie y vamos a leer la palabra del Señor, ¿sí? A medida que lo va encontrando, por favor, se pone de pie. Los que no tengan Biblia, también, por favor, se ponen de pie por reverencia a la palabra del Señor. Ezequiel 33, versículo 33. amén y lo leemos pero cuando ello viniere y viniere ya sabrán que hubo profeta entre ellos lo leo otra vez es fácil pero cuando ello viniere y viene ya sabrán que hubo profeta entre ellos. Cerrá tus ojos donde estás. Por favor, inclina tu rostro. Yo no sé, tal vez es la primera vez que venís, no querés cerrar tus ojos. Te pido, por favor, que inclines tu cabeza, ¿sí? Y no te distraigas, por favor, cerrá tus ojos. No me mires a mí. Y presta atención a lo que te voy a decir. Sabés que estaba ayer invitando a la gente para venir a la iglesia. Por favor, hermana, cierre sus ojos o cierre su cabeza. Y estaba invitando. Y ya habíamos pasado por una cuadra y resulta que salió una señora. Y le dije, señora, ¿ya la invitaron a la iglesia? Y me dijo que no. Entonces le dije, ¿sabe qué? Yo empiezo a explicarle. Nosotros somos de la iglesia bautista Betel. Queremos invitarle para mañana. Nosotros le llevamos, le traemos y toda la cuestión de la iglesia. Y resulta que en lo que yo estaba hablando con ella, la señora dijo, se largó a llorar. Y entre llantos me decía que había muerto su marido, que había muerto su hijo de 33 años. Yo lo que entendí fue que su hijo se había suicidado, que consumía. Y yo trataba, bueno, dije, Dios, ¿cómo hago? La abracé, quise decirle algunas palabras y mi mente decía, ¿cómo puedo consolar a esta mujer? Y vino inmediatamente a mi mente el Espíritu Santo, el gran Consolador, no vos. Yo dije, ¿pero cómo le voy a dar el Espíritu Santo si no acepto a Cristo todavía? Le dije, ¿sabe qué? Cálmese. Usted debería en este momento escuchar un poquito la palabra de Dios. Yo quiero explicarle algo. Y ella se calmó y le prediqué. Le fui lo más simple, rápido. Ella entendió, aceptó a Cristo. Y oré por ella. ¿Y sabe qué? En esta noche acá hay un montón de personas que vienen igual. A veces están acá y están pensando en otras cosas, en otras circunstancias. En este caso, esta señora no me va a escuchar porque iba a estar pensando en su hijo que había fallecido, en su esposo que había fallecido. Y son cosas lógicas que todos tenemos. A veces no tenemos dinero, que la mayoría estamos así. A veces tenemos problemas con algún hijo, con una hija. A veces tenemos problemas hasta matrimoniales. ¿Quién no los pasa? Una vez estaba acá en la iglesia y estaba sentado acá escuchando la palabra del Señor en el mismo momento que empieza a predicar el pastor. Se me viene a la mente, te están entrando a robar a la casa. En mi casa nunca entró nadie. Y estaba en mi mente, te están entrando a robar a la casa. Saben que me paré y me fui a la casa a ver si ya habían entrado a robar. Y no había nadie. Llegué acá, dije, qué mal, ¿por qué hice eso? ¿Por qué me fui? Y muchos están acá y están con su cuerpo, y están observando, incluso escuchando. Y en el mismo momento que estamos predicando la palabra del Señor, viene un pensamiento a vos. Te acordás de alguien. Un vecino te manda un mensaje. Alguien que hace cuánto que no ves te manda un mensaje. ¿Sabés que hay alguien que quiere que escuche la palabra de Dios? Y hay alguien que no, que es el diablo. Y es verdad, yo no soy ningún pentecostal ni nada que eso, pero es la vida real. Hay una lucha espiritual. A veces estamos acá sentados y esto no es para la gente nueva. Yo lo comprendo con la gente nueva. A veces se sienta y se está ahí, se cansa y se para y se va. Pero a veces observo gente de años en la iglesia, parándose y yéndose al baño, a tomar agua. ¿Para qué venimos a la iglesia? A escuchar la palabra del Señor. a ser edificados por Él. El jueves el pastor Julio predicaba un hermoso mensaje y subió el pastor George a hacer la invitación y él dijo, hermosa palabra del Señor que el pastor ha derramado su corazón entre nosotros y yo me quedé con eso y no derramó solamente su corazón, Dios derramó sobre Él un mensaje para nosotros, Dios mismo tratando de hablarnos a nosotros. y nosotros pensando en cualquier otra cosa sabés que yo no te puedo dar la solución de tu problema ni siquiera sé cuál es tu problema pero sabés si vos escuchás la palabra del señor yo podría decirte un montón de historias un montón de cuestiones muy buenas pero si vos no le pedís a Dios que te hable En vano va a ser. Tal vez el mensaje ni siquiera tiene nada que ver con vos o tu problema, pero Dios a través del mensaje te puede dar la esperanza, la fe, lo que vos necesitás para seguir adelante o para tomar esa circunstancia. Mientras lloro, vos también orá y pedile a Dios que lleve tus cargas, tus problemas en este momento. Señor, tú sabes, Señor, que yo no soy nada. No hay nada en mí, Señor, y no deseo, Señor, que la gente quiera escucharme a mí, sino de Tu Palabra, Señor, y sabemos que hay una lucha espiritual. He luchado, Señor, por este mensaje, he tenido problemas, Señor, pero yo quisiera compartirlo y no ser yo, que seas Tú, Señor. Obra de nuestros corazones, Señor. Te lo pedimos en el nombre de Cristo Jesús. Amén. Puedes tomar asiento, hermano. Por favor, alguien que me traiga un poquito de agua, por favor. Resulta que andábamos en Termas, tenemos una iglesia ahí con el Pastor Josué. Nosotros le ayudamos a él y andábamos con Eliseo, el Pastor Josué y otro hermano de allá de las Termas. predicando casa por casa. Y resulta que la zona no era muy buena. O sea, ¿qué me refiero con eso? Que la zona era difícil. La gente no te quería atender, te miraba de mala gana, nadie te quería escuchar. Estaba complicado. Íbamos casa por casa. Y llego a una casa, sale una señora, en realidad golpeo. Ella me observa de allá y ya cuando la veo, ella me mira como diciendo, sí. Yo digo, ya no me quiere atender. Le dije, bueno, ¿cómo estás? Somos de la iglesia. Le queremos invitar a la iglesia. Y ella dijo, ah. Y se alzó su bebé como de dos años y se acercó. Y yo le dije, bueno, empecé a explicarle. ¿Sabe que nosotros somos de la iglesia Bautista Montesio? Nosotros le queremos llevar a la iglesia. Mañana tenemos culto después de las 10 de la tarde. Nosotros le llevamos, le traemos una trafi, juguete para los chicos. Vamos a tener una escuelita. Algo bien tremendo. y mientras yo estaba hablando la señora me miraba como diciendo cero interés aunque a veces no me muestran interés yo igual sigo, sigo la invitación vamos a la iglesia vamos a escuchar las palabras del señor y cero interés no me quería escuchar y le dije a pesar de que no me da interés siempre le digo quisiera que la busque mañana Y ella me dijo, muy amablemente, sabía fingir bien. Me dijo, sí, pero ¿sabes qué? Voy a ir yo en la moto. No me pase a buscar, yo conozco dónde es la iglesia. Yo dije, pero esta mujer no se da cuenta que le quiero, no tan solo invitar a la iglesia, sino que le quiero predicar de Jesucristo. Y dije, Dios, ayúdame. La verdad quisiera, pero veo que ni siquiera me quiere escuchar. Y le dije, ¿sabe qué? Le quiero dejar un foyetito. Este folletito explica cómo llegar al cielo. Importante que usted lo lea. Sabe que su cuerpo no es eterno, el mío tampoco, le dije. Y ella me miraba como diciendo, vas a empezar. Le dije, disculpe, no le voy a tomar más tiempo, pero quédense un segundito. Me mira y me dice, dale, ya me dijiste eso hace rato que ibas a ser corto. Entonces yo le dije, ¿sabe qué? Su cuerpo no es eterno, el mío tampoco. Vamos a morir. Yo hace un tiempo atrás jugaba la pelota el viernes, el sábado, el domingo y me iba a trabajar el lunes, todas las semanas y no me dolía el cuerpo para nada. Hoy juego el fútbol el viernes y me duele el cuerpo toda la semana. A usted también, su cuerpo no es el mismo que de antes. Y ella me quedó mirando. Usted no es eterna, yo tampoco. Pero usted tiene algo adentro, que es el alma. La Biblia dice que el alma tiene eternidad. Y el día que te toque morir vas a ir a dos lugares. El cielo o el infierno. Después de muerto, no hay otra opción. No existe un purgatorio. Y ella cada vez que me iba mirando, le dije, como que no me quiere escuchar. Yo dije, pero Dios, ayúdame. ¿Cómo no puedo predicarle al Evangelio que no me quiere escuchar? Y le dije, ¿sabe qué? Tenía la bebé. Y todos hacen pan, pan casero y qué sé yo. Y no sé si ustedes han visto un horno que está encendido a todo trapo, se pone adentro como rojo vivo y es barro. O sea, está tan elevada la temperatura. Le dije, imagínese lo siguiente. que a su bebé, usted tiene un horno atrás, y a su bebé, dos años de su hija, sí, me dice, la tiran ahí, y se empieza a quemar, y empieza a gritar, y ustedes acá tuvieron esos sueños que uno tiene, que parece que va corriendo pero nunca avanza, que parece que te van a matar y vos te querés escapar y nunca avanzás. Le dije, imagínate esa situación, vos querés hacer algo, pero no llegás, y tu bebé grita. ¡Ah, me quemo, mamá! ¡Me quemo! ¡Me quemo! Y ella me miró, se enojó un poco. Le dije, ¿sabes qué? Esta es la misma situación. Dios en el cielo es nuestro creador. Él no deseaba que nosotros vayamos al infierno, pero entró el pecado, el delito en la humanidad y la separación. Y le dije, ¿sabes qué? Dios no quiere que te echen en el fuego, en el infierno. Ella me miró y yo le dije, toma mi folletito. Y me dijo, ¿tenés Biblia? Sí. ¿Lo vas a leer? Sí, pero no te quiero escuchar. Y dije, Dios, ¿por qué? Le dejé el folleto y me fui. La zona era fea. Le vuelvo a leer. Ezequiel 33, 33. Pero cuando ellos viniere y viene ya, sabrán que hubo profeta entre ellos. Voy a otra casa. Golpeo. Estaban ahí todos. Yo supongo que era la familia. Estaba el padre, la madre, su hija. Y resulta que yo golpeo la puerta y... Y ellos se dan vuelta, los tres me observan y los tres hacen el mismo gesto al mismo tiempo. Yo dije, bueno, acá la voy a tener que remar otra vez. Y dice, sí, ¿qué necesita? Le dije, somos de la iglesia, le quería invitar a la iglesia. Entonces, él se da la vuelta y dice, tranquilo, como vamos diciendo, familia, tranquilo, este me lo encargo yo, al negro este lo corro yo. Y él se venía. Entonces yo dije, bueno, vamos otra vez. Hola, ¿cómo está? Disculpe, ¿sabe que somos de la iglesia bautista Montesión? Nosotros lo queremos invitar a la iglesia. Mañana pasamos con una trafi, le llevo, le traigo totalmente gratis. Vamos a escuchar la palabra de Dios. Si lleva a los chiquitos, nosotros tenemos una escuelita para los niños que le podemos enseñar la palabra. Y él estaba ahí. Sí, sí, muy amable. Era una persona de bien. Y después que terminé, le dije, ¿no le gustaría ir conmigo a la iglesia? Yo lo busco mañana. Y él agarró y me dijo, mira. Yo la verdad que a todos los recibo. Yo a todos los escucho. Es más, eso que vos tenés en la mano, yo tengo un montón de eso. Yo los recibo, los leo y después los guardo porque yo respeto. Yo no los tiro. Ah, dije yo. Y dice, y a vos también. Y yo soy católico apotólico romano. Así como yo te respeto, me deberías respetar a mí. Yo dije, no tengo problema. Entonces, en mi mente dije yo, bueno, ¿Qué forma más respetuosa de decirme que me vaya? Dejame el folleto y que lo voy a archivar junto con los demás. O el folleto le predica a los otros que son de los testigos que va, o el mío le predica a ellos. Y dije yo, bueno, esto fue una conversación, creo yo, entre el Espíritu Santo y yo. Le dije, bueno, me dijo que me vaya, le dejo el folleto y me voy. Y dijo, y yo sentí, no, a vos te dijo que te vaya, a mí no. Y dije, no, pero si me corrió amablemente, ¿qué le digo? Y me dice, hablále, decílele del cielo. Y le dije, ¿pero cómo le digo? Me está diciendo que me vaya, que tiene respeto, que tenga respeto por él. Y Dios me dijo, ah, que yo... Yo pienso que ahí el Espíritu Santo se agarra la cabeza Y le dije, ¿sabe qué? Y surgieron un montón de cosas en mi cabeza. Le dije, ¿sabe qué? Este fuellito explica cómo yo era el cielo. Es importante. La Biblia dice que después de muerto hay dos lugares donde podemos ir, el cielo o el infierno. Y le dije, ¿sabe qué? Él me dijo a mí que él era católico, apotólico romano, porque su abuela, su viabuela, su mamá y toda la familia era católico. Y le dije, si vos te morís, ¿dónde vas a ir? Y yo soy católico, me dijo, pero eso no te da seguridad de salvación. No, pero toda mi familia fue católica, voy a traicionar a los católicos. Le dije, ¡hey! Decime, ¿en qué parte de la Biblia dice que por ser católico vas a ir al cielo? Y él me miró y dijo, yo no te vengo a discutir razonamientos míos. Yo podría discutirte un montón de cosas mías. Yo creo esto, yo pienso eso. Algunos de ustedes hacen lo mismo. Hey, tenemos que tener fundamentos bíblicos para predicar la palabra del Señor. Y le dije, Yo no te quiero discutir. A mí no me interesa discutir con vos. Ni tampoco darte lo que yo pienso, lo que yo creo. Pero me gustaría dejarte fundamentos bíblicos en tu vida. De cómo ir al cielo. Vos me acabas de decir que tenés fundamentos porque todos son católicos. Eso no es un fundamento. Te vas a ir al infierno por decir que sos católico. Yo nunca te dije que te quería cambiar de religión. Te quiero dar fundamentos. La Palabra te puede dar fundamentos. Hay un cielo y un infierno. Y el día que te toque morir, puedes ir al infierno. ¿Y sabes qué? Yo no me ocuparía de acá. Yo no me ocuparía de quedar bien con los parientes. Yo me ocuparía de buscar fundamentos en la Palabra del Señor. Y él me quedó mirando. Dice, está bien, dame el folleto. Lo voy a leer. Tengo Biblia. Pero no quería escuchar. Me fui. Le leo otra vez. Ezequiel 33, 33. Pero cuando ello viñere y viene ya, sabrán que hubo profeta entre ellos. Tengo un amigo, que en realidad no sé si era un amigo, alguien a quien yo había tenido amistad, a través de otro. O sea, alguien me lo presentó, se formó una amistad así nomás en la cancha atlético. Yo iba mucho a la cancha atlético. Intenté predicarle, pero en la cancha no se puede. Pero nunca más le hablé de Cristo. Pero Él era algo especial. Yo lo veía cada vez que pasaba, Él trabajaba en la calle. Y resulta que Él me saludaba, negro, aguántelo de caer, y así. Y siempre estaba en mi mente, la última vez que lo vi bien fue en febrero, en la cancha atlético. Después alguien publicó, alguien que tenemos en común publicó. Fuerza amigo, ya vas a salir de esta. Dije, ¿qué ha pasado? Le mando un mensaje y me comenta que había recibido una CV. Entonces, como conozco a su esposa, ella no me conoce a mí, yo la conozco por él nada más, fui a ver a su esposa a donde ellos trabajan. Entonces le pregunté qué le pasó, me presenté, yo soy de la iglesia, quisiera ir a leerle la Biblia. Y me dice, mirá, en este momento él está internado en coma, está en terapia, él no te va a escuchar. Y otra cosa, negro, me dice, ¿sabés qué? Yo y toda mi familia somos católicos, apostólicos, romanos. Y en este momento nosotros no vamos a traicionar nuestra iglesia. ¿Me entendés? Me dijo yo que para. Le dije no, solo quiero compartirle la Palabra de Dios, no tiene nada de malo, la Biblia. Dice sí, te entiendo, pero no quiero que vayas. Después le pedí su número, le di mi número y yo después le mandé mensaje. ¿Cómo está? Quiero saber cómo está. Ya está en sala. Quisiera ir a hablar con él de la Palabra de Dios. Sí, ya te aviso. Nunca me avisó. Después fui otra vez a verle ahí donde trabaja. Le dije, hola, ¿cómo estamos? No, sí, ya sé que sos vos, negro. Dije, yo soy de la iglesia, yo quiero hablar con él. Y él me dijo, ya está en casa, pero él no puede hablar, no se puede parar y poco le cuesta comunicarse. Entonces yo le dije, yo quisiera ir a predicarle la palabra de Dios. Y ella me dijo, mira, ya te voy a mandar un mensaje, lo organizamos. Nunca me mandó un mensaje, jamás. Entonces yo, esta semana, me desperté pensando en él. Y dije, lo voy a ir a ver. ¿Qué? Sí, ella está trabajando. ¿Qué me importa? Voy a verlo. Y voy y cuando iba llegando a media cuadra venía y lo traía a una enfermera. Ya tiene una fisioterapeuta que está tratando, trabajando con él, con sus formas. Y él me vio a media cuadra como si fuera que había visto, no sé. Así me hacía. Yo digo, eso es de Dios. Esta persona no está reconociendo a nadie, solo a su familia. Conmigo no tuvo la amistad que podemos decir, vamos a jugar al fútbol, vamos a comer un asado, vamos a conversar. No fue así como para decir que se va a reconocer. Yo me sorprendí. Y para mi sorpresa, la enfermera dijo, ¿quién sos vos? Yo soy un amigo de él, un conocido más que nada. ¿Te reconoció? Le dije, ¿sabés qué? Le digo, ¿que él me entiende? Sí. Y le digo, ¿puedo hablar con vos? Sí. Y él me hace gestos con la mano. Y le dije sabes que vengo porque quiero leerte la Biblia Dice, le digo a la enfermera, ¿podemos leer la Biblia? Y él me hace con gestos que sí. Entonces lo subimos, nos sentamos ahí, y yo le prediqué del Evangelio. ¿Y sabe qué que le estaba predicando? Atrás nuestro estaba la ventana de la casa de su mamá. Y yo le estaba diciendo, ¿sabés que si vos hoy morías? Si vos te hubieras muerto cuando te agarró ese CV. La Biblia dice que por ser pecador vas a ir al infierno, a quemarte por siempre, siglos y siglos. ¿Y sabe que salió la madre? La madre también la conozco. Y yo esperaba que la madre me diga, hola, ¿cómo está mi hijo? Qué bueno que está visitando a mi hijo. Salió, me miró, lo acarició a su hijo y me miró a mí como diciendo, ¿qué haces acá? ¿Qué estás hablando? ¿Qué voy a hacer? Ese hombre está re débil, si le agarro otra CB se puede morir y si no acepta a Cristo se va a ir al infierno y esta mujer me está diciendo ¿Qué está haciendo? ¿Qué le voy a sobar la espalda? Decirle ¡Ay Dios te ha dado una oportunidad más para que pases con tu familia, para que estés con tus hijos! ¡Eso no es la verdad! Dios les está dando una oportunidad para que alguien le predique a Jesucristo Dije, ¿pero qué te pasa mujer? Decía yo, sentate y escuchá vos también necesitas estar a Jesucristo. Y yo seguí predicando. No le voy a hacer fácil decirle que vas a ir al cielo porque Dios te amó tanto que te liberó de este ACV. ¡Eso es una mentira! Vos sos bueno por eso. Estás liberado del ACV. ¡Eso es una mentira! y le prediqué a Jesucristo y estaba la enfermera ahí también ella escuchando y le dije ¿sabes qué? vos necesitás estar a Jesús y él estaba así y me hacía gesto, me hacía gesto y le dije ¿cómo es que le dije? le dije vos necesitás estar a Jesús y le dije yo no sé cómo podremos hacer porque él no habla y tendría que orar conmigo repetir la oración y vino a mi mente ese versículo que dice el abandono y el cielo están delante de dios cuanto más el corazón del hombre y si todo el infierno y el cielo están delante de dios cuanto más el corazón del hombre entonces le dije sabes que Yo voy a hacer una oración. ¿Qué es una oración de fe? Para aceptar a Jesucristo lo que dice la Biblia. Y él me decía, sí, sí, se largó a llorar. Le dije, vamos a hacer la oración. Yo hago la oración y voy en tu corazón. Repetíla, Dios sabe. Y él hizo la oración. Estaba llorando. Y la enfermera también ahí estaba. Hicimos un culto en la vereda. La enfermera también dijo, qué bueno lo que dijiste. La enfermera recibió también a Cristo ahí. Hay un montón de gente tratando de defender alguna religión, tratando de defender algunas costumbres que tienen por familiares, por nada. Hay un cielo, un infierno. ¿Qué te da la salvación? ¿Las costumbres? ¿Qué te da la salvación? ¿Ir a una iglesia? Hoy me llevo un Uber. a la casa, y le iba hablando también, y me dice él, no, si está todo bien, pero yo soy católico, y vino a mi mente, yo tengo esa lucha con el espíritu, y él me dice, pregúntale si va a la iglesia, le dije, que va a la iglesia vos, y me mira y me dice, que me estás haciendo broma, no, pero me decís que sos católico, vas a la iglesia, no, la verdad que no voy nunca, entonces, ¿qué pasa? Decimos que somos de algo, decimos que eso no te da la salvación, te estás peleando, no querés que prediquemos la palabra, me discutís a muerte, no me querés recibir. Hay un cielo, un infierno y nosotros defendiendo puras teorías humanas. le leo otra vez, es aquí el 33, 3, 33, 33, pero cuando ellos viniere y viene ya sabrán que hubo profeta entre ellos hay una necesidad de predicar el evangelio hay una necesidad de hablar a otros de Jesucristo no es nada más acá no es un club social vamos a la iglesia a veces yo he notado que algunos vienen a la iglesia para que no le mandemos mensaje después ¡Ey, no te vi en la iglesia! Esto no es un club social. Hay un cielo, un infierno. ¡Está cerca! Este amigo mío, no puedo creer. Tiene 33 años, más o menos. Tiene 4 hijos, de mi edad, más o menos. Es cuando hizo así. Yo lo vi a la noche. A la mañana ya tenía un ACV, podía haber muerto. ¡Nadie sabe cuándo va a morir! Otra persona, tal vez Dios pone alguien al par tuya, y es la última vez que lo va a saber. Es necesario que le prediquemos de Jesucristo. Ahí vamos a leer en el mismo capítulo 33, versículo 7. A ti pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel y oirás la palabra de mi boca y los amores estarás de mi parte. Les explico un poco. Atalaya sería como un vigilante, yo busqué en el diccionario, un diccionario común. Sería un vigilante, en aquel entonces contrataban también vigilantes para vigilar una tierra donde había cosecha para que no se la roben, como actualmente. También para que no se roben los limones, siempre hay uno cuidando para que no se lleven los limones. Era una atalaya, un vigilante que observaba, cuidaba. En aquel entonces las ciudades estaban rodeadas de muros, muros inmensos. Y arriba, en lo más alto, había alguien cuidando. Yo supongo que debe haber sido en varias puntas, pero digamos que era uno. Y él estaba observando para ver si venía alguien. En la antigüedad venían otros reinos a conquistar los reinos y entraban a las ciudades, mataban a los hombres, se llevaban a las mujeres, a los niños, a los más jovencitos los llevaban de esclavos y prendían fuego toda la ciudad. Entonces era necesario que alguien esté cuidando. Si allá venía alguien, tenía que avisar. Pero suponete vos, Suponete vos que el atalaya está ahí, el vigilante, y está observando a la distancia que viene toda una tropa, no creo que haya habido binoculares en aquel entonces, pero está observando que viene un montón de gente a destruirlos y no vienen en son de paz, quieren entrar y conquistar. ¿Qué ponés tenés tú? El atalaya ahora dice, no, vienen lejos. El vigilante, vienen lejos. Si ahí se agarra, no sé si en aquel entonces habrá sido así, se mete a Facebook, a WhatsApp, a ver los estados, en YouTube, se pone a distraerse en cuestiones que no valen la pena. Este Atalaya, cuando veía eso, tenía que gritar, ¡ahí viene! ¡Papá, papá, papá! ¡Ahí viene! ¡Papá, papá, papá! ¡Cierren la puerta! ¡Van a entrar, nos van a hacer pedazos a todos! Y todos los soldados salían, se preparaban para defenderse. Él tendría que haber hecho eso, pero no, imagínatelo vos, ahí al tuyo en internet, no haciendo nada, de repente se da la vuelta, toda la ciudad inundada de otros soldados, revientan a todas las familias, imagínate todas las familias destruidas. Imagínate esto, yo soy un niño de 12 años, entran unos soldados, matan a mi papá, agarran a mi mamá, se la llevan para un lado, agarran a mi hermano, se lo llevan a otro, agarran a mi hermanita, se lo dan a otra, y yo termino de esclavo. ¿Cómo hago para criarme con eso en la mente? ¿Cómo lo han hecho ellos? Pero imagínate, todo eso se podía haber evitado si el que estaba vigilando, si el que estaba cuidando, el que encargado de decir, ¡ahí viene por nosotros! No hizo nada. ¿Cuántas vidas se podría haber salvado? ¿Cuántos niños podría haber salvado? ¿Cuántas familias se podría haber salvado de la destrucción? ¡Nosotros somos iguales! ¡Nosotros tenemos la verdad, señor! ¡Estamos vivos, vive cada uno! ¡Estamos viendo que viene un infierno! ¡Que hay una eternidad ahí! ¡Tenemos el poder! ¡Tenemos el poder! ¡Te vas a ir al infierno! Hay gente que tiene que ver un perro en la calle, tienen sarna, hay el perrito, vení para acá, lo lleva, le pone en la vereda de la casa una casita de cartón, le pone plástico, le pone hasta nombre, Plutito, y le da de comer, agüita. Tiene tanta compasión por un perro que está en la calle. Esa misma compasión debería tener por una persona que no aceptó a Jesucristo. ¿Qué va a pasar una eternidad en el infierno? Quemándose para siempre. Alguien dijo hace poco, no sé por qué nunca lo pensé, pero lo escuché y dije, es cierto. Aquellos que crucificaron a Jesucristo. si no se arrepintieron actualmente cuánto tiempo están quemándose hasta el día de hoy pidiendo piedad y misericordia y nosotros nosotros yo me estaba dando duro con eso vos sos igual Fernando muchos de nosotros vamos a rendir cuenta este capítulo le está diciendo a Ezequiel le dice hey si tú predicas si tú decís lo que va a pasar y ellos no obedecen, está bien, por eso yo esta semana dije, no, yo voy a intentar un poquito más, no voy a dejar que me digas que no, al menos te voy a poner algo en la mente para que reflexiones, que hay un cielo y un infierno, reflexioná, pensá un poquito, pero yo voy a estar limpio de la sangre de las personas que a mí me toquen estar predicando el evangelio, yo algún día me voy a presentar, me lo van a presentar, yo te intenté predicar hermano, no me quisiste escuchar Nosotros vamos a rendir cuenta con todos aquellos que no le hemos predicado, que están alrededor nuestro, incluso familiares. Yo me he estado dando duro con eso. ¿Cuánto Uber? ¿Cuánto Uber subimos en la semana? Oh, los millonarios. Esta semana se me rompió la moto, así que andaba en Uber nomás. ¿Y saben qué? Dios me dijo, estaba ahí, yo subo al Uber y me pongo a conversar. Y che, ¿y dónde sos vos? Y temprano saliste. ¿Y cómo te va? Y ahí cruzaba hasta hablo de fútbol. Dios me dijo, ¡cállate la boca, Chango, eso no tiene importancia! Vos sabés que tenés que predicar y no lo estás haciendo. Llevas a una persona a la par tuya que no sabe del cielo y del infierno y no sos capaz de hablar desde Jesucristo. Estás hablando de Atlético, estás hablando de San Martín, estás hablando de Barcelona. ¿Qué tiene que ver? Tenemos que predicar de Jesucristo. Hay un cielo, un infierno, y nosotros somos los vigilantes que tenemos el poder para anunciarle el Evangelio. Dios te va a pedir cuenta de cada una de las personas que pasaron a la par tuya y no le predicaste el Evangelio. Por lo menos dale un folleto y dejále un pensamiento. Dejálo turbado ahí. Que piense que Dios no demande su sangre en vos. Cerá tus ojos. serán tus ojos. Y si en esta noche has venido por primera vez y estás visitando, perdoná si te grité mucho, perdoná si te ofendí, disculpá, pero sabés que hay un cielo, hay un infierno, y en vez de preocuparte si te ofendí, en vez de preocuparte si fue difícil, sabés que es más importante tu eternidad, vas a morir, ¿y dónde vas a ir? Vos necesitás aceptar a Jesucristo como Salvador. En cinco minutos, tal vez un poquito más, podemos explicarte por qué no levantás tu mano y te sacás de la duda. Tal vez pensás que vas a ir al cielo y solo es un pensamiento porque alguien te lo dijo. ¿Por qué no sacarse esa duda y pedir que alguien te hable? No te vamos a avergonzar, te vamos a sacar afuera. Levantá tu mano si querés aceptar a Cristo como Salvador, sacarte las dudas. ¿Alguien quiere aceptar a Cristo como Salvador? No tengas vergüenza, te vas a morir, te vas a ir al infierno por una vergüenza. ¿Por qué no levantás tu mano si querés aceptar a Jesús como Salvador? ¿Hay alguien así? ¿Hay una mujer? Por favor. ¿Hay alguien que quiera... Allá hay otro joven. Allá hay un matrimonio. ¿Alguien más? No tengas vergüenza. Allá hay una señora, por favor. Hay una señora ahí levantando la mano. No tengas vergüenza. Vamos a leerte solamente la Biblia. A explicarte lo que dice la Biblia. ¿Hay alguien más? ¿Hay alguien más? Por favor, si no te vi, tu mano levantada, si te podemos No hay nadie más. Y bueno, nosotros que somos cristianos. Allá hay un joven, un joven ahí, amén. Allá hay otra señora. Por favor, alguien que se acerque. Ella creo que no ve, por favor. Nosotros los cristianos que estamos hace tiempo acá. Nosotros tenemos una gran responsabilidad de predicar el Evangelio. Ey, va a ser demandado la sangre de otros sobre vos. Vos necesitás predicar el Evangelio. Esto no es cuestión de religión. No estamos en una iglesia por estar, por tener club social, por decir que somos cristianos, más santos que otros. No. Cristo ha muerto en la cruz por nuestros pecados. Nosotros necesitamos predicar a otros. Tal vez lo estás haciendo, pero deberías hacerlo con más intensidad, con más fuerza. Tal vez estás rota tu comunión con Dios. ¿Por qué no pasás acá y le pedís a Dios que te ayude, que te use? Quisiera predicar más, Señor, no lo sé hacer. Tal vez no lo sabés hacer, pasá igual, pedíle a Dios. Yo tampoco lo sabía hacer. Pase el frente, hermano. Esto debería pasar todo. Si nosotros predicáramos el Evangelio, todo lo que estamos acá, acá no habría lugar. Acá no habría lugar. No estamos predicando el Evangelio. i
Y sabrán que hubo profetas entre vosotros? - - Pastor Fernando Orieta
ស៊េរី Pastor Fernando Orieta
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