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Por tanto, a leer Hebreos 9, 27-28 y pediremos al Señor que nos ilumine con su Santo Espíritu. Hebreos 9, 27-28 dice así. Y tal como está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio, así también el Mesías fue ofrecido una vez y para siempre, para llevar la carga de los pecados de muchos. y se aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, a los que lo esperan para salvación. Amén. Vamos a orar, vamos a pedir al Señor su dirección, la iluminación del Santo Espíritu. Padre eterno, te damos la gloria, te damos la honra. Padre, te agradecemos la entrega de tu Hijo, Estamos celebrando su nacimiento, estamos celebrando su encarnación. Señor, queremos entender más de tu plan, ese plan que tú has trazado desde tu eternidad para glorificarte, para que todo el mundo conozca de tu belleza, de tus atributos, de lo magnífico que eres tú, Señor. Señor, permítenos entender mejor tu palabra para ser mejores adoradores de tu nombre, Señor. Permítenos que en esta mañana el Señor Jesucristo luzca como esa luz del mundo, Señor, y luzca en cada corazón, Señor. Sabemos, Señor, que después de la muerte hay un juicio. Sabemos, Señor, que hay muchos aquí que no tienen abogado aún. Sabemos que hay muchos aquí que van a ir al infierno si no tienen abogado, Padre. Solo hay un abogado, Cristo Jesús. Padre, te rogamos por nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros sobrinos, nuestros tíos, nuestros padres, todos aquellos que pudieran estar aquí y no conocen al Señor Jesucristo y el Señor Jesucristo no los conoce a ellos. Padre, que Tú obres en su corazón una transformación y que todos estemos preparados para la venida de Tu Hijo, Señor. Preparados para ese día del gran juicio y tengamos cada uno de nosotros el único y el mejor abogado que puede haber, Cristo Jesús. en su nombre. Amén. Cuando llegamos a estas fechas todos reflexionamos en dos cosas, el nacimiento del Señor Jesucristo, sus implicaciones y ya también el nacimiento de un nuevo año y cómo lo vamos a plantear. Solemos meditar en cosas que han finalizado, cosas que están por empezar, cosas que hemos logrado, cosas que han quedado pendientes Intentamos hacer una lista de nuevos propósitos. Solemos cometer también dos fallos. En primer lugar, dar por hecho que estaremos aquí en 2016 y programar toda nuestra agenda en torno a nosotros mismos. Por lo tanto, es importante recordar que el 2016 forma parte un año más de la gran historia de Dios, no de nuestra propia historia. Y viviremos en 2016, si el Señor de la historia así lo permite. Por tanto, el 2016 es un año más de la historia de Dios en la consumación de los tiempos. Periodo que inició con la encarnación del cordero que quita el pecado del mundo y finalizará con el cordero inmolado que ruge como un león. Ese es el periodo que nosotros llamamos, y la palabra dice, los últimos tiempos o los mil años. Dios permitirá un año más de la historia de la humanidad porque no ha finalizado la historia de la redención. Dice Pedro 3.9, segunda de Pedro 3.9, el Señor no retarda su promesa como algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Por lo tanto, si Dios permite un año más de tu historia personal es para que te sumes a su plan maravilloso para su gloria, de redimir a su pueblo y para asombrarnos de lo que él hará una vez más por su espíritu, por su palabra y también a través de su iglesia. En él asimismo tuvimos herencia habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. Por lo tanto, debemos pedir a Dios lo que Moisés cantaba en el Salmo 90. Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. ¿Qué es eso de contar? ¿Qué significa contar? Bueno, la historia, la vida, es la suma de días, de semanas, de meses, de años, que de forma consecutiva se dirigen como una gran flecha hacia el centro de la diana. Y esta es la aparición gloriosa y bienaventurada de nuestro Señor Jesucristo. La historia progresa linealmente hacia su meta. Todos hemos hecho grandes trayectos seguramente en estas fechas para visitar a familiares. Nosotros somos los que más, tal vez. Cogemos la carretera y pasamos kilómetros y kilómetros y kilómetros en una dirección. Si pasáis el kilómetro 84, pues esperáis seguramente que venga el 85 o el 83, pero no otra vez el 84. Si os volvierais a encontrar el kilómetro 84 una y otra vez, o bien estaríais un poco mal de la cabeza o estaríais en una gran rotonda sin fin. Así no es la historia. La historia es lineal. Lo que ha sucedido no se repetirá. Y la historia es una gran flecha hacia la meta, hacia la meta que Dios ha trazado, que es de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra. Y si todos hemos leído la Biblia, la historia bíblica, nos daremos cuenta que también la historia bíblica es lineal, no es cíclica, ¿verdad? Vamos a contar la historia bíblica un poquito. En el principio Dios creó los cielos y la tierra. Y dirá alguien, no, ahí aún no he llegado, ¿no? Como que el chiste... Bueno, eso está en la primera página, ¿eh? En el principio Dios creó los cielos y la tierra, creó el tiempo desde su eternidad. Puso inicio, ¿verdad? Y al crear todas las cosas de lo que no se veía, le puso orden, creó al hombre como representante y mayordomo, y empezó otra historia, la historia de la humanidad. Éste recibió el mandato cultural del trabajo. Sí, el trabajo no es una maldición. Hay que trabajar hasta antes de la caída. El sudor es una maldición. El trabajo, el arte, el matrimonio, los hijos... Todo. Cuidar la creación, ponerle nombre. Ese es el mandato cultural que recibimos antes de la caída. Y tan solo recibió una prohibición. Tenía muchos árboles y muchas cosas que comer. Pero había un árbol del cual no podía comer. Y tampoco debía hacer caso a otras voces salvo a la voz de Dios. Y ese hombre, ese primer hombre, cayó tanto en la prueba como en la tentación. ¿Verdad? Hizo caso a la serpiente y comió del árbol prohibido. Pero en la bondad de Dios. Justo en la caída, Dios tenía preparada otra historia. La historia de la redención. Y la puso a través de una promesa. La promesa de un hombre nacido de mujer que vencería la tentación, superaría la prueba. Empieza también la historia de Israel. Empieza también la historia de la revelación. Dios escogió a Abraham, ¿verdad? para bendecir las naciones y le dio un hijo en su vejez, Isaac. A Isaac le dio Jacob. Y familia tras familia, mientras hubiera nacimientos, se mantenía viva la esperanza de que un día de ese linaje vendría aquel que sería el libertador, el Mesías. Ese cordero trabado por espinas que sería la provisión de Dios. Ese cordero pascual por medio del cual el ángel exterminador pasaría de largo de nuestras casas. No fue Judá, aunque su vida apuntaba claramente a Cristo. No fue José. No fue el rey David. Pero en el cumplimiento del tiempo, tras ese silencio de Dios, nació el Señor Jesús, que estamos en estas fechas recordando ese nacimiento, celebrando ese nacimiento. Tenemos la historia de la humanidad Tenemos la historia de la redención, tenemos la historia de Israel, tenemos la historia de la revelación, tenemos la historia de todos los personajes bíblicos, tenemos nuestra historia personal, pero todas esas historias están dentro y forman parte de la gran historia de Dios, que se dirige hacia ese desenlace final de reunir todas las cosas en Cristo. Este desenlace final inicia con lo que celebramos estas fechas, la encarnación, la Navidad. Con el nacimiento del Señor Jesús inicia esa etapa y finaliza con su regreso, con su aparición. Estos son los últimos tiempos, esos mil años de gobierno del Señor Jesucristo. Esto es la introducción. Ahora vamos a contextualizarnos. Estamos en la carta a los hebreos, ¿bien? ¿De qué trata la Carta a los Hebreos? La Carta a los Hebreos, el Espíritu Santo tiene el objetivo de demostrarnos la gran superioridad y efectividad del ministerio del Señor Jesucristo. Él es la consumación de la revelación. Él es superior a los ángeles. Él es superior a Arón. Él es superior a Moisés. Él es de un orden sacerdotal superior. Él es una sangre superior. Él es todo superior. ¿Verdad? Y presenta los rituales y ceremonias que podemos leer en los primeros, en Levítico en especial, como sombra de lo que tendría que venir. Hebreos es, por tanto, una interpretación cristológica del libro de Levítico, mostrando la importancia de distinguir la sombra... ¿Dónde está mi sombra? Por aquí. Está un poco mezclada. La sombra de la persona en sí. Hace unas semanas llegó a nosotros un vídeo de estos de bebés y sus sombras. Seguramente habéis visto muchos de estos. Los bebés y sus sombras. Y es, francamente, muy, muy gracioso. La mayoría siente curiosidad con sus sombras. Es como, ¿y esto qué es? Otros se aterrorizan. O sea, lloran, lloran, lloran. Porque ven una sombra y no entienden qué es eso. Hay bebés que hacen carreras con su sombra. Otros persiguen a su sombra, otros piensan que su sombra les persigue. Y hermanos, nosotros no podemos ser bebés. Nosotros no podemos seguir viendo sombras en la escritura sin saber de quién es esa sombra. De a quién apunta esa sombra. Cristo es Esa persona y el Antiguo Testamento es esa sombra. Tenemos que ver a Cristo en la vida de Jonás. Tenemos que ver a Cristo en la vida de José o en la vida de Sansón, como estáis estudiando en estos meses. Cristo es el verbo que inicia la historia. Cristo es quien parte la historia en la encarnación. Y Cristo es quien le va a poner fin a la historia. Cristo es la culminación de la revelación y es quien interpreta todo lo revelado con anterioridad. ¿Quieres entender la palabra? Tienes que ver a Cristo. Es Cristo. Es Cristo la palabra. Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días, esa etapa que va desde la Navidad hasta la parousía, la aparición del Señor Jesucristo, nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo en el principio de los tiempos. Cristo es la luz. El Antiguo Testamento son las sombras de Cristo. De eso trata la carta a los hebreos respecto a comparar el ministerio levítico con el ministerio todo suficiente, perfecto y de una vez para siempre del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Ahora estamos en el contexto del capítulo 9. ¿De qué nos habla el capítulo 9? El autor de Hebreos, por Espíritu Santo, introduce las ordenanzas, liturgias del primer pacto. Nos detalla las partes esenciales de ese santuario terrenal, con su lugar santo, su lugar santísimo, y cómo tenías que llegar a esas zonas a través de velos. Vemos la limitación del ministerio levítico, vemos la caridad del sacrificio, que era ineficaz, porque era constantemente una repetición, cómo se tenía que repetir una y otra vez, y que el sacerdote que lo realizaba también era pecador, también tenía que sacrificar por él mismo. Y todo esto, ¿por qué? Esa insatisfacción, esa ineficacia, ¿por qué? Porque existe, para que veamos la gloria del sacrificio del Señor Jesucristo, su eficacia, su poder. Cristo no vino a hacer una obra de teatro. Habréis ido a ver a lo mejor un Pesebre Vivent, Als Pasturets, o lo que sea. Pero aunque se hace mucho teatro en Navidad, lo que vino a hacer Cristo no era teatro. Todo lo contrario. Lo que veíamos en el Antiguo Testamento, podríamos decir que sí que era teatro. ¿Bien? los corderos, los sacerdotes, los utensilios del templo, las partes del templo, las divisiones. Todo eso era el gran casting de Dios para teatralizar lo que Cristo cumpliría en la historia, para que pudiéramos entenderlo mejor, para que viéramos la diferencia y la gloria del sacrificio del Señor Jesucristo. Y en ese contexto aparecen cuatro certezas. Estos dos últimos versículos del capítulo 9. Vamos a ver cuatro certezas y esa comparación que hace el autor de Hebreos, el Espíritu Santo, porque el autor de Hebreos, como no sabemos quién es, pues hablaremos del Espíritu Santo. Que hace esa comparación entre dos certezas más relacionadas con nosotros y dos certezas relacionadas con la obra de Cristo. Y el texto empieza diciendo, y de la manera El autor de Hebreos desea reafirmar su discurso de la suficiencia y efectividad del ministerio de Cristo y por eso compara certezas seguras como la muerte y el juicio con la certeza de que Cristo vino a morir por nosotros y que Cristo volverá en gloria a juzgar a vivos y muertos. Así como morirás una vez y serás juzgado, Y de eso, no cabe duda, así tampoco cabe duda de que Cristo vino, se encarnó, murió en la cruz por nosotros y que volverá en gloria. ¿Creemos que es histórico el nacimiento del Señor Jesucristo? No es un cuento como Papa Noel, o como el tío, o como cualquier otra cosa que celebre uno culturalmente. No, no. Cristo se encarnó, es el Señor Jesucristo, vivió entre nosotros, murió en una cruz, Resucitó, ascendió, está a la diesta del Padre. Y así como todo eso es cierto, igual de cierto es que va a volver por nosotros. Vamos, por tanto, a ver la primera certeza. La certeza de la muerte. La certeza de la muerte. Yo sé que no es muy políticamente correcto que venga yo de Tenerife y me ponga aquí a predicar casi en fiestas de Navidad, que celebramos el nacimiento de Jesús, a hablar de la muerte. Un poco extraño. Pero es cierto que el Señor Jesucristo se encarnó para morir. Se encarnó para morir. Y tenemos que ver a ese bebé que acaba de nacer como el Cordero de Dios. que quita el pecado del mundo. Está establecido para los hombres que mueran una sola vez. Lo primero que nos tenemos que preguntar es ¿por qué tenemos que morir? ¿Por qué tenemos que morir? Porque la paga del pecado es muerte. Ya, pero ¿yo qué culpa tengo? Yo no estaba en el huerto del Edén. El Señor advirtió a Adán Y le dijo, de todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comiere, ciertamente morirás. Adán no hizo caso al Creador. Escuchó a una serpiente, comió del árbol prohibido y cayó, murió. Porque así como en Adán todos mueren, todos estamos en Adán representados, de la misma manera en Cristo todos serán vivificados. Fijémonos que Dios es justo, no cambia las normas de juego. En la caída estábamos todos representados en Adán. Ahora, Cristo ha resucitado, Cristo ha vencido. Si estás en Cristo, eres vivificado. La cuestión es si estás en Cristo o fuera de Él. La historia del ser humano es lineal, no es cíclica. El Dios eterno que no tiene principio ni fin nos ha dado una vida que tiene un principio, que tiene un fin aquí en la tierra y pasamos al juicio. Hermanos, Vamos a poner un ejemplo de lo que es una perspectiva lineal y de lo que es una perspectiva cíclica. Es importante tener un ejemplo para que entendáis un poco más. Si hiciéramos ahora mismo una encuesta aquí, todos los que estamos, de la diferencia entre la reencarnación y la resurrección, nos llevaríamos muchas sorpresas. La reencarnación y la resurrección. La reencarnación la sostiene el hinduismo. Y cree que el alma vagabundea, es lo que ellos llaman samsara, de un cuerpo a otro, con un proceso cíclico de muertes y reencarnaciones, que en función del karma y del juicio que hacen los siervos del dios Lama, pues vas a ser una planta o vas a ser un buey o tal vez eres un rey. Pero eso es un proceso cíclico. El cristianismo no cree en reencarnaciones, no creemos que esto sea cíclico, sino que es lineal. ¿Verdad? y que tal y como vivimos, morimos, resucitamos, vamos a un destino ya definitivo y eterno. No hay purgatorio, no hay más oportunidades, por lo tanto, muy importante, si estás fuera de Cristo, esta es tu única oportunidad. Tal vez es el último sermón que vayas a escuchar en toda tu vida. ¿Por qué? Todos tenemos nuestra Agenda 2016, la hemos llenado, nadie ha puesto el año de mi muerte. ¿Verdad? Pero si es el año de tu muerte, después de tu muerte vas al juicio. Y punto. Si no tienes abogado, vas al infierno. Si tienes abogado, solo hay uno, vas al cielo. Y esto de los juicios es muy importante. Yo lo he podido experimentar en primera persona en mis primeros seis meses en Tenerife. Y no he hecho nada malo, ¿eh? Simplemente... Yo llegué y me tocó ir a un juicio. Cuestiones de trabajo. Es serio esto de los juicios, es muy serio. Llegas ahí, te ponen delante, porque tuve que testificar, y yo no estuve, pues no, tienes que ir. Y además testificar, pues yo no hice nada. Era una cosa de antes de que yo fuera allí. Te ponen ahí delante, tienes al juez ahí enfrente, qué serio es esto. Los dos abogados, aquel va contra mí y no me conoce, no sé por qué, Tienes que haber preparado la prueba documental, la prueba testifical, tú qué hablarás, tú qué dirás, tú mejor que no vayas porque no te expresas muy bien. Todo es muy serio. Lo que tú digas puede ir en tu contra. Si no te expresas bien, vas listo. Pero lo más importante de todo no es nada de lo que he dicho. Lo más importante de todo es ir con un abogado. Y cuando el abogado se está llegando tarde, te aseguro que tendrás unos sudores Porque si no tienes quien te represente, vas listo. Si no tienes quien tenga poderes de representación, vas listo. Y si el abogado que llega no es bueno, vas listo. Por lo tanto, el tema del abogado es muy importante. Si no tienes abogado para el juicio, búscate uno bueno. Pero es que solo hay uno. Es el Señor Jesucristo. Es el único que te puede defender. Vamos a entrar a un punto que se llama la necesidad de que haya un juicio final, porque igual que alguno dice ¿pero por qué tengo que morir? A lo mejor alguno dice ¿pero por qué tiene que haber un juicio final? ¿verdad? La necesidad de un juicio final. Tres razones por las cuales debe haber un juicio final y va a haber un juicio final. En primer lugar, la palabra así lo dice. La Palabra de Dios lo dice, y lo dice mucho, y lo dice de muchas formas. Va a haber un juicio final. En segundo lugar, la Iglesia lo ha creído así. Si leemos las Confesiones de Fe, haré referencia a algunas, la Iglesia siempre ha creído la Palabra de Dios y siempre ha interpretado de la misma forma que hay un juicio final. de creyentes y de incrédulos. No penséis que hay un atajo directo de la muerte y al cielo, no. Pasamos todos por el juicio. Y en tercer lugar, la conciencia, la conciencia que Dios nos ha dado. Pablo decía, dijo a los atenienses en el aerópago, Por lo siguiente, por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia. Por aquel varón a quien designó dándose a todos con haberle levantado de los muertos. Por lo tanto, arrepiéntete, arrepintámonos, porque hay un juicio. En segundo lugar, no sólo el consejo de Dios lo dice bien claro, sino las confesiones de fe. Por ejemplo, si leemos la confesión de fe bautista de Londres de 1689, apartado 32, dice, Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por Jesucristo, a quien todo poder y juicio ha sido dado por el Padre. Todas las personas que han vivido sobre la tierra comparecerán delante del tribunal de Cristo para dar cuenta de sus pensamientos Sus palabras y sus acciones. Sus pensamientos, sus palabras y sus acciones. Y para recibir conforme a lo que hayan hecho mientras estaban en el cuerpo, sea bueno o sea malo. De aquí no se salva nadie. Sus pensamientos, sus palabras, sus acciones. Dice el credo apostólico, resucitó al tercer día, subió a los cielos, se sentó a la diestra del padre. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Ese niño de Belén que está en el pesebre durmiendo. Sí. Va a volver a juzgar a vivos y muertos. La palabra es clara respecto a esta certeza histórica, la Iglesia sí lo ha creído, pero también nuestra conciencia lo sabe. Todos sabemos que es justo, que tiene que haber un juicio final. John Bunyan, el autor de El peregrino, lo dice de esta forma, tan a su estilo de personificar cosas y ponerle nombres curiosos. Dice así John Buñan. Encierran a la señora conciencia. Eso es lo que hace el ser humano, ¿verdad? Coger la conciencia y encerrarla. Ciegan sus ventanas, ponen barricadas contra sus puertas, y en cuanto a la gran campana ubicada sobre el techo de la casa que la vieja dama estaba habituada a repicar, le cortan la cuerda al badajo para que ella ya no pueda alcanzarlo. pues no desean que perturbe la ciudad de alma humana. Pero cuando llega la muerte, sucede con frecuencia que la señora Conciencia escapa de su prisión y entonces le garantizo que hará un barullo tal que no habrá ni una sola cabeza que duerma en toda alma humana. Conciencia dará voces y se vengará por su obligado silencio. Y hará saber al hombre que hay algo en su interior que no está muerto, que grita todavía pidiendo justicia y que el pecado no puede quedar sin castigo. Entonces tiene que haber un juicio. La Escritura lo asevera. Y eso nos basta. Pero por vía de evidencia colateral, el orden natural de las cosas así lo requiere y la conciencia lo atestigua. Por tanto, la siguiente parada después de la muerte No es ni el cielo, ni el infierno. Es el juicio. En este se determinará tu destino eterno. Así lo dice la palabra, así lo ha creído la iglesia, y así lo dice tu propia conciencia. Así también, y aquí hace la comparación con el ministerio del Señor Jesucristo, Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos. Igual que Vas a morir. Y eso es un hecho. Y vas a ser juzgado. Eso es un hecho. Así Cristo murió una única vez y por segunda vez aparecerá para salvar a los que le esperan. Hemos visto dos certezas en referencia a la historia de cada ser humano. La primera por la obra representativa de Adán en aquel huerto. La segunda por todo lo que nosotros día a día vamos haciendo en nuestro pensamiento, en nuestras palabras y en nuestras acciones. Todos vamos a morir, todos vamos a ser juzgados. Esa es la realidad humana. Ahora hay dos certezas a continuación. Dos certezas que son dos hechos históricos dentro del plan de Dios que hacen referencia a otro hombre. El hombre, el Dios hombre, el Dios encarnado que hoy celebramos su llegada, su venida. El autor de Hebreos, por inspiración del Espíritu Santo, nos quiere mostrar que de la manera en que la muerte nos lleva al juicio, así el perfecto sacrificio de Cristo implica su regreso. Es un hecho que si ha venido una vez, va a volver una segunda vez a complementar esa salvación tan grande. Por lo tanto, hay cuatro certezas, y de esas cuatro certezas, que son hechos históricos, sólo ha sucedido uno. Aún no hemos muerto, aunque hay alguno que está en estado de hibernación aún, demasiadas fiestas. Aún no hemos sido juzgados, Cristo no ha regresado todavía, pero sí que ya ha sucedido una de estas cuatro certezas, que es que Cristo ha sido ofrecido para por siempre, una vez y por siempre, por los pecados de muchos. Lo primero que hay que señalar en el pasaje es que Cristo fue ofrecido. Cristo fue ofrecido. Estamos en Navidad, todos hemos recibido algún regalo, se huele algún perfume nuevo por aquí tal vez, alguna camisa nueva que han regalado, juguetes, balones, bombones, carbón en algún caso, Pero el verdadero sentido de la Navidad, de la natividad, del nacimiento, es la encarnación del Hijo. Dice así Isaías 9,6. Porque un niño nos es nacido, Hijo nos es dado. Juan 3,16. Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito. Por lo tanto, la Navidad es Dios dando a su Hijo para que no seamos vestidos con hojas de obras muertas. La Navidad es Dios dando a su Hijo para que el diluvio no caiga sobre nosotros, sino sobre su Hijo. La Navidad es Dios dando a su Hijo para que Abraham no tenga que dar al suyo. La Navidad es Dios dando a su Hijo para que no haya una hambruna en Egipto. Es Dios dando a su Hijo para que el ángel exterminador pase de largo. Es Dios dando a su Hijo para que él peleara en lugar nuestro contra Goliat. Es Dios dando a su Hijo para que una vez crucificado podamos comer miel de su costado. El Hijo de Dios se hizo Hijo de los hombres para que los hijos de los hombres pudiéramos llegar a ser hijos de Dios. Sin encarnación, sin Navidad, no hay cruz. Sin cruz, no hay perdón de pecados. Sin perdón de pecados, no hay reconciliación con el Padre. Este hijo fue dado por el Padre. Pero además, lo más hermoso, lo más sorprendente, es que él se ofreció a sí mismo desde la eternidad por amor a su Padre y por amor a su pueblo. Dice el Señor Jesús, nadie me la quita. nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi padre. Y ese sacrificio sucedió una sola vez. Por eso nosotros celebramos, bueno aquí no está el pan y el vino, pero normalmente está aquí, celebramos un símbolo, una ordenanza recordando ese sacrificio, pero nosotros no realizamos la Eucaristía, no pensamos que se vuelva a sacrificar a Cristo, ¿verdad? Fue una sola vez. Y nosotros recordamos ese hecho histórico y único e irrepetible. Y ese una sola vez, ese sacrificio fue como el epicentro del terremoto. Imaginaros que la historia de Dios es un gran terremoto. Y las ondas sísmicas van hacia el pasado y al futuro. Si tuviéramos que buscar el epicentro, el epicentro sería la cruz. El nacimiento es una onda sísmica muy cercana al epicentro. Y el hipocentro, podéis anotar, los que estudias geología y estas cosas, el hipocentro o foco es el Consejo de la Trinidad. En su eternidad. ya decidió el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo cómo se iba a realizar la redención, cómo iba a brillar cada uno de sus atributos y dónde estaría la gloria de Dios manifestada. En esa cruz, en humildad, bajo la sombra de esa cruz. Ese es el centro del terremoto. Y aprovechando la palabra epicentro, he buscado nueve características que forman esa palabra, nueve características de ese sacrificio. En primer lugar, el sacrificio de Cristo es eficaz, eficaz porque, como dice el texto, produjo una salvación muy grande y salvó a muchos, que hablaremos luego de esto. Segundo lugar, es un sacrificio Perfecto. Perfecto porque es el cordero perfecto. Y una vez sacrificado ese cordero ya no se tenía que hacer más sacrificio. Es un sacrificio irrepetible. No va a suceder más. Cristo no tiene que encarnarse de nuevo y morir en una cruz. Es un sacrificio completo. Él dijo consumado es. consumado es. Tú no tienes que pagar por alguno de tus pecados. Si has venido aquí pensando que eso te da méritos, voy a la iglesia para tener méritos y pagar alguno de mis pecados, no, ya te puedes ir. Te estás equivocando. Cristo Hizo una obra completa, completa en aquella cruz. Es un sacrificio esperado, porque era un sacrificio prometido ya desde el Génesis. Es un sacrificio necesario. El Señor Jesús decía, dijo, es necesario que el hijo del hombre padezca, muera y sea resucitado. Es un sacrificio triunfante. ¿Por qué? Porque Cristo avergonzó públicamente a sus enemigos venciéndoles en la cruz. Es un sacrificio redentor, porque nos liberó de la esclavitud al pecado por precio de sangre. Y es un sacrificio, por último lugar, obediente. Obediente, dice Filipenses, hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Ese es el centro de la historia de Dios. La cruz de Cristo. ¿Por qué se ofreció una sola vez? Lo dice el texto. Podéis seguir el texto, no me estoy inventando nada. Para llevar los pecados de muchos. Centrémonos en la primera parte, para llevar los pecados. ¿Quién se ofrece? Cristo. ¿Cuántas veces? Una. ¿Con qué propósito? Llevar los pecados. ¿De quién? De muchos. Esto es método inductivo. Hacer preguntas al texto y te lo dice todo. Cristo hace un gran diagnóstico, es el gran salvador. Cristo sabe que el problema de la humanidad no es la muerte, es el pecado. La consecuencia del pecado es la muerte. Cristo vino para eliminar el poder que tenía el pecado sobre muchos y vencer a la muerte. Dice 1 Corintios 15, 56, el aguijón de la muerte es el pecado. El pecado necesita, y el poder del pecado, la ley. La muerte necesita el pecado. El poder del pecado, perdón, el pecado necesita la ley. Cristo se encarnó, cumplió toda ley por nosotros, pagó en la cruz por nuestros pecados, murió nuestra muerte y venció por medio de su resurrección. Y podemos ser reconciliados con Dios. Él empezó a matar la muerte quitándole su aguijón, su veneno, el pecado. Porque si la paga del pecado es la muerte y Cristo ya ha muerto por mí, ¿Cuál es mi paga? Si la paga del pecado es la muerte y Cristo ya ha pagado por mí, ¿cuál es mi paga? Vida eterna. Es ese don gratuito a precio de sangre del Hijo, del hombre. Entramos en otra sección del versículo. Para pagar los pecados, para llevar los pecados de muchos, de muchos. No es el propósito de esta mañana meterme en la exposición de la doctrina de la expiación particular en contraste con el universalismo. Pero sí que brevemente voy a puntualizar algunas cosas de una forma muy sencilla. En primer lugar, el texto no dice por todos. En segundo lugar, el texto no dice por ningunos. Y en tercer lugar, el texto no dice por pocos. El texto no dice por todos, el texto no dice por ningunos, el texto no dice por pocos, el texto dice por muchos. Amén. No seamos ilusos de pensar que todos serán salvos. La palabra no lo dice así en ningún lugar. No seamos fatalistas de creer que ninguno será salvo. y no seamos pesimistas de crear que algunos sean salvos, pocos serán salvos. Quiero señalar el énfasis triunfante de la obra redentora del Señor Jesucristo. Es un gran salvador y ha conseguido una gran salvación. Él dice que has muerto por muchos, por muchos. Es una salvación tan grande, tan perfecta, tan eficaz que llevará la gloria a todos los que tiene que llevar. Los cristianos seguimos con ese síndrome de somos un pequeño pueblo muy feliz. Lo hemos cantado todos de pequeños esa canción. Somos un pequeño pueblo muy feliz. Pero es que tenemos un gran Salvador y en la palabra leemos que en el Apocalipsis cantan una Unos cuantos por ahí que se han perdido, ¿no? ¡Una gran muchedumbre! Son muchos los que han sido salvos. No son pocos. El pueblo del gran Dios no puede tener pequeñas expectativas de él. Jesús es el gran Salvador que vino a salvar a muchos. Una vez una persona le preguntó al Señor Jesús, ¿son pocos los que se salvan? ¿Son pocos los que se salvan? Si Spurgeon hubiera estado ahí, hubiera dicho lo siguiente, 4 de septiembre de 1855. Obviamente la respuesta del Señor Jesús es perfecta, ¿eh? No es que haya que añadir nada a la respuesta del Señor Jesús, que os la podéis leer en Lucas 13. Pero quiero señalar el énfasis que hace Spurgeon en su predicación sobre el cielo y el infierno del 4 de septiembre de 1855. Dice, algunos fanáticos de mente estrecha piensan que el cielo será un lugar muy, muy, muy pequeño. donde habrá muy poca gente que asistió a su capilla o a su iglesia. Yo confieso que no tengo ningún deseo de un cielo pequeño. Y me da mucho gusto leer en las escrituras que en la casa de mi padre hay muchas mansiones. Cuán a menudo escucho que la gente dice, ah, estrecha es la puerta y angosto el camino y pocos son los que la hallan. Habrá pocas personas en el cielo, la mayoría se perderá. amigo mío, yo no estoy de acuerdo contigo. ¿Acaso crees tú que Cristo permitirá que el diablo le gane? ¿Que permitirá que el diablo tenga más personas en el infierno de las que él tenga en el cielo? No, eso es imposible. Pues entonces Satanás se reiría de Cristo. Habrá más personas en el cielo de las que habrá entre los que se pierden. Dios dice, he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas que estaban delante del trono y la presencia del Cordero. Pero él nunca dice que habrá una multitud que nadie puede contar que se perderá. Habrá huestes incontables que llegarán al cielo. ¡Qué buenas noticias para ti y para mí! Podemos estar o no de acuerdo con todos los matices de Spurgeon en esta predicación, pero una cosa sí que es cierta, y es algo que nosotros los reformados siempre estamos en contra. Hemos hecho de nuestra experiencia lamentable en España nuestro dogma, nuestra norma. Hemos reinterpretado las escrituras por nuestras experiencias. Y la palabra dice por muchos, por muchos, no por pocos. Pequeñas iglesias, pequeños grupitos, viendo eso con nuestros ojos, hemos puesto nuestra fe en los números. y no creemos la palabra de Dios, que dice que es por muchos, que es una gran muchedumbre. Hermanos, gocémonos, porque Cristo murió por muchos, tengamos expectativas altas de lo que Dios puede hacer con unos cuantos discípulos que quieren ser para su gloria. En segundo lugar, dice el texto, aparecerá por segunda vez sin relación con el pecado para salvar a los que le esperan. Con la misma certeza que después de la muerte viene el juicio, y espero que todo el mundo lo tenga claro, también los niños, que después de la muerte viene el juicio, asimismo después de la cruz viene la parousía, la aparición del Rey de Reyes. Es importante señalar que la escritura es lineal, no es cíclica. Lo que sucede una vez, no sucede dos veces. La única vez, prácticamente, que aparece OTRA VEZ en hebreos es aquí. Una sola vez. Una sola vez. Una sola vez. Sí, en levítico sí, claro. Repetían, repetían, repetían. Pero cuando llega aquí dice una sola vez el sacrificio de Cristo y otra vez la aparición del Señor Jesucristo. ¿Pero por qué es necesario que Jesús vuelva? Estamos hablando de la historia de Dios, recordadlo. ¿Por qué es necesario que el Señor Jesús vuelva? ¿Necesitamos otra especie de Segunda Navidad? No. Será muy diferente el regreso del Señor Jesucristo que el de su encarnación. En la primera venida Dios se encarnó para cumplir toda justicia. En su regreso viene a hacer justicia. Es un matiz bastante importante. En la primera venida, Dios Hijo se encarnó para servir y morir en muerte de cruz. El Dios Hombre regresará, el Rey de Reyes, para ser rey, para juzgar a vivos y muertos. Dios Hijo se encarnó para salvar lo que se había perdido. El Hijo del Hombre volverá para salvar a aquellos que le esperan. Él viene con relación al pecado en su primera venida para eliminar el dominio del pecado sobre su pueblo, pero en la segunda venida viene sin relación al pecado para vencer al postre enemigo la muerte. Hemos visto, por tanto, cuatro grandes certezas, cuatro grandes hechos históricos, sea de su historia personal o de la historia universal. Hemos visto la certeza de la muerte, hemos visto la certeza del juicio, hemos visto la certeza de la redención y la certeza de su regreso. Las dos primeras certezas forman parte del drama humano. de la historia de cada uno de nosotros. Vamos a morir, vamos a ser juzgados. Por causa del pecado moriremos y seremos juzgados. Pero en la misericordia del Señor, Él se introdujo en la historia, inició la historia de la redención. Él se encarnó, nació, vivió sin pecado. y murió por nosotros y resucitó. Hay dos primeras esperanzas, dos primeras certezas que reciben esperanza en las dos segundas certezas. La consecuencia del pecado es la muerte, pero Cristo murió en nuestro lugar y fue levantado, fue resucitado y nosotros seremos levantados como Él fue levantado y seremos glorificados. ¿La consecuencia del juicio cuál es? el infierno. La consecuencia del juicio es el infierno, así como la consecuencia del pecado es la muerte. Ahora bien, Cristo volverá para ser mi abogado defensor. Porque Él pagó por mí, Él vendrá a decir, no, yo he pagado por Samuel, este es mío. Este es de los míos. Si Dios ha controlado soberanamente hechos tan importantes, descansemos en Él todas nuestras ansiedades. ¿Os habéis dado cuenta de qué cosas hemos estado hablando? Cosas tan sublimes, cosas tan profundas, cosas tan enormes de la gran historia de Dios, que cuando bajamos y aterrizamos a nuestra historia... debemos mantener la fortaleza, el descanso, la paz, de que esa gran historia de la cual formamos parte está soberanamente controlada, guiada, conducida. Tal vez para ti 2015 no ha sido un buen año. Tal vez para ti 2015 ha sido el año. Pero de alguna forma te puedes gozar en el 2015. Te puedes alegrar en el 2015. aunque haya sido malo para ti. ¿Por qué? Porque el 2015 ha sido un buen año para Dios. El 2015 ha sido un buen año para Dios y el 2016 aún va a ser mejor. ¿Por qué? Porque todo se dirige a la consumación. Que todos nosotros y todos los que están fuera, todos los que vivieron y todos los que vivirán, el Padre los va a ver arrodillados ante el Hijo, dándole gloria, dándole honra. y nosotros podremos gozarnos el 2015 ha sido maravilloso para Dios y el 2016 aún mejor porque se acerca el gran día hermanos estamos celebrando días de navidad estamos celebrando su encarnación pero no perdamos de vista ese bebé que está envuelto en pañales que está en pesebre acostado Es el Cordero de Dios. Él vino a morir por los suyos. Él vino a morir por muchos. Y Él tiene un gran pueblo. Es el gran Rey. Tiene un gran pueblo. Y volverá a juzgar a vivos y muertos. Nos juzgará a todos. Y gracias a Dios que yo tengo abogado. Dios quiera que tú también conozcas a Cristo Jesús y sea tu abogado para aquel día. Amén.
El Dios de la Historia
Sermon ID | 126161659322 |
Duration | 49:42 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Hebrews 9:27-28 |
Language | Spanish |
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