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Le damos la bienvenida a la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España y le invitamos a que visite nuestra página web por gracia.es Deseamos que Dios le bendiga ahora a través de su palabra Vamos a abrir nuestras Biblias en el Evangelio de Lucas en el capítulo 13 vamos a leer allí los versículos del 22 al 30 Lucas, capítulo 13, versículos del 22 al 30. Dice así la palabra del Señor. Pasaba Jesús por ciudades y aldeas enseñando y encaminándose a Jerusalén. Y alguien le dijo, Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo, esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta diciendo, señor, señor, ábrenos. Él respondiendo os dirá, no sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir, delante de ti hemos comido y bebido y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá, os digo que no sé de dónde sois, apartaos de mí todos vosotros hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios y vosotros estéis excluidos. porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y aquí hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros. Amén. Vamos a orar, vamos a pedir la bendición del Señor para su palabra. Pues Señor, un día más estamos delante de Ti, en Tu presencia, y también delante de Tu palabra. Señor, esperamos tantas cosas de Ti y de Tu Palabra cada vez que nos presentamos ante Ti o abrimos la Biblia. Señor, Tú eres capaz de sorprendernos, Tú eres capaz de transformarnos. Has cambiado tantas vidas de hombres y mujeres solo que por medio de la obra de Tu Espíritu a través de Tu Santa Palabra. que por eso venimos siempre con ilusión, expectantes al encuentro, no sólo del gran Rey, sino también del gran profeta que nos habla en la Biblia. Tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Señor, sabemos que Tú vas a ser fiel a Tu palabra esta mañana. Queremos ser nosotros hallados también fieles al escucharla, al atenderla con nuestra mente, con nuestro corazón, dispuestos a obedecerla, porque sabemos que es para nuestro bien. Señor, que Tu Espíritu Santo en esta hora nos ayude a todos y a cada uno de nosotros. Y hagas de esta hora, de este momento, un momento especial, un momento trascendente. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén. Amén. Y no podemos venir de otra manera, ¿verdad, hermanos, delante de la Palabra del Señor, sino que con esta esperanza de que Él, el Dios creador del cielo y de la tierra, nos hable, que siga teniendo misericordia de nosotros, toque nuestras vidas, transforme todo nuestro ser. Y así lo vamos a hacer con su ayuda, meditando en este pasaje que hemos leído en el Evangelio de Lucas. Fijaros, si os han repartido ya el boletín que se acostumbra a repartir cada domingo, con los anuncios y también con el tema del sermón, el tema que tenéis allí lleva por título, son pocos los que se salvan. Desde luego puede ser atractivo, y yo pensaba que si, como habitualmente se hace con los sermones que aquí se predican y con los estudios luego se cuelgan en internet, ¿no?, pues cuando alguien pueda ver este mensaje y este título, ¿no?, son pocos los que se salvan, quizá más de uno, aunque sea por mera curiosidad, ¿no?, pinchará para escuchar a ver de qué se trata. Bueno, quizá se lleve alguna sorpresa porque a lo mejor no se presenta lo que su curiosidad demandaba, ¿no?, y se le expone otra cosa. De todas formas, nosotros somos sinceros y honestos con la palabra y lo que hacemos es presentar lo que presenta el Señor Jesús y exponer lo que el Señor Jesús expone cuando alguien, no sabemos quién, en su caminar, como veremos, hacia Jerusalén, le detiene o le pregunta a Jesús si son pocos los que se salvan. No podemos juzgar a este hombre, no sabemos realmente qué espíritu le movía cuando hizo esta pregunta. Tened en cuenta que muchos simplemente por mera curiosidad se acercaban a Jesús y empezaban con preguntas, pues, más o menos importantes, como nos ocurre a nosotros hoy día. A veces estamos, pues, con familia, estamos con amigos, y te vienen haciendo preguntas acerca de religión, Y algunas de estas preguntas realmente pues no sé cómo catalogarlas, pero son mera curiosidad. Cuando no, van un poquito más allá y nos buscan dificultad preguntándonos que, bueno, y si nos vamos a salvar por fe en Jesucristo, ¿qué ocurre con aquellos que no han sido partícipes del Evangelio? Y ya nos quieren poner así un poco entre la espada y la pared. Y ese tipo de preguntas, son pocos los que se salvan, también se pueden englobar en las muchas preguntas que nuestro señor Jesús recibió a lo largo de su ministerio. Acordaros, un poquito más adelante, en este mismo evangelio, cómo lo vienen ya con preguntas capciosas, con mala fe, intentando pillarlo. En el capítulo 20 de este evangelio de Lucas ya le hacen aquella famosa pregunta de que si era lícito o no dar tributo al César. Era por curiosidad ¿Por qué le hacían esa pregunta a Jesús, verdad? Bueno, era más bien con mala intención, con la intención, dice allí, de tentarle, de pillarle. Y a continuación también los saduceos que estaban allí, es una secta judía, que no creen en la resurrección, y también le ponen el ejemplo de una mujer mata maridos, es decir, que se casa con uno, luego con su hermano, con su hermano, con su hermano, de esa persona, tal como enseñaba la ley, ¿verdad? Y le preguntan, bueno, y al final todos mueren, Y cuando llegue, pues, la resurrección, ¿de quién será esta mujer? La esposa. Este tipo de preguntas, ¿qué busca? Si no, simplemente, pues, hablar de religión, simple curiosidad, a veces cierta maldad. Y, por desgracia, os vuelvo a decir, muchas veces nos encontramos con esto, con las personas que nos rodean. Quieren simplemente satisfacer su curiosidad o pincharnos de una... o de otra manera. Como digo, no sé el espíritu que movía a este hombre con la pregunta. Lo que sí que sabemos es el espíritu con el que el Señor Jesús le respondió. Porque él también amó a esta persona, le tuvo respeto, la escuchó y le dio una respuesta. Quizá no la respuesta que él esperaba, o no le respondió del modo que él esperaba, pero también le respondió. Y es enseguida lo que vamos a ver. Solo un poquito más acerca del contexto en que sucede esta pregunta. porque leemos en los versículos 22 y 23 que pasaba Jesús por ciudades y aldeas enseñando y encaminándose a Jerusalén cuando alguien le hace esa pregunta de si son pocos los que se salvan. Por lo tanto, ese primer versículo ya nos habla un poquito de ese contexto en el que se encontraba nuestro Señor. pasando por ciudades y aldeas. Por el Evangelio sabemos que se trata de la región de Perea, en la parte este, podríamos decir, del Jordán, donde habitualmente pasaban los judíos cuando tenían que trasladarse de Galilea hasta Judea, ¿verdad?, para no pasar por Samaria. Y entonces hacían esta vueltecita. Y es por esas ciudades en las que se encuentra nuestro Señor Jesús, dice en nuestro Evangelio, enseñando. Pasaba Jesús por ciudades y aldeas enseñando. Cuando el Evangelio y el evangelista Lucas hace mención de esto, de enseñando, es porque quiere también que prestemos atención. Este es el ministerio de Jesús, como profeta, verdad, de Dios, para nosotros, enseñando. Él es el gran pastor de las ovejas y viene a enseñar también. Cuando comparamos con lo que está ocurriendo hoy día acerca de pastores que salen por internet y televisión y parece que sean más cantantes o que sean más gente de show o gente que no lo que hacía Jesús. Aquí no le vemos a él haciendo ningún tipo de show ni nada de esto, mucho menos pues ir cantando por ahí, sino que cumplía su ministerio. Enseñaba. ¿Y qué enseñaba Jesús? Enseñaba las Escrituras. Enseñaba las Escrituras. Y luego abría con su con la luz que él tiene, nos abría también el Evangelio del Reino que se ha acercado, que ha llegado a nosotros. Y estaba enseñando. ¿Enseñando acerca de quién? Acerca de Dios. Acerca de Dios el Padre. Acerca del Cristo que había llegado ya y que era Él mismo. Acerca de la salvación, de cómo ser salvos. Precisamente en este tema de la salvación, que es en el que nos movemos ahora, porque ha sido realmente la pregunta que se le formula a Jesús, si son pocos los que se salvan, es donde Él se va a detener, a explicar un poquito acerca de la salvación. Necesitamos ser instruidos, necesitamos enseñanza. Hermanos, me alegro mucho de esta congregación a la que el Señor ha conducido mis pasos, porque se enfatiza la enseñanza. Y me diréis, ¿es tan importante la enseñanza? tan importante. Más incluso que los cánticos y más que muchas cosas que hacemos y tal. No te canses de una iglesia que enfatiza la enseñanza. Porque la necesitas. Porque nuestro corazón es engañoso. Porque nuestro corazón todavía tiende hacia el pecado. Porque necesitamos ser enseñados por Dios. Porque necesitamos oír el mensaje de Dios día tras día. A causa de nuestro corazón. A causa de nuestro corazón. Y el Señor lo sabe. Y pasa por las ciudades y aldeas enseñando. Y enseñando las Escrituras, y enseñando de Dios, y enseñando de la salvación. en caminándose a Jerusalén. Este ya cierra un poquito el contexto, ya vemos cómo va Jesús enseñando en su ministerio, y se dirige hacia dónde, hacia Jerusalén. Jesús es muy consciente hacia dónde se dirige, nos lo dice el Evangelio, nos lo dice Lucas, se dirige hacia Jerusalén, Jesús lo sabe. Hace poco nos recordaba, creo que era David también, desde aquí, qué importante es esto, cuando se menciona en la Escritura de que Jesús iba, caminaba, hacia Jerusalén cuando ocurrió esto o lo otro. Jesús tenía en mente Jerusalén y creo que todos los que estamos aquí sabemos lo que esto significa. ¿Qué significaba para Jesús tener en mente que iba a Jerusalén? ¿Qué le esperaba en Jerusalén a Jesús? ¿Qué le esperaba en Jerusalén a Jesús? La cruz. Y Él lo sabe. Y toda su vida y todo su ministerio tiene ese destino y tiene esa meta y tiene ese propósito delante de sus ojos, constantemente. Haga lo que haga. En este momento enseñando, como estaba haciendo, en su mente estaba la cruz. Hermanos, esto creo que también es importante que el evangelista nos lo haya detallado, que iba camino de Jerusalén, que iba camino de la cruz, porque entendemos mejor el sentimiento que pudo tener Jesús en ese momento Cuando tiene en mente la enseñanza seria, solemne de la salvación, cuando tiene en mente la cruz, instrumento usado donde allí va a pagar por nuestros pecados. Instrumento sangriento, cruel. Tiene esto en mente. Y ahora le viene a alguien una pregunta. Oye, ¿y son pocos los que se salvan? ¿Qué son? ¿144.000? ¿Cuántos son los que se salvan? algo tan serio como lo que el Señor está trayendo a nuestras vidas, a la vida de aquellos judíos, la enseñanza de la salvación, la cruz que se avecina, y le vienen con este tipo de preguntas. ¿Puedes imaginar cómo se sienta Jesús? La salvación es algo serio. La salvación de tu alma es algo serio. Y no se puede tomar, pues, a la ligera. Como si fueran chistes. Porque, por desgracia, aquí en España, para los que no lo sepáis, aquí en España, las cosas de la salvación, cuando tú hablas con tus amigos, con los vecinos, etcétera, es que se lo toman a chiste. ¡Ah, sí, yo soy pecador! ¡Ja, ja, ja, ja! Y te sacan cuatro chistes de qué es pecador. Y te sacan cuatro chistes del infierno. Y te sacan cuatro chistes de todo. De todo lo que son cosas santas y solemnes. Este es nuestro país, esto es lo que nos encontramos cada día. Y de alguna manera aquí también a veces en el Evangelio se refleja. Pero el Señor tiene un espíritu solemne con relación a este tema. Me estás preguntando acerca de la salvación. Me estás preguntando si son muchos o pocos los que se salvan. Escucha bien el versículo 24. Esforzaos a entrar por la puerta angosta. A ellos les estoy preguntando si es que son 144.000 o cuántos son los que se salvan. Y ahora viene Jesús. Y no satisface esa curiosidad. sino que viene Jesús y me dice, esfuérzate a entrar por la puerta angosta. Porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta y estando fuera empecéis a llamar a la puerta diciendo, Señor, Señor, ábrenos. Él respondiendo os dirá, no sé de dónde sois. Claro, y entonces comenzaréis a decir, delante de ti hemos comido y bebido y en nuestras plazas enseñaste. Para los que tomáis nota, primer punto que encontramos aquí del mensaje, el Señor va a corregir un error fatal en cuanto a la salvación. El Señor va a corregir un error fatal en cuanto a la salvación. Encontramos los versículos 24 y 26. Os digo los cuatro puntos porque así luego, si tenemos que por el tiempo cerrar un poquito, ya tenemos ahí los cuatro puntos, ¿verdad? En segundo lugar, el Señor va a advertir acerca de la naturaleza y el carácter del falso creyente. Versículo 27. En segundo lugar, el Señor va a advertir acerca de la naturaleza y el carácter del falso creyente. Punto número 3. El Señor va a declarar y confirmar la realidad de una doctrina terrible. Versículo 28. Y por último, en cuarto lugar, el Señor va a proclamar la gracia abundante de Dios para con los pecadores. Versículos del 29 al 30. Bueno, y en los minutos que nos restan, hermanos, vamos a disponernos a seguir gozando de la palabra. Igual que nos hemos gozado con el estudio que se nos ha hecho de San Agustín, ¿verdad? Y él mismo, como hemos escuchado, era alguien que quería gozarse en Dios. Él había experimentado los placeres de este mundo, el gozo que da este mundo, y me imagino que debería de pensar, bueno, ¿y por qué en Dios que es el sumo bien? No voy a encontrar yo tan bien el sumo gozo. ¿Por qué? Y lo encontró, por la gracia de Dios, pero lo encontró. El Señor lo guió a la verdad, lo guió a aquel que es el sumo gozo, Dios mismo en la persona de su Hijo Jesucristo, obrando al Espíritu Santo ese gran gozo en su interior. Y estamos llamados a ese gozo y a gozarnos con la Palabra de Dios. Somos seres racionales. Nos agrada la Palabra de Dios. Disfrutamos con la Palabra de Dios. Es nuestro culto racional estar cerca de Dios, escuchar Su Palabra. Como seres humanos, como seres racionales, esto ha de llenarnos. Pero como seres espirituales. y porque tenemos el Espíritu del Señor con nosotros, es que todavía nos vamos a gozar plenamente en toda nuestra ser, de tal forma que la Palabra de Dios no sólo va a llegar a nuestra mente y va a satisfacer nuestro intelecto, va a satisfacer incluso nuestras emociones, sino que nos va a llenar en lo más profundo de nuestro ser, y siempre tiene que ser así. Por más torpe que sea el predicador, hermanos, por más torpe que sea el predicador, cuando se presenta la palabra de Dios. Tenemos que estar expectantes. Es la santa palabra de Dios y el Espíritu Santo va a obrar, sin duda, y no va a permitir que esa palabra vuelva a él vacía. Va a llevar el fruto para el cual fue llevada. Entonces, brevemente, pero vamos a ver esos cuatro puntos para para disfrutar de la enseñanza que nuestro Señor Jesucristo aquí da. En primer lugar, hemos dicho que va a corregir un error fatal en cuanto a la salvación, efectivamente. Hay errores y errores en la vida y todos cometemos errores, pero hay errores que no tienen mucha importancia. Tú puedes ir por la calle conduciendo y te has equivocado y has girado a la izquierda y te has metido en una calle que no era la que querías. Bueno, das la vuelta a la manzana y vuelves. Hay errores más importantes. o conduces por Barcelona de noche y estás cerca del puerto y no te das cuenta y giras hacia la derecha y te caes al mar. Y he puesto un ejemplo porque esto pasó en Vigo, que alguien se cayó al mar y hubo un problema muy serio. Hay errores y errores. En cuanto a la salvación, hay errores que son mortales. En cuanto a la salvación de tu alma, hay errores que son mortales. Y el Señor Jesucristo está hablando de esto a estas personas. Cuidado, ¿tú quieres saber cómo se salva uno o si son muchos los que se salvan? Bueno, pues atento, porque hay errores que son mortales. No cometas el error que estaban cometiendo muchos en el tiempo de Jesús. Allí se nos dice que muchos enfrentan, pues eso, de una manera totalmente equivocada, el asunto de la salvación de sus almas, porque confían en su linaje, confían en sus tradiciones religiosas, en las cuales nacieron, o confían en todos los cultos que han asistido para escuchar la palabra de Dios, pero no confían en Cristo. Él es la puerta de la salvación. Él es la salvación y es la puerta. Es lo que está De algún modo, ya aquí el Señor planteando a sus oyentes. Fijaros. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta y estando fuera, empecéis a llamar a la puerta diciendo, Señor, Señor, ábrenos. Él respondió, os dirá, no sé de dónde soy. Y entonces comenzaréis a decir, fijaros los argumentos de aquellas personas que han quedado excluidas de la salvación por un craso error. Señor, pero vamos a ver, si delante de ti hemos comido y bebido, ¿Cómo nos echas fuera? ¿Cómo que no sois salvos? Si he comido y bebido delante de Dios, ¿cómo es que no sois salvos? ¿Cuántos se acercan a una iglesia cristiana, o nominalmente cristiana, estoy pensando incluso en la iglesia católica, y comen de la hostia, de su eucaristía, lo que tienen, y piensan que por tener acceso a comer ya van a ser salvos. Y en las iglesias evangélicas, hermanos, hermanas, entre comillas, que durante años han estado en la iglesia y porque siempre, desde mucho tiempo atrás han participado de la santa cena, piensan que eso ya les va a dar la entrada o ya son salvos. Un poquito ese era el argumento, hermanos. Esa familiaridad que ellos pensaban que tenían con Dios. Señor, pero si delante de ti hemos comido y bebido y en nuestras plazas enseñaste. No me he perdido ni un culto, no me he perdido ni un estudio. He ido cada día que en la iglesia se hacía algo, yo he estado allí. ¿Cómo es que me voy a perder? ¿Cómo es que cuando llegue el último día y llegue a la puerta del cielo y Dios te diga, apártate de mí? Pues señor, pues si yo he ido a la iglesia, y a la otra iglesia también, y probé con aquella otra iglesia. Hay errores que son mortales. Y eran los que estaban cometiendo aquellas personas, o muchas de aquellas personas que estaban escuchando a Jesús. Confiaban en sus buenas obras, confiaban en sus méritos, confiaban en su propia justicia, de que eran buena gente, etc. confiaban en que estaban en la verdadera religión, que acudían a los cultos, podían confiar en todas estas cosas, cuando no se habían preocupado de lo único e imprescindible y verdaderamente importante, que era entrar por la puerta que es Cristo. Es decir, que creer en el Señor Jesucristo como Señor y Salvador. No se habían entregado a Él, no se habían arrepentido de sus pecados, y pensaban que iban a ser salvos. Hay un detalle en este pasaje que nos llama la atención, porque no es la primera vez que Jesús habla de que tenemos que entrar por la puerta angosta. Ya antes el Señor en el sermón del monte también había hablado de que hay que entrar por la puerta angosta, pero aquí en este versículo 24, fijaros que Jesús dice, ¡esforzaos! Esforzaos por entrar por la puerta angosta. Indiscutiblemente, esto nos llama la atención. Por un lado, algunos pueden pensar, bueno, esto de esforzarse, en primer lugar, ¿qué significa? Porque los que sabéis griego me lo podéis decir mejor que yo, pero es una palabra muy complicada que habla de una angustia y un trabajo, pues eso, angustioso, un esfuerzo terrible, tremendo, ¿verdad? lo que significa esta palabra pues con esa angustia y ese esfuerzo entrar, procurar y esforzaros por entrar en esta puerta angosta que es Cristo y puede chocar porque creer en Cristo y recibir a Cristo o entregarse a Cristo no parece que tenga que significar un gran esfuerzo el que crea en Cristo que levante la mano y va a ser salvo y venga aquí delante, amén, hermanita y venga aquí delante y vamos a orar y se presenta como algo realmente fácil. Si es tan fácil, ¿por qué dice el Señor? Esforzados a entrar, porque mirad que muchos no van a poder entrar. Bueno, indiscutiblemente, como digo, ¿no? No está haciendo mención aquí el Señor de ningún mérito personal, de que por nuestro esfuerzo podamos ir al cielo. De hecho, la salvación es solo por gracia, por medio de la fe. nadie va a ser salvo por su esfuerzo, porque tú te esfuerces mucho, porque la salvación está en Cristo. Cristo es nuestra justicia. Cristo es quien nos salva. Él es la salvación. No es mi esfuerzo la salvación. No me salva mi esfuerzo, me salva Cristo. Esto lo entendemos todos, ¿verdad? Es Cristo quien te salva, es Él quien te ama, es Él quien carga con tus pecados en la Cruz del Calvario, y es por medio de la fe que somos salvos, ¿verdad? Es Él quien me salva. Entonces, ¿por qué? ¿A qué referencia hace este esfuerzo? Bueno, yo creo que no hemos de tampoco preocuparnos demasiado en este sentido. Escuchábamos hace poco, desde este púlpito también, que Jesús decía, si alguien quiere ser mi discípulo, ¿qué tiene que hacer? Negarse a sí mismo, tomar su cruz cada día y seguirme. Esto cuesta. Pero esto es un esfuerzo terrible. Ir a Cristo, permanecer en Cristo, andar con Cristo, es ir contracorriente. Cuando tú decides ir a Cristo, cuando por la gracia de Dios te entregas a Él, cuando empiezas a caminar en Cristo, te vas a dar cuenta de que realmente hay que esforzarse. que hay que negarse a sí mismo. Que tanto tu carne, como tu enemigo máximo, como este mundo, va a intentar, de todas maneras, separarte de Cristo y de la salvación. Y por ahí van los tiros cuando el señor le dice esfuérzate, esfuérzate. Yo había pensado en una ilustración porque me gustan mucho los deportes. Hay un deporte que es la bajada en piragua por aguas bravas y todo esto. Y entonces, si lo habéis visto alguna vez en un reportaje por televisión, ya habéis visto esas aguas. o esas corrientes impetuosas que bajan y van los piragüistas, ¿verdad? Mientras vas a favor de la corriente, maravilloso, ¿verdad? Pero en el momento en que tengas que pasar por esos dos banderines, que son como una puerta que tienes que pasar, y te las has dejado atrás e intentas ahora remar contra corriente y volver a pasar la puerta, yo me he fijado en estas imágenes y digo, madre mía, lo que está sudando este hombre para remar, para girar, Nuestra vida cristiana realmente es así, ¿eh? Vas a estar remando contra corriente constantemente. No te piensas que puedas levantar las manos. Ah, yo levanto las manos y se ha acabado. No, es esto, en absoluto. Levantas las manos y la corriente te lleva. Y la corriente te lleva. Por muchos cultos que hayas asistido, y por muchos sermones que hayas escuchado, y por muy bueno que te creas, la corriente te lleva. ¿Y sabes a dónde te lleva? Porque el Señor lo dice aquí. El Señor, a continuación, nos advierte de la naturaleza y el carácter del falso creyente. El Señor no quiere que te engañes a ti mismo, ¿vale? Versículo 27. Entonces os dirá, os digo que no sé de dónde sois, apartaos de mí todos vosotros hacedores de maldad. Son unas palabras duras, ¿verdad? que Dios tenga que decirle a alguien esto cuando el mundo piensa que hay un universalismo y todos vamos a ser salvos y Dios es tan bueno que abrirá las puertas del cielo y todos vamos a entrar en el cielo aquí Jesús qué está diciendo en esta parábola dice os digo que no sé de dónde sois apartaos de mí todos vosotros hacedores de maldad Aquí se nos está hablando acerca de esta naturaleza y carácter del falso creyente. Dice, no sé de dónde sois. Dios no los reconoce como de su familia. No sé de dónde sois. Os aseguro que cuando yo estoy en casa y llaman a la puerta y miro por la... Miramos, porque hoy ya no te puedes fiar de nadie, ¿no? Miras por la mirilla a ver quién es, ¿no? Y si lo reconoces, pues tu esposo, tu hijo, tu familia... ¡Bum! Enseguida abres, ¿verdad? Pero si no lo conoces, ahí se va a quedar. Es que no sé quién es. Hombre, sí, invítame a comer... No sé quién eres. Y lo dejamos fuera. El Señor Jesús aquí nos está dando una advertencia, ¿verdad?, a todos. Estas personas que quedan excluidas no tienen el linaje de Dios, no pertenecen a la familia de Dios. Aquí lo que hace ya el Señor en este versículo es hablarnos de todo lo que es la obra del Espíritu Santo en la vida de una persona. Y, hermanos, hablar de la persona del Espíritu Santo y de la obra del Espíritu Santo en nuestros días, para muchas personas que no estén habituadas a estudiar la palabra, a las cosas que nos enseña la Biblia, pues se van a perder. Tú les hablas de Jesús y dices, ah, sí, yo creo en Jesús, Jesús de Nazaret, qué maravilloso ser. Les hablas de Dios el Padre, ah, sí, sí, claro, Dios el Padre y, además, Dios el Padre, yo sé que ha creado el cielo y la tierra, sí, efectivamente. Pero hay un desconocimiento tremendo en el mundo de la persona y de la obra del Espíritu Santo. Fijaros, es importante que aquí se nos está diciendo que muchas personas van a estar excluidas porque no forman parte de la familia de Dios y Dios es Espíritu. Dios es Espíritu. Y si el Espíritu de Dios no ha obrado en tu espíritu, si el Espíritu de Dios no ha obrado en tu vida, si el Espíritu Santo no te ha regenerado, no ha cambiado tu vida, no ha cambiado tu corazón, no te ha puesto la semilla de la nueva vida espiritual para que te gusten, para que te agraden las cosas del Padre, las cosas de Dios. Si no ha pasado esto, puedes seguir diciendo y cantando canciones y coritos a Jesús, Jesús eres maravilloso, Jesús te amo, Jesús Y tristemente, esas personas van a quedar excluidas. Es menester nacer de nuevo, le dijo el Señor Jesús en Nicodemo. Y era un gran personaje religioso de la época. Es menester haber experimentado este nuevo nacimiento. Es menester tener una relación espiritual con Dios en el Espíritu Santo. ¿Y esto cómo se hace? Pues mira, no hay táctica, ni técnicas, ni nada. Desde un púlpito no te podemos decir, mira, haz esto o pon una moneda y automáticamente sucede. No. Es por la pura obra de la gracia de Dios, su misericordia, que su Espíritu viene y obra. No sabemos de dónde viene, igual que el viento, ¿verdad?, que no sabemos de dónde viene y dónde va. Así obra el Espíritu Santo. Ahora, no te desanimes porque también se nos dice en la Palabra de Dios que oremos, que pidamos al Señor y se nos dará dado el Espíritu Santo. No estamos desahuciados. Todo lo contrario. Bueno, y en este versículo lo que se nos hace, por consiguiente, es hablar de esta obra del Espíritu Santo en nuestras vidas tan importante, tan necesaria. Formar parte de la familia de Dios es obra del Espíritu Santo. Ser renacidos espiritualmente y tener esta comunión ahora íntima con Dios es obra del Espíritu Santo. Lo hemos visto con Samuel cuando nos ha hablado de San Agustín. Es ese gozo, es esa relación personal con Dios indescritible que es la obra del Espíritu Santo. Apartaos de mí todos vosotros hacedores de maldad. No tenéis esta relación personal conmigo en el Espíritu. No os conozco. Apartaos de mí. Yo soy santo, dice el Señor. Yo soy santo. ¿Qué tienes que ver tú conmigo? Yo soy santo. En esto, cada uno de nosotros, cuando nos examinamos a nosotros mismos, vemos nuestros pecados, vemos nuestras caídas, vemos nuestras cosas, nuestra suciedad, nuestros malos pensamientos, nuestras cosas, nuestros errores, y pensamos en un Dios santo, pues también nos puede entrar temor. ¿Quién podrá subir a este monte de la santidad? El justo de manos, el limpio de corazón, muy bien, pero ¿quién? ¿Quién puede presentarse justo y limpio? Volvemos a decir lo mismo. La obra de Cristo en la Cruz del Calvario logró, para los creyentes, que el Espíritu Santo empezara a transformarnos, a santificarnos. Y la santificación, hermanos, es algo que comienza en esta vida, pero que no acaba. Y necesitamos que el Espíritu Santo siga trabajando en todos y en cada uno de nosotros. Creo que lo vamos entendiendo, poquito a poco, ¿verdad?, con la ayuda del Señor. Hermanos, son cosas serias para nuestra salvación. Os digo que no sé de dónde sois, apartados de mí, todos vosotros, hacedores de maldad. Ese sería el fruto, ¿verdad?, o los frutos que se espera del creyente. O sea, del creyente son las buenas obras y de los incrédulos, lo que aquí se nos dice, obradores de maldad. sería el tercer aspecto de la obra de la santificación. Podríamos decir que para resumir un poquito la obra de la santificación, en la vida del creyente, el Espíritu Santo te va a dar una nueva vida, te va a dar ese impulso vital nuevo, te regenera, te da un nuevo corazón, empieza tu nueva vida, pero él también, el mismo Espíritu Santo, te va a ir santificando, te va a ir dando las fuerzas, te va a ir cambiando, transformando. ¿Verdad? Obra del Espíritu Santo y lo que serían también las buenas obras que vas a hacer a continuación. Van a ser precisamente buenas obras porque están hechas en Cristo, porque son para la gloria de Dios, porque lo haces en agradecimiento a la salvación, porque buscas obedecer a Dios. Entonces Dios se va a complacer en esas obras hechas en su Hijo Jesucristo y para su gloria. Y las buenas obras son necesarias. Fijaros que estas personas son excluidas Porque os digo que no sé de dónde sois, por ese linaje que no es espiritual. Apartaos de mí todos vosotros, porque yo soy santo, vosotros no lo sois. Y además sois hacedores de maldad. Hacedores de maldad. Y en el juicio de las naciones, cuando vemos a Jesús en el juicio final y juzgando, y se parará a izquierda y a derecha, dirá, es que tuve hambre y no me diste de comer. o tuve sed en el mes de bebé, o estuve desnudo. Os vuelvo a decir lo que os decía al principio. Lo voy a decir, si lo encuentro, no con palabras mías, sino con palabras Creo que es un de Martín Lloyd-Jones. Sí, dice, hace falta un hombre excepcional para negarse a sí mismo. No hace falta ser un hombre excepcional para pecar. Es decir, para hacer malas obras y tal, no hay que ser excepcional. Para eso no. Pero para hacer buenas obras, para andar en Cristo, hay que ser excepcional. Habrá que esforzarse. en esa gracia de Dios, y como tanto repetimos en filipenses, no que él es el que pone en nosotros el querer como el hacer, efectivamente, y hemos de ejercitarlo, hemos de ejercerlo para seguir adelante. Por lo tanto, mucho cuidado en esto. Asegúrate de que ahora tienes un nuevo corazón, una nueva disposición en tu corazón. Asegúrate de que te agradan las cosas de Dios. ¿Te agradan las cosas de Dios? Es muy clave esto, ¿eh? Yo, antes de convertirme, yo era católico, ¿eh? Y yo iba a misa, ¿eh? Y estudié los Salesianos, y a misa cada día, y seguí como católico. Pero las cosas de Dios, y la ley de Dios, y según qué mandamientos, no quería ni verlos. No quería ni verlos. Y algo tan sencillo como, ama a tu prójimo, lo podemos entender más o menos, pero cuando se dice, ama a tu enemigo, Perdónale. Pero tú no sabes lo malo, lo malo, lo malo que es esa persona, o lo mala que es esa persona. Y quiera vosotros conozcáis a alguno. Yo conozco a alguna mala persona, mala persona, mala persona. ¿Cómo voy a perdonar a esta persona? Tú no sabes lo que me ha hecho, cómo lo preparó, con qué malicia, y me ha destrozado a mí y ha destrozado a mi familia. ¿Y tú quieres que yo le ame? ¿Tú quieres que yo le perdone? ¿De qué me estás hablando? Estamos hablando del fruto, del Evangelio y de la obra del Espíritu Santo en las personas. Y el Hijo de Dios que estaba en la cruz del Calvario y estaba allí siendo crucificado, calmaba al Padre y decía, Padre, perdónalos, perdónalos, porque no saben lo que hacen, perdónalos. Estamos hablando de esto. Bien, yo entiendo que cuando llegamos a este punto, pues muchos pueden decir, a mí qué más me da que yo no sea salvo, qué más me da que Dios me rechace, yo paso de lo que me dices y no me interesa y paso, que es una de las palabras que hoy día más se usan, ¿verdad? Pero amigos, el rechazo divino tiene consecuencias desastrosas para el ser humano. Herir la dignidad del Eterno acarrea consecuencias eternas. Y es lo que Jesús tiene también que comentar ahora y declarar y confirmar. Porque os digo a vosotros, a los que sois excluidos, a los que os da igual las cosas de Dios, que os entra por la derecha y por el oído de la derecha y os sale por el oído de la izquierda, Os digo que allí será el llanto y el crujir de dientes. Cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios y vosotros estéis excluidos. Allí será el llanto y el crujir de dientes. Está hablando de la doctrina que normalmente no nos gusta hablar o no queremos hablar, la doctrina del infierno, ¿verdad? Como predicadores nos gusta hablar y queremos hablar de cualquier otra cosa quizá antes que esta doctrina. Puedo llegar a entenderlo, pero Jesús, como se ha dicho, no habló más de esta doctrina del infierno que quizá de ninguna otra, porque es importante y porque es real. La realidad del infierno es algo, una doctrina real, porque se está hablando de algo real, como es el infierno. Y Jesús habla del infierno. Yo leía la semana pasada, en Protestante Digital, un artículo de un hermano que siempre escribe, y se hacía eco de las palabras de unos intelectuales norteamericanos que decían de esta manera. El intelectual norteamericano de origen japonés Francis Fukuyama, en su libro El fin de la historia y el último hombre, y el también norteamericano Alvin Tother, en la tercera ola, coinciden. en que el hombre del siglo XXI es más digno de misericordia que de castigo. No podemos martirizarle con los nueve círculos del infierno y las siete terrazas del purgatorio de la divina comedia. Es preciso presentarle un dios humano, hacer del padre nuestro que está en el cielo un padre que se preocupa por todos los problemas de la tierra. Y es verdad que nuestro Dios es un buen Dios y es un Padre bueno para con sus hijos y que se preocupa de todas las cosas y las sostiene y las cuida y las guarda. Pero hay que advertirles, hay que advertir al mundo que si no se arrepiente, que si no creen en Cristo, se van al infierno. Así de claro. Y que tiemblen. Y que tiemblen. Porque el hombre moderno de hoy parece que no tiembla por nada, ¿verdad? Parece mentira. Pues deberían temblar por lo que aquí dice Jesús con relación a este castigo del infierno. Fijaros, habla de que este castigo va a ser físico. Allí será el llanto y el crujir de dientes. O sea, el carácter físico, corporal. En la resurrección, cuando resucitemos, unos estarán para siempre en la gloria, otros irán al infierno. Con un cuerpo resucitado, sí, al infierno. Ya ahora, cuando uno parte de esta vida, cuando tiene que entregar su vida al Señor, unos ya van a la presencia del Señor y otros ya van al sufrimiento en su estado, en su alma. Y si nos dice que será un castigo consciente, es decir, las facultades mentales, emocionales, le harán conscientes de la realidad que está viviendo, de la oportunidad perdida por no creer, y no vamos a leer la parábola del rico y el pobre Lázaro, que todos conocemos, pero él es consciente de lo que ha perdido, y será un castigo irreversible, no hay vuelta atrás ya. un castigo irreversible y para siempre. No hay segundas oportunidades, no hay tal cosa como la aniquilación, sino sólo una eterna perdición, una eterna condenación, como leemos en Mateo 25, versículo 46. E irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna. Mira, yo no sé expresar muy bien y explicar muy bien esto del infierno, ¿no? Pero sí que cuando pienso en mi familia, que no es creyente. En amigos que no son creyentes. En personas que he conocido que no son creyentes. Sé, y me duele, que si no se arrepienten y creen en Cristo, van a pasar la eternidad en el infierno. Aunque no te sepa explicar muy bien lo que es eso. Aunque no te sepa explicar muy bien lo que es el infierno. No sé si temblarán ellos, pero yo tiemblo. Tiemblo por ellos. Y te invito a ti a que des gracias a Dios por de dónde te ha librado. ¿De dónde te ha librado el Señor? Si eres creyente en el Señor Jesucristo, si lo has recibido como Señor y Salvador en tu vida, ¿De dónde te ha librado? Y te invito también a que pienses en quién pagó el precio por ti. Lo que tú merecías, lo que yo merecía, pero piensa también en quién pagó el precio por ti. Hemos hablado de un infierno, de un castigo corporal, de un castigo consciente, de un castigo eterno. y Cristo en la cruz del Calvario sufre el infierno por mí, sufre el infierno por ti. ¿Qué valor tan maravilloso es la sangre de Cristo que cumple con todo esto? Su sangre derramada, el castigo en su cuerpo, su alma quebrantada. ¿Y qué valor para que esa sangre derramada lo que nosotros deberíamos de pagar con infierno eterno, él lo paga en aquel momento en la Cruz del Calvario por el valor precioso de esa sangre. ¿Qué valiosa era esa sangre? ¿Qué preciosa es la sangre de Jesús? Para que pueda decir, consumado es, consumado es, ya está, ya he pagado el precio. Jesús no tiene que estar una eternidad pagando el precio. ¿Al Señor Jesús no tenemos que hacer una misa diaria por su sacrificio? No. Una vez y para siempre el Señor ha pagado por nuestros pecados y cuando creemos en Él, este perdón viene a nosotros y nosotros lo recibimos. Bien, y finalmente decir algo con relación, no sé el tiempo que nos queda, o se me ha pasado ya. ¿Alguien me lo puede decir? que nos hemos pasado. Bueno, pues simplemente acaba el Señor proclamando esa gracia abundante de Dios para con los pecadores en los versículos 29 y 30. Y como siempre el Señor hace todas las cosas bien. Después de habernos presentado la solemnidad, lo importante que es esforzarnos en nuestra salvación, estar atentos a nuestra salvación, no cometer errores en cuanto a la salvación. Finalmente abre los brazos, abre los brazos del Señor para proclamar la gracia abundante de Dios para con los pecadores. ¿Son pocos los que se salvan? Y dice el Señor, mira, no te preocupes, porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y aquí que hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros. No te preocupes. ¿Verdad? Y leemos en Apocalipsis, capítulo 7, se nos habla allí de aquella multitud innumerable, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Cuando nos preguntan, ¿son muchos los que se salvan? una cantidad innumerable. Pero esfuérzate por entrar por la puerta estrecha. Esfuérzate por entrar por la puerta estrecha.
Son pocos los que se salvan?
Identifiant du sermon | 71112152150 |
Durée | 48:09 |
Date | |
Catégorie | Service du dimanche |
Texte biblique | Luc 13:22-30 |
Langue | espagnol |
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