El Señor demandaba todo el sebo de todo vacuno, oveja y cabra para Sí Mismo. Este estatuto era permanente para Israel. Israel no debía comer toda la grasa de los sacrificios, ni la sangre de vacuno, oveja ni cabra. Observemos:
1. La tierra es del Señor y su plenitud; Él muestra Su soberanía.
2. El Señor puede hacer con nosotros como a Él le parezca. Debemos darle a Él lo mejor de todo.
3. Este estatuto era un recuerdo constante de la demanda de Dios por las porciones internas del hombre, y del gran sacrificio de la Pascua (que representaba al Mesías).
4. La severidad del juicio de Dios (Lev. 7:25) muestra Su majestad y gloria. Cada precepto era obligatorio simplemente porque el Señor lo mandaba.
5. La sangre de animales nunca podía dar vida; por la sangre de Cristo el creyente posee la vida eterna.
Demos lo mejor a nuestro Señor en amor; busquemos cómo ir mejorando nuestro servicio diario, poniendo atención a los detalles para honrarle más en todo lo que hacemos.
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